HAMBRE Y SED DE JUSTICIA
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· 727 views¿Tenemos nosotros hambre y sed de justicia? Pregunta difícil de contestar y que nos obliga a afrontar la autenticidad de nuestro anhelo de santidad.
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HAMBRE Y SED
HAMBRE Y SED
Si preguntáramos: ¿somos creyentes?, ¿hemos sido bautizados?, ¿somos miembros de la iglesia?, o aun ¿somos discípulos de Jesucristo?, seguramente nuestra respuesta sería afirmativa. Pues bien, ya hemos dicho que, juntas, las bienaventuranzas describen el carácter del discípulo cristiano. Si, pues, no podemos afirmar que tenemos hambre y sed de justicia, ¿tenemos el derecho de considerarnos discípulos, creyentes y auténticos miembros del cuerpo de Cristo?
En occidente, muy pocos sabemos lo que realmente es pasar hambre hasta el punto de estar en peligro de sufrir las consecuencias físicas de la inanición. Pero en tiempos de Jesús no era así.
Esta bienaventuranza debe ser entendida con este trasfondo. Cristo no está hablando de personas a las que les apetece un poco de justicia. Los bienaventurados son los que desean la justicia con una hambre parecida a la que vemos en la persona extenuada por falta de comida y bebida. No se trata de gustos y apetitos, sino de un anhelo desesperado, un hambre y una sed semejantes a la sed descrita por el salmista:
Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente (Salmo 42:1–2).
¿Cuál es la auténtica intensidad de nuestro interés espiritual? La vida de fe, nuestra relación con Dios, nuestro aprecio y práctica de la santidad, ¿son para nosotros asuntos de vida o muerte, o un mero pasatiempo? ¿Alcanzan los resortes más profundos de nuestra vivencia y comportamiento, o sólo significan para nosotros un interés superficial? Jesús plantea aquí la cuestión de la intensidad y seriedad con que sus discípulos deben buscar a Dios, su reino y su justicia (Mateo 6:33)
Antes de proseguir, tomemos nota de que, ya en el Antiguo Testamento, la idea de hambre y sed fue empleada en sentido metafórico para referirse a profundos anhelos de orden espiritual. Por ejemplo,
Amós 8:11–13 dice:
He aquí, vienen días —declara el Señor Dios— en que enviaré hambre sobre la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra del Señor. Y vagarán de mar a mar, y del norte hasta el oriente; andarán de aquí para allá en busca de la palabra del Señor, pero no la encontrarán. En aquel día las doncellas hermosas y los jóvenes desfallecerán de sed.
Isaías 55:1–3 dice:
Todos los sedientos, venid a las aguas; y los que no tenéis dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad vino y leche sin dinero y sin costo alguno. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestro salario en lo que no sacia? Escuchadme atentamente, y comed lo que es bueno, y se deleitará vuestra alma en la abundancia. Inclinad vuestro oído y venid a mí, escuchad y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros un pacto eterno, conforme a las fieles misericordias mostradas a David.
JUSTICIA
JUSTICIA
El concepto de justicia contiene una variedad de matices, por lo cual el tener hambre y sed de justicia también es un concepto que admite diversas acepciones. A continuación, indico cuatro de ellas.
1. Desear el establecimiento definitivo del reino de Dios. Es decir, los bienaventurados son los que oran: Venga tu reino; hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo (Mateo 6:10).
2. Desear vivir en una sociedad justa. Los bienaventurados son los que, viviendo en una sociedad injusta en la que la riqueza está mal distribuida y los órganos de justicia están vendidos a los poderosos, aspiran a otra cosa mejor. El evangelio enseña que Dios dará a cada uno su pago y que, según su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia (2 Pedro 3:13).
3. Desear cumplir la voluntad de Dios.
La palabra justicia suele conllevar la connotación de hacer la voluntad de Dios.
Mateo 5:10 Bienaventurados los que anhelan hacer la voluntad de Dios. Por otro lado, Mateo 7:21 dice: No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre. Este matiz debe llevarnos a un cuidadoso auto-examen. ¿Cuáles son nuestras aspiraciones en la vida? ¿Qué nos mueve: nuestros propios intereses egoístas, o la voluntad de Dios?
4. Desear ser justos. Es decir, los bienaventurados son personas profundamente conscientes de su propia inmundicia que aspiran a ser limpias. Reconocen lo lejos que están de la santidad de Dios y desean ser santas como Él. Ven en el Señor Jesucristo el perfecto modelo de la humanidad según los propósitos de Dios y, desde su corazón, surge un profundo anhelo de compartir su justicia y seguir su ejemplo.
Desde las profundidades de su conocimiento de la pobreza espiritual, de su lloro por el pecado y de su mansedumbre, los ciudadanos del reino claman a Dios por la completa satisfacción de su necesidad básica, es decir, la justicia
Conclusión:
Conclusión:
Muchos seres humanos intentan ser «justos» en algunos aspectos de su vida; el anhelo del creyente es serlo en todos. No se conforma con la transformación que Dios ya ha obrado en su vida, sino que sigue siempre aspirando a parecerse más al Señor Jesucristo.