Aprendamos del Pasado
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Introducción
Introducción
Un famoso español de nombre Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás escribió la frase:
Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo
Muchos han tomado esta frase y la han aplicado a los pueblos / países que no aprenden de su pasado y repiten los mismos errores.
Muchos lo aplican a la gente que comete los mismos errores del pasado porque parece que no han aprendido de sus experiencias pasadas.
Es como el empleado que sabe que debe salir de su casa 30 minutos antes de su hora de entrada al trabajo. Sabe que todos los días hay tráfico en la carretera y si no sale 30 minutos antes va a llegar tarde al trabajo.
A pesar de que sabe que necesita salir 30 minutos antes, se arriesga y sale 15 minutos antes toda la semana. Todos los días su jefe le llama la atención y sabe que que si tan solo saliera 30 minutos antes llegaría a tiempo.
Tiene en mente que debe salir 30 minutos antes, pero en lugar de hacer lo que sabe que debe hacer, vuelve a salir 15 minutos antes.
Tarde o temprano lo van a despedir porque no quiso aprender de sus errores y corregir su comportamiento.
En el capítulo 10 Pablo presenta una serie de historias del Antiguo Testamento que fueron escritas para enseñarnos a nosotros como debemos vivir nuestras vidas, ahora que hemos conocido el evangelio. Pablo nos exhorta:
Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos.
Por tanto, hoy vamos a considerar:
Los privilegios del pueblo de Dios.
Los pecados del pueblo de Dios.
La lección que debemos aprender.
Los privilegios del pueblo de Dios.
Los privilegios del pueblo de Dios.
Pablo escribe a los Corintios y expone los grandes privilegios que gozaron el pueblo de Dios del Antiguo Pacto:
Porque no quiero que ignoren, hermanos, que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube y todos pasaron por el mar.
En Moisés todos fueron bautizados en la nube y en el mar.
Todos comieron el mismo alimento espiritual,
y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los seguía. La roca era Cristo.
Ser parte del pueblo de Dios no es cualquier cosa.
Pablo recuerda la bendita escena del éxodo de Israel cuando el pueblo de Dios cruzó el Mar Rojo al abrir Dios el mar delante de ellos.
No solo eso, sino que mientras que caminaban por el desierto Pablo recuerda como Dios protegía al pueblo del sol del desierto mediante una nube que los seguía.
El Señor iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche.
Dios sacó a su pueblo de la casa de servidumbre, de la esclavitud Egipcia y fue fiel durante todo el camino.
Pablo recuerda como recibieron el maná del cielo (i.e., alimento espiritual). No era alimento ficticio sino que realmente recibían el pan de cada día de manera milagrosa cada mañana al amanecer.
Luego Pablo recuerda como Dios hizo brotar agua de la roca para que el pueblo de Dios no muriera de sed.
Es interesante ver como Pablo dice que bebieron de una “roca espiritual” que los seguía. Es como si la roca estuviera siguiendo al pueblo de Dios por todo el camino / durante toda su jornada en el desierto.
Notemos como Pablo, por inspiración del Espíritu Santo, nos dice que esa roca que les seguía en el desierto y los sostenía (no solo físicamente sino espiritualmente) era el mismo Cristo (el Mesías).
Por tanto vemos al pueblo de Israel, elegido de entre todos los pueblos de la tierra, llamado para ser el pueblo de Dios, guardado por Dios y protegido durante su jornada en el desierto.
Dios en ningún momento abandonó a su pueblo.
Dios fue fiel a cada una de sus promesas.
Dios sacó a su pueblo, lo alimentó, lo libró del clima desértico, lo guardó de los peligros de la noche, y le dio a beber agua de tal manera que su pueblo se sintiera seguro bajo la dirección de aquel que los libró de la esclavitud.
¿Qué podría esperar Dios de parte de su pueblo?
Me imagino que el pueblo estaría eternamente agradecido.
Me imagino que este pueblo todos los días amanecería dando gracias a Dios por su protección divina.
Me imagino que el pueblo sería fiel en todo lo que Dios ordenaría por cuanto eran testigos de su protección y bondad.
Los pecados del pueblo de Dios.
Los pecados del pueblo de Dios.
La realidad es que el pueblo una y otra vez le dio la espalda a Dios. Pablo hace una lista de las XX ocasiones en que el pueblo le dio la espalda a Dios.
Estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros, a fin de que no codiciemos lo malo, como ellos lo codiciaron.
El pueblo de Dios en mas de una ocasión codició lo que no tenían.
El populacho que estaba entre ellos tenía un deseo insaciable; y también los israelitas volvieron a llorar, y dijeron: «¿Quién nos dará carne para comer?
»Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, de los melones, los puerros, las cebollas y los ajos;
pero ahora no tenemos apetito. Nada hay para nuestros ojos excepto este maná».
A pesar de que Dios los alimentaba diariamente con el maná, el pueblo se quejaba porque estaba hastiado del alimento celestial que recibían todos los días.
Ya no se asombraban de este milagro que sucedía todos los días, sino que ahora estaban enfadados y deseaban la comida de los Egipcios.
Estaban disgustados con la bondad de Dios y codiciaban porque menospreciaban el maná que Dios en su bondad les concedía.
No sean, pues, idólatras, como fueron algunos de ellos, según está escrito: «El pueblo se sentó a comer y a beber, y se levantó a jugar».
Aquí Pablo recuerda como el pueblo de Dios le pidió a Aarón que les hiciera una imagen para que pudieran adorar.
Moisés había subido al monte para hablar con Dios. Dios estaba por darle su ley a su pueblo.
El pueblo estaba desesperado y prefirió que se les hiciera un ídolo al cual pudieran adorar.
En cuanto Aarón les hizo el becerro de oro, el pueblo se desenfreno en banquete y borrachera.
Cambiaron al Dios de la gloria, al Dios que los había liberado de la esclavitud por un becerro de oro.
Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y en un día cayeron veintitrés mil.
Aquí Pablo recuerda como el pueblo de Dios, mientras acampaban en Sitim, el pueblo de Dios se postró ante los dioses de los Moabitas y tomaron a sus mujeres como esposas.
Ese día Dios hizo que viniera una plaga sobre ellos de tan manera que murieron a consecuencia del juicio divino.
Ni provoquemos al Señor, como algunos de ellos lo provocaron, y fueron destruidos por las serpientes.
Aquí Pablo recuerda la ocasión en que el pueblo de Dios de Dios volvió a quejarse de no tener comida ni agua en el desierto (aunque Dios les proveía de todo lo que necesitaban) y les envió serpientes como castigo.
Ni murmuren, como algunos de ellos murmuraron, y fueron destruidos por el destructor.
Pablo no se refiere a una ocasión en específico sino en varias ocasiones en que el pueblo de Dios ofendió a Dios de tal manera que Dios envió el ángel de la muerte a quitar la vida a aquellos que pecaron contra él.
Cada uno de estos ejemplos tienen algo en común: el pueblo que debía haber mostrado agradecimiento, alabanza, reconocimiento, y obediencia - en lugar de responder con una actitud de devoción - reconociendo la gracia y bondad que Dios les había mostrado - le dieron la espalda y pecaron contra él.
El pueblo de Dios respondió faltando a Dios en lugar de mostrar fidelidad.
El pueblo que debía haber mostrado agradecimiento se volvió un pueblo obstinado y Dios, como juez justo y Dios santo, castigó a su pueblo / lo disciplinó a causa de su pecado.
La lección que debemos aprender.
La lección que debemos aprender.
Tras haber visto cada uno de estos ejemplos - Pablo exhorta al pueblo de Dios, a los Cristianos en Corinto:
Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos.
Es la misma exhortación que Dios le da a esta congregación.
El llamado es a entender que cuando el pueblo de Dios peca, se desvía, se rebela contra Dios, Dios va a responder disciplinando a su pueblo.
Por tanto, debemos analizar el día de hoy nuestras vidas ante Dios.
Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga.
Este es un llamado al autoanalisis.
Reflexionemos sobre nuestra propia vida.
¿Cómo estamos viviendo delante de la presencia de Dios?
Hemos sido llamados a ser pueblo de Dios, nación santa, un pueblo dedicado a la adoración y alabanza a Dios - sin embargo hay pleitos, enemistades, celos, rencores, actos de inmundicia, pensamientos incorrectos, malas palabras, etc...
En otras palabras, sabemos que hemos sido llamados a vivir vidas alejadas del pecado y consagrar nuestras vidas al servicio de Dios - pero nuestra vida, nuestro testimonio deja mucho que desear.
Nos encontramos el la misma situación que se encontraban los israelitas - quejándonos contra Dios, ofendiendo al Señor, violando los mandamientos de Dios.
La respuesta natural de Dios sería la disciplina, el castigo, la vara, el juicio, y sin embargo hoy Dios trae esta palabra de alerta para que podamos volvernos al Señor.
Dios nos llama para ser reconciliados con él.
Dios nos llama para ponernos a cuentas con él.
Dios nos llama para abandonar nuestro pecado.
Dios nos llama al arrepentimiento y confiar que si confesamos nuestro pecado él es fiel y justo para perdonar.
No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla.
No somos los únicos que hemos sido tentados de esta forma. Muchos otros hombres y mujeres han sido tentados en cuanto a pecados y faltas similares.
Muchos dentro del pueblo de Dios nos encontramos en esta situación de haber fallado al Señor.
Sin embargo, el amor de Dios es tan grande, tan profundo, tan vasto, que es suficiente para darnos “la vía de escape” y no solo perdonar nuestro pecado, reconciliarnos con él, sino para darnos la fortaleza para resistir la tentación y ser fieles a Dios.
Es Cristo quien murió para perdonar nuestros pecados y es el mismo Cristo que nos ayuda a resistir la tentación para ser fieles a Dios.