¿Por qué a mí Dios no me cambia?

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Por una parte está la obra tremenda que el Señor hizo en la cruz a nuestro favor para ser transformados, y por otra parte está nuestra acción a favor de esa transformación.

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El tema de hoy está un poco ligado al tema que compartimos en la transmisión anterior, donde nos preguntábamos si las personas realmente pueden cambiar, y en esa oportunidad vimos dos verdades:
1. La primera es que el ser humano en su totalidad, sin importar raza, credo o estrato social, está totalmente perdido en pecado, y no hay nada que pueda hacer para cambiar esa realidad.
2. La otra verdad es, que el poder de Dios no tiene limites y puede transformar a cualquier persona que crea en él.
Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! 2 Corintios 5:17 NVI
Hay por lo menos dos cosas que yo considero que pueden ser las causantes; una, la enseñanza incompleta impartida desde los púlpitos y la otra, un mal aprendizaje donde la gente toma solo lo que le conviene. O porque simplemente creen una parte y la otra no.
Pero si escuchamos y creemos el verdadero y completo evangelio entonces sí hay esperanza de una profunda y relevante transformación.
Entre estos dos puntos, o sea, entre que el hombre está total y completamente perdido, y que Dios puede transformarlo, existe un proceso en el cual actúa nuestra fe.
Y cuando se activa nuestra fe, creyendo en la obra que él hace en nuestra vida, entonces comienza el proceso de la regeneración. El punto de partida de la regeneración es el nuevo nacimiento, que es donde dejamos en el episodio anterior.
Para comenzar a profundizar y poner el tema sobre la mesa, tenemos que decir que, por una parte está la obra tremenda que el Señor hizo en la cruz a nuestro favor para ser transformados, pero por otra parte está nuestra respuesta a favor de obra.

POR QUÉ A MÍ…?

Bueno en primer lugar y para responder un poco a la pregunta de hoy tenemos que decir un par de cosas:

Primero, que Dios es soberano y él hace como quiere.

No es cuestión de mí, sino de Dios…! él es el importante…!
Por supuesto que Dios no hace acepción de personas y que él ama a todos, pero eso no es justificativo para que nosotros le exijamos que haga nuestra voluntad agarrados de esa verdad.
Romanos 9:15 NTV
Pues Dios le dijo a Moisés: «Tendré misericordia de quien yo quiera y mostraré compasión con quien yo quiera».
Romanos 9:14 NVI
¿Qué concluiremos? ¿Acaso es Dios injusto? ¡De ninguna manera!
Romanos 9:20–21 RVR60
Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?
Dios no está obligado a hacer lo que nosotros pensamos que él tiene que hacer. Porque él tiene un propósito con cada uno.
Salmo 138:8 NVI
El Señor cumplirá en mí su propósito. Tu gran amor, Señor, perdura para siempre; ¡no abandones la obra de tus manos!
Lamentablemente mucho del “evangelio” que se esta predicando, dan vuelta este versículo y dicen: “el Señor cumplirá tu propósito”, el cumplirá tus sueños y llevará adelante tus planes.
Lo mejor que nos puede pasar es entender y tener revelación del Espíritu de este salmo…!

Segundo, que Dios trabaja de formas diferentes con cada uno. No es una fabrica de un producto.

1 Corintios 12:6–7 NTV
Dios trabaja de maneras diferentes, pero es el mismo Dios quien hace la obra en todos nosotros. A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos ayudemos mutuamente.
2 Timoteo 2:20 NVI
En una casa grande no sólo hay vasos de oro y de plata sino también de madera y de barro, unos para los usos más nobles y otros para los usos más bajos.
Eclesiastés 11:5 NTV
Así como no puedes entender el rumbo que toma el viento ni el misterio de cómo crece un bebecito en el vientre de su madre, tampoco puedes entender cómo actúa Dios, quien hace todas las cosas.

ENTONCES QUÉ TENGO QUE HACER?

2 Timoteo 2:21 NVI
Si alguien se mantiene limpio, llegará a ser un vaso noble, santificado, útil para el Señor y preparado para toda obra buena.
Por un lado, está la tremenda obra de Cristo en la Cruz y por otra parte está nuestra respuesta a esa obra. Entendiendo que la transformación no es para nosotros, aunque nos beneficia, o sea es lo mejor que nos puede pasar, sino para él, para su obra, para su propósito.
Entonces si él me salvo, y me esta transformando, si creo en eso, entonces hay cosas en las cuales yo tengo que trabajar.
Efesios 4:22–24 NVI
Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad.
Muchas veces pensamos místicamente que la transformación viene como resultado de participar de un retiro especial, o un culto celestial, o por que alguien ungido me imponga las manos. Si bien todas esas cosas no son malas en sí mismas y de hecho es genial que podamos hacerlo, la transformación real, viene por cómo vivimos la vida cotidiana.
Efesios 4:25–32 NVI
Por lo tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo. «Si se enojan, no pequen.» No permitan que el enojo les dure hasta la puesta del sol, ni den cabida al diablo. El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados. Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención. Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.
Romanos 8:13 NVI
Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán.
Colosenses 3:1–3 NVI
Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.
Colosenses 3:5 NVI
Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría.
Colosenses 3:8–10 NVI
Pero ahora abandonen también todo esto: enojo, ira, malicia, calumnia y lenguaje obsceno. Dejen de mentirse unos a otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios, y se han puesto el de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador.
Colosenses 3:12–15 NVI
Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto. Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos.

CONCLUSIÓN:

Filipenses 1:6 NVI
Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.
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