UN ABOGADO PARA EL PECADOR

1 de Juan  •  Sermon  •  Submitted
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Un Abogado para el pecador

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Introducción:

Seguramente todos o algunos han visto la serie de películas de las crónicas de Narnia, yo no fui alguien a quien le gusto mucho la película, hasta enterarme que el autor es C.S. Lewis un reconocido teólogo del siglo pasado que aporto bastante a la literatura cristiana.
Las crónicas de Narnia son 7 novelas escritas que, en la actualidad podemos disfrutar de ellas en 4 películas, trayendo cada una de ellas unas ilustraciones bíblicas de una vida cristiana y el carácter de Dios.
En estás 4 películas, la 3ra que es la travesía del viajero del alba, que es especialmente intrigante y podemos decir que oscuras en algunos aspectos, porque con esa serie de novelas C.S. Lewis esta representando la lucha del cristiano con el pecado, con la tentación. Los que vieron la película recordarán que cada personaje enfrenta sus propias luchas, sus propios temores, sus propias tentaciones con los ídolos que hay en sus propios corazones.
Aquel personaje Edmund, llega un momento dado, donde sucumbe ante las riquezas, aquellas riquezas que pertenecían a un dragón y luego él mismo termina convertido en un dragón.
Lucy tiene celos de la hermosura de su hermana mayor y quiere recitar el encantamiento de un libro prohibido para parecerse a su hermana, porque tiene envidia de ella.
Edmund, siempre tiene luchas de poder con Caspian, su hermano mayor. Discuten continuamente al respecto, porque aman la posición, porque aman el poder, aman el prestigio, aman la alabanza de los hombres.
Toda esa película, toda esa novela que escribió C.S. Lewis esta representando esa tención, esa lucha del cristiano con esa oscuridad del pecado que hay en nuestros corazones y lo hace de una forma magistral.
Hay un momento enternecedor de la película, donde Lucy esta delante del espejo, no resiste mas la tentación y abre ese libro de los encantamientos, piensa en la belleza de su hermana y cuando tiene el libro abierto comienza a pronunciar las palabras de ese encantamiento. En ese momento el espejo que tiene delante le permite ver la realidad de lo que desea y queda asustada, espantada de lo que ve y en ese momento de sobresalto, cuando se acaba esa visión, aparece junto a ella el León, Aslan. Luzy se sorprende, pero Aslan solo pronuncia estás palabras (en las cuales vemos tanto juicio como gracia): Lucy, ¿qué has hecho pequeña? Y ella, asustada dice: No sé, pero ha sido horrible. Aslán: Pero tú lo elegiste.
C.S. Lewis ilustra de forma increíble la tensión que el cristiano vive con el pecado. Sabemos que no hemos de pecar, no queremos pecar, pero queremos pecar. Esa tensión interior cuando el cristiano peca, es triste, es un abatimiento, unas tinieblas en las que nos encontramos, pero en ese instante, también viene Aslan a nuestro lado, nuestro Abogado, nuestro consejero, nuestro consolador y escuchamos sus palabras dulces, cálidas, de represión, pero también de consuelo en medio de las tinieblas.
Y eso ilustra mucho de lo que hoy veremos en 1 Juan 2:1 – 2 (leer)
Veremos: ¿Cuál es nuestra naturaleza? ¿Cuál es nuestra relación con el pecado? y sobre todo ¿Qué pasa cuándo yo, que soy cristiano y ando en luz, peco? ¿Qué pasa conmigo?

Mi Naturaleza:

Para yo poder saber ¿Cuál es mi naturaleza? Debemos de saber la naturaleza de Dios; conocer a Dios me muestra quien soy yo realmente. Ya la semana pasada nosotros vimos que Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en Él, por tanto, como Él es luz, demanda que también sus seguidores anden en Luz, que no haya en ellos tinieblas. Ese carácter de Dios de ser luz debería de ser motivación para que nosotros también andemos en luz, y alejarnos del pecado.
Si mantenemos una relación con el pecado, esa relación con el pecado nos está diciendo cuál es nuestra relación con Dios. Ósea, si yo soy amigo del pecado pues eso también me dice cuál es mi relación con Dios. Si soy amigo del pecado, pues soy enemigo de Dios. Si soy amigo de Dios, pues debo de aborrecer el pecado.
El capítulo dos nos muestra de que nosotros los que andamos en luz, los que somos hijos de Dios, los que somos creyentes a pesar de no tener una relación con las tinieblas, pecamos, y eso es paradójico y triste.
Cristo es la luz que vino a este mundo y nosotros lo crucificamos. Pero cuando Cristo resucito y ascendió a los cielos 40 días después, cuando aquella luz se fue, dijo ahora ustedes son la luz. Mt. 5:14 Vosotros sois la luz del mundo… Entonces siendo nosotros esa luz, ¿por qué pecamos?
Este es un tema muy importante, es necesario que entiendas esta verdad.
- Afecta nuestra identidad.
- Afecta nuestra vida espiritual.
- Afecta nuestro testimonio.
- El pecar afecta nuestra relación con Dios.
- Afecta nuestra esperanza.
- Afecta nuestro gozo.
Debemos escuchar a Dios y no al diablo. El propósito del diablo es que los santos pequen, y los pecadores crean que son santos. Martín Lutero.
Ese es el propósito del diablo, busca que los hijos de Dios pequen y que los incrédulos crean que no son pecadores. ¿Pero cuál es el propósito de Dios?

Propósito de Dios:

El propósito de Dios es este y lo dice a través de Juan: Estás cosas os escribo para que no pequéis… Esta es la tercera vez que Juan muestra un propósito por el cual viene escribiendo lo que escribe.
Cap. 1 v. 3
Primer propósito: tener comunión con el Padre, con el Hijo y con su iglesia.
Cap. 1 v. 4
Segundo propósito: tener un gozo completo, a plenitud, lleno en esta comunión.
Cap. 2 v. 1
Tercer propósito: no pecar.
Los tres propósitos están interconectados:
Alejados del pecado podemos tener comunión unos con otros, podemos tener comunión con el Hijo y con el Padre. Y alejados del pecado es como nuestro gozo será pleno en la vida cristiana.
Consejo: Aléjense del pecado. (redundar la idea anterior)
No peques.
- El pecado destruye la comunión con tus padres, tus amigos, tus familiares, tus hermanos, etc.
- El pecado es malo, aunque se presente como algo bueno. Recuerda que en el huerto del edén la fruta fue apetecible, se mostró como algo bueno, pero fue malo.
- El pecado es malo, aunque se presente dulce al paladar es amargo al estómago.
- El pecado es malo, no peques.
- El pecado promete algo que no puede cumplir. Recuerda que, a nuestros primeros padres, a Adán y Eva se les prometió que el día que coman de ese fruto serían igual a Dios. ¿Somos igual a Dios? El pecado nunca cumple lo que promete. Promete esperanza, promete paz, felicidad, pero su fin no es así.
- Porque pecar es lo contrario que evangelizar.
o El pecado te lleva a la desesperanza (esperanza).
o El pecado te lleva al abatimiento (júbilo).
o El pecado te lleva al remordimiento (arrepentimiento).
o El pecado te lleva al desánimo (estimulación).
o El pecado te lleva a la ansiedad (tranquilidad).
o El pecado te lleva a las dudas sobre tu fe (convicción o certeza).
o El pecado te lleva a las dudas sobre el carácter de Dios.
o El pecado te lleva a las dudas sobre tu salvación, a las dudas de qué si Dios tendrá tanta paciencia y gracia para perdonarte de nuevo.
No peques, porque si pecas estás despreciando al Señor. Dices que Él no es tu Señor, sino que tu señor sigue siendo las tinieblas.
Ro. 6:15-16
¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.
¿No sabéis que, si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?
¿Te das cuenta? ¿Te das cuenta de lo que pasa cada vez que pecas? ¿A quién te estás sometiendo a esclavitud? ¿Te das cuenta?
El cristiano no está sometido ya más a la autoridad del pecado, sino a la autoridad de Dios en Cristo, y gracias a que tenemos esa nueva identidad en Cristo es que estamos capacitados para no pecar, gracias a Cristo es que el creyente puede no pecar. Puede resistir. Puede resistir.
Somos de Dios, tenemos los recursos de Dios y por eso es que podemos resistir al pecado. La voluntad de Dios es que no peques. Pero la realidad es esta: el creyente no quiere pecar, el creyente tiene la capacidad de no pecar, el creyente no tiene por qué pecar, no está obligado a pecar, pero peca. Que dilema tan grande. Esta es una realidad y muchas veces sucumbimos ante aquel viejo hombre, que desde dentro nos mueve a pecar.
Ro. 7:18 – 19
Y yo sé que, en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
En cada cristiano hay dos realidades, y dos voluntades: una carnal y la otra espiritual.
El cristiano es alguien redimido por la sangre de Cristo, transformado por la gracia Dios y que lucha a diario con su pecado hasta el día que Cristo vuelva.
Ilustración: El jardín con mala hierba.
Imagina tu casa con un jardín, pero tu jardín tiene un problema, tu jardín está lleno de malas hierbas, pero un día llega un amigo tuyo que sabe bastante de jardinería y él comienza a quitar todas esas malas hierbas y de verdad que te deja un jardín muy hermoso, con las flores que te agradan, las frutas que tanto te gusta, y lo mejor de todo, que eso lo hace gratuitamente.
Pero ahí no acaba todo, unos días después alguna mala hierba vuelve a nacer. Y tú ya viste un poco de como tu amigo ha trabajado en tu jardín, así que, sacas la mala hierba. Pero esto de tiempo en tiempo va a suceder, alguna mala hierba va a aparecer y lo que tienes que hacer es, retirarla. De cierta manera esto ilustra el pecado en tu vida.
Ya Dios hizo su obra en tu vida, a través de Cristo, pero cada vez que aparezca el mismo pecado, en el mismo lugar, lo vas a arrancar de raíz, cueste lo que cueste, duela lo que duela. Así es la santificación.
Vigilemos nuestro propio corazón. Vigilemos nuestro jardín.
Quiero que entiendas esta realidad, los cristianos más santos, más devotos, más piadosos, son los que más conciencia tiene de su pecado. No es que tengan más pecados, es que son más conscientes de su pecado.
Ilustración: El niño que llego a ser cirujano.
Visualiza a un niño jugando en el parque en todos los juegos polvorientos, de rato de rato cogiendo y revolcándose en la tierra. Y cuando llega a casa con las manos sucias, su madre tiene que decirle que tiene que lavarse las manos para que pueda comer.
Pero imagina a ese mismo niño 20 años después, siendo ya un neurocirujano, él ha estado todo el día en la oficina, lo único que ha hecho es estar en la computadora y revisar unas historias médicas, pero de pronto se le solicita en el quirófano, él tiene las manos limpias, pero las ve como si las tuviera sucias, entonces va y se lava las manos, se desinfecta las manos y recién ingresa al quirófano.
Te diré que, de esa misma manera nuestra conciencia de pecado crece:
- En la medida que aumenta nuestra fe.
- En la medida en que maduramos espiritualmente.
- En la medida en que conocemos más a Dios.
- En la medida que nos conocemos más a nosotros mismos.
- En la medida que conocemos más de la palabra.
- En la medida que conocemos nuestras luchas, nuestros pecados, nuestras tentaciones, nuestros ídolos.
- En la medida que llegamos a crecer más en este reino de los cielos es que tenemos más conciencia de nuestro pecado, y del peligro de nuestro propio pecado. Entonces ahí tendremos mayor urgencia a lavarnos las manos.
Ro. 7:24
¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?
Este es el grito de un cristiano desesperado por vencer el pecado que mora en él. Y no es que Pablo fuera más pecador que tú y que yo, Pablo era más consciente de sus pecados que tú y yo, y más responsable que tú y yo.

Hay dos tipos de relación con el pecado:

1 Juan 3:6
Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.
Todo aquel que peca o está pecando, no le ha visto y no le ha conocido.
1 Juan 3:9
Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
1 Juan 5:18
Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.
Vemos, por tanto, que hay dos tipos de relación con el pecado: uno es morar en el pecado, habitar en el pecado, vivir en el pecado, practicar el pecado, y otra cosa es pecar como algo puntual, algo muy concreto en nuestras vidas que se da de forma extraña. Eso es algo muy diferente.
El cristiano es alguien cuya naturaleza ha sido renovada, que al caer en pecado siente un profundo malestar, siente que es algo que no le pertenece a él, que es algo ajeno, algo extraño.
Recuerden aquel dicho: podemos dejar que el pájaro pose sobre nuestra cabeza, pero no que haga nido.
Evidentemente el cristiano es alguien que peca. No deberíamos, pero pecamos. Esa la realidad que está en nuestros miembros. Y luchamos y buscamos caminar en santidad.
Pero la pregunta es: ¿El cristiano es alguien que permanecen pecado? NO, definitivamente no. El cristiano no deja que el pecado haga nido en su vida. Porque si el cristiano permanece en pecado está diciendo a Dios, al mundo y a sí mismo, que no es cristiano. Es una farsa, se está engañando.
En la Biblia tenemos grandes ejemplos, de grandes creyentes que cayeron. Creyentes que cayeron, pero no dejaron que el pecado sea una práctica de sus vidas. Fueron restaurados, perdonados, porque confesaron sus pecados.

Confiesa tus pecados:

El Señor quiere confieses. El día que caigas en pecado, espero que el primer sentimiento que sientas sea una profunda incomodidad, y desees correr a tu Abogado, el señor Jesucristo.
Charles Spurgeon, dice: que las ovejas pueden caer en el lodo, pero sólo los cerdos se revuelcan en él.
Entonces según como va tu relación con el lodo, estás diciendo si eres oveja o cerdo. Si te sientes cómodo en medio de tu pecado, pues entenderás cuál es tu naturaleza. Es una cuestión de identidad.
En nuestra naturaleza como cristianos está el no pecar, así que, si el cristiano cae en pecado, eso es algo extraño, ajeno, incómodo para nosotros, el cristiano verdadero no mora en pecado, pero peca. Como aquella mala hierba que vuelve a nacer.
No vives en el lodo, pero tus pies se manchan de lodo, en el caminar cristiano.
En el caminar cristiano nos manchamos con el pecado:
- Pecado de envidia, lujuria, orgullo, codicia, vanagloria, ira, murmuración, rencor, sea lo que sea que esté en tu corazón.
Entonces confiesa tu pecado, ven a Cristo y dile qué te has ensuciado, que Cristo lave tus pies que se han ensuciado a lo largo del camino.

Un Abogado para el pecador:

v. 1
…y si alguno hubiere pecado, Abogado tenemos para con el Padre…
Hay un Abogado para el pecador y fíjate con qué ternura lo dice Juan. Juan no dice: si alguno hubiere pecado la ira de Dios está sobre él. Y Juan tampoco dice: si alguno hubiere pecado, no te preocupes, Dios es amor. NO.
No dice eso, dice: si alguno hubiere pecado, Abogado tenemos. En el Abogado tenemos el amor de Cristo y en el bogado tenemos la justicia de Dios. Porque la ira de Dios ha caído sobre nuestro Abogado.
Qué gran dicha, que gran alegría poder leer que aquel cristiano que ha sucumbido el pecado, que ha caído en pecado, tiene un Abogado.
¿Te das cuenta que implica leer esto, te das cuenta que implica tener un Abogado?
Eso nos hace ver y reconocer que hay un juicio final. ¡AY! del que no tenga Abogado.
- Abogado tenemos, significa que necesitamos a uno que hable por nosotros. Porque no sabemos, no podemos.
- Abogado tenemos, significa que reconozco que necesito un Abogado. ¿Tú reconoces la necesidad de un Abogado? Un Abogado necesita todo aquel que sabe que ha quebrantado la ley y que merece el castigo, y ese es quien busca la mediación de un Abogado.
- Abogado tenemos, significa que debo de conversar con mi Abogado, contarle todo a mi Abogado, confesarle todo, que no voy a esconderle nada, porque Él está en mi defensa.
- Abogado tenemos, significa que debemos de tener un Abogado porque hay un acusador, alguien que viene acusándonos día y noche, delante del Padre.
- Y dice: Abogado tenemos, uno, no que tengamos un bufete de Abogados, una pluralidad de Abogados. Uno, Jesucristo el justo.
- Él es nuestro único intercesor delante del Padre. Ni santos, ni curas, ni la virgen María. Uno, uno es el intercesor, uno es el mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre. Jesucristo el justo.
Estamos perdidos si no tenemos un Abogado.
Tenemos a uno que intercede por nosotros ante el trono de la gracia. No te mires a ti mismo después de pecar:
- Caerás en desesperación.
- Caerás en tu remordimiento.
- Caerás en tu debilidad.
- No mires a tu pasado, porque recordando más y más la grandeza de tus faltas, verás el castigo que mereces por ellas, caerás en desesperación. Mira a tu Abogado, hay un Abogado para el pecador, Jesucristo el justo quien te limpia de toda maldad.
Porque mirando a nuestro Abogado es que podemos cobrar ánimo. Podemos correr a nuestro Abogado, porque no es nuestro acusador. Cristo es nuestro Abogado, un Abogado celestial que ha vivido una vida perfecta como hombre.
- Es un Abogado para el pecador.
- Es un Abogado que es Abogado para:
o Los que reconocen su injusticia.
o Los que reconocen sus pecados.
o Los que reconocen su necesidad.
- Es un Abogado para todo aquel que reconoce que no se puede defender a sí mismo.
- Es un Abogado para aquel que sabe que hay un juicio final.
Agustín de Hipona:cuando un hombre descubre sus faltas, Dios las cubre. Pero cuando el hombre la esconde, Dios la descubre.
Cuando un hombre reconoce sus faltas, Dios las olvida. Que maravillosa gracia poder ver eso, que existe un Abogado para el pecador, un Abogado para ti y para mí.
Dios, Dios siendo tres veces santo, habiéndonos salvado de la condenación eterna. Cuando pecamos, no nos abandona. Dios nos dice: esperaba otra cosa de ti. Vaya, que decepción. Sabes que voy a trabajar en otro lado, porque tú me das mucho trabajo.
Él no abandona la obra que empezó en ti, la obra que comenzó en ti y a pesar de lo que eres, la va a terminar. Así que, vas a avanzar en tu lucha con el pecado, obediencia y santidad.
Podemos acudir confiadamente ante Él, porque somos sus hijos. Porque incluso el pecador, siendo enemigo de Cristo, cuando viene a Cristo, Cristo lo recibe, y como no va a recibir a sus hijos. Cristo nos recibe, aun después de pecar, nos recibe y lava nuestros pecados.
Bendita Cruz de nuestro Señor Jesucristo.

Él pago por todos nuestros pecados:

v. 2
Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
Y algo para meditar es que nosotros podemos ver en el v. 2, que fue nuestro Abogado quien pago por todos nuestros pecados. Pero no solo eso sino también por los de todo el mundo. ¿Entonces todo el mundo es salvo?
Mundo podríamos pensar que se refiere a todo lo creado (al menos ese es el concepto básico de mundo), todo el cosmos, ósea ¿Judas es salvo? ¿Satanás es salvo?
Nosotros tenemos que tener cuidado de cómo es que se lee mundo en la Biblia, en qué contexto se está presentando la palabra mundo.
Juan 3:16
Porque de tal manera amo Dios al mundo…
1Juan 2:15
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
Primero Dios me dice que ama al mundo, pero ahora me dice que yo no debo amar al mundo. ¿Hay contradicción? Obviamente nosotros tenemos que ver que estas dos palabras tiene un significado muy diferente, en cada contexto.
- Cuando la palabra mundo se usa en contraste (oposición) a la iglesia, la palabra mundo significa pecado.
- Cuando la palabra mundo se usa en contraste a Israel, la palabra mundo significa las naciones.
- Cuando la palabra mundo se usa en contraste a la eternidad, y el cielo, la palabra mundo significa la humanidad.
- Así que, la palabra mundo significa algo en concreto en su contexto.

Él es la propiciación por nuestros pecados:

El propiciatorio era la cubierta del arca, la tapa del arca, donde derramaba el sacerdote la sangre del cordero.
El propiciatorio era la ilustración de lo que vendría más adelante. Antes el sacerdote sacrificaba un cordero a favor del pecador. Y Cristo Jesús fue el Cordero al cual apuntaban todos estos sacrificios.
- El Cordero perfecto, último, definitivo, El cordero de Dios.
- Un Cordero que fue sacrificado porque era y es perfecto. Y este Cordero viene de parte de Dios. Y su sacrificio es el último sacrificio. El sacrificio perfecto, no hay más necesidad de otro sacrificio.
o Un sacrificio que es ofrecido una vez y para siempre.
o Un sacrificio para todo aquel que venía esperando al cordero, y para el mundo, para todas las naciones, también para nosotros, en ese mundo estamos incluidos. No solo es una salvación para los judíos, sino para los gentiles.
Gocémonos de poder tener a este Salvador, un Salvador tanto de los judíos, como de todas las naciones, Aquel Cordero. Gocémonos en este Cordero quien llegó a ser nuestro Abogado, hay un Abogado para el pecador y es poderoso.
- Poderoso como para dejar su gloria celestial y vivir una vida perfecta.
- Poderoso como para limpiar cada uno nuestros pecados.
- Poderoso como para defendernos frente al acusador.
- Poderoso como para sostenernos a pesar de nosotros mismos.
- Poderoso sobre la muerte, poderoso sobre el diablo, poderoso sobre el infierno.
- Poderoso sobre el pecado, ese pecado que corre por tus venas Y así como Pablo decimos quien nos librará de este cuerpo de muerte.
Si aún no eres de Cristo, y crees que no tienes pecado. Arrepiéntete de tus pecados, porque incluso creer que no tienes pecado, es pecado. Confiesa tus pecados, busca su perdón Y Él es fiel y justo para perdonar tus pecados.
Si ya eres de Cristo y pecas, ¿qué vas a hacer? Corre a Cristo, hay un Abogado para el pecador.
- Tu abogado, tu consejero, tu amigo, tu ayudador.
- Porque cuando escuches su voz tendrás ánimo, aliento, esperanza.
- Tendrás una percepción clara de quién es Dios y qué es lo que espera Dios de ti.
Arrepiéntete de tus pescados y corre al Señor Jesucristo, corre a tu Abogado, Él ha vencido el pecado.
El incrédulo está en una naturaleza caída donde él no puede no pecar, delante de los ojos de Dios todo acto suyo es pecado, él no puede no pecar.
Y el creyente, estando bajo la naturaleza espiritual, estando en Cristo, siendo hijos de Dios, el creyente puede no pecar. Y si pecamos tenemos un Abogado, a Jesucristo el justo. Pero tú y yo debemos anhelar aquel cuerpo glorificado que Dios nos dará estando allá en los cielos. Ahí, estando delante de la presencia de Dios podremos no pecar. No podremos pecar, sólo adorarle y bendecirle por lo que Él ha hecho. Amén.
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