MIERCOLES 28
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ROMANOS
ROMANOS
¿Ya sabía los judíos del Nuevo Pacto?
porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.
Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada.
R....«nuevo pacto», “un nuevo corazón”... que se anuncia con más prominencia en:
Jeremías 31:31–34. “He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto”
Un nuevo corazón:
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Si se toma en cuenta la docena y media de referencias al mismo pacto en otros lugares de Jeremías y los otros profetas con el nombre de «pacto eterno», el «nuevo corazón y nuevo espíritu», «pacto de paz» o sencillamente «mi pacto»
El pacto abrahámico lo encontramos por primera vez en Génesis 12:1–3. Señala el comienzo, tanto de la elección que Dios hace del hombre por medio de quien librará a todo el mundo si la humanidad creyera, como del comienzo de la historia de Israel y la teología.
Gn 12-1 al 3 La promesa divina señala una semilla, una raza, una familia, un hombre, una tierra y una bendición de proporciones universales: todas garantizadas, según Génesis 17, como eternas
Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;
Miqueas preguntó: «¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad?» (Mi 7:18
G.i. Pablo nos muestra cómo el evangelio trata los problemas de pecado en la experiencia real del creyente; el problema severo está en el pasaje de Romanos 7:17 – 20.
Ro. 7:17 “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.”
“ya no soy yo quien hace aquello”. El adverbio griego que se traduce “ya no” significa un cambio completo y permanente. La nueva identidad interna de Pablo (vea la nota sobre 6:6), su nuevo “yo”, ya no aprobaba el pecado que mantenía residencia en su carne, como lo hacía su viejo yo.
Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola: El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.
Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola? Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan. Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven. Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.
LA TIERRA BUENA
Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia. (8:15)
En contraste con las primeras tres tierras, la semilla que cayó en buena tierra produce verdadera salvación. Esta última tierra representa a los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, a quienes de manera auténtica y verdadera son buenos y sin hipocresía. Estos son los que entienden la palabra (Mt. 13:23), la aceptan (Mr. 4:20), y la retienen en continua sumisión (cp. Lc. 11:28; Jn. 14:15, 21; 15:10). A diferencia de la tierra de junto al camino, donde la semilla nunca penetra, de la tierra rocosa donde brota brevemente y se marchita, y de la tierra espinosa donde se ahoga, la tierra buena está adecuadamente preparada. Las semillas crecerán hasta convertirse en plantas maduras que dan fruto con la perseverancia que caracteriza a la fe verdadera .Como ya se indicó, quienes abandonan su profesión de fe demuestran que esta nunca fue real.
“fruto” Según revelan los relatos de:
Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
Existen varios grados de productividad. Sin embargo, todos los creyentes llevan algún fruto verdadero (Ef. 2:10); la falta de productividad es una característica de fe falsa que no salva:
Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.
Romanos 7:17 “De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.”
“el pecado que mora en mí”. Su pecado no proviene de su nueva identidad redimida (“yo”), sino de su parte humana no redimida (“en mí”) que era su carne:
Gálatas 5:17 “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.”
Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
El creyente fiel también es comparado a un atleta. Pablo manda a los cristianos: “Corred de tal manera que lo obtengáis” y a ejercer el dominio propio. Habla de sí mismo como un corredor que no corre “como a la ventura” y como un boxeador que no “golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre” (1 Co. 9:24–27).
Un creyente no puede lograr algo para el Señor en su propio poder, pero también es cierto que el Espíritu logra muy poco a través de un creyente si no cuenta con la sumisión y el compromiso del creyente.
ROMANOS 8
ROMANOS 8
Pablo acaba de terminar su serie de lamentos por el problema continuo del pecado en la vida de un creyente, incluyendo su propia vida. Él declara con plena confianza que los creyentes ya no están bajo condenación divina
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Romanos 7:25 “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.”
“Ahora, pues”. El resultado o la consecuencia de la verdad que el apóstol acaba de enseñar. Aquí introduce los resultados asombrosos de la enseñanza de Pablo en los primeros siete capítulos: que la justificación es solo por fe con base en la gracia irresistible de Dios.
“ninguna condenación”. Solo ocurre tres veces en el NT y todas en Romanos (cp. 5:16, 18). La palabra “condenación” se emplea de forma exclusiva en situaciones judiciales como lo opuesto de la justificación. Se refiere a un veredicto de culpable y al castigo exigido por ese veredicto. Ningún pecado que un creyente pueda cometer en el pasado, el presente o el futuro puede contarse en su contra, porque el castigo pleno fue pagado por Cristo y la justicia divina fue imputada al creyente. Ningún pecado revierte esta decisión legal divina.
“los que están en Cristo Jesús”. Es decir, todo cristiano verdadero. Estar en Cristo significa estar unido con Él.
A esa persona que mora el Espíritu Santo, le hace una promesa:
Romanos 8:9-11 “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.(La persona que no da evidencia de la presencia, poder y fruto del Espíritu de Dios en su vida no tiene razón legítima para afirmar que Cristo es su Salvador y Señor. La persona que no demuestra deseo alguno por las cosas de Dios y no tiene inclinación para evitar el pecado ni pasión para agradar a Dios, no tiene al Espíritu Santo morando en ella y por ende no pertenece a Cristo. A la luz de esa verdad solemne Pablo amonesta a quienes afirman ser cristianos: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Co. 13:5).)Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. ( En otras palabras, si el Espíritu de Dios mora en nosotros, nuestro propio espíritu vive a causa de la justicia, es decir, gracias a la justicia impartida por Dios mediante la cual cada creyente es justificado (Ro. 3:21–26))Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros (Oikeō (mora) transmite el concepto de encontrarse en el hogar propio. De una forma maravillosa e incomprensible, el Espíritu de Dios mismo establece su residencia y su hogar en la vida de cada persona que confía en Jesucristo.), el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.” (Fue nuevamente el Espíritu Santo quien actuó como el agente divino de la resurrección de Cristo, y así como el Espíritu levantó a Jesús de la muerte física y le dio vida en su cuerpo mortal, también el Espíritu que mora en cada creyente, le da a ese creyente vida nueva ahora y para siempre (cp. Jn. 6:63; 2 Co. 3:6).