Derribando fortalezas II
Texto
Ilustración
Versículos 1–5
Disposiciones divinas para el ataque a Jericó.
I. Jericó confiaba en que Israel no había de dominarla (v. 1). Nadie salió de allí para desertar ni para entablar negociaciones de paz, y nadie fue admitido para ofrecer esas negociaciones.
II. Pero Dios ha decidido que Israel va a dominar a Jericó, y eso por la vía rápida.
1. El capitán de las huestes de Dios da instrucciones sobre el modo como ha de efectuarse el asedio de la ciudad: No han de levantarse trincheras ni han de hacerse otras preparaciones de carácter propiamente militar, sino que ha de ser llevada el Arca de Dios a hombros de los sacerdotes en torno a la ciudad, una vez cada día durante seis días consecutivos, y siete veces el séptimo día, estarán en silencio los hombres de guerra mientras los sacerdotes tocan las trompetas hechas de cuernos de carnero (vv. 3–4). Esto era todo lo que tenían que hacer.
2. Les asegura que, al séptimo día, antes de que caiga la noche, serán sin falta dueños de la ciudad. Cuando se de la señal, todos a una han de gritar, e inmediatamente caerá el muro de la ciudad (v. 5). Dios había designado este método: (A) Para engrandecer su poder, a fin de que Jehová sea engrandecido en su poder (Sal. 21:13), no en el de los instrumentos humanos. (B) Para honrar a su Arca, la señal que había establecido como indicadora de su presencia, y para dar razón de las leyes con que había obligado al pueblo a mirarla con el mayor respeto y la más profunda veneración. (C) Para honrar a los sacerdotes, designados en esta ocasión para llevar el Arca y tocar las trompetas. (D) Para poner a prueba la fe, la obediencia y la paciencia del pueblo, y ver si estaban dispuestos a observar un precepto que a la humana razón parecía insensato, y a creer una promesa que, según el cálculo humano de probabilidades, parecía imposible que pudiese llevarse a cabo. Así es como cayeron los muros de Jericó, no por la fuerza, sino por la fe. (E) Para dar ánimo y fundadas esperanzas al pueblo de Israel con respecto a las restantes dificultades que les iban a salir al paso. Las murallas más altas y fuertes son incapaces de hacer frente al Omnipotente.