La victoria del Vencedor

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La resurrección de Jesús deja resultados poderosos en las vidas de aquellos que creen

Notes
Transcript

Introducción:
1 Corintios 1:18–31 RVR60
18 Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.19 Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos. 20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? 21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. 22 Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; 23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; 24 mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. 25 Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. 26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia. 30 Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; 31 para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor.
1 Corintios 1:18–31 NVI
18 Me explico: El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios. 19 Pues está escrito: «Destruiré la sabiduría de los sabios; frustraré la inteligencia de los inteligentes.» 20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el erudito? ¿Dónde el filósofo de esta época? ¿No ha convertido Dios en locura la sabiduría de este mundo? 21 Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen. 22 Los judíos piden señales milagrosas y los gentiles buscan sabiduría, 23 mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado. Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los gentiles, 24 pero para los que Dios ha llamado, lo mismo judíos que gentiles, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. 25 Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana. 26 Hermanos, consideren su propio llamamiento: No muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; ni son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna. 27 Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. 28 También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, 29 a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse. 30 Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría—es decir, nuestra justificación, santificación y redención—31 para que, como está escrito: «Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor.»
1 Corintios 1:18–31 NTV
18 ¡El mensaje de la cruz es una ridiculez para los que van rumbo a la destrucción! Pero nosotros, que vamos en camino a la salvación, sabemos que es el poder mismo de Dios. 19 Como dicen las Escrituras: «Destruiré la sabiduría de los sabios y desecharé la inteligencia de los inteligentes». 20 Así que, ¿dónde deja eso a los filósofos, a los estudiosos y a los especialistas en debates de este mundo? Dios ha hecho que la sabiduría de este mundo parezca una ridiculez. 21 Ya que Dios, en su sabiduría se aseguró de que el mundo nunca lo conociera por medio de la sabiduría humana, usó nuestra predicación «ridícula» para salvar a los que creen. 22 Es ridícula para los judíos, que piden señales del cielo. Y es ridícula para los griegos, que buscan la sabiduría humana. 23 Entonces cuando predicamos que Cristo fue crucificado, los judíos se ofenden y los gentiles dicen que son puras tonterías. 24 Sin embargo, para los que Dios llamó a la salvación, tanto judíos como gentiles, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. 25 Ese plan «ridículo» de Dios es más sabio que el más sabio de los planes humanos, y la debilidad de Dios es más fuerte que la mayor fuerza humana. 26 Recuerden, amados hermanos, que pocos de ustedes eran sabios a los ojos del mundo o poderosos o ricos cuando Dios los llamó. 27 En cambio, Dios eligió lo que el mundo considera ridículo para avergonzar a los que se creen sabios. Y escogió cosas que no tienen poder para avergonzar a los poderosos. 28 Dios escogió lo despreciado por el mundo —lo que se considera como nada— y lo usó para convertir en nada lo que el mundo considera importante. 29 Como resultado, nadie puede jamás jactarse en presencia de Dios. 30 Dios los ha unido a ustedes con Cristo Jesús. Dios hizo que él fuera la sabiduría misma para nuestro beneficio. Cristo nos hizo justos ante Dios; nos hizo puros y santos y nos liberó del pecado. 31 Por lo tanto, como dicen las Escrituras: «Si alguien quiere jactarse, que se jacte solamente del Señor».
Lucas 24:1–12 RVR60
1 El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas.2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro;3 y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;5 y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?6 No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea,7 diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.8 Entonces ellas se acordaron de sus palabras,9 y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás.10 Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles.11 Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían.12 Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.
Lucas 24:1–12 NVI
1 El primer día de la semana, muy de mañana, las mujeres fueron al sepulcro, llevando las especias aromáticas que habían preparado. 2 Encontraron que había sido quitada la piedra que cubría el sepulcro 3 y, al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Mientras se preguntaban qué habría pasado, se les presentaron dos hombres con ropas resplandecientes. 5 Asustadas, se postraron sobre su rostro, pero ellos les dijeron: —¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive? 6 No está aquí; ¡ha resucitado! Recuerden lo que les dijo cuando todavía estaba con ustedes en Galilea: 7 “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, pero al tercer día resucitará.” 8 Entonces ellas se acordaron de las palabras de Jesús. 9 Al regresar del sepulcro, les contaron todas estas cosas a los once y a todos los demás. 10 Las mujeres eran María Magdalena, Juana, María la madre de Jacobo, y las demás que las acompañaban. 11 Pero a los discípulos el relato les pareció una tontería, así que no les creyeron. 12 Pedro, sin embargo, salió corriendo al sepulcro. Se asomó y vio sólo las vendas de lino. Luego volvió a su casa, extrañado de lo que había sucedido.
Lucas 24:1–12 NTV
1 El domingo, muy temprano por la mañana, las mujeres fueron a la tumba, llevando las especias que habían preparado. 2 Encontraron que la piedra de la entrada estaba corrida a un costado. 3 Entonces entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Mientras estaban allí perplejas, de pronto aparecieron dos hombres vestidos con vestiduras resplandecientes. 5 Las mujeres quedaron aterradas y se inclinaron rostro en tierra. Entonces los hombres preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos a alguien que está vivo? 6 ¡Él no está aquí! ¡Ha resucitado! Recuerden lo que les dijo en Galilea, 7 que el Hijo del Hombre debía ser traicionado y entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, y que resucitaría al tercer día». 8 Entonces ellas recordaron lo que Jesús había dicho. 9 Así que regresaron corriendo de la tumba a contarles a los once discípulos y a todos los demás lo que había sucedido. 10 Fueron María Magdalena, Juana, María la madre de Santiago y varias mujeres más quienes contaron a los apóstoles lo que pasó. 11 Pero a los hombres el relato les pareció una tontería, y no les creyeron. 12 Sin embargo, Pedro se levantó de un salto y corrió a la tumba para ver por sí mismo. Agachándose, miró hacia adentro y vio sólo los lienzos de lino, vacíos; luego regresó a la casa, preguntándose qué habría ocurrido.

1. Ya basta de esclavitud

Éxodo 12:1–13 RVR60
1 Habló Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo:2 Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año.3 Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia.4 Mas si la familia fuere tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de las personas; conforme al comer de cada hombre, haréis la cuenta sobre el cordero.5 El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras.6 Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes.7 Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer.8 Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán.9 Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas.10 Ninguna cosa dejaréis de él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis en el fuego.11 Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová.12 Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová.13 Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto.
Éxodo 12:1–13 NVI
1 En Egipto el Señor habló con Moisés y Aarón. Les dijo: 2 «Este mes será para ustedes el más importante, pues será el primer mes del año. 3 Hablen con toda la comunidad de Israel, y díganles que el día décimo de este mes todos ustedes tomarán un cordero por familia, uno por cada casa. 4 Si alguna familia es demasiado pequeña para comerse un cordero entero, deberá compartirlo con sus vecinos más cercanos, teniendo en cuenta el número de personas que sean y las raciones de cordero que se necesiten, según lo que cada persona haya de comer. 5 El animal que se escoja puede ser un cordero o un cabrito de un año y sin defecto, 6 al que cuidarán hasta el catorce del mes, día en que la comunidad de Israel en pleno lo sacrificará al caer la noche. 7 Tomarán luego un poco de sangre y la untarán en los dos postes y en el dintel de la puerta de la casa donde coman el cordero. 8 Deberán comer la carne esa misma noche, asada al fuego y acompañada de hierbas amargas y pan sin levadura. 9 No deberán comerla cruda ni hervida, sino asada al fuego, junto con la cabeza, las patas y los intestinos. 10 Y no deben dejar nada. En caso de que algo quede, lo quemarán al día siguiente. 11 Comerán el cordero de este modo: con el manto ceñido a la cintura, con las sandalias puestas, con la vara en la mano, y de prisa. Se trata de la Pascua del Señor. 12 »Esa misma noche pasaré por todo Egipto y heriré de muerte a todos los primogénitos, tanto de personas como de animales, y ejecutaré mi sentencia contra todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. 13 La sangre servirá para señalar las casas donde ustedes se encuentren, pues al verla pasaré de largo. Así, cuando hiera yo de muerte a los egipcios, no los tocará a ustedes ninguna plaga destructora.
Éxodo 12:1–13 NTV
1 Mientras los israelitas todavía estaban en la tierra de Egipto, el Señor dio las siguientes instrucciones a Moisés y a Aarón: 2 «A partir de ahora, este mes será el primer mes del año para ustedes. 3 Anuncien a toda la comunidad de Israel que el décimo día de este mes cada familia deberá seleccionar un cordero o un cabrito para hacer un sacrificio, un animal por cada casa. 4 Si una familia es demasiado pequeña para comer el animal entero, lo compartirá con una familia vecina. Dividan el animal según el tamaño de cada familia y la cantidad que cada uno pueda comer. 5 El animal seleccionado deberá ser un macho de oveja o de cabra, de un año y que no tenga ningún defecto. 6 »Cuiden bien al animal seleccionado hasta la tarde del día catorce de este primer mes. Entonces toda la asamblea de la comunidad de Israel matará su cordero o cabrito al anochecer. 7 Después tomarán parte de la sangre y la untarán en ambos lados y en la parte superior del marco de la puerta de la casa donde comen el animal. 8 Esa misma noche, asarán la carne al fuego y la comerán acompañada de hojas verdes y amargas, y pan sin levadura. 9 No comerán nada de la carne ni cruda ni hervida en agua. Asarán al fuego el animal entero con la cabeza, las patas y las entrañas. 10 No dejen ninguna sobra para el día siguiente. Quemen todo lo que no hayan comido antes de la mañana. 11 »Estas son las instrucciones para cuando coman esa comida: estén totalmente vestidos, lleven puestas las sandalias y tengan su bastón en la mano. Coman de prisa, porque es la Pascua del Señor. 12 Esa noche pasaré por la tierra de Egipto y heriré de muerte a todo primer hijo varón y a la primera cría macho de los animales en la tierra de Egipto. Ejecutaré juicio contra todos los dioses de Egipto, ¡porque yo soy el Señor! 13 Pero la sangre sobre los marcos de las puertas servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo. Esa plaga de muerte no los tocará a ustedes cuando yo hiera la tierra de Egipto.
Moisés, Aarón y el pueblo de Israel habían experimentado muchas cosas juntos (y nosotros sabemos que iban a compartir mucho más). Un día, luego de una larga ausencia, Moisés había regresado. Su hermano lo había salido a recibir, por una inquietud que Dios había puesto en su corazón. Moisés venía con una convocatoria muy especial. Dios se le había aparecido, y le había dicho que había escuchado la oración de sus hijos, que clamaban ante la injusticia y la violencia que estaban sufriendo. Tal vez esa era una clave muy importante: todo aquello había ocurrido porque ellos habían orado, porque Dios había respondido a su clamor.
Luego de aquel primer reencuentro y la sorpresa inicial, Moisés y Aarón habían representado a todo el pueblo en su negociación con el Faraón. Habían reclamado la necesidad del pueblo de Israel de reencontrarse con su Dios, el Dios de sus antepasados, y Faraón y sus oficiales los habían tomado por locos. Entonces empezó lo sobrenatural, cuando Dios empezó a demostrar su fuerza, su dominio, su poder, ante el corazón del corazón endurecido de aquellos gobernantes. Las plagas se habían sucedido una tras otra, demostrando el poder de Dios y la necedad de los que se le oponen, pero justamente, necios ellos, una y otra vez se le habían resistido.
Hasta aquel momento.
Dios les había dicho, a Moisés y al pueblo, que habría solo una plaga más, una potente y muy dolorosa, que dejaría una marca permanente en Egipto y que los conduciría a la libertad. Les había explicado que era una plaga de muerte, en la que el hijo mayor de cada familia moriría en todo Egipto, pero que “ni un perro moverá la lengua” contra Israel. Si, Dios hizo diferencia entre los suyos y los que lo rechazaron.
Antes de aquella, habían habido nueve plagas, y todas ellas habían sido manifestaciones grandes y poderosas de los prodigios de Dios. Pero nunca, como en esta, Dios les había indicado que tomaran aquel momento como punto de referencia.
Al enseñarles lo que tenían que hacer, Dios les muestra el calendario, y les señala que a partir de aquel momento, aquel mes sería el primer mes del año para ellos. Hasta el día de hoy, el “Año Nuevo judío” es diferente al nuestro. Dios quería que recordaran aquel momento para siempre, y que pudieran referirse una y otra vez, a lo largo de la historia, a la situación histórica que se produjo en aquel momento.
¿Hay algún en tu vida algún evento que de alguna manera recuerdas todos los años por su importancia? Recordamos los cumpleaños, celebramos aniversarios, registramos ciertos días que dedicamos a celebrar ciertas relaciones (madre, padre), pero, personalmente, ¿hay algún evento que haya marcado tanto tu vida como para ser recordado anualmente, con un día como punto de referencia?
Dios quería que sus hijos recordaran aquel momento, el momento de la liberación, cuando Él rompería sus cadenas para llevarlos con Él. Aquel no era cualquier tiempo, y el día de la celebración de la primera Pascua no sería un día cualquiera, como cualquier otro. Debía ser recordado para siempre.
Esta tiene que ser razón suficiente como para que prestemos especial atención a este momento histórico y a este evento, lleno de contenido y significado.
Así que, ¡presta atención!
Si uno tomara estas palabras aisladas de su contexto, parecería como si Dios estuviera planificando una celebración, una comida familiar. ¿No es esto lo que hacemos cuando organizamos un encuentro de la familia? Con el fin de estar bien organizados y que el gasto esté repartido, se toma nota de lo que se va a comer y quién llevará qué. Aquí Dios parece estar organizando una comida familiar en la que el plato principal será el cordero asado.
La planificación de Dios, como tantas veces es detallada. Dios previene el momento en que las familias debían apartar u obtener el cordero, el hecho de que cada familia evalúe cuánto comerán, el tipo de animal que sacrificarán para la comida (su edad, la condición de que fuera sin defecto), y el momento exacto en que todas las familias lo sacrificarían (el día catorce del primer mes, al atardecer).
En realidad, todo esto cabe dentro del conocimiento que Dios tiene de toda la historia como una unidad. Dios sabía entonces lo que ocurriría muchos siglos después, y todo está simbolizado en aquella preparación.
Jesús fue anunciado como “el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1.29).
Jesús es suficiente, así como el cordero pascual.
Jesús es sin defecto, tal como aquel cordero.
Jesús fue crucificado durante la Pascua, en el día señalado.
Jesús hace la diferencia entre el pueblo de Dios y los que lo rechazan, tal como aquel cordero.
Algo especial sucedía con la sangre de aquel cordero.
Los cristianos oímos resonar en este versículo las palabras de Jesús la noche en que fue traicionado: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre...” (Lucas 22:20; 1 Corintios 11:25).
Aquí es donde resulta importante señalar la importancia de la muerte y el derramamiento de sangre en lo que tiene que ver con nuestra relación con Dios. Las personas tenemos la tendencia a minimizar nuestros pecados y sus consecuencias. “No es para tanto”, solemos decir o pensar. Esa conclusión proviene del huerto, cuando la serpiente arrojó duda sobre las consecuencias del pecado (“No moriréis...”, Génesis 3:4).
Es lo mismo que nos preguntamos a veces cuando leemos los libros de la Ley y encontramos en ellos tantas enseñanzas en cuanto a los sacrificios. ¿Por qué tantos detalles y repeticiones en cuanto a los sacrificios? Dios quería establecer una enseñanza muy firme por medio de ellos. Los israelitas se familiarizaban con la muerte y el derramamiento de sangre desde muy jóvenes, y aquello estaba asociado a su relación con Dios.
Pero, ¿por qué tanta sangre?
Casi todos nos consideramos buenas personas. Ninguno de nosotros inició una guerra. La mayoría de nosotros no hemos matado a otro ser humano, ni hemos sido hallados culpables de los que consideraríamos “pecados grandes”. ¿Entonces? ¿Por qué tanto bullicio con el derramamiento de sangre?
Necesitamos entender que desde el punto de vista de Dios, nuestro Juez eterno, el pecado es algo realmente serio. Y eso incluye aquellos que tantas veces nosotros consideramos “pequeños pecados sin importancia”. ¿Por qué? Porque producen la muerte. Ya no dejes que el diablo te vuelva a engañar con el “No moriréis” del huerto, cuando el Juez eterno ya afirmó que sí hay muerte como consecuencia del pecado.
“...sin derramamiento de sangre no se hace remisión.” (He 9.22).
Ojalá puedas entender la lógica de esto: el pecado es algo absolutamente serio. Sí, es algo que nos afecta a todos, y con lo que carga cada uno de nosotros. Debemos entender que nuestros pecados, esos pensamientos, palabras, acciones y actitudes que han sido parte de nuestras vidas y nuestro comportamiento contrario a la voluntad de Dios, tienen como consecuencia la muerte. No son “algo sin importancia”. Son el virus mortal que lleva a la muerte eterna.
Dios es el Juez eterno. Como tal, su labor consiste en hacer justicia en todas las situaciones, sobre todas las vidas. Al hacerlo, debes tener bien claro que Dios “no tendrá por inocente al culpable” (Nahúm 1.3).
Entonces, cuando nosotros somos perdonados no se trata de que Dios dijo algo así como “No te preocupes, que tu falta no fue tan grave; lo dejaremos pasar por esta vez” haciéndote un guiño y palmeándote la espalda. Si Dios te perdona es porque alguien ocupó tu lugar en el castigo, porque la regla divina es que todo pecado es castigado con la muerte. Eso es lo que Dios insistía en enseñarle a su pueblo con los rituales y sacrificios. Les estaba enseñando que el pecado conducía irremediablemente hacia la muerte, sin escapatoria. Los animales que sacrificaban en aquel entonces eran substitutivos, llevaban el castigo del culpable, para que él o ella recibiera el perdón de Dios.
Esa es la figura que finalmente adquiere forma final en Jesús, el Cordero de Dios, entregado para recibir el castigo de los que creemos en Él. Dios no nos perdona porque lo que hicimos no fue tan malo, sino porque Jesús recibió en sí mismo el castigo que nos correspondía a nosotros.
Esa es, también, la razón para que aquella noche hubiera sangre, esa sangre que tenía que quedar a la vista, la sangre que los representaría, la que mojaría los dinteles de sus puertas, la que se interpondría a la llegada del destructor, la que haría la diferencia entre la familia de Dios y los que se le oponían.
Es asombrosa la manera en que Dios establece los detalles para esta celebración. No deja nada librado al azar ni permite que los israelitas decidan en cuanto a los detalles.
¿Con qué debía ser acompañada la carne? Está bien claro: con panes sin levadura y hierbas amargas. Más adelante en la revelación, en el Nuevo Testamento, Jesús compara la enseñanza de los fariseos con la levadura (Mateo 16:11, 12), indicando que debía ser evitada. La levadura es una substancia que se agrega a otros ingredientes y llega a ejercer influencia sobre todo el preparado. A lo largo de la Biblia se nos presenta la figura del pan sin levadura como representación de la pureza.
¿Cómo debía comerse la carne? Ni cruda, ni hervida, sino asada. No hay otra opción. La Ley de Dios no admite alternativas conforme al gusto del consumidor. La Palabra de Dios es firme.
¿Podían dejar algo para seguir comiendo al día siguiente? No, de ninguna manera. Para eso se había previsto cuánto comía cada uno, y en caso de que algo quedara, debía ser quemado. Dios les estaba enseñando en cuanto a un sacrificio suficiente, al que no le faltaba ni le sobraba nada.
¿Alguna indicación en cuanto a lo que ponerse para la ocasión? Dios previó también ese detalle. Nada de ropa cómoda, de entre casa. Nada de pijamas o pies descalzos. Tenían que estar vestidos, calzados, con su bastón en la mano, como quien está listo para salir. ¡Ah! “...y lo comeréis apresuradamente”.
Aquella no era cualquier comida: “es la Pascua de Jehová”. Era solemne, detallada, la participación exacta en el plan de Dios.
Creo que todos sabemos cómo se llama esto. Se llama juicio.
¿Juzga Dios? ¿Puede el Dios de amor determinar la pena de muerte? Sí, justamente es Él quien lo hace.
Si somos honestos con la revelación de la Palabra de Dios y llevamos esto a su interpretación en nuestros días, tendríamos que reconsiderar nuestra responsabilidad hacia quienes nos rodean.
16Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. 21Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios. (Jn 3.16–21). RVR60
16 »Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. 17 Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. 18 El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. 19 Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos. 20 Pues todo el que hace lo malo aborrece la luz, y no se acerca a ella por temor a que sus obras queden al descubierto. 21 En cambio, el que practica la verdad se acerca a la luz, para que se vea claramente que ha hecho sus obras en obediencia a Dios. (Jn 3.16–21). NVI
36El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. (Jn 3.36). RVR60
36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios. (Jn 3.36). NVI
El juicio de Dios es serio, severo. Implica muerte, condenación, castigo. La misericordia de Dios es inmensa, nos alcanza, pero necesitamos mirarla a la luz del juicio y la condenación que produce el pecado.
Toma en serio las palabras de Dios: “...ejecutaré mis juicios...” (“...ejecutaré mi sentencia...”).
La clave está en la sangre.
Recuerda estas palabras, porque son de tremenda importancia, no solamente para aquel momento histórico sino para tu vida:
“...y veré la sangre y pasaré de vosotros...”
“La sangre servirá para señalar las casas donde ustedes se encuentren, pues al verla pasaré de largo.
Esto tiene su paralelo con lo expresado en el Nuevo Testamento:
18sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, 21y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. (1 P 1.18–21). RVR60
18 Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, 19 sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto. 20 Cristo, a quien Dios escogió antes de la creación del mundo, se ha manifestado en estos últimos tiempos en beneficio de ustedes. 21 Por medio de él ustedes creen en Dios, que lo resucitó y glorificó, de modo que su fe y su esperanza están puestas en Dios. (1 P 1.18–21). NVI
Aquel día, la noche del 14 de Nisan del primer año judío, ocurrió algo muy grande, que representó la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud, como modelo de lo que Dios haría muchos años más adelante por medio de Jesús. La sangre de Jesús es la señal de la salvación. Ya no la ponemos en los postes de nuestras puertas, sino en nuestros corazones. Y cuando el destructor ve la sangre pasa de nosotros.
¿Has aplicado la sangre de Jesús a tu corazón?
Juan 8:31–36 RVR60
31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? 34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. 35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. 36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
Juan 8:31–36 NVI
31 Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: —Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; 32 y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. 33 —Nosotros somos descendientes de Abraham—le contestaron—, y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir que seremos liberados? 34 —Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado—respondió Jesús—. 35 Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí se queda en ella para siempre. 36 Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.
Juan 8:31–36 NTV
31 Jesús les dijo a los que creyeron en él: —Ustedes son verdaderamente mis discípulos si se mantienen fieles a mis enseñanzas; 32 y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. 33 —Nosotros somos descendientes de Abraham —le respondieron—, nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Qué quieres decir con “los hará libres”? 34 Jesús contestó: —Les digo la verdad, todo el que comete pecado es esclavo del pecado. 35 Un esclavo no es un miembro permanente de la familia, pero un hijo sí forma parte de la familia para siempre. 36 Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes son verdaderamente libres.

2. La muerte fue vencida

Lucas 24:1–12 RVR60
1 El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas.2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro;3 y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;5 y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?6 No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea,7 diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.8 Entonces ellas se acordaron de sus palabras,9 y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás.10 Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles.11 Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían.12 Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.
Lucas 24:1–12 NVI
1 El primer día de la semana, muy de mañana, las mujeres fueron al sepulcro, llevando las especias aromáticas que habían preparado. 2 Encontraron que había sido quitada la piedra que cubría el sepulcro 3 y, al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Mientras se preguntaban qué habría pasado, se les presentaron dos hombres con ropas resplandecientes. 5 Asustadas, se postraron sobre su rostro, pero ellos les dijeron: —¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive? 6 No está aquí; ¡ha resucitado! Recuerden lo que les dijo cuando todavía estaba con ustedes en Galilea: 7 “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, pero al tercer día resucitará.” 8 Entonces ellas se acordaron de las palabras de Jesús. 9 Al regresar del sepulcro, les contaron todas estas cosas a los once y a todos los demás. 10 Las mujeres eran María Magdalena, Juana, María la madre de Jacobo, y las demás que las acompañaban. 11 Pero a los discípulos el relato les pareció una tontería, así que no les creyeron. 12 Pedro, sin embargo, salió corriendo al sepulcro. Se asomó y vio sólo las vendas de lino. Luego volvió a su casa, extrañado de lo que había sucedido.
Lucas 24:1–12 NTV
1 El domingo, muy temprano por la mañana, las mujeres fueron a la tumba, llevando las especias que habían preparado. 2 Encontraron que la piedra de la entrada estaba corrida a un costado. 3 Entonces entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Mientras estaban allí perplejas, de pronto aparecieron dos hombres vestidos con vestiduras resplandecientes. 5 Las mujeres quedaron aterradas y se inclinaron rostro en tierra. Entonces los hombres preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos a alguien que está vivo? 6 ¡Él no está aquí! ¡Ha resucitado! Recuerden lo que les dijo en Galilea, 7 que el Hijo del Hombre debía ser traicionado y entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, y que resucitaría al tercer día». 8 Entonces ellas recordaron lo que Jesús había dicho. 9 Así que regresaron corriendo de la tumba a contarles a los once discípulos y a todos los demás lo que había sucedido. 10 Fueron María Magdalena, Juana, María la madre de Santiago y varias mujeres más quienes contaron a los apóstoles lo que pasó. 11 Pero a los hombres el relato les pareció una tontería, y no les creyeron. 12 Sin embargo, Pedro se levantó de un salto y corrió a la tumba para ver por sí mismo. Agachándose, miró hacia adentro y vio sólo los lienzos de lino, vacíos; luego regresó a la casa, preguntándose qué habría ocurrido.
Lucas 24:13–35 RVR60
13 Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 14 E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. 15 Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. 16 Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. 17 Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? 18 Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? 19 Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20 y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. 21 Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. 22 Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro; 23 y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. 24 Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron. 25 Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? 27 Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. 28 Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos. 29 Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. 30 Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. 31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista. 32 Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? 33 Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, 34 que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. 35 Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
Lucas 24:13–35 NVI
13 Aquel mismo día dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. 14 Iban conversando sobre todo lo que había acontecido. 15 Sucedió que, mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos; 16 pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados. 17 —¿Qué vienen discutiendo por el camino?—les preguntó. Se detuvieron, cabizbajos; 18 y uno de ellos, llamado Cleofas, le dijo: —¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no se ha enterado de todo lo que ha pasado recientemente? 19 —¿Qué es lo que ha pasado?—les preguntó. —Lo de Jesús de Nazaret. Era un profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo. 20 Los jefes de los sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para ser condenado a muerte, y lo crucificaron; 21 pero nosotros abrigábamos la esperanza de que era él quien redimiría a Israel. Es más, ya hace tres días que sucedió todo esto. 22 También algunas mujeres de nuestro grupo nos dejaron asombrados. Esta mañana, muy temprano, fueron al sepulcro 23 pero no hallaron su cuerpo. Cuando volvieron, nos contaron que se les habían aparecido unos ángeles quienes les dijeron que él está vivo. 24 Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron. 25 —¡Qué torpes son ustedes—les dijo—, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! 26 ¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria? 27 Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. 28 Al acercarse al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como que iba más lejos. 29 Pero ellos insistieron: —Quédate con nosotros, que está atardeciendo; ya es casi de noche. Así que entró para quedarse con ellos. 30 Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31 Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. 32 Se decían el uno al otro: —¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras? 33 Al instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron a los once y a los que estaban reunidos con ellos. 34 «¡Es cierto!—decían—. El Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón.» 35 Los dos, por su parte, contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan.
Lucas 24:13–35 NTV
13 Ese mismo día, dos de los seguidores de Jesús iban camino al pueblo de Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. 14 Al ir caminando, hablaban acerca de las cosas que habían sucedido. 15 Mientras conversaban y hablaban, de pronto Jesús mismo se apareció y comenzó a caminar con ellos; 16 pero Dios impidió que lo reconocieran. 17 Él les preguntó: —¿De qué vienen discutiendo tan profundamente por el camino? Se detuvieron de golpe, con sus rostros cargados de tristeza. 18 Entonces uno de ellos, llamado Cleofas, contestó: —Tú debes de ser la única persona en Jerusalén que no oyó acerca de las cosas que han sucedido allí en los últimos días. 19 —¿Qué cosas? —preguntó Jesús. —Las cosas que le sucedieron a Jesús, el hombre de Nazaret —le dijeron—. Era un profeta que hizo milagros poderosos, y también era un gran maestro a los ojos de Dios y de todo el pueblo. 20 Sin embargo, los principales sacerdotes y otros líderes religiosos lo entregaron para que fuera condenado a muerte, y lo crucificaron. 21 Nosotros teníamos la esperanza de que fuera el Mesías que había venido para rescatar a Israel. Todo esto sucedió hace tres días. 22 »No obstante algunas mujeres de nuestro grupo de seguidores fueron a su tumba esta mañana temprano y regresaron con noticias increíbles. 23 Dijeron que el cuerpo había desaparecido y que habían visto a ángeles, quienes les dijeron, ¡que Jesús está vivo! 24 Algunos de nuestros hombres corrieron para averiguarlo, y efectivamente el cuerpo no estaba, tal como las mujeres habían dicho. 25 Entonces Jesús les dijo: —¡Qué necios son! Les cuesta tanto creer todo lo que los profetas escribieron en las Escrituras. 26 ¿Acaso no profetizaron claramente que el Mesías tendría que sufrir todas esas cosas antes de entrar en su gloria? 27 Entonces Jesús los guió por los escritos de Moisés y de todos los profetas, explicándoles lo que las Escrituras decían acerca de él mismo. 28 Para entonces ya estaban cerca de Emaús y del final del viaje. Jesús hizo como que iba a seguir adelante, 29 pero ellos le suplicaron: «Quédate con nosotros esta noche, ya que se está haciendo tarde». Entonces los acompañó a la casa. 30 Al sentarse a comer, tomó el pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a ellos. 31 De pronto, se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Y, en ese instante, Jesús desapareció. 32 Entonces se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?». 33 En menos de una hora, estaban de regreso a Jerusalén. Allí encontraron a los once discípulos y los otros que se habían reunido con ellos, 34 quienes decían: «¡El Señor ha resucitado de verdad! Se le apareció a Pedro». 35 Luego los dos de Emaús les contaron cómo Jesús se les había aparecido mientras iban por el camino y cómo lo habían reconocido cuando partió el pan.
A veces me pregunto como titular los diferentes pasajes de la Biblia. Este pasaje es presentado como “En el camino a Emaús” por la RVR60 y “De camino a Emaús” en la NVI. Personalmente siento la tentación de presentarlo como “Un encuentro con Jesús”, pero me enfrento al obstáculo de que hay varios encuentros con Jesús en el Nuevo Testamento, aunque no cabe duda de que este fue bien particular, especial.
Los protagonistas de este evento son “dos de ellos”. Lucas se refiere a dos de los discípulos. El grupo de los seguidores de Jesús durante su ministerio no se limitaba a los que conocemos como apóstoles, que eran doce. En el libro de Hechos, el propio Lucas nos informa que había unos ciento veinte reunidos en el momento del derramamiento del Espíritu Santo el día de Pentecostés, un poco más de un mes después de este acontecimiento. Durante el ministerio del Maestro hubieron unas cuántas personas que se comprometieron con Él, creyendo en su evangelio y en su persona. Podemos decir que Nicodemo, José de Arimatea, Lázaro y sus hermanas, y unos cuántos anónimos para nosotros se cuentan dentro de ese grupo.
Consideremos el momento histórico en que se produce esta situación.
“Aquel mismo día” es una referencia al día de la resurrección, el tercer día luego de la crucifixión y muerte de Jesús.
¿Qué habían estado viviendo los discípulos de Jesús en ese tiempo? Aquellos tres años del ministerio terrenal del Maestro son difíciles de describir en términos humanos. ¿Te imaginas lo que habrá significado para aquellos hombres y mujeres escuchar en primera fila las enseñanzas, ser testigos presenciales de los milagros, observar a Jesús enfrentar a los opositores y acompañarlo en los poderosos momentos de su vida? Aquella gente sí que podría haber tenido varias conversaciones en las que habrían comentado lo especial y diferente que había sido encontrar a Jesús. Además, habían entendido que Jesús era el Enviado, el Mesías, aquel que Dios enviaba para redimir a su pueblo. Jesús no era “un maestro más”, un buen hombre o “uno de los profetas”. Jesús era aquel, único y especial, a quien Dios había prometido enviar, y que ellos estaban teniendo el privilegio de acompañar.
Pero entonces vinieron a Judea, se metieron en Jerusalén. El impacto inicial también fue poderoso y asombroso, porque pudieron presenciar el recibimiento especial de todo el pueblo, mientras le cantaban alabanzas anunciándolo como el heredero de las promesas a David, echando ramas y telas ante su paso. Eso fue el inicio de la semana, pero todo cambiaría muy rápido. Pronto llegaría la noche de la última cena, el arresto en el Huerto de Getsemaní, el juicio nocturno, la condena pública frente a Poncio Pilato, y entonces la crucifixión. ¿Puedes captar aunque sea un poco del impacto emocional que aquellos discípulos experimentaron ante esos eventos?
No sé si te ha ocurrido personalmente algo que se parezca a aquello. ¿Puedes identificarte con este pasar de la máxima celebración que hayas experimentado a el impacto que solamente la muerte - y una muerte violenta e injusta - puede producir?
Esto es lo que llenaba el corazón de aquellos discípulos, que por algún motivo viajaban a Emaús y que no podían dejar de hablar de aquello mientras caminaban. Has tenido días así. Algo ocurre y sientes que necesitas compartirlo, necesitas procesarlo mientras hablas de ello. Les surgirían muchas preguntas: ¿Cómo podía haber ocurrido? ¿Cómo fue posible que Jesús, tan lleno de autoridad y poder - habían visto ese poder, habían percibido esa autoridad - se dejara atrapar tan mansamente por aquellos jueces injustos? Probablemente fueran hablando de algo de eso en el camino cuando algo inesperado pero normal sucedió: se les unió un desconocido.
El relato nos explica que “Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos”. La iniciativa la tomó el Señor, no ellos. El mismo Jesús estaba a su lado, caminando con ellos, aunque ellos no eran capaces de percibirlo en aquel momento - “pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados”.
Jesús se presentó para sanarlos, para enseñarles lo que no habían comprendido antes, para revelarles la verdad como nunca antes la habían entendido. Y ellos, en ese momento, no lo percibieron. Pero Jesús, de todas maneras, tocaría sus corazones con su revelación.
El Maestro les pregunta de qué venían discutiendo, quería participar de aquella conversación, porque tenía mucho que decir al respecto. Lucas registra que fue Cleofas quien tomó la palabra (probablemente Lucas se haya entrevistado con él). ¿Cómo alguien podía preguntar algo que para ellos era tan grande, tan evidente, tan conocido? La pregunta de Jesús, “¿Qué es lo que ha pasado?”, era la oportunidad exacta para que aquellos hombres impactados por los acontecimientos soltaran lo que llenaba sus corazones.
Observa cuidadosamente cómo describieron a Jesús.
“Lo de Jesús de Nazaret. Era un profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de los sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para ser condenado a muerte, y lo crucificaron; ...”
“De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron”.
La exactitud de esta descripción es maravillosa.
Esto nos habla de cómo veían a Jesús aquellos discípulos. ¿Qué era Jesús para ellos? Seguramente no podían explicar mucho de lo que habían visto en Jesús, y esta era su manera de expresarlo. Sabían que no era “normal”, y su manera de expresarlo era que era “profeta”.
Profeta
Poderoso en obras
Poderoso en palabras
Luego describen su perspectiva de lo que sucedió. Esta es la contraparte de todo el poder, la gracia y el amor que Jesús vino a transmitir. Cleofas describe la maldad, la injusticia.
Quienes. Primero detalla quienes “lo hicieron”. Fueron “los jefes de los sacerdotes, y nuestros gobernantes”.
Ellos “lo entregaron”, refiriéndose a que pusieron a Jesús en manos de Poncio Pilato, a quien colocaron bajo presión para que determinara la condena a muerte de Jesús. Esas palabras suenan a decepción: los que tendrían que haber ejercido justicia, los que tendrían que haber acercado al pueblo a Dios, habían hecho todo lo contrario.
Eso derivó en “lo peor”. La entrega fue para que fuera condenado a muerte, “y lo crucificaron”. Esas palabras implican dolor, confusión, decepción.
La siguiente frase es muy reveladora:
“...pero nosotros abrigábamos la esperanza de que era él quien redimiría a Israel.”
“Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel...”
Las personas llegan a Jesús con diferentes expectativas y diferentes percepciones del impacto de su persona y obra. Aquellos discípulos:
Sabían que el Mesías había sido prometido. Tenían presentes las profecías y las promesas de Dios.
Creían que Jesús era el Mesías. Habían entendido que Él era el enviado de Dios.
Todo eso suena muy bien, así que, ¿qué hay de malo en esta declaración?
¿Tú también observaste el tiempo pasado en la conjugación del tiempo “esperar”?
Sí, ellos dijeron “esperábamos”. Podría también traducirse como “teníamos la esperanza”. Cuando tú anuncias que “esperabas” algo, lo más probable es que ya no lo esperes.
Lo que Cleofas y su amigo estaban diciendo era que la crucifixión y muerte de Jesús había echado a volar la esperanza que tenían. Es que, como todos sabemos, la muerte es algo definitivo, determinante, concluyente. No es en vano que muchos repiten el argumento de que “mientras hay vida, hay esperanza”. Pero, ¿qué podían esperar ahora estos hombres que esperaban que Jesús se levantara como el nuevo gobernante de Israel, que lo sacaría del sometimiento ante el Imperio Romano y lo colocaría en una posición de privilegio ante el resto de las naciones?
Hay situaciones en la vida que pueden tener el potencial de robarnos la esperanza. La muerte es muy poderosa para eso, y podemos llegar a pensar que ya todo está perdido, que no se puede hacer nada, que solo queda esperar la derrota final. Pero Jesús lo cambia todo.
Jesús no solamente “era el que había de redimir a Israel”. Jesús es el que redime a Israel, y a todo el que cree en Él. Y cuando decae nuestra fe, cuando se despedaza nuestro concepto del cumplimiento de las promesas de Dios, Jesús se levanta para defendernos y para devolvernos la confianza en Él.
Los discípulos también fueron concretos en señalar cuánto tiempo hacía desde la crucifixión (aquel era el tercer día), y relataron lo que pasó con las mujeres que fueron a la tumba al amanecer de aquel día. Se concretaron a presentar los hechos, sin interpretación, y sin mencionar la posibilidad de que el Maestro se hubiera levantado de entre los muertos.
No se esperaban la reprensión que recibirían a continuación:
¡Qué torpes son ustedes, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria?
¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
No era la primera vez que Jesús lamentaba la falta de entendimiento. (Mateo 17.17 y el resto de los sinópticos en ocasión de la sanidad del joven con epilepsia, poseído). La vista espiritual de los discípulos era bien corta, tal como la nuestra hoy en día. Tal como ellos, podríamos darnos por derrotados cuando Dios solamente está preparando una victoria épica, más allá
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