Jesús en el huerto de Getsemaní
Introducción
Introducción Contextual
1. El asunto de la resurrección (Lucas 20:27-40)
2. Cristo como Señor eterno (Lucas 20:41-44)
3. La hipocresía y avaricia religiosa (Lucas 20:45-47; 21:1-4)
4. Profecía sobre la destrucción de Jerusalén y el templo y la diligencia en el segundo advenimiento (Lucas 21:5-37)
5. El traidor, el hijo de perdición (Lucas 22:1-6)
6. La última Pascua de Jesús con sus discípulos y el cambio de sacramento, de la cena pascual a la cena del Señor (Lucas 22:7-23)
7. Las últimas directrices del maestro a sus discípulos (Lucas 22:24-38)
Exposición Contextual
El Monte de los Olivos
• El huerto de Getsemaní está ubicado en algún lugar en el monte de los Olivos, al este de Jerusalén y a través del valle de Cedrón (la ubicación exacta continua desconocida).
• Jesús frecuentaba el huerto, a menudo como un retiro de la ajetreada ciudad y especialmente durante las fiestas y festividades judías cuando los peregrinos inundaban la ciudad y el templo.
• El monte de los Olivos está situado a lo largo del camino principal conectando Jerusalén y Jericó, con el desierto de Judea en medio.
• Esta ruta solía ser usada por el pueblo de Dios con propósitos de peregrinación o incluso para escapar de enemigos al adentrarse en lo profundo del desierto.
• Cuando Jesús se retiró al huerto en la noche de su arresto, tenía dos opciones: reconsagrarse a la voluntad de su Padre o escapar de sus acusadores huyendo a través de la cordillera y hacia el desierto.
El nombre Getsemaní, (Gethsēmani, Γεθσημανί en griego), es un derivado del hebreo v, o prensa de aceite. Las prensas de aceite solían estar convenientemente ubicadas dentro de huertos de olivares de modo que la cosecha pudiera procesarse en el lugar. Situado en el monte de los Olivos, que toma su nombre de las fincas de olivares plantadas allí en la antigüedad, esta asociación con la producción de olivos se ajusta a ello.
Exposición del texto
Objetivo del Sermón
Puntos a tratar
1. El Hijo sujeto a la voluntad del Padre
a) LA UNIÓN HIPOSTÁTICA
El Señor Jesucristo es verdaderamente Dios
El Señor Jesucristo es verdaderamente hombre
VIII.2 El Hijo de Dios, la segunda Persona de la Trinidad, siendo verdadero y eterno Dios, de la misma sustancia e igual con el Padre, cuando llegó la plenitud del tiempo, asumió la naturaleza humana, con todas sus propiedades esenciales y con sus flaquezas comunes, pero sin pecado.173 Fue concebido por medio del poder del Espíritu Santo, en el vientre de la virgen María, de la misma sustancia de ella. De tal manera que dos enteras, perfectas y distintas naturalezas, la divina y la humana, fueron unidas inseparablemente en una sola Persona, sin conversión, composición o confusión.175 Dicha Persona es verdadero Dios y verdadero hombre, pero con todo, un solo Cristo, el único Mediador entre Dios y el hombre.
En esta expresión, y por supuesto en todo el versículo, se enseña claramente la gran y misteriosa verdad de que nuestro Señor tenía dos voluntades: una humana y otra divina. En su Persona, las naturalezas humana y divina estaban unidas maravillosamente. En palabras del Artículo: “Las dos naturalezas enteras y perfectas, esto es, divina y humana, se unieron en una Persona, para no ser jamás separadas”. Pero también debemos recordar con cautela que, aunque ambas naturalezas estaban unidas, no debían confundirse las dos voluntades. Nuestro Señor tenía una voluntad como hombre perfecto y también tenía una voluntad como Dios perfecto. Como Dios tenía una voluntad en plena armonía con la voluntad del Padre, una voluntad de sufrir, morir, llevar nuestros pecados y proveer redención en la Cruz. Pero como hombre tenía una voluntad que se apartaba por naturaleza de la muerte y del dolor, como todo lo que tiene aliento de vida hace de manera instintiva. Esta es la voluntad a la que oímos hablar en el versículo que tenemos delante. Dice Teofilacto: “El hombre ama la vida por naturaleza”. Nuestro Señor era un hombre exactamente como nosotros en todas las cosas excepto en el pecado. Su constitución corporal, su sistema nervioso y su capacidad de sufrir eran exactamente como las nuestras. Por tanto, esta naturaleza es la que dice: “Pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.