LA AVARICIA DENTRO DE LA IGLESIA
6Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; 7porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 8Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 9Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; 10porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.
I.- LA DEFINICIÓN DE AVARICIA:
“Un día, el rabino Eglón recibió la visita de un hombre muy religioso, muy rico y muy avaro. El rabino lo llevó a una ventana. ¿Qué ves? —le preguntó. Veo gente —le respondió el rico. Entonces el rabino lo llevó ante el espejo. ¿Y ahora qué ves? —volvió a preguntarle. Me veo a mí mismo —le contestó el otro. El rabino entonces le dijo: Pues, en la ventana como en el espejo, hay un cristal; sólo que el del espejo se halla recubierto por una capa de plata y, a causa de la plata, no se ve al prójimo, sino se ve uno a sí mismo.”—Autor Desconocido.
Creo que nuestro texto en 1 Timoteo deja en claro lo que es la avaricia y que la batalla contra ella es, es una batalla contra la incredulidad o una lucha por la fe en las promesas de Dios.
La palabra “avaricia” no es utilizada aquí, sin embargo, es su realidad de lo que trata este texto. Cuando en el versículo 5b dice que algunos de ellos están tratando la piedad como un medio de ganancia, Pablo responde en el versículo 6 que “Pero la piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento.” Esto nos da la clave para la definición de la avaricia. La avaricia es algo que desea tanto que se pierde el contentamiento en Dios. “Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento.”
Lo opuesto a la avaricia es el contentamiento en Dios. Cuando el contentamiento en Dios disminuye, la avaricia por la ganancia aumenta. Por eso Pablo dice en Colosenses 3:5 que la avaricia es idolatría. “Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría.” Es idolatría, porque el contentamiento que el corazón debería estar recibiendo de Dios, lo comienza a recibir de otra cosa.
Por lo tanto, la avaricia es desear algo tanto que pierdes el contentamiento en Dios. O: pierdes el contentamiento en Dios para buscarlo en otra parte.
¿Alguna vez has considerado que los Diez Mandamientos comienzan y terminan con prácticamente el mismo mandamiento? “No tendrás otros dioses delante de mí” (Éxodo 20:3) y “No codiciarás” (Éxodo 20:17) son mandamientos casi iguales. Avariciar es desear cualquier otra cosa diferente a Dios de manera que revela una pérdida de contentamiento y satisfacción en él. La avaricia es un corazón dividido entre dos dioses. Por ello, Pablo lo denomina idolatría.
II.- “HUYA DE LA AVARICIA” “PELEE LA BUENA BATALLA DE LA FE”
Ahora, lo que Pablo está haciendo en 1 Timoteo 6:6–12 es tratando de persuadir a la gente de no ser avara. Pero asegurémonos de que vemos como Pablo entiende esta batalla contra la avaricia. Él da sus razones para no ser avaro en los versículos 6–10 (que volveremos a ver), y a continuación, en el versículo 11 le dice a Timoteo que evite o huya de todo eso–huir del amor al dinero y el deseo de ser rico, es decir, la avaricia.
Y dice en el versículo 11b, en lugar de ceder a la avaricia, “sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia y la amabilidad.” Y de esta lista escoge la “fe” para darle atención especial, y dice (en el versículo 12), “Pelea la buena batalla de la fe.” En esencia, dice entonces, “huye de la avaricia… Pelea la buena batalla de la fe”.
En otras palabras, la lucha contra la avaricia no es otra cosa que la batalla de la fe. Esta es una de las pruebas más claras de que la manera de obedecer los Diez Mandamientos (uno de los cuales es, “¡No codiciarás!”) es por la fe. Es también la prueba de que la avaricia es un estado de incredulidad.
Si pensamos en ello, eso es justamente lo que la definición de la avaricia implica. Dijimos que la avaricia es desear tanto algo que se pierde el contentamiento en Dios. O: es la pérdida de su contentamiento en Dios para que comenzar a buscar satisfacción en otra parte. Entonces, ahora, este contentamiento es justamente lo que es la fe.
Jesús dijo en Juan 6:35, “Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.” En otras palabras, creer en Jesús significa experimentarlo como la satisfacción a la sed de mi alma y al hambre de mi corazón. La fe es experimentar contentamiento en Jesús. La batalla de la fe es la lucha por mantener ese contentamiento en Cristo—creer sinceramente, y continuar creyendo, que él suplirá todos y cada uno de nuestros deseos.
La avaricia es, entonces, exactamente el opuesto de la fe. Es la pérdida del contentamiento en Cristo de manera que comenzamos a desear otras cosas para satisfacer las ansias de nuestro corazón. No hay duda, entonces, que la batalla contra la avaricia es una batalla contra la incredulidad y una batalla por la fe. Cada vez que sintamos la más mínima manifestación de avaricia en nuestro corazón, debemos ponernos en contra de ella y luchar con todas nuestras fuerzas con las armas de la fe.
La principal arma de fe es la Palabra de Dios. Así que cuando la avaricia comienza a manifestarse, debemos comenzar a predicarnos a nosotros mismos la Palabra de Dios. Tenemos que escuchar lo que dice Dios. Tenemos que escuchar sus advertencias acerca de lo que le pasa a los avaros, y lo grave que es la avaricia. Y tenemos que escuchar sus promesas que le dan gran contentamiento al alma y superan todos los deseos avaros.
III.- ADVERTENCIAS CONTRA LA AVARICIA:
Cuando Mazarino, señor de Francia un tiempo, se sintió llegar a las puertas de la muerte, mandó le trajesen todos sus tesoros para verlos por última vez.
Su cámara se convirtió en un joyelero de riquezas y en un museo de arte.
Mirándolo todo con ojos desencajados, crispaba sus manos sobre la ropa de su cama, y gemía: —¡Y pensar que lo pierdo todo! ¡Y pensar que lo he de dejar todo!
Y así murió Mazarino, el avaro.
1. La Avaricia Nunca Trae Satisfacción
Eclesiastés 5:10, “El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la abundancia no se saciará de ganancias. También esto es vanidad.”
Esta es la palabra de Dios en cuanto al dinero: no satisface a los que lo aman. Si creemos en él, nos apartaremos del amor al dinero. Es un callejón sin salida.
Jesús dijo así en Lucas 12:15, “Estad atentos y guardaos de toda forma de avaricia; porque aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes.” Si la Palabra del Señor necesitara confirmación, es un hecho que existe mucha gente rica miserable en el mundo para demostrar que la satisfacción en la vida no proviene de las posesiones.
2. La Avaricia Ahoga la Vida Espiritual
Jesús dijo la parábola de la tierra (Marcos 4:1–20) que algunas semillas cayeron sobre las espinas y estas crecieron y las ahogaron.
Luego interpretó la parábola y dijo que la semilla es la Palabra de Dios. La semilla sembrada entre las espinas se interpreta de este modo: “lo mundano, el deleite en las riquezas y el deseo de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y por ende, hay esterilidad”.
Cuando se predica la Palabra de Dios, se levanta una verdadera batalla. El deseo por otras cosas puede ser tan grande que los comienzos de una vida espiritual pueden ahogarse por completo. Esta es una temible advertencia de que todos debemos estar en guardia cada vez que escuchamos la Palabra de Dios para recibirla con fe y no ahogarla con la avaricia.
3. La Avaricia da Lugar a Muchos Otros Pecados
1 Timoteo 6:10 dice: “porque raíz de todos los males es el amor al dinero.” Y Santiago 4:2 dice, “Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis.”
La avaricia es la base de millares de otros pecados. Y esto hace que la advertencia de huir de ella y combatirla con todas nuestras fuerzas, sea aun mayor.
4. La Avaricia Te Abandona Cuando Tú Más Necesitas Ayuda
Te abandona a la hora de la muerte. 1 Timoteo 6:7 dice, “Nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar.” En la mayor crisis de tu vida, cuando tú necesita contentamiento, esperanza y seguridad más que en cualquier otro momento, tu dinero y todas tus posesiones adquieren alas y vuelan lejos. Te abandonan. Solo son amigos de los buenos tiempos. Y al entrar a la eternidad, entras sin nada, solo con el contentamiento que tú tenías en Dios.
Si tú murieras ahora mismo, ¿estarías llevando una carga de contentamiento en Dios, o estarías de pie delante de él con un agujero espiritual donde antes se encontraba la avaricia? La avaricia te abandona cuando tú más necesitas ayuda.
5. Al Final la Avaricia Destruye el Alma
1 Timoteo 6:9 dice: “Los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición.”
Al final la avaricia destruye el alma en el infierno. La razón por la que estoy seguro de que esta destrucción no es un fiasco financiero temporal, sino la destrucción final en el infierno es que Pablo dice en el versículo 12 que la avaricia debe ser peleada con la buena batalla de la fe, y luego añade, “echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.” Lo que está en juego al huirle a la avaricia y luchar la buena batalla de la fe, es la vida eterna. (Ve 6:19.)
Así las cosas, el versículo 9 no está diciendo que la avaricia puede estropear tu matrimonio o tu empresa (que sin duda lo puede hacer!), sino que la avaricia puede estropear tu eternidad con ruina y destrucción, o como dice el versículo 10 al final, “por esta ansia, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores.” (Literalmente: “se clavaron con muchos dolores.”)
Dios ha ido más allá en la Biblia advirtiéndonos misericordiosamente que la idolatría de la avaricia es una situación en la que no hay ganancia. Es un callejón sin salida en el peor sentido de la palabra. Es un truco y una trampa. Por lo tanto, mi palabra para ustedes es la palabra de 1 Timoteo 6:11: Huye de ella. Cuando la veas venir (en un anuncio de televisión, o un catálogo de Navidad, o en la compra de un vecino), húyale, como le huiría de un león rugiente que ha escapado de un zoológico y tiene hambre.
IV.- PERO ¿CORRER HACÍA DÓNDE?
Corre hacia el arsenal de la fe, cúbrete rápidamente con la oración de Salmos 119:36: “oh SEÑOR, inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia.” Y entonces toma rápidamente las dos espadas, una corta y otra larga, confeccionadas especialmente por el Espíritu Santo para matar a la avaricia. Y luego aguarda de pie firme, a la puerta. En cuanto deje ver su rostro mortal muéstrale la espada más corta:
1 Timoteo 6:6 “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento.” ¡GRAN GANANCIA! ¡GRAN GANANCIA! Quédate donde estás, León de Avaricia. Tengo gran ganancia en Dios. ¡Esta es mi fe!
Entonces, antes de que él tenga oportunidad para atacarte, tú tomas la espada mas larga (Hebreos 13:5–6), “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él [Dios] dijo, ‘No te desampararé, ni te dejaré;’ de manera que podemos decir confiadamente, ‘El Señor es mi ayudador; no temeré ¿qué podrá hacerme el hombre?’ ” Y da una puñalada certera. Haz exactamente lo que Pablo dice que debes hacer en Colosenses 3:5, “Haced morir la avaricia.”
Hermanos y hermanas, toda avaricia es incredulidad. ¡Aprendan conmigo, a cómo usar la espada del Espíritu para luchar la batalla de la buena fe, y lograr la vida eterna!
6. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento. En forma elegante y con corrección irónica, Pablo instantáneamente da a esas palabras un significado opuesto, como si dijese: “Los que comercian con la doctrina de Cristo hacen mal y actúan perversamente, como «si la piedad fuese lucro»; aunque, indudablemente, si la valorizamos correctamente, la piedad es una ganancia grande y abundante”. Y él así la llama, porque nos trae una plena y perfecta bendición. Son culpables, pues, de sacrilegio, aquellos que con el afán de lucro hacen que la piedad aumente sus ganancias. Mas por nuestra parte, la piedad es una ganancia muy grande para nosotros, porque por medio de ella obtenemos el beneficio, no sólo de ser herederos del mundo, sino también de disfrutar de Cristo y de todas sus riquezas.
Con suficiencia. (O contentamiento). Esto puede referirse, ya sea a la disposición del corazón, ya a la cosa en sí. Si ha de entenderse como refiriéndose al corazón, el significado será, que “las personas piadosas, cuando no desean nada, sino que están satisfechas con su humilde condición, han obtenido ya un gran provecho”. Si entendemos que esto ha de ser “suficiencia” de riqueza (y por mi parte me gusta esta opinión tanto como la otra), será una promesa, como la que está en el libro de los Salmos: “Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien” (Sal. 34:10). El Señor está siempre presente con su pueblo, y tanto como sea suficiente para su necesidad, Él de su plenitud otorgará a cada uno su porción. Entonces, la verdadera felicidad consiste en la piedad; y esta suficiencia puede considerarse como un aumento en la ganancia.
7. Porque nada hemos traído a este mundo. Pablo añade esto con el fin de fijar un límite a la suficiencia. Nuestra codicia es un golfo insaciable si no la restringimos; y el mejor freno es, cuando no deseamos nada más de lo que las necesidades de esta vida exigen; pues la razón por la que traspasamos los límites es la de que nuestra ansiedad se extiende a mil vidas que falsamente nos imaginamos. Nada es más ordinario, y ciertamente nada es más generalmente reconocido, que esta afirmación de Pablo; pero tan pronto como todos la hayan reconocido (como lo vemos cada día con nuestros propios ojos) todo hombre se traga con sus propios deseos sus vastas posesiones, tal como si tuviera un estómago capaz de contener la mitad del mundo. Y esto es lo que se dice, que “este su camino es locura; con todo, sus descendientes se complacen en el dicho de ellos” (Salmo 49:13). Por consiguiente, para que estemos satisfechos con nuestra porción de suficiencia, aprendamos a controlar nuestro corazón en tal forma, como para no desear más que lo necesario para el sostenimiento de nuestra vida.
8. Teniendo sustento y abrigo. Cuando menciona alimento y abrigo, Pablo excluye los lujos y el exceso de abundancia; porque la naturaleza se conforma con poco, y todo lo que va más allá del uso natural es superfluo. No que la amplitud en el uso de las cosas deba condenarse en sí, sino que el codiciar siempre es pecaminoso.
9. Porque los que quieren enriquecerse. Después de exhortarle a que esté contento, y a despreciar las riquezas, Pablo explica ahora cuán peligroso es el deseo de tenerlas, y especialmente en los ministros de la Iglesia, de quienes él habla expresamente en este pasaje. Ahora bien, la causa de los males que el Apóstol enumera aquí, no son las riquezas, sino un inmoderado deseo de tenerlas, aun cuando la persona sea pobre. Y Pablo demuestra aquí, no sólo lo que ocurre generalmente, sino lo que siempre debe ocurrir; porque todo hombre que ha decidido hacerse rico se entrega como cautivo del demonio. Muy cierto también es ese dicho del poeta pagano: “Quien está deseoso de enriquecerse, también está deseoso de adquirir las riquezas en forma rápida” (Juvenal). De esto se concluye, que quienes están desesperadamente deseosos de hacerse ricos se apresuran a su destrucción.
De aquí también provienen esos tontos, o más bien locos deseos que a la larga los arrojan a la perdición. Ciertamente éste es un mal universal; pero en los pastores de la Iglesia se nota más fácilmente; porque ellos se enloquecen tanto con la avaricia, que no se detienen ante nada por disparatado que sea, cuando ven el brillo del oro o de la plata que deslumbra sus ojos.
10. Porque raíz de todos los males es el amor al dinero (o la avaricia). No hay necesidad de ser demasiado escrupulosos al comparar otros vicios con éste. Es cierto que la ambición y el orgullo frecuentemente producen peores frutos que la codicia; y sin embargo la ambición no proviene de la codicia. Lo mismo puede decirse de los pecados prohibidos por el séptimo mandamiento. Mas la intención de Pablo no era incluir bajo la codicia todas las clases de vicios que puedan mencionarse. ¿Qué hay entonces? Él simplemente quiso decir que muchísimos males provienen de ella; así como tenemos la costumbre de decir, cuando hablamos de discordia, o glotonería, o borrachera, o cualquier otro vicio de esa naturaleza, que no hay mal que ésta no produzca. Y, ciertamente, podemos afirmar con toda certeza, tocante al vil deseo de lucro, que no hay males que éste no produzca abundantemente y todos los días; tales como innumerables fraudes, falsedades, perjuicios, engaños, hurtos, crueldad, corrupción, pleitos en los juzgados, rencillas, odios, envenenamientos, asesinatos; y, en suma, casi toda suerte de crímenes.
Afirmaciones de esta naturaleza aparecen dondequiera entre los escritores paganos; y, por tanto, es impropio que esas personas, que aplaudirían a Horacio y a Ovidio al hablar en esa forma, se quejen de que Pablo haya empleado un lenguaje extravagante. Ojalá que la experiencia diaria no comprobara que ésta es una llana descripción de los hechos como realmente suceden. Mas recordemos que los mismos crímenes que surgen de la avaricia, pueden originarse, como indudablemente acontece, por la ambición, o por la envidia, o por cualesquiera otras disposiciones pecaminosas.
El cual codiciando algunos. El vocablo griego oregomenoi ha sido forzado en demasía, cuando el Apóstol afirma que algunos “codician intensamente”; mas no por esto se obscurece el sentido. Él afirma que el más grave de todos los males emana de la avaricia rebelándose contra la fe; porque aquellos que padecen esta enfermedad, gradualmente van degenerando, hasta que renuncian completamente a la fe. De aquí provienen esos dolores que él menciona; por los cuales yo entiendo terribles tormentos de la conciencia, que atormentarán a aquellos que ya no tienen esperanza; aunque Dios tiene otros métodos de probar a los hombres codiciosos, convirtiéndolos en sus propios verdugos.