Venciendo la Ira
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Introducción
Introducción
Hay muchas cosas que nos hacen enojar, puede ser el encierro en estas cuarentenas, los trancones, hacer colas, no encontrar algo que estamos buscando, que nos atiendan mal, que nos vendan algo dañado, que nos hagan esperar. O nos hace enojar cosas importantes que vemos o que nos hagan a nosotros como : el engaño, el robo, la injusticia, la violencia, el egoísmo, la mentira. Esta lista se queda corta.
Cuando nos enojamos normalmente podemos reaccionar de muchas maneras, algunos explotan y todos a su al rededor se dan cuenta de que la persona esta enojada, otros son mas disimulados y demuestran su enojo con indirectas, quejas, murmuración, aislamiento de Dios y de los demás, amargura o depresión.
La cuestión es que enojarse es inevitable en un mundo caído donde las personas pecan y las circunstancias son difíciles. Ahora bien, es importante saber que a Dios le importan las cosas que nos hacen enojar y tambien le importa la manera que manifestamos y manejamos el enojo o la ira. Enojarse no necesariamente es pecaminoso, pero hay maneras de demostrar el enojo que definitivamente desagradan a Dios, Pablo nos dice:
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,
El enojo puede consumir la vida de una persona, puede llegar a definir su vida y volverlo un esclavo del resentimiento y la amargura. Manejar el enojo es importante, es algo que necesitamos aprender y debemos hacerlo a la manera de Dios.
El mundo de la psicología a propuesto algunos métodos para manejar el enojo:
Algunos aconsejan que las personas deben entrar en contacto con sus emociones y expresarlas desahogandose, diciendo lo que pensamos, como dicen coloquialmente “debemso cantarle la tabla a las personas” si queremos tener una mente saludable.
Oros aconsejan controlar el enojo, saben que es destructivo, entonces recetan medicamentos, ejercicio y yoga para mantener la calma.
Según las escritura estos remedios no funcionan. Por un lado, desahogarse es destructivo y expresar lo que pensamos nunca es bueno (la biblia nos manda refrenar nuestros labios y hablar solo para edificar a otros, para restaurar relaciones o solucionar problemas). Por otra parte las técnicas para manejar emociones no funcionan porque el problema nuestro esta en el corazón:
¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?
La biblia es suficiente para ayudarnos a vencer el enojo pecaminoso. Dios tienen un método que funciona, de manera que cuando nos enojemos no pequemos dañando u ofendiendo a otros o arruinando relaciones, sino que restauremos y edifiquemos a otros.
Si conoces a Jesucristo como tu Salvador, puedes controlar tu ira. Y Dios nos llama a hacer precisamente esto: “El necio da rienda suelta a toda ira, mas el sabio al fin la sosiega” (Proverbios 29:11) - Cuando alguien dice que no puede, lo que realmente quiere decir es que no quieres hacerlo por su causa de su rebelión contra Dios. Pero todo creyente puede hacerlo cuando quiere y tiene suficiente motivación para hacerlo y hace un esfuerzo consciente por cambiar para la gloria de Dios.
El problema es que hay personas que han aprendido a no preocuparse por controlar su ira en ciertas circunstancias y con ciertas personas. Pero si han aprendido a controlar el enojo en otras circunstancias cuando cree que no conviene manifestarla. Algunos han aprendido a perder el control y enojarse ante miembros de su familia, a pesar de que han aprendido a controlarse ante otras personas extrañas.
Ejemplo: Esposos que regañan a sus esposas con palabras hirientes con frecuencia, de pronto son pacíficos y dulces en el trabajo u otros contextos sociales. La razón, por supuesto, es que han aprendido a hacer el uno o el otro. Y como es una conducta aprendida, hay esperanza de poder cambiar. Lo que se ha aprendido, puede olvidarse y ser sustituido por otro aprendizaje que agrada a Dios. Es más, el hecho de que puedas controlar tu carácter en algunas circunstancias es prueba de que puedes aprender a hacerlo en la casa también.
Esta mañana vamos a considerar el método de Dios para controlar la ira, considerando dos temas: ¿qué es la ira?, y ¿como expresar la ira adecuadamente?.
¿Qué Es la Ira?
¿Qué Es la Ira?
El enojo o la ira siempre expresan dos cosas: Identifica algo de tu mundo, que es importante para ti, e indica que crees que algo está mal. Esto puede ser algo tan pequeño como que te sirvan una taza de café frío en un restaurante o tan importante como que tu esposa se vaya con tu mejor amigo.
La ira puede ser definida como la capacidad dada por Dios para responder ante un mal que nos parece importante. El rango de las cosas que percibimos como malas puede variar desde algo tan insignificante como que te empujen en medio de una gran multitud (inevitable), o que alguien te traicione.
Lo importante de esta definición, es que Dios nos creo con la capacidad de reaccionar ante el mal con enojo. El enojo es parte de nuestro diseño a imagen de Dios, debemos recordar que Dios se enoja por el mal que ve en su mundo. Romanos 1:18 , Juan 3:36
El hecho de que Dios esté enojado nos dice algo muy importante. Esto nos dice que el enojo puede ser algo correcto, apropiado, bello, la única respuesta justa a la maldad y la única respuesta amorosa para con víctimas de maldad.
B.B. Warfield dice: “es imposible para un ser moral presenciar una maldad y no ser conmovido.”
Jesucristo se llenó de enojo cuando encontró gente pervirtiendo la adoración de Dios en el templo Juan 2:14-17 y tambien se enojo por la indiferencia de los lideres de Israel ante el sufrimiento y la necesidad de la gente: Marcos 3:5;10:14 Juan 2:14-17.
Ahora bien, noten que el enojo de Dios jamás es caprichoso o petulante. Él responde justamente a lo que es malo y ofensivo. Ezequiel 18:23; Dios en medio de enojo es paciente Romanos 2:4, su interés en medio de su enojo es primeramente la restauración de los ofensores Ezequiel 16:9. Su enojo nunca es injusto cuando luego de da oportunidades para el arrepentimiento juzga a los pecadores impenitentes Ezequiel 24:14
Aquellas cosas que enojan a Dios son realmente importantes, el se indigna por la traición, la rebelión, el engaño, las creencias blasfémas que alejan a los hombres de él como fuente de vida. Dios no sería bueno si no odiara estas cosas. De echo si Dios es amor, necesariamente debe odiar y enojarse con todo lo que destruye los objetos de su amor.
De manera que cuando sentimos ira, no necesariamente estamos mal. De hecho en algunas ocaciones esta mal no enojarnos. Pero muchas veces, nuestro enojo traspasa los límites y se convierte en algo que enoja a Dios. Veamos cuando ocurre esto:
Cuando nos enojamos por cosas que no importan.
Como la ira de Dios siempre es santa y pura él solo se enoja cuando algo realmente esta mal. Dios se enjoa cuando las personas hieren o hacen mal a los demás: “El amor no hace mal al prójimo” (Romanos 13:10). “No paguéis a nadie mal por mal” (Romanos 12:17). De manera que cuando en nuestro enojo, ofendemos o herimos a las personas, esto desagrada a Dios, nunca dos errores suman un acierto, así que nuestra ira contra las personas muchas veces duplica el error. Pero la ira de Dios corrige el error (Romanos 12:19).
Una de las diferencias entre nuestra ira y la de Dios es que como nosotros no somos santos y puros, muchas veces nos enojamos por cosas que no son verdaderamente malas o que son importantes para nosotros y nadie más. Si haces un escándalo cuando te sirven un café frío en un restaurante, o dices malas palabras cuando estás atascado en el tránsito, o _________ (llena el espacio con lo que más te provoca), estas cosas no son importantes en el ámbito de Dios. En la Biblia, Dios nos explica por qué nos enojamos por las cosas que solo nos importan a nosotros. El apóstol Pablo usa la frase “el deseo de la carne” (Gálatas 5:16–17) para describir de dónde surge nuestra ira incorrecta. Tú y yo nos enojamos por aquello que deseamos (lo que esperamos, queremos y creemos que necesitamos) que suceda en una determinada situación o relación.
Aplicación: Piensa sobre la última vez que te enojaste. Detrás de tus sentimientos, palabras y acciones llenos de ira, estaba lo que querías pero no conseguiste. Respeto, aliento, poder, conveniencia, placer, identidad, seguridad… ¿qué es lo que quieres? ¿Y cómo reaccionas cuando no lo consigues? La ira incorrecta le dice al mundo en voz alta: “¡Quiero las cosas a mi manera! ¡Qué se haga mi voluntad!”.
Nuestra ira es incorrecta cuando algo bueno nos importa más que Dios.
A veces, queremos cosas buenas:
No está mal querer que tu marido te ame y te escuche.
No está mal querer que tus hijos te respeten y obedezcan.
No está mal querer que tu jefe sea honesto contigo.
No está mal querer un plato de comida y una taza de café calientes,
No esta mal querer llegar a tiempo a un compromiso en lugar de estar atascado en medio de un trancon.
Pero cuando cumplir tus deseos —aun cuando se trata de algo bueno— llega a ser más importante que cualquier otra cosa, es allí donde tu anhelo cambia y se torna un “deseo de la carne”. Lo quieres en demasía. Cuando no consigues lo que quieres, exiges, crees que necesitas y piensas que mereces, es entonces que tu ira estalla.
Santiago 4:1–2. Cuando desees algo —aunque sea bueno— más que a Dios, te enojarás si no lo consigues o si te lo arrebatan.
Nuestra ira es incorrecta cuando reaccionamos mal ante algo que está realmente mal.
En algunas ocasiones, tenemos razón en enojarnos, porque estamos experimentando un verdadero mal. En este caso, el problema no es el enojo, sino la forma en que expresamos nuestra ira:
No está bien que alguien conduzca demasiado cerca de tu vehículo, de manera irresponsable y agresiva, poniendo en riesgo a tu familia.
No está bien que tu cónyuge sea indiferente o desconsiderado.
No está bien que tu jefe sea injusto en su trato o que tus hijos se nieguen a obedecerte.
No está bien que te maltraten o te ataquen.
Dios nos dio el enojo para que pudiéramos decir: “Eso no está bien y es importante”. En nuestro mundo quebrantado, tendrás muchas buenas razones para enojarte. Pero como somos parte de este mundo imperfecto, expresamos de manera equivocada nuestra ira contra lo que en verdad está mal.
Explotamos. Nos irritamos. Murmuramos. Nos quejamos. Guardamos rencor. Rechazamos a las personas. Nos vengamos. Nos volvemos amargados, cínicos y hostiles. Algo verdaderamente malo sucedió… y nosotros reaccionamos verdaderamente mal.
¿Cómo podemos aprender a solucionar todo esto? ¿Cómo podemos cambiar?
El Cambio Comienza con Tu Relación con Dios
El Cambio Comienza con Tu Relación con Dios
Cuando te enojas pecaminosamente, estás tomando el lugar de Dios y juzgando a otros, inclusive a Dios mismo. Ya sea que estés enojado por algo trivial o serio, tu reacción incorrecta revela que estás viviendo como si tú estuvieras a cargo del mundo. Crees que tú tienes el derecho de juzgar a las personas que te rodean y la manera en que Dios dirige el mundo.
Cuando Santiago habla sobre la ira, explica por qué es un error juzgar y criticar a los demás:
Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?
Solo Dios tiene el derecho de juzgar irrevocablemente.
Piensa en los momentos cuando te enojas. ¿No estás diciendo: “Hágase mi voluntad; venga mi reino”?
Y cuando las cosas no salen como tú quieres, ¿no juzgas a quienes no hacen lo que tú quieres (inclusive a Dios), como si fueras Dios? No eres Dios, pero cuando te enojas, muchas veces, actúas como si lo fueras.
Dado que tu ira incorrecta tiene que ver con tu relación con Dios, no puedes solucionarla aprendiendo algunas estrategias o técnicas.
La ira pecaminosa crea un gran problema entre Dios y tú. Al Señor no le agradan los presumidos que quieren hacerse cargo de su universo. Tu enojo no se trata solo de ti y de las cosas frustrantes que te suceden. No se trata solo de ti y de tu personalidad irritable y opositora. Y no se trata solo de ti y de las personas irracionales que te rodean. Se trata de ti, de esas circunstancias frustrantes, de todas esas personas irrazonables… y del Dios vivo. Se trata de que estás actuando como si estuvieras a cargo del mundo de Dios y de las otras personas. Pero quien está a cargo es Dios.
Actuar como si fueras Dios (es orgullo) es la esencia de lo que significa ser pecador. Comprender la ira de este modo es inmensamente liberador y muy esclarecedor. La ira pecaminosa es un testimonio, un fruto de tu orgullo.
Cuando te veas como pecador, en vez de enfocarte en los errores de todas las personas que te rodean, la gracia y la misericordia de Dios estarán a tu disposición.
La misericordia de Dios es para aquellos que, con sinceridad, le confiesan su pecado y le piden la gracia para cambiar. Santiago también declara: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6; 4:7–10 aqui vemos lo que implica recurrir a Dios).
La ira no tiene misericordia. La ira ve, castiga y se deshace de los ofensores. Pero Dios ha elegido ser misericordioso para con los transgresores; inclusive con alguien como tú que luchas por querer ocupar el lugar de Dios en el mundo (Efesios 2:1–5). La misericordia de Dios te da vida. Si tienes amargura, si te quejas, si gritas y discutes, necesitas la misericordia de Dios.
Recibirás misericordia y ayuda cuando le confieses al Señor tu lucha por tener el control de todo, por querer ser Dios y por juzgar a quienes te rodean. La ira justa de Dios hacia los pecadores como tú fue derramada sobre su Hijo en la cruz. Por la muerte de Jesús, puedes recibir perdón y tener una nueva vida.
Cuando le confieses a Dios tu pecado con sinceridad y le pidas que te perdone en el nombre de Jesús, recibirás el perdón y el don del Espíritu de Dios. Su Espíritu te dará el poder para expresar tu enojo, pero no a tu manera, sino a la manera de Dios.
2. ¿Como expresar la Ira apropiadamente?
2. ¿Como expresar la Ira apropiadamente?
Recordemos que la Ira de Dios es Redentora; la Tuya También Puede Serlo
¿Cómo responde Dios cuando algo importante está mal en su mundo? Responde de manera redentora.
¿Se ofende el Señor cuando alguien actúa como si fueran su propio dios, cuando es falso para con él y causa dolor a los demás o así mismo? Sí.
Pero ¿cómo expresó su ira? Envió a su propio Hijo a este mundo quebrantado a fin de que fuera quebrantado en la cruz. Sacrificó a su Hijo para perdonar, transformar y restaurar a su pueblo con el fin de que tuvieran una relación correcta con él y con los demás.
Tu ira también puede resultar en redención. Cuando acudas a Dios y encuentres perdón en el nombre de Jesús, serás lleno de su Espíritu. Y cuando estés lleno de su Espíritu, también te será posible responder de manera redentora cuando te enojes.
Podrás aprender a decir: “Eso está mal”, sin despotricar, exagerar, decir palabrotas, gritar o insultar.
Estar lleno del Espíritu significa que todo tu ser comenzará a parecerse a Dios. En lugar de responder con ira pecaminosa frente a cosas sin importancia, empezarás a ver tu vida desde la perspectiva de Dios. Comenzarás a preocuparte por las cosas que realmente importan, en vez de exagerar ante cosas relativamente sin importancia.
Jesús reacciono ante las cosas que estaban mal en este mundo, estas cosas le importaban a él más que a nadie. El estaba tan interesado en estas cosas que dio su vida para corregirlas. Pero lo que impulsaba su enojo eran la fe y el amor, no el egoísmo, la hostilidad y la agresión. Ser más como Dios significa que te preocuparán las cosas que le interesan al Señor Jesús, las cosas que realmente importan en el mundo de Dios.
Entonces, parecerse a Dios significa que cuando veas el mal, aprenderás a reaccionar como Dios lo hace. Cuando Dios ve el mal, responde de manera constructiva. Él ha hecho esto con nosotros, al llamar nuestros pecados claramente por su nombre, y después, al ofrecernos la misericordia y la gracia que no merecemos.
Veamos cómo responde Dios de manera constructiva ante un verdadero mal:
Dios es paciente. (Éxodo 34:6). Aprender a ser “tardo para la ira” significa vivir en un mundo en el cual hay cosas que están mal —un cónyuge indiferente, un jefe injusto, un adolescente irrespetuoso— y, aun así, estar dispuesto a permanecer en situaciones y relaciones interpersonales difíciles a largo plazo. ¿Por qué? Porque te das cuenta de que vives en el mundo de Dios, no en el tuyo; y aunque es necesario abordar este mal, el llamado de Dios para ti es que continúes tratándolo de manera constructiva, paciente y amable.
Dios es misericordioso. La misericordia es poder ver algo que está mal y decir: “Voy a enfrentar esto con el propósito de mejorar las cosas”. La misericordia de Dios es un desagrado constructivo. El Señor podría responder con ira, pero en vez de hacerlo, se propone corregir lo que está mal. Porque es misericordioso, Dios envió a Jesús para morir en la cruz por ti. Su ira justa fue derramada sobre Jesús. La misericordia de Dios significa que eres salvo de la muerte eterna, a causa de tu rebelión contra él. A medida que experimentes la misericordia de Dios, aprenderás a ser misericordioso. En vez de juzgar a otros con enojo, te arremangarás y ayudarás a corregir los errores que veas.
Dios es clemente. El perdón de Dios no hace que lo errado esté bien. El Señor llama por su nombre lo que está mal (¡aun la ira pecaminosa!) y trata con los errores pagando él mismo el precio. Perdonar es una forma de estar disgustado de manera constructiva. En vez de insistir con la justicia inmediata, el perdón reconoce el mal y lo olvida. Cuando amas a tu enemigo y lo tratas con amabilidad, estás venciendo el mal con el bien. Amar a alguien que ha hecho algo malo es un modo de vencer ese error.
Dios confronta en amor. Hay lugar para el tipo de ira correcto cuyo propósito es el amor. Tal como Dios confronta de manera amorosa, tú también puedes hacerlo. Por ejemplo, los agresores y los que les hacen mal a otros deben ser llevados ante la justicia. Es constructivo y está fundado en el amor que los malhechores enfrenten las consecuencias de sus errores. Si tu hijo es irrespetuoso, debes enojarte, y tiene que haber consecuencias. Pero ¿qué haces con ese enojo? ¿Perder el control y exagerar? ¿Ser violento físicamente? No, puedes expresar tu enojo de manera constructiva con una reprimenda clara y consecuencias justas. Permanece firme, pero tu amor por tu hijo es lo que motiva tu firmeza.
Así que, lo opuesto a la ira pecaminosa no es ignorar lo que realmente está mal en este mundo. La ira piadosa enfrenta constructivamente lo que está mal, de una manera paciente, misericordiosa, clemente y sincera, haciéndole frente a lo que es necesario enfrentar.
Nuestra ira pecaminosa produce dolor, destrucción y soledad. La ira piadosa se convierte en un instrumento en las manos de Dios para mejorar este mundo perverso.
Estrategias Prácticas para cambiar
Dios trata con lo que está mal en este mundo de un modo maravilloso y sorprendente, pues combina la firmeza con la mansedumbre, y la honestidad con el perdón. Pero ¿cómo puedes ponerlo en práctica? ¿Cómo puedes aprender a abandonar tu enojo pecaminoso y expresar ira justa de manera constructiva?
Veamos lo que Pablo inspirado por Dios tiene que decirnos para ayudarnos a vencer el enojo pecaminoso.
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.
Como no expresar nuestra ira
No tenemos que aislarnos y pensar demasiado (“amargura”).
No debemos ir a la otra persona y volcar toda nuestra ira (“enojo y gritería”).
No debemos ir a personas que no están envueltas en el asunto y murmurar (“maledicencia”).
Resumen, en medio de tu enojo, Dios no quiere que te guardes la ira Efesios 4:26, pero tampoco quiere que te amargues, explotes, o murmures… Todas estas cosas contristan al Espíritu Santo con el que fuimos sellados -
Ni las explosiones, ni guardar rencor resuelven los problemas por los que nos airamos. ¡Ambos crean una nueva serie de problemas! La ira es un impulso fuerte cuya intención es llevarnos a destruir algo. El problema es que Dios no nos ha dado el derecho de destruir a otros, ni tampoco nuestro propio cuerpo. Cuando explotamos, la intención es destruir a alguien o algo. Si nos tragamos nuestra cólera, el resultado (intencionalmente o no) es la destrucción de nosotros mismos. Cuando explotamos, ventilamos el enojo en una forma que no resuelve el problema que lo produjo. Al contrario, la energía descontrolada que soltamos solo tiene la meta de dañar, y por lo tanto termina creando más problemas para nosotros. Y si guardamos el rencor y los resentimientos, soltamos dentro de nosotros estas mismas energías de enojo, creando como resultado colitis, úlceras, tensiones y otros daños físicos.
¿Que podemos hacer entonces?
Nuestras palabras, aun cuando otros nos han ofendido, deben edificar y dar ayuda; nunca deben destruir. La destrucción no nos pertenece, sino a Dios (ver Romanos 12:18–21). Lo más importante de este versículo es que las palabras que nacen por el enojo (y esto es lo que el contexto está señalando) deben ser dirigidas en destruir el problema, no a la persona.
dirige todas tus energías a resolver el problema de la manera que Dios pide. Si tu problema ha sido que explotas, en lugar de girar hacia el silencio y guardar rencor, debes pedir a Dios su ayuda para poder soltar tu enojo de manera controlada. Y si tu problema ha sido el de callarse y guardar rencor, en lugar de procurar ventilar tus sentimientos en explosiones, debes pedir la ayuda de Dios para poder soltar tu enojo en lugar de guardarlo adentro. Sin embargo, debes aprender a soltar tu enojo de manera controlada. Solo de esta manera ganarás el control sobre esta fuerza poderosa e importante para tu vida. El enojo, como todo buen caballo, debe tener rienda. Por su gracia Dios te ayudará a controlar tu enojo para que lo puedas usar para su gloria. Dios será honrado si sigues las pautas para manejar el enojo que Dios establece en las Escrituras. No tienes que hacer este cambio por tus propios medios o tus propias fuerzas, porque si pides en oración poder seguir la Biblia, el Espíritu de Dios te ayudará a hacerlo.
Entonces el primer paso para el cambio es
- Ir a Dios para pedirle ayuda. Al ir a él, aprenderás a examinar tus malas reacciones, cómo acercarte a otros con el propósito de pedir ayuda y cómo ir a la persona en cuestión de manera constructiva. Tu enojo será transformado cuando comprendas en lo más profundo de tu corazón cómo te trata Dios en Cristo. La paciencia, la misericordia, el perdón y la confrontación amorosa del Señor solamente serán una realidad en tu vida a medida que tu relación con él crezca. Comienza con una reunión sincera con Dios.
Mientras oras a Dios, pregúntate honestamente lo siguiente:
1. ¿Qué pasa a mi alrededor cuando me enojo? ¿Qué me lleva al límite? Piensa en ocasiones específicas en las que te enojas. Haz una lista de las últimas cinco veces que te enojaste, o registra las próximas cinco. Describe lo que estaba sucediendo a tu alrededor. Piensa cómo tu ira pasó los límites. Clasifica tu lista, explicando si tu ira fue correcta o incorrecta. ¿Cuándo te enojaste por algo que no tiene importancia en el mundo de Dios? ¿Cuándo te enojaste porque le diste a algo bueno más importancia que a Dios? ¿Cuándo te enojaste porque realmente sufriste una injusticia?
2. ¿Cómo actúo cuando me enojo? Observa tu lista y escribe lo que haces cuando tu ira es pecaminosa. ¿Expresas tu ira con amargura (guardando tu ira)? ¿Discutiendo (expresando tu ira sin freno con quienes te rodean)? ¿Hablando mal (murmurando y hablando sobre los que te hicieron daño)? ¿O con una combinación de los tres? Sé detallado al describir cómo expresas tu ira pecaminosa. ¿En alguna oportunidad fue la ira una expresión de amor —no de odio— y la expresaste de manera constructiva?
3. ¿Cuáles eran mis expectativas (qué quería, necesitaba, exigía) cuando me enojé? Esta pregunta sobre la motivación introduce a Dios en la conversación, porque revela qué usurpó el lugar del Señor en tu corazón. Tu respuesta mostrará en qué área necesitas más la ayuda de Dios. Quitará tu enfoque de las circunstancias que le dieron ocasión a tu ira y te ayudará a pensar sobre el motivo por el que pensabas que tenías el derecho de enojarte y expresar tu ira de la manera en que lo hiciste.
4. ¿Qué mensaje tiene Dios en su Palabra dirigido a mi ira?
La escritura nos habla de como la ira desemboca en mas pecados como la impaciencia que implica tomar represalias por inconvenientes que nos causan (1 Tes 5:14-15), tambien causa amargura que nos mas que ira retenida por ofensas pasadas sean reales o imaginarias (Ef 4:31; Heb 12:15); la ira esta acompañada muchas veces del pecado de la cólera, que es exasperarse hasta estallas en griterías y discusiones necias (Ef 4:31) - la ira tambien va a acompañada de la calumnia y malicia. En este punto es importante pensar en lo que Santiago dice sobre la causa de la ira. Nos enojamos de manera pecaminosa cuando nos olvidamos de que Dios, no nosotros, está a cargo del mundo. Recordar que este es el reino de Dios y no el tuyo afectará en gran medida cómo lidiarás con tu ira. Cuando a esto le agregues una verdadera compresión de todo tu pecado, también verás que Dios, en Cristo, es compasivo y clemente para contigo. Tu ira será transformada. Recordar la altura, la profundidad, la anchura y la longitud del amor y la misericordia de Dios hacia ti colocará las circunstancias y tu reacción iracunda en la perspectiva correcta (Efesios 3:14–19). Meditar sobre tu necesidad de misericordia y del perdón de Dios te recordará que no importa qué te haga enojar, pues es mucho menos de lo que Dios te ha dado en Cristo.
5. Pídele ayuda a Dios. Para que se produzca un cambio en los patrones de tu ira, debes acudir a Dios para pedirle ayuda. Ve a él quien te ama y dile todo lo que te hace enojar. Menciona tu sufrimiento, tus expectativas, tus deseos, tu pecado y toda la maldad que ves y haces, y acércate a Aquel que sufrió y murió por ti. Pide ayuda a Dios para identificar las señales de advertencias tempranas de tu ira (cara sonrojada, puños cerrados/apretados, una sensación en el estómago, voz alzada, etc.). Cuando sienta que eso está sucediendo, orar por ayuda y “apaga” su respuesta airada (Flp 2:12-13). Ningún pecado – incluyendo la ira – es más fuerte que una decisión asistida por Cristo de hacer lo correcto.
En esta conversación sincera con Dios, usa los Salmos. Dios nos los ha dado para que tengamos muchas maneras diferentes de hablar con él sobre las cosas que realmente nos importan.
Algunos Salmos le hablan a Dios sobre nuestro pecado (p. ej.: Salmos 32 y 51).
Otros hablan sobre sufrir injusticias a mano de otras personas (p. ej.: Salmos 10 y 31).
Y muchos hablan de ambas cosas (p. ej.: Salmos 25 y 119).
Todos los Salmos hablan de Dios y revelan cómo es él, lo que necesitamos de él y cómo podemos expresar nuestro amor por él. Los Salmos son ejemplos vivos que nos fueron dados para enseñarnos a hablar con Dios con sinceridad sobre las cosas que importan.
Tu relación personal con el unico Dios vivo y verdadero es lo que separa el enfoque bíblico de los libros de autoayuda, los medicamentos y el control mental. Tener una relación personal con el Dios vivo es lo que cambiará gradualmente tu enojo de destructivo a constructivo.
Tu relación con Dios siempre impactará tu relación con las personas que te rodean. Si has pasado por todas estas preguntas, no necesitas una receta que diga: “Haz A, B y C”. Dado que tienes una relación personal con un Dios vivo, tu sabiduría tendrá calidad de viviente. Quizá cuando comiences a quejarte por algo que no tiene importancia para Dios, te des cuenta de que estas siendo egoísta y podrás decir: Señor, ten misericordia de mí. Y después, puedes ir a las personas que tal vez ofendiste para decirles: “Acabo de tener una muy mala actitud y les pido perdón”.
Imagina qué diferencia haría esto en tu vida: que estes dispuesto a tratar a los demás con dignidad, como personas creadas a imagen de Dios que merecen tu respeto, en vez de llorar reclamando tus derechos y sintiéndose superior por cosas que no valen la pena. Luego puedes abordar problemas menores de manera razonable.
Sin duda, hay personas que son más peleadoras e irritables que otras. Cada uno de nosotros tiene una o dos áreas en las que es más probable que luche. Para algunas personas, es el área de la ira. Otros pueden luchar con el miedo, la incomodidad, la lujuria o las preocupaciones por el dinero.
Si la irritabilidad es tu problema, este pecado te mostrara cuánto necesitas del Señor. Necesitas de su misericordia, su perdón y su ayuda todos los días para tener dominio propio y actuar de una manera piadosa.
Todos nuestros pecados expresan que algo potencialmente bueno se ha vuelto malo. Recordemos que la ira puede ser algo bueno y constructivo. Lo bueno de tu lucha con la ira pecaminosa es que probablemente Dios te ha dado en su gracia un fuerte sentido de justicia y honestidad. A medida que crezcas en sabiduría y dominio propio, tu deseo de justicia no se expresará irritándote con quienes están a tu alrededor, sino trabajando pacientemente con ellos para corregir las injusticias que veas. Quizá sin darte cuenta, llegues a ser parte de una solución constructiva en vez de una fuerza destructiva que empeore las cosas.
Jesús dijo: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).
Dios usa su sentido de justicia y equidad para ocuparse de hacer la paz con nosotros, y para después enseñarnos a hacer la paz los unos con los otros. Sus hijos se vuelven como él.
Nadie puede escribirte un guion sobre cómo manejar tu ira. Pero cada vez que te des cuenta de que estás enojado, repasa las cinco preguntas. Entonces, recuerda el mensaje de amor y misericordia de Dios para contigo. A medida que sigas presentándole a Jesús todo lo que hay en tu corazón, te darás cuenta de que, paso a pasito, estarán sucediendo cambios verdaderos.
Tu disposición para someterte a Jesús y para asegurarte de que seguirlo sea tu prioridad, te permitirá imitarlo al expresar tu ira de manera redentora. Entonces, tus conflictos no terminarán tirando cosas, azotando puertas, con indiferencia vengativa o compartiendo el pecado de los demás. Al contrario, habrá una confrontación amorosa, misericordiosa y constructiva, acompañada del deseo de que cada uno crezca a la imagen de Dios. Esto es lo buscaba Pablo al manifestar su enojo por los que querían pervertir el evangelio en la iglesia de Galacia, Galatas 4:19-20 - Su tono fue fuerte, firme, pero saturado de misericordia y ternura.
Tu relación real y viva con el Dios que te ama sin límites te permitirá crecer para tener relaciones verdaderas en las que el conflicto que tengas se convertirá en una oportunidad para el crecimiento, la comprensión y la manifestación del fruto del Espíritu.
El fruto del E.S. es dominio propio, que nos ayudará a remplazar la ira activamente con sus opuestos piadosos. (Ro 12:21)
Bondad: hacer cosas amorosas y útiles por la otra persona, incluso si esta no lo merece (Ef 4:32; Lc 6:35).
Ternura de corazón: ver el pecado de la otra persona basado en cómo le afecta a él, y no basado en cómo te afecta a ti (Ef 4:32; Mt 9:36; Lc 15:20).
Perdón: borrar la deuda impagable de pecado de la ofensa de la persona (Ef 4:32).
Paciencia: escoger no tomar represalias por inconvenientes (1 Tes 5:15; Col 3:12-13).
Humildad: rechar el pensamiento de “¡yo merezco!” o de “¡tengo el derecho!” (Col 3:12; Ro 12:3).
Amor: rehusar ser provocado o llevar un registro de ofensas pasadas (1 Co 13:4-5).
Auto.control rehusar descontrolarse en ira (Pr 16:32; 29:11; Gl 5:22-23)
Silencio piadoso momentáneo: no decir algo de lo que se arrepentirá después (Pr 15:28; 26:20; Stg 1:19-20).
Palabras gentiles: usar palabras y todos de voz escogidos cuidadosamente a fin de evitar escalar hacia una situación tensa (Pr 15:1).
Rechazo a tomar venganza: la venganza le corresponde a un Dios justo, no a hombres injustos (Pr 20:22; Ro 12:19).
Cuatro ayudas para que recuerdes:
1) Oración. La oración activa la gracia de Dios y Su omnipotencia (Col 1:9-10; Jn 15:5).
2) Memorización de la Escritura. (Pr 14:17, 29; 15:1, 18; 16:32; 17:14, 27; 19:11, 19; 20:22; 21:23; 22:24-25; 25:28; 26:4, 20; 27:3; 29:11, 22).
3) Repaso de escenarios. Acompañe al aconsejado a través de uno de sus episodios recientes de explosión, explicando cómo, por el Espíritu, pudo haber pensado y actuado de manera diferente. Entrenar en base a situaciones pasadas le enseñará al aconsejado a responder adecuadamente cuando sea tentado en el momento de la ira.
4) Registro en un diario. Pida al aconsejado que escriba sus pecados de ira cada día en una libreta de notas. Esto le ayuda a identificar patrones de ira para que pueda hacer un esfuerzo adicional asistido por Cristo en esas situaciones o relaciones en las que frecuentemente tropieza (pueden leer “Lou Priolo, The Heart of Anger, 80-85” para mayor información).
Una nota acerca de la ira justa
momentánea
interna (no involucra gritos ni nada parecido)
expresada hacia el pecado y sus efectos
se preocupa por la gloria de Dios, no por vergüenza o inconvenientes personales
dispuesta a confiar en Dios como Juez, rehusando tomar venganza personal
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Transformación - Pasos específicos PDF UN ENFOQUE BÍBLICO PARA ACONSEJAR A PERSONAS CON IRA PECAMINOSA
Nota, estes es un Material de Adams y Powlison.