CIUDADANÍA CELESTIAL
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Lección 36
Lección 36
Pasajes bíblicos de estudio: Filipenses 3:17-21
Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
Pasaje bíblico para memorizar:Filipenses 3:20
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
Propósito de la lección: Que comprendamos que nuestra ciudadanía, como hijos de Dios, demanda la práctica de un estilo de vida digno que honre al Señor y a su iglesia.
INTRODUCCIÓN
Nosotros como pueblo de Dios hemos sido llamados a ser santos, a resplandecer con la luz de Cristo en medio de un mundo corrompido. Este llamado y aceptación de nuestra parte, es lo que nos define como hijos de Dios, lo que nos hace diferentes. Este debería ser nuestro nuevo estilo de vida.
Nuestra ciudadanía como nos dice el título de esta lección no es de este mundo sino celestial. Ser ciudadanos del cielo es ser amigos de la cruz. ¿Y que significa esto? Significa tener la misma actitud que tuvo Cristo Jesús, participar en sus padecimientos. Jesucristo se sacrificó por nosotros, nosotros debemos sacrificarnos por otros. Aclaro que este sacrificio no es expiatorio, sino uno servicial que brota del amor. Juan 13:35
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
I. Imitar buenas conductas (Filipenses 3:17)
La imitación es un método de aprendizaje. Desde que somos pequeños aprendemos de quienes nos rodean, pero no todos los modelos que vemos son dignos de imitar. Se supone que nuestros padres sean nuestros modelos para imitar, pero es triste que hay padres que no tienen valores morales y por consiguiente no se los pueden enseñar a sus hijos. Hay artistas, personas de renombre por su fama que tristemente tan poco son modelos para imitar, sin embargo, que mucho daño hace en nuestra sociedad con sus acciones inmorales. En la esfera del cristianismo, también hay personas que asume actitudes incorrectas de arrogancia, prepotencia o superioridad, como si fueran mejores que los demás. Pablo lanzó un desafío a un grupo de cristianos que debía tomar decisiones firmes acerca de su nueva vida en el Evangelio. Uno de esos desafíos fue:
A. Imítenme a mí
¿A qué modelo de persona debemos imitar?
En los versículos que anteceden a Filipenses 3:17, el apóstol Pablo dio testimonio a los cristianos de la Iglesia de Filipos diciéndoles que, dentro de la sociedad judía, él había sido un hombre socialmente logrado; pues gozaba de poder, prestigio y autoridad. Sin embargo, cuando tuvo su encuentro personal con el Señor Jesucristo, le rindió su vida, fue transformado y estuvo dispuesto a dejarlo todo para agradar al Señor. Este apóstol amo a Jesucristo con amor sacrificial, pues en muchas ocasiones, sufrió menosprecio violencia e incluso la cárcel, desde la cual escribió esta epístola.
¿Ahora que podemos entender por ser imitadores de mí?
Acaso Pablo era arrogante. Pablo con esto no les estaba diciendo que él era perfecto, sino más bien el apóstol Pablo caminaba hacia la perfección, por tanto, eso era lo que él pretendía, que todos lo imitaran en esta forma de pensamiento y sentimiento.
Cuando Pablo dice ser imitadores de mí, él revela su confianza en que el está viviendo una vida correcta ante Dios y los hombres. Todos podemos imitar a quienes puedan decir delante del Señor, para mí el vivir es Cristo. Realmente lo que se imita no es la persona sino su fe.
Muchas veces las personas reniegan de Cristo cuando enfrentan dificultades. Es necesario tener un testimonio de integridad para desafiar a los demás para que sigan nuestro ejemplo. Pablo, en aquella nueva etapa de su vida, se caracterizó por ser una persona humilde, obediente y con anhelo ferviente de agradar al Señor. Este es un ejemplo digno de imitar.
Como cristianos tenemos el deber de ser buen ejemplo a quienes nos rodean. No tenemos idea de cuántos podrían tener su mirada en nosotros, y por tanto, nuestra vida debe de ser de ayuda para aquellos para que ellos sigan fieles a Cristo. Necesitamos reflexionar sobre nuestra manera de conducirnos ante los demás, de modo que no seamos la causa o la excusa para que desistan de andar en la voluntad de Dios.
B ”…mirad a los que así se conducen…”
En la segunda parte del versículo 17, Pablo reconoce que él no era el único cuya vida los hermanos debían imitar. También les recomendó tomar en cuenta a otros cristianos quienes tenían una vida ejemplar. Pablo pensaba en quienes podían ser ejemplo a los demás, no sólo en él, sino en sus colaboradores, creyentes ejemplares en cuanto a vida cristiana y compromiso de servicio. Entre ellos estaba Timoteo, al que pensaba enviar para ministrar en la iglesia en Filipos, del que se ocupó antes recomendándolo a la iglesia (Filipenses 2:19–24). De la misma ejemplaridad concurría en Epafrodito (Filipenses 2:25–30).
Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado;pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros.Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús.Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio.Así que a éste espero enviaros, luego que yo vea cómo van mis asuntos;y confío en el Señor que yo también iré pronto a vosotros.
Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades; porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado. Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza. Así que le envío con mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos tristeza. Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él; porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí.
Es necesario someter cada área de nuestra vida al escrutinio del Espíritu Santo y al señorío de Cristo, pues Dios es el único que nos puede transformar, perfeccionar y guiar a toda verdad. Ser un buen ejemplo es la responsabilidad de cada cristiano cada día, porque por medio de nosotros, el Señor llevará el mensaje transformador del Evangelio a los que necesitan ser salvos.
II. Cuidarse de los enemigos de Cristo (Filipenses 3:18-19)
Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal.
Pablo hizo una serie advertencia a los cristianos filipenses sobre el peligro que representaba muchos, que son enemigos de la Cruz de Cristo. Estas personas causaron mucho daño y dolor al ministerio del apóstol, y también a la Iglesia del Señor, porque no procuraban la honra de Dios ni el bien de la Iglesia, sino la satisfacción de intereses personales. Al recordar a estas personas, pareciera que Pablo volvió a sentir mucho pesar por sus acciones, pues les digo muchas veces a los filipenses acerca de ellos “llorando”, y al advertirles nuevamente lo hizo de la misma manera. Aquel dolor del apostó es el mismo dolor causado por aquellas personas en las que hemos confiado, en las que hemos creído, a quienes hemos ayudado y de quienes no esperaríamos acciones de deslealtad o traición. Estas personas tienen en poco el sacrificio del Señor Jesucristo cuando deciden vivir de una manera contraria a los principios bíblicos. Son la misma clase de personas a quienes no les importan los dolorosos resultados de que sus acciones puedan provocar, a quienes puedan lastimar o hacer caer, no tienen en cuenta los efectos presentes y eternos de su conducta, porque piensan solo en lo terrenal. Estos son los que desde el principio han sido causa de divisionismo y rebeliones dentro de la Iglesia. También ahora hay muchos enemigos de la Cruz de Cristo. Veamos quienes son enemigos de la Cruz:
· Los religiosos: este era el caso de grupos de judaizantes que en muchos lugares pretendían que los cristianos complementarán el sacrificio de Cristo con los rituales del judaísmo. Con estas ideas, causaban mucha confusión en los recién convertidos. Estos eran los que sostenían que no solo bastaba en practicar la doctrina de Jesús sino también debían mantener la observancia de la ley mosaica. Este grupo se mantenía en que la salvación no era por gracia sino por la ley. Gálatas 2
· Los falsos cristianos: son los que se introducen sigilosamente dentro de la Iglesia para ocasionar divisiones, también los que utilizan una fachada de cristianismo para buscar una posición en la que puedan obtener prestigio, fama, poder y quizá dinero. Hacen del Evangelio una mercancía para su beneficio personal y no les importan las personas.
· Los hostiles: son aquellos que de manera abierta expresan su menosprecio por el Evangelio y se esfuerzan por encontrar a la menor oportunidad errores que señalar en los cristianos.
· Los cristianos nominales: estos son los que, si alguien les pregunta, dicen que son cristianos. Pero solo son aficionados, porque no quieren no quieren tener ningún compromiso con Dios ni con su obra. Únicamente asisten como visitantes a la Iglesia.
· Los cristianos caídos: estos son los que alguna vez fueron cristianos, pero ya no lo son. Se han apartado de Dios y de su palabra. Viven en rebeldía y se han convertido en los peores críticos y enemigos confesos del cristianismo.
· Los que se creen cristianos: los tales son aquellos cuya conducta libertina dice lo contrario. Viven de manera depravada, con pleitos, ira, discordia, adulterios, vicios y otros pecados, y por eso, son motivo de desprestigio y tropiezo para la iglesia del Señor.
· Los legalistas: estos hacen énfasis desmedido en aspectos externos como el largo de los vestidos, el cabello y otras cosas, de manera que estorban para que otros lleguen a los pies de Cristo.
· Los carnales: estos conocen las normas de la nueva vida en Cristo, pero no viven de acuerdo con ellas, sino de acuerdo con los impulsos de su carnalidad. Son egocéntricos, murmuradores, chismosos, groseros e iracundos.
En contraste con lo anterior, también hay auténticos cristianos que, aunque no hemos llegado a un estado máximo de madurez espiritual, sí hemos consagrado nuestra vida al Señor Jesucristo y hemos entregado nuestra voluntad para que el Espíritu Santo gobierne nuestra vida y esta sea del agrado de Dios.
III. Tenemos ciudadanía celestial (Filipenses 3:20)
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
Los romanos estaban orgullosos de su ciudadanía. El mismo apóstol era ciudadano romano y en alguna ocasión apeló a esa condición. Los filipenses también lo eran. Todos sentían orgullo de la ciudadanía romana.
Los auténticos cristianos tenemos una ciudadanía celestial que demanda de nosotros una conducta ejemplar que no acarree descrédito al Señor ni a su Iglesia. Tenemos la bendición de vivir diferente a los preceptos del mundo, recordando lo que dijo nuestro maestro respecto de que estamos en el mundo, pero no somos del mundo. (Juan 17:14-16)
Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No somos guiados por la carne, sino gobernados por el Espíritu Santo. Despojándonos del viejo hombre, nos hemos revestido del nuevo. No nos tomamos libertades que pongan en riesgo nuestra salvación y la de otros. Tampoco actuamos según nuestro capricho, sin consultar antes al Señor. No somos impulsivos, sino regimos nuestras reacciones emocionales por el dominio propio con que el señor nos ha equipado. También procuramos agradar a Dios en toda nuestra manera de vivir. Tenemos un temor reverente al Señor, aún desde la intimidad de nuestros pensamientos. Tenemos temor de ser causa de tropiezo para otros o estorbar para que crean en Cristo. Nuestras costumbres son sin avaricia, acordes al código ético del Evangelio, no solo de apariencias, sino de la profundidad de las intenciones del corazón. Cuidamos de no proyectar una imagen distorsionada del cristianismo, no contamos chistes sucios, ni participamos de malas conversaciones que corrompan las buenas costumbres. Tampoco usamos palabras soeces, deshonestas o maliciosas porque no deseamos contristar al Espíritu de Dios. Los cristianos vivimos en santidad, esperando a Nuestro Señor Jesucristo, a que nos venga a buscar.
IV. Seremos transformados (Filipenses 3:21)
En el presente, podemos experimentar pruebas, abandono, soledad, dolor, tristeza, incomprensión, falta de apoyo, deslealtad y toda clase de situaciones desagradables. Las circunstancias del mundo actual proyectan un futuro nefasto, familias desintegradas, iglesias abarrotadas en asistencia, pero pobres en la enseñanza de la sana doctrina. El mundo contaminado, el calentamiento global, el enfriamiento de la relación con Dios. Es decir, una sociedad permisiva en la que sea visor a una decadencia aún mayor con vías a la destrucción.
Nuestras congregaciones adolecen de muchos de los problemas que causan desesperanza y angustia, pero en medio de tantos problemas, los hijos de Dios esperamos y anhelamos con gozo la venida del Señor, porque sabemos que Él aún hará cosas grandes a favor de sus hijos. El Señor transformará nuestro cuerpo para que sea semejante al suyo, glorioso, el cual no sea debilita, no envejece, no se enferma, no fenece. El Señor tiene toda la capacidad para realizar dicha transformación, por cuanto toda potestad le fue dada en el cielo y en la tierra. (Mateo 28:18)
Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
CONCLUSIÓN
Vivamos en santidad para agradar a Dios, conscientes de que no somos ciudadanos del mundo pecaminoso, sino del Reino de Jesucristo. cuidemos que nuestro comportamiento sea el que corresponde a un ciudadano celestial, y esperemos piadosamente, con gozo y muchas ansias, el regreso de nuestro Señor y Salvador.