Una iglesia a la ofensiva
Introducción
Cristo se había retirado a esta región habitada por gentiles, en parte para escapar de los espías que no le daban tregua mientras permanecía en Galilea, y también en parte para tener la oportunidad de instruir a sus discípulos y prepararlos para la hora de crisis con la cual pronto terminaría el breve ministerio de Jesús (DTG 379)
La primera lección que no se olvida
Jesús y sus discípulos habían llegado a uno de los pueblos de los alrededores de Cesarea de Filipos. Estaban fuera de los límites de Galilea, en una región donde prevalecía la idolatría. Allí se encontraban los discípulos apartados de la influencia predominante del judaísmo y relacionados más íntimamente con el culto pagano. En derredor de sí veían representadas las formas de la superstición que existían en todas partes del mundo. Jesús deseaba que la contemplación de esas cosas los indujese a sentir su responsabilidad hacia los paganos. Durante su estada en dicha región trató
Segunda lección
En las antiguas ciudades la puerta era el lugar de reunión de los ancianos de la localidad y el lugar clave en la defensa de la ciudad contra un ejército atacante (ver com. Gén. 19:1; Jos. 8:29). Por esto, el tomar la puerta de la ciudad hacía posible la toma de toda la ciudad.
Los hebreos asociaban la muerte con el she’ol, morada figurada de los muertos. En las descripciones poéticas, aparece como un lugar cuya entrada estaba protegida por puertas (Isa. 38:10). Según el concepto babilónico, she’ol era una ciudad encerrada dentro de siete muros, con siete puertas de doble cerrojo, para evitar que los muertos volvieran a la tierra de los vivos.
En forma figurada, Satanás retiene las “puertas del Hades”, pero Cristo, con su muerte, entró en la fortaleza de Satanás y ató al adversario
Pensemos en la esposa de Abraham, Sara. Dios le promete un hijo, pero pasan los años y no hay descendiente. Satanás apunta a esa cuna vacía para crear tensión, disensión y dudas. Sara sirve de ejemplo perfecto de que no se puede confiar en las promesas de Dios. Pero, inesperadamente llega Isaac para llenar esa cuna, y Sara a los 90 años de edad se convierte en el modelo idóneo de toda la historia para comprobar que Dios siempre cumple sus promesas.
¿Recuerdan a Moisés? Satanás y todos sus demonios se mueren de risa el día en que el joven Moisés monta su caballo y sale huyendo de la presencia de Faraón. Pensaron que en esa circunstancia no había manera en que pudiera librar a su pueblo de la esclavitud. Cuarenta años más tarde aparece un viejo de ochenta con su bastón en Egipto, hace milagros increíbles y libera poderosamente a todo el pueblo de Dios. Sobre cada labio en Egipto está el nombre del viejo: ¡Moisés! ¡Moisés! De nuevo, Satanás es humillado.
¿Qué diremos de Daniel? La vista de toda esa juventud israelita llevada en cautiverio alegra al corazón de las huestes satánicas. ¡Ahora verán lo que es ser esclavo! Pero en lugar de esclavitud, Dios los eleva y llegan a ser príncipes de Babilonia. El mismo joven que Satanás quiso callar llega a ser el hombre que sabe orar y recibir de Dios la interpretación de sueños, y es elevado por encima de los sabios del reino para servir de consejero a los reyes de Babilonia. ¿Qué risa debe quedar en los labios de ese mundo demoníaco?
También podemos pensar en Pablo. Ponerle en la cárcel romana pareciera un triunfo para Satanás. Ahora, de ninguna manera podrá seguir abriendo iglesias y predicando a los gentiles. Pero la cárcel se convierte en un escritorio. De la pluma de Pablo salen las hermosas epístolas para las iglesias de Galacia, Éfeso, Filipos y Colosas, cartas que hasta el día de hoy traen inspiración e instrucción al pueblo de Dios. ¿Pueden ver a Satanás pateando y crujiendo sus dientes cada vez que un cristiano lee una de esas cartas, diciéndose: «¡Y pensar que fui yo el que hizo posible que se escribieran, poniendo a Pablo en la cárcel».
Según la cronología adoptada por este Comentario, es probable que el viaje a Cesarea de Filipo ocurriera a mediados del año 30 d. C., en el verano durante el medio año cuando Jesús se retiró del ministerio público y se dedicó principalmente a instruir a sus discípulos.
En forma figurada, Satanás retiene las “puertas del Hades”, pero Cristo, con su muerte, entró en la fortaleza de Satanás y ató al adversario (ver com. Mat. 12:29).