Mayordomia (2)

Los Encargados de Dios  •  Sermon  •  Submitted
0 ratings
· 321 views
Notes
Transcript
La mayordomía: Lo que hago con lo que Dios me dio Los mayordomos deben ser hallados fieles
Los mayordomos deben ser hallados fieles
Los negocios buscan ventas y ganancias. Dios busca fidelidad. Pablo escribe: “Ahora bien, lo que se requiere de los adminiStradores es que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:2).
La parábola de los talentos y la parábola de las minas son ilustraciones de las palabras de Pablo. Con estas parábolas Jesús muestra que Dios juzgará la fidelidad y la infidelidad en el día del juicio final.
La parábola de los talentos
En el capítulo 3 de este libro consideramos la parábola de los talentos (Mateo 25:14–30). Antes de salir de viaje, el señor le dio cinco talentos de dinero a un siervo. Los talentos representan las diferentes clases y cantidades de dones y talentos terrenales que el Señor Jesús le ha dado a cada ser humano.
Los dos primeros siervos fueron fieles. Inmediatamente invirtieron su dinero. Cuando el Señor volvió y pidió cuentas a cada hombre, los dos hombres gozosamente informaron lo que habían hecho. Un siervo informó: “Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos” (versículo 20). El segundo siervo dio un informe similar: “Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos” (versículo 22).
El señor otorgó una recompensa a los mayordomos fieles. “Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor” (versículos 21, 23).
El tercer siervo no fue fiel. Enterró su talento. Cuando rindió cuentas, criticó al señor y trató de justificar su infidelidad. “Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo” (versículos 24, 25).
Debido a su infidelidad, este “siervo inútil” recibió el juicio del señor. “Y al siervo inútil echadlo en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (versículo 30).
El salmista escribe: “¡Todo lo que respira alabe a Jah!” (Salmo 150:6). Ése es el propósito de nuestra vida aquí en la tierra. Los cristianos sabemos que Dios nos ha dado nuestros “talentos”— nos ha dado nuestros cuerpos y nuestras vidas, tiempo y tesoros, talentos y habilidades. Ya sea que nuestros talentos sean pocos o muchos, deseamos servir a Dios durante nuestros días aquí en la tierra. Ese servicio es la evidencia de que creemos en Jesús.
Los incrédulos rechazan las palabras del Salmo 150, de igual manera que rechazan el resto de la Escritura. No quieren creer en el Dios de la Biblia; por lo tanto, no quieren servirle. Demuestran su incredulidad en sus obras.
La parábola de las minas
La parábola de las minas (Lucas 19:11–27), la cual consideramos en el capítulo 4 de este libro, enseña lecciones similares.
Antes de irse de viaje, el hombre noble dio a diez siervos la misma cantidad de dinero—una mina. Les dio instrucciones específicas: “Negociad en tanto que regreso” (versículo 13). La mina representa el evangelio, el cual Dios ha dado en la misma cantidad a cada uno de nosotros.
Al menos dos de los diez siervos siguieron las instrucciones de su señor. Cuando el hombre noble volvió y pidió cuentas a cada siervo, estos dos anunciaron con gozo: “Señor, tu mina ha ganado diez minas.… Señor, tu mina ha producido cinco minas” (versículos 16, 18).
Su trabajo fiel agradó al hombre noble y les dio una recompensa. Dijo al primero: “Está bien, buen seiervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades” (versículo 17). Dijo al segundo: “Tú también sé sobre cinco ciudades” (versículo 19).
Otro siervo hizo su informe con una actitud diferente. “Señor”, dijo, “aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo, porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo que tomas lo que no pusiste y siegas lo que no sembraste”. Estaba criticando a su señor y había rehusado servir. Mientras el hombre noble había estado fuera, este siervo aparentemente se había servido únicamente a sí mismo. El señor, enojado, le anunció: “Mal siervo, por tu propia boca te juzgo”.
Jesús es el señor que ha entregado la mina, el evangelio, al cuidado de cada uno de nosotros. Sus instrucciones para nosotros son claras: “Predicad el evangelio”, “Declaren las alabanzas de aquel que los sacó de las tinieblas!” Aquellos que desprecian el mensaje del evangelio y que se niegan a confesar a Cristo con su boca muestran con sus acciones que no son creyentes. Cuando Jesús nuestro Señor vuelva en el día del juicio, estos individuos caerán bajo su juicio. Por otra parte, el pueblo de Dios usa la mina que Jesús le ha entregado. Atesoran el mensaje del evangelio y para ellos “grato es contar la historia” (CC 264).
Cuando compartimos el evangelio y declaramos las alabanzas de Dios, nos encontramos con cantidades variables de éxito. Dios se complace con nuestros esfuerzos fieles y nos recompensará con premios de gracia en el día del juicio. Aquellos que llevaron a muchos a la rectitud brillarán “como las estrellas, a perpetua eternidad” (Daniel 12:3). ¡Qué grande será ese día para nosotros!
Los mayordomos tienen una etica de trabajo
Nuestro viejo Adán nunca se convierte, y está contento viviendo en el pecado. Nuestro nuevo hombre sirve al Señor Jesús y tiene una ética de trabajo. Nunca pregunta ¿cuánto debo hacer? Para él la pregunta es siempre ¿cuánto puedo hacer?
Debido a que tanto el viejo Adán como el nuevo hombre viven en el mismo corazón, los cristianos tenemos un problema. A veces nuestro viejo Adán sugiere que nos demos por vencidos, que nuestra vida de mayordomía no vale la pena.
Por lo tanto, Jesús nos anima con su parábola del mayordomo fiel (Lucas 12:42–46). Antes de salir de viaje, este señor dio responsabilidades a su mayordomo. Mientras el señor estaba de viaje, el mayordomo podía hacer una de dos cosas. Podía continuar sirviendo fielmente, o podía “comer y beber y embriagarse” (versículo 45).
En esta parábola el señor representa a Jesús. Cuando Jesús vuelva, habrá un juicio. El mayordomo fiel recibirá una recompensa. El señor pondrá a este mayordomo “sobre todos sus bienes” (versículo 44). El mayordomo infiel recibirá un juicio horrible. El señor lo “castigará duramente y lo pondrá con los infieles” (versículo 46).
Pablo escribe lo mismo: “No nos cansemos, pues, de hacer bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gálatas 6:9). Sólo aquellos que continúan creyendo en la palabra de Dios recibirán la vida eterna en el juicio final. Una fe viva continúa produciendo fruto mientras viva.
Hay una historia acerca de un administrador que cuidaba una propiedad mientras el dueño estaba de viaje. El administrador era un trabajador fiel. La casa y las tierras estaban inmaculadas. Un amigo le comentó: “¡Luce como si esperaras que el dueño volviera mañana!” El administrador replicó: “No, señor. Hoy.”
Cuando Jesús regrese y pida cuentas a sus mayordomos, se encontrarán trabajando con los talentos y la mina que Dios les ha confiado.
Recompensas terrenales y eternas
Cuando una sequía y una hambruna azotaron la tierra de Israel, Dios envió al profeta Elías a la ciudad de Sarepta y prometió que una viuda proveería para él allí. Elías confío en la palabra de Dios y siguió sus instrucciones. Cuando llegó a Sarepta, encontró a la viuda recogiendo palos para una fogata. Ella estaba preparándose para comer su última comida, después de la cual esperaría la muerte por inanición.
Pero Elías le dijo: “No tengas temor.… pero hazme con ello primero una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela. Después la harás para ti y para tu hijo” (1 Reyes 17:13). Con esas palabras Elías “retó” a la mujer a poner a Dios, y al profeta de Dios, primero. Luego Elías añadió una promesa: “Porque Jehová, Dios de Israel, ha dicho así: ‘La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra’ ” (versículo 14).
La mujer confió en la promesa de Dios. Inmediatamente preparó comida para el profeta de Dios y por sus acciones ella demostró que era una administradora fiel. Dios mantuvo su promesa y la recompensó con bendiciones terrenales.
Estos mandamientos y promesas combinados ocurren muchas veces a lo largo de la Escritura.
• Dios dice a través de Malaquías: “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi Casa.… Probadme ahora… a ver si no os abro las ventanas de los cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).
• Jesús repite ese principio cuando dice: “Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38).
• Pablo, hablando acerca de la ofrenda, añade: “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará” (2 Corintios 9:6).
Los cristianos no dan porque esperan ganar una recompensa. Pero cuando un Dios de gracia derrama recompensas sobre sus fieles mayordomos cristianos aquí en la tierra, no debemos sorprendernos.
La recompensa más grande, sin embargo, será nuestra en el día del juicio. Ese día nosotros, que deseábamos sólo servir a Dios con los talentos y con la mina que nos entregó, seremos servidos por nuestro Señor. Estaremos a la derecha del Salvador. Luego el Salvador anunciará públicamente nuestra fidelidad y nos dirá: “Entren a mi reino celestial”. Nosotros nos sentaremos en la mesa del banquete celestial. ¡Qué emoción será eso!
Tal vez sepa o pueda imaginarse el aniversario número 50 de la graduación de la escuela secundaria. Los amigos que se graduaron de la escuela secundaria a la edad de 18 años ahora se vuelven a encontrar a la edad de 68. En la reunión, los amigos y conocidos se preguntan unos a otros repetidamente: “¿Qué has hecho desde la última vez que nos vimos?”.
Cada uno de nosotros escuchará una pegunta similar en el día del juicio. Dios nos preguntará: “Mayordomo, ¿qué has hecho con tu vida? ¿Qué has hecho con todo lo que te di?”
Nosotros creemos en Jesús nuestro Salvador. ¡Éste es el tiempo para que le sirvamos con fidelidad!
Related Media
See more
Related Sermons
See more