Venciendo el Temor
Sermon • Submitted
0 ratings
· 2,796 viewsNotes
Transcript
Entendiendo Cómo Funciona el Temor
Como todas nuestras emociones, el temor se experimenta tanto en nuestra mente como en nuestro cuerpo, provocando intensas respuestas físicas.
Físicamente el temor es una reacción que sentimos al percibir el peligro. Porque Dios nos ama, nos creó con la habilidad de responder rápidamente al peligro. Tan pronto como nuestro cerebro percibe una situación amenazante, tu cuerpo automáticamente se pone “hiperactivo.” Tu cerebro le ordena a tu cuerpo que rápidamente libere varias hormonas, incluyendo adrenalina. Una vez que estas hormonas son liberadas en el torrente sanguíneo, de inmediato sucederán ciertos cambios físicos: Tus músculos se tensarán para prepararte para la acción, Tu ritmo cardiaco y tu respiración se acelerarán para darte oxígeno y fuerza extras, tu visión y tu audición se agudizan, Tus pies se moverán más rápido de lo que pensaste que fuera posible. Todos estos cambios ocurrirán instantáneamente, en una fracción de segundo. (el día que nos robaron con mis amigos - corrí lo impensable).
Los atributos físicos que nos ayudan a protegernos del peligro son realmente un gran regalo de nuestro Dios, por el que deberíamos estar agradecidos, como lo dice el Salmo 139:14 - Dios nos ha dotado con estas habilidades físicas para sobrevivir en un mundo peligroso.
Ahora bien, si el temor es una reacción que sentimos al percibir el peligro. Debemos saber que algunas veces nuestras mentes perciben o imaginan un peligro que realmente no existe, a pesar de que no existe, nuestro corazón se acelera, nuestra respiración se agita, nuestros músculos se tensan, el cuerpo está reaccionando al peligro que nuestra mente percibe como si la amenaza fuera real. De manera que nuestra mente afecta nuestro cuerpo y tambien nuestro comportamiento, al punto que el temor percibido puede llegar a ser muy paralizante. También es posible que nuestro cuerpo afecte nuestra mente, hay cosas como la cafeína en exceso, el azúcar y la falta de sueño o ejercicio que pueden alterar nuestro sistema nervioso y nos puede inducir al temor si somos propensos a la preocupación o la ansiedad.
Un ejemplo: Si te sientes estresado por tus responsabilidades o con temor por tu vida, no podrás descansar y vas a descuidar la comida y el ejercicio. Esta rutina estresante va a agudizar tu sensibilidad a sentirte amenazado por peligros infundados que provocarán finalmente que liberes más adrenalina en tu cuerpo, a su vez, puede causar más problemas con tu sueño, luego querrás tomar bebidas energizante para sentirte mas activo y empeora la ansiedad y el temor.
Resumiendo: El temor puede empezar un círculo vicioso de pensamientos fuera de control, respuestas físicas, imaginaciones y atención descuidada del cuerpo que sirven para traer más temor y agudizar las respuestas físicas. Es fácil ver cómo los resultados del temor pueden crear mayor temor, llevando a una total esclavitud.
El temor, como todo lo demás en la vida, puede volverse crónico. De hecho, se puede convertir en un hábito tan arraigado que realmente parece que sale de la nada. Las personas que han experimentado lo que comúnmente se conoce como ataques de pánico reportan sucesos repentinos de intensa ansiedad que parecen no tener ninguna base en sus pensamientos. Esta intensa experiencia puede parecer tan misteriosa y desconcertante que el temor a ella fácilmente se puede volver un factor que controle la vida de una persona.
Algunas personas luchan con los temores en situaciones sociales. Temen que dirán o harán algo que parecerá tonto y por eso las evitan. Otros tienen temores a la enfermedad o a la muerte, mientras que otros tienen el temor de hablar con extraños o frente a grandes audiencias. Algunas personas evitan las relaciones íntimas, a pesar de que están solas y desean estar casadas, sólo porque tienen miedo de cometer un error o sentirse decepcionados. Existen tantas formas de temor.
La historia personal puede afectar la forma en la que enfrentamos la vida. Si creciste con padres temerosos— con padres que siempre huían de las dificultades o se escondían para ni enfrentarlas— probablemente seas temerosa. Si creciste en un hogar lleno de abuso o deshonra o en hogar donde sentías que nunca podías complacer a nadie, probablemente lucharás con el temor.
Tus experiencias pasadas tambien pueden afectar la forma en que enfrentas la vida. Por ejemplo, si te costó conseguir trabajo y por mas entrevistas que tuviste, en ninguna tuviste éxito, pude ser muy temeroso para entablar relaciones o para intentar dar opiniones o demostrar tus habilidades y tendrás mas problemas para conseguir un trabajo.
Finalmente, todas somos producto de cómo hemos respondido a las circunstancias que Dios provee en nuestras vidas. Sea que hayamos respondido con fe o con incredulidad. Nuestra relación con el Señor, nuestro entendimiento de quién es Él y lo que significa Su Palabra, harán la diferencia en cómo manejemos las situaciones de la vida y nuestros temores.
Recordemos que cuando Dios creo al Hombre, no existía el temor como lo hemos descrito hasta aqui. ¿Como apareció este temor paralizante?
En el jardín del Edén, Adán y Eva estaban completamente seguros y libres de cualquier daño. No tenían miedo a los depredadores o de las enfermedades. Todas sus necesidades físicas estaban satisfechas. Amaban a su Creador y el trabajo que Él les había dado. No se preocupaban de lo que traería el mañana. Estaban completamente seguros, gozosos y llenos de alabanzas para su Señor. Pero pecaron contra Dios, como resultado se apodero de ellos el temor y la vergüenza.
Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.
Adán y Eva luego de la caída, se sintieron avergonzados y temerosos, su reacción fue esconderse de Dios. Se sintieron vulnerables, incómodos de sentirse desnudos, no disfrutaban de la libertad y la comunión que habían tenido antes de pecar. No querían que Dios los viera. Temían Su desagrado y con razón. Lo habían desobedecido y su desobediencia los llevaría siempre a esconderse, taparse y asustarse de miedo servil ante Él. El pecado los devastó por completo. Nunca más el hombre conocería la clase de vida que había conocido; nunca más estaría completamente libre de vergüenza, pena, timidez y temor.
Abraham mintió a hombres poderosos sobre Sara, su hermosa esposa. Él les dijo a estos hombres que era su hermana. ¿Por qué? Porque pensó que si los reyes de estas tierras la veían y sabían que ella era su esposa, lo matarían para tomarla para ellos. Para decirlo sin rodeos, quería salvar su propio pellejo. Abraham sabía que Sara sería la madre del pueblo escogido por Dios, pero él ignoró los planes de Dios y a ella la puso en peligro. Fue sólo por la gracia coercitiva de Dios que no terminó en un harén.2 Por su miedo, pecó contra su esposa, engañó a los gobernantes, fue una fuente de problemas para ellos y, sobre todo, deshonró a Dios. ¿Fue lógico el miedo de Abraham? Sí, probablemente sí. ¿Fue pecaminoso? Sí, sin duda. ¿Todavía pudo Dios usarlo y cambiarlo en un hombre de fe? Sí, y Él puede hacer lo mismo con cualquiera de nosotras.
Abraham se muestran en las Escrituras como ejemplos de personas de fe. ¿Puedes ver cómo, por sí mismos, en sus propias fuerzas, no fueron tales grandes ejemplos? ¿Qué, entonces, los hace ejemplos de fe? La gracia de Dios. Gracia es el favor inmerecido de Dios hacia Sus hijos a pesar de sus fallas. Dios obró de maneras poderosas a través de Abraham y Sara a pesar de sus debilidades y Él puede hacer lo mismo a través de ti y de mí.
A medida que Moisés consideraba el llamado de Dios, su mente se llenó de temores—principalmente los temores de que no tendría éxito o de que no sería capaz de terminar la tarea. Considera lo que le dijo a Dios y ve si sus inquietudes resuenan en tu corazón.
• “Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” (Éxodo 3:11)
• “Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová.” (Éxodo 4:1)
• “Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.” (Éxodo 4:10)
• “Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar.” (Éxodo 4:13).
Dios estaba alentando a Moisés siempre. Le aseguró Su presencia y Su poder para cumplir Su voluntad. Pero todo lo que Moisés podía ver era su propia insuficiencia, temor e incredulidad.
Observa que Dios no invirtió tiempo tratando de levantarle a Moisés la seguridad en sí mismo. Más bien, Dios seguía recordándole que debía poner su confianza en Él. Siempre que pasamos tiempo tratando de convencernos de que realmente somos mejores o más fuertes o más sabias de lo que sabemos que somos, estamos condenadas al fracaso. Dios no quiere que crezcamos en la seguridad en nosotras mismas. Quiere que pongamos toda nuestra confianza en Él. Después de todo, Él es el único lo suficientemente poderoso para vencer a los faraones en nuestras vidas.
A medida que Moisés crecía en su confianza en el Señor, Dios lo usó para lograr una gran liberación. De hecho, Moisés se conoce hoy como uno de los mayores líderes de la historia bíblica. Pero eso no fue porque él fuera un hombre valiente por su cuenta, ¿verdad? Fue sólo por el gran poder de Dios y Su determinación de cumplir Su propósito. Y lo que Dios hizo por Moisés, lo puede hacer por ti. Puedes descansar sabiendo que si Dios te está llamando a hacer algo, incluso si es sólo ser lo suficientemente valiente para ir a la iglesia o hablarles a las personas, entonces Su gracia también será efectiva en tu vida.
Con mucho gusto aceptaron encontrarse con Dios. Pero cuando vieron realmente la manifestación de Dios tan cerca, se llenaron de terror.
Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y dijeron a Moisés: “Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos”. Y Moisés respondió al pueblo: “No temáis;.…” Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios. Éxodo 20:18–21
¿No es interesante que Moisés les diga a las personas que no tengan miedo? La gracia de Dios había obrado poderosamente en su corazón, ¿no es así? Si usas tu imaginación, no tendrás mucho problema para entender por qué los israelitas respondieron de la forma en que lo hicieron. Sus sentidos estaban saturados con los truenos, los relámpagos, las ruidosas bocinas, el humo, la tierra temblando bajo sus pies. Si hubiera sido uno de ellos, posiblemente me hubiera ido a toda prisa también. Las personas tenían miedo de Dios y decidieron que sería mejor dejar que Moisés tratara con Él a solas. Entonces Moisés les podía dar el reporte a ellos. Este Dios, Jehová, era demasiado escalofriante e incontrolable para ellos.
Una de las metas de este libro es ayudarte a diferenciar entre el temor que es bueno o piadoso y el temor que es malo o pecaminoso. Quiero fomentar en ti la buena clase de temor—aprenderás que esta clase de temor, junto con el amor y la gracia, es el que romperá las cadenas que te atan tan fuerte hoy. Así que, por favor, no tengas miedo de considerar tu temor pecaminoso porque al hacer esto encontrarás la ayuda fuerte y amorosa que necesitas.
Saúl se convirtió en el primer rey. Desde el principio la vida de Saúl estuvo marcada por el temor. Cuando el sacerdote Samuel fue primero a ungir a Saúl como rey, ¿puedes adivinar dónde estaba? ¿Estaba Saúl en oración, humillándose ante Dios? ¿Estaba sirviendo a pueblo al que iba a dirigir? No, Samuel encontró a Saúl ocultándose por miedo entre algunos carros y carretas.
Saúl tenía miedo de hacer lo que Dios lo había llamado a hacer. Sentía que no estaba a la altura de la tarea. Ciertamente, asumir una posición de gran responsabilidad puede ser intimidante. Pero Saúl se había encontrado con Dios. Samuel también le había dicho a Saúl que esto era idea de Dios… y aun así Saúl se ocultó. Tal vez como Adán, neciamente pensó que podía ocultarse de Dios e ignorar Su plan.
Más tarde, cuando Saúl fue a la guerra contra los enemigos de Dios, otra vez cedió a su temor pecaminoso.
• “Porque vi que el pueblo se me desertaba…me esforcé, pues, y ofrecí holocausto” (1 Samuel 13:11–12).
• “Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos”
(1 Samuel 15:24)
Saúl desobedeció dos veces los mandamientos de Dios porque temió al pueblo. Al ceder a sus temores, Saúl estaba representando sus verdaderos pensamientos sobre Dios —si podía confiar, obedecer o depender de Él. Saúl nunca dijo que pensaba que Dios era un mentiroso o alguien en quien no se podía confiar; no, sólo actuó como si así fuera. El relato de la vida de Saúl es una de las historias más tristes de toda la Biblia. Al final se suicidio porque temía lo que sus enemigos le pudieran hacer.
Saúl luchó con muchos tipos de miedo, pero sobre todo con el temor al hombre. Este miedo es un problema muy común casi para todos. Es la razón por la que sentimos “mariposas” en nuestro estómago cuando tenemos que hablar frente a una multitud. Es la razón por la que nuestras manos sudan y nuestra boca se seca.
En la noche que Jesús fue traicionado, Jesús y sus amigos iban de camino a orar al Huerto de Getsemaní. “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche,” Él dijo. Pedro, típico de su carácter, protestó, “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré… aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré,” (Mateo 26:33, 35).
Todos sabemos cómo se desarrolló esta historia, ¿no? Esa noche Jesús fue arrestado y enviado a la casa del sumo sacerdote para ser interrogado. Mientras Pedro trataba de calentarse afuera en el fuego, una pequeña criada lo acusó de ser uno de los seguidores de Jesús. Vencido por el miedo, Pedro dijo, “No sé lo que dices.” Más tarde lo vio otra criada y dijo: “También éste estaba con Jesús el nazareno,” pero él negó otra vez con juramento: “No conozco al hombre.” Poco después, acercándose los que estaban por ahí, dijeron: “Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aún tu manera de hablar te descubre” (Mateo 26:73). Esta vez Pedro estaba decidido a detener el cuestionamiento así que entonces comenzó a maldecir, y a jurar: “No conozco al hombre” (Mateo 26:74). El miedo de Pedro fue tan fuerte que lo llevó a negar al Salvador que amaba.
Pedro experimentó toda la fuerza de las consecuencias de su miedo y, si no hubiera sido por la resurrección, el perdón y la restauración de Jesús, nunca se habría recuperado. Pero sí se recuperó y fue a predicar ante miles y a enfrentar la muerte de mártir con gran valor. ¿Qué pudo cambiar a un hombre miedoso que maldijo en uno que pudo descansar, confiar y actuar con gran heroísmo? Sólo una relación con el Dios viviente.
¿Puedes ver cómo somos iguales a Pedro y Saúl? Por un lado sabemos que Dios es poderoso y está lleno de amor para nosotras, pero por el otro lado nos encontramos frecuentemente vencidas por el temor a los que nos rodean. Parece que en esta área en particular estamos llenas de contradicciones. Podemos descuidar las oportunidades de testificar a los demás o preocuparnos más por lo que nuestros compañeros de trabajo piensen que por lo que Dios piense. Todos los verdaderos cristianos anhelan tener vidas que resplandezcan brillantemente ante los demás, pero cuando se trata de realmente encender la luz, nos encontramos con frecuencia ocultándonos como Saúl o negando incluso que conocemos al Señor, como Pedro.
Dios ha obrado en las vidas de Sus hijos consistentemente a través de la historia: les ha dado paz en medio de violentas tormentas, valor para enfrentar enemigos abrumadoramente poderosos y confianza al enfrentar acusaciones y persecución. Los ha ayudado a comparecer antes jueces y reyes hostiles. Les ha dado la audacia sobrenatural para “cerrar la boca de los leones.” Si Él puede ayudar a Sus hijos en las circunstancias extraordinariamente difíciles descritas en la Biblia, te puede dar tranquilidad y gozo para enfrentar las presiones diarias que amenazan con aplastarte. ¿Por qué Dios se deleita en ayudarnos a ser hijas fieles, llenas de paz y confianza, hijas que se apoyan en Su fortaleza? Porque cuando Él cambia corazones como los nuestros en corazones como el Suyo, Él recibe alabanza y gloria. Cuando descubrimos que podemos caminar en paz a través de las situaciones que antes nos aterrorizaban, nuestros corazones se desbordarán de gratitud y agradecimiento—y eso trae gozo a Dios. Sólo Él puede cambiar los corazones que están frecuentemente abrumados por el temor en corazones dominados por Su poder y valentía y es Su deleite hacerlo.
Reemplazando Tus Temores con el Poder de Dios
Reemplazando Tus Temores con el Poder de Dios
Su miedo surgió de su deseo de sentir que tenía el control. Sentir la necesidad de controlar a otros es algo con lo cual muchas personas luchan, sobre todo las personas que son competentes y ambiciosas. Algunas personas podrían inclinarse más hacia este tipo de miedo porque desde niños aprendieron que nunca podían confiar en nadie que no fueran ellos mismos. Otras podrían tener un alto concepto de sí mismas, pensando que todos los demás son incapaces. Cualquiera que sea la historia o la causa, si eres una persona que cae en esta categoría conoces el estrés y la destrucción que este deseo produce.
el deseo de tener el control es algo que se encuentra en las personas de cualquier lugar, en cualquier nivel económico y esto ocasiona mucho el temor.
el pueblo de Dios, como ya hemos visto, es probable que tenga luchas muy reales con el temor. De hecho hasta los pastores, y aquéllos en el ministerio, luchan con el temor en sus púlpitos y en sus relaciones con los miembros de su iglesia.
“Te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti…porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía.…” (2 Timoteo 1:6–7 énfasis añadido).
No es demasiado difícil ver que Timoteo luchaba con el temor o que Pablo, su amado padre en la fe, estaba interesado en cómo afectaba esto la vida y el ministerio de Timoteo. Más adelante en la misma carta, Pablo anima a Timoteo, “esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 2:1).
Pablo sabía que Timoteo debía enfocarse en la efectividad de la presencia de Dios en su vida… y nosotras también.
Pablo quería recordarle a Timoteo lo que Dios le había dado en Su benignidad. Le había dado el “don de Dios.” Este don lo equipó para cumplir la voluntad de Dios en su vida.
Tenemos las oraciones del Hijo de Dios: “por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25).
Como ves, el Señor Jesús está orando por ti, incluso ahora mientras lees este libro. Él en Su benignidad te ha dotado para cumplir el ministerio al que te ha llamado, exactamente de la misma manera en que dotó al joven Timoteo. Puede que no seas llamada a un ministerio de tiempo completo o al liderazgo en la iglesia, pero cualquiera que sea tu llamado, ya sea ser mamá, estudiante o ejecutiva de una empresa, Él te ha dado todo lo que necesitas para cumplirlo.
Con este don el Señor no ha puesto en tu corazón una actitud de temor o timidez. No, si tú eres cristiana, Él mora en ti con su Espíritu Santo: Su poder, Su amor, Su disciplina para tener dominio propio. Por el carácter de Dios que mora en el creyente, Timoteo, tú y yo podemos cumplir Su llamado en nuestras vidas.
Examinaremos ahora cómo el poder, amor y dominio propio luchan contra el temor y cómo podemos avivar de nuevo el don de Dios en nosotras.
Dios le dio a Timoteo el poder o el valor para combatir las dificultades y los peligros que enfrentaría. Dentro de él tenía el poder para aguantar las pruebas y para triunfar en las persecuciones. Tenía este poder porque en él moraba el Espíritu de poder—el Espíritu de Dios, quien tiene toda autoridad y poder.
Este poder o capacidad para enfrentar los problemas y las pruebas es parte del misericordioso don gratuito de Dios dado a Sus hijos. Es por eso que defender la justicia y la verdad es algo que cada creyente está llamado a hacer. Así que, aunque te puedas sentir débil y con miedo, la verdad es que Aquél que tiene todo el poder ha hecho que Su poder esté disponible para ti.
Algunas personas enseñan que la manera de vencer el miedo es confiar en ti misma o desarrollar tu propia auto-confianza. Pero Dios no quiere que pongas tu confianza en tus propios poderes o habilidades. ¿Es bastante obvio, no es cierto, que hasta cuando somos fuertes, no somos lo suficientemente poderosas? Dios quiere que pongas tu confianza en Su poder. Pablo les enseñó a los cristianos de Corinto que su fe tenía que descansar en el poder de Dios (1 Corintios 2:5).
Veamos por un momento qué tan poderoso ya es el Espíritu de Dios en nuestras vidas:
• Él es más poderoso que cualquier poder demoniaco (Mateo 12:28).
• Él es lo suficientemente poderoso para crear nueva vida dentro de ti (Juan 6:63).
• El Espíritu de Dios es un ayudante eternamente perdurable (Juan 14:16).
• Él te enseñará y te recordará las palabras de Jesús (Juan 14:26).
• Él le da vida a tu cuerpo mortal (Romanos 8:11).
• Él te guía y te permite saber con confianza que eres hija de Dios (Romanos 8:14–15).
• Él te asegura que eres heredera de Dios (Romanos 8:16–17).
• El Espíritu te ayuda en tu debilidad orando por ti (Romanos 8:26–27).
• Él es lo suficientemente poderoso para vencer tus dudas y ayudarte a abundar en esperanza (Romanos 15:13).
• Su intenso amor te hará postrar ante el Señorío de Jesús (1 Corintios 12:3).
• Él da los dones que te equipan para la obra que Dios ha planeado para ti (1 Corintios 12:4).
• Él te ayuda a comprender lo que Dios te ha dado sin reservas (1 Corintios 2:10–12).
• Él es lo suficientemente poderoso para cambiarte en una persona llena de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22–23).
El Espíritu Santo mora en todos los hijos de Dios y es lo suficientemente poderoso para llevar a cabo lo milagroso en nuestras vidas. Este poder que mora dentro es el que te permite vencer los temores pecaminosos. Romanos 8:13 enseña que es por este mismo Espíritu que puedes hacer morir las obras de la carne.2
Por ti misma, en tu propia fuerza, nunca podrás vencer tu temor pecaminoso. Esto porque nadie es verdaderamente capaz de cambiar la inclinación de su propia naturaleza. Es cierto, podemos hacer cambios externos: podemos perder peso o aprender a nadar, pero el cambio en el corazón es algo que sólo el Espíritu Santo puede lograr. El tipo de cambio que necesitamos— cambio que nos librará de nuestro pecado—viene de un sólo lugar: el Espíritu Santo.
No tenía una razón lógica para tener estos pensamientos porque mi hija y su bebé estaban bien, pero esta imaginación era real en mi mente, como si realmente hubiera sucedido. Lloré. Traté de imaginar la vida después de esta tragedia. ¿Cómo podía seguir? Pensé que debía regresar a casa porque ciertamente no podía ir a la iglesia en este estado. Entonces, el Espíritu Santo me convenció: ¿Qué estaba haciendo? Estaba permitiendo que mi imaginación me asustara y me aterrorizara. En seguida supe que lo que estaba haciendo estaba mal, así que le pedir perdón a Dios. Oré,
Dios, sólo Tú sabes lo que pasará en mi futuro. Tú sostienes mi vida en Tu mano. Sé que Tú no has prometido que nunca sufriré perdidas, pero Tú has prometido sostenerme si, en Tu plan amoroso, tengo que sufrir. Por favor, ayúdame a gozarme en Ti y a poner toda mi confianza en Ti. Amén.
Después de eso puse música de alabanzas y concentré mis pensamientos y mi imaginación en adorar y bendecir a Dios. Ahora estaba lista para ir a la iglesia.
Sabes, el problema con los temores que sólo existen en nuestra imaginación es que, como no son reales, los debemos enfrentar a solas. La gracia de Dios no está disponible para ayudarnos a vencer los problemas imaginarios que residen sólo en nuestra mente. Él nos ayudará a hacer morir estos temores imaginarios, pero sólo en el mundo real es que Su poder es efectivo para sostenernos en los problemas. Es sólo cuando Él nos llame a verdaderamente pasar por tiempos difíciles que Su poder estará presente para protegernos, consolarnos y fortalecernos.
¿Puedes ver lo que el padre de Corrie le estaba enseñando? Cuando Dios te llame a enfrentar algo aterrador, ya sea tu propia muerte, una tragedia en la familia o alguna dificultad, entonces, y solamente entonces, Él te dará la fortaleza para vivirlo. A través de los años he tratado de recordar que no necesito el “boleto” de la fortaleza y la gracia de Dios para un tren que todavía no llega o quizá nunca llegue. El único boleto que necesito es para el tren que tengo que abordar ahora, y Dios ha prometido darme ese boleto cuando lo necesite. “No te desampararé ni te dejaré,” nos ha dicho (Hebreos 13:5). Él estará ahí, sosteniendo nuestra mano, sin importar lo que haya llegado a la estación.
El temor que existe en nuestra imaginación es un enemigo formidable. Pero puede ser eliminado por el Espíritu y la fe. nuestra imaginación pecaminosa alimenta nuestros temores.
En 2 Timoteo 1:6–7, Pablo mencionó tres cosas que Dios le había dado a Timoteo: poder, amor y disciplina (o dominio propio)
Pablo le recomendó a Timoteo que recordara que Dios le había dado la capacidad para disciplinar su mente. La palabra que Pablo utilizó aquí se usa sólo una vez en el Nuevo Testamento y se refiere a la facultad de la mente que le permite a alguien controlar sus pensamientos, tener dominio propio. El punto es que Dios le había dado a Timoteo la capacidad o la habilidad para tener una mente disciplinada y sensata. Una mente sensata es una que tranquilamente se enfoca en la verdad: primero en la verdad sobre quién es Dios y qué ha dicho y, segundo, la verdad sobre nosotras mismas.
¿En qué está enfocada tu mente? Casi todas nosotras luchamos con temores que pueden llevar a nuestra mente a revolotear de un desastre a otro. Podemos imaginar el peor de los escenarios en segundos; nuestros pensamientos están llenos de imágenes gráficas de enfermedad, muerte, desastres o problemas. En vez de enfocarnos en la bondad y en la fortaleza de Dios, nos enfocamos en desastres inminentes y Dios llegando sólo como una idea de último momento. Incluso puede ser que los pensamientos que ocupan tu mente sean tan fuertes que te olvides por completo de Dios. Es fácil ver que todas necesitamos cultivar la disciplina para desarrollar una mente sensata.
Las imaginaciones indisciplinadas son la causa del desaliento y la ansiedad. Cuando me llené de imaginaciones temerosas sobre mi hija y mi nieto, no estaba disciplinando mi mente o pensando en la verdad. ¡Mi mente era de todo salvo tranquila! Una mente sensata es una mente que puede disfrutar la paz incluso en medio de una gran tormenta porque está anclada en lo que es realmente verdadero. En el Antiguo Testamento el profeta Isaías habló de esta tranquilidad de la mente: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en Ti ha confiado” (Isaías 26:3
La paz perfecta está disponible solamente para aquél cuya mente está firmemente fija en confiar en Dios. ¿Qué significa “confiar” en Dios? La confianza es el resultado de la decisión de escoger creer que Dios es digno de nuestra confianza, dependencia, fe y sumisión. La confianza en Dios crece sólo cuando nos familiarizamos más y más con Él—con Su poder, Su bondad y Su sabiduría. La confianza florece en el corazón que ha llegado a creer que “Dios en Su amor siempre quiere lo mejor para nosotras. En Su sabiduría Él siempre sabe lo que es mejor y en Su soberanía Él tiene el poder para producirlo.”5 Mientras crezco en mi entendimiento del amor, sabiduría y poder soberano de Dios, mi confianza en Él y mi capacidad para refutar vanas imaginaciones también crece.
Muchas personas que luchan con el miedo lo hacen porque, por cualquier razón, han aprendido que no pueden confiar en los demás. Algunas personas piensan que nunca podrán realmente confiar en Dios porque experimentaron grandes traiciones, dificultades o vergüenzas. Pero la verdad liberadora es que Dios nunca nos dice que tenemos que confiar en las personas. De hecho, Él manda exactamente lo opuesto:
• “Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre. Mejor es confiar en Jehová que confiar en príncipes” (Salmos 118:8–9).
• “No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación” (Salmos 146:3).
• “Maldito el varón que confía en el hombre” (Jeremías 17:5).
Por supuesto, mientras vivimos nuestras vidas día a día tenemos que confiar en las personas hasta cierto punto. Tengo que confiar que el cajero del supermercado no está tratando de robarme a propósito. Tengo que confiar que cuando la luz del semáforo cambie a roja, el tráfico en dirección contraria se detendrá para que yo pueda cruzar. Esto es confianza, pero es una confianza calculada. No es una confianza que diga, “Todo depende de ti.” A pesar de mi confianza calculada reconozco que es posible que el cajero intente robarme, por lo que les echo un vistazo a mis recibos. También sé que existen personas que frecuentemente se pasan la luz roja, así que volteo a ambos lados incluso si tengo la luz verde. Tengo una confianza calculada de que las personas harán lo que deben, pero también entiendo que las personas pecan y cometen errores y así intento no ser imprudente.
Dios no quiere ni espera que tengamos una confianza ciega en nadie—ni siquiera en Él mismo. Como nuestro Creador, tiene todo el derecho de ordenarnos que confiemos en Él sin darnos ninguna pista de Su confiabilidad. Pero no ha hecho eso. En la Biblia, Él ha revelado todo lo que necesitamos saber sobre Él mismo. Ha mostrado por medio de la creación, la historia y nuestra redención que Él es completamente confiable. Conforme crecemos en nuestra confianza en Él—en Su sabiduría, amor y poder soberano—encontraremos que nuestros temores desaparecen. Cuando esto pase, también podremos confiar en los demás como debemos.
Cuando se trata del enfoque de mi vida, mi tranquilidad, mi gozo más profundo o mi capacidad de servir al Señor, es imposible que confíe en alguien más que no sea Él. No sólo sería tonto que yo confiara de esta manera en los demás, sino que hacerlo deshonraría a Dios.
Aunque pudiera parecer que tu vida está llena de problemas y pruebas, hoy puedes comenzar a conocer la paz de Dios. Aunque hayas pasado por una gran decepción, deslealtad o amarga desesperación, la paz que Jesucristo da es para todos Sus hijos. Esta paz es algo de lo que hablaremos mucho en los próximos capítulos pero, por ahora, medita en estas palabras de Jesús:
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo. —Juan 14:27
Cuando Pablo le recordó a Timoteo que Dios no le había dado un espíritu de cobardía, tal vez estaba recordando la clase de miedo que los israelitas tuvieron en el Monte de Sinaí, cuando le pidieron a Moisés que se encontrara con Dios por ellos. Pablo estaba animando a Timoteo a no ser como esas personas que, cuando vieron la cercanía de Dios, huyeron de miedo. Y Dios nos está llamando a cada una de nosotras hoy a no huir de Él en temor servil, sino a acercarnos a Él con corazones humildes y confiados, dejando que Su paz inunde nuestras almas. Podemos conocer la gozosa serenidad mientras experimentamos el dulce cuidado de Su guía paternal, el amor asombroso que se ve en el sacrificio de Su Hijo y el gran poder reconfortante de Su Espíritu transformador. Y todo por confiar en Dios.
Confiar en Dios es algo por lo que debemos luchar. Como un Padre amoroso, nos concede el entendimiento suficiente de Su naturaleza para que podamos ir a Él. Pero crecer en esta confianza es algo que debemos escoger hacer. Lo podemos hacer considerando lo que Él ha dicho acerca de Sí mismo y de aquéllos que confían en Él.
• “¡Oh Jehová, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos” (2 Crónicas 14:11).
• “En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron” (Salmos 9:10).
• “En ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron avergonzados” (Salmos 22:4–5).
• “Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en Él confió mi corazón, y fui ayudado” (Salmos 28:7).
• “Esperad en Él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio” (Salmos 62:8).
• “He aquí Dios es salvación mía, me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová quien ha sido salvación para mí” (Isaías 12:2).
• “Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos” (Isaías 26:4).
• “En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza” (Isaías 30:15).
Más versículos excelentes que puedes estudiar incluyen 1 Crónicas 5:20; 2 Crónicas 13:18; 20:20; Salmos 13:5; 32:10; 37:5; 40:4; 84:12; 112:7; 115:11; Proverbios 28:25; 29:25
Cuando Sientes Que Estás Perdiendo el Control
Cuando Sientes Que Estás Perdiendo el Control
Si pudiéramos escoger entre poder controlar nuestras circunstancias o no tener ningún control sobre ellas, estoy segura de que todas escogeríamos la primera opción. Nos gustaría mucho más que la vida fuera como un paseo tranquilo por una suave corriente pero, por lo general, se asemeja más a un paseo salvaje por un tobogán por una empinada colina cubierta de nieve y, mientras más bajamos, más ansiosas nos ponemos por no poder detenernos sin la intervención de un árbol. Para aquéllas de nosotras que luchamos con querer tener el control de las circunstancias, las situaciones en las que nos sentimos vulnerables e impotentes pueden ser absolutamente aterradoras.
Estadísticamente, volar es un medio bastante seguro de viajar; de hecho, es más seguro que conducir un auto. Pero la realidad es que volar es más aterrador que conducir un auto. ¿Por qué? Porque cuando vamos por la autopista, a 100 km por hora, tenemos la impresión de que tenemos control de nuestra seguridad. Tontamente suponemos que si algo imprevisto sucediera, podríamos reaccionar y mantenernos a salvo. Pero cuando estamos volando y sentimos turbulencias inesperadas o que el piloto de repente baja la velocidad, experimentamos la inseguridad de estar indefensas al control de alguien más. Nos sentimos más cómodas conduciendo porque tenemos mayor control que en un avión. Este sentimiento de tener el control de nuestra propia seguridad es lo que nos gusta.
Gina, la ejecutiva que conocimos en el capítulo anterior, creía firmemente que debía tener el control. Este deseo de controlar los eventos que rodeaban su vida le provocó todo tipo de problemas: se enojaba, preocupaba, agotaba y era difícil llevarse con ella. Gina reconoció que era agotador tratar de tener el control de todo.
Y entonces cayó en una espiral descendente cada vez mayor, mientras más temerosa se volvía sobre su necesidad de tener el control, más trataba de dominar a sus empleados y a las circunstancias, lo que le creó incluso mayores problemas. Gina se estaba desgastando y también estaba desgastando a sus amistades. ¿Qué estaba pasando en el corazón de Gina que la hacía tan controladora? ¿Entendía Dios sus luchas? ¿La podía ayudar?
Su temor al pánico, y a cómo podía responder, se convirtió en un tirano que la esclavizaba y la aislaba más y más de su mundo exterior. Esto la puso en un espiral descendente que continuamente empeoraba su miedo y su deseo de controlar sus circunstancias.
• El deseo de controlar algún aspecto de tu mundo lleva a…
• Darte cuenta que la vida está fuera de tu control, lo que lleva a…
• la experiencia física del miedo…
• llevando al deseo de controlar la experiencia del temor al igual que a las circunstancias…
• llevando a la ira, el aislamiento, la depresión y…
• a un mundo que cada vez se vuelve más y más pequeño…
• y cada vez está más y más fuera de control…
• llevando a aumentar los esfuerzos para controlar y…
• a más temores, etc.
Por qué las personas viven de esta manera? ¿Qué es lo que realmente está en el centro de este problema? ¿La Biblia habla de estos problemas?
Jonás estaba enojado porque Dios no castigó a los ninivitas después de haberles predicado. ¿Por qué? Porque Jonás quería estar a cargo. Tenía miedo de verse como un tonto y se preocupaba más por cómo se veía y su propio éxito que por la compasión de Dios por el pueblo. Jonás desobedeció a Dios porque quería tener el control.
Jonás estaba enfocado de manera poco apropiada en el resultado de su ministerio “para Dios.” Él quería controlar cómo respondían las personas. ¿Por qué? Él quería verse bien. Quería ver castigados a los enemigos de Dios. Quería ser el “hombre a cargo.” Quería usurpar el papel de Dios teniendo el control. Jonás no tenía el valor, la compasión y la paciencia que necesitaba porque no estaba enfocado en la grandeza de Dios. Había perdido la visión de la compasión de Dios. Jonás estaba más preocupado por perder su comodidad, su felicidad y su reputación que por la eterna felicidad de más de 120,000 ninivitas. Aunque Jonás había sido liberado de la prisión del gran pez que se lo había tragado, también estaba preso por sus ansias de estar a cargo… y estas ansias hicieron que tuviera miedo.
Como Jonás, aquéllas que son dominadas por sus miedos pueden encontrarse en habitaciones muy reducidas: rodeadas por la oscuridad, envueltas por el frío, sintiéndose aisladas y solas. O pueden preguntarse por qué Dios sigue revolviendo sus nidos para que nunca se puedan sentir realmente cómodas, realmente a cargo. Se preguntan si Dios está enojado o si las ama. Se preguntan, ¿Qué se trae entre manos?
Y como Jonás, muchas de nosotras vemos dentro de nosotras dos deseos antagónicos: sí, amamos a Dios y queremos servirle. Pero también está el deseo de controlar a las personas y a los eventos para nuestros propios propósitos, para calmar nuestros temores.
Quizá existe dentro de nuestros corazones un deseo sutil de tratar de controlar a Dios. Tal vez pensamos que Dios realmente no está a cargo o que está muy lejos o muy ocupado para involucrarse en nuestra vida diaria. ¿Es posible que todavía no entendamos realmente cuánto nos ama o qué tan poderoso es? Podríamos interpretar mal nuestras circunstancias y creer que a Dios l falta de amor, sabiduría o poder. La vida parece caótica e impredecible. Y finalmente, tal vez, no creemos realmente que Él sea digno de confianza, por lo que trabajamos más y más duro intentando poner la vida bajo nuestro control.
¿Sabes?, el deseo de controlar a las personas o a las circunstancias es, en el fondo, un problema de confianza. No es que no confiemos en Dios para nuestra salvación inicial. Más bien es que no confiamos en Él para resolver las cosas para nuestro bien. Pensamos que tenemos que hacer eso. Nos es casi imposible dejar esas cosas que nos son tan preciadas: nuestros hijos, nuestras carreras, nuestro futuro. Y así, cuando Dios envía un pez o un gusano para captar nuestra atención, automáticamente pensamos que es porque Él no es capaz de controlar nuestras circunstancias o que no está contento con nosotras.
Piensa en las pruebas y las dificultades que estás pasando. Tal vez tus hijos son rebeldes o tu nuevo jefe es un tirano. Quizá tu mejor amiga se muda fuera del estado o te acabas de enterar que necesitas una cirugía mayor. ¿Es posible que Dios haya permitido estas dificultades específicas en tu vida para enseñarte sobre Su bondad, sobre tu incapacidad de controlar los eventos y para librarte de tus temores?
cité 1 Crónicas 29:11, “Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos.”
Piensa por un momento en las palabras “y tú eres excelso sobre todos.” Sabes que cuando realmente dejamos de pensar en esto, estamos forzadas a reconocer que todos nuestros esfuerzos por controlar nuestro mundo son bastante infructuosos, ¿o no? De hecho, debemos reconocer que existe sólo una persona que realmente tiene el control—y esa persona es Dios.
Dios ya está a cargo y siempre que tratamos de estar a cargo nosotras, estamos jugando a ser Dios. Estamos tratando de ser como un dios en vez de ser semejantes a Dios.
¿De dónde originalmente salió este deseo de tener el control, de ser como un dios? Nació en el Jardín del Edén. ¿Recuerdas cómo Satanás tentó a Eva? Él dijo, “sino que sabe Dios que el día que comáis [del fruto], serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios” (Génesis 3:5, énfasis añadido). Piensa en esa frase “seréis como Dios.” ¿Qué le estaba diciendo Satanás a Eva? Le estaba diciendo, “No puedes confiar en Dios. No te ha dado todo lo que realmente necesitas. No es de confiar… realmente no te ama… debes tener miedo de que vas a perder… así que adelante, desobedece a Dios. Toma los asuntos en tus propias manos, intenta manejar los asuntos de acuerdo a tu propia sabiduría. Necesitas tener el control. Entonces serás feliz.”
Es una bendición que Dios no permite que este tipo de pensamiento dure, ¿no es cierto? No pasó mucho tiempo antes de que Dios visitara a Adán y Eva y los encontrara ocultándose por vergüenza. No dejó que Jonás pasara tiempo en Tarsis, sino que trajo la corrección amorosa en forma de una tormenta y un gran pez. Dios continúa confrontándonos hoy con amor cuando cedemos a la tentación de intentar tener el control. Él hace esto por nuestro propio bien y para que Él sea alabado.
Cuando Dios le ordenó a Adán y Eva gobernar sobre el mundo que Él había creado y a tener el dominio, les estaba dejando una parte de Su gobierno. Así que, por un lado, Dios les ordenó a nuestros primeros padres tener control de ciertas cosas, pero todo tiempo ellos tenían que entender que sólo eran los segundos al mando, no los reyes gobernantes. Les había dado la autoridad para gobernar sobre ciertas cosas, pero su gobierno siempre debía estar bajo la sumisión del Suyo. Debían obedecerlo gobernando, no gobernar en desobediencia.
Por el pecado de Adán y Eva, este deseo dado por Dios para controlar, fue pervertido. Ahora buscamos controlar los corazones de las personas, el resultado de los acontecimientos y nuestro futuro. Hacemos esto porque tenemos miedo de lo que pueda pasar si solamente confiamos y obedecemos
en Mateo 25:14–30
Matthew Henry escribe esto del siervo temeroso: “Los buenos pensamientos de Dios engendran amor y ese amor nos hace diligentes y fieles; pero los pensamientos crueles de Dios engendran miedo y ese miedo nos hace perezosas e infieles.”
¿Puedes ver cómo la perspectiva que el siervo tenía de su señor empañó el uso de sus dones? Observa las palabras que el siervo usó para describir a su señor. Dijo que era duro y poco razonable. ¿Es cierto que nuestro Maestro celestial es hombre duro y poco razonable? ¿Puedes ver cómo la visión que este siervo tenía de Dios hizo que tuviera miedo y escondiera sus “talentos”?
Piensa en la opinión que Jonás y Eva tenían de Dios. ¿No estaban diciendo esencialmente la misma cosa? ¿No estaban diciendo que la razón por la que estaban temerosos—la razón por la cual no hicieron lo que Dios les había ordenado—de alguna manera era culpa de Dios? ¿Acaso no hacemos nosotras lo mismo cuando tenemos miedo y nos escondemos? Pero Dios, pensamos, si me hubieras dado la fortaleza o la inteligencia o la familia o lo que sea…que Tus otros siervos tienen, con gusto hubiera trabajado duro para Ti.
Cuando tenemos temor, cuando miramos al futuro y sentimos que todo está al borde del colapso, descubrimos que nos queremos esconder y ser auto-indulgentes, y abandonamos nuesra responsabilidad. Sé que así actúo a veces. No es que a propósito desperdicie los dones que Dios me ha dado, es sólo que no los uso como debería. Simplemente los oculto y pienso, Bueno Dios, si no fueras tan duro… si no me hubieras dado una vida tan difícil, no estaría tan desanimada. Algunas veces no quiero trabajar duro o arriesgar la obediencia porque temo el resultado. Pienso que si vivo a mi manera podré controlar los resultados. Puede no gustarme la manera en que mi vida se está desarrollando justo ahora, pero al menos sé qué esperar y no tengo que tenerle miedo a lo desconocido o poner mi vida en las manos de un dios que a veces parece duro y poco razonable.
El corazón que está lleno de temor continuará agarrado del control. Y a su vez, la persona que quiere estar a cargo siempre tendrá miedo de perder el control
Dios está a cargo de cada parte de tu vida, incluso tu libertad del temor. Puedes descansar en Él y confiar que Su liberación llegará en el momento justo.
No te desanimes si ves que el deseo por controlar reside también en tu corazón. Dios es el mismo hoy tal como lo fue en el tiempo de Jonás. Todavía sigue elaborando Su plan perfecto y terminará la obra en ti que ha prometido. En respuesta a Su fidelidad puedes venir hoy a Él, ahora mismo, en oración y pedirle que te libere de todos tus temores. El salmista lo puso de esta forma: “Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores” (Salmos 34:4).
Dedica tiempo ahora para hacer el siguiente ejercicio… y ora con Jonás, “La salvación es de Jehová…y creó que la salvación es para mí.”
Temiendo a la Gente Que Nos Rodea
Temiendo a la Gente Que Nos Rodea
“Con respecto a otras personas, nuestro problema es que las necesitamos (para nosotros mismos) más de lo que las amamos (para la gloria de Dios).”
La Biblia está llena de personas que anhelaban escuchar palabras de alabanzas. En la historia de Ester, del Antiguo Testamento, conocemos a un hombre que verdaderamente luchaba con este deseo. Su nombre era Amán.
Aunque Amán tenía la adulación y la alabanza de todos en el reino, no era suficiente. Así que se dispuso a castigar a Mardoqueo por faltarle al respeto. Para esto desarrolló un elaborado plan que en última instancia implicaría la destrucción de todos los judíos. Pero en el plan soberano de Dios, el plan de Amán fue derrotado y Amán mismo fue colgado en la horca que él mismo había construido para Mardoqueo.
Al pensar en Amán y en su deseo de ser alabado y adulado por otros, puedo ver que soy como él en algunos aspectos. Yo también anhelo escuchar los elogios de los demás; me he preguntado porqué no los recibo de algunas personas. Mi deseo de escuchar los aplausos de los demás hace que me enoje, tenga miedo y hasta peque contra otros. En realidad no he pensado en lastimar a nadie que se negara a halagarme, pero tengo que admitir que mi amor por esas personas no es lo que debería ser.
Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
—Juan 12:42–43
Observa que Juan no dice que su problema fuera uno de baja autoestima o sentimientos de inferioridad. No, él precisa que su problema era un problema de amor. ¿Qué amaban más que la aprobación de Dios? La aprobación del hombre. ¿Qué anhelaban más que la alabanza que recibirían de Dios: “Bien hecho, siervo bueno y fiel”? Amaban la alabanza de sus semejantes. De hecho, las amaban tanto que desobedecieron el mandato de Cristo de testificar de Él.
ésta era una palabra que significaba que vivían por y eran adictos a la aprobación de los hombres.
¿Cómo puedo saber que tengo un amor excesivo por lo que los demás dicen de mí? Lo puedo saber por la manera en que reacciono cuando me critican.
No necesito eso. Sólo ocultaré cualquier pequeño talento que pueda tener y entonces no tendré que asumir la responsabilidad. Por lo general termino esta diatriba diciendo algo así en mi corazón: Les voy a demostrar. Si no aprecian lo que tengo que decir, no me importa. De cualquier manera no los necesito.
Como resultado, me sentiré molesta, temerosa y angustiada. La paz y el gozo que Cristo me promete no los encuentro en ningún lado. Actúo más como Jonás, hundiéndome en las profundidades de la desesperación. Después de esa respuesta inicial, por lo general termino pensando que no me interesa lo que otros piensen y que simplemente los ignoraré. De todos modos son estúpidos, pensaría. Pero aun así habría una crítica en el fondo de mi mente: No le caes bien a alguien. No están alabando tu trabajo. En cierto modo, entonces puedo ver que soy como Amán. Puedo recibir 100 cartas de agradecimiento y elogios por mis escritos, pero fácilmente me altero por una crítica. Sí, tengo un pequeño Amán gobernando en mi corazón.
Y entonces, finalmente, decidí darle las gracias a Dios por esta oportunidad de crecer, no solamente en mis habilidades como escritora, sino también en mi carácter.
Mientras David caminaba junto con su séquito, un hombre llamado Simei comenzó a caminar a su lado y a maldecirlo. Él dijo: “¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso!” (2 Samuel 16:7). Estoy segura de que puedes ver cómo estas palabras hirieron profundamente a David. Allí estaba él, huyendo de su hijo Absalón para salvar su vida, y entonces Simei exageró en la crítica. Porque era el rey, David pudo haber ordenado la inmediata ejecución de Simei. De hecho uno de sus generales se ofreció a hacer precisamente eso. Pero la respuesta de David fue extraordinaria. Dijo: “Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David…He aquí mi hijo que ha salido de mis entrañas, acecha mi vida; ¿cuánto más ahora un hijo de Benjamín? Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha dicho” (2 Samuel 16:10–11).
¿No es esta una declaración sorprendente? David pudo pasar por alto los insultos que le lanzaban y ver al Señor de pie detrás de ellos.
También tenía la esperanza de que Dios usara esta crítica para su propio bien. “Quizá,” dijo, “mirará Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy” (2 Samuel 16:12). Más tarde, cuando David regresó triunfante de la batalla, Simei pidió perdón y David se lo otorgó. El corazón de humildad y confianza en Dios de David se evidenció por la manera en que respondió a la crítica. David amaba la opinión de Dios, aunque esa opinión fuera de disciplina. La amaba más de lo que amaba la alabanza del hombre.
¿Cómo respondes cuando te critican? ¿Qué piensas de las personas que no hablan bien de ti? ¿Quién no se fija en ti? ¿Quién no te tiene en cuenta? ¿Te sientes indignada o incómoda? ¿Te amargas, enojas u ofendes? ¿Buscas razones para devolver la crítica o te esfuerzas más para conseguir su aprobación? ¿A quién verdaderamente amas? ¿Ves a Dios de pie detrás de ellos, atrayéndote a amarlo y desearlo sólo a Él?
“Mi esposo no aprecia nada de lo que hago por él. Ayer invertí tiempo extra preparando su comida favorita, tenía la casa ordenada y a los niños limpios cuando llegó. Sólo entró, encendió el televisor, se dejó caer frente a la mesita para comer frente a la televisión y devoró su comida. Creo que ni siquiera se dio cuenta de todo lo que había hecho por él. Estoy cansada de no recibir las caricias que necesito. De hecho, estoy pensando que tal vez debería dejarlo. Después de todo, tengo la necesidad de ser valorada. Mi autoestima está tan baja ahora que no creo que pueda soportar un día más con él.
Ésta es una lista de algunas de las maneras en que lucho con este tipo de pensamiento:
• Dios me ha llamado a ser una sierva, no una reina a quien se le debe adoración y alabanzas (Lucas 22:26).
• Se me ha ordenado amar y apreciar a los demás, no a ser amada o apreciada (Juan 13 y 15; 2 Corintios 2:8).
• Como a los demás se les ha ordenado amarme, debo buscar facilitarles su tarea sirviéndolos y cuidándolos (Mateo 22:38–40).
• Mi deseo por recibir la alabanza del hombre es sólo eso: un deseo. No es una necesidad. Todo lo que verdaderamente necesito se me ha dado en Cristo (Lucas 12:29–30, 2 Pedro 1:2–4).
• Necesito enfocarme más en ser agradecida por lo que el Señor y otros han hecho por mí (Salmos 28:7).
• Debo buscar rendir mi vida en respuesta a la misericordia de Dios (Lucas 9:23–24).
• El deseo de ser alabada es una ocasión para el pecado contra la cual me debo guardar (El libro de Ester; Mateo 27:18).
• Cuando creo que necesito la alabanza, el reconocimiento o la aceptación de los demás me esclavizo a sus opiniones. Esa esclavitud entorpecerá mi capacidad de hablarles la verdad con amor. (Juan 12:42–43).
¿Alguna vez has pensado en la “alabanza de Dios”?
• “Yo honraré a los que me honran” (1 Samuel 2:30)
• “Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará” (Jn 12:26)
• “Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades” (Lucas 19:17). ¿Estoy dispuesta a ser fiel incluso en las pequeñas tareas (que puedan parecer grandes) o estoy eludiendo el llamado que Dios ha puesto en mi vida porque tengo miedo de ser criticada o de fallar? Aunque a veces es difícil hacerlo, el deseo de mi corazón —y espero que el tuyo también— es ser fiel en las tareas pequeñas.
• “[Él dará] vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad” (Romanos 2:7; véase también 1 Pedro 1:7–8).
¿Qué estás buscando? ¿Estás buscando con ambición santa la “gloria y honor e inmortalidad” que resultan en la vida eterna? ¿O tienes otras ambiciones? ¿Buscas la gloria y el honor que vienen de ser muy querida, famosa o poderosa? El reto para nosotras es clavar en nuestros corazones una ambición santa y no conformarnos con las pobres falsificaciones del mundo.
• “…hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Corintios 4:5).
Dios puede ver lo profundo de mi corazón y evaluar la verdadera calidad de mi trabajo: ¿Estoy buscando la alabanza de los demás o estoy buscando la alabanza sólo de Él? ¿Temo lo que los demás puedan pensar de mis acciones y por lo tanto me vuelvo indiferente a la evaluación por parte de Dios de mis pensamientos?
• “Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba” (2 Cor. 10:18).
¿Ganar el favor divino es el gran objetivo de mi vida? ¿O temo la desaprobación de los demás, que a su vez me lleva a depender de mis propios “talentos, logros o éxitos” para tranquilizar mi temeroso corazón?
• “sino que es judío el que lo es en el interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2:29).
¿Somos estrictas con el comportamiento que otros ven, pero auto-indulgentes cuando estamos solas? ¿Buscamos la separación del mundo que Dios ve y alaba o ponemos en peligro y falseamos la santidad para caerles bien a las personas?
Temor del Hombre vs. Temor de Dios
“Me siento tan mal de haberles confesado eso. ¿Qué pensarán de mi ahora?” Nos miramos y empezamos a reír. Ambas pudimos ver lo terriblemente atadas que estábamos a las opiniones de los demás. Hasta la confesión del pecado de agradar al hombre fue difícil por nuestro deseo de que los demás piensen bien de nosotras.
Pedro, temiendo lo que estos hombres pensaran de él, comenzó a comer con los judíos e ignorar a los gentiles. Pablo dice que resistió a Pedro por esta acción porque era hipócrita y estaba extraviando a otros.
¿Por qué Pedro pecó de este modo? ¿Cuál fue la puerta que lo llevó a esta hipocresía? Era el temor al hombre. Pedro estaba más preocupado por lo que estos líderes pensaran de él que por cómo sus acciones afectarían a esos nuevos cristianos. Pablo se refirió a este incidente en el libro de Gálatas: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10).
Lo que Pablo está diciendo es claro: Cuando nuestras vidas están enfocadas en ganar el favor de los demás o en agradarlos por nuestros propios objetivos, estaremos en desacuerdo con el Señor. Cuando se trata de este problema, no hay mucho lugar para el compromiso: o buscamos el favor de Dios y vivimos como corresponde o buscamos el favor del hombre y vivimos de esa manera. Enfocarnos en obtener la alabanza de los demás y tener miedo a la crítica siempre dará como resultado formas específicas de vida. La manera como nos comportamos siempre es nuestro método para obtener lo que es importante para nosotras. Si es la alabanza o la aprobación de las personas lo que más nos importa, entonces siempre nos hallaremos en un comportamiento pecaminoso que refleje esto.
“El temor del hombre pondrá lazo; mas aquel que confía en Jehová será exaltado” (Proverbios 29:25).
El cebo es algo que amas, un sabroso manjar llamado la buena opinión de los demás. Una vez que has desarrollado el amor por este platillo, cada vez que hueles un cumplido que te dan, o tienes hambre de uno, sólo es cuestión de tiempo hasta que quedes atrapada por tu propio deseo y te encuentres pecando de alguna manera, como Pedro.
La Libertad de Temer Sólo a Dios
La única respuesta a este temor es el temor de Dios. Este temor es el único lo suficientemente brillante para actuar como la Estrella Polar en nuestras vidas. ¿Qué agradaría o glorificaría mejor a Dios? es una pregunta que debe guiar y enfocar nuestros corazones.
¡No te desanimes! Aunque el temor del hombre es algo con lo que casi todas luchamos, sabemos que el Señor nos puede ayudar con eso porque Él es el único que lo pudo conquistar completamente. De hecho, el Señor Jesús nunca se preocupó por obtener la gloria de los demás; en Juan 5:41 dijo, “Gloria de los hombres no recibo.” Pudo resistir la tentación de buscar establecer un reino terrenal porque tenía en Su corazón el amor de Dios y el deseo de glorificarlo sólo a Él.
El Aplauso de la Audiencia de Uno
¿Alguna vez has escuchado el aplauso de una sola persona al final de una presentación? Es un sonido embarazoso y escalofriante. ¿Pero qué tal si esa persona es un rey o un gobernante? Eso haría toda la diferencia, ¿no? Esto se debe a que el aplauso del rey es más valioso que el de cualquier otro. Piensa en las palabras que tu Rey ha prometido decir: “Está bien, buen siervo.” Imagina tu gozo cuando las escuches, cuando mires los ojos de tu Padre y veas Su amor. Imagina cómo será cuando sepas que, por Su gracia, has vivido para Él. ¿No valdrá la pena cada pelea —todas las luchas con tus temores—cuando escuches este elogio? Entonces no importará si nadie se une a la aclamación, ¿o sí? Conocerás el “eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación” (2 Corintios 4:17 LBLA). Proponte vivir hoy por Su aplauso, y tu nombre será conmemorado junto al de todos aquéllos que han escuchado “Está bien, buen siervo.”
El Temor Causado por el Perfeccionismo
El Temor Causado por el Perfeccionismo
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”—Mateo 5:48
Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos (Mateo 5:20).
¿Qué? ¿Más perfectos incluso que los fariseos? ¿Tan perfectos como nuestro Padre celestial? ¡Estas palabras no podían significar lo que parecían significar! ¿O sí?
Cualquiera que realmente comprenda los estándares de Dios, como están contenidos en Su ley y resumidos en los Diez Mandamientos, tiene que admitir que Su perfección está simplemente más allá de nuestro alcance. De hecho, la Biblia hasta enseña guardar la ley perfectamente no es posible para los meros humanos:
• Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23).
• Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque (Eclesiastés 7:20).
• Pero la Escritura declara que todo el mundo es prisionero del pecado (Gálatas 3:22 NVI).
• No es justo delante de ti ningún viviente (Salmos 143:2 LBLA).
• Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos (1 Juan 1:8).
Así que, ¿qué quiso decir Jesús cuando dijo que teníamos que ser perfectas? ¿Cuál sería el punto de ordenarnos ser perfectas si la perfección es inalcanzable?
No toma mucho tiempo, si realmente queremos alcanzar la perfección de Dios, darnos cuenta que sencillamente no damos el ancho. Esto se ve con más facilidad en el resumen de Jesús sobre la perfección y la ley de Dios. Él enseñó que debemos amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente y a nuestro prójimo como a nosotras mismas (Mateo 22:37–39).
Si es cierto que se me ordena ser perfecta y hasta descubro que soy consistentemente incapaz de dar el ancho, ¿cuál es el punto del mandamiento? Es como si Dios nos hubiera mandado saltar el Gran Cañón. Podemos estar dispuestas a hacer débiles intentos, pero la verdad es que no importa que tan duro lo intentemos, o cuántas lecciones de saltos largos tomemos, siempre terminaremos en el fondo, rotas y en pedazos. Y ése es exactamente el punto. El mandamiento de ser perfectas se nos he dado para llevarnos al Perfecto Que Guarda La Ley: Jesucristo. Jesús guardó impecablemente por nosotras cada punto de la ley de Dios. Para aquéllas que reconocen su total impotencia, la oferta de la vida justa del Hijo de Dios es demasiado buena para dejarla pasar.
El primer principio que debemos aprender de la perfección de Dios es que está disponible para nosotras, pero no porque seamos lo suficientemente buenas para tenerla. Está disponible sólo cuando pedimos y creemos con fe que la vida perfecta de Cristo se puede aplicar a nuestra vida.4 En el entendido de que Su vida es nuestra, podemos encontrar la paz y el descanso y anhelar la perfección que Dios demanda. No tenemos que ignorar el mandamiento de Dios; lo podemos cumplir. Por el intercambio que se lleva a cabo —mi vida imperfecta por la vida perfecta de Cristo— puedo estar de pie ante la mirada ardiente de un Dios completamente santo. Y en lo que a Él respeta, no podría ser más perfecta. Esto se debe a que tengo Su perfección.
Ya que como creyentes ahora tenemos Su vida aplicada a nuestras vidas, ¿tenemos la libertad de ignorar el mandamiento de Cristo de la perfección? No, también nos manda luchar por nuestra propia perfección y obediencia.
• “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1).
• “…perfeccionaos…” (2 Corintios 13:11).
• “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logros asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús” (Filipenses 3:12).
• “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Colosenses 1:28).
• “…para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere” (Colosenses 4:12).
• “…para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:4).
• “Sino, como aquel que os llamó santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15–16).
Como puedes ver, en un sentido ya somos perfectas y en otro sentido todavía estamos luchando hacia la perfección.
Los cristianos que luchan con el perfeccionismo deben reconocer estas distinciones. Ya que los perfeccionistas mismos se ponen estándares elevados (y a los demás), cuando ven los mandamientos de ser santos o perfectos sienten una gran condenación porque no están a la altura. No bromean con la necesidad de la perfección.
Martha, al igual que muchas perfeccionistas, también luchaba con establecer estándares extra bíblicos por los cuales tenía que vivir. Por ejemplo, una perfeccionista puede pensar que los mandamientos de Dios de ser una buena administradora de sus bienes significan que tiene que sacudir todos los días la casa o encerar el carro todos los sábados —sin fallar. Una joven puede pensar que para evitar la gula debe morirse de hambre. Un ejecutivo puede creer que cada documento que se haga en su oficina debe tener el formato exacto que él exige. Para él esto no sería una mera preferencia, sino la diferencia entre lo correcto y lo equivocado.
Elevar las preferencias personales al estado de justicia moral, a la larga, vuelve la vida agobiante. Cuando Martha pensaba que su forma particular de hacer las cosas era la única forma “correcta,” se percató que cada vez se enojaba más y se frustraba más. Además de esto, estaba llena de miedo y pánico. Se asustó cuando vio que no podía obedecer perfectamente todos sus estándares. Entró en pánico cuando los demás se negaron a vivir a la altura de sus expectativas. Tenía la inquietante sensación de que todo explotaría porque las personas no estaban haciendo las cosas correctamente. También tenía miedo de aprender nuevas habilidades porque le preocupaba no poder hacerlas perfectamente. La perfección, y el temor que surge de ella, se habían vuelto unos negreros en su vida que exigían más y más perfección a estándares cada vez más altos.
• ¿Este estándar es algo que realmente importará en la eternidad?
Aunque mantener un hogar limpio y administrar una oficina eficiente son buenas metas, al final realmente no importará si hubo polvo en tus muebles cuando estés de pie en el Juicio del Tribunal de Cristo. Dios no te preguntará, “¿Lavaste el coche cada sábado fielmente?”
¿En qué está interesado Dios? ¿Qué perdurará siempre? ¿Qué es eterno?
Ø Dios es santo y está interesado en tu santidad. Esta santidad incluye tanto tus obras visibles como tus motivos (Salmos 11:4; Isaías 6:1–7; 1 Corintios 4:5; Hebreos 1:8–9).
Ø La forma de gobierno y los mandamientos de Dios son eternos (Salmos 89; 93:2–5).
Ø El gobierno real de Dios se basa en Su rectitud y en Su justicia. Nuestros estándares personales de justicia y nuestras demandas de justicia son importantes sólo cuando se cruzan con las Suyas (Salmos 97:2).
Ø Jesucristo nos llama a seguirlo solamente a Él y a ver todas las realidades y posesiones terrenales como insignificantes en comparación (Mateo 19:28–29).
Ø Nadie puede estar de pie ante Cristo por sus propias buenas obras. Sólo aquéllos que han sido lavados por Su sangre pueden pasar la prueba de Dios. Cristo ha prometido perdón a todos aquellos que lo pidan (Isaías 45:21; Romanos 3:26; 1 Juan 1:9; Apocalipsis 5:7–10; 7:14–15).
Ø Sólo el temor reverencial y la adoración a Dios durarán, ni nuestros logros personales ni nuestro éxito (Apocalipsis 19:4–5).
Ø La obediencia a los mandamientos de Dios, en lugar de a nuestros propios estándares, es Su medida (Apocalipsis 20:12).
Ø Debemos humillarnos y tomar Su preciado don en lugar de confiar en nuestra propia bondad o capacidad de ejecución (Apocalipsis 21:6–7).
Aunque medir tus estándares por el poder de Dios pueda parecer intimidante al principio, recuerda que Dios está de tu lado y que ha prometido cambiar tu corazón y tu vida. Al poner tu confianza en Él, soltando algunas de las reglas que parecen ser tan importantes, en lugar del caos te encontrarás libre de los temores y disfrutando una gran paz.
• ¿Los estándares o mandamientos que estoy siguiendo se encuentran con facilidad en las Escrituras o estoy añadiendo o torciendo Sus mandamientos? ¿Una lectura superficial del Nuevo Testamento afirmaría mis estándares o hay otras cosas más importantes para Dios?
Aunque se nos manda obedecer a Dios toda la vida, cómo nos ocupamos de eso a veces es cuestión de preferencias. Por ejemplo, como mujer sé que se me ha ordenado someterme a mi esposo. Si decido que para mí la sumisión significa que nunca cuestiono a mi esposo en público, está bien. Si les digo a otras mujeres que están obligadas a obedecer mi interpretación del mandamiento de Dios, entonces estoy elevando mi preferencia o convicción personal a la importancia que sólo la Palabra de Dios merece. Necesito seguir recordándome que…
Ø Los fariseos, incluyendo a Pablo antes de su conversión, eran conocidos por su cumplimiento preciso de las reglas estrictas, pero ellos frecuentemente elevaban sus propias tradiciones al estatus de un mandamiento dado por Dios (Marcos 7:1–13; Gálatas 1:14).
Ø Cristo resumió los mandamientos de Dios: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37, 39). Nuestros estándares deben ser un reflejo del mandamiento de amar.
Ø La ley de Dios me ayudará a crecer en mi capacidad de vencer la auto-indulgencia. Cuando estoy esclavizada por imposibles estándares elevados, con frecuencia me encontraré cediendo a algún tipo de auto-indulgencia. Ir tras mis estándares personales sólo aumentará mi orgullo (Colosenses 2:21–23).
Ø El deseo de agregarle a los mandamientos de Dios no fluye del amor de Dios, sino que proviene del enemigo (Génesis 3:1–19; 1 Timoteo 4:1–3).
Sí, al re-evaluar tus estándares, descubres que difieren de los del Señor, o que has creado leyes para ti misma que no coinciden con las de Él, no debes tener temor. Sólo pídele al Señor que te muestre Su perfecta ley y que te libere de la tuya. Él hará justo eso y descubrirás que, como dice Juan, “Sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).
• ¿Creo que debo obedecer este estándar para agradar a Dios?
Martha pensaba que desagradaba a Dios cuando no limpiaba su casa todos los días. Pensaba que Dios no bendeciría sus esfuerzos maternales si permitía que sus hijos dejaran sus camas sin tender. Sus propios estándares de limpieza fomentaban en ella la desesperación, la frustración, la ira y el desaliento. Vociferaba y ofendía cuando sus hijos dejaban la ropa en el piso porque pensaba que agradaba a Dios con sus cuidados maternales que se basaban en la limpieza de sus hijos. Martha necesitaba renovar sus pensamientos y recordar que…
Ø Dios se complace en su Hijo, por lo tanto Él ya estaba complacido con ella desde que ella estaba “en Él” (Mateo 3:17; Efesios 1; Filipenses 3:9).
Ø Puede crecer de manera más personal en agradarlo mientras busca obedecerlo por amor, por Su bondad y gracia en su vida (2 Corintios 5:17; Efesios 4:22–24; Colosenses 1:10; Tito 3:4–7; 1 Pedro 1:5–9).
¿Estás “en Él”? Si es así, no le puedes ser más agradable de lo que ya eres. No hay nada más que puedas hacer; no hay perfección que puedas alcanzar que sea mejor que la que ya tienes. ¡Descansa en la vida perfecta de Cristo que Él vivió por ti y en la paz que viene por conocer Su complacencia!
• ¿Este proyecto o la manera en que yo pienso que debería ser terminado significa más para mí que las personas involucradas?
Con frecuencia Martha le gritaba a sus hijos y a su esposo porque la casa no se veía como ella creía que tenía que verse. Estaba llena de remordimientos por el trato que les daba a sus hijos, pero sentía que no podía ayudarse. Sabía que debía ocuparse más de sus hijos y de la forma en que su comportamiento los estaba afectando, pero temía que si soltaba esto todo se derrumbaría. Cuando se enfrentó cara a cara con estos temores, Martha tuvo que recordarse que…
Ø A la luz del mandamiento de amar a los demás como ella se amaba a sí misma, debía darse cuenta que las personas siempre son más importantes que los proyectos, incluso los proyectos puestos en marcha por amor a Dios (Lucas 10:41–42).
Ø Dios gobierna soberanamente para llevar a término toda Su voluntad. No es su papel intentar forzar a Dios o a los demás a hacer lo que ella cree que es necesario (Job 23:13; Salmos 33:9–11; 115:3; Isaías 46:10–11; Hechos 4:28; Efesios 1:11).
Pídele a Dios que abra tus ojos para ver las necesidades y las luchas de los que te rodean. Él puede hacer que tu corazón se desborde de amor y llenarte del gozo sin fin que viene de dar tu vida por los demás. Encontrarás esto mucho más satisfactorio que el placer fugaz que puedes obtener cuando ves tu casa perfectamente limpia o una carta perfectamente escrita.
• ¿Me siento culpable cuando descanso?
Martha estaba exhausta. Nunca se daba tiempo para descansar porque siempre se sentía afligida por las pequeñas cosas que tenía que hacer. Una tarde, cuando podía haber descansado o pasado tiempo con sus hijos, decidió que debía hacer una blusa para su hija. Se sentía presionada, frustrada y con ira mientras trabajaba, todo el tiempo culpando a su esposo por no ganar más dinero y a su hija por echar a perder sus otras blusas. La verdad era que no tenía ningún gozo en ninguna tarea que hacía porque cada tarea era hecha por una obligación servil en lugar de por amor. Después Martha trató de superar esta tendencia recordándose que…
Ø Dios le había dado el mandamiento de cuidar su cuerpo. Por este mandamiento, ella debía asegurarse de descansar lo suficiente (Éxodo 20:13; 1 Corintios 3:16; 6:19).
Ø Dios le había ordenado que la comunión con otros cristianos era una fuente de fortaleza, crecimiento y renovación. Tenía que programar tiempo sólo para la comunión (1 Tesalonicenses 4:18; 5:11; 2 Timoteo 4:2; Hebreos 3:13; 10:24–25).
Ø Dios le había ordenado la observancia de un día de reposo en el cual debía entregarse al ministerio, a la oración, a la meditación y a leer centrada en Dios (Éxodo 20:9–11; Levíticos 19:3; Isaías 56).
Hasta Jesús apartó tiempo lejos de las multitudes para la renovación. No está mal aprender a tomar tiempo para descansar; de hecho, es una necesidad. Dios te ama y te ayudará a cumplir todo lo que necesitas hacer para Él si pasas tiempo en un descanso que lo honre a Él.
• ¿Entiendo que todos los cristianos, incluyéndome, se encuentran en un estado de cambio constante y crecimiento? ¿Les doy a las personas la posibilidad de fallar, crecer y cambiar? ¿Soy paciente con ellas?
Martha no se daba ni a ella ni a los demás la posibilidad de crecer o cambiar. Exigía la obediencia perfecta de ella misma, de sus hijos y de sus líderes cristianos. No podía entender cómo las personas que decían que eran cristianas todavía luchaban con el pecado de la forma en que lo hacían. Se volvió más y más impaciente e intolerante con las fallas de los demás, especialmente con los de su propia casa. Debía recordar que…
Ø Hasta el apóstol Pablo sabía que no había llegado a la perfección (Filipenses 3:12–13).
Ø Su santificación es un proceso que Dios inicia y termina a Su tiempo (Filipenses 2:13).
Ø Debía ser paciente con los demás que estaban luchando, de la misma forma en que quería que ellos fueran pacientes con ella (Lucas 6:31; Gálatas 5:14; Santiago 2:8–16).
Ø Dios es los suficientemente poderoso para cambiar el carácter de cualquier persona cuando a Él le place hacerlo (Salmos 33:9–11; 115:3; Romanos 8:29).
Ø Sus fracasos y pecados, así como aquéllos de las demás personas, son una poderosa herramienta en las manos de Dios para atraer a Sus hijos a Él en humildad y confianza (Génesis 50:20; Éxodo 4:21 y Romanos 9:18–22; Mateo 26:69–75; Juan 13:38 y Juan 21:15–17).
Considera la paciencia de Dios contigo. Es realmente increíble, ¿no? Ha sido paciente conmigo por tantos años mientras he luchado con mi pecado. Sé que tengo que ser tolerante con los demás así como Él es paciente conmigo. Y cuando lo soy, la paz de Dios inunda mi corazón y reconozco que Él es lo suficientemente poderoso para cambiar a cualquiera—incluyéndome.
• ¿Tiendo a rendirme cuando no soy perfecta a la primera (o a la segunda)? ¿Entiendo lo que significa perseverar incluso ante el fracaso?
Martha estaba dotada de una hermosa voz para cantar. Aunque usaba su talento cuando estaba sola en su casa, se negaba a usarlo en la iglesia. Cuando examinamos esto, dijo que cuando era adolescente en una ocasión le habían pedido que cantara un solo y había olvidado las letras de la canción. Se sintió humillada y juró que nunca se pondría en esa posición otra vez. El Señor estaba obrando en el corazón de Martha para recordarle las verdades que…
Ø Dios no había prometido que sería perfecta en todo lo que intentara. En cambio, Él había prometido usar todo en su vida para su bien—es decir, cambiar su carácter para que fuera más y más como el de Su Hijo (Deuteronomio 8:2–3,16; Zacarías 13:9; Romanos 5:3–4; 8:28–29; 1 Corintios 10:13; Santiago 1:3–4; 1 Pedro 1:7–8).
Ø Dios había prometido capacitarla para servirlo y a veces esto significaría que su fracaso mismo serviría para Su propósito (Salmo 76:10; Hechos 4:27–28; 2 Corintios 3:4–5; 4:7).
Ø Dios había prometido que aunque ella continuamente fracasara o pecara, aunque fuera débil o frágil, Él podía sostenerla y ella perseverar hasta el final (Juan 6:39; 10:27–30; 17:12; 18:9; Colosenses 3:3–4; 1 Pedro 1:5).
Tu confianza en Dios no depende de tus propias perfecciones. De hecho, es a pesar de tus imperfecciones que puedes estar de pie ante Dios confiadamente. Él recuerda tu fragilidad y tiene piedad de ti. “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo” (Salmo 103:13–14).
• ¿Mis prioridades reflejan un enfoque centrado en Dios?
Al ver Martha la necesidad de cambiar algunas cosas en su vida, comenzó a pensar con seriedad en sus prioridades. Aunque estaba fuertemente comprometida con el Señor, empezó a ver que gran parte de su vida se ocupaba en “construir su propio reino.” Vio que su enfoque indebido de una casa limpia tenía que ver más con su propio orgullo que con su deseo de construir el reino de Dios en la tierra. Comenzó a orar diario, “Venga Tu reino, hágase Tu voluntad” de una forma que reflejaba su nuevo deseo de poner a Dios primero. Creció en este entendimiento mientras siguió dándose cuenta que…
Ø Jesús enseñó que el camino a la libertad del miedo se encontraba en buscar las prioridades de Dios —en buscar primero Su reino y Su gobierno (Mateo 6:25–33).
Ø Cada actividad y estándar se debía centrar en el avance del reino de Dios en lugar del suyo propio (Proverbios 3:9–10; Mateo 13:44–46; Juan 6:27).
Él ha prometido suplir cada una de tus necesidades conforme enfoques tu vida en el reino de Dios. Recuerda, Él te conoce y ha prometido que “todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
• ¿Cuál es nuestra meta final en la vida? ¿Estamos buscando la gloria de Dios o la nuestra?
La libertad definitiva de Martha de las demandas esclavizadoras de su perfeccionismo se dio cuando en su vida abrazó la supremacía de la gloria de Dios. En vez de enfocarse en lo que los demás pensarían de ella, comenzó a enfocarse en cómo alabar y exaltar a Dios en cada circunstancia. Esto fue particularmente difícil cuando sus hijos no lograban recoger y poner orden, porque creía que la obediencia de ellos glorificaría a Cristo. Martha creció cuando entendió que su ira y su naturaleza demandante eran más en detrimento de la gloria del Señor que el desorden de sus hijos. Sí, debía instruir a sus hijos para el Señor, pero también tenía que diferenciar entre sus propios estándares y los de Dios. Comenzó a corregir, a criar y a disciplinar a sus hijos para la gloria de Dios y no para la suya. Maduró cuando reconoció que…
Ø Cada área de su vida debía enfocarse en glorificar a Dios (Salmos 115:1; Isaías 43:21; Lucas 20:25; 1 Corintios 10:31; Efesios 6:7; Colosenses 3:17,23–24).
Ø Sus propios estándares reflejaban fielmente su deseo de exaltación personal en lugar de un deseo genuino de atraer a otros a Cristo (Marcos 9:38; 10:13; 15:10; Hechos 19:13).
Dios nos ha dado la manera de glorificarlo y, al hacerlo, encontraremos que Su gozo inunda nuestras almas más de lo que hubiéramos podido conocer tratando de glorificarnos a nosotras mismas.
• ¿Disfruto a Dios o lo veo como un capataz exigente?
Martha nunca había entendido realmente qué significaba la frase “el gozo del Señor.” La había escuchado muchas veces y, aunque sí disfrutaba algunos momentos alegres, sabía que cuando se trataba de gozo, estaba en la oscuridad. Nunca había visto su relación con Dios realmente como la fuente del verdadero gozo. Al contrario, se imaginaba a Dios como un dictador exigente, brusco, iracundo y poderoso. Falsamente creía que nunca lo podría agradar y mal interpretó el mandamiento de negarse a sí misma en el sentido que debía vivir una existencia triste y servil. Cuando aumentó su entendimiento de la bondad y de la gracia de Dios, su gozo también aumentó. La vida se volvió un placer y esperaba sus tiempos de oración y adoración como el deleite de su día. Comenzó a entender la verdad de la declaración del puritano Richard Baxter, “Él sólo te usará en servicios seguros y honorables y para ningún final peor que tu felicidad internimable.”5 Y como San Agustín escribió, “Dios es la felicidad del hombre.” Martha comenzó a vivir como si Él fuera su felicidad. Ella sabía que…
Ø Ya que Dios es el ser más atractivo de todo el universo, su vida debía rebosar de gozo y alegría (1 Crónicas 16:27; Salmos 16:11; Hechos 2:28; Efesios 3:19; Judas 24; Apocalipsis 7:15–17).
Ø En comparación con el gozo de conocerlo a Él, todas las pruebas que ahora debía enfrentar —incluyendo sus propios fracasos y los de los demás— eran insignificantes (Lucas 6:22–23; Romanos 2:7; 2 Corintios 4:17; 1 Pedro 1:7–8; 5:10).
El gozo y la felicidad son tu herencia en Cristo. Liberarte de las reglas y las leyes hechas por el hombre y seguirlo con un corazón agradecido son la llave para abrir el cerrojo de los placeres que has escuchado. Su gozo es para ti —no sólo para los demás— y puede ser tuyo hoy.
Tranquila, Renovada y Gozosa
Conforme Martha crecía en el conocimiento de sí misma, de la perfecta santidad y la misericordia de Dios y de Su grandioso plan para liberarla de sus temores serviles, se dio cuenta que los síntomas físicos que había experimentado estaban disminuyendo. Mientras que antes se despertaba durante la noche y estaba tentada a preocuparse por las tareas que no había hecho o los problemas que la familia enfrentaba, ahora pasaba esos momentos despierta, enfocada en la bondad y el amor de Dios. Comenzó a “anticipar sus ojos a las vigilias de la noche” para así poder “meditar en sus mandatos,” como dice el Salmo 119:148.6 Siempre que sentía esa conocida opresión en el pecho, la usaba como un recordatorio para sentarse y pasar tiempo platicando con sus hijos o en oración. Vio que su casa y su vida no se derrumbaron como ella había temido sino que, de hecho, estaban más tranquilos. Desarrolló la perspectiva correcta de la justicia perfecta de Cristo en ella y del hecho de que no podemos ser perfectas pero debemos esmerarnos en alcanzar el crecimiento constante. Como resultado, sus amigas estaban más a gusto cerca de ella y disfrutaban escuchar el trabajo de Dios en su vida. Martha estaba en camino de volverse una mujer que reflejara la gracia de Dios en lugar de su bondad centrada en ella.
Dios Realmente Te Cuida
Dios Realmente Te Cuida
“…la mejor manera de estar cómodamente seguro y sustentado en este mundo es concentrándose en los demás…”
Mateo 6:28–30
¿Por Qué Te Preocupas?
Nuestro Señor comienza Su instrucción ordenándonos renunciar a los placeres mundanos. Él dijo, “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.”
Yo sí me preocupo por mi vida— ¿y tú? Me preocupa qué es lo que va a pasar si el precio de la gasolina sube, o lo que podría pasar si la economía cae en una espiral descendente. Me preocupa la salud de mis hijos, su vida espiritual, sus hogares, sus cónyuges y sus hijos y su futuro.
¿Me preocupo por mi vida? ¿Me preocupo por mi cuerpo? Sí, debo admitir que sí. Me preocupo por cada faceta de mi vida: mi futuro, mi pasado, qué va a pasar hoy. La palabra “vida” incluye todo lo que soy. Me preocupa si tendré los recursos que necesito para poder hacer lo que tengo que hacer. Me preocupa mi salud y los efectos de mi preocupación en mi salud. Me preocupa la salud de mis hijos, la salud de mis nietos, la salud de mis padres, la salud de mi jefe.
La preocupación es tan común que olvidamos que en realidad es un pecado.
Mateo 6:25–34 no es el único pasaje de la Biblia que habla de no preocuparnos. Considera los siguientes:
• “Echa sobre Jehová tu carga” (Salmos 55:22).
• “No os preocupéis por cómo o qué hablaréis” (Mateo 10:19).
• “Por nada estéis afanosos” (Filipenses 4:6).
• “…echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7)
Nuestro Señor nos advierte contra los pensamientos de ansiedad que nos roban nuestra paz. Nos amonesta contra las especulaciones que surgen de las dudas y los recelos. No malinterpretes: Jesús no está hablando de tratar de apagar tu cerebro. No está enseñando, “Para nada pienses en lo que vas a comer o a ponerte o en tus preparativos para dormir.” No, Él de lo que nos está advirtiendo es de esos pensamientos perturbadores y temerosos que tan fácilmente cautivan nuestra mente.
¿cómo puedo controlar mis pensamientos de la forma en que se me ordena? Admito que cuando leo el mandamiento de no preocuparme a veces siento que es una meta imposible. ¿Te pasa lo mismo?
Una vez más debemos alentarnos, frente a la aparente imposibilidad de cumplir este mandamiento, de huir a Cristo. Es en Él, y sólo en Él, que tendrás el poder que necesitas para cambiar. Jesús vio nuestra incapacidad de cambiar cuando le dijo a Sus seguidores,
Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
—Juan 15:4–5,
Vencer nuestra propensión a la preocupación no es algo que podamos hacer sin la ayuda de Cristo. Las buenas noticias son que Él está disponible, listo para ayudarnos cuando se lo pidamos
• La vida consiste en más que estos problemas externos.
Tu vida no se sostiene por la satisfacción de tus deseos temporales: ¿Qué me voy a poner, qué voy a comer o a beber, dónde voy a vivir? Tu cuerpo se puede beneficiar de tener ropa caliente, comida saludable y un lugar seguro, pero la fuente de tu existencia en última instancia, no proviene de estas cosas sino del Dios que de forma activa te está sosteniendo. Dios, que a diario está preservando tu vida (una tarea mucho más difícil que sólo proveer comida), es capaz de proveer los medios necesarios para tu continua existencia. El Señor te invita a poner toda tu confianza en Él. ¿El que creó tu cuerpo será incapaz de protegerte, sostenerte y proveer todas tus necesidades?
• Dios cuida perfectamente de criaturas inferiores como las aves y las flores y debería ser obvio que Él puede cuidarte.
Dios no simplemente está supervisando nuestro mundo desde lejos, sólo controlando los problemas mayores. No, Él está justo aquí, a nuestro lado, supervisando y ordenando cada pequeño detalle de nuestras vidas. Dios está aquí y Él está involucrado. Y si Él es lo suficientemente poderoso para vestir de una manera hermosa los campos cubiertos de hierba y lo suficientemente cuidadoso para proveer semillas a un gorrión, entonces Él ciertamente puede cuidarnos.
• La preocupación no tiene la capacidad de cambiar nada.
El pragmatismo es la filosofía que valora las pretensiones de verdad por si “funcionan” o no. Jesús dijo, “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? (Mateo 6:27). ¿Qué trataba de enseñarnos? Nuestra preocupación no logra nada. Así que si sólo vamos a ver nuestra preocupación pragmáticamente, Jesús nos asegura que es un ejercicio inútil. No puede cambiar nada. No te hará vivir un momento más del que Dios ha ordenado. No influirá lo que puedas enfrentar en el futuro. La preocupación es inútil. Todas las horas que he pasado preocupándome e inquietándome por mis problemas, ya sean imaginarios o reales, han sido una pérdida de tiempo. Por supuesto, la triste realidad es que pude haber empleado ese tiempo de manera más provechosa en la verdadera solución de los problemas.
• Tu preocupación es una señal en el camino que apunta a un problema más profundo: la incredulidad.
Jesús realmente fue al grano cuando dijo, “Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, ¡hombres de poca fe!?” (Mateo 6:30, énfasis añadido). ¡Poca fe! Piensa en estas palabras. El Señor compara nuestra preocupación con la falta de fe.
¿Por qué el Señor dice que la preocupación es incredulidad? ¿Cómo refleja mi preocupación el nivel de mi fe? Mi preocupómetro es también mi medidor de fe; y en este caso no es mi fe —es mi incredulidad. ¿Por qué la preocupación es incredulidad? Porque tiene sus raíces en dudar del carácter de Dios. Cuestiona Su provisión y cuidado paternales. Cuando me preocupo por lo que pasará en mi vida, lo que realmente estoy diciendo es, “Dios, Tú no puedes con esto. O eres muy débil, desinteresado, sin amor o no eres lo suficientemente inteligente para cuidar mi vida. Tengo que dedicar toda mi atención a ordenar esta situación yo sola.”
Porque la preocupación fluye de una visión distorsionada e incompleta de Su naturaleza y carácter. Dios se ha revelado tanto en Su creación como en Su Palabra. Estamos obligadas por esta auto-revelación de conocerlo como es. Aunque nunca lo entenderemos por completo o comprenderemos por completo Su naturaleza, Él nos ha dado todo lo que necesitamos saber sobre lo que necesitamos saber. Cuando pasamos nuestros días preocupándonos, estamos ignorando lo que Él nos ha dicho sobre Su perfecta santidad, poder, sabiduría y amor. Estamos diciendo, “Yo tengo que manejar esto porque no puedo confiar en Ti.”
Preocuparnos también es pecaminoso porque eleva nuestros pensamientos y capacidades a una posición divina. Cuando en nuestra mente nos preocupamos, estamos poniendo nuestra confianza en nuestros pensamientos y en nuestra capacidad de “arreglas las cosas.” Es por esto que la preocupación se asocia con la soberbia en 1 Pedro 5:5–7:
…y todos…revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
Cuando nos preocupamos, orgullosamente confiamos en nuestra propia fuerza y capacidad. Nos estamos oponiendo a Dios, quien ha dicho que pongamos nuestra confianza en Él y que humillemos nuestros corazones bajo la poderosa mano de Su providencia. En cambio, estamos dependiendo de nosotras. Nos estamos exaltando como si fuéramos más poderosas que Él. Estamos impacientemente esperando que Él haga lo que pensamos que debe hacer—y cuando no lo hace, pensamos que tenemos que resolver cómo encargarnos del asunto.
• Cuando nos preocupamos estamos actuando como huérfanas; estamos olvidando que Dios es nuestro Padre.
El Señor aclaró este punto cuando enseñó,
No os afanéis, pues, diciendo, ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
—Mateo 6:31–32
Cuando nos preocupamos y nos inquietamos por las necesidades que percibimos, estamos olvidando que tenemos un Padre que sabe lo que verdaderamente necesitamos incluso antes de pedirlo. Por supuesto, por lo general existe una gran diferencia entre lo que yo creo que necesito y la perspectiva de Dios. Tengo entonces que humillarme, admitir Su sabiduría y creer que Él sabe qué es lo mejor para mí y que Él me dará todo lo que sea verdaderamente necesario. Pablo nos dice en Romanos 8: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:31–32
¿Creemos que Dios es lo suficientemente sabio para saber lo que necesitamos y lo suficientemente poderoso para dárnoslo? ¿Qué necesidad tenemos entonces de preocuparnos?
• La preocupación prueba que me estoy dirigiendo en la dirección equivocada.
En vez de pasar mis días persiguiendo mis propios deseos y preocupándome por mi futuro, debo estar enfocando activamente mis energías en el reino de Dios y Su justicia. Jesús dijo, “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
El enfoque primordial de nuestra vida debe ser establecer Su reino y crecer en Su justicia. Matthew Henry dijo que debemos “procurar el cielo como nuestro fin y la santidad como nuestro medio.”6 El deseo de conocerlo, complacerlo y deleitarnos en Él debe ser el fin dominante de todo lo que hacemos.
preocupo por ella? Jesús nos recuerda que Dios sabe lo que necesitamos y que todo lo que es necesario Él lo proveerá. Piensa en eso: ¡Martha estaba preocupada por preparar la comida para Aquél que preparó la comida para 5,000 personas de casi nada! Si Él hubiera tenido hambre, Él podría haber multiplicado los panes o podría haber hecho que las aves le trajeran comida. “El que te dio los tesoros de oro del cielo no te permitirá anhelar los tesoros de cobre de la tierra.”7 ¿Confías que Dios es capaz de proveerte?8
No estoy diciendo que no debes preocuparte por tus responsabilidades. Lo que estoy diciendo es que existe una diferencia entre tratar de ser responsable, como un acto de adoración gozosa y preocuparte por el resultado de tus labores. Jesús se mantuvo ocupado cumpliendo toda la obra que el Padre le había dado, pero Él nunca “perdió los estribos” por hacer las cosas. Ésa es la diferencia entre trabajar con fe con un celo alegre y trabajar bajo tus propios esfuerzos en una servidumbre servil.
• No puedes hacer nada con lo que podría suceder mañana.
En una manera concisa, Jesús completa Su discurso sobre la preocupación con las siguientes palabras: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:34). Tú y yo tenemos sólo un día para arreglar nuestros problemas: hoy. No podemos arreglar los problemas de mañana porque el mañana todavía no está aquí. La preocupación debilita nuestra fuerza para las batallas de hoy haciendo que nos enfoquemos en las de mañana. Aunque no está mal hacer planes para nuestro futuro, siempre los debemos hacer con el decreto de Dios en mente (Santiago 4:13). La preocupación tiende a distraernos; arrastra nuestros pensamientos por pequeños caminos de posibilidades imaginadas. Nos impide enfocarnos en las oportunidades que están justo enfrente de nosotras y nos aleja de ellas.
Venciendo Tu Preocupación
—Filipenses 4:6–9
Lo primero es orar con acción de gracias por todas nuestras preocupaciones. Cuando Dios te manda no preocuparte Él no te está diciendo que finjas no tener problemas. No, Él te está diciendo que enfoques todas tus energías en la oración agradecida. De esa forma, cuando un pensamiento perturbador penetre tu mente puedes decir: “No voy a pensar más en esto; ya he orado por esto.”
El siguiente paso que hay que dar es aprender, por la gracia de Dios, a controlar tus pensamientos. Pablo nos dice que hay ocho filtros a través de los cuales debemos juzgar nuestros pensamientos. Los encontrarás en la siguiente tabla:
Verdadero ¿Lo que estoy pensando sobre Dios es verdadero, en particular Su cuidado paternal por mí?
Honorable ¿Mis pensamientos honran a Dios? ¿Reflejan el conocimiento de que Él es maravilloso, bondadoso, amoroso, sabio y poderoso?
Justo ¿Mis pensamientos son santos y justos? ¿Son la clase de pensamiento que el Señor mismo pensaría?
Puro ¿Mis pensamientos proyectan dudas sobre la bondad de Dios o la verdad de Sus promesas? ¿Elevan mi propia importancia o deseo?
Amable ¿Mis pensamientos fluyen de un corazón lleno de ternura y afecto por el Señor? ¿Mis pensamientos le agradarían?
Buen Nombre ¿Mis pensamientos son de buena reputación? ¿Están basados en la fe?
Virtud ¿Mis pensamientos me hacen ser temerosa o llenan mi corazón de valor y un fuerte compromiso de una vida virtuosa?
Digno de alabanza ¿El Señor elogiaría mis pensamientos? ¿Le darían la gloria?
Por último, Pablo nos dice que debemos practicar las disciplinas de la oración agradecida y la evaluación diaria de nuestros pensamientos.
la paz de Dios está disponible para ti hoy. La paz que Él te está prometiendo no es protección contra las pruebas o las tormentas. No, es la paz que puedes encontrar en medio de cualquier tormenta. Es la paz que protegerá tu corazón de la confusión cuando te enfoques en Su reino y justicia— cuando ores con acción de gracias y aprendas, por Su gracia, a filtrar tus pensamientos.
La paz que Él tiene para ti está más allá de tu entendimiento. Es mejor de lo que puedas imaginar y te guardará de caer en las oscuras profundidades de la desesperación que la preocupación y la ansiedad pueden cavar en tu corazón. “Calma, tranquila,” dice el Señor a tu agitado corazón. “Yo soy el Dios quien sostiene el hoy y todos tus mañanas. Puedes confiar en Mi cuidado paternal.”
“Calma, tranquila,” dice el Señor a tu agitado corazón. “Yo soy el Dios quien sostiene el hoy y todos tus mañanas. Puedes confiar en Mi cuidado paternal.”
La Seguridad de la Soberanía de Dios
La Seguridad de la Soberanía de Dios
“¡Niega que Dios está gobernando la materia, niega que Él es quien ‘sustenta toda las cosas por la palabra de Su poder,’ y todo sentido de seguridad desaparece!”1
—Arthur W. Pink
La pregunta no es si tienes un conjunto de creencias acerca de Dios que gobiernen tu vida, sino si esas creencias se basan en la verdad. Una pregunta que puedes hacerte es ésta: ¿Mis creencias resistirán la prueba de la vida real ante el Dios real? ¿Tus creencias calman tus temores, tranquilizan tu conciencia, te dirigen y te motivan ante problemas como los que acabamos de leer? Generalmente no es hasta que enfrentamos una dificultad insuperable que nos damos cuenta que nuestra casa podría estar construida con algo inferior al concreto reforzado de la verdad bíblica.
Desde luego, la capacidad de Dios de hacer exactamente lo que Él quiere se debe entender en el contexto de Su carácter. Por ejemplo, como Dios es completamente santo no es posible que Él peque. Dios es capaz de hacer lo que sea que Él haya decidido hacer y todo lo que ha decidido hacer siempre es perfectamente santo, perfectamente justo, perfectamente amoroso y perfectamente sabio. Su carácter y Su poder lo hacen Dios. Si Su carácter y poder son cualquier cosa inferior a esto, Él ya no es Dios.
La segunda pregunta es ésta: Si Dios es soberano, ¿cómo nos puede ayudar eso a vencer nuestros temores? Cuando estamos enfrentando las dificultades de la vida—cuando estamos llenas de temores y ansiedad y sentimos que nuestras vidas se están desbaratando—la verdad de que Dios es soberano nos dará esperanza, paz y confianza. Es la verdad de que Él es perfectamente santo, perfectamente justo, perfectamente amoroso y perfectamente sabio, junto con Su perfecto poder, lo que será nuestro sostén principal durante los tiempos de prueba
Así que ahora veamos brevemente lo que Dios dice sobre Su propia soberanía:
• Dios dice que Él controla cada evento para Su propia honra y gloria: 1 Corintios 10:10–11; Salmos 103:19; Proverbios 16:33.
• Él determina las estaciones, el clima, el crecimiento de las cosechas: Génesis 8:22; 1 Reyes 8:35; 2 Crónicas 7:13–14; Amós 4:7; Isaías 5:6; Hageo 1:10:11.
• Dios determina la duración de nuestras vidas: Job 14:5; Salmos 68:20; Hechos 17:26.
• Dios es completamente libre de hacer lo que quiera, incluso prevalecer sobre nuestras decisiones: Job 23:13; 42:2; Salmos 33:9–11; 115:3; Proverbios 19:21; 21:30; Isaías 43:13.
• Dios no necesita nada de nosotros para que pueda gobernar soberanamente: Hech. 17:24–25
• Dios es quien nos da la victoria: Juan 15:5; 1 Corintios 3:7; 2 Corintios 12:9.
• Dios atrae a Él a los que predestina para venir a Él: Mateo 11:27; Juan 1:13; 6:65; 12:39–40; Romanos 9:15; Efesios 1:11, Filipenses 2:13.
• Dios da dones y llama de acuerdo a Su soberana voluntad: 1 Corintios 12:11; Efesios 4:11; Hebreos 2:4.
• Dios es soberano sobre todo, incluso sobre nuestro pecado, rebelión y necedad: Génesis 20:6; 50:20; Éxodo 4:21 y Romanos 9:18; 1 Reyes 12:15; Hechos 2:23; 3:18; 5:38–39.3
Sé que te he dado muchas referencias. Lo he hecho porque es importante que las conozcamos. Entre mayor sea nuestra conciencia de la soberanía de Dios, mayor impacto tendrá este hecho en nuestras vidas. Esto, a su vez, nos ayudará a liberarnos de nuestras preocupaciones y temores. Quiero que sepas que la Biblia es transparente como el cristal en cuanto a la soberanía de Dios y que puedes depender completamente de Él y de lo que Él ha dicho de Sí mismo.
La soberanía de Dios es el único puerto seguro cuando los vientos del temor, la duda y la preocupación nos embisten.
Si existe una molécula diminuta flotando por el universo que no esté bajo el control directo de Dios, nunca encontraremos la paz y el gozo que Él ha prometido. Nunca lo encontraremos porque siempre nos estaremos preguntando si estamos fuera de la voluntad de Dios o en un problema que lo ha tomado por sorpresa o que es incapaz de manejar.
Antes de ser crucificado Jesús pasó mucho tiempo hablando con sus discípulos, preparándolos para los problemas que enfrentarían. Él les advirtió de las pruebas que vendrían; les habló del plan de Su Padre y de Su poder. Él quería que supieran que Él tenía el control aunque para ellos pareciera que su mundo se desvanecía. Él dijo:
He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. —Juan 16:32–33
¿Qué les estaba diciendo Jesús a sus discípulos? Les estaba diciendo que estaba a punto de ser tomado de ellos —y lo más importante, ¡que lo iban a abandonar! Estaban a punto de dispersarse como pequeñas ovejas asustadas. Lo iban a abandonar. ¿Qué era lo que haría que Sus fieles seguidores, hombres que habían dejado todas sus posesiones terrenales para estar con Él, huyeran? El temor. Estaban a punto de enfrentar cara a cara uno de sus mayores miedos: la muerte de su amado Líder y la posibilidad de que los últimos tres años de sus vidas hubieran sido en vano.
Jesús quería que sus discípulos supieran que Él ya conocía el pánico que tendrían y que ya había hecho planes para esto. Quería que supieran que Su Padre, el Señor soberano, no los iba a abandonar. Quería que tuvieran paz, incluso en el momento de mayor fracaso y temor. Ahora, observa que no les prometió que no tendrían problemas. De hecho, Él les prometió exactamente lo contrario: les había prometido que sus vidas estarían llenas de “aflicciones.” Experimentarían gran angustia y problemas. ¿Por qué? ¿Porque Su Padre era demasiado débil para evitar que esto sucediera? No, experimentarían problemas porque era la voluntad de Dios para ellos. Él quería que ellos supieran que Su Padre realmente tenía el control. Dios controlaba a Judas, Él controlaba a los fariseos, Él controlaba al débil gobernante romano Pilato. Eso es lo que Hechos 4:27–28
Entre la crucifixión y la resurrección, a los discípulos les resultó difícil creer que Dios controlaba la traición de Judas, la cruel injusticia de los fariseos y la decepcionante debilidad de Pilato. No fue hasta que pasaron la prueba, después de la resurrección, que pudieron ver la mano de Dios. ¿Pero y antes? Estaban ciegos. A pesar de que Jesús les advirtió y les dijo que Su Padre estaba con Él, aun así huyeron despavoridos. Realmente no entendieron que Dios tenía el control, ¿sí?
¿Por qué Jesús advirtió a los discípulos? ¿Cuál dijo que era Su meta? Su meta era que ellos tuvieran paz. ¿Y de dónde vendría esa paz? Vendría de saber que Él había vencido al mundo. El mundo incluía a Judas, a Pilato y a los principales sacerdotes que llevaron a Jesús a juicio. A pesar de que parecía que ellos estaban tomando las decisiones, realmente no eran los que estaban a cargo. No iban a vencer a Dios o a Su plan. No, Jesús dijo, “pero confiad, yo he vencido al mundo.” Él quería que conocieran Su paz, así que les dijo que Él tenía el control. Él ya había vencido al mundo y a todo lo que estaba en él. ¡Él ya había vencido!
¿Ves cómo el control soberano de Dios del mundo es la clave para tu paz? Cuando parece que todo lo que valoras profundamente se está desmoronando— cuando parece que no hay ni ton ni son en los eventos que te están bombardeando—¿puedes ver cómo conocer Su poder puede calmar tu alma? Cuando parecía que hombres malvados terminarían con el plan de Dios, Jesús quería que Sus seguidores supieran que Él todavía tenía el control. Podían tener paz porque Aquél que dijo, “Calma” a la tormenta y calmó las aguas todavía tenía el control.
Saber que Dios tiene el control no es mucho consuelo si no sabes cómo es Su carácter. Podría ser un déspota soberano, gobernando el mundo con odio y maldad. O podría ser un poderoso pero torpe viejo tonto que realmente no sabe qué es lo mejor para nosotras. O podría ser un magistrado vengativo
Aquí un breve resumen sobre lo que la Biblia dice del carácter de Dios:
• Dios es perfectamente sabio. Eso significa que Él siempre sabe qué es lo mejor (Romanos 16:27).
• Dios es completamente santo. Su santidad controla todas Sus acciones así que Él nunca actúa de ninguna manera que no sea santa, sabia o amorosa (Isaías 6:3; Apocalipsis 4:8).
• Dios es totalmente amoroso. Su amor siempre lo constriñe y lo guía a darnos lo que verdaderamente necesitamos (1 Juan 4:8,16).
• Dios es infinitamente misericordioso. Su misericordia fluye hacia toda Su creación en todo tiempo de manera que Él nunca nos da a ninguna de nosotras lo que realmente merecemos (Éxodo 34:6–7).
Cuando Él actúa en Su poder soberano, siempre es en completa armonía con Su carácter. Dios no es un déspota malvado, un torpe viejo tonto, ni un policía celestial. No, Él es completamente sabio, santo, amoroso y misericordioso. No es como alguno de los dioses griegos que podían ser caprichosos o temperamentales o que decidían arruinar las vidas por diversión. Él es un Dios en quien puedes confiar porque Él es “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Así que cuando surjan los problemas puedes descansar sabiendo que tu problema no está fuera del control de Dios, ni que es ninguna especie de truco que Él te está jugando sólo por placer.
Te puedes estar preguntando, Si Dios tiene el control— si Él es verdaderamente soberano— entonces ¿por qué estoy enfrentando estos problemas? ¿Por qué Dios no sólo me libera de mis temores o hace que las personas en mi vida cambien? ¿Por qué Dios me deja sufrir con estas aflicciones?
Sabes, puede que nunca conozcas la respuesta exacta a la pregunta de por qué estás sufriendo. Sin embargo aquí están algunos pensamientos útiles para considerar. Una razón por la cual el sufrimiento es parte de esta vida es porque Dios tiene un objetivo mayor que sólo nuestra felicidad o comodidad temporales. Su objetivo es nuestra felicidad eterna y Su gloria. Cuando Dios permite dificultades en nuestras vidas, no es porque nos odie o porque es incapaz de impedir que pasen cosas malas. Es porque Él está interesado en edificar nuestra fe, cambiar nuestro carácter, darnos más gozo y liberarnos de nuestros temores. ¿Puede Él liberarte de tus temores? Sí. ¿Te liberará? Sí, cuando a Él le plazca hacerlo. Mientras tanto, Él está utilizando tu miedo para atraerte hacia Él y cambiarte. Si no lucharas con estos problemas, no verías tu necesidad de Él. Como puedes ver, Dios está interesado en este cambio en ti porque Él será glorificado por eso y ése es el objetivo de todo lo que Él hace: Su gloria.
Cómo Podemos Crecer Durante la Tribulación
La Biblia habla extensamente sobre los objetivos de Dios en nuestro sufrimiento:
• Dios permite los problemas para que experimentemos Su consuelo y aprendamos a consolar a otros y a confiar en Él y no en nosotras mismas (2 Corintios 1:3–10).
• Dios permite la tribulación para que podamos crecer en esperanza (Romanos 5:3–5).
• Dios permite las pruebas para que podamos crecer en santidad (Hebreos 12:10–11).
• Los problemas son como invernaderos donde crece la fe (1 Pedro 1:7).
• Experimentar la ayuda de Dios en nuestras pruebas nos fortalece (Santiago 1:3–4).
• Dios quiere que nuestro carácter refleje el carácter de Cristo (Romanos 8:28–29).
• Los problemas nos humillan y nos hacen correr a Jesús (1 Pedro 5:5–7).
• Nuestro sufrimiento produce júbilo enfocado en Dios (1 Pedro 4:13).
Pablo, que padeció sufrimiento en extremo por Cristo durante toda su vida, escribió, “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:17).
Mira las palabras que utiliza Pablo para describir su sufrimiento “momentáneo” y “leve.” Y observa las palabras que utiliza para describir los beneficios: “cada vez más excelente y eterno peso de gloria.” “Así que la explicación está a favor de la visión de Pablo; y con este balance a favor de la gloria eterna, él consideraba las aflicciones como meras trivialidades y el gran propósito de su vida era ganar la gloria de los cielos. ¿Qué hombre sabio, considerando esta explicación, no haría lo mismo?”5
Nuestro sufrimiento está produciendo algo tan incomparable que en lugar de tenerle miedo al sufrimiento o temerle al sufrimiento que nuestro miedo nos pueda traer, ¡la Biblia nos dice que debemos regocijarnos en él! Impactante, ¿no? Pero la verdad es que nos están poniendo en forma para el cielo. Estamos siendo preparadas para experimentar el esplendor, la magnificencia, el honor y la alegría del mundo eterno. El sufrimiento hace esto por nosotras y aprender a confiar en Dios en medio de la tormenta es justo lo que necesitamos.
No estoy diciendo que a propósito debas tratar de crearte problemas o hacer cualquier cosa para evitar los problemas. Más bien, tenemos que darnos cuenta que los problemas son inevitables y que no debemos huir o tratar de ocultarnos de ellos. Debemos enfrentarlos con oración y fe, creyendo que Dios los usará para nuestro gozo final.
Cuando enfrentes tus temores —temores al sufrimiento, temores al fracaso, temores a los problemas y a la tribulación —puedes saber con certeza que el Dios que te amó tanto que envió a Su Hijo a morir por ti todavía gobierna todo el universo. Si, en Su amoroso plan, tienes que inclinarte ante lo que parece ser una providencia amenazadora, puedes estar segura que en el fondo Él contempla tu máxima felicidad. Él está obrando para liberarte de tus preocupaciones —no liberándote de tus problemas, sino arreglando las circunstancias para que mientras pasas por ellas experimentes la verdad de que Él es todo lo que dice ser.
¿Tenemos que abrazar la soberanía de Dios cuando enfrentemos cada uno de nuestros miedos? Sí, porque es sólo ahí donde encontraremos la paz que Jesús prometió. Recuerda: En el mundo tendrás aflicción, pero anímate, el mundo no tiene el control. “Yo he vencido al mundo” es la promesa de Jesús para ti.
Recuerda también que la soberanía de Dios es un puerto seguro donde podemos refugiarnos. Considera las palabras de Pablo en el siguiente pasaje de la Biblia; reflexiona en tu corazón sobre su importancia. Éste es el poder del Rey soberano a quien sirves:
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
—Romanos 8:35–39
El Temor Que Resulta En Bendiciones
El Temor Que Resulta En Bendiciones
“El temor de Dios es el temor que disipa a todos los demás.”1
Los tres jóvenes, Sadrac, Mesac, y Abed-nego, tenían una sorprendente respuesta para el rey. Dijeron,
No es necesario que te respondamos sobre ese asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. —Daniel 3:16–18
¿Por qué estaban dispuestos a hacer esto? Porque sabían que tenían que temer a Dios más que a cualquier otra cosa en el mundo, incluso si eso significaba que tenían que desobedecer al rey. Ésta era una lección que habían aprendido cuando fueron exiliados de su hogar en Judá por idolatría. El exilio les había enseñado a temer y adorar a Dios solamente. Así que, aunque su negativa a inclinarse significaba su probable ejecución, no iban a ceder a las exigencias del malvado rey.
ellos no tenían ninguna seguridad de lo que Dios iba a hacer. No sabían si Dios los libraría o no. Todo lo que sabían es que tenían que temerle a Él más de lo que le temían al rey. Jesús se hizo eco de este mismo pensamiento cuando dijo,
“Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed” (Lucas 12:4–5).
En tu lucha por vencer tus miedos, el único factor que más te capacitará para crecer será el temor de Dios. Tomemos unos momentos ahora para entender esta clase diferente de temor y entonces veremos cómo lo podemos cultivar en nuestras vidas.
El Dr. Jay Adams define el temor de Dios como la “amorosa y respetuosa obediencia a Él.”
“Este temor de Dios significa una reverente sumisión que lleva a la obediencia y es intercambiable con “adoración,” “dependencia de,” “confianza” y “esperanza en.” Como el terror, incluye un conocimiento realista de la justicia de Dios y Su ira contra el pecado. Pero este temor reverencial también conoce el gran perdón, misericordia y amor de Dios…Hace que nos sometamos con alegría a Su señorío y nos deleitemos en la obediencia. Este tipo de temor sano es el pináculo de nuestra respuesta a Dios.” Dr. Ed Welch
El temor del Señor no es el terror servil de un esclavo que ha disgustado a un exigente amo. No nos aleja de Dios; más bien nos acerca a Él, en humilde obediencia y adoración. La Biblia dice que los demonios tienen ese temor servil de Dios; “tiemblan” ante Él (Santiago 2:19). Pero éste no es el temor que Dios quiere que Sus hijos tengan. Él quiere que sepas que Él es santo, Él es diferente y que no lo puedes engañar. Pero Él no quiere que ese conocimiento te aleje de Él. Él quiere que ese conocimiento te atraiga a Él—que te haga huir hacia a Él para obtener misericordia y gracia.
El terror del Señor es una emoción que Satanás utilizará para alejarte de tu única fuente de ayuda. Él continuará señalando tus faltas: cómo te has quedado corta, cómo eres diferente de las demás, cómo Dios no podría amarte. En la Biblia Satanás es llamado “el acusador de nuestros hermanos” (Apocalipsis 12:10) y eso es exactamente lo que es. Él te dirá que eres más débil que otras cristianas, que no tuviste la educación correcta, que no tienes las habilidades correctas o el temperamento o la experiencia para ser una creyente fuerte. Él remarcará todas las posibilidades de fracaso y te dirá que para ti el único movimiento inteligente es rendirte.
¿No es profunda la pequeña ilustración de Bunyan? La única manera de vencer el temor es dirigirte hacia Dios, hacia la vida eterna, hacia la Ciudad Celestial. El único camino para ti y para mí para vencer los temores que nos persiguen y nos llevan a la desesperación es correr, con todas nuestras fuerzas, hacia el Dios que nos llama. Tal vez, al ver tus circunstancias, pareciera que hay leones esperando devorarte. Tal vez hasta tu mismo miedo te está amenazando con tragarte. La manera de romper con tu miedo no es huir de él, sino bien seguir adelante en gozosa obediencia y fe para enfrentarlo.
Si mi vida no fuera tan turbulenta, puedes pensar, sería capaz de servir a Dios. Cuando las cosas se calmen, lo obedeceré. ¿Ves la locura de esconderte de Él en vez de hallarlo como tu Escondite? Nuestras vidas siempre estarán acosadas por todos lados con terrores, dificultades, incertidumbres y tristes expectativas. No podemos retroceder de nuestro deber hacia Dios porque es ese deber, esa obediencia reverencial, la que romperá las cadenas del temor de nuestros corazones e inundará nuestras almas con luz.
La clase de temor de la que estoy hablando—la clase que las Escrituras ordenan—es el temor que te atrae a Él, que hace que caigas ante Él en gozosa adoración, que mantiene tu corazón continuamente enfocado en Su voluntad, pase lo que pase. La Biblia dice mucho sobre los beneficios que se encuentran en este tipo de temor. A continuación unos versículos para tu consideración:
• “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Salmos 111:10).
• “Bienaventurado el hombre que teme a Jehová” (Salmos 112:1).
• “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Proverbios 1:7).
• “En el temor de Jehová está la fuerte confianza” (Proverbios 14:26).
• “El temor de Jehová es manantial de vida” (Proverbios 14:27).
• “El temor de Jehová es para vida, y con Él vivirá lleno de reposo el hombre; no será vestido de mal” (Proverbios 19:23).
• “Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia, y abundancia de salvación; el temor de Jehová será su tesoro” (Isaías 33:6).
• “Y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí” (Jeremías 32:40).
Las ventajas de desarrollar este tipo de temor son obvias. El temor de Dios proveerá la fuerza que necesitas para enfrentar y vencer tus más profundos temores. Esto se debe a que Dios bendice este tipo de temor. A través de él, Él te fortalecerá para convertirte en la clase de creyente que siempre has querido ser.
No podemos evitar que nuestros corazones latan o que se nos haga un nudo en el estómago. No podemos controlar nuestros síntomas físicos. Pero sí podemos, por el poder y la gracia de Dios, ofrecerle nuestra obediencia gozosa —y confiar que Él nos dará confianza y calma en medio de la tormenta.
Confiar en Sus promesas:
• Él ha prometido amarte siempre (Jeremías 31:3).
• Él ha prometido que nunca te dejará (Hebreos 13:5).
• Él ha prometido nunca ponerte en una situación que sea más de lo que puedes soportar (1 Corintios 10:13).
• Él ha prometido llenar tu corazón con paz y gozo (Juan 15:11; 16:24,33).
• Él ha prometido recibir a todos los que vienen a Él (Juan 6:37).
• Él ha prometido escuchar todas tus oraciones (Lucas 11:9–10).
• Él ha prometido darte la fortaleza que necesitas en cada situación (Filipenses 4:13).
• Él ha prometido ser un padre para ti proveyéndote y te protegiéndote (Génesis 22:14; Isaías 64:8).
• Él ha prometido perdonar todos tus pecados (1 Juan 1:9).
• Él ha prometido guardarte de todo daño (Salmos 121:7; Juan 10:28).
• Él ha prometido que estarás con Él en el cielo (Juan 6:40; 14:3).
• Obedecer a Sus mandamientos.
Apegarte a los mandamientos de la Palabra de Dios te será muy benéfico para vencer tus temores pecaminosos. Cuando estés tentada a huir de una obediencia difícil, como hablarle a un conocido del Señor o ayudar a alguien que está en necesidad, recuerda que el único poder en el cielo y en la tierra lo suficientemente fuerte para ayudarte es el de Dios.
No dependas de tus propias fuerzas.
• “Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza, y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo ni en la tierra que haga obras y proezas como las tuyas?” (Deuteronomio 3:24).
• “Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará” (Deuteronomio 31:6).
• “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9).
• “¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla” (Salmos 24:8).
• “Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová” (Salmos 27:14).
• “Torre fuerte es el nombre de Jehová; A él correrá el justo, y será levantado” (Proverbios 18:10).
• “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:29–31).
• “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).
• “ ‘Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.’ Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2 Corintios 12:9–10).
• “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10).
• Fijar la Palabra en tu corazón.
La única forma en la que podrás luchar contra los ataques de temor o de pánico es con la ayuda de la Palabra de Dios. A la Biblia se le llama “la espada del Espíritu” (Efesios 6:17) y con ella el Espíritu Santo nos puede ayudar a matar a los dragones de la incredulidad, la duda y el temor.
En lugar de dejar que el miedo y la preocupación monopolicen el tiempo limitado que tengo en mis manos, tengo que trabajar… y dejar el resultado en las manos de Dios. Entre más temerosa estés por algo que pasará en tu día, más necesario te es ordenar tu día y terminar lo que Dios ha puesto ante ti. Si tienes miedo de ir a la tienda de abarrotes, entonces ve ahí primero y quita el miedo del camino. Programa tu tiempo para mostrar tu deseo de agradar a Dios y no te des tiempo para preocuparte o inquietarte por lo que podría suceder si…
Recuerda que Dios te dará la fuerza para hacer lo que Él te ha mandado a hacer.
Ir ordenando tu día para Él.
Un problema con la preocupación es que nos detiene de hacer las cosas que tenemos que hacer.
Recuerda, este calendario es solamente una herramienta para que la utilices mientras aprendes a temerle a Dios de la manera correcta. No lo veas como si estuviera en una piedra ni tampoco sientas que has fracasado por completo si no logras todo. Por otro lado, pídele a Dios la fortaleza para lograr las metas que te has propuesto y confía en que Él te dará la capacidad para lograrlas.
Asediar a Él en Oración
Como vimos en el capítulo 7, la oración de agradecimiento es una de las claves principales para liberar tu corazón de la preocupación. También es la manera en la que serás liberada de la clase equivocada de temor. Pídele a Dios que te libere de tus miedos; dile cuáles son tus preocupaciones y recuerda darle las gracias.
Regocíjate y Descansa en Su amor.
Para las personas que tienen consciencias muy sensibles o que están llenas de terror a Dios, el descanso y el regocijo parecen casi imposibles. Si bajo la guardia, si realmente pienso en regocijarme en Él, tengo miedo de lo que pueda pasar. Tal vez Él piense que no lo estoy respetando. Tal vez se enoje. La verdad es que se nos manda descansar en Su justicia y amor y regocijarnos con felicidad ante Él. Por ejemplo, el Salmo 37:7 dice que debemos “guarda[r] silencio ante Jehová, y espera[r] en él.” Y Pablo les dijo a los Filipenses, “regocijaos en el Señor siempre”—no sólo una vez, ¡sino dos! (Filipenses 4:4).
Cuando el corazón está lleno del temor de Dios no existe lugar para otros temores. El temor de Dios debe reinar de manera suprema en el corazón. Cuando lo hace, expulsa todos los otros temores que nos esclavizan…Este temor se inclina hacia el Señor. Cuando tú realmente conoces a Dios, serás muy feliz si corres hacia Él, cayendo ante Él, adorándolo con tu cabeza inclinada y tu corazón contento, todo mientras le temes a Él y no te alejas de Él. Bienaventurado es el hombre cuyo corazón está lleno de ese temor santo que inclina sus pasos en el camino de los mandamientos de Dios, que inclina su corazón para buscar a Dios e inclina toda su alma para entrar en comunión con Dios, que pueda estar familiarizado con Él y estar en paz.6
Lo Opuesto al Temor: el Amor
“El enemigo del temor es el amor; la manera de despojarse del temor, entonces, es ponerse el amor.”
—Jay E. Adams
¿Cómo vence una persona los temores que restringen sus acciones, que obstruyen sus conversaciones y hasta sus relaciones?
Aprendimos que la única forma de vencer el temor del hombre era cultivar el temor de Dios. Ahora nos enfocaremos en el arma del poderoso arsenal de Dios que nos ayuda a eliminar el temor: el amor.
Cuando piensas en el temor, puedes suponer que lo opuesto al temor es la confianza o la paz.
Pero la Biblia dice algo muy diferente—enseña que lo que necesitamos no es más amor propio sino más amor por los demás. Eso se debe a que lo opuesto al temor no es la confianza o la paz; lo opuesto al temor es el amor.
Y eso es porque el único poder lo suficientemente fuerte para eliminar el temor es el amor: amor a Dios y a los demás. Eso es lo que el apóstol Juan nos enseñó en 1 Juan 4:18: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.”
Examinemos con detenimiento el consejo de Juan sobre vencer el temor y tratemos de ver cómo funciona para matar a este poderoso dragón.
—1 Juan 4:16–19 Dios como Juez es aterrador,
No existe absolutamente nada que podamos esconder de Dios y es espantoso pensar qué pasaría si recibiéramos el castigo que verdaderamente merecemos—un castigo que, para los cristianos, ya ha sido pagado por la muerte de Cristo en la cruz.
Contrasta la posibilidad de estar de pie ante un juez con la de estar de pie ante un Padre santo con quien tienes una relación. Aunque Su santidad es perfecta y completamente diferente a la tuya, es Su santidad la que guía todos Sus pensamientos y acciones hacia ti y lo hace responderte con misericordia y compasión. Ahora imagina, por favor, que tienes un Hermano Mayor perfecto que siempre ha agradado a tu Padre. Sabes que Él nunca ha hecho algo que haya ofendido a tu Padre y que Su relación con tu Padre nunca se ha debilitado. Tu Hermano Mayor también se ofreció a tomar tu lugar ante la mirada de tu Padre porque Él sabe que Él ha complacido a Su Padre en todo y Él te ama perfectamente también. Puedes ocultarte detrás de Él y saber que estás perfectamente a salvo de cualquier ira o juicio.
Existe una gran diferencia entre los dos escenarios, ¿no? ¿Cuál es la esencia de esa diferencia? El amor y la relación. En esta clase de amor, que surge del Padre y del Hijo, todos los creyentes se pueden esconder. La respuesta a esta clase de amor vencerá todo el temor de ser castigadas. Él nos ama muchísimo y podemos confiar y gozarnos en el día del juicio. Cuando somos convencidas de Su amor ya no estamos llenas del “terror de lo que Él nos pueda hacer” de la misma manera que no tememos lo que Él le hará a Su amado Hijo. Este amor nos atrae hacia Él y hacia los demás. Vencerá el terror que nos hace huir aterrorizadas de las relaciones.
La maravillosa noticia es que esta clase de amor no es algo en lo que nosotras mismas tengamos que trabajar, sino que es el resultado de que “Él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Este amor nos llega por la elección de Dios de derramar Su amor en nuestros corazones, como dice Romanos 5:5, “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” Así que, en el contexto de 1 Juan 4, la preocupación de Juan era que no deberíamos tener terror de Dios sino que, en respuesta a Su amor, deberíamos amarlo por agradecimiento. Este amor que fluye de Él es el único amor lo suficientemente fuerte para eliminar el temor al castigo.
• Isaías 9:6 —El eterno Padre se humilló a sí mismo y vino a nosotros como un niño para traernos Su poder, paz y consejo.
• Gálatas 4:6–7 —Dios nos ha adoptado en Su familia para que lo podamos llamar “Abba.” Abba es una palabra de cariño que habla de una relación íntima entre un hijo y su padre. En los tiempos del Nuevo Testamento a los esclavos no se les permitía utilizar este término para dirigirse al jefe de la casa, pero a los hijos queridos se les invitaba a hacerlo.
• 1 Juan 3:1 —Es por el gran amor del Padre que somos llamados hijos de Dios—y eso es exactamente lo que somos. No es por nuestra bondad, sino sólo por la de Él.
• Lucas 15:18–24 —En la historia del hijo pródigo, Dios mostró Su amor por los hijos extraviados dándole la bienvenida a Su hogar a un hijo que no tenía derecho a eso o a demandar justicia.
Remplazando Pensamientos de Temor por, Pensamientos Fieles Sobre El Amor de Dios por Mí
No estoy segura de ser salva. Dios me ha invitado a confiar en Él y a creer. Porque Él me ama, Él ha prometido que si voy a Él, no me echará fuera. (Mateo 11:28–30, Juan 6:37).
Todavía lucho tanto con el pecado que no puedo creer que realmente sea salva (Juan 3:16). Todos los creyentes luchan con el pecado (1 Juan 1:8). El amor de Dios es lo suficientemente poderoso para vencer mi pecado. El amor de Cristo cargó con el castigo de todos mis pecados y Su vida perfecta es ahora mía (Romanos 5:8–10, 18–19).
Tengo miedo de morir. Por Su gran amor, Jesucristo ha vencido a la muerte sufriendo por medio de ella por mi causa (Hebreos 2:14–15). Se ha ido antes que yo y ha prometido llevarme a salvo a Él (Juan 14:1–3). Él ha prometido darme vida eterna (Juan 6:29, 37–40).
Le he fallado demasiadas veces. Aunque mi corazón pueda condenarme, el amor de Dios es más fuerte que mi corazón (Juan 10:29–30; 1 Juan 3:20). Él ha prometido perdonar mi pecado cuando se lo pida (1 Juan 1:9) y yo creo que es muy amoroso e incapaz de mentirme (Números 23:19).
Otras personas no luchan como yo. Dios no me ha mandado comparar mi caminar con los demás (2 Corintios 10:12). Por Su gran amor aún enfrento luchas y por Su gran amor finalmente triunfaré (Romanos 8:28–29).
• Recuerda que Dios ha prometido cuidarte, no importa qué tan tentada o probada seas, y que Su amor es demasiado fuerte para dejarte sola (Salmos 23, 1 Corintios 10:13; Hebreos 13:5).
• Experimentar dudas no significa que no seas creyente. Todos los creyentes luchan con las dudas y Dios nos invita a ir a Él a pesar de nuestras dudas. Nuestra fe se basa en el carácter de Dios y no en nuestros sentimientos sobre nuestra fe. Sólo Dios nos puede sostener durante nuestros momentos de duda y Él nos invita a echar todas nuestras preocupaciones sobre Él.2
• Busca gozarte y ser agradecida en cada situación, especialmente en las más difíciles, sabiendo que Dios está obrando en tu vida por Su gran amor (Romanos 8:28–29; Efesios 5:20; 1 Tesalonicenses 5:16,18).
• Confiesa tus pecados de temor, preocupación e incredulidad. Agradece a Dios Su perdón prometido (1 Juan 1:9).
• Procura ser obediente motivada por la gratitud gozosa (Romanos 12:6–21).
Usando medidas como éstas, Pamela pudo crecer en su confianza y obediencia al meditar y abrazar el sorprendente amor de Dios por ella. Aprendió a regocijarse en el hecho de que el amor de Dios por ella no se basaba en lo que hubiera hecho, sino más bien en Su santidad y elección soberana. Aprendió que podía descansar en Su bondad y tú también puedes.
Venciendo el Temor Amando a los Demás
El amor también nos puede ayudar a vencer el temor en nuestras relaciones con los demás.
• “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12). María quería que los demás entendieran sus problemas y la ayudaran. La prioridad de Dios para ella, sin embargo, era entender las necesidades de sus hijas y ayudarlas.
• “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). Comenzar a manejar por la autopista otra vez era un sacrificio para María. Tenía que enfrentar la realidad de que podía, de hecho, tener otra llanta ponchada o hasta terminar en un accidente. Para ella, entregar su vida significaba estar dispuesta a enfrentar estos peligros por el bien de la familia que amaba.
• “Amaos los unos a los otros con amor fraternal… sufridos en la tribulación” (Romanos 12:10,12). Parte de la devoción de María a su familia era que tenía que perseverar en la tribulación de viajar por la autopista. Comprendió que Dios la podía ayudar a perseverar, incluso cuando sintiera miedo de manejar, y que Él le había dado el amor que necesitaba para servir a su familia.
• “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros…el amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:8,10). La decisión de María de dejar de manejar les causó problemas a sus hijas. No podían asistir a sus clubes o participar en los deportes. Sus temores estaban haciendo que le hiciera mal a su prójimo (en este caso, sus hijas) y la manera de vencer su miedo era remplazarlo con el amor por sus hijas.
Ella podía vencer el mal (el temor pecaminoso que la mantenía encadenada a su hogar) haciendo el bien. El bien que tenía que hacer era creer, en fe, que Dios la protegería y la ayudaría. No podía vencer sus temores simplemente pensando en ellos o deseando ser libre. De hecho, cuando pensaba en sus temores, sólo se volvían peores. Tenía que decidir hacer lo correcto, sin importar como se sentía.3 Tenía que entrar en acción. Tenía que vencer el mal haciendo el bien: en este caso, cumplir con sus responsabilidades como esposa y madre.
¿Puedes ver cómo el amor de Cristo puede controlarnos? (2 Corintios 5:14). Porque Cristo estuvo dispuesto a morir por nosotros y a enfrentar el mayor miedo de todos —la muerte y la separación de Dios—, “ya no [vivieremos] para nosotros, sino para aquel que murió y resucitó por [nosotros]” (versículo 15). También les enseñó a sus hijas que podían servir a Dios a pesar de sus temores.
¿Qué me voy a poner? ¿Qué voy a decir? Pero esta vez, en lugar de temerle a las personas y a sus opiniones sobre mí, le pedí a Dios que me ayudara a amarlos más de lo que les temía. Quería ministrarlos, entenderlos y dejarles saber que era creyente; así que oré para que Dios me ayudara a amarlos. Ya que el amor es más fuerte que el temor, eclipsó mi corazón y me permitió estar genuinamente interesada en sus vidas. No me interesó lo que dije o lo que no dije; no me preocupó si me aprobaban o no. Me preocupe más por amarlos que porque ellos me amaran. Como resultado, pude ser amistosa y amable y descubrí que realmente me preocupaba por ellos.
Un sorbo de Su amor puro nos capacita para amar a los demás con un amor sacrificial —un amor que dice, Puede que sufra daños; puede que tenga que enfrentar circunstancias terribles; pero puedo amarte y servirte por el gran amor que Dios me tiene.
Fortaleciéndote En la Gracia
Fortaleciéndote En la Gracia
“Contrario a un frecuente malentendido, no ganamos o perdemos las bendiciones de Dios en nuestras vidas diarias basándonos en nuestro desempeño.”1
—Jerry Bridges
¿Qué tan diferente crees que sería la vida si tú y yo tuviéramos una visión de Dios clara y precisa? Eso sería mejor que vagar por la niebla de cualquier percepción incorrecta que pudiéramos tener de Dios, ¿no? ¿Cómo conocerlo como Él es, en lugar de como suponemos que Él es, impactaría nuestras luchas contra el temor, la ansiedad y la preocupación? Conocer a Dios como Él es-un arma poderosa en nuestra capacidad de vencer el temor.
hasta cierto punto, el temor siempre fluye de una imagen borrosa de quién es Dios y cómo es Él. Y, en mi experiencia, una de las facetas más imprecisas de la naturaleza de Dios es Su gracia.
has escuchado definida como “el favor inmerecido de Dios.” Sí, la gracia es el favor inmerecido de Dios, pero esa definición deja fuera un hecho importante: Es Su favor inmerecido para aquéllos que merecen sólo Su ira. Gracia es la bondad y la bendición de Dios para aquéllos que, por su naturaleza y acciones, merecen todo lo contrario.
Efesios capítulo 2 nos dice, “Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8–9).
Es sólo por la bondad y generosidad de Dios que tú y yo somos salvas de nuestros pecados. No es por ninguna obra que podamos hacer o incluso buenas obras que podamos añadir a la Suya; es solamente la obra de Dios la que salva. Estoy agradecida por esa verdad y estoy segura que tú también.
En otras palabras, creemos que Dios nos salva por gracia, pero que nuestro crecimiento y perseverancia después de la salvación son por nuestras obras. Sin embargo, como Jerry Bridges escribe, “No sólo somos salvos por gracia, sino que también vivimos por gracia cada día. Esta gracia viene por medio de Cristo, ‘por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes.’
Gracia es el favor inmerecido de Dios para aquéllos que han sido salvos y todavía, en sus propias fuerzas, merecen sólo Su ira pero que en lugar de eso tienen Su favor. Eso cambia las cosas un poco, ¿no? Sabemos que antes de ser salvas merecemos el juicio. Pero, ¿y después de ser salvas? ¿Todavía necesitamos Su gracia para estar firmes delante de Él? Por favor detente y piensa conmigo. No estoy denigrando la verdad de que ahora estamos en Cristo y que por eso ahora Dios está perfectamente complacido con nosotras. La Biblia claramente enseña que porque estamos en Cristo nunca sufriremos de la ira de Dios. Queda resuelto. Sin embargo tú y yo necesitamos la gracia de Dios hoy tanto como la necesitábamos antes de ser salvas. Nunca debemos confiar en nuestro desempeño, ya sea que pensemos que está bien o mal, porque nuestro desempeño siempre está manchado por el pecado.
Descansar en la gracia de Dios te ayudará a deshacerte de cualquier temor que puedas tener de cómo Dios percibe tu desempeño. Gloria, una joven estudiante universitaria, pensó que si fallaba en pasar al menos 15 minutos en oración cada mañana, antes de salir de casa, le sucedería un accidente. Pensó que la bendición o la gracia de Dios en su vida dependían del peso de sus oraciones. Pensó que Dios no podía o no quería protegerla a menos que primero pasara tiempo en oración. Como resultado, perdió el gozo y la bendición de la oración y la vio como una especie de soborno por la protección de Dios. En un sentido muy real, sintió que tenía que ganarse el cuidado paternal de Dios y por lo tanto perdió el gozo de la gracia.
Vivir en Su gracia tampoco significa que no sufriremos los efectos de la vida en un mundo maldito por el pecado. Nosotras pecamos, otros pecan contra nosotras y nuestros cuerpos físicos finalmente se desgastan y mueren. Pero mientras el favor de Dios descanse en nuestras vidas, esta decisión ya se ha tornado: Dios nos va a bendecir. Eso significa que siempre que sucedan dificultades o pruebas, podemos cantar, “…Pues Cristo comprende mis luchas, mi afán; y su sangre obrará en mi favor.”3
Primera, fracasaron en entender que incluso en sus días buenos no eran lo suficientemente perfectas para ganar el favor de Dios. Y segundo, perdieron la verdad de que en sus días malos la disposición de Dios hacia ellas no había cambiado ni una pizca. La gracia de Dios es una faceta constante de Su carácter: Nunca cambia. Una vez que Él decide amarte, Él siempre te amará sin importar qué (ver Salmos 102:27–28; Malaquías 3:6; Hebreos 13:8, Santiago 1:17).
Si tú piensas que el amor que Dios te tiene depende de tus acciones, si piensas que está sentado en el cielo esperando que cometas un error para jalar la alfombra debajo de ti, si crees que necesita algo de ti para poder bendecirte, entonces tu corazón se llenará de temor. Contrasta estas ideas ofuscadas de la gracia de Dios con estas palabras de los Salmos:
Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. —Salmos 103:12–14
Su gracia me infunde poder—no un poder que yo pueda ganar, sino uno que es mío por Su amor.
¿Puedes ver cómo las creencias equivocadas sobre la gracia de Dios pueden crear temor? El temor de que “algo malo va a pasar” fluye de una perspectiva defectuosa del amor de Dios. El temor de que una prueba te va a aplastar tiene su origen en un punto de vista empequeñecido de la gracia de Dios. Aquí están algunas verdades y versículos sobre el carácter inmutable del amor misericordioso de Dios para que los grabes en tu corazón.
• Dios mismo declara ser “misericordioso y piadoso… grande en misericordia y verdad” (Éxodo 34:6).
• Su misericordia y bondad son eternas porque Su naturaleza es buena y santa —y Él nunca cambia (1 Crónicas 16:34).
• En el Salmo del Pastor, David escribió sobre su perspectiva de la actitud de Dios hacia él. Él dijo, “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida” (Salmos 23:6). ¿Puedes ver cómo David fue liberado del temor cuando reconoció la naturaleza permanente de la bondad de Dios hacia él? ¿Crees que la bondad y la misericordia están destinadas a seguirte…sin importar qué?
• En lugar de ver la tierra llena de peligros y riesgos, el salmista escribió que la tierra “de la misericordia de Jehová está llena” (Salmos 33:5).
• De hecho, la tierra no podría contener toda la gracia, el favor y el amor que Dios tiene; “hasta los cielos llega” (Salmos 36:5, véase también 103:11).
• El favor de Dios no es una fuerza impersonal. David necesitaba el favor del Señor de una forma personal cuando huía de Saúl por su vida. Fue este favor lo que probó que Dios no estaba sentado con los brazos cruzados mientras Su hijo estaba en apuros. No, David descubrió que Dios era su escudo y fortaleza; de hecho, él había visto Su misericordia. Por esto cantó alabanzas (Salmos 59:17).
• La misericordia de Dios no es sólo para las personas “espirituales” como David o Pablo. Está fluyendo en abundancia a “todos los que… invocan” a Dios (Salmos 86:5). ¿Por qué no invocarlo ahora? Pídele que te ayude a ver cómo Su misericordia está fluyendo para ti hoy.
• Por último, veamos el Salmo 103. Este salmo nos alienta a recordar todos los beneficios de Dios. ¿En qué consisten? ¡Dios perdona todas tus iniquidades, sana todas tus dolencias, rescata del hoyo tu vida, te corona de favores y misericordias! Andrea no sabía lo que era ser coronada con los favores y la misericordia de Dios. Al contrario, sentía una nube continua de auto desprecio, incredulidad y temor. ¡Imagina el gozo que podría ser nuestro si realmente creyéramos que Su misericordia y bondad descansan en nosotras!
La misericordia de Dios incluye Su gracia, fortaleza y amor inalterable. El pacto de Dios con Sus hijos es uno en el que Él promete proteger, perdonar y ser misericordioso. De la misma manera en que un fuerte padre amoroso defiende, protege y cuida de su pequeño hijo, nuestro Padre ha prometido ser clemente con nosotras.
¿Qué significa esta irresistible bondad hacia nosotras?¿Significa que podemos vivir de cualquier forma que nos guste y hacer alarde de nuestra libertad y despreciar Su amor? Como dice Pablo, “En ninguna manera” (Romanos 6:2). Parte de la gracia de Dios es que aprendamos a vivir vidas santas. De hecho, la gracia nos enseña a hacer justo eso. Tito 2:11–12 dice,
Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.
Dios nos ama demasiado para dejar que sigamos en el pecado que derrota el gozo que parece tan atractivo. Como un Padre perfecto, Él sabe dónde está nuestra verdadera felicidad: Nuestras vidas pasadas murieron y hemos sido hechas nuevas en Cristo. Nuestros nuevos corazones no encontrarán más la satisfacción en las baratijas de mal gusto de esta tierra. Hemos sido hechas ciudadanas del cielo y sólo las alegrías del cielo nos van a satisfacer. Así que Dios, por Su gracia, nos enseña a negarnos esos deseos que una vez amamos.
La gracia inclina nuestros corazones a vivir vidas sobrias y moderadas. Eso no significa que no disfrutemos los regalos que Dios nos ha dado en este mundo. Sólo significa que no estamos “enamoradas” de ellos—los usamos con moderación, reconociendo lo que son: gozos temporales. Su gracia inclina nuestros corazones hacia la justicia. Mientras que una vez disfrutamos el pensamiento de apapachar nuestro pecado favorito, ahora estamos aprendiendo, por Su gracia, a odiarlo y a amar la justicia. Amar las maneras justas de pensar y de actuar produce un estilo de vida piadoso y el amor por la verdadera bondad sólo lo produce la gracia de Dios. Por lo que ves, una verdadera medida de la gracia de Dios en la vida de una persona no es una vida descuidada; más bien,¿ es una vida inclinada a la santidad. Y un correcto entendimiento de Su gracia sabe que nunca seremos perfectamente santas mientras estemos aquí en la tierra. Nunca dependeremos de la santidad para ganar algo de Dios o confiaremos en la santidad personal para ganar las bendiciones de Dios. En cambio, únicamente nos podemos regocijar en la obra fiel de Dios en nuestras vidas—una obra que Él elige hacer porque nos ama. Y la gracia nos enseña a amar lo que Él ama, a temer lo que Él nos manda temer y a descansar en Él.
Le tienes miedo a la enfermedad, a la angustia o a los problemas? ¿Temes que no podrás manejar las dificultades desconocidas que podrían estar dirigidas hacia ti? ¿Crees que debes trabajar para estar en “gracia” con Dios? El Señor te está llamando hoy a descansar y a creer con confianza. Puedes descansar sabiendo que no importa cómo Dios haya determinado tejer el patrón de tu vida, incluso si ese patrón está compuesto de algunos “hilos oscuros,” al final el diseño será uno de gran belleza y te traerá gran gozo. Aunque Pablo enfrentaba una debilidad que lo acosaba (tanto que oró tres veces para ser liberado), él sabía la verdad de la gracia de Dios. “Bástate mi gracia,” dijo el Señor, “porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Pablo conocía el poder de la gracia de Dios que le permitió vivir confiado y gozoso en medio de la prueba y la debilidad personal. Y como hija de Dios, también puedes conocer el poder de Su gracia.
¿Cuál es el propósito de la misericordia de Dios hacia nosotras? ¡Qué Él sea alabado y glorificado! Por supuesto, Su gracia resulta en nuestra santidad, gozo y libertad del miedo, pero ese gozo no es para permanecer mudas. La exhortación de Pablo a los cristianos de Corinto era “para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios” (2 Corintios 4:15). ¿Puedes ver cómo una imagen clara de la gracia de Dios cambiaría las vidas de Gloria, Luisa y Andrea? Eso es exactamente lo que pasó. Cuando llegaron a entender la gracia de Dios, ya no estaban llenas de temores, preocupaciones y ansiedades. Corazones desbordados de alabanza marcaron sus vidas.
De camino al trabajo, después de pasar tiempo en humilde oración y alabanza, llena de gozo por la bondad de Dios prometida, Gloria podía cantar y celebrar la gracia de Dios. Ya no consumida por su propio desempeño, pudo considerar el desempeño de Cristo y descansar en él. Descubrió que ya no estaba atada a temores sobre accidentes —de hecho, algunas mañanas estaba casi inconsciente de manejar al trabajo porque tenía un tiempo de tanta bendición cantando y adorando a Dios.
El Poder de Dios Se Manifiesta en Mi Debilidad
El Poder de Dios Se Manifiesta en Mi Debilidad
“Cuando estamos conscientes de que somos débiles y sentimos que necesitamos ayuda, el Redentor manifiesta Su poder para sostenernos e impartirnos Su más puro consuelo.”
Comenzamos viendo cómo Dios bondadosamente dotó a la humanidad con la capacidad de tener miedo para que pudiera protegerse del peligro. También vimos cómo ese buen don fue utilizado mal por nuestros primeros padres en el Jardín del Edén. Temieron que tal vez Dios les estuviera reteniendo algo y fracasaron en temer a lo que Él les había mandado: no comer del árbol del conocimiento del bien y el mal. Como resultado perdieron su inocencia, su relación con Dios y la vida misma.
Vimos cómo las personas a través del tiempo, incluso los “héroes de la fe” en la Biblia, han luchado con el temor pecaminoso. Y como el temor es un enemigo tremendo, aprendimos que debemos buscar afuera de nosotras el poder del Espíritu Santo para obtener la victoria y la liberación. Necesitamos el poder del Espíritu para vencer las tres principales causas del temor: el deseo de controlar, el deseo de complacer a la gente y el deseo de ser perfectas. También consideramos cómo la incredulidad en la bondad, el poder y la sabiduría de nuestro Padre celestial juegan un papel importante en nuestros temores.
Después vimos que sin una creencia firme de que Dios tiene el control total de las cosas, toda esperanza de vencer el temor desaparece. Estudiamos la clase de temor que Dios ha mandado—el temor sólo de Él—y vimos cómo este temor, junto con el amor, puede vencer todo el miedo perturbador que pide a gritos el dominio de nuestros corazones. Entonces en el capítulo anterior vimos cómo un correcto entendimiento de la gracia de Dios puede ayudar a aliviar nuestros temores. Nuestros temores por lo general tienen sus raíces en una idea equivocada del carácter de Dios y Su disposición hacia Sus hijos.
Lucharon como nosotras y, por la gracia de Dios, su fe triunfó sobre su temor. El temor de Dios, el amor a Él y a los demás y la fe en Cristo son tres potentes armas para destruir el temor. Y nuestra meta en este capítulo es ver cómo podemos subir por la escalera de la fe, de una fe débil a una fe fuerte, todo en el poder de Dios.
Me pregunto de qué dependes más en tu diario vivir. ¿Principalmente te enfocas y dependes de tus sentimientos? ¿Tus temores? ¿Tus pensamientos de qué podría pasar? ¿Dónde buscas la confianza cuando enfrentas los retos y las pruebas de la vida? ¿En qué confías cuando la luz roja del tablero parpadea o la puerta de salida de la tienda parece demasiado lejos?
Aunque la fe es un tema básico para los cristianos, es uno con el cual muchas personas están confundidas a pesar de que la palabra fe es una palabra que comúnmente usamos. Probablemente has escuchado a personas decir, “Tengo fe en mí misma” o “Si crees en ti, puedes hacer cualquier cosa.” Las personas por lo general usan las palabras creencia y fe indistintamente. ¿Pero es esto de lo que habla la Biblia cuando nos exhorta a tener fe?
¿Qué es la fe? La palabra que comúnmente se traduce “fe” en la Biblia significa más que una simple creencia. Sí significa creencia, pero también implica dependencia y confianza. Ya que la fe incluye la dependencia y la confianza, también abarca la acción. Esta acción puede tomar muchas formas, como lo veremos después de analizar Hebreos 11, pero la creencia que no resulta en una vida cambiada no es una verdadera fe bíblica. No estoy diciendo que la fe puede ser débil algunas veces o que no lucha. Sino que estoy diciendo que es viva…se mueve…se puede percibir. Esto se debe a que la fe que es verdadera fe confía y depende de Dios.
leer Hebreos 11 por ti misma.
Ahora, comenzando con el versículo 4, examinemos a las personas que sirven como ejemplos de fe:
• El versículo 4 identifica a Abel, el hijo de Adán y Eva, quien le ofreció a Dios un sacrificio aceptable. Por esta acción, hecha con fe, Dios lo declaró justo y “muerto, aun habla por ella.” ¿Qué dice? ¿Cómo sabemos que tuvo una fe que agradó a Dios? Su fe fue visible, ¿o no? Aunque su hermano lo mató por su obediencia fiel, su vida es un testimonio para nosotras hoy. Nos dice que obedezcamos a Dios a pesar de la oposición y el temor de desagradar a otros.
• Enoc fue un santo del Antiguo Testamento a quien Dios se llevó directamente al cielo; por lo tanto Enoc nunca enfrentó la muerte. Este hombre de fe se conoce como uno que “agradaba a Dios.” Dios escogió guardar a Enoc fuera de la prueba de la muerte porque su fe lo agradó. ¿Cómo agradó Enoc a Dios? Teniendo fe en que Dios existe y que es galardonador de los que le buscan. No sabemos exactamente lo que Enoc hizo para demostrar su fe, pero sí sabemos que fue recompensado por Dios por su fe. Enoc sabía que “sin fe es imposible agradar a Dios” (versículo 6), pero también creyó que Dios recompensaría su fe cuando lo buscara. ¿Crees que Dios te recompensará cuando busques, en fe, agradarlo? La fe abarca no solamente la creencia de que Dios existe, sino también la creencia en Su participación íntima en la vida de Sus hijos. Es esta clase de fe la que siempre es recompensada. Puede que no sea recompensada para ti de la misma manera que para otros pero, no obstante, siempre es recompensada.
• Conoces la historia de Noé y cómo preparó un arca para la salvación de su familia cuando el juicio de Dios venía. Fue “advertido sobre cosas que aun no se veían” así que “con temor reverente construyó un arca” (versículo 7 NVI, énfasis añadido) y “llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe.” Algunas veces actuar por fe parece tonto. Otras veces significa trabajar duro aserrando madera y martillando clavos. De nuevo, tu fe se demuestra por las acciones justas que llevas a cabo a pesar de que estés temblando cuando hablas con tu vecino acerca de Cristo, cuando haces mandados para tu familia o cuando contribuyes al fondo de las misiones de la iglesia. Es en estos momentos que el temor de Dios debe vencer todos los otros temores.
• Estudiamos a Abraham y a Sara en el capítulo 2 de este libro. Abraham primero demostró su fe dejando su hogar y siguiendo el llamado de Dios “y salió sin saber a dónde iba” (versículo 8). ¿Puedes imaginar los temores que los debieron haber afligido tanto a él como a Sara? ¿Cómo te sentirías si tu esposo llegara a casa hoy y te dijera que Dios le ha dado instrucciones de empacar e ir a un lugar desconocido? ¿Tendrías miedo? ¿Estarías preocupada? Los versículos 15–16 nos dicen porqué Abraham y Sara pudieron obedecer este difícil mandato: porque anhelaban un hogar mejor, celestial. ¿Qué anhelas tú? Si anhelas seguridad o placer terrenales, entonces el temor triunfará sobre la fe. Si tus riquezas están aquí en la tierra, entonces están expuestas a que se destruyan o se pierdan y esa posibilidad te hará temer. Pero si tu tesoro verdaderamente está en el cielo, podrás actuar con fe porque no tienes nada que perder. Al contrario, tendrás paz sabiendo que tu tesoro celestial está a salvo bajo el cuidado protector de Dios.
• Cuando Moisés nació, la fe de sus padres, Amram y Jocabed, les dio el valor para desobedecer el mandato del rey de matarlo. De hecho, en el versículo 23 dice, “y no temieron el decreto del rey.” ¿Crees que eso significa que no había ninguna inquietud en sus corazones sobre lo que Faraón podía hacer? ¿O posiblemente podría significar que en comparación con su fe, el temor no significaba nada? ¿Cuál fue la fe que tuvieron? Que de algún modo, de alguna manera, Dios protegería a su bebé y lo usaría para Su gloria.
Algunas veces la fe significa ir en contra de la sabiduría predominante o tomar riesgos. En otras ocasiones significa enfrentar circunstancias difíciles que para nada entendemos y que la única opción que tenemos es esperar y poner toda nuestra confianza en Dios. En algunos casos, Dios responde como lo hizo con Moisés y salva vidas. En otros la muerte de un mártir espera, pero hay una cosa en la que puedes estar segura: en todo tiempo Dios recompensa la fe y, cualquiera que sea el resultado, Él lo usará para tu bien final Su gloria. ¿Puedes imaginar cómo la fe se mezcló con la tímida preocupación que había en el corazón de Miriam, la hermana de Moisés, mientras miraba la pequeña cesta flotando río abajo? Sé que Dios salvará a mi hermano menor…Oh, Señor, por favor ayúdalo. ¿Qué pequeña cesta necesitas para flotar río abajo en fe y confianza de que Dios la protegerá y la usará? No pienses que tu fe tiene que estar libre de cualquier preocupación antes de que la ejercites. Suéltala y confía en Él—y ve lo que Él hará.
• ¿Puedes imaginar el temor que sintieron los israelitas cuando escucharon el plan de Josué para apoderarse de Jericó? Marchar alrededor de la ciudad en silencio por seis días y luego gritar. Estas personas eran una nueva generación— habían escuchado cómo Dios había dividido el Mar Rojo 40 años antes, pero ninguno de ellos había visto en realidad la capacidad de Dios de derrotar a un fuerte enemigo (excepto Josué y Caleb). No dejes que la familiaridad de la historia te robe la maravilla que es. En una confianza sencilla marcharon alrededor de una cuidad fortificada y luego esperaron a que los muros cayeran. ¿No tendrías miedo tú? Sé que yo sí. ¿Tienes fe en que Dios puede derrumbar los bien fortificados muros, que hay en tu corazón, del temor, la preocupación, la duda y la ansiedad? El mandato de Dios de confiar en Él y actuar conforme a Su Palabra te puede parecer tan inútil como marchar les pudo parecer a los israelitas. Piensa por un momento: Éstas no eran personas conocidas por su gran fe. Pero, en este caso, tuvieron la gracia para confiar y obedecer. ¿Obedecerás lo que sea que Dios te esté llamando a hacer? ¿Crees que Él te cachará si saltas? ¿Verdaderamente confías en Él?
Hebreos 11 termina resumiendo las obras de fe realizadas por otros. Ellos “conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros” (versículos 33–34, énfasis añadido). Estos “héroes de la fe” no siempre fueron fuertes. No, la Biblia dice que “sacaron fuerzas de debilidad.” ¿Te sientes débil? ¿Crees que nunca podrás cambiar? Entonces tú eres justo la clase de persona que Dios ama transformar. De hecho, es esa mima debilidad la que obrará para ti, enseñándote a poner tu confianza en Él, a tener fe. Y mientras creces en fe, encontrarás que eres una de las personas en quien el mismo Señor se manifestará más fuerte.
Si hoy te sientes débil e incapaz de obedecer, entonces dale las gracias. Agradécele que no puedas ser tan tonta como para confiar en ti misma o depender de tu propia fuerza. Agradécele que la fortaleza tenga que venir de Él porque tú no tienes ninguna fortaleza propia. Entonces levántate y comienza a caminar alrededor de la ciudad, construye esa arca, manda tu mayor deseo río abajo a las manos de Dios…y deja que Él haga lo que Él sabe que es mejor. Cuando se trata de los retos de la vida, prefiero mucho más ponerlos en las manos del Dios soberano que en frágiles manos humanas, ¿y tú?
Entonces, ¿qué es la fe? Es el conocimiento del carácter de Dios, la creencia de que Él puede hacer todo lo que ha prometido y la confianza de seguirlo a donde quiera que Él guíe. Para ti, eso podría significar estar de pie frente a la iglesia cantando en el coro, enfrentando la realidad de que podrías olvidar la letra o parecer tonta. Podría significar que tienes que cuidar a una persona enferma incluso si te sientes agobiada por la posibilidad de hacerlo. Tal vez tus preocupaciones tienen que ver con manejar tu auto por la autopista o ir de compras para la familia. Actuar por fe incluso puede significar que tendrás que soportar verdaderos sentimientos de pánico para que puedas amar a tu prójimo como Dios te llama a hacerlo. De éstas—y de miles de otras maneras—puedes vivir tu fe y Dios te recompensará. Puede no recompensarte con la pérdida inmediata de los síntomas de tu temor pero, al enfocar tu obediencia en honrar a Cristo, descubrirás que tus síntomas de temor ya no significan tanto para ti. Y, con el tiempo, si el Señor quiere, te darás cuenta que para nada importan. Finalmente te darás cuenta que no has experimentado los síntomas por un tiempo. Sin importar que tan débil seas, puedes ser fuerte en Él.
Fundador — Curiosamente el primer escalón no tiene nada que ver contigo. El primer paso es el que Dios da cuando planta en tu corazón la fe que sólo Él crea. Hebreos 12:2 nos dice que Jesús es el Autor y Consumador de la fe. Él la comienza, Él la sostiene, Él la hace crecer de acuerdo a Su soberano plan. Él es el Fundador y solamente por Su gracia te la ha dado.
Íntima comunión mantenida por medio de la oración y los sacramentos (comunión y bautizo) es el siguiente escalón importante en la escalera de la fe.
Por cierto, prestar atención a la Palabra, a la oración, a la comunión y al bautizo no son meritorios en sí mismos. En otras palabras, no hacen que Dios te ame más de lo que ya te ama. Son simplemente medios o vías externos de gracia que Dios normalmente utiliza para fortalecer la fe que ha puesto en tu corazón.
Atención a la Palabra. El apóstol Pablo escribió que la fe crece por escuchar la Palabra de Dios: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Pedro hizo eco de este pensamiento cuando le ordena a sus lectores, “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual, no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:2, énfasis añadido).
Atención a la Palabra de Dios tiene por lo menos dos aspectos: Primero, atención a la Palabra predicada.
Atención a la Palabra de Dios también tiene un segundo aspecto: el estudio personal de la Biblia. Este estudio puede tomar muchas formas, pero tiene que ser consistente y relevante para tu vida.
Para cada porción de la Escritura que leas, hazte las siguientes preguntas:
1. ¿Cuál es el significado de este pasaje?
2. ¿Por qué lo incluyó el Espíritu Santo?
3. ¿Cómo puedo tomar la verdad que he leído y aplicarla a mi vida hoy?
Reposar en Dios en lugar de fijarte en tus sentimientos. Es tan fácil tener fe en nuestras emociones, ¿no? Sé que para mí es una lucha continua decirme que sólo porque me sienta de cierta manera no significa que sea verdad. Si tú eres de las que sufren ataques de pánico, encontrarás que éste es el paso más difícil de dar. Permíteme alentarte diciendo que en realidad no vas a desmayar, tu corazón no va a latir tan fuerte que explote en tu pecho y no te volverás loca. Es durante esos momentos que tendrás que recordar que Dios es más grande que tus sentimientos y ha prometido recompensar tu fe. Estos primeros pasos parecerán muy difíciles —todo en ti te dirá que te detengas, que te protejas, que desconfíes. Pero el Espíritu Santo estará ahí contigo, alentándote a caminar por fe y no por lo que ves o por lo que sientes (2 Corintios 5:7). La fe, por su naturaleza, va en contra de a lo que puedes observar con tus ojos naturales o sentir con tus emociones. La fe no es fe si depende de apoyos temporales tales como la vista y los sentimientos. Como dice 2 Corintios 4:18, “pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.”
Recuerda, tú sirves al Rey soberano quien también es tu amoroso Padre celestial. Él te protegerá, alentará y recompensará mientras procuras obedecerlo por fe, sin importar lo que tu palpitante corazón te diga.
Evidenciar el compromiso a la Palabra de Dios, sobre todo cuando parece imposible hacerlo. La obediencia fiel produce mayor fe y obediencia, un paso que te lleva de forma espontánea al siguiente. A veces la obediencia llena de fe parece exactamente lo opuesto a lo que deberíamos hacer. Ve otra vez las vidas de aquéllos que se mencionaron en Hebreos 11. La obediencia que su fe generó parecía ir en contra de la razón y sus corazones debieron estar llenos de temor. Pero vieron las opciones de manera diferente. Vieron la vida a través de los ojos de la fe y supieron que, como Carlos Spurgeon dijo, “Nuestro mayor riesgo se acaba cuando obedecemos.
¿Te das cuenta que lo que más deberías temer es la desobediencia? ¿Temes desagradar al Padre que te ama y que tiene todo el derecho de mandarte? Él tiene el derecho porque Él es tu Creador y tu Redentor. Cada mandato que coloca sobre ti es para tu máxima felicidad y Su gloria. ¡No desesperes! Hasta una fe muy débil es fuerte porque, si es fe verdadera, está atada a quien tiene todo el poder en los cielos y en la tierra. Tu concentración no debería estar en la grandeza de tu fe, sino en la grandeza del Aquél en quien confías. Tu fe puede ser débil pero por Su majestad puede lograr mucho. Dios es lo suficientemente fuerte para sostenerte, para guardarte y para capacitarte para obedecer, aun cuando parezca difícil. Es por Su fuerte gracia que podrás crecer en obediencia y fe y llegar a conocer la disminución de tus temores. Como Spurgeon dijo, “Cuando nuestra única preocupación es obedecer, miles de otras preocupaciones huyen en desbandada.”7
Carlos Spurgeon:
No tengo preocupaciones, Oh bendito Señor, porque todas mis preocupaciones son Tuyas; Vivo en triunfo, también, porque Tú has hecho míos Tus triunfos.8
Tus preocupaciones son Suyas y Sus triunfos son tuyos, así que ahora puedes decir con valor, “El Señor es mi ayudador; no temeré” (Hebreos 13:6).