Liderazgo Biblico - Clase 2

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Introducción

En nuestra primera clase estuvimos considerando como es que desear ser un líder es un buen deseo si se tienen las motivaciones correctas. (1 Timoteo 3:1) - Vimos como Dios busca líderes de gran fe, llenos del E.S, motivados por el evangelio que estén dispuestos a abrazar el sufrimiento y a servir a su pueblo en humildad y con optimismo.
Vamos a comenzar nuestra clase, considerando:

4. La diferencia entre el líder natural y el líder espiritual

Todos sabemos que el liderazgo es influencia, es la capacidad de una persona de influir en otras para que sigan su dirección. Los líderes famosos siempre han sabido esto.
El militar, Bernard Montgomery dijo: «Liderazgo es la capacidad y voluntad de reunir a hombres y mujeres para un propósito común, y el carácter que inspira confianza.»
Nimitz, almirante de los EEUU, dijo: «Al liderazgo se lo puede definir como esa cualidad que inspira suficiente confianza en los subordinados como para que estén dispuestos a aceptar los puntos de vista y llevar a cabo las órdenes del líder.»
John R. Mott, líder mundial entre los círculos estudiantiles, creía que «un líder es un hombre que conoce el camino, que puede mantener la delantera, y que logra que otros le sigan.»
El presidente Harry S. Truman (1945-1953) dijo: «Un líder es una persona que tiene la capacidad de hacer que otros hagan lo que no quieren hacer, y que les guste.»
El liderazgo espiritual combina cualidades naturales y espirituales.
Sin embargo, aun las cualidades naturales son dones del Señor, puesto que todas las cosas buenas provienen de El. Considérese la personalidad, por ejemplo, Montgomery dijo que «el grado de influencia depende de la personalidad, la incandescencia de la cual es capaz, la llama que arde dentro, el magnetismo que atrae los corazones de otros hacia él.»
Ambas cualidades, la natural y la espiritual, alcanzan la mayor eficacia cuando se las emplea en el servicio de Dios y para su gloria. Sin embargo, el liderazgo espiritual trasciende el poder de la personalidad y todos los otros dones naturales. La personalidad del líder espiritual influye a otros porque es irradiada, penetrada y facultada por el Espíritu Santo. A medida que el líder cede el control de su vida al Espíritu, el poder del Espíritu fluye a otros través de él.
El liderazgo espiritual requiere poder espiritual superior, algo que el ego jamás podría generar. No existe nadie a quien se le pudiera llamar un líder espiritual autodidacta. Un verdadero líder influye a otros espiritualmente sólo porque el Espíritu obra dentro y a través de él en mayor grado que en aquellos a quienes guía. (Esto nos es algo místico, ser lleno del Espíritu es vivir bajo su influencia por medio de la palabra Efesios 5:18 -19 (Acción - manera)
Podemos guiar a otros sólo hasta el punto del camino que nosotros mismos hayamos llegado. Sólo señalar el camino no es suficiente. Si no estamos caminando, entonces nadie puede seguirnos, y no guiamos a nadie.
Se cuenta que en una gran reunión de líderes de misiones en China, la discusión se centró en el liderazgo y sus aptitudes. El debate era vigoroso. Pero durante toda la discusión, una persona continuó sentada escuchando en silencio. Entonces el presidente preguntó si D. E. Hoste, director general de la Misión al Interior de la China, tenía alguna opinión. En el auditorio se hizo un silencio absoluto. Con un destello en los ojos, Hoste dijo con su voz de tono agudo: «A mí se me ocurre que quizás la mejor prueba de si uno está calificado para guiar, es descubrir si alguien lo está siguiendo.».
Ahora nos surge una pregunta: Los líderes, ¿nacen o los hacen? Seguramente que es las dos cosas.
Por una parte, el liderazgo es una cualidad que viene directamente de Dios. Por la otra, las aptitudes de liderazgo se distribuyen ampliamente entre todas las comunidades y deberían cultivarse y desarrollarse. A menudo nuestras habilidades yacen dormidas hasta que surge una crisis. Algunas personas se vuelven líderes por suerte y oportunidad. Un líder nace porque al producirse una crisis no hay nadie que tenga mejores aptitudes para responder al desafío.
Pero la investigación más detallada generalmente revela que la selección no fue accidental sino, una vez más, el resultado del adiestramiento oculto que hizo a la persona idónea para el liderazgo. José es un ejemplo perfecto de esto. Llegó a ser primer ministro de Egipto mediante circunstancias que la mayoría de las personas llamarían «un golpe de suerte». De hecho, su promoción fue el resultado de trece años de adiestramiento oculto y riguroso bajo la mano de Dios.
Cuando comparamos el liderazgo natural con el espiritual, podemos ver alguanas diferencias entre ellos:
Natural: Confía en sí mismo - Conoce a los hombres - Toma sus propias decisiones - Es ambicioso - Crea métodos - Le gusta mandar - Busca la recompensa personal - Es independiente
Espiritual: Confía en Dios - También conoce a Dios - Busca la voluntad de Dios - Es humilde - Sigue el ejemplo de Dios - Se deleita en obedecer a Dios - Ama a Dios y a los demás - Depende de Dios
Las personas que carecen de pericias naturales de liderazgo no se vuelven grandes líderes al momento de su conversión. Sin embargo, una reseña de la historia de la Iglesia revela que el Espíritu Santo a veces pone de manifiesto dones y cualidades que estaban latentes de antemano. Cuando eso sucede, nace un líder.
A. W. Tozer escribió: Es probable que un líder verdadero y seguro sea uno que no tenga deseos de guiar, pero que se vea obligado a asumir el cargo por la presión interna del Espíritu Santo y la presión de [las circunstancias]... Difícilmente haya habido un líder, desde el tiempo de Pablo hasta el día actual, que no haya sido reclutado por el Espíritu Santo para la tarea, y comisionado por el Señor para ocupar un cargo por el que no sentía mucho agrado... El hombre que tiene ambición de guiar está descalificado como líder. El verdadero líder no tendrá deseo de señorearse sobre el patrimonio de Dios, sino que será humilde, benigno, abnegado y estará totalmente preparado para seguir cuando el Espíritu elija a otro para guiar.
En el diario de William Sangster (1900-1960) un líder de la iglesia metodista, decía:
“Esta es la voluntad de Dios para mí. Yo no la escogí. Traté de escaparme de ella. Pero ha llegado - Algo más ha llegado también. Una sensación de certeza de que Dios no me quiere sólo para que sea predicador. También me quiere para líder: un líder en el metodismo. Me siento comisionado a trabajar bajo la dirección de Dios para el avivamiento de esta rama de su Iglesia [metodista]- sin cuidado de mi propia reputación; indiferente a los comentarios de hombres celosos y de más edad. Tengo treinta y seis años. Si voy a servir a Dios de esta manera, ya no debo evadir más la tarea, sino hacerla. He examinado si hay ambición en mi corazón. Estoy seguro de que no la hay. Detesto la crítica que esto suscitará y la dolorosa habladuría de la gente. Mis gustos personales son la obscuridad, el silencioso curiosear entre los libros, y el servicio a la gente simple; pero por la voluntad de Dios, ésta es mi tarea. Que Dios me ayude. Perplejo e incrédulo, oigo la voz de Dios que me dice: «Quiero que seas mi portavoz.» Dios mío, ¿alguna vez un profeta se acobardó más de su tarea? Me atrevo a decir que <<no>>, pero como Jonás, me alegraría escaparme. ”.
Este hombre fue pastor de Westminster Central Hall, cerca de la Abadía de Westminster en Londres. Durante la Segunda Guerra Mundial, el sótano de la iglesia de Sangster se utilizó como refugio antiaéreo. Sangster atendió las necesidades físicas, emocionales y espirituales de todo tipo de personas que se reunieron allí por seguridad. Después de la guerra, lideró un movimiento de renovación espiritual en las iglesias metodistas de todo el país. En 1958, le diagnosticaron atrofia muscular progresiva. Cuando se enteró del diagnóstico, tomó cuatro resoluciones: “Nunca me quejaré. Mantendré la casa luminosa. Contaré mis bendiciones. Intentaré convertirlo en ganancia ". Más tarde escribió: “Ya ha habido grandes ganancias con mi enfermedad. Vivo en el presente. Estoy agradecido por las pequeñas cosas. Tengo más tiempo, y lo uso, para orar ". Cuando se quedo sin voz y solo podía mover dos dedos, lo ultimo que escribió una mañana de pascua fe: “Qué terrible despertar en Pascua y no tener voz para gritar: '¡Ha resucitado!' Mucho peor, tener voz y no querer gritar ”.
En cierta ocasión, a Francisco de Asís lo enfrentó un hermano que le preguntó repetidas veces: «¿Por qué tú? ¿Por qué tú?» «¿Por qué todos quieren verte a ti? ¿Oírte a ti? ¿Obedecerte a ti? Tú no eres tan bien parecido, ni tan educado, ni de una familia noble. Sin embargo, parece que todo el mundo quiere seguirte a ti.» Entonces el alzó los ojos al cielo, se arrodilló en alabanza a Dios, y le dijo a su hermano:
¿Quieres saber por qué? Es porque los ojos del Altísimo así lo han querido. Continuamente Él mira a los buenos y a los malos, y como sus santísimós ojos no han encontrado entre los pecadores a un hombre más pequeño, ni más insuficiente y pecador, me ha escogido a mí para realizar la maravillosa obra que Dios ha emprendido; me escogió a mí porque no pudo encontrar a nadie más indigno, y quiso confundir de esta manera a la nobleza, a la magnificencia, la fortaleza, la belleza y la sabiduría de este mundo.
Montgomery (1 general aliado de la 2 guerra mundial) delineó siete cualidades necesarias para un líder militar, cada una de estas cualidades son apropiada para la guerra espiritual: El líder debe: evitar que lo abrumen los detalles; no ser mezquino; no ser pomposo; saber seleccionar a las personas que sean idóneas para la tarea; confiar en otros para hacer un trabajo sin que el líder se entrometa; ser capaz de tomar decisiones claras;
John Mott líder de estudiantes, decía que un líder es calificado si: hace bien las cosas pequeñas; ha aprendido a concentrarse en las prioridades; usa bien el tiempo libre; posee intensidad de propósito; sabe cómo explotar el impulso; sigue creciendo; vence el desaliento y las situaciones «imposibles»; y comprende sus debilidades.
Cuando el ardiente celo de la Iglesia primitiva comenzó a atraer convertidos en proporciones extraordinarias, el Espíritu Santo enseñó una lección maravillosa sobre el liderazgo. La Iglesia tenía muy pocos líderes para satisfacer todas las necesidades, especialmente entre los pobres y las viudas. Se necesitaba otra jerarquía de líderes. (Hch. 6:3). Estos nuevos líderes debían primero y principalmente ser llenos del Espíritu Santo. La espiritualidad no es fácil de definir, pero se puede saber cuando está presente. Es la fragancia del jardín del Señor, el poder para cambiar la atmósfera a su alrededor, la influencia que hace que Cristo sea real a otros. Si se requiere de los diáconos que sean llenos del Espíritu, ¿deberían ser menos los que predican y enseñan la Palabra de Dios?
Los objetivos espirituales sólo las logran las personas espirituales que usan métodos espirituales. ¡Cómo cambiarían nuestras iglesias si los líderes fuesen llenos del Espíritu! Independientemente del talento y del encanto personal, la mente y el corazón seculares no tienen lugar en el liderazgo de la Iglesia.
John Mott - definió así el liderazgo espiritual: Liderazgo en el sentido de rendir máximo servicio; liderazgo en el sentido de la mayor generosidad; en el sentido de estar absortos de modo incondicional en la más grande obra del mundo: edificando el reino de nuestro Señor Jesucristo.

5. ¿Puede usted llegar a ser un líder Espiritual?

Debemos recordar que cuando Jesús seleccionó líderes, hizo caso omiso a todas las ideas populares de su tiempo (y del nuestro) acerca de qué clase de persona sería idónea para la tarea. Sus discípulos eran gente del vulgo, sin ninguna influencia; fue grupo heterogéneo el que Él uso para cambiar al mundo.
Cualquier campaña para lograr cambios hoy tendría un elenco de directores y consejeros sobresalientes. En el grupo de Jesús, ¿dónde estaba el estadista, el financiero, el atleta, el profesor sobresaliente, o el clérigo aclamado? Al contrario, Jesús buscaba la clase de persona más humilde, no corrompida por la sofisticación de la época. Jesús escogía personas de las filas de obreros, no del clérigo profesional. Jesús escogió personas con poca educación, pero que pronto desplegaron una aptitud extraordinaria. Vio en ellas algo que nadie más veía, y bajo su mano diestra emergieron como líderes que sacudirían al mundo. A los talentos latentes de ellos se les añadió ferviente devoción y furiosa lealtad, pulidas en la escuela de los fracasos y la fatiga.
Las cualidades de liderazgo naturales son importantes. Muy a menudo estas pericias yacen dormidas y no descubiertas. Si miramos con cuidado podemos detectar el potencial de liderazgo en nosotros. Y si lo tenemos, deberíamos adiestrarlo y usarlo para la obra de Cristo.
Aquí se dan algunas formas para investigar su potencial:
¿Ha dejado algun mal hábito alguna vez? Para poder guiar a otros, usted debe dominar sus apetitos.
¿Mantiene su autocontrol cuando las cosas van mal? El líder que pierde el control en la adversidad pierde respeto e influencia. Un líder debe mostrar calma en la crisis y adaptabilidad en la desilusión.
¿Piensa de modo independiente? Un líder debe usar las mejores ideas de los otros para tomar decisiones. Un líder no puede esperar que los demás se decidan .
¿Puede manejar la crítica? ¿Puede sacarle ventaja? La persona humilde siempre puede aprender algo de la crítica trivial, aun de la maliciosa.
¿Puede cambiar la desilusión en una nueva oportunidad creativa?
¿Puede conseguir fácilmente la cooperación de otros y ganar el respeto y la confianza de ellos?
¿Puede ejercer disciplina sin desplegar su poder para usos coercitivos? El verdadero liderazgo es una cualidad interna del espíritu y no necesita mostrar fuerza externa.
¿Es usted un pacificador? Un líder debe poder reconciliar a los oponentes y hacer la paz donde los argumentos hayan creado hostilidad.
¿Confía la gente en usted cuando hay situaciones difíciles y delicadas?
¿Puede inducir a las personas a que se sientan contentas de hacer algo legítimo que normalmente no desearían hacer?
¿Puede aceptar oposición a su punto de vista o decisión sin ofenderse? Los líderes siempre enfrentan oposición.
¿Puede ganar y conservar amigos? Su círculo de amigos leales es un índice de su potencial de liderazgo.
¿Depende de la alabanza de otros para poder continuar?
¿Puede permanecer firme ante la falta de aprobación y aun la pérdida momentánea de confianza?
¿Se siente tranquilo en presencia de extraños? ¿Se pone nervioso en la presencia de su superior?
¿Se sienten generalmente relajadas las personas que son responsables ante usted? Un líder debe ser compasivo y amistoso.
¿Está interesado en la gente? ¿De todos los tipos? ¿De todas las razas? ¿Sin prejuicio?
¿Tiene usted tacto? ¿Puede anticipar la forma en que sus palabras afectarán a una persona?
¿Tiene una voluntad fuerte y constante? Los líderes no pueden vacilar ni dejarse llevar por el viento.
¿Puede perdonar? ¿O abriga resentimiento y alberga malos sentimientos hacia los que lo han ofendido?
¿Es razonablemente optimista? El pesimismo y el liderazgo no se mezclan.
¿Siente una pasión como la de Pablo, que dijo: «Pero una cosa hago». Dicha singularidad de motivo enfocará sus energías y poderes en el objetivo deseado. Los líderes necesitan un fuerte enfoque.
¿Recibe con agrado la responsabilidad?
La forma en que manejamos las relaciones nos dice mucho de nuestro potencial de liderazgo. R. E. Thompson sugiere estas pruebas:
¿Le molestan o desafían los fracasos de los demás?
¿Usa o cultiva a las personas?
¿Dirige o desarrolla a la gente?
¿Critica o motiva?
¿Trata de esquivar o de encontrar a la persona que tiene una necesidad o problema especial?
Estas pruebas no significan mucho a menos que actuemos para corregir nuestras deficiencias y llenar los vacíos de nuestro adiestramiento. Quizá la prueba final del potencial de liderazgo es si usted decide hacer algo o no con los resultados. ¿Por qué no toma algunos de los puntos de debilidad y fracaso de los que es consciente y, en cooperación con el Espíritu Santo, que es el Espíritu de disciplina - se concentra en fortalecer dichas áreas de debilidad y corrige las faltas?
Las cualidades deseables en un líder estaban presentes en toda su plenitud en el carácter de nuestro Señor. Cada cristiano debería hacer que su oración constante sea que dichas cualidades puedan incorporarse en su propia personalidad.
El agregar potencial de liderazgo a nuestras vidas generalmente requiere que nos desprendamos de los elementos negativos que nos atan:
Si somos demasiado sensibles cuando nos critican y nos apresuramos a defendernos, debemos abandonar esa actitud.
Si justificamos nuestro fracaso y tratamos de culpar a otros o a las circunstancias, debemos cambiar de actitud.
Si somos intolerantes o inflexibles de forma que la personas creativas que nos rodean se sientan restringidas, debemos abandonar esa actitud.
Si nos perturba algo que sea menos que la santificación de nosotros mismos y los demás, debemos quitarnos eso. El perfeccionista establece metas más allá de su alcance y luego se hunde en una sensación de culpabilidad falsa cuando fracasa. Nuestro mundo es imperfecto, y no podemos esperar lo imposible. El establecer metas modestas y realistas ayudará a que el perfeccionista lidie con un problema sin desalentarse.
Si no puede guardar un secreto, no trate de ser un líder.
Si no puede ceder en un punto de vista cuando las ideas de alguna otra persona son mejores, ahórrese la frustración del fracaso en el liderazgo.
Si quiere mantener una imagen de infalibilidad, trate de encontrar otra cosa que hacer aparte de ocuparse de guiar a las personas.

6. DISCERNIMIENTO DE PABLO SOBRE EL LIDERAZGO

1 Timoteo 3:2–7 RVR60
Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad(pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.
El apóstol Pablo personificaba principios de liderazgo que también describió en sus cartas. Es una ironía que Dios haya seleccionado a uno de los oponentes más grandes del cristianismo primitivo y lo haya hecho su líder más sobresaliente. Pablo estaba capacitado de modo singular para el importante papel que Dios lo llamó a desempeñar.
Un paralelo actual de este hombre asombroso sería alguien que pudiera hablar en chino en Beijing, citando a Confucio y Mencio; escribir teología con argumentos sólidos, y enseñarla en Oxford; y defender su causa hablando un ruso impecable ante la Academia de Ciencias en la Unión Soviética. Pablo era uno de los líderes más versátiles que la Iglesia ha conocido.
Su versatilidad se hace aparente en la soltura con que se adaptaba a los diferentes públicos. Pablo podía disertar ante estadistas y soldados, adultos y niños, reyes y oficiales de la nobleza. Se sentía cómodo discutiendo con filósofos, teólogos y adoradores de ídolos paganos.
Pablo poseía una comprensión extraordinaria del Antiguo Testamento. Estudió bajo la tutela del influyente rabino Gamaliel, y como estudiante Pablo era el más sobresaliente. Su propio testimonio registra que: « ... en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres» (Gá. 1:14).
Pablo era un líder natural bajo cualquier norma, y se volvió un gran líder espiritual cuando Jesucristo capturó su mente y corazón.
Pablo tenía una ambición cristocéntrica ilimitada. Su amor supremo por Cristo, junto con la obligación de compartir su evangelio, eran sus mas grandes motivaciones (Ro. 1:14; 2 Co. 5:14). Su auténtica pasión misionera le ayudó a pasar por encima de todas las barreras culturales y raciales. Su preocupación eran todas las personas. La riqueza o pobreza, la condición social o intelecto de una persona, no influían la preocupación que Pablo tenía por ella.
Además de su propia educación y experiencias, Pablo gozaba de la iluminación e inspiración del Espíritu Santo. Las cualidades de liderazgo que Pablo enseñó son tan pertinentes ahora como lo fueron durante el primer siglo de la era cristiana. No nos atreveríamos a descartarlas como anticuadas ni considerarlas de modo negligente como meras opciones.
En 1 Timoteo explica de forma clara cuáles son los requisitos para el liderazgo espiritual.
A. REQUISITOS SOCIALES
Con respecto a las relaciones dentro de la iglesia, el líder debe ser irreprensible. Los detractores no deben tener razón alguna para quejarse. Todas las quejas que se profieran contra él deben fracasar, porque su vida no debe proveer fundamento alguno para reproches ni acusaciones de maldad de ninguna clase. Su adversario no puede hallar una brecha para una campaña de calumnia, diseminación de rumores o chismes.
Con respecto a las relaciones fuera de la iglesia, el líder espiritual debe gozar de buena reputación. Los de afuera de la iglesia pueden ver con claridad cuando nuestras vidas dan un testimonio pobre. No podemos albergar la esperanza de guiar a la gente a Cristo cuando nuestras vidas son ejemplos de tales contradicciones. Cuando un líder cristiano, vive un vida santa y gozosa frente a los incrédulos, éstos desean cultivar una experiencia similar. El carácter del líder debe inspirar respeto al incrédulo, inspirarle confianza y despertar su inspiración. El ejemplo es mucho más poderoso que el precepto.
B. REQUISITOS MORALES
Los principios morales que son comunes a la vida cristiana están bajo un ataque sutil constante, y ningún otro es más atacado que la fidelidad sexual. El líder cristiano debe ser irreprensible en este aspecto vital y a menudo impopular. La norma bíblica es la fidelidad en el matrimonio. El líder espiritual debe ser un hombre de moralidad impecable.
El líder espiritual debe ser templado, no adicto al alcohol. La bebida alcohólica es una desgracia en todas partes, y mucho más cuando captura a un cristiano. El líder no puede permitirse el lujo de una indulgencia secreta que pudiera socavar su testimonio público.
C. REQUISITOS MENTALES
Un líder debe ser prudente, una persona con discernimiento. Este principio describe «el estado mental bien equilibrado que resulta del refrenamiento habitual de sí mismo», el carácter interior que viene de la autodisciplina diaria. Los antiguos griegos, que valoraban esta cualidad, la describían como una mente disciplinada que no se dejaba influir por impulsos repentinos ni tomaba medidas extremas.
Por ejemplo, para los griegos el coraje era el «justo medio» entre la imprudencia y la timidez; la pureza era el punto medio entre la mojigatería y la inmoralidad. De igual modo, el líder cristiano que posee una mente sana tiene control de todas las partes de su personalidad, costumbres y pasiones.
Con respecto al comportamiento, el líder debe ser respetable. Una vida bien ordenada es el fruto de una mente bien ordenada. La vida del cristiano debe reflejar la belleza y el sentido de orden que viene de Dios.
El líder también debe estar dispuesto a enseñar y ser capaz de hacerlo. En un líder debe verse este deseo, esta chispa. Esto crea oportunidades para ayudar a otros a que entiendan el significado de la vida espiritual. El líder siente el gozo del Espíritu y quiere que otros también conozcan a Dios. Además, la responsabilidad del líder de enseñar a los que están bajo su cuidado debe ir apoyada por una vida intachable.
Enseñar es trabajo arduo, y hacerlo bien requiere tiempo, preparación, estudio y oración.
D. REQUISITOS DE PERSONALIDAD
Si usted prefiere entablar una pelea en vez de resolver un problema, ni siquiera piense en ser líder de la iglesia. El líder cristiano debe ser afable y apacible, no un amante de la controversia. El líder debe ser considerado en sus actividades, no meramente pasivo y por cierto no introvertido, sino de una disposición conciliadora, que busque siempre una solución pacífica, y sea capaz de disolver una situación explosiva.
El líder también debe mostrarse hospitalario. Este ministerio nunca debería verse como una imposición incómoda, sino más bien como algo que ofrece el privilegio de servicio. «debe ser un hombre que alegremente y en todo momento recibe en su casa a los siervos de Dios.»
La codicia y su hermana gemela, el amor al dinero, descalifican a la persona para el liderazgo. La recompensa financiera no puede entrar en la mente de un líder en el ejercicio del ministerio. El líder debe estar dispuesto a aceptar un nombramiento con remuneración baja lo mismo que con remuneración alta.
E. REQUISITOS DOMÉSTICOS
El líder cristiano casado debe demostrar la capacidad de ser una persona «que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad» (1 Ti. 3:4). No podemos aceptar la imagen de un patriarca severo, que nunca sonríe, que es inmune a la risa e insensible a las emociones. Sin embargo, Pablo recomienda un hogar bien ordenado, donde el respeto mútuo y la armonía sustentadora sean las notas clave. El fracaso en mantener un hogar en orden ha impedido que muchos pastores y misioneros alcancen la plenitud de su potencial.
Para lograr dicha meta, una esposa debe compartir plenamente las aspiraciones espirituales del líder y estar dispuesta a unirse en los sacrificios que sean necesarios. Muchos líderes de talento han perdido la oportunidad de desempeñar un alto cargo y desarrollar eficacia espíritu al debido a una esposa que no coopera con ellos.
Sin una disciplina bondadosa y feliz en el hogar, ¿puede esperarse que un obrero cristiano dirija un ministerio? ¿Puede ofrecerse hospitalidad si no se restringe el mal comportamiento de los hijos? ¿Puede un ministerio a las otras familias considerarse eficaz si la familia responsable está en desorden?
Aunque un líder esté dedicado a la iglesia y su misión, no debe descuidar a su familia, la cual es su responsabilidad principal y personal. El desempeño de un cargo en el reino de Dios no nos excusa del otro. Siempre hay tiempo para todas las obligaciones legítimas. Pablo infiere que la capacidad de una persona para administrar en la casa es una fuerte evidencia de su aptitud para guiar en el ministerio.
F. MADUREZ
La madurez espiritual es imprescindible para el liderazgo. No debería instarse al liderazgo a ningún neófito o recién convertido. Una planta necesita tiempo para echar raíces y madurar, y el proceso no puede apurarse. La semilla tiene que echar raíces hacia abajo antes de poder llevar fruto hacia arriba. J. A. Bengel dice que los novicios generalmente tienen <<una abundancia de [follaje]» y que «todavía no han sido podados por la cruz». En 1 Timoteo 3:10, al referirse a los requisitos para los diáconos, Pablo exhorta: «Y éstos también sean sometidos a prueba primero.~..»
La iglesia de Efeso ya tenía diez años cuando a Timoteo lo asignaron como su pastor. Esta iglesia tenía una galaxia de maestros dotados de talento, por lo que había muchos hombres de madura experiencia en la congregación . Por eso Pablo insistió en que el nuevo pastor fuese maduro, no de la misma edad que los otros, sino espiritualmente arraigado y fructífero. Pablo no insistía en la madurez como un requisito para guiar a la iglesia que recién se había establecido en Creta (Tit. 1:5-9), donde todavía no había miembros maduros. En las primeras etapas de edificación de una iglesia, no se puede insistir en que todos tengan la madurez necesaria, pero debería cuidarse mucho de que los que desarrollan la obra sean de carácter estable, tengan perspectiva espiritual y no ambicionen los cargos.
Pablo advierte que a una persona que no esté preparada para el liderazgo, no se la debe empujar al ministerio, «... no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo» (1 Ti. 3:6). Un recién convertido todavía no posee la estabilidad espiritual que es imprescindible para poder guiar con sabiduría a las personas. No es sabio asignar cargos clave demasiado pronto, aun a los que han manifestado poseer talentos prometedores, porque eso los puede arruinar. La historia de la Iglesia y su misión está llena de ejemplos de líderes fracasados, a quienes se los designó demasiado pronto. Un neófito, a quien se lo coloca de golpe en un cargo de autoridad, corre el peligro de volverse engreído. En cambio, al convertido de buen potencial se le debe dar una oportunidad cada vez más amplia para que preste servicio en tareas más humildes y menos prominentes que desarrollen tanto los talentos naturales como los espirituales. Deberá evitarse que lo promuevan demasiado rápido, para que no se enorgullezca. Tampoco deberían refrenarlo, para que no se desaliente.
Pablo no designó ancianos en todas las iglesias durante su primer viaje misionero. A veces esperó hasta una visita posterior, cuando ya estuvo conforme con las cuestiones respecto al desarrollo espiritual (Hch. 14:23). Timoteo se convirtió durante el primer viaje de Pablo, pero no fue ordenado pastor hasta el segundo viaje.
Dietrich Bonhoeffer escribió: «La marca de un hombre maduro, al compararlo con un joven imberbe, es que encuentra su centro de gravedad dondequiera que casualmente se encuentre en ese momento, y no importa cuánto ansíe lograr el objeto de su deseo, ello no podrá impedir que se quede en su puesto y haga su trabajo.» Eso es exactamente lo que un nuevo convertido encuentra difícil hacer. Es una característica que acompaña a una creciente madurez y estabilidad.
La madurez se manifiesta en un magnánimo espíritu y una amplia visión. El encuentro que Pablo tuvo con Cristo lo transformó de un fanático de mentalidad estrecha en un líder incondicional. El Cristo que pasó a morar en su interior, agrandó su pasión por las otras personas, amplió su punto de vista del mundo, y profundizó sus convicciones.
La importancia de los requisitos mencionados para el liderazgo en la iglesia cristiana hasta se reconoce en los círculos seculares. Onosander el pagano describió al comandante de campaña ideal con estas palabras: «Debe tener un prudente dominio de sí mismo, ser sobrio, frugal, perseverante en el trabajo, inteligente, sin amor por el dinero, ni joven ni viejo, si es posible el padre de una familia, capaz de hablar de modo competente, y de buena reputación.»
Si el mundo exige tales normas de sus líderes, la Iglesia del Dios viviente debería seleccionar a sus líderes con un cuidado aún mayor.
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