Mateo 8:Los endemoniados gadarenos

Matthew 8:28-34  •  Sermon  •  Submitted
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LOs endemoniados gadarenos

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Los endemoniados gadarenos

Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 14: Mateo 1. Una serie de milagros, 8:1-9:8

5) Jesús calma la tempestad, 8:23–27. En este episodio, Jesús calma, no una tempestad, sino dos: la del mar y la del corazón de los discípulos. Habiendo demostrado su autoridad sobre las enfermedades, ahora la manifiesta sobre las fuerzas de la naturaleza. El salmista consideraba que la manifestación suprema del poder de Dios sería calmar el mar embravecido (89:8, 9). Marcos (Mar. 4:36) observa que, además de la barca en que viajaban Jesús y sus discípulos, otros discípulos iban en otras barcas.

El término griego seismós 4578, que aquí se traduce tempestad (v. 24), significa una fuerte sacudida, o algo agitado fuertemente. Se cuenta que frecuentemente tempestades violentas se desataban sobre el mar de Galilea en forma repentina. Por lo tanto, podemos imaginarnos que no fue una experiencia nueva para los pescadores. Quizá la magnitud del viento y las olas es lo que produjo en ellos el temor. Parece que la reacción de ellos fue completamente natural. ¿Quién no se hubiera asustado ante semejante situación? Su clamor desesperado se oye por encima del ruido de la tempestad.

El hecho de acercarse a Jesús y clamar por su protección fue un acto de fe y a la misma vez un acto de falta de fe. Ir a Jesús y rogar su protección es un acto de fe; no ir a él en tal situación sería una falta de fe. La respuesta de Jesús, en forma de pregunta, sirve de reproche por dos razones: (1) por sentir ellos tanto temor, estando presente él en la barca, y (2) por tener tan poca fe en su poder sobre el mar. El hecho de que Jesús pudiera dormir indica el grado de cansancio físico que tendría (el barco estaría saltando locamente en las olas) y el grado de fe que tenía en su Padre Celestial. Según Mateo, Jesús señaló como causa del temor de ellos la poca fe, pero Marcos (Mar. 4:40) indica que fue por la ausencia de fe. Estos discípulos ciertamente tenían un grado de fe. Quizá lo que Marcos quiso decir es que no tenían fe de que Jesús pudiera protegerlos en esta situación.

La reprensión de Jesús fue doble; primeramente a los discípulos y luego al mar. “Reprender” significa básicamente “fijar un valor sobre algo, o asignar una pena”. Aquí significa “censurar” “reprobar”. Jesús habló al mar como si fuese una persona, o un animal. Ante las palabras de Jesús, el mar que se portaba como un animal loco se calmó inmediatamente. Los discípulos maravillados, atónitos, no podían creer lo que veían. Al decir: ¿Qué clase de hombre es éste? (v. 27), estaban confesando que habían descubierto una nueva faceta del Hijo de Hombre. El había demostrado su autoridad en una nueva área, en un nuevo dominio. El habla a los hombres acerca de la fe, y le obedecen. Habla a la tempestad, y le obedece; habla a las enfermedades, y le obedecen. Su autoridad es absoluta. Para todas las tempestades de la vida, por más impresionantes que sean, con Jesús “en nuestra barca”, podemos navegar en paz, si mantenemos nuestra fe puesta en él.

(6) Jesús sana a dos endemoniados, 8:28–34. El milagro anterior demostró la autoridad de Jesús sobre la naturaleza. Ahora demuestra su autoridad aun sobre las potencias malignas, los mismos mensajeros de Satanás. Cruzaron el mar, partiendo de Capernaúm, y llegaron a la orilla opuesta, una distancia de unos 12 a 15 km. En los mss. antiguos de Marcos y Lucas se encuentran tres nombres distintos para identificar a los habitantes: gadarenos (Mat. 8:28; Mar. 5:1; Luc. 8:26), geresenos (Luc. 8:26, nota) y gergesenos (Mat. 8:28, nota; Mar. 5:1, nota; Luc. 8:26, nota). Hay consenso casi unánime de que la explicación mejor es de considerar que se trata de la villa de Gerasa (Khersa) en el territorio de Gadara. “Gergesenos” sería una adaptación fonética al nombre geresenos. Y el gentilicio del territorio sería gadarenos. De todos modos, el lugar se ubica en la orilla este del mar de Galilea. Era una zona gentil, hecho confirmado por el hato de cerdos, pues eran animales inmundos para los judíos.

Los lobos del mar se asustan del mar

A los marinos con experiencia, se les llaman "Lobos de mar". Los primeros discípulos de Jesús eran viejos pescadores y conocían el mar de Galilea como la palma de su mano. Ya habían soportado muchas tormentas, y no eran hombres que se asustaran fácilmente. Pero si bien ellos eran de hierro los barcos eran de madera. Con sólo tres zancadas se podía cruzar de proa a popa. La mayoría de los barcos eran impulsados a remo, y solo unos pocos tenían una vela asida al palo. Mediante una o dos cuerdas arriaban o izaban esa vela. En el cabezal de popa colocaban una especie de bancada de madera en donde se sentaba el timonel, o a veces se reclinaba el patrón (capitán) del barco cuando estaba cansado. Jesús probablemente estaba ocupando ese lugar cuando se desató la tormenta. Si Jesús se durmió mientras estaba a cargo del timón y estaba sentado en el lugar del patrón del barco, ¿qué podrían esperar los discípulos si el capitán estaba dormido y el timón dirigía el barco al garete? (comp. Mar. 4:38.) Al ser llamado, Jesús pudo demostrar que no sólo es capaz de sacar a las personas de una situación desesperada, sino que las leyes que gobiernan a nuestra naturaleza están permanentemente sujetas al mando de su Creador.

Los dos endemoniados vivían como animales solitarios y feroces en los sepulcros. Mateo los describe como violentos en extremo (v. 28). Todos los vecinos evitaban el camino que pasaba por allí por el gran temor que les tenían. Era un cuadro triste y desesperante de la degradación total de la humanidad. Tres cosas sorprendentes sucedieron: (1) Jesús se acercó sin temor, (2) los endemoniados lo reconocieron como Hijo de Dios (v. 29), y (3) los que habían infundido temor en todos los vecinos sintieron temor ante Jesús. La pregunta surge: “¿Cómo reconocieron a Jesús y por qué sintieron temor?” No hay evidencia de que se hayan enterado por vía natural; todo lo contrario. Siendo mensajeros de Satanás quien, a la vez, tiene ciertos poderes sobrenaturales limitados, ellos mismos tendrían la facultad para discernir la presencia de Dios. Santiago nos recuerda que los demonios creen y tiemblan (Stg. 2:19). Sabrían que el Hijo de Dios tenía poder para destruirlos y que ante él, eran impotentes.

La primera pregunta de los demonios fue literalmente: ¿Qué a nosotros y a ti?, que significa: “¿Qué trato o negocio tenemos entre nosotros?” Ellos salieron al encuentro con Jesús sabiendo que se acercaba su fin. Ellos manifestaron sorpresa de que Jesús hubiera venido en ese momento: antes de tiempo (v. 29). Algunos entienden que tiempo se refiere a su exorcismo; otros opinan que se refiere al juicio en el fin del mundo. Se dieron cuenta que su tiempo había venido y que Jesús iba a librar a los hombres de su poder. Tuvieron temor de ser echados de los hombres y tener que existir sin una habitación corporal. Cosa curiosa es la súplica de los demonios a Jesús, pidiendo permiso de entrar en el hato de cerdos. Jesús les dio permiso de trasladarse a los cerdos. No fue la voluntad positiva, sino permisiva de Jesús. En este acto, Jesús estaba dando un anticipo del triunfo final y glorioso que tendrá sobre Satanás y sus huestes en el día final de juicio.

¿Por qué sigue existiendo el mal?

Muchas personas se hacen esta pregunta al sentirse indefensas ante el poder satánico. Y no sería extraño que algunas de estas personas adopten uno de estos cinco criterios: (1) creer que a Dios no le interesa lo que pasa; (2) creer que Dios realmente no sabe lo que nos pasa; (3) creer que Dios está ocupado en otros problemas; (4) creer que Dios no puede porque Satanás es más poderoso; (5) aceptar que Dios sabe, se interesa y se ocupa de lo que nos pasa; aceptar que Dios es todopoderoso y ha vencido a Satanás en la cruz, pero que la destrucción del maligno está reservada para el final de los tiempos, no antes (8:29).

La reacción alocada de los cerdos indica el poder de los demonios y la terrible influencia que habían ejercido en los hombres. Literalmente se suicidaron. Perdieron control de sus cuerpos, igual como fue el caso de los dos hombres.

La noticia no tardó en llegar a la ciudad, y todos salieron curiosos a ver el espectáculo. Contemplaron dos cuadros vivos: (1) dos mil cerdos muertos flotando en el agua (Mar. 5:13), una fortuna perdida; (2) dos hombres restaurados a la vida normal: sentados, vestidos y en su juicio cabal (comp. Mar. 5:15). La reacción de los habitantes fue sorprendente: Tuvieron temor (Mar. 5:15) y le exhortaron (parakaléo 3870) que se fuera de su territorio. ¿Por qué el temor? ¿Por qué pidieron que se fuera? Quizás el temor fue por esta tremenda demostración de poder, o por la pérdida de los cerdos, o por temor de que haría otras cosas semejantes.

De este episodio aprendemos: (1) Que Jesús tiene autoridad sobre los mensajeros satánicos, (2) que los demonios tienen una habilidad sobrenatural para reconocer a Jesús, (3) que Jesús da más valor al ser humano que a los animales o a los valores materiales; (4) que los habitantes de la zona tenían una escala de valores muy distinta a la de Jesús; tenían temor ante su presencia y prefirieron que se fuera de su territorio; rechazaron a Jesús por los cerdos, y (5) que es la voluntad de Jesús que algunos de los que reciben el beneficio del evangelio, en vez de ir a otras partes, se queden entre los suyos para testimonio a ellos (ver Mar. 5:19). Antes, Jesús había prohibido la publicación de los beneficios recibidos por sus milagros, pero ahora manda contarlos. Recordemos que ahora estaba en una zona gentil, lejos de Jerusalén.

DEMONIACA, POSESIÓN—[Del lat. daemoniacu + possessione] Control de las facultades mentales, espirituales y físicas de una persona por un ser demoniaco. En las Sagradas Escrituras, hay dos tipos distintos de posesión: la demoniaca, realizada por los ángeles de Satanás; y la satánica, cuando el diablo mismo se apodera del individuo. Un ejemplo de esta última lo tenemos en el caso de Judas Iscariote (Juan 13:27).

Cuando los demonios se apoderan de alguien, le controlan las facultades psíquicas y motoras, quitándole toda la claridad de raciocinio y sentido de decencia (Mateo 8:28–34). A veces la posesión demoniaca se manifiesta en forma de enfermedades y disfunciones psíquicas (Mateo 17:14–21). Poseída, la persona se vuelve simple juguete en las manos del diablo. Pero libre y entregada al Espíritu de Cristo, se convierte en un vaso útilísimo para el reino de Dios (Marcos 16:9).

Jesucristo no sólo vino para libertar a los oprimidos de Satanás, sino también para darnos poder y autoridad sobre los demonios (Marcos 16:17).

DEMONIOS—[Del gr. dáimon] Seres espirituales que componen las huestes de Satanás (Efesios 6:12). Llamados también ángeles del mal, tienen como propósito perjudicar la obra de Dios, apoderarse de los seres humanos y fomentar el pecado (Hechos 16:16–18; Lucas 4:41; 1 Timoteo 4:1).

Entre los antiguos griegos, los demonios eran una especie de genio que tenían como tarea iluminar a los seres humanos. Tanto es así que el étimo de la palabra demonio significa precisamente hacer brillar el fuego. Con el surgimiento del cristianismo, recibieron el nombre que siempre debieron haber tenido: agentes del mal y de la opresión.

A los demonios les está reservado el castigo eterno: el lago de fuego (Mateo 25:41)

DEMONIOS, EXPULSIÓN DE—[Del gr. daimon, demonio; del lat. expulsare, hacer salir con el empleo de la fuerza] Eliminación de seres malignos de personas poseídas, con la invocación del nombre del Señor Jesús (Marcos 16:17). La expulsión de demonios, practicada por algunos grupos judíos de la época de Pablo se le conoce también como exorcismo (Hechos 19:13).

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