Puedes hablarle a Dios porque Dios escucha. Tu voz tiene importancia en el cielo. Él te toma muy en serio. Cuando entras en su presencia, se vuelve para oír tu voz. No tienes que temer que no se fije en ti. Aun si tartamudeas o tropiezas, aun si lo que tienes que decir no impresiona a nadie, sí impresiona a Dios, y Él te escucha. Él escucha la dolorosa súplica del anciano en el asilo. Escucha la ruda confesión del condenado a muerte. Cuando el alcohólico ruega por misericordia, cuando el esposo