Esperanza
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Esperanza
Esperanza
18 «Miren a mi Siervo, al que he elegido. Él es mi Amado, quien me complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y proclamará justicia a las naciones.
19 No peleará ni gritará, ni levantará su voz en público.
20 No aplastará la caña más débil ni apagará una vela que titila. Al final, hará que la justicia salga victoriosa.
21 Y su nombre será la esperanza de todo el mundo».
El significado bíblico de la esperanza es un anhelo optimista acompañado de la seguridad de su cumplimiento. Esta esperanza está garantizada y no está sujeta a cambio, sino que está anclada en nuestro inmutable Salvador y Señor.
El vocablo esperanza del Nuevo Testamento se tradujo de la palabra griega elpis, que significa “expectación favorable y confiada” respecto al futuro.
Aunque la Biblia utiliza la palabra esperanza en ambos sentidos, el secular y el espiritual, el enfoque de nuestra esperanza cristiana siempre se basa en las promesas firmes de Dios.
De esa manera, contamos con una esperanza firme. Como creyentes, Dios nos promete darnos su paz:
El peligro de la desesperanza
20 La gran tempestad rugió durante muchos días, ocultó el sol y las estrellas, hasta que al final se perdió toda esperanza.
La desesperanza es la total desesperación porque no se cumple una expectativa de bienestar o éxito. La Biblia habla de aquellos que tienen la esperanza que se desvanece:
13 Lo mismo les ocurre a todos los que se olvidan de Dios; las esperanzas de los que viven sin Dios se evaporan.
La palabra desesperanza en el Nuevo Testamento proviene de la palabra griega apelpizo, que también se traduce “desaliento”. (Apo significa “fuera de” y elpizo significa “esperar”. Cuando se juntan los dos vocablos, la palabra significa literalmente “estar lejos de toda esperanza”
El pensamiento sin esperanza puede provocar deseos de morir. Quienes están desesperanzados no encuentran opciones viables para resolver sus problemas, se engañan pensando que la única salida es la muerte.
Un barco sin ancla es vulnerable si se encuentra en mar abierto. Quienes van a bordo podrían perder toda esperanza de sobrevivir si surgiera una tormenta severa. Pero en medio de nuestras tormentas personales, en vez de hundirnos en el mar de la desesperanza, el Señor nos llama a poner nuestra esperanza en él, permitirle que sea nuestra ancla segura y descansar en sus promesas. Que esta sea su oración personal:
116 ¡Señor, sostenme como prometiste para que viva! No permitas que se aplaste mi esperanza.
Por muchos siglos, las anclas han sido el símbolo de la esperanza. Este emblema fue especialmente significativo para la iglesia primitiva en tiempos de persecución.
Se han encontrado muchos dibujos de anclas en las catacumbas de Roma donde los cristianos se reunían a escondidas.
Aquellos creyentes llenos de fe que vivían bajo una constante amenaza de muerte, utilizaron las anclas para representar la cruz y como señal para guiarlos hacia sus reuniones secretas.
Aquellos lugares eran cavernas que se extendían por 840 kms. bajo la antigua ciudad y les servían como lugar de refugio durante los peligrosos tiempos de la persecución.
Por tanto, el ancla que se encuentra en algunas tumbas del día de hoy ha llegado a ser símbolo de la firme esperanza de seguridad eterna para los verdaderos cristianos. El libro de Proverbios, que es la fuente de toda sabiduría, nos dice:
33 En cambio, todos los que me escuchan vivirán en paz, tranquilos y sin temor del mal».
Las anclas son objetos conectadas a un bote o barco por medio de una cadena larga o un cable muy fuerte que tiene el propósito de mantenerlo en un lugar. Algunas anclas se agarran fuertemente al fondo del mar para detener un objeto muy grande (como una plataforma petrolera). Otras, son como sábanas grandes o paracaídas que se lanzan al agua para disminuir la marcha o estabilizar el barco.
• La palabra en español “ancla,” se traduce de la palabra griega que se deriva de ankos, que significa “curva”. A menudo las anclas eran curvas para que pudieran engancharse en una base sólida.
• El ancla es un símbolo marítimo y representa esperanza y seguridad.
• Las anclas se usan como símbolos cristianos que representan a Cristo, quien provee seguridad a los creyentes y los mantiene seguros sin importar la fuerza de la tormenta.
En el tiempo adverso en el que Pablo estuvo en aquel barco en alta mar, enfrentó junto con sus compañeros vientos tan huracanados, que la tripulación usó hasta cuatro anclas tratando de salvar tanto el barco como sus vidas.
29 A la velocidad que íbamos, ellos tenían miedo de que pronto fuéramos arrojados contra las rocas que estaban a lo largo de la costa; así que echaron cuatro anclas desde la parte trasera del barco y rezaron que amaneciera.
Por eso necesitamos la fe y la esperanza
13 Tres cosas durarán para siempre: la fe, la esperanza y el amor; y la mayor de las tres es el amor.
La esperanza es creer en una promesa segura y la fe es vivir de acuerdo a esa promesa. La fe es la esperanza puesta en acción.
Es necesario tener esperanza en que podemos vivir seguros para tener una vida de paz.
Es necesario vivir por fe para que la esperanza no sea sólo un concepto mental, sino una esperanza viva, una esperanza garantizada que se convierte en realidad cuando experimentamos una vida anclada.
Nuestra esperanza en Jesús se basa en la promesa de Dios. Dios el Padre prometió que Dios el Hijo sería el Salvador del mundo. Por lo tanto, nuestra esperanza es Jesús.
Por fe recibimos a Jesús en nuestro corazón y vida. Por tanto, la fe es el medio por el cual recibimos esa esperanza.
—Nuestra esperanza en Jesús nos impulsa a tomar pasos de fe, confiando en Dios y su palabra.
Nuestra fe está motivada por nuestra esperanza y la fe es el medio por el cual nos beneficiamos a causa de nuestra esperanza.
—Nuestra esperanza para el sostén físico de nuestra vida reside en creer en los beneficios de la comida (porque aceptamos el hecho de que es necesario comer para subsistir).
Nuestra fe se ejercita cuando ingerimos alimentos para nuestra subsistencia.
—Nuestra esperanza para sostener nuestra vida espiritual reside en Jesús (cuando aceptamos el hecho de que él es lo que necesitamos para tener vida eterna).
Nuestra fe en su capacidad para darnos vida eterna se evidencia cuando recibimos al Señor en nuestra vida.
—Nuestra esperanza para seguir con vida es la seguridad confiada en los beneficios de la comida; sin embargo, si no tenemos esperanza en los méritos de la comida, no vamos a comer.
Por fe, comemos para seguir con vida, pero si no lo hacemos moriremos antes de tiempo.
—Nuestra esperanza de la vida eterna se encuentra en Jesús, pero si rechazamos la esperanza en él, moriremos y pasaremos toda la eternidad separados de él.
Cuando colocamos nuestra fe en Cristo, ése es el medio por el cual podemos ejercer nuestra esperanza en él y recibir todos los beneficios de tenerlo, incluyendo vivir en el cielo con él por toda la eternidad.
Cristo nos ha colocado en su plan perfecto, primeramente para salvarnos y luego para conformarnos a su imagen. Es necesario tener la seguridad de la esperanza antes de poder actuar con fe. Luego, podemos actuar con fe gracias a su esperanza. La Biblia dice que nuestra esperanza es el catalizador que produce la fe.
“Habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio”.
4 porque hemos oído de su fe en Cristo Jesús y del amor que tienen por todo el pueblo de Dios.
5 Ambas cosas provienen de la firme esperanza puesta en lo que Dios les ha reservado en el cielo. Ustedes han tenido esa esperanza desde la primera vez que escucharon la verdad de la Buena Noticia.
Dios llamó a un hombre llamado Jonás para que llevara un mensaje transformador de esperanza a una nación enemiga. Pero en vez de hacerlo, Jonás se rehusó, se rebeló y se embarcó en una nave que lo llevaría exactamente al lado opuesto de la obediencia a Dios. Sin embargo, su rebeldía atrajo el castigo de Dios sobre el barco en que viajaba. Muy pronto los marineros lo echaron por la borda. Fue entonces que Jonás describió su situación de vida o muerte y la intervención salvífica de Dios.
5 »Me hundí bajo las olas y las aguas se cerraron sobre mí; las algas se enredaban en mi cabeza.
6 Me hundí hasta las raíces de las montañas. Me quedé preso en la tierra, cuyas puertas se cierran para siempre. Pero tú, oh Señor mi Dios, ¡me arrebataste de las garras de la muerte!