DEL LAMENTO AL GOZO
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INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
El planeta tierra puede parecer maravilloso si se observa desde un satélite, pero para quienes vivimos en este mundo y estamos desde acá abajo, las cosas están bastante complicadas y pueden verse bastante tristes.
Con todo lo que está pasando nuestro planeta se cubrio de sombras amenazadoras y los que habitamos en él sufrimos las consecuencias.
Cada día que pasa, nuestro mundo se convierte en una esfera peligrosa, como si fuera una bomba de tiempo, cuya corta mecha está lista para explotar.
No es de sorprender que la gente consciente de esas realidades se pregunte: “¿Por qué tanta opresión? ¿Por qué tanta injusticia? ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué sufren los justos? ¿Por qué Dios no hace algo al respecto? ¿Por qué Dios no pone fin al caos? ¿Por qué, por qué, por qué?”
Estas preguntas inquietantes no son nuevas. Siglos antes de que Cristo visitara nuestro planeta, un antiguo profeta, al ver la violencia a su alrededor y la corrupción que imperaba en el mundo, preguntó a Dios: ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia?… ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él?.
El profeta no sólo preguntó el porqué de los males que aquejaban a la humanidad, sino que también recibió respuesta a sus inquietudes.
Las respuestas que le dio el Creador del universo, se registran cuidadosamente en este breve libro.
Habacuc es un libro singular. A diferencia de otros profetas que proclamaron el mensaje de Dios a su pueblo, Habacuc dialogó con Dios acerca de la humanidad.
El siempre presente “¿por qué?” encuentra la mejor respuesta en el eterno “quién”.
Mientras que mirar alrededor produce terror, mirar hacia arriba, produce confianza.
Las quejas y temores del profeta se disiparon, transformándose en seguridad y fe. Este es el corazón del mensaje de Habacuc: “mas el justo por su fe vivirá” (2:4).
El Señor omnipotente es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas. Al director musical. Sobre instrumentos de cuerda.
Si hacemos del Señor nuestra fuerza, nuestra agilidad y nuestro caminar, no importa lo que pueda pasar alrededor nuestro, siempre nuestro lamento se convertirá en gozo.
Has cambiado mi lamento en baile; Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría.
MI FUERZA
MI FUERZA
El Señor omnipotente es mi fuerza.
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
Esta fuerza es para pelear y vencer…!
Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Pero el Señor es fiel, y él los fortalecerá y los protegerá del maligno.
Perseguí a mis enemigos, les di alcance, y no retrocedí hasta verlos aniquilados.
Los aplasté. Ya no pudieron levantarse. ¡Cayeron debajo de mis pies!
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
MI AGILIDAD
MI AGILIDAD
ÉL da a mis pies la agilidad de una gacela.
»Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.
Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma.
Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.»
Muchas veces estamos cansados y agobiados porque estamos llevando una carga que no tenemos que llever… Nos cargamos con las cosas que hacen o dicen los demas, nos cargamos con los problemas familiares, economicos, laborales, etc.
La carga que el Señor nos pone, que es mas fácil de llevar y mas ligera, no es nada más ni nada menos que la carga del amor.
El amor es el arma que corta las ligaduras del yugo que nos mantiene bajo el peso del resentimiento, la amargura, el miedo, etc.
—“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”—le respondió Jesús—.
Éste es el primero y el más importante de los mandamientos.
El segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.”
De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.
San Aguistín dijo: Ama y haz lo que quieras…!
MI CAMINAR
MI CAMINAR
Él me hace caminar por las alturas.
Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo.
Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios.
Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra,
pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios.
debemos ubicarnos, dónde estamos parados… no estamos acá.
Estamos en el mundo pero no somos de este mucho
Nuestra ciudadania esta en los cielos.
En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN:
CONCLUSIÓN:
Al director musical. Sobre instrumentos de cuerda.
M. Henry «Los que, cuando se sentían llenos, se regocijaban en Dios por todo, cuando se sienten vacíos se pueden regocijar por todo en Dios y, sentados sobre un montón de ruinas, cantar alabanzas a la gloria de Dios.
Ésta es la base principal de nuestro gozo en el Señor, que Él es el Dios de nuestra eterna salvación y, al ser así, podemos regocijarnos en Él en medio de nuestros mayores conflictos, puesto que esos conflictos no pueden impedir nuestra salvación, sino, por el contrario, ayudar a ella y promoverla.
El gozo en Dios nunca está fuera de tiempo ni lugar, más aún, nunca está en mejor punto que cuando en el mundo nos encontramos con pérdidas y dificultades, pues es entonces cuando se muestra que nuestro corazón no está puesto en las cosas de este mundo, ni ligada a ellas nuestra felicidad.
El que es el Dios de nuestra salvación en el mundo de arriba, será nuestra fuerza en este mundo de abajo, para llevarnos allá en nuestro caminar y ayudarnos a remontar las dificultades y la oposición que nos salgan al encuentro en nuestro viaje.
Por eso, el profeta, que había comenzado su oración con temor y temblor, la concluye con gozo triunfal, puesto que, para un alma buena, la oración es el alivio del corazón.
Comenzó con Sigyonoth (tonos menores), tonos de lamentación, y termina con Neguinoth (Tonos mayores), instrumentos de cuerda, de fiesta.
Quien está afligido y ha orado correctamente, puede entonces sentirse tan cómodo, y estar tan alegre como para entonar salmos».
El Señor es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría, y con cánticos le daré gracias.