Dina

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Exposición del texto

Luego de su encuentro con Esaú, Jacob ingresó de lleno en la tierra de Canaán, y se estableció frente a la ciudad de Siquem (33:18-20), que en ese entonces era habitada por pueblos cananeos paganos.
Teniendo en cuenta lo que el Señor le dice en el cap. 35, Jacob debía dirigirse a Betel a pagar sus votos (28:22), pero se había establecido en Siquem, una ciudad en la que habitó su abuelo Abraham.
Esta proximidad con los cananeos idólatras tendría consecuencias en la familia de Jacob.
Dina, la única hija de Jacob (30:21), salió de su casa para ver a las jóvenes de la región, mientras sus hermanos estaban lejos, cuidando el ganado.
Esto lo hizo siendo muy joven. La palabra hebrea נַעֲרָה(naʿărâ) nos habla de una jovencita en los años de su adolescencia.
Lo que resultaría de esto, probablemente nadie lo imaginaba. Sería como una piedrecita que terminó causando una avalancha: Un príncipe de la ciudad, llamado también Siquem, hijo de Hamor (lit. ‘asno’), tomó a Dina y se acostó con ella. El relato presenta estos hechos como una violación, ya que señala que la humilló (ענה anah, usada para referirse a violencia, violación y humillación). De todas formas, es también una posibilidad que haya sido una relación sexual consentida, pero sin el compromiso matrimonial que se requería.
Este príncipe impío, luego se apasionó con Dina y quiso tomarla como esposa, por lo cual su padre Hamor pidió la mano de Dina a Jacob.
Jacob y sus hijos estaban indignados por esta gran deshonra, pero olvidaron que eran el pueblo del pacto, y lo tomaron como una causa netamente personal.
Por lo mismo, las medidas que adoptaron fueron carnales y humanas: engañaron a Hamor y los ciudadanos de Siquem haciéndoles creer que se unirían como pueblo, y que compartirían sus propiedades.
Al hacer esto, profanaron la señal del pacto, que era la circuncisión, y la usaron como una simple trampa para debilitar a los hombres de la ciudad. Simeón y Leví se aprovecharon de este debilitamiento: mataron a todos los hombres de la ciudad y luego la saquearon, tomando con ellos a las mujeres, los niños y los animales (vv. 25-29).
Así fue como vengaron la honra de la familia, a través de una masacre que les pudo costar muy caro. Pero hicieron mucho más que tomar a Dina: actuaron como una banda de saqueadores y desvalijaron la ciudad.
Lamentablemente, Jacob demostró no tener la influencia decisiva sobre su hija Dina, pero tampoco pudo tener control sobre sus hijos varones.

Conclusiones

Siendo una hija del pacto, Dina sintió curiosidad por el mundo y sus atractivos. Vio a las jóvenes paganas y quiso tener un contacto más estrecho con ellas.
Consideremos que estos pueblos no tenían la ley de Dios ni la revelación del pacto. Estaban en las tinieblas de su idolatría y perversión.

La disculpa de ella fue ver a las hijas de la tierra, ver cómo se vestían y cómo danzaban y qué estaba de moda entre ellas; se fue a ver, pero eso no era todo; fue también a que la vieran. Fue a hacer amistad con las cananeas y a aprender sus costumbres

Dina abandonó la protección de la autoridad masculina, tal como lo hizo Eva. Cuando esto ocurre en la Escritura, hay problemas.
Dina no aprendió de las experiencias de sus antepasadas, ya que su abuela y su bisabuela habían sido “raptadas” por príncipes locales (en el caso de Sara fue en dos ocasiones).
El deseo de Dina por las cosas de este mundo le costó perder su virginidad y ser deshonrada como mujer.
Comentario Bíblico Mundo Hispano Tomo 1: Genesis 5. CONFLICTOS DE JACOB EN SIQUEM, 34:1-31

La violación, lejos de ser un simple desliz moral o social, es evaluada por los hijos de Israel con fuertes términos de corrupción moral y religiosa: Amancillamiento o impureza ritual (vv. 5, 13, 27); vileza o violación de algo no permitido entre los de Israel (v. 7. Ver también Deut. 22:21; 2 Sam. 13:12); prostitución o perversión sexual (v. 31).

A pesar de haber sido violada por Siquem, no se registra que ella lo hubiera repudiado. Se quedó en el palacio con él y muy probablemente ya se sintió una joven integrada en el ambiente de la ciudad.
Hamor ni siquiera pidió perdón por el pecado de su hijo, sólo ofreció un matrimonio para zanjar el asunto.
En todo este episodio de Dina, si lo vemos humanamente, se puso en peligro el pueblo del pacto en dos ocasiones:
Cuando estuvieron a punto de emparentar con los heveos que habitaban Siquem, lo que habría significado la confusión de la simiente santa con los pueblos de la tierra.
Cuando pudieron haber sido destruidos por los cananeos debido a la masacre de Siquem.
Fue Dios quien mantuvo a salvo el cumplimiento de sus promesas, incluso a pesar de lo que hicieron Jacob y sus hijos para no ser bendecidos. Es decir, Dios debió salvar la promesa y la bendición de los pecados y errores de quienes eran los herederos del pacto.

Aplicaciones

Cuidado con desear las maneras y modos de este mundo. Cuidado con codiciar la manera en que viven las mujeres incrédulas.
Para Eva, la caída comenzó cuando el fruto se volvió codiciable y agradable a los ojos. Las caídas comienzan cuando lo que Dios nos prohíbe, se vuelve atractivo para nosotros. Olvidamos que los mandatos y prohibiciones de Dios son como cercas que nos libran de caer al vacío, y en lugar de eso comenzamos a verlos como los barrotes de una celda que no nos deja ser libres. Allí comienza la ruina y sólo podemos esperar un desastre.
Dina no ha sido sola. También hoy hay hijas que se cansan de residir en las tiendas del Señor. Quieren ver un poco del mundo. Quieren asociarse con los demás, y hablar de modo inteligente de lo que han visto. Esto no es pedir mucho. Sólo un leve contacto con el mundo” (Kuyper).
Todos los pecados tienen consecuencias. No menosprecies los pequeños deslices. Bastan las “pequeñas probaditas” para traer grandes desastres.
Si intentas hacer un trato de paz con el pecado, pensando que puedes controlarlo, te darás cuenta demasiado tarde de que estás en sus garras y es él quien te tiene controlada a ti.
No te permitas esos pequeños paseos por el mundo, ni esos pequeños relajos en tu vida espiritual. Sus consecuencias serán terribles e inesperadas.
Recuerda que si nos arrepentimos, el Señor perdona nuestros pecados, pero no necesariamente nos libra de todas sus consecuencias. Hay efectos permanentes que vienen con los pecados, y con muchos de ellos tendremos que lidiar toda la vida.
Cuidado con el ánimo de ser vistas y reconocidas por otras mujeres. Esto es muy característico de lo femenino, quienes son más dadas a mimetizar sus hábitos, gustos e intereses con sus amigas y referentes.
Muchas veces las amistades y relaciones con mujeres no creyentes, harán que quieran calzar en esos ambientes, y para eso pueden llegar a estar dispuestas a “salir de su familia” del pacto, como Dina. Es decir, para congeniar con sus amistades y relaciones no creyentes, pueden verse tentadas a actuar como si fueran no creyentes, adoptando los modos y formas de las personas del mundo.
Los cristianos no se deben mezclar con el mundo. Una de dos: las relaciones cercanas con amigos impíos nos involucrarán en sus pecados, o nos harán víctimas de estos. ¿Hay una relación así en tu vida?” (Biblia Herencia Reformada)
Cuidado con las seducciones de los hombres incrédulos, o incluso de aquellos que se dicen creyentes, pero actúan como los que no conocen a Dios.
Unas miradas, conversaciones a la pasada o mensajes privados pueden esconder un coqueteo que está fuera de la voluntad de Dios, y que si no se frena a tiempo, puede terminar en un desastre.
Aunque te resulte satisfactorio, que no esté en ti el deseo de ser codiciada por los hombres, ni te permitas caer en juegos de seducción ilícitos.
Hermanas solteras: recuerden que el compromiso transparente, abierto y público siempre debe estar antes de cualquier tipo de intimidad (desde luego, el matrimonio debe estar antes de la intimidad física).
Hermanas casadas: ningún tipo de juego como este es aceptable con un hombre que no sea su marido.
Dios creó a la mujer como ayuda idónea, y las puso bajo el cuidado y amparo de alguna autoridad masculina (padres, maridos, en un sentido más general los hermanos sanguíneos y su congregación). Aprendan a reconocer y refugiarse en ese cuidado que el Señor puso sobre Uds., porque el buscar salir a su suerte, las expone a serios peligros.
Para las madres:
Cuiden a sus hijas y pongan atención a lo que les atrae. Noten si ellas quieren parecerse a las modas y formas del mundo, y si toman como referentes a las mujeres no creyentes. Pongan atención a los jóvenes que las pueden estar rondando y seduciendo. Enséñenles a no ser ingenuas, y a buscar la pureza y la santidad, mostrándoles lo terrible que es vivir como el mundo.
Enseñen a sus hijos a no ver ni tratar a las mujeres como objetos, portadoras de la imagen de Dios, a las que deben dirigirse con toda pureza, cuidado y prudencia. Enséñenles a cuidar y respetar a sus hermanas, velando por su honra y por que los demás hombres las respeten.
En todo esto, notemos que Cristo es todo lo contrario a lo que fue Siquem. Mientras Siquem tomó a Dina para sí por medio de la seducción y luego la ultrajó, el Señor Jesucristo se dio a sí mismo por nosotros en sacrificio, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él (Ef. 5:25-27).
Él no se aprovecha de nosotros para su beneficio personal, sino que se dio a sí mismo hasta la muerte para que pudiéramos tener vida y ser puros delante de Él.
Simeón y Leví vengaron a Dina con una motivación orgullosa y por medios carnales, pero nuestro Señor nos guardará por amor, en su Espíritu, para que seamos irreprensibles en aquel día (Jud. 1:24-25).
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