La incredulidad del hombre
Juan 12.37-43
Introduccion
Un borracho fue convertido por el Señor. Un día, después de su conversión, un escéptico se mofó de él diciéndole: —¿Crees tú que Cristo hizo que el agua se volviera vino?
La rápida y acertada respuesta de aquel que había sido un beodo fue: —No sé qué decirte …; pero lo que sí sé es que en mi hogar Cristo hizo que el vino se volviera pan.
Vamos con nuestro primer punto: La incredulidad del hombre versos 37 y 38
Llegamos a nuestro segundo punto, Las consecuencias de la incredulidad
Sin duda esta es una cuestión solemne y terrible. A primera vista parece como si convirtiera a Dios en el autor de la destrucción del hombre. Pero, si reflexionamos un poco, veremos que Dios es soberano en su castigo y puede castigar de la manera que considere oportuna. A algunos los mata en el momento mismo de pecar. A otros los entrega a una ceguera judicial y deja de contender con sus conciencias: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Génesis 18:25). Siempre veremos que aquellos a los que se dice que “ciega y endurece” son personas a quienes previamente advirtió, exhortó y llamó a arrepentirse de forma constante. Y jamás se nos dice que ciegue, endurezca y entregue a los hombres a una dureza y una ceguera judiciales hasta después de una larga serie de advertencias. Sin duda, ese fue el caso de Faraón y de los judíos.