Tenemos una defensa celestial

Tiempos de crisis  •  Sermon  •  Submitted
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Dios defiende su pueblo, especialmente los más vulnerables. Debido a la defensa de Dios, aunque los cristianos a veces enfrentan pruebas y tribulaciones su seguridad eterna nunca se ve amenazada.

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Dios defiende a su pueblo

Isaías 41:10–12 NTV
No tengas miedo, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te daré fuerzas y te ayudaré; te sostendré con mi mano derecha victoriosa. »¿Ves? Todos tus furiosos enemigos están allí tendidos, confundidos y humillados. Todo el que se te oponga morirá y quedará en la nada. Buscarás en vano a los que trataron de conquistarte. Los que te ataquen quedarán en la nada.
Ver también Éx 23:20; Éx 23:27; 1 Sm 2:9; 2 Re 6:16–17; Sal 34:7; Sal 144:10; Is 19:20; Is 51:16; Is 51:22; Is 54:16–17; Jr 50:34; Jr 51:36; Zac 9:8; Mt 16:18; Jn 10:28–29; 2 Ti 4:16–18

Dios defiende especialmente a los más vulnerables de su pueblo

Salmo 10:17–18 NTV
Señor, tú conoces las esperanzas de los indefensos; ciertamente escucharás sus clamores y los consolarás. Harás justicia a los huérfanos y a los oprimidos, para que ya no los aterre un simple mortal.
Ver también Dt 10:17–18; Sal 68:5; Sal 146:9; Pr 23:10–11

Dios defiende la ciudad de Jerusalén

2º Reyes 19:32–34 NTV
»Y esto dice el Señor acerca del rey de Asiria: »“Sus ejércitos no entrarán en Jerusalén; ni siquiera lanzarán una sola flecha contra ella. No marcharán fuera de sus puertas con sus escudos ni levantarán terraplenes contra sus murallas. El rey regresará a su propia tierra por el mismo camino por donde vino. No entrará en esta ciudad —dice el Señor—. Por mi propia honra y por amor a mi siervo David, defenderé esta ciudad y la protegeré”».
Ver también 2 Re 20:6; Sal 48:3; Is 31:5; Zac 2:4–5; Zac 12:8

La defensa de Dios por su pueblo es vista de varias maneras

Como un escondite

Salmo 32:7 NTV
Pues tú eres mi escondite; me proteges de las dificultades y me rodeas con canciones de victoria. Interludio
Ver también Sal 17:8; Sal 27:5; Sal 31:20

Como un refugio

Salmo 57:1 NTV
¡Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia! En ti busco la protección. Me esconderé bajo la sombra de tus alas hasta que haya pasado el peligro.
Ver también Dt 33:27; Sal 46:1; Pr 14:26; Pr 18:10; Jl 3:16; Nah 1:7

Como un escudo

Salmo 115:9–11 NTV
¡Oh Israel, confía en el Señor! Él es tu ayudador y tu escudo. ¡Oh sacerdotes, descendientes de Aarón, confíen en el Señor! Él es su ayudador y su escudo. ¡Todos los que temen al Señor, confíen en el Señor! Él es su ayudador y su escudo.
Ver también Gn 15:1; Sal 84:11; Sal 119:114; Pr 30:5

Como una combinación de imágenes

2º Samuel 22:1–4 NTV
David entonó este cántico al Señor el día que el Señor lo rescató de todos sus enemigos y de Saúl. Cantó así: «El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi salvador; mi Dios, mi roca, en quien encuentro protección. Él es mi escudo, el poder que me salva y mi lugar seguro. Él es mi refugio, mi salvador, el que me libra de la violencia. Clamé al Señor, quien es digno de alabanza, y me salvó de mis enemigos.
Ver también Sal 71:3; Sal 91:1–4; Sal 144:1–2; Is 25:4

La defensa más confiable para el pueblo de Dios es confiar sólo en él

Isaías 31:1 NTV
¡Qué aflicción les espera a los que buscan ayuda en Egipto! Al confiar en sus caballos, en sus carros de guerra y en sus conductores; y al depender de la fuerza de ejércitos humanos en lugar de buscar ayuda en el Señor, el Santo de Israel.
Ver también 2 Cr 16:7–9; Sal 20:6–8; Sal 37:16–19; Sal 125:1–2; Is 17:7–8; Dn 3:16–18; Os 14:3

Ejemplos de oraciones pidiendo la defensa de Dios

Salmo 25:20 NTV
¡Protégeme! ¡Rescata mi vida de sus manos! No permitas que me avergüencen, pues yo en ti me refugio.
Ver también 2 Re 19:14–19; 2 Cr 20:10–12; 2 Cr 32:17; 2 Cr 32:20; Sal 35:23; Sal 74:22; Sal 86:2

Debido a la defensa de Dios la seguridad eterna de los creyentes nunca se ve amenazada

1 Pedro 1:3–5 NTV
Que toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Es por su gran misericordia que hemos nacido de nuevo, porque Dios levantó a Jesucristo de los muertos. Ahora vivimos con gran expectación y tenemos una herencia que no tiene precio, una herencia que está reservada en el cielo para ustedes, pura y sin mancha, que no puede cambiar ni deteriorarse. Por la fe que tienen, Dios los protege con su poder hasta que reciban esta salvación, la cual está lista para ser revelada en el día final, a fin de que todos la vean.
Ver también Mt 10:28–31; Jn 10:28–29; Jn 17:15; Ro 8:31–39; 2 Ti 4:18; He 11:32–39; 1 P 5:8–10; Jud 24; Ap 2:10; Ap 7:13–17
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