No se tardara
VISTA PANORAMICA
El pueblo de Dios confronta preguntas difíciles. ¿Por qué las cosas son como son? ¿Dónde se encuentra Dios cuando el mundo lo ignora a El y a sus principios? Cuando Dios actúa, ¿por qué hace El lo que hace? Habacuc lucha con estas y otras preguntas en su penetrante profecía.
Habacuc, cuyo nombre significa “abrazar,” era un ciudadano prominente y muy respetado en Jerusalén. El profetizó después de la caída de Nínive en el año 612 a.C., antes de la primera invasión de Judá por Babilonia en agosto del 605 a.C. Este era un tiempo de dolor nacional para Judá. El rey Josías había muerto trágicamente en Meguido y su hijo Joacaz fue nombrado rey; pero fue quitado del trono por Faraón Necao después de sólo tres meses de reinar y Joacim, el hijo mayor de Josías, reinó en su lugar. Este fue un tiempo de tiranía y contiendas en que la gente justa fue severamente oprimida; además, la gente pecaba abiertamente y la idolatría se practicaba extensamente.
Habacuc consideró las circunstancias de su nación y quedó perplejo; parecía que los hechos presentaban problemas sin solución, y él buscó esclarecimiento. Pero a diferencia de otros, él no abandonó su fe ni se sumió en la amargura sino que buscó a Dios para obtener respuestas. El observó intensamente los pecados de Judá y deseaba saber por qué Dios no hacía nada al respecto. Pero Dios le dice a Habacuc que sí está haciendo algo; El está levantando a los babilonios como instrumento de castigo contra Judá. Para Habacuc, el remedio es peor que el problema. ¿Cómo es posible que Dios use una nación vil y malvada para juzgar a su propio pueblo? Aunque a Habacuc no se le da la respuesta a este dilema, él se somete a la voluntad de Dios y aguarda instrucciones adicionales (2:1).
Habacuc deseaba vivir por vista, pero Dios le da una revelación más alta en un extraordinario mensaje: mas el justo por su fe vivirá (2:4). La instrucción de Dios continúa, explicándole El cómo usará las circunstancias internacionales para tratar la condición pecaminosa de Judá en una serie de cinco ayes que afectarán a Babilonia, y también a Judá. Dios pronuncia ayes contra los que a la fuerza toman lo que no es suyo (2:6–8), contra los que buscan la seguridad sólo en defensas físicas (2:9–11) y los que practican la tiranía y la opresión (2:12–13). Junto con esta desgracia, viene la consoladora promesa de que cuando Cristo regrese Pues la tierra se llenará del conocimiento de la gloria del SEÑOR como las aguas cubren el mar. (2:14). Luego continúa un ay contra los oportunistas (2:15–17) y los idólatras (2:18–19). Pero junto con esta desgracia hay un glorioso contraste entre los ídolos y Dios: el SEÑOR está en su santo templo, calle delante de El toda la tierra (2:20). El capítulo final de Habacuc registra el triunfo de la fe. Por medio de su perseverancia y paciencia, Habacuc obtuvo la victoria (1 Jn 5:4).
Los creyentes deben acudir a este libro maravilloso para encontrar dirección y consuelo cuando sea difícil ver cómo los propósitos de Dios están llevándose a cabo en la vida. El principio de vivir por fe (2:4b) es el fundamento de la vida cristiana (Ro 1:17; He 10:38).