Las 7 Iglesias de Asia.
El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias
4 Mensaje a Tiatira. Es una de las siete iglesias a las cuales Juan dirige sus cartas.
TIATIRA Ciudad en Asia Menor. Originalmente era parte del reino de Lidia. Conquistada por Alejandro Magno, la dejó a Lisímaco, uno de su sucesores. Éste fue vencido por Seleuco I en el año 301 a.C., pasando así T. a formar parte de Siria.
T. es una de las siete iglesias a las cuales Juan dirige sus cartas (Ap. 2:18–29). Algunos piensan que el lenguaje que se usa para presentar la figura de Cristo tiene algo que ver con el trasfondo religioso de T. Se le introduce como “el Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido”. Su mensaje es sumamente severo, a causa del pecado de •Jezabel y sus seguidores, y termina con unas palabras que resuman autoridad: “Al que venciere … yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero”. T. es conocida hoy con el nombre de Ak-Hisar.
La expresión Hijo de Dios puede significar que Jesús se dirige a judíos en Tiatira quienes rechazaban su divinidad (comparar con He. 1:1–3). Aunque la carta no indica nada en cuanto a la presencia judía en la ciudad, no podemos excluir su influencia. La expresión también es pertinente para la sociedad pagana de esa época que consideraba tanto a César como a Apolo como hijos de dioses. Pero Jesús es el único Hijo de Dios, quien está por encima de todos los otros dioses. Con ojos llameantes nada lo elude, ya que afirma que escudriña los corazones y las mentes (v. 23). Nada pecaminoso puede entrar a la presencia santa de Jesús ni ocultarse de ella. Con sus ojos de fuego llameante disipa las tinieblas y consume las impurezas.
Jesús se coloca en la ciudad de Tiatira con pies como bronce exquisito. Esta aleación es duradera, estable y sólida. El brillo del metal llama la atención, de manera que la población constata la presencia de Jesús. Del mismo modo que asume residencia permanente en la ciudad, también sus seguidores permanecen en ella sin temor.
En por lo menos cuatro cartas más (a las iglesias en Éfeso, Sardis, Filadelfia y Laodicea), Jesús dice que conoce sus obras. Está totalmente al corriente de las manifestaciones de amor que los creyentes en Tiatira han demostrado para con Dios y con su prójimo. Estas obras incluyen amor y fe como cualidades internas que se expresan en las cualidades externas de servicio y perseverancia. Nótese que Jesús resumió la ley en dos mandamientos: amar al Señor Dios con corazón, alma y mente, y amar al prójimo como a uno mismo (Mt. 22:37–40). Pablo hace del segundo de estos la norma primordial (Ro. 13:9) y Santiago la llama la ley suprema (Stg. 2:8). Los cristianos en Tiatira demostraron en forma visible amor a su prójimo y fe y confianza en Dios. Su servicio a los demás y su tranquila perseverancia eran ejemplos frente a las dificultades y a la oposición.
La iglesia no podía recibir alabanza mayor que la que se expresa en las palabras «tus últimas obras son mayores que tus primeras». Esto quiere decir que sus obras de amor, fe, servicio y perseverancia crecían constantemente. Con respecto al amor, Tiatira recibió palabras de alabanza en tanto que Éfeso las recibió de condena. Jesús dijo a los cristianos en Éfeso: «Pero tengo esto contra vosotros, que habéis abandonado vuestro primer amor» (2:4).
El paso de la alabanza al reproche es repentino y brusco. Aunque los creyentes habían hecho un esfuerzo considerable en ayudar a personas materialmente necesitadas y en confiar en Dios espiritualmente, habían tolerado una influencia perniciosa en la iglesia. La influencia se difundía como cáncer de modo que, con el tiempo, correría un riesgo grave la salud espiritual de la congregación. La iglesia en Éfeso odiaba las obras de los nicolaítas (2:6); la iglesia en Pérgamo permitía que los nicolaítas vivieran entre ellos (2:15); la iglesia en Tiatira toleraba enseñanza engañosa dentro de la congregación.
El nombre de Jezabel se refiere a la esposa del rey Acab, quien se había casado con una princesa de Sidón. Jezabel instó a Acab a que adorara el dios pagano Baal y a la diosa Aserá y a que construyera un templo y una imagen sagrada (1 R. 16:31–33; 21:25; ver también 2 R. 9:30–37). A la mujer en Tiatira se le da el nombre de la esposa del rey Acab quien se llamaba a sí misma profetisa. El Nuevo Testamento revela que había mujeres que profetizaban (Lc. 2:36; Hch. 21:9; 1 Co. 11:5). Esta mujer ocupaba un puesto importante en la iglesia porque era maestra, pero su instrucción era engañosa. Persuadió a la iglesia para que entrara en relaciones sexuales ilícitas en los templos paganos y para que comiera en ellos el alimento que había sido sacrificado a ídolos. No sorprende que a esta mujer se le dé el nombre de Jezabel, porque su homónima en el Antiguo Testamento persuadió a Israel para que rindiera culto a Baal, el dios de la fertilidad, y a Aserá, la diosa de la fertilidad. Bajo el pretexto de la religión, las personas cayeron en el pecado de inmoralidad sexual, con todas sus consecuencias nefastas, y en el pecado de apostasía al comer alimentos en templos paganos. Nótese que el orden de cometer fornicación y comer alimentos ofrecidos a ídolos es el inverso de la secuencia en la carta a Pérgamo (2:14).
No podemos identificar a esta Jezabel en Tiatira. Difícilmente hubiera podido ser Lidia, la vendedora de púrpura, una de las primeras conversas a la fe cristiana en Filipos. Lidia se hizo cristiana en el 50 y Jezabel enseñó en Tiatira a mediados de los noventas. Identificar a las dos mujeres es simple especulación, porque el Nuevo Testamento y otros escritos no ofrecen información. Sin duda que Lidia, antes de su conversión, fue miembro de un gremio y tuvo que resolver el problema de escoger entre Cristo y el gremio. La mujer llamada Jezabel quizá tenía intereses comerciales en Tiatira.
La intención de los seguidores de Balaam (v. 14), de los nicolaítas (vv. 6, 15) y de Jezabel es la misma: engañar al pueblo de Dios convenciéndolo de que adopte un estilo de vida que le permitiría ser aceptado en el mundo y seguir siendo miembros de la iglesia. Al aceptar el estilo de vida que exigían los gremios, los miembros de la iglesia ya no tenían que temer ser marginados. Pero el Señor dice: «Nadie puede servir a dos señores» (Mt. 6:24; Lc. 16:13). A lo que Santiago agrega: «Si alguien quiere ser amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios» (Stg. 4:4)
Los verbos en este versículo (di y no quiere) y en el anterior (enseña y engaña) sugieren que había transcurrido algún tiempo desde que Jezabel entró a formar parte de la iglesia. En otras palabras, siervos fieles del Señor la habían advertido. Juan quizá fue uno de los pastores que la habían aconsejado. Sabía que el Señor no es tardo en cuanto a su promesa sino que se muestra paciente (2 P. 3:9) y siempre le da al pecador advertencias oportunas y ocasión para arrepentirse. Nadie puede decir que Dios actúa en forma precipitada. Las Escrituras enseñan una y otra vez que Dios es Dios de misericordia que no quiere la muerte de nadie. Quiere que las personas se arrepientan y vivan (véase Ez. 18:30–32). Pero cuando los pecadores rechazan sus ruegos y advertencias, escogen la muerte. La mujer llamada Jezabel fue una de ellos.
- Mira, la voy a postrar en una cama [de sufrimiento],
- [pongo] a los adúlteros en gran tribulación, a no ser que se arrepientan de sus acciones.
- [Si no] mataré a sus hijos con enfermedades.
Vemos el paralelismo de la mujer que seduce y los que son seducidos por ella, la cama en la que sufre y la gran tribulación que sufren sus seguidores. La cama en la que piensa Jesús no es una litera junto a una mesa para comer como era costumbre en las casas orientales de la época. Ni tampoco es una cama para descansar de las labores diarias. Por implicación, es una cama para pacientes enfermos como consecuencia de un estilo licencioso de vida. La mujer Jezabel estaba cosechando lo que había sembrado: estaba postrada en una cama de sufrimiento que condujo a su eventual muerte (comparar con 1 Co. 11:29–30). No se le dio otra oportunidad para que se arrepintiera porque se negó a escuchar. Sin embargo, a sus seguidores, que habían cometido adulterio y practicado la idolatría, sí se les dio tiempo para arrepentirse de sus caminos equivocados. Por ser el agente que los sedujo, a la mujer se le echa la culpa principal, en tanto que a sus seguidores se les da tiempo para arrepentirse. Si escuchan a Jesús, retirará su amenaza. Pero si no toman en cuenta su advertencia, los castigará con enfermedad y morirán. El paralelismo en este pasaje sugiere que interpretemos el término hijos no en forma literal sino figurada, porque los hijos son los seguidores de la mujer. He traducido las palabras griegas que literalmente dicen «matar con muerte» como «matar con enfermedad» para indicar la causa de la muerte (comparar con Ez. 33:27, «morirán de peste»).
Todas las iglesias (las siete y la iglesia universal) oirán hablar de la gran desolación que aflige a estos pecadores. Saben que Jesús es quien escudriña los corazones y las mentes de todos, porque nada en el ser humano queda oculto a sus ojos. El texto griego dice literalmente, «escudriña riñones y corazones», que es una expresión hebrea que se encuentra en numerosos pasajes (p.ej., Sal. 7:9; Jer. 11:20; 17:10). El riñón y el corazón empleados en forma sinónima se referían al ser más íntimo de una persona que oculta la moral, sentimientos y pensamientos de la misma. La expresión castellana, sin embargo, es «mente y corazón».
Jesús reparte tanto castigos como recompensas (20:12; 22:12; véase 2 Co. 5:10). Aquí el juicio sobre Jezabel y sus seguidores es rápido, porque el castigo es acorde con pecados de fornicación, adulterio e idolatría. Como todas las iglesias saben del juicio y de su ejecución, se puede sacar la conclusión de que este texto no se refiere primordialmente al juicio final.
Los seguidores fieles de Cristo ahora oyen que Jesús se dirige a ellos. Con perseverancia repudiaron las enseñanzas y estilo de vida de la profetisa Jezabel y siguieron las enseñanzas de la Escritura. Las instrucciones y práctica de esa mujer diferían poco de lo que enseñaban y hacían los nicolaítas en las iglesias en Éfeso y Pérgamo (vv. 6, 15), de modo que se le puede aplicar este nombre a sus seguidores.
¿Qué significa la frase «las así llamadas profundidades [o, las cosas profundas] de Satanás»? ¿De quién es esta fraseología? Algunos sugieren que el escritor acusa con sarcasmo a los miembros desviados de la iglesia de haber caído en la trampa de conocer y practicar las cosas profundas de Satanás. Otros opinan que son las palabras engañosas que pronunciaba Jezabel y que sus adherentes repetían diciendo al resto de la congregación, «deben conocer las profundidades de Satanás». El mundo pagano en esa época adoraba a una serpiente como símbolo de Satanás; también los gnósticos decían que conocían las cosas profundas y que eran los iniciados. Esto es lo opuesto a la enseñanza de Pablo de que el Espíritu examina las profundidades de Dios (1 Co. 2:10). Sabiendo esto, los cristianos fieles en Tiatira difícilmente se dejarían seducir ante la descarada invitación de conocer las profundidades de Satanás. Sigue siendo difícil determinar el origen de estas palabras.
Jesús dice, «no pongo ninguna otra carga sobre vosotros». El decreto apostólico que había formulado el concilio de Jerusalén estipulaba que los cristianos gentiles deberían «abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de carne de animales estrangulados y de la inmoralidad sexual» (Hch. 15:29). De estas cuatro estipulaciones, se les pidió a los cristianos en Tiatira que observaran dos: abstenerse de alimentos sacrificados a ídolos y de inmoralidad sexual.
La frase arriba mencionada, sin embargo, ocupa un lugar más o menos independiente. Algunos traductores la han puesto en paréntesis, pero entonces la primera palabra en la frase siguiente debe eliminarse y esto no debería hacerse. Beckwith ofrece una buena traducción de esto y de la frase siguiente: «No pongo sobre vosotros ninguna otra admonición onerosa que no sea ésta: conservad lo que tenéis». ¿Y qué tienen? La totalidad de la fe cristiana depositada en las santas Escrituras, de las formaba parte el decreto apostólico. Con la inclusión del Apocalipsis, estas personas recibieron el canon completo del Antiguo y Nuevo Testamentos. Eran receptores del texto completo de la revelación escrita de Dios (comparar con Ro. 3:2). La promesa «hasta que yo venga» apunta a la segunda venida de Cristo.
Como en todas las cartas a las siete iglesias, Jesús habla ahora del vencedor que es fiel hasta el fin en hacer las obras de Cristo (Jn. 14:12). Es sorprendente la yuxtaposición de las obras de Jezabel (v. 22) con las obras de Jesús. Hacer la voluntad de Dios revelada en su palabra es mantener las obras de Jesús hasta el fin del tiempo cósmico. Este es el encargo de Jesús, dado a toda la iglesia.
Cristo no retirará su bendición de aquel a quien da su promesa: «le daré autoridad sobre las naciones» Sólo en esta carta y en la dirigida a Pérgamo da Jesús una doble promesa, que introduce con el verbo dar: da autoridad y la estrella de la mañana (v. 28).
La autoridad que Jesús delega a sus seguidores es la misma palabra que utiliza Jesús antes de ascender a los cielos: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra» (Mt. 28:18). Jesús gobierna sobre la faz de la tierra como rey de reyes y Señor de señores, porque su nombre es conocido en todos los países del mundo y su evangelio es proclamado en innumerables lenguas. Contemplamos el crecimiento de la iglesia desde nuestra perspectiva. Pero desde la perspectiva de la iglesia en Tiatira, las palabras de Jesús exigían una fe que triunfaría sobre toda oposición, engaño y tentación.
La primera promesa al vencedor se respalda con una alusión y cita de un salmo mesiánico: la alusión al ejercicio de autoridad sobre las naciones proviene del Salmo 2:8: «como herencia te entregaré las naciones, ¡tuyos serán los confines de la tierra!»; la cita se deriva del verso subsiguiente. La redacción y el significado de esta cita del salmo son difíciles. Es una traducción libre del texto hebreo del Salmo 2:9: «Las gobernarás con vara de hierro, las harás pedazos como a vasijas de barro». Dejando de lado el cambio de la segunda a la tercera persona, el texto Septuaginta de la primera cláusula emplea el verbo griego poimaneis, que Juan ha adoptado y que podría traducirse «pastorearás». Pero se traduce «gobernarás» porque el contexto sugiere que el verbo tiene una connotación negativa. La tarea del pastor es cuidar de sus ovejas y esto incluye protegerlas contra todo daño. Entonces, utiliza su cayado hecho de madera de roble que es duro como el hierro. Con él ataca a todos y todo los que quieran hacer daño a sus ovejas.
El paralelismo en la segunda parte de la cita del salmo «como vasijas de barro que se rompen en pedazos» fortalece el concepto de gobernar con fuerza. Las fuerzas que se oponen al avance del evangelio de Jesús recibirán golpes con la vara dura como el hierro en la mano de Cristo. Serán aplastadas a pedazos como vasijas. La redacción tomada del salmo mesiánico describe un cetro real de Cristo que simboliza su autoridad para gobernar, para aplicar disciplina, para repartir juicio. Con Cristo el creyente que triunfa tendrá la autoridad para gobernar, disciplinar y juzgar (1 Co. 6:2)
La segunda promesa al vencedor es el don de la estrella de la mañana. Este término se encuentra una vez más en Apocalipsis, donde Jesús se lo aplica a sí mismo: «Yo soy la raíz y la descendencia de David, la brillante estrella de la mañana» (22:16). ¿Cómo da Cristo esta estrella a su fiel seguidor? Hay una conexión sutil entre la referencia al Salmo 2:8–9 y una alusión a Números 24:17, donde Balaam profetiza: «Una estrella saldrá de Jacob; un rey surgirá en Israel». El símbolo del cetro condujo al de la estrella, porque ambos son símbolos de realeza que comparte el creyente. Los santos gobiernan con Cristo y resplandecen como estrellas de la mañana.
La carta concluye con la invitación conocida que advierte a todas las iglesias que escuchen con cuidado el mensaje que comunica el Espíritu Santo.