Dios proverá
Introducción
Abraham carga con los elementos más peligrosos —cuchillo y fuego— para el sacrificio y da a Isaac la leña. No se nos dice la edad de Isaac, pero era capaz de cargar la leña y mentalmente alerta para preguntar al padre por el cordero para el holocausto. Este diálogo es uno de los más dramáticos y la respuesta Dios mismo proveerá (v. 8), lejos de ser una mentira piadosa o un fácil escape de respuesta, demuestra toda la dependencia de Abraham en Dios.
Desarrollo
Dios proveerá para el cuerpo.
Dios proveerá para el alma
Dios proveerá para el espíritu
El Dios que provee
22:14
Jehovah-jireh literalmente significa Jehovah proveerá (22:14). La provisión del Señor en el monte Moriah es un símbolo de la escena que más tarde los Evangelios nos presentarán en el monte Calvario. En Moriah el Señor provee un cordero; en el Calvario el Señor provee a su Hijo unigénito en provisión por la culpa de nuestros pecados (vea Rom. 8:32; 1 Cor. 5:7).
Dios provee un carnero, como la fe de Abraham lo había declarado anteriormente (v. 8). Abraham ofrece este animal en holocausto en lugar de su hijo. Aquí, una costumbre religiosa propia de la cultura hasta ahora no aclarada, queda para siempre fuera de la fe en el Dios verdadero. La Biblia denuncia como abominación a Dios todo sacrificio humano (Lev. 20:1–3). Todas las declaraciones de fe fueron cumplidas: Adoraremos, volveremos, Dios mismo proveerá.
Conclusión
Detrás de la obediencia está la fidelidad y el amor de Abraham hacia Dios.
Entonces Abraham alzó los ojos y miró, y he aquí, vio un carnero detrás de él trabado por los cuernos en un matorral; y Abraham fue, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
El hebreo incluye «detrás de él» después de la expresión «he aquí», explicando así dónde se encontraba el carnero en relación a Abraham.
Todo ahora sucede en un silencio sobrecogedor. Impresiona la actitud de Isaac, a menudo pasada por alto. La fe y el arrojo del padre no deben eclipsar la sumisión del hijo, consciente ya en el momento final de que el cordero del holocausto era él mismo. De su boca no sale ninguna pregunta más, ninguna queja, ninguna súplica que paralizara la mano paterna. ¿Compartía la fe de su padre con la misma intensidad y de alguna manera contemplaba su resurrección después de muerto? El comportamiento de Isaac no es menos impresionante que el de Abraham. Ha pasado a la historia como paradigma del creyente dispuesto a sacrificarlo todo en aras del cumplimiento de la voluntad de Dios. En realidad, esta actitud, con el tiempo, vendría a constituir uno de los fundamentos del discipulado cristiano