Los 2 deudores

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En esta predicación aprenderemos acerca del perdón a través de la parábola de los dos deudores.

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La pregunta (VV.21-22)

Hoy en día es muy popular la venganza y el perdón brilla por su ausencia muchas veces en nuestra sociedad. Un pastor americano con años de experiencia en el ministerio confesaba que casi todos los problemas personales que llevaban a las personas a buscar consejería pastoral, se relacionan de alguna manera con la cuestión del perdón. Sería muy necio e insensato pensar que en esta vida nunca tendremos la oportunidad de perdonar a nadie. Vivimos en un mundo perverso, lleno de pecado y por lo tanto no podemos evitar ser maltratados.
La triste realidad en la que vivimos es que el perdón es uno de los deberes cristianos que menos se practican en nuestros días; es triste ver la gran cantidad de amargura, falta de misericordia, rencor, rudeza y crueldad que hay entre los hombres. Sin embargo, en pocos deberes ponen las Escrituras del Nuevo Testamento tanta insistencia como en éste. Qué triste es que tengamos que tirar de predicadores renombrados o de vídeos en YouTube para encontrar personas que nos maravillen por su perdón, que interesante el perdón es algo que nos fascina y nos emociona, es algo que estamos deseando siempre recibir, pero muy poco dispuestos a pagar el precio para ofrecerlo.
Dejadme haceros una pregunta: ¿Qué haríais vosotros si os enteráis que un político ha robado de las arcas del estado 10 millones de euros? ¿Qué haríais vosotros si contratáis a una persona que trabaje para vuestra casa y descubres que esa persona no está haciendo realmente nada en tu casa, sino que te está robando de una forma muy sutil tu dinero? Esta mañana estaremos hablando acerca de una parábola que nos habla de una historia muy parecida a los ejemplos que os estoy poniendo, así que espero que podáis empatizar con vuestras respuestas con los protagonistas de la parábola para que podáis sumergiros en la historia y sacar el máximo provecho de ella.
(Lectura del pasaje)
El contexto de este pasaje es que al principio del capítulo sus discípulos le hacen una pregunta acerca de quién es el mayor en el reino de los cielos, después de dar respuesta y hablar Jesús acerca de la disciplina eclesiástica, Pedro se acerca y le hace otra pregunta, es como aquellos programas televisivos en los que se trae un invitado especial y se le bombardea a preguntas, ahora Pedro le hace una pregunta que le tiene preocupado y es «¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?» Probablemente Pedro tuvo esa duda a causa de lo que Jesús dijo previamente en Mateo 18:15 y Pedro quería saber cuántas veces se debía de realizar ese proceso, cuántas veces uno tenía que estar dispuesto a perdonar a alguien que nos ha ofendido.
Pedro antes de que Jesús responda, intenta precipitarse y dar el una respuesta en forma de pregunta en cuanto a las veces que había de perdonar. Pedro dice si 7 sería una cifra bastante considerable y generosa. Para poder entender la cifra que da Pedro hay que saber que en ese contexto diferentes rabinos tenían diferentes enseñanzas en cuanto al perdón, existía un rabí llamado José ben Hanina que enseñaba que no se debía de perdonar más de tres veces y el rabí José ben Jehuda decía que solo se debía de perdonar 3 veces a una misma persona, de ahí que Pedro esté dando una cifra bastante generosa y epsere la aprobación afirmativa de su maestro. Pero mirad que interesante ya que esa idea Satánica no solo caló en la mente y corazón de Pedro, sino que está extendida en muchos creyentes de hoy en día, esa enseñanza satánica es pensar que tenemos derecho de no perdonar a quien deliberadamente nos hace daño, en particular si ese daño se repite y el ofensor no muestra arrepentimiento y ni le importa si le perdonamos, el diablo quiere que pensemos que podemos sentir cierta satisfacción guardando rencor o más aún tratando de vengarnos, lo que se te está olvidando es que lo que tu alma necesita para estar libre y satisfecha no es vengarte de esa persona, sino perdonarla.
Sin embargo, Jesús ha de corregir esa mentalidad legalista que tiene Pedro en cuanto al perdón. Su mensaje es que ser perdonador no es solo algo que otorgamos en contadas ocasiones, sino que es un estado de corazón, un rasgo permanente de nuestra espiritualidad. Jesús no quiere que llevemos una cuenta de las veces que hemos tenido que perdonar a nuestro prójimo, imaginares que sucedería si Dios llevase una cuenta de cada una de las veces que le hemos ofendido. Jesús con esta frase quiere contrastar el espíritu carnal y vengativo de Lamec que se encuentra en mucas personas, ese espíritu de venganza sin límite (Génesis 4:24) Jesús lo quiere contrastar con el carácter del cristiano que ha de llamar la atención por ser un perdón sin límites.

La parábola (VV.23-34)

Para ilustrar la enseñanza a Pedro utilizará uno de los recursos muy recurrentes de Jesús para clarificar sus enseñanzas y es la parábola. La parábola que contará nos llamará la atención ya que uno estuvo dispuesto a perdonar hasta lo máximo, pero luego otro se niega a perdonar en grado mínimo. La parábola que nos cuenta Jesús es un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Qué interesante es anotar que esta parábola solo se encuentra en el evangelio de Mateo y Mateo sabía muy bien lo que era rendir cuentas a alguien económicamente ya que él antes de que Cristo lo llamara era recaudador de impuestos.
Pues la historia que nos cuenta es que un rey un día hizo llamar a cada uno se sus siervos para que tuvieran que rendir cuentas en cuanto a su administración. Estos siervos que el rey llama no son criados, no son sirvientes del palacio, son altos funcionarios, ministros, gobernantes de provincias, eran hombres de grande confianza para el rey y por lo tanto tenían que administrar grandes sumas de dinero. En algunas ocasiones algunos de estos siervos habían caído en la tentación de quedarse una parte de lo recaudado y así se querían enriquecer. Por esa razón de vez en cuando el rey necesitaba investigar si había corrupción en su administración.
Pues en ese contexto continúa narrándonos Jesús que hubo un siervo que fue sorprendido con una enorme deuda, con una deuda de 10 mil talentos. Para la mentalidad antigua el número diez miel en realidad no era un número, sino una manera de expresar lo incalculable, lo incontable, lo infinito. Y luego, por otra parte tenemos que los talentos eran las medidas de mayor valor en esa época. Os daré algunos datos para que os podáis hacer una idea aproximada del valor que debía este siervo. El tempo de Salomón costó 8.000 talentos y esto que estaba recubierto de oro y materiales costosos. Según Polibio el hombre más rico de Grecia poseía alrededor de 200 talentos. El ingreso anual en tributos e impuestos para todo el reino de Herodes el Grande era sólo de 900 talentos. Un obrero normal cobrara al día un denario y un talento equivalía a 6000 denarios por lo que se necesitaba para ganar un denario más de 16 años trabajados. En resumen, la deuda que poseía este hombre con el rey es tan grande que debería de catalogarse como un deudor insolvente. Hermanos de la misma manera nuestra deuda con Dios a causa de pecado es una deuda extremadamente grande imposible de pagar cada uno de nosotros, por ello deberíamos de ser declarados por Dios deudores insolventes merecedores del castigo eterno por pecar contra el Eterno Dios.
Como este hombre no podía pagar esa deuda tan enorme el rey para intentar recuperar parte de su dinero perdido decidió vender tanto a este hombre como a sus familiares como las posesiones que tuviera. Sin embargo, el siervo antes de que el rey ejecutara tal orden pidió paciencia al rey para poderle pagar la deuda. Que interesante es destacar que este hombre no demandaba misericordia, sino paciencia, parece ser que todavía este hombre no se da cuenta de la situación en la que se encuentra. Así viven muchas personas hoy en día, que no son conscientes de la deuda tan grande que han generado con Dios y se piensan que para ser salvos lo único que necesitan es tiempo (de ahí que la iglesia católica creara el purgatorio), así viven muchas personas, no siendo todavía conscientes de la gravedad del pecado y lo que eso supone en nuestra relación con Dios, al igual que este hombre se piensa que lo que necesitan es un Dios paciente. Sin embargo, lo que este hombre y cada uno de nosotros no es un ser paciente, sino un ser misericordioso.
Y efectivamente, este rey sabía que este hombre no necesitaba paciencia, sino misericordia y el rey se la otorgó por lo que decidió perdonarle completamente la deuda tan grande que tenía, no decide perdonarle una parte, no decide ponerlo condiciones, sino que voluntariamente, movido por compasión el rey decide perdonar toda la deuda.
Hasta aquí la historia está siendo fascinante, sin embargo, lo que sucede ahora es aterrador e inesperado. Ese mismo siervo al no comprender la magnitud de la deuda que se la ha perdonado, al salir de la presencia del rey, se encontró con un consiervo suyo que le debía 100 denarios. Esta cantidad es extremadamente reducida en comparación con la deuda que debía anteriormente el hombre al rey. Es prácticamente lo equivalente a tres meses de trabajo. Aún así, este hombre fue profundamente agresivo con su deudor ya que lo agarro por el cuello pidiéndole el dinero para que le devolviera la deuda, si leyéramos solo el versículo 28 probablemente nunca nos hubiéramos imaginado que a ese mismo hombre el rey le había perdonado 10 mil talentos.
Hermanos en todos nosotros existe una tendencia natural y pecaminosa a minimizar los pecados propios y a crecentar los pecados que los demás hacen contra nosotros. Si tan solo aprendiéramos a sentir más repugnancia por nuestro propio pecado que por las ofensas de otros hacia nosotros que diferente sería nuestro crecimiento espiritual. A menudo los que son más descarados en el momento de defender sus propios intereses son los más despiadados en el momento de exigir el pago a otros. Apliquemos la enseñanza que Leighton hace referente a este tema: «Deberíamos de perdonarnos poco a nosotros mismos, y mucho a los demás»
Este consiervo al no tener dinero para pagarle, le pidió lo mismo que él pidió al rey, el versículo 29 es un eco prácticamente exacto del versículo 26. Si hasta este momento el siervo no había visto la similitud entre su situación ante el rey y la situación del consiervo ante él mismo, estas palabras tendrían que haberle abierto los ojos. Sin embargo, el verbo que emplea el versículo 30 es que este siervo no quiso perdonarle la deuda y además insistió en esa decisión tomada, el verbo en griego está en tiempo imperfecto, eso quiere decir que es una acción que empezó en el pasado y perdura en el presente, la manera correcta de traducirlo para entender su esencia sería de la siguiente forma: «No quiso y persistió en su negativa»
Esta situación al igual que a ti oyente que me estas escuchando, provocó una indignación profunda en los consiervos que estaban viendo la situación. Lo que hicieron fue ir al rey para contarle lo sucedido, el rey le hizo llamar a su presencia y le reprendió duramente por lo que había hecho. El versículo 33 nos dice que la obligación del siervo tenía que haber sido la de perdonar a su consiervo. Hemos de perdonar siempre recordando lo mucho que hemos sido perdonados y a qué precio. Perdonar no es una opción que podemos practicar, es una obligación imprescindible. No importa cuántas veces recibimos una ofensa, estas deben de ser perdonadas. No importa cuán grande sea la ofensa, tenemos que perdonar. Tanto Efesios 4:32 como Colosenses 3:13 Pablo nos enseña que aquellos a quienes han sido perdonados sus pecados tienen mayor obligación de perdonar a otros, los cristianos son un pueblo perdonado y por lo tanto se ha de caracterizar en tener un espíritu perdonador. Cristo estaba afirmando en esta parábola que aquellos que habían sido perdonados sin límite deberían de perdonar sin límite.
Al final esta historia termina ese siervo que al principio había sido perdonado, acaba en manos de unos verdugos sufriendo a causa de su deuda por no haber tenido la misma compasión que había recibido.

La moraleja (V.35)

Jesús al termina la parábola contándole a Pedro y a sus discípulos y a cada uno de nosotros la moraleja de esta parábola, dicha moraleja se encuentra en el último versículo del capítulo.
Es interesante anotar que casi siempre que se predica de este pasaje la moralidad la sacan de forma positiva «perdona porque has sido perdonado por Dios». Sin embargo, la moraleja de esta parábola está expresada por Jesús de forma negativa «Si no perdonas lo único que evidencias es que no has sido perdonado por Dios y por lo tanto te espera pagar la deuda eterna del infierno». El que no está dispuesto a perdonar, solo demuestra una cosa a los demás y es que no tiene un corazón regenerado, no es consciente de se pecado, no es consciente de la deuda que le ha sido perdonada, no es un conocedor profundo del evangelio, no es conocedor de lo que Cristo ha hecho por él. Los cristianos que guardan rencores o que se niegan a perdonar a otros, han perdido de vista lo que su propio perdón ha implicado. Lo que Dios nos ha perdonado a nosotros es una suma tan inmensa que no alcanzamos ni podemos alcanzar a entenderla, tan inmensa que nos deja sin autoridad alguna para tratar a otros sin misericordia y sin perdón. Quien no está dispuesto a perdonar demuestra que no ha entendido ni remotamente la seriedad de sus propias deudas delante de Dios ni la inmensidad de la gracia divina que le ofrece perdonarlas.
La peor prisión del mundo es la prisión del corazón que no perdona. Algunas de las personas más infelices en el mundo son personas que no quieren perdonar a otros. Viven solo para inventar maneras de castigar a las personas que le han ofendido. Pero todo lo que hacen es nada más que castigarse ellos mismos. El perdón que ofrecemos no ha de ser de una forma hipócrita y sistemática, sino que ha de ser genuino. Dios que todo lo ve, lo que mira es el corazón y al igual que el corazón es el lugar donde se fragua el pecado, también es donde se ha de desarrollar el perdón.
El perdón es una cuestión del corazón no de cálculos tal y como creía Pedro con su pregunta. Si dios perdona al ofensor, entonces ¿Quiénes somos nosotros para resistirnos a perdonar? Hermanos termino con la siguiente frase de Juan Valdés:
«No perdonan jamás como se debe los que no se tienen por perdonados por Dios, de manera que es buen contraseño, con que el hombre puede certificar que verdaderamente se tiene por perdonado por Dios, el sentirse que perdona a sus hermanos con todo el corazón sin que le quede en él animo de rencor ninguno, porque es así que el que perdona da testimonio de sí, que no se tiene por perdonado, que no cree al evangelio de Cristo, que no es verdadero cristiano»
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