Venciendo el temor - El miedo - La ansiedad

Venciendo el pecado  •  Sermon  •  Submitted
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Introducción

Esta mañana vamos a estar hablando acerca de como vencer los temores, el pánico, y la ansiedad. No vamos a hablar del tipo de temor que hace que no metamos las manos en la jaula de un león. o tomar una serpiente por la cabeza, de hecho Dios nos ha dado la capacidad de temer con un buen propósito, el temor es una emoción con la que fuimos creados y el temor es una emoción que nos puede ayudar a honrar y servir a Dios. Gracias al temor saludable, podemos escapar de la tentación, escapar de muchos accidentes y evitare muchos peligros que podrían dañarnos.
El temor del que vamos a hablar es aquella ansiedad, pánico y miedo irracional o real que de pronto nos sorprende en una situación y que nos llegan a dominar por completo al punto que nos paraliza, nos hace hacer cosas que no queremos y nos lleva cautivos. Por este tipo de temor pecaminoso, muchas personas han perdido oportunidades de trabajo, se han cambiado de ciudad o de país, han abandonado relaciones (por temor a que su conjugue falle), han dejado de servir a otros, se han encerrado en sus casas sin salir más (de echo esto esta pasando por el asunto del coronvirus), algunas personas se han encerrado en asilos, han llegado al homicidio (Todas estas son respuestas inapropiadas para vencer el temor).
El temor es increíblemente poderoso, Puede borrar tu memoria y hacer que tu corazón lata fuerte. De hecho, te puede paralizar. Puede hacer que un soldado entrenado se convierta en un niño que llora.
Si eres de las personas que no pueden conciliar el sueño pensando “las cosas que estoy viviendo son demasiados buenas, esto no va a durar… o las cosas estan muy mal, esto nunca va a cambiar esta reflexión es para ti.
Si alguna vez has sentido que todo tu cuerpo se pone tenso, te paralizas, se te revuelve el estomago y crees que todo tu mundo esta al borde de un colapso, esto es para ti.
O si eres de las personas que siempre piensas que todo va a salir mal, y tiendes pensar como tus hijos mueren, como tu conjugue un día te va a abandonar o creas que padeces de una terrible enfermedad y pronto morirás, esto es para ti
Hoy veremos como vencer nuestros temores. La buena noticia es que es posible, todos hemos tenido que lidiar con temores 1 Corintios 10:13 veremos como en Cristo es posible hacerles frente y vencerlos.
Jesucristo es el único que conoce íntimamente todos nuestros pensamientos y temores. Él es el único capaz de liberarnos, recordemos que Él enfrento por nosotros el mayor de todos los temores— el enfrentó temor a la muerte y a la separación de Dios— y salió victorioso. La Biblia enseña que una razón por la que Él abandonó el cielo y vino a la tierra fue para “librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:15).
Nuestros temores son como cadenas que nos paralizan, atrapan y esclavizan. Pero Jesucristo tiene la llave que puede abrirlas y hacerlas desaparecer. Él puede hacer esto porque Su amor es más poderoso que tus temores. Su plan es enseñarte, alentarte y transformarte en una persona que confíe en Él. Incluso frente a tus preocupaciones y ansiedades más profundas. Jesus no promete hacerte perfecta en esta vida, pero sí promete trabajaren tu corazón hoy para hacerte vivir mas confiado y finalmente, en la gloria nos librará de todos nuestros temores.
En primer lugar vamos esta mañana a tratar de definir el temor bíblicamente, luego veremos la raíz del temor (el deseo de controlar, el deseo de complacer a la gente, el deseo de ser perfecto y la incredulidad en la bondad, el poder y la sabiduría de Dios), luego veremos como despojarnos del temor pecaminoso en arrepentimiento y como revestirnos por fe de la gracia y el amor de Dios que echa fuera el temor.

1. Definindo biblicamente el temor.

Como dije al inicio, el temor es algo bueno, fuimos diseñados pata temer, es una emoción saludable y como todas nuestras emociones, el temor lo experimentamos en nuestra mente y en nuestro cuerpo.
Fisicamente sentimos temor al percibir un peligro. Nuestro cuerpo siempre reacciona a cualquier amenaza, recuerdo un día que me intentaron atacar con un cuchillo, tan pronto vi el arma el corazón latió con fuerza, la adrenalina comenzó a invadir mi cuerpo, mi visión se hizo mas aguda, y de inmediato comencé a correr por mi vida, creo que hubiera ganado una competencia si me hubieran cronometrado, jamas pensé que podía correr tan rápido. Todo ocurrió en fracción de segundos. El temor me salvo ese día, es en verdad un regalo de Dios. Dios nos ha dotado con estas habilidades físicas para sobrevivir en un mundo peligroso. - Lo terrible es que he sentido lo mismo sin una amenaza real “Ataque de Pánico” - “Ansiedad”, de echo esta sensación no me ha dejado dormir y se intensifica con el café. Esta clase de temor es pecaminoso, puede llegar a controlar nuestras vidas -
Algunas personas luchan con los temores en situaciones sociales, por ejemplo: Temen que dirán o harán algo que parecerá tonto y evitan hablar o relacionarse con la gente. Otros tienen temores a la enfermedad o a la muerte, mientras que otros tienen el temor de hablar con extraños o frente a grandes audiencias. Algunas personas evitan las relaciones íntimas, a pesar de que están solas y desean estar casadas, sólo porque tienen miedo de cometer un error o sentirse decepcionados. Todos estos son una clase de temor pecaminoso.
¿De donde aparecen este tipo de temores? son respuestas inadecuadas a las circunstancias de la vida, que aparecieron con la caída.
En el jardín del Edén, Adán y Eva estaban completamente seguros y libres de cualquier daño. No tenían miedo a los depredadores o de las enfermedades. Todas sus necesidades físicas estaban satisfechas. Amaban a Dios y amaban servirle. No se preocupaban por el futuro. Estaban completamente seguros, gozosos, alabando a Dios. Pero pecaron contra Dios, como resultado se apodero de ellos el temor y la vergüenza. Genesis 3:8-10
Adán y Eva luego de la caída, se sintieron avergonzados y temerosos, su reacción fue esconderse de Dios. Se sintieron vulnerables, incómodos de sentirse desnudos, no disfrutaban de la libertad y la comunión que habían tenido antes de pecar. No querían que Dios los viera. Temían Su desagrado y con razón. Lo habían desobedecido y su desobediencia los llevaría siempre a esconderse, taparse y asustarse de miedo servil ante Él. El pecado los devastó por completo. Nunca más el hombre conocería la clase de vida que había conocido; nunca más estaría completamente libre de vergüenza, pena, timidez y temor.
Vemos como el temor fue un factor dominante en la vida de algunos hombres en la escritura:
Abraham temiendo por su vida, negó que Sara fuera su esposa y mintió para salvar su pellejo, pecando contra Dios y negándose a ser un hombre protector de su casa.
Moisés temiendo por su vida abandono el llamado de Dios y por 40 años se escondió en el desierto y se convirtió en pastor de ovejas. Su vida fue dominada por el temor, al punto que se negó varias veces al llamado de Dios, argumentando que le faltaba capacidades, que no tendría Exito y que habían personas mas dotadas para la tarea a la que estaba siendo llamado. A pesar de que Dios le ofreció su poder y su presencia, Moisés rehusó varias veces a causa de su corazón incrédulo.
Pedro, negó a Jesus por temor a perder su vida, el temor lo llevó a hacer algo que no quería (Mateo 26:33,35). Mas adelante Pedro por temor a los Judíos rechazo a los creyentes gentiles, dividiendo al iglesia del Señor, por lo que fue reprendido públicamente por Pablo en Galicia. Este es temor al hombre y es muy pecaminoso. El temor llevo a Pedro a abandonar su responsabilidad pastoral de procurar la unidad de la iglesia, para proteger su imagen.
Gracias a Dios, ése no es el final de la historia de estos hombres, ellos, asistidos por la gracia misericordiosa de Dios pudieron vencer el temor, Abraham venció ejércitos en el nombre de Dios, Moisés guió a Israel por el desierto y les insistió en que no debían temer seguir y servir a Jehová, Pedro se convirtió en un baluarte para iglesia y dió su vida sin temor a causa de Cristo.
Amados, Dios nos está restaurando a la misma comunión y libertad que Adán y Eva tenían al principio, primero con Él y después entre ellos. La muerte de Jesucristo es el medio que Dios ha usado para derribar la pared de separación entre nosotros (Romanos 5:1). Aunque siempre lucharemos con nuestro pecado remanente, si que podemos conocer el gozo y paz de vivir que no estén controladas por este temor pecaminoso. Hay esperanza para nosotros como la hubo para Abraham, Moisés y Pedro.
Dios obrara en nuestras vidas para darnos paz en medio las tormentas, valor para enfrentar enemigos poderosos y nos dará confianza para enfrentar acusaciones y persecución. Así como ha ayudado a muchos a comparecer antes jueces y reyes hostiles y les dió fortaleza sobrenatural para “cerrar la boca de los leones, Él puede ayudar a Sus hijos en medio circunstancias difíciles aún hoy. Porque cuando Él cambia corazones como los nuestros en corazones como el Suyo, Él recibe alabanza y gloria. Cuando descubrimos que podemos caminar en paz a través de las situaciones que antes nos aterrorizaban, nuestros corazones se desbordarán de gratitud y agradecimiento—y eso trae gozo a Dios. Sólo Él puede cambiar los corazones que están frecuentemente abrumados por el temor en corazones dominados por Su poder y valentía y es Su deleite hacerlo.
Ahora que hemos defino del temor, vamos a considerar cual es la raíz de este pecado.

2. La Raiz del temor pecaminoso.

A. El deseo de controlar
Sentir la necesidad de controlar a otros es algo con lo cual muchas personas luchan, sobre todo las personas que son competentes y ambiciosas. Algunas personas podrían inclinarse más hacia este tipo de miedo porque desde niños aprendieron que nunca podían confiar en nadie que no fueran ellos mismos. Otras podrían tener un alto concepto de sí mismas, pensando que todos los demás son incapaces. Estas personas temen y enfrentan sus temores con la falsa creencia que ellos mismos pueden vencerlos.
Este deseo de control, se manifiesta con el temor al futuro. Imaginaos que todo puede salir mal… Mientras mi hija nacía, el temor me inundo y tuve que salir de la sala por un momento, en segundos llegue a imaginar cosas irreales como que mi hija murió, trate de pensar como sería mi vida después de su muerte, como sería mi hogar, como enfrentaría esta tragedia con mi familia y con la iglesia. Luego reaccione, me arrepentí y regrese a disfrutar del regalo que el Señor nos había dado.
2 Timoteo 1:6–7 Pablo le recomendó a Timoteo que recordara que Dios le había dado la capacidad para disciplinar su mente. La palabra que Pablo utilizó aquí se usa sólo una vez en el Nuevo Testamento y se refiere a la facultad de la mente que le permite a alguien controlar sus pensamientos, tener dominio propio. El punto es que Dios le había dado a Timoteo la capacidad o la habilidad para tener una mente disciplinada y sensata. Una mente sensata es una que tranquilamente se enfoca en la verdad: primero en la verdad sobre quién es Dios y qué ha dicho y, segundo, la verdad sobre nosotros mismos.
¿En qué está enfocada tu mente? La imaginación indisciplinadas es la causa del desaliento y la ansiedad. “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en Ti ha confiado” Isaías 26:3
La paz perfecta está disponible solamente para aquél cuya mente está firmemente fija en confiar en Dios. ¿Qué significa “confiar” en Dios? La confianza es el resultado de la decisión de escoger creer que Dios es digno de nuestra confianza, dependencia, fe y sumisión. La confianza en Dios crece sólo cuando nos familiarizamos más y más con Él—con Su poder, Su bondad y Su sabiduría. La confianza florece en el corazón que ha llegado a creer que “Dios en Su amor siempre quiere lo mejor para nosotros. En Su sabiduría Él siempre sabe lo que es mejor y en Su soberanía Él tiene el poder para producirlo.”5 Mientras crezco en mi entendimiento del amor, sabiduría y poder soberano de Dios, mi confianza en Él y mi capacidad para refutar vanas imaginaciones también crece.
Muchas personas que luchan con el miedo lo hacen porque, por cualquier razón, han aprendido que no pueden confiar en los demás. Algunas personas piensan que nunca podrán realmente confiar en Dios porque experimentaron grandes traiciones, dificultades o vergüenzas. Pero la verdad liberadora es que Dios nunca nos dice que tenemos que confiar en las personas. De hecho, Él manda exactamente lo opuesto:
“Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre. Mejor es confiar en Jehová que confiar en príncipes” (Salmos 118:8–9).
No confiéis en los príncipes, ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación” (Salmos 146:3).
“Maldito el varón que confía en el hombre” (Jeremías 17:5).
Por supuesto, mientras vivimos nuestras vidas día a día tenemos que confiar en las personas hasta cierto punto. Tengo que confiar que el cajero del supermercado no está tratando de robarme a propósito. Tengo que confiar que cuando la luz del semáforo cambie a roja, el tráfico en dirección contraria se detendrá para que yo pueda cruzar. Esto es confianza, pero es una confianza calculada. No es una confianza que diga, “Todo depende de ti.” A pesar de mi confianza calculada reconozco que es posible que el cajero intente robarme, por lo que les echo un vistazo a mis recibos. También sé que existen personas que frecuentemente se pasan la luz roja, así que volteo a ambos lados incluso si tengo la luz verde. Tengo una confianza calculada de que las personas harán lo que deben, pero también entiendo que las personas pecan y cometen errores y así intento no ser imprudente.
Dios no quiere ni espera que tengamos una confianza ciega en nadie—ni siquiera en Él mismo. Como nuestro Creador, tiene todo el derecho de ordenarnos que confiemos en Él sin darnos ninguna pista de Su confiabilidad. Pero no ha hecho eso. En la Biblia, Él ha revelado todo lo que necesitamos saber sobre Él mismo. Ha mostrado por medio de la creación, la historia y nuestra redención que Él es completamente confiable. Conforme crecemos en nuestra confianza en Él—en Su sabiduría, amor y poder soberano—encontraremos que nuestros temores desaparecen. Cuando esto pase, también podremos confiar en los demás como debemos.
Crecer en esta confianza es algo que debemos escoger hacer. Lo podemos hacer considerando lo que Él ha dicho acerca de Sí mismo y de aquéllos que confían en Él.
“¡Oh Jehová, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos” (2 Crónicas 14:11).
• “En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron” (Salmos 9:10).
“En ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron avergonzados” (Salmos 22:4–5).
“Jehová es mi fortaleza y mi escudo; en Él confió mi corazón, y fui ayudado” (Salmos 28:7).
“Esperad en Él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio” (Salmos 62:8).
“He aquí Dios es salvación mía, me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová quien ha sido salvación para mí” (Isaías 12:2).
“Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos” (Isaías 26:4).
“En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza” (Isaías 30:15).
Pero.... nos cuesta confiar en Dios.
Si pudiéramos escoger entre poder controlar nuestras circunstancias o no tener ningún control sobre ellas, todas escogeríamos la primera opción. Nos gustaría mucho más que la vida fuera como un paseo tranquilo, por lo general, se asemeja más a una montaña rusa y esto nos pone ansiosos, no sabemos que nos espera a la vuelta de la esquina. Si usted lucha por tener el control, las situaciones en las que nos sentimos vulnerables e impotentes pueden llegar a ser aterradoras. El deseo de tener el control hace que nos enojemos, nos preocupemos, nos agotemos y sea difícil que los demás se relacionen con nosotros, pues mientras mas temor tendremos, mas queremos controlar a la gente y las circunstancias. El deseo por el control nos llevara por una espiral que desciende:
El deseo de controlar algún aspecto de tu mundo lleva a…
Darte cuenta que la vida está fuera de tu control, lo que lleva a…
la experiencia física del miedo…
llevando al deseo de controlar la experiencia del temor al igual que a las circunstancias…
llevando a la ira, el aislamiento, la depresión y…
a un mundo que cada vez se vuelve más y más pequeño…
y cada vez está más y más fuera de control…
llevando a aumentar los esfuerzos para controlar y…
a más temores, etc.
¿Por qué las personas viven de esta manera? ¿Qué es lo que realmente está en el centro de este problema? ¿La Biblia habla de estos problemas?
Quizá existe dentro de nuestros corazones un deseo sutil de tratar de controlar a Dios. Tal vez pensamos que Dios realmente no está a cargo o que está muy lejos o muy ocupado para involucrarse en nuestra vida diaria. ¿Es posible que todavía no entendamos realmente cuánto nos ama o qué tan poderoso es?. Podríamos estar interpretando mal nuestras circunstancias, creyendo que a Dios le falta amor, sabiduría o poder. La vida parece caótica e impredecible. Y finalmente, tal vez, no creemos realmente que Él sea digno de confianza, por lo que trabajamos más y más duro intentando poner la vida bajo nuestro control.
El deseo de controlar a las personas o a las circunstancias es, en el fondo, un problema de confianza. No es que no confiemos en Dios para nuestra salvación inicial. Más bien es que no confiamos en Él para resolver las cosas para nuestro bien. Pensamos que tenemos que hacer eso. Nos es casi imposible dejar esas cosas que nos son tan preciadas: nuestros hijos, nuestras carreras, nuestro futuro. Cuando las cosas se salen de control, pensamos que es porque Dios no es capaz de controlar nuestras circunstancias o que no está contento con nosotros.
Dios ya está a cargo y siempre que tratamos de estar a cargo nosotras, estamos jugando a ser Dios. Estamos tratando de ser como un dios en vez de ser semejantes a Dios.
¿De dónde originalmente salió este deseo de tener el control, de ser como un dios? Nació en el Jardín del Edén. ¿Recuerdas cómo Satanás tentó a Eva? Él dijo, “sino que sabe Dios que el día que comáis [del fruto], serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios” (Génesis 3:5, énfasis añadido). Piensa en esa frase “seréis como Dios.” ¿Qué le estaba diciendo Satanás a Eva? Le estaba diciendo, “No puedes confiar en Dios. No te ha dado todo lo que realmente necesitas. No es de confiar… realmente no te ama… debes tener miedo de que vas a perder… así que adelante, desobedece a Dios. Toma los asuntos en tus propias manos, intenta manejar los asuntos de acuerdo a tu propia sabiduría. Necesitas tener el control. Entonces serás feliz.”
Es una bendición que Dios no permite que este tipo de pensamiento dure, ¿no es cierto? No pasó mucho tiempo antes de que Dios visitara a Adán y Eva y los encontrara ocultándose por vergüenza. Dios continúa confrontándonos hoy con amor cuando cedemos a la tentación de intentar tener el control. Él hace esto por nuestro propio bien y para que Él sea alabado.
Cuando Dios le ordenó a Adán y Eva gobernar sobre el mundo que Él había creado y a tener el dominio, les estaba dejando una parte de Su gobierno. Así que, por un lado, Dios les ordenó a nuestros primeros padres tener control de ciertas cosas, pero todo tiempo ellos tenían que entender que sólo eran los segundos al mando, no los reyes gobernantes. Les había dado la autoridad para gobernar sobre ciertas cosas, pero su gobierno siempre debía estar bajo la sumisión del Suyo. Debían obedecerlo gobernando, no gobernar en desobediencia.
Por el pecado de Adán y Eva, este deseo dado por Dios para controlar, fue pervertido. Ahora buscamos controlar los corazones de las personas, el resultado de los acontecimientos y nuestro futuro. Hacemos esto porque tenemos miedo de lo que pueda pasar si solamente confiamos y obedecemos.
Mateo 25:14–30 ¿Puedes ver cómo la perspectiva que el siervo tenía de su señor empañó el uso de sus dones? Observa las palabras que el siervo usó para describir a su señor. Dijo que era duro y poco razonable. ¿Es cierto que nuestro Maestro celestial es hombre duro y poco razonable? ¿Puedes ver cómo la visión que este siervo tenía de Dios hizo que tuviera miedo y escondiera sus “talentos”?
¿Acaso no hacemos nosotros lo mismo cuando tenemos miedo y nos escondemos? Dios, si me hubieras dado la fortaleza o la inteligencia o la familia o lo que sea…que otros siervos tienen, con gusto hubiera trabajado duro para Ti. Cuando tenemos temor, cuando miramos al futuro y sentimos que todo está al borde del colapso, descubrimos que nos queremos esconder y ser auto-indulgentes, y abandonamos nuestra responsabilidad diciendo: Bueno Dios, si no fueras tan duro… si no me hubieras dado una vida tan difícil, no estaría tan desanimado.
Algunas veces no trabajamos duro o no nos arriesgamos para obedecer a Dios porque tenemos temor de como saldrá todo.... queremos tener el control de los resultados, así que elegimos cosas que podemos manejar. Pensamos que si vivimos a nuestra manera podremos controlar los resultados. Puede que nos guste la vida que elegimos, pero al menos sabemos que esperar y no tenemos que temer a los desconocido y poner nuestra vida en las manos de un dios que a veces parece duro y poco razonable.
El corazón que está lleno de temor continuará aferrado al control. Y a su vez, la persona que quiere estar a cargo siempre tendrá miedo de perder el control. Pero hermano, Dios está a cargo de cada parte de tu vida, incluso tu libertad del temor. Puedes descansar en Él y confiar que Su liberación llegará en el momento justo.
“Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores” (Salmos 34:4)
B. el deseo de complacer a la gente
“Con respecto a otras personas, nuestro problema es que las necesitamos (para nosotros mismos) más de lo que las amamos (para la gloria de Dios).”
La Biblia está llena de personas que anhelaban escuchar palabras de alabanzas.
Juan 12:42–43 Observa que Juan no dice que su problema fuera uno de baja autoestima o sentimientos de inferioridad. No, él precisa que su problema era un problema de amor. ¿Qué amaban más que la aprobación de Dios? La aprobación del hombre. ¿Qué anhelaban más que la alabanza que recibirían de Dios: “Bien hecho, siervo bueno y fiel”? Amaban la alabanza de sus semejantes. De hecho, las amaban tanto que desobedecieron el mandato de Cristo de testificar de Él. Ésta era una palabra que significaba que vivían por y eran adictos a la aprobación de los hombres.
¿Cómo puedo saber que tengo un amor excesivo por lo que los demás dicen de mí? Lo puedo saber por la manera en que reacciono cuando me critican: No necesito a la gente. Sólo me ocultaré y reservaré para mi cualquier pequeño talento que pueda tener y así no tendré que seguir soportando estas palabras de critica. Si no aprecian lo que tengo que decir, no me importa. De cualquier manera no los necesito.
Como resultado, nos sentiremos molestos con la gente, temerosos en cualquier tipo de relación y angustiados. La paz y el gozo que Cristo promete no los encontrarás en ningún lado. Pensamos dentro de nosotros: no me interesa lo que otros piensen, simplemente los ignoraré. De todos modos son estúpidos.
Cuan fácilmente podemos alterarnos por tan solo una persona que nos critica. No podemos ser agradecidos con Dios por la oportunidad que nos esta dando de crecer en carácter y en habilidades.
¿Como reacciono David a la Critica? 2 Samuel 16:10–11 David pudo pasar por alto los insultos que le lanzaban y ver al Señor de pie detrás de ellos. También tenía la esperanza de que Dios usara esta crítica para su propio bien. “Quizá,” dijo, “mirará Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones de hoy” (2 Samuel 16:12). Más tarde, cuando David regresó triunfante de la batalla, Simei pidió perdón y David se lo otorgó. El corazón de humildad y confianza en Dios de David se evidenció por la manera en que respondió a la crítica. David amaba la opinión de Dios, aunque esa opinión fuera de disciplina. La amaba más de lo que amaba la alabanza del hombre.
¿Cómo respondes cuando te critican? ¿Qué piensas de las personas que no hablan bien de ti? ¿Quién no se fija en ti? ¿Quién no te tiene en cuenta? ¿Te sientes indignada o incómoda? ¿Te amargas, enojas u ofendes? ¿Buscas razones para devolver la crítica o te esfuerzas más para conseguir su aprobación? ¿A quién verdaderamente amas? ¿Ves a Dios de pie detrás de ellos, atrayéndote a amarlo y desearlo sólo a Él?
¿Alguna vez has pensado en la “alabanza de Dios”?
Yo honraré a los que me honran” (1 Samuel 2:30)
Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará” (Jn 12:26)
Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades” (Lucas 19:17).
“[Él dará] vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad” (Romanos 2:7).
…hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Corintios 4:5).
Porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba” (2 Cor. 10:18).
sino que es judío el que lo es en el interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2:29).
¿Somos estrictas con el comportamiento que otros ven, pero auto-indulgentes cuando estamos solas? ¿Buscamos la separación del mundo que Dios ve y alaba o ponemos en peligro y falseamos la santidad para caerles bien a las personas?
El temor al hombre llevo a Pedro a la hipocresía, (Gálatas 1:10)
La manera como nos comportamos siempre es nuestro método para obtener lo que es importante para nosotros. Si es la alabanza o la aprobación de las personas lo que más nos importa, entonces siempre nos hallaremos en un comportamiento pecaminoso que refleje esto. “El temor del hombre pondrá lazo; mas aquel que confía en Jehová será exaltado” (Proverbios 29:25).
La única respuesta a este temor es el temor de Dios. Este temor es el único lo suficientemente brillante para actuar como la Estrella Polar en nuestras vidas. ¿Qué agradaría o glorificaría mejor a Dios? es una pregunta que debe guiar y enfocar nuestros corazones.
¡No te desanimes! Aunque el temor del hombre es algo con lo que casi todos luchamos, sabemos que el Señor nos puede ayudar con eso porque Él es el único que lo pudo conquistar completamente. De hecho, el Señor Jesús nunca se preocupó por obtener la gloria de los demás; en Juan 5:41 dijo, “Gloria de los hombres no recibo.” Pudo resistir la tentación de buscar establecer un reino terrenal porque amaba a Dios y deseaba agradarlo sólo a Él. (2 Corintios 4:17). Proponte vivir hoy para recibir el aplauso de Dios, y tu nombre será conmemorado junto al de todos aquéllos que han escuchado “Está bien, buen siervo.”
C. el deseo de ser perfecto
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”Mateo 5:48
Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos (Mateo 5:20).
Cualquiera que realmente comprenda los estándares de Dios, como están contenidos en Su ley y resumidos en los Diez Mandamientos, tiene que admitir que Su perfección está simplemente más allá de nuestro alcance. De hecho, la Biblia hasta enseña guardar la ley perfectamente no es posible para los meros humanos:
Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23).
Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque (Eclesiastés 7:20).
No es justo delante de ti ningún viviente (Salmos 143:2).
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos 1 Juan 1:8
Así que, ¿qué quiso decir Jesús cuando dijo que teníamos que ser perfectos? ¿Cuál sería el punto de ordenarnos ser perfectos si la perfección es inalcanzable? El mandamiento de ser perfectos se nos he dado para llevarnos al Perfecto hombre que ha guardado perfectamente Ley: Jesucristo. Jesús guardó impecablemente por nosotras cada punto de la ley de Dios. Para aquéllos que reconocen su total impotencia. El primer principio que debemos aprender de la perfección de Dios es que está disponible para nosotros, pero no porque seamos lo suficientemente buenos para tenerla. Está disponible sólo cuando pedimos y creemos con fe que la vida perfecta de Cristo se puede aplicar a nuestra vida. Ya que como creyentes ahora tenemos Su vida aplicada a nuestras vidas, ¿tenemos la libertad de ignorar el mandamiento de Cristo de la perfección? No, también nos manda luchar por nuestra propia perfección y obediencia.
“Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1).
“…perfeccionaos…” (2 Corintios 13:11).
“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logros asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús” (Filipenses 3:12).
“A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Colosenses 1:28).
“…para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere” (Colosenses 4:12).
“…para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:4).
“Sino, como aquel que os llamó santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15–16).
Como puedes ver, en un sentido ya somos perfectos y en otro sentido todavía estamos caminando hacia la perfección. Los cristianos que luchan con el perfeccionismo deben reconocer estas distinciones. Ya que los perfeccionistas mismos se ponen estándares elevados (y a los demás), cuando ven los mandamientos de ser santos o perfectos sienten una gran condenación porque no están a la altura.
Por ejemplo, una perfeccionista puede pensar que los mandamientos de Dios de ser una buena administradora de sus bienes significan que tiene que sacudir todos los días la casa o encerar el carro todos los sábados —sin fallar. Una joven puede pensar que para evitar la gula debe morirse de hambre. Un ejecutivo puede creer que cada documento que se haga en su oficina debe tener el formato exacto que él exige. Para él esto no sería una mera preferencia, sino la diferencia entre lo correcto y lo equivocado. Elevar las preferencias personales al estado de justicia moral, a la larga, vuelve la vida agobiante. Ellos piensan que su forma particular de hacer las cosas es la única forma “correcta,” por esto se enojan con otros y viven llenos de frustración, miedo y pánico. Se asustan cuando ven que no pueden obedecer perfectamente todos sus estándares. Tienen la inquietante sensación de que todo va a explotar porque las personas no estan haciendo las cosas correctamente. Tienen miedo de aprender nuevas habilidades porque le preocupaba no poder hacerlas perfectamente. La perfección, y el temor que surge de ella, se vuelve mayor y exige mas perfección.
¿Este estándar es algo que realmente importará en la eternidad? Aunque mantener un hogar limpio y administrar una oficina eficiente son buenas metas, al final realmente no importará si hubo polvo en tus muebles cuando estés de pie en el Juicio del Tribunal de Cristo. Dios no te preguntará, “¿Lavaste el coche cada sábado fielmente?”
¿En qué está interesado Dios? ¿Qué perdurará siempre? ¿Qué es eterno?
Dios es santo y está interesado en tu santidad. Esta santidad incluye tanto tus obras visibles como tus motivaciones (Salmos 11:4; Isaías 6:1–7; 1 Corintios 4:5; Hebreos 1:8–9).
El gobierno real de Dios se basa en Su rectitud y en Su justicia. Nuestros estándares personales de justicia y nuestras demandas de justicia son importantes sólo cuando se cruzan con las Suyas (Salmos 97:2).
Jesucristo nos llama a seguirlo solamente a Él y a ver todas las realidades y posesiones terrenales como insignificantes en comparación (Mateo 19:28–29).
Nadie puede estar de pie ante Cristo por sus propias buenas obras. Sólo aquéllos que han sido lavados por Su sangre pueden pasar la prueba de Dios. Cristo ha prometido perdón a todos aquellos que lo pidan (Isaías 45:21).
Sólo el temor reverencial y la adoración a Dios durarán, ni nuestros logros personales ni nuestro éxito durará (Apocalipsis 19:4–5).
La obediencia a los mandamientos de Dios, en lugar de a nuestros propios estándares, es Su medida (Apocalipsis 20:12).
Debemos humillarnos y tomar Su preciado don en lugar de confiar en nuestra propia bondad o capacidad de ejecución (Apocalipsis 21:6–7).
¿Los estándares o mandamientos que estoy siguiendo se encuentran con facilidad en las Escrituras o estoy añadiendo o torciendo Sus mandamientos? ¿Una lectura superficial del Nuevo Testamento afirmaría mis estándares o hay otras cosas más importantes para Dios?
¿Creo que debo obedecer este estándar para agradar a Dios?
¿Este proyecto o la manera en que yo pienso que debería ser terminado significa más para mí que las personas involucradas?
¿Me siento culpable cuando descanso?
¿Entiendo que todos los cristianos, incluyéndome, se encuentran en un estado de cambio constante y crecimiento? ¿Les doy a las personas la posibilidad de fallar, crecer y cambiar? ¿Soy paciente con ellas? Hasta el apóstol Pablo sabía que no había llegado a la perfección (Filipenses 3:12–13); La santificación es un proceso que Dios inicia y termina a Su tiempo (Filipenses 2:13). Debemos ser pacientes con los demás que estaban luchando, de la misma forma en que queremos que lso demas sean pacientes con nosotros (Lucas 6:31; Gálatas 5:14; Santiago 2:8–16)
¿Tiendo a rendirme cuando no soy perfecta a la primera (o a la segunda)? ¿Entiendo lo que significa perseverar incluso ante el fracaso? ¿Mis prioridades reflejan un enfoque centrado en Dios? ¿Cuál es nuestra meta final en la vida? ¿Estamos buscando la gloria de Dios o la nuestra? ¿Disfruto a Dios o lo veo como un capataz exigente?
La búsqueda de la perfección nos lleva al temor servil y esto estropeara nuestras relaciones. Cuando servimos a Dios en Cristo y disfrutamos su gracia en lugar de vivir centrados en nuestra propia bondad, las personas estarán mas a gusto al ver la obra de Dios en nuestra vida.
D. la incredulidad en la bondad, el poder y la sabiduría de Dios
¿Por Qué Te Preocupas?
Nuestro Señor comienza Su instrucción ordenándonos renunciar a los placeres mundanos. Él dijo, “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.”
Yo sí me preocupo por mi vida— ¿y tú? Me preocupa qué es lo que va a pasar si el precio de la gasolina sube, o lo que podría pasar si la economía cae en una espiral descendente. Me preocupa la salud de mis hijos, su vida espiritual, sus hogares, sus cónyuges y sus hijos y su futuro.
¿Me preocupo por mi vida? ¿Me preocupo por mi cuerpo? Sí, debo admitir que sí. Me preocupo por cada faceta de mi vida: mi futuro, mi pasado, qué va a pasar hoy. La palabra “vida” incluye todo lo que soy. Me preocupa si tendré los recursos que necesito para poder hacer lo que tengo que hacer. Me preocupa mi salud y los efectos de mi preocupación en mi salud. Me preocupa la salud de mis hijos, la salud de mis nietos, la salud de mis padres, la salud de mi jefe.
La preocupación es tan común que olvidamos que en realidad es un pecado.
Mateo 6:25–34 no es el único pasaje de la Biblia que habla de no preocuparnos. Considera los siguientes:
“Echa sobre Jehová tu carga” (Salmos 55:22).
“No os preocupéis por cómo o qué hablaréis” (Mateo 10:19).
“Por nada estéis afanosos” (Filipenses 4:6).
“…echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7)
Nuestro Señor nos advierte contra los pensamientos de ansiedad que nos roban nuestra paz. Nos amonesta contra las especulaciones que surgen de las dudas y los recelos. No malinterpretes: Jesús no está hablando de tratar de apagar tu cerebro. No está enseñando, “Para nada pienses en lo que vas a comer o a ponerte o en tus preparativos para dormir.” No, Él de lo que nos está advirtiendo es de esos pensamientos perturbadores y temerosos que tan fácilmente cautivan nuestra mente. ¿cómo puedo controlar mis pensamientos de la forma en que se me ordena? —Juan 15:4–5
Vencer nuestra propensión a la preocupación no es algo que podamos hacer sin la ayuda de Cristo. Las buenas noticias son que Él está disponible, listo para ayudarnos cuando se lo pidamos. Debemos hablar la verdad a nuestro corazón.
La vida consiste en más que estos problemas externos. Dios, que a diario está preservando tu vida (una tarea mucho más difícil que sólo proveer comida), es capaz de proveer los medios necesarios para tu continua existencia. El Señor te invita a poner toda tu confianza en Él. ¿El que creó tu cuerpo será incapaz de protegerte, sostenerte y proveer todas tus necesidades?
Dios cuida perfectamente de criaturas inferiores como las aves y las flores y debería ser obvio que Él puede cuidarte.
La preocupación no tiene la capacidad de cambiar nada. Todas las horas que he pasado preocupándome e inquietándome por mis problemas, ya sean imaginarios o reales, han sido una pérdida de tiempo. Por supuesto, la triste realidad es que pude haber empleado ese tiempo de manera más provechosa en la verdadera solución de los problemas.
Tu preocupación es una señal en el camino que apunta a un problema más profundo: la incredulidad. Jesús realmente fue al grano cuando dijo, “Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, ¡hombres de poca fe!?” (Mateo 6:30). ¡Poca fe! Piensa en estas palabras. El Señor compara nuestra preocupación con la falta de fe.
¿Por qué el Señor dice que la preocupación es incredulidad? ¿Cómo refleja mi preocupación el nivel de mi fe? ¿Por qué la preocupación es incredulidad? Porque tiene sus raíces en dudar del carácter de Dios. Cuestiona Su provisión y cuidado paternales. Cuando me preocupo por lo que pasará en mi vida, lo que realmente estoy diciendo es, “Dios, Tú no puedes con esto. O eres muy débil, desinteresado, sin amor o no eres lo suficientemente inteligente para cuidar mi vida. Tengo que dedicar toda mi atención a ordenar esta situación yo sola.”
Porque la preocupación fluye de una visión distorsionada e incompleta de Su naturaleza y carácter. Dios se ha revelado tanto en Su creación como en Su Palabra. Estamos obligadas por esta auto-revelación de conocerlo como es. Aunque nunca lo entenderemos por completo o comprenderemos por completo Su naturaleza, Él nos ha dado todo lo que necesitamos saber sobre lo que necesitamos saber. Cuando pasamos nuestros días preocupándonos, estamos ignorando lo que Él nos ha dicho sobre Su perfecta santidad, poder, sabiduría y amor. Estamos diciendo, “Yo tengo que manejar esto porque no puedo confiar en Ti.”
Preocuparnos también es pecaminoso porque eleva nuestros pensamientos y capacidades a una posición divina. Cuando en nuestra mente nos preocupamos, estamos poniendo nuestra confianza en nuestros pensamientos y en nuestra capacidad de “arreglas las cosas.” Es por esto que la preocupación se asocia con la soberbia en 1 Pedro 5:5–7
Cuando nos preocupamos, orgullosamente confiamos en nuestra propia fuerza y capacidad. Nos estamos oponiendo a Dios, quien ha dicho que pongamos nuestra confianza en Él y que humillemos nuestros corazones bajo la poderosa mano de Su providencia. En cambio, estamos dependiendo de nosotras. Nos estamos exaltando como si fuéramos más poderosas que Él. Estamos impacientemente esperando que Él haga lo que pensamos que debe hacer—y cuando no lo hace, pensamos que tenemos que resolver cómo encargarnos del asunto.
Cuando nos preocupamos estamos actuando como huérfanas; estamos olvidando que Dios es nuestro Padre. Mateo 6:31–32 ¿Creemos que Dios es lo suficientemente sabio para saber lo que necesitamos y lo suficientemente poderoso para dárnoslo? ¿Qué necesidad tenemos entonces de preocuparnos?
La preocupación prueba que me estoy dirigiendo en la dirección equivocada. En vez de pasar mis días persiguiendo mis propios deseos y preocupándome por mi futuro, debo estar enfocando activamente mis energías en el reino de Dios y Su justicia. Jesús dijo, “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Existe una diferencia entre tratar de ser responsable, como un acto de adoración gozosa y preocuparte por el resultado de tus labores. Jesús se mantuvo ocupado cumpliendo toda la obra que el Padre le había dado, pero Él nunca “perdió los estribos” por hacer las cosas. Ésa es la diferencia entre trabajar con fe con un celo alegre y trabajar bajo tus propios esfuerzos en una servidumbre servil.
No puedes hacer nada con lo que podría suceder mañana. (Mateo 6:34) ú y yo tenemos sólo un día para arreglar nuestros problemas: hoy. No podemos arreglar los problemas de mañana porque el mañana todavía no está aquí. La preocupación debilita nuestra fuerza para las batallas de hoy haciendo que nos enfoquemos en las de mañana. Aunque no está mal hacer planes para nuestro futuro, siempre los debemos hacer con el decreto de Dios en mente (Santiago 4:13). La preocupación tiende a distraernos; arrastra nuestros pensamientos por pequeños caminos de posibilidades imaginadas.
Definimos bíblicamente el temor, vimos que la raíz del temor es (el deseo de controlar, el deseo de complacer a la gente, el deseo de ser perfecto y la incredulidad en la bondad, el poder y la sabiduría de Dios), finalmente veamos como vencerlo....... debeos desvestirnos o quitarnos el temor pecaminoso que caracteriza al viejo hombre sin Cristo arrepintiéndonos y luego debemos revestirnos por fe de la verdad, de la gracia y el amor de Dios que echa fuera el temor.
Cuando un pensamiento perturbador penetre tu mente puedes decir: “No voy a pensar más en esto; ya he orado por esto.” El siguiente paso que hay que dar es aprender, por la gracia de Dios, a controlar tus pensamientos.
Debemos hablar verdad en nuestro corazón —Filipenses 4:6–9
Verdadero ¿Lo que estoy pensando sobre Dios es verdadero, en particular Su cuidado paternal por mí?
Honorable ¿Mis pensamientos honran a Dios? ¿Reflejan el conocimiento de que Él es maravilloso, bondadoso, amoroso, sabio y poderoso?
Justo ¿Mis pensamientos son santos y justos? ¿Son la clase de pensamiento que el Señor mismo pensaría?
Puro ¿Mis pensamientos proyectan dudas sobre la bondad de Dios o la verdad de Sus promesas? ¿Elevan mi propia importancia o deseo?
Amable ¿Mis pensamientos fluyen de un corazón lleno de ternura y afecto por el Señor? ¿Mis pensamientos le agradarían?
Buen Nombre ¿Mis pensamientos son de buena reputación? ¿Están basados en la fe?
Virtud ¿Mis pensamientos me hacen ser temerosa o llenan mi corazón de valor y un fuerte compromiso de una vida virtuosa?
Digno de alabanza ¿El Señor elogiaría mis pensamientos? ¿Le darían la gloria?
Por último, Pablo nos dice que debemos practicar las disciplinas de la oración agradecida y la evaluación diaria de nuestros pensamientos.
La paz de Dios está disponible para ti hoy. La paz que Él te está prometiendo no es protección contra las pruebas o las tormentas. No, es la paz que puedes encontrar en medio de cualquier tormenta. Es la paz que protegerá tu corazón de la confusión cuando te enfoques en Su reino y justicia— cuando ores con acción de gracias y aprendas, por Su gracia, a filtrar tus pensamientos. “Calma, tranquila,” dice el Señor a tu agitado corazón. “Yo soy el Dios quien sostiene el hoy y todos tus mañanas. Puedes confiar en Mi cuidado paternal.” “Calma, tranquila,” dice el Señor a tu agitado corazón. “Yo soy el Dios quien sostiene el hoy y todos tus mañanas. Puedes confiar en Mi cuidado paternal.”
Luego Recuérdate que Dios es soberano, ¿cómo nos puede ayudar esto a vencer nuestros temores? Cuando estamos enfrentando las dificultades de la vida—cuando estamos llenas de temores y ansiedad y sentimos que nuestras vidas se están desbaratando—la verdad de que Dios es soberano nos dará esperanza, paz y confianza. Es la verdad de que Él es perfectamente santo, perfectamente justo, perfectamente amoroso y perfectamente sabio, junto con Su perfecto poder, lo que será nuestro sostén principal durante los tiempos de prueba:
Dios dice que Él controla cada evento para Su propia honra y gloria: 1 Corintios 10:10–11 ; Salmos 103:19 ; Proverbios 16:33
Él determina las estaciones, el clima, el crecimiento de las cosechas: Génesis 8:22; 1 Reyes 8:35; 2 Crónicas 7:13–14; Amós 4:7; Isaías 5:6; Hageo 1:10:11.
Dios determina la duración de nuestras vidas: Job 14:5; Salmos 68:20; Hechos 17:26.
Dios es completamente libre de hacer lo que quiera, incluso prevalecer sobre nuestras decisiones: Job 23:13; 42:2; Salmos 33:9–11; 115:3; Proverbios 19:21; 21:30; Isaías 43:13
Dios no necesita nada de nosotros para que pueda gobernar soberanamente: Hech. 17:24–25
Dios es quien nos da la victoria: Juan 15:5; 1 Corintios 3:7; 2 Corintios 12:9.
Dios atrae a Él a los que predestina para venir a Él: Mateo 11:27; Juan 1:13 ; 6:65; 12:39–40; Romanos 9:15; Efesios 1:11, Filipenses 2:13.
Dios da dones y llama de acuerdo a Su soberana voluntad: 1 Corintios 12:11; Efesios 4:11; Hebreos 2:4
Dios es soberano sobre todo, incluso sobre nuestro pecado, rebelión y necedad: Génesis 20:6; 50:20; Éxodo 4:21 y Romanos 9:18; 1 Reyes 12:15; Hechos 2:23; 3:18; 5:38–39.3
Entre mayor sea nuestra conciencia de la soberanía de Dios, mayor impacto tendrá este hecho en nuestras vidas. Esto, a su vez, nos ayudará a liberarnos de nuestras preocupaciones y temores. La soberanía de Dios es el único puerto seguro cuando los vientos del temor, la duda y la preocupación nos embisten. Cuando parecía que hombres malvados terminarían con el plan de Dios, Jesús quería que Sus seguidores supieran que Él todavía tenía el control. Podían tener paz porque Aquél que dijo, “Calma” a la tormenta y calmó las aguas todavía tenía el control.
Cuando Él actúa en Su poder soberano, siempre es en completa armonía con Su carácter. Dios no es un déspota malvado, un torpe viejo tonto, ni un policía celestial. No, Él es completamente sabio, santo, amoroso y misericordioso. No es como alguno de los dioses griegos que podían ser caprichosos o temperamentales o que decidían arruinar las vidas por diversión. Él es un Dios en quien puedes confiar porque Él es “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Así que cuando surjan los problemas puedes descansar sabiendo que tu problema no está fuera del control de Dios, ni que es ninguna especie de truco que Él te está jugando sólo por placer.
Te puedes estar preguntando, Si Dios tiene el control— si Él es verdaderamente soberano— entonces ¿por qué estoy enfrentando estos problemas? ¿Por qué Dios no sólo me libera de mis temores o hace que las personas en mi vida cambien? ¿Por qué Dios me deja sufrir con estas aflicciones?
Sabes, puede que nunca conozcas la respuesta exacta a la pregunta de por qué estás sufriendo.
Una razón por la cual el sufrimiento es parte de esta vida es porque Dios tiene un objetivo mayor que sólo nuestra felicidad o comodidad temporales. Su objetivo es nuestra felicidad eterna y Su gloria. Cuando Dios permite dificultades en nuestras vidas, no es porque nos odie o porque es incapaz de impedir que pasen cosas malas. Es porque Él está interesado en edificar nuestra fe, cambiar nuestro carácter, darnos más gozo y liberarnos de nuestros temores. ¿Puede Él liberarte de tus temores? Sí. ¿Te liberará? Sí, cuando a Él le plazca hacerlo. Mientras tanto, Él está utilizando tu miedo para atraerte hacia Él y cambiarte. Si no lucharas con estos problemas, no verías tu necesidad de Él. Como puedes ver, Dios está interesado en este cambio en ti porque Él será glorificado por eso y ése es el objetivo de todo lo que Él hace: Su gloria.
La Biblia habla extensamente sobre los objetivos de Dios en nuestro sufrimiento:
Dios permite los problemas para que experimentemos Su consuelo y aprendamos a consolar a otros y a confiar en Él y no en nosotras mismas (2 Corintios 1:3–10).
Dios permite la tribulación para que podamos crecer en esperanza (Romanos 5:3–5).
Dios permite las pruebas para que podamos crecer en santidad (Hebreos 12:10–11).
Los problemas son como invernaderos donde crece la fe (1 Pedro 1:7).
Experimentar la ayuda de Dios en nuestras pruebas nos fortalece (Santiago 1:3–4).
Dios quiere que nuestro carácter refleje el carácter de Cristo (Romanos 8:28–29).
Los problemas nos humillan y nos hacen correr a Jesús (1 Pedro 5:5–7).
Nuestro sufrimiento produce júbilo enfocado en Dios (1 Pedro 4:13).
Pablo, que padeció sufrimiento en extremo por Cristo durante toda su vida, escribió, “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:17). Tenemos que darnos cuenta que los problemas son inevitables y que no debemos huir o tratar de ocultarnos de ellos. Debemos enfrentarlos con oración y fe, creyendo que Dios los usará para nuestro gozo final.
Cuando enfrentes tus temores —temores al sufrimiento, temores al fracaso, temores a los problemas y a la tribulación —puedes saber con certeza que el Dios que te amó tanto que envió a Su Hijo a morir por ti todavía gobierna todo el universo. Si, en Su amoroso plan, tienes que inclinarte ante lo que parece ser una providencia amenazadora, puedes estar seguro que en el fondo Él contempla tu máxima felicidad. Él está obrando para liberarte de tus preocupaciones —no liberándote de tus problemas, sino arreglando las circunstancias para que mientras pasas por ellas experimentes la verdad de que Él es todo lo que dice ser. —Romanos 8:35–39
Esto nos lleva a considerar que lo mejor que podemos hacer es temer a Dios, no a los hombres o las circunstancias. Daniel 3:16–18; Lucas 12:4–5. En tu lucha por vencer tus miedos, el único factor que más te capacitará para crecer será el temor de Dios. Adams dice: “Este temor de Dios significa una reverente sumisión que lleva a la obediencia y es intercambiable con “adoración,” “dependencia de,” “confianza” y “esperanza en.”
Como el terror, incluye un conocimiento realista de la justicia de Dios y Su ira contra el pecado. Pero este temor reverencial también conoce el gran perdón, misericordia y amor de Dios…Hace que nos sometamos con alegría a Su señorío y nos deleitemos en la obediencia. Este tipo de temor sano es el pináculo de nuestra respuesta a Dios.” Dr. Ed Welch
El temor del Señor no es el terror servil de un esclavo que ha disgustado a un exigente amo. No nos aleja de Dios; más bien nos acerca a Él, en humilde obediencia y adoración. La Biblia dice que los demonios tienen ese temor servil de Dios; “tiemblan” ante Él (Santiago 2:19). Pero éste no es el temor que Dios quiere que Sus hijos tengan. Él quiere que sepas que Él es santo, Él es diferente y que no lo puedes engañar. Pero Él no quiere que ese conocimiento te aleje de Él. Él quiere que ese conocimiento te atraiga a Él—que te haga huir hacia a Él para obtener misericordia y gracia.
El terror del Señor es una emoción que Satanás utilizará para alejarte de tu única fuente de ayuda. Él continuará señalando tus faltas: cómo te has quedado corta, cómo eres diferente de las demás, cómo Dios no podría amarte. En la Biblia Satanás es llamado “el acusador de nuestros hermanos” (Apocalipsis 12:10) y eso es exactamente lo que es. Él te dirá que eres más débil que otras cristianas, que no tuviste la educación correcta, que no tienes las habilidades correctas o el temperamento o la experiencia para ser una creyente fuerte. Él remarcará todas las posibilidades de fracaso y te dirá que para ti el único movimiento inteligente es rendirte.
No podemos evitar que nuestros corazones latan o que se nos haga un nudo en el estómago. No podemos controlar nuestros síntomas físicos. Pero sí podemos, por el poder y la gracia de Dios, ofrecerle nuestra obediencia gozosa —y confiar que Él nos dará confianza y calma en medio de la tormenta.
“Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10).
Fijar la Palabra en tu corazón. La única forma en la que podrás luchar contra los ataques de temor o de pánico es con la ayuda de la Palabra de Dios. A la Biblia se le llama “la espada del Espíritu” (Efesios 6:17) y con ella el Espíritu Santo nos puede ayudar a matar a los dragones de la incredulidad, la duda y el temor.
Ir ordenando tu día para Él. Un problema con la preocupación es que nos detiene de hacer las cosas que tenemos que hacer.
Ora. Pídele a Dios que te libere de tus miedos; dile cuáles son tus preocupaciones y recuerda darle las gracias.
Regocíjate y Descansa en Su amor. Cuando el corazón está lleno del temor de Dios no existe lugar para otros temores. El temor de Dios debe reinar de manera suprema en el corazón. Cuando lo hace, expulsa todos los otros temores que nos esclavizan…Este temor se inclina hacia el Señor. Cuando tú realmente conoces a Dios, serás muy feliz si corres hacia Él, cayendo ante Él, adorándolo con tu cabeza inclinada y tu corazón contento, todo mientras le temes a Él y no te alejas de Él.
Por ultimo..... debes revestirte de amor. Lo Opuesto al Temor: el Amor
El enemigo del temor es el amor; la manera de despojarse del temor, entonces, es ponerse el amor.” —Jay E. Adams
1 Juan 4:18 “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.”
“Él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Este amor nos llega por la elección de Dios de derramar Su amor en nuestros corazones, como dice Romanos 5:5
No deberíamos tener terror de Dios sino que, en respuesta a Su amor, deberíamos amarlo por agradecimiento. Este amor que fluye de Él es el único amor lo suficientemente fuerte para eliminar el temor al castigo.
Debemos remplazar los Pensamientos de Temor por, Pensamientos Fieles Sobre El Amor de Dios por nosotros:
Dios me ha invitado a confiar en Él y a creer. Porque Él me ama, Él ha prometido que si voy a Él, no me echará fuera. (Mateo 11:28–30, Juan 6:37). El amor de Dios es lo suficientemente poderoso para vencer mi pecado. El amor de Cristo cargó con el castigo de todos mis pecados y Su vida perfecta es ahora mía (Romanos 5:8–10, 18–19).
Tengo miedo de morir. Por Su gran amor, Jesucristo ha vencido a la muerte sufriendo por medio de ella por mi causa (Hebreos 2:14–15). Se ha ido antes que yo y ha prometido llevarme a salvo a Él (Juan 14:1–3). Él ha prometido darme vida eterna (Juan 6:29, 37–40).
Le he fallado demasiadas veces. Aunque mi corazón pueda condenarme, el amor de Dios es más fuerte que mi corazón (Juan 10:29–30; 1 Juan 3:20). Él ha prometido perdonar mi pecado cuando se lo pida (1 Juan 1:9) y yo creo que es muy amoroso e incapaz de mentirme (Números 23:19).
Otras personas no luchan como yo. Dios no me ha mandado comparar mi caminar con los demás (2 Corintios 10:12). Por Su gran amor aún enfrento luchas y por Su gran amor finalmente triunfaré (Romanos 8:28–29).
Recuerda que Dios ha prometido cuidarte, no importa qué tan tentada o probada seas, y que Su amor es demasiado fuerte para dejarte sola (Salmos 23, 1 Corintios 10:13; Hebreos 13:5).
Experimentar dudas no significa que no seas creyente. Todos los creyentes luchan con las dudas y Dios nos invita a ir a Él a pesar de nuestras dudas. Nuestra fe se basa en el carácter de Dios y no en nuestros sentimientos sobre nuestra fe. Sólo Dios nos puede sostener durante nuestros momentos de duda y Él nos invita a echar todas nuestras preocupaciones sobre Él.
Busca gozarte y ser agradecida en cada situación, especialmente en las más difíciles, sabiendo que Dios está obrando en tu vida por Su gran amor (Romanos 8:28–29; Efesios 5:20; 1 Tesalonicenses 5:16,18).
Confiesa tus pecados de temor, preocupación e incredulidad. Agradece a Dios Su perdón prometido (1 Juan 1:9).
Procura ser obediente motivada por la gratitud gozosa (Romanos 12:6–21).
El amor también nos puede ayudar a vencer el temor en nuestras relaciones con los demás.
“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12). “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13) “Amaos los unos a los otros con amor fraternal… sufridos en la tribulación” (Romanos 12:10,12) “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros…el amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:8,10)
¿Puedes ver cómo el amor de Cristo puede controlarnos? (2 Corintios 5:14). Porque Cristo estuvo dispuesto a morir por nosotros y a enfrentar el mayor miedo de todos —la muerte y la separación de Dios—, “ya no [vivieremos] para nosotros, sino para aquel que murió y resucitó por [nosotros]” (versículo 15).
Ya que el amor es más fuerte que el temor, eclipsará nuestro corazón y nos permitirá estar genuinamente interesados en bendecir a otros. No estaremos temeroso por que podamos decir, o temerosos de si la gente nos aprueba o no. Nos ocuparemos de amar a los demás como hemos sido amados por Dios en Cristo. Como resultado, podremos ser amistosos, amables, personas que dan amor desinteresado.
Un sorbo de Su amor puro nos capacita para amar a los demás con un amor sacrificial —un amor que dice, Puede que sufra daños; puede que tenga que enfrentar circunstancias terribles; pero puedo amarte y servirte por el gran amor que Dios me tiene.
Hebreos 11:33-34 Estos “héroes de la fe” no siempre fueron fuertes. No, la Biblia dice que “sacaron fuerzas de debilidad.” ¿Te sientes débil? ¿Crees que nunca podrás cambiar? Entonces tú eres justo la clase de persona que Dios ama transformar. De hecho, es esa mima debilidad la que obrará para ti, enseñándote a poner tu confianza en Él, a tener fe. Y mientras creces en fe, encontrarás que eres una de las personas en quien el mismo Señor se manifestará más fuerte.
¿qué es la fe? Es el conocimiento del carácter de Dios, la creencia de que Él puede hacer todo lo que ha prometido y la confianza de seguirlo a donde quiera que Él guíe.
Como Spurgeon dijo, “Cuando nuestra única preocupación es obedecer, miles de otras preocupaciones huyen en desbandada.”
El dijo tambien: No tengo preocupaciones, Oh bendito Señor, porque todas mis preocupaciones son Tuyas; Vivo en triunfo, también, porque Tú has hecho míos Tus triunfos.
Tus preocupaciones son Suyas y Sus triunfos son tuyos, así que ahora puedes decir con valor, “El Señor es mi ayudador; no temeré” (Hebreos 13:6).
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