La Inmutabilidad de Dios (2)
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INTRODUCCIÓN
Cuando era chico, recuerdo que mi mamá siempre preparaba comida que a mí no me gustaba comer. Por alguna razón no me gustaba comer muchos de los platillos que ella hacía, y no me los comía. Sin embargo, ella siempre me decía que cuando creciera me iba a gustar; incluso mi papá me contaba que lo mismo le pasó a él. Pero yo no les creía.
No fue sino hasta que llegué acá, y pasé meses sin comer la comida de ella, que empecé a extrañar su comida y a anhelar comer esos platillos que ella preparaba. Eso me pasó el año pasado que fui mi casa, porque ella preparó chile relleno. Era algo que jamás me había gustado pero, cuando me lo sirvieron, me lo acabé. No sé si fue por la añoranza, o porque crecí, pero la realidad es que lo que creía que no sucedería hace años, ahora sucedió. Hubo un cambio en mi manera de ser, y de pensar; y pienso que lo mismo ha sucedido con ustedes, hermanos.
Todos nosotros estamos susceptibles a cambios, tanto físicos, como químicos, sociales, espirituales, y demás. Incluso la tierra día con día va cambiando, degradándose cada día por la contaminación. Toda la creación sufre cambios. Las cosas creadas jamás podrán perdurar para siempre, pero no pasa así con Dios. Él es un ser eterno, sin cambio. Inmutable.
Hemos leído, e incluso hemos cantado que Dios es el mismo, ayer, hoy, y por los siglos. Hemos declarado con pasión que el mismo Dios que sacó a Israel de Egipto es el mismo Dios que tenemos el día de hoy. Sin embargo, a causa de nuestra condición caída y pecaminosa, olvidamos todo aquello que cantamos y decimos con “seguridad”. Es por ello que esta mañana mi oración es que salgamos de este lugar teniendo la confianza de que Dios no cambia, y que por esa cualidad divina y única de Dios es que nosotros podemos tener esperanza.
Primero que nada debemos entender qué significa inmutabilidad. Porque si vamos a salir de este lugar confortados debemos comprender qué significa y qué implica que Dios no cambia.
Inmutabilidad: Según el Diccionario Teológico Ilustrado, se refiere a aquella “incapacidad de cambiar o, visto del lado positivo, capacidad de no cambiar”.[1] Es decir, es aquella capacidad que tiene Dios de no cambiar, o de sufrir alguna alteración, para bien o para mal. Esto tiene que ver con su perfección, ya que si Dios cambiara significaría dos cosas: 1) Hoy tuviera algo que el día de mañana no tendrá o perderá; 2) Dios carece de algo hoy, y mañana lo poseería. En ambos casos, Dios no es perfecto porque, o quita algo de sí para mañana ser mejor, o agrega algo a su persona porque le falta. En conclusión, no es perfecto.
Pero no es así con nuestro Dios. Creemos que Dios es perfecto en todos los aspectos, y que lo era ayer, es hoy, y seguirá siendo mañana. Lo que Dios tenía ayer lo sigue teniendo hoy, y lo tendrá mañana. Lo que pudo hacer Dios en el pasado, lo puede hacer en el presente, y lo podrá hacer en el futuro. Nuestro Dios no cambia, y porque no cambia, es que podemos estar confiados en Él. Podemos estar seguros en Él.
Vamos a ver en nuestro pasaje tres aspectos de la inmutabilidad de Dios:
DIOS NO CAMBIA
DIOS NO CAMBIA
Porque yo, el Señor, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.
“Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.”
Una verdad que debemos abrazar con todas nuestras fuerzas es que Dios no cambia. Y esto puede sonar muy repetitivo, pero la realidad es que nuestro necio corazón olvida siempre quién es Dios, y se desvía para encontrar satisfacción en otras cosas que en Dios. ¿Qué fue lo que pasó con el pueblo de Israel en después de la muerte de Josué, en los tiempos de los Jueces? “Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel.” (Jueces 2.10) El pueblo del Señor no solo olvidó lo que Jehová Dios había hecho por ellos, sino que no les importó, y se fueron a adorar a los dioses de los cananeos.
Lo mismo hacemos tú y yo, todos los días. El día de hoy decimos amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas, y mañana vivimos como si Dios no existiera. Cambiamos continuamente, sin que nos afecte en lo más mínimo. Pero Dios no es así.
Dios no cambia en sus atributos. Él sigue siendo el mismo, desde la eternidad y hasta la eternidad. ¿Dios es santo? Sí. Dios siempre ha sido santo, y sin pecado desde la eternidad pasada, lo es ahora, y lo seguirá siendo por el resto de la eternidad.
Hijo de hombre, eleva una elegía sobre el rey de Tiro y dile: «Así dice el Señor Dios: “Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría y perfecto en hermosura. “En el Edén estabas, en el huerto de Dios; toda piedra preciosa era tu vestidura: el rubí, el topacio y el diamante, el berilo, el ónice y el jaspe, el zafiro, la turquesa y la esmeralda; y el oro, la hechura de tus engastes y de tus encajes, estaba en ti. El día que fuiste creado fueron preparados. “Tú, querubín protector de alas desplegadas, yo te puse allí. Estabas en el santo monte de Dios, andabas en medio de las piedras de fuego. “Perfecto eras en tus caminos desde el día que fuiste creado hasta que la iniquidad se halló en ti. “A causa de la abundancia de tu comercio te llenaste de violencia, y pecaste; yo, pues, te he expulsado por profano del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego.
Y,
Y las naciones andarán a su luz, y los reyes de la tierra traerán a ella su gloria. Sus puertas nunca se cerrarán de día (pues allí no habrá noche); y traerán a ella la gloria y el honor de las naciones; y jamás entrará en ella nada inmundo, ni el que practica abominación y mentira, sino solo aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero.
A pesar de que el mundo se haya corrompido y alejado de Dios, Él sigue siendo santo. La misma santidad que tenía cuando halló pecado en Satanás y lo echó de su presencia es la misma santidad que ahora tiene, y que tendrá por la eternidad.
¿Fue acaso Dios poderoso cuando creó el mundo con el poder de Su palabra? (Hebreos 11.3). Sí. Dice Génesis 1.3 “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.” Solo con el poder de su palabra fueron creados los cielos, y la tierra, el Universo y todo lo que en él está fue creado por la sola palabra de Dios. De igual modo, Dios sigue siendo poderoso el día de hoy, porque “el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1.3). Él está sosteniendo tu vida el día de hoy. Él permitió que el día de hoy pudieras abrir los ojos, levantarte y caminar hasta poder estar aquí sentado escuchando el mensaje. ¿Por qué? Porque Él era poderoso, es poderoso, y seguirá siendo poderoso por siempre.
¿Fue acaso Dios justo al expulsar a Adán y a Eva de su presencia por su desobediencia? ¿Fue Dios justo cuando consumió en fuego y azufre a Sodoma y Gomorra por gran pecado? ¿Fue acaso Dios justo cuando le quitó la vida a Ananías y Zafira, en Hechos 5, por tratar de engañar a Dios con la ofrenda que dieron? Sí. Él fue justo en cada una de esas ocasiones. Entonces, ¿es acaso Dios justo cuando recibimos el castigo por nuestro pecado? Cuando jugamos con el pecado, creyendo que a Dios no le importa, ¿seguimos pensando que Dios es justo? Sí, hermanos míos. Dios sigue siendo justo, porque nuestros pecados han sido perdonados en la cruz, por la muerte de Jesucristo.
Dios sigue siendo un Dios de gracia, a pesar de las muchas veces que pecamos y pisoteamos la sangre de Cristo, el sigue mostrándose con gracia hacia nosotros. A pesar de que el pueblo de Israel continuamente se alejaba de Dios y adoraba a otros dioses, Dios en su gracia mandaba jueces y profetas para hacerlos volver hacia Él. Lo mismo hace el día de hoy contigo y conmigo, cuando andamos en nuestro pecado. Siempre Dios habla a nuestra vida para que volvamos a Él, en arrepentimiento y adoración, aunque no lo merecemos. Por eso se llama gracia.
Y podemos seguir hablando de los atributos inmutables de Dios toda la mañana, y ciertamente no podríamos acabar de mencionarlos todo el día de hoy. Pero lo que ahora es necesario ver es sobre las personas para quienes Dios es inmutable.
LAS PERSONAS PARA QUIENES DIOS NO CAMBIA
LAS PERSONAS PARA QUIENES DIOS NO CAMBIA
“Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” (Malaquías 1.6b)
¿Quiénes son estos “hijos de Jacob” a quienes les está recordando su inmutabilidad? En primer lugar son aquellas personas elegidas por Dios para que disfrutasen de las bendiciones de Dios. Efesios 1.4 (RVR60) “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él”. Estos “hijos de Jacob” son aquellos que Dios ha escogido para mostrar su gloria y su amor.
Ahora bien, vemos aquí un contraste increíble entre la inmutabilidad de Dios y la infidelidad del pueblo de Israel. Notemos que Dios le está hablando al pueblo después de haberlos liberado del exilio en Babilonia. Después de estar 70 años fuera de su ciudad, de su patria, y después de ver cómo Dios los libró de una guerra, vienen a Jerusalén y se olvidan de Dios. La gente comenzó a construir sus casas y a tener su vida cotidiana, antes de reconstruir el Templo, el lugar de adoración de Dios.
Sí, a ese pueblo infiel e inconstante le está hablando Dios. Igualmente a nosotros, cristianos que nos olvidamos de Dios durante la semana, que vivimos como si Dios no existiera. Como lo dijo Spurgeon:
Por allá veo a un hombre que no oró antes de venir a la casa de Dios. ¡Ah!, tú, pobre pagano, ¿acaso no oras? ¡No!, responde él, “no se me ocurrió tal cosa; durante años no he orado”. Bien, espero que lo hagas antes de que mueras. Si vives y mueres sin oración, tendrás mucho tiempo para orar cuando llegues al infierno. Veo allá a una mujer: ella tampoco oró esta mañana; estuvo tan ocupada arreglando a sus hijos para que fueran a la escuela dominical, que no tuvo tiempo de orar. ¿No tuviste tiempo de orar? ¿Tuviste tiempo para vestirte? Hay un tiempo para cada propósito bajo el cielo, y si te hubieras propuesto orar, hubieras orado.[2]
Así somos, hermano. La Biblia dice en 1 Juan 1.8 (RVR60) “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.” Somos infieles al Señor todos los días, a cada rato; a veces consciente y otras inconscientemente. Pero al final somos infieles. Cambiamos de acuerdo con nuestras circunstancias. Cambiamos de acuerdo a nuestras preferencias, y nos olvidamos del Señor. Por eso Pablo escribió: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7.24 (RVR60).
Sin embargo, a pesar de nuestra condición cambiante, y por la inmutabilidad de Dios, dice Malaquías, “no habéis sido consumidos”
LA BENDICIÓN A LAS PERSONAS PARA QUIENES DIOS NO CAMBIA
LA BENDICIÓN A LAS PERSONAS PARA QUIENES DIOS NO CAMBIA
“Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” (Malaquías 1.6c)
¡Esto, a la verdad, me ha sorprendido! A lo largo de mi vida me he preguntado: ¿cómo es que no he sido destruido, a pesar de las sin fin de veces que le he fallado a Dios? Su infinita gracia. Es solo porque Dios no ha cambiado que tú y yo no hemos sido consumidos por su ira.
A continuación voy a citar una porción del sermón de Jonathan Edwards, que pienso que dio perfectamente en el punto de la ira inmutable de Dios hacia el pecador. Él dijo:
El Dios que te sostiene sobre el abismo del infierno, de la manera que se sostiene una araña o algún despreciable insecto sobre el fuego, te aborrece y se encuentra terriblemente provocado. Su ira arde como el fuego en contra tuya; El ve que de lo único que tú eres digno es de ser lanzado al fuego; sus ojos son demasiado puros para soportar que estés delante de su mirada; eres diez mil veces más abominable delante de sus ojos de lo que es la más odiosa serpiente venenosa delante de los nuestros. Lo has ofendido infinitamente más que un necio rebelde ofende a su príncipe. Sin embargo, no es otra cosa sino su mano la que impide que tú caigas al fuego en cualquier momento. No es debido a ninguna otra cosa que tú no hayas ido al infierno mientras dormías por la noche y que hayas podido despertar hoy después de haber cerrado tus ojos. Y no existe ninguna otra razón para que no hayas sido arrojado al infierno desde que te levantaste esta mañana, sino que la mano de Dios te ha sostenido. No puede haber otra razón por lo que no te hayas ido al infierno puesto que tú estás sentado aquí en la casa de Dios provocando sus ojos puros por la manera malvada y pecaminosa en que te comportas durante esta solemne adoración. Sí, no hay ninguna otra razón por la que tú en este mismo momento no seas lanzado al infierno.
¡Oh pecador! Considera el terrible peligro en el que te encuentras: es un gran horno de ira, un inmenso abismo sin fondo, lleno del fuego de la ira sobre el cual tú cuelgas sostenido por la mano de Dios, cuya ira es provocada y encendida por ti, tanto como por los que ya están condenados en el infierno. Tú cuelgas de un delgado hilo, con las llamas de la ira divina ardiendo al alrededor y listas para arder y quemarla en cualquier momento. Y tú no tienes interés en ningún mediador, y nada de que sostenerte para salvarte, nada que te libre de las llamas de la ira, nada de ti mismo, nada que tú hayas hecho jamás, nada que puedas hacer, para inducir a Dios a que te libre por un momento.[3]
Hermano, no sé cómo explicarlo para que esto se haga una realidad en tu corazón. La Biblia es clara con respecto a la severidad del pecado, al castigo necesario para aquel que pecare contra Jehová: muerte. No es otra cosa la que merecemos tú y yo que la muerte. Si Dios exterminó a una ciudad entera a causa del pecado hace miles de años, ¿qué te hace pensar que no puede hacer lo mismo ahora por tu pecado? Sí Dios mandó el diluvio para exterminar a la humanidad porque su pecado estaba al límite, ¿crees que tú escaparás de la ira de Dios ahora? Hermano, el corazón de Dios sigue aborreciendo el pecado, con el mismo odio y asco que tenía cuando Satanás pecó en el cielo. Es la misma ira de Dios por el pecado la que Apocalipsis describe en los años de la Gran Tribulación, y la que habrá en el infierno. La pregunta es: ¿te importa? ¿Te importa o preocupa, hermano, estar en las manos de un Dios airado por el pecado?
Da gracias a Dios que es por su gracia que el día de hoy estás aquí, escuchando esto. Varón, mujer, joven que me escuchas, NECESITAS ARREPENTIRTE AHORA DE TUS PECADOS Y CORRER A CRISTO. Nada puede librarte de las llamas del infierno más que inmutable gracia de Dios revelada en Jesucristo.
Tú y yo merecíamos el castigo por nuestro pecado “pero Dios {que} es tan rico en misericordia y nos amó tanto 5 que, a pesar de que estábamos muertos por causa de nuestros pecados, nos dio vida cuando levantó a Cristo de los muertos. (¡Es sólo por la gracia de Dios que ustedes han sido salvados!) 6 Pues nos levantó de los muertos junto con Cristo y nos sentó con él en los lugares celestiales, porque estamos unidos a Cristo Jesús. 7 De modo que, en los tiempos futuros, Dios puede ponernos como ejemplos de la increíble riqueza de la gracia y la bondad que nos tuvo, como se ve en todo lo que ha hecho por nosotros, que estamos unidos a Cristo Jesús. 8 Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios. 9 La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo. Efesios 2.4–9 (NTV)
Hermano, es la inmutable gracia de Dios la que nos ha dado salvación de su ira, a través de la fe en Jesucristo. Así es, el mismo Dios airado por el pecado es el que prometió que la “simiente” de Eva acabaría con el pecado, con el diablo y con la ira de Dios muriendo en la cruz. Es por su gracia que la salvación que prometió desde antes de la fundación del mundo (1 Pedro 1.20) ahora tú puedas disfrutarla. Es por la inmutable gracia de Dios que el Espíritu Santo te haya sellado desde el día en que creíste en Jesucristo, hasta la “redención de la posesión adquirida”, la vida eterna (Efesios 1.14). Es solo por gracia, por la inmutable gracia de Dios que hoy puedas entregar tu vida al Señor, y rendirte completamente a Él, en arrepentimiento y amor.
Hermano, esa gracia jamás cambiará, jamás dejará de ser. No importa lo que hayas hecho, en Cristo estás completamente seguro. Su mano poderosa te cuidará y guardará “para alcanzar la salvación” dispuesta a ser manifestada cuando Jesús venga. “Por lo tanto, ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos a lo que creemos. 15 Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo él nunca pecó. 16 Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos.” Hebreos 4.14–16 (NTV)
CONCLUSIÓN
¡Gracias demos a Dios por su gran misericordia! Bendito sea el Dios, y Padre de nuestro Señor Jesucristo que, a lo largo de la historia ha permanecido siendo el mismo. El mismo Dios de amor al enviar a Jesucristo y morir en la cruz por nosotros; Dios de misericordia al tomar nuestro pecado y cargarlo en la cruz; Dios de paciencia al no destruirnos esta mañana por nuestro pecado de anoche; Dios de perdón al permitirnos acercarnos a su presencia con confianza y sin temor; Dios de gracia al darnos vida y permitirnos conocerle cuando merecíamos su castigo; y Dios de bondad al dejarnos disfrutar de esta bendición de escuchar su evangelio, creer en Él, y de tener la esperanza que un día resucitaremos para estar con Él por la eternidad.
Gloria sea a nuestro Dios, porque no cambia. Amén.
[1] Lacueva, F. (2001). En Diccionario teológico ilustrado (1. ed. española., p. 349). Tarrasa, Barcelona: Clie.
[2] Spurgeon, C. H., & Román, A. (2008). Sermones de Carlos H. Spurgeon. Bellingham, WA: Logos Research Systems, Inc.
[3] Sproul, R. (1998). La Santidad de Dios (pp. 147–148). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.