Hermeneutica curso Ib101
Hermeneutica curso Ib101
en 2 Timoteo 3:16–17:
Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra (LBLA).
Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra (NVI).
La palabra griega clave que Pablo utiliza en el versículo 16 es theopneustos. Como vemos, los traductores de las principales versiones en español han traducido esta palabra como «inspirada», (LBLA, NVI). El término theopneustos significa literalmente «exhalada por Dios», que es la traducción que ha escogido la NIV (New International Version). Este versículo nos dice mucho acerca del modo en que se elaboraron las Escrituras. El origen de la acción es Dios, y el método se describe con la expresión, «exhalada por Dios». El ámbito de la inspiración se extiende a toda la Escritura. Cuando Pablo habla de «toda la Escritura» tiene sin duda en mente todos los libros canónicos del Antiguo Testamento, y su concepto se extiende también a todos los versículos de esos libros. Además, en el tiempo en que Pablo escribió 2 Timoteo, probablemente la Iglesia había ya comenzado a aplicar la palabra «Escritura» también a aquellos escritos del Nuevo Testamento que se habían terminado y circulaban por las iglesias.
Obsérvese también que son las Escrituras las que se califican de inspiradas, no los autores. Esta es una distinción importante. En ocasiones, el término inspiración se utiliza para referirse a algo que le sucedió al autor de un texto. En este versículo Pablo declara que, lo que ha sido inspirado por Dios y tiene, por tanto, un valor infinito para quienes deseamos seguir a Cristo, es el producto escrito final.
Otro versículo fundamental es 2 Pedro 1:20–21:
Ante todo, tened muy presente que ninguna profecía de la Escritura surge de la interpretación particular de nadie. Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo.
Este versículo subraya también el origen divino de las Escrituras. ¿De qué manera participaron en el proceso los autores humanos? Fueron «impulsados» por el Espíritu Santo. La palabra griega que se utiliza aquí denota a menudo el impulso que un velero recibe por parte del viento.
Por tanto, en el texto bíblico se describe la inspiración como un proceso en el que los autores humanos son «impulsados» por el Espíritu Santo para producir un documento «exhalado por Dios». De modo que, en dicho proceso participan unos autores humanos, el Espíritu Santo, y el producto final (la Biblia) es inspirado por Dios.
Las implicaciones de una Biblia inspirada son inmensas. Probablemente, tú mismo no estarías leyendo este libro si no creyeras en la inspiración de la Biblia y, ciertamente, nosotros no nos habríamos tomado la molestia de escribirlo. Lo que hace de la inspiración algo tan especial es que le da al texto bíblico la misma autoridad sobre nuestra vida que tendrían las palabras habladas directamente por Dios. Nuestra meta en la vida debería ser entenderle correctamente, buscando en el texto bíblico el significado que Él ha dado a sus palabras (no el que nosotros nos imaginamos o el que nos gustaría que tuviesen).
INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA. Una de las primeras ciencias que debe conocer quien quiera estudiar la Biblia es la Hermenéutica, o interpretación bíblica. La «hermenéutica», del griego hermenevein, es el «arte de interpretar los textos», y precede a la exégesis. Tiene por objeto comprender, dentro de lo posible, el proceso por el cual el autor (en nuestro caso los hagiógrafos) compuso su texto y hacerlo comprensible al lector moderno. El mismo apóstol Pedro, hablando de las Escrituras, dice que «hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras (las del Antiguo), para perdición de sí mismos» (2 P. 3:16). El Espíritu Santo es el primer intérprete de las Escrituras y asiste a los creyentes para que las entiendan y las apliquen a sus vidas, pero es preciso recordar que las variadas circunstancias que concurrieron en la producción del maravilloso libro requieren de los expositores un estudio detenido y siempre «conforme a ciencia» y a principios hermenéuticos.
La interpretación bíblica tiene una doble vertiente: 1) El problema del lenguaje, que comprende el estudio del texto, y 2) el significado del Mensaje. El descubrimiento del verdadero significado de todas las palabras y términos de un pasaje bíblico es el principio de la interpretación. Se requiere una interpretación del lenguaje, y ello encierra diferentes disciplinas, como la crítica textual, que está al alcance solamente de los especialistas y traductores, pues libros tan antiguos, raros y difíciles no es extraño que se hayan copiado muchísimas veces, y en ocasiones con variantes de un pasaje determinado que necesariamente debe ser esclarecido siguiendo reglas precisas que se aplican a los manuscritos más fieles. El texto de la Biblia ha sido fijado con gran exactitud en nuestros días gracias al paciente análisis de famosos estudiosos.
Los eruditos de la Biblia hacen una diferencia necesaria entre lo que ellos llaman la exégesis y eiségesis. Exégesis significa explicar lo que la Escritura dice. La palabra viene del griego y significa “guiar fuera de”. La clave de la exégesis se encuentra en el prefijo “ex” el cual significa “de” o “fuera de”. Hacer exégesis de la Escritura es extraerle a las palabras su significado, ni más ni menos. Por otra parte, eiségesis tiene la misma raíz pero el prefijo es diferente. El prefijo “eis” también viene del griego y significa “adentro”. Por lo tanto eiségesis implica leer dentro de un texto algo que no está allí. La exégesis es una empresa objetiva. La eiségesis implica un ejercicio de subjetivismo.
Los puntos de vista privados deben ser evaluados a la luz de la evidencia y la opinión externa, porque llegamos a la Biblia con exceso de equipaje. Nadie sobre la faz de esta tierra tiene un entendimiento puro de la Escritura. Todos tenemos algunos puntos de vista y mantenemos algunas ideas que no son de Dios. Tal vez si supiéramos exactamente cuáles de nuestros puntos de vista son contrarios a las ideas de Dios, los abandonaríamos. Pero el seleccionarlos es muy difícil. Por tanto, nuestros puntos de vista necesitan la tabla de armonía y el acero templado de la investigación y la experiencia de otras personas.
Determinando lo que quería decir el autor
Nuestras presuposiciones acerca de la intención del autor afectarán al acercamiento de nuestro estudio. Recuerda que antes hemos definido el significado, como aquello que el autor desea transmitir por medio de sus signos. Los signos a los que nos hemos referido son las convenciones del lenguaje: la Sintaxis, la Gramática, los significados de las palabras, etcétera. El autor utilizó estos signos para comunicarnos su mensaje. Nuestra meta es utilizar los signos como indicadores de lo que el autor quiere transmitir. Los contextos, tanto el literario como el histórico y el cultural, son también buenos indicadores de lo que tales signos significaban para el autor.
Recordemos que el significado está vinculado al contexto y no está únicamente determinado por la Gramática y las definiciones del diccionario. Es decir, no podemos sencillamente consultar el sentido de las palabras en el diccionario y los detalles de la Gramática en los manuales y determinar con estos datos el significado del texto. Éste está estrechamente vinculado con aquel que consignó los signos y con el contexto en que lo hizo. Supongamos, por ejemplo, que le preguntamos a un niño de cinco años qué hay bajo el capó del coche de su padre o de su madre. La mayoría de los niños de cinco años saben que lo que hay debajo del capó es el motor. Sin embargo, ¿qué es lo que el término «motor» trae a la mente del niño? Probablemente el crío utiliza esta palabra para significar algo grande, y un tanto misterioso que hace que el coche se mueva. No podemos determinar el significado que tiene la palabra «motor» en boca del niño buscándola en un diccionario. Por otra parte, si le preguntamos a un mecánico lo que oculta el capó del mismo coche, es posible que su respuesta sea también el motor», no obstante lo que él visualiza es un motor TDI de 1,9 l. de cilindrada y 131 CV (96 kW), unido a una caja de cambios manual de seis velocidades. Su utilización del término motor no connota algo misterioso. Entenderíamos erróneamente lo que quiere decir el niño si utilizáramos la definición de motor que hace el mecánico para interpretar su afirmación y viceversa. Para que pueda haber una interpretación (comunicación) adecuada, hemos de preguntarnos lo que el autor quiere expresar con la palabra que utiliza.
Encontramos otro ejemplo de esto, en la divertida anécdota que un evangelista africano de Liberia le contó a Danny. El hermano en cuestión estaba de visita por los Estados Unidos donde tenía que predicar en varias iglesias de todo el país. Un domingo por la noche, cuando se dirigía a una de estas iglesias en el estado de Tennessee, estuvo reflexionando acerca de lo hermosa que era la enorme luna llena de aquella noche de verano. Más tarde en la introducción de su mensaje, comentó a su audiencia lo mucho que había disfrutado de la moonshine (moon «luna» y shine «resplandor». N. del T.) que tenían en aquella parte del país. Daba por sentado que si en inglés sunshine denotaba la luz del sol, seguro que podía hablarse de moonshine para aludir al resplandor lunar de la noche. ¡Un error muy fácil de cometer! Sin duda, más de uno se estuvo riendo por lo bajini.
Esta anécdota nos ofrece una buena ilustración acerca del propósito y significado del autor. El término moonshine se usa para aludir a un fuerte licor destilado en las casas. Fuera de contexto, aquellas palabras del evangelista podían interpretarse como una declaración de que le encantaba la bebida alcohólica en cuestión. ¿Pero es realmente esto lo que quería decir? Evidentemente no. Si examinamos las características del autor y el contexto —un evangelista africano que se expresa en inglés como segunda lengua, predicando en los Estados Unidos en una noche de luna llena— el significado se hace obvio. Por otra parte, y teniendo en cuenta el contexto, todos los presentes aquella noche entendieron lo que quería decir. No obstante, si no consideramos las palabras del evangelista como un vehículo de comunicación y si pemitimos que su afirmación aparezca como un texto independiente, susceptible de ser interpretado por lectores desvinculados del contexto en que se hizo la afirmación, entonces es muy poco probable que entendamos el significado que el autor quiso dar al término moonshine. En nuestro estudio de la Escritura, es importante recordar que el significado está determinado por el propósito del autor.
Los escritores no siempre son capaces de expresar exactamente lo que quieren decir. El lenguaje tiene sus limitaciones, y algunas cosas, como por ejemplo los sentimientos, son muy difíciles de transmitir correctamente. De hecho, tal limitación es el fundamento de uno de los argumentos que se presentan en contra del acercamiento interpretativo de la intención del autor. No obstante, hay una enorme variedad de realidades, entre las que se cuentan muchos sentimientos, que son fáciles de compartir con los demás, y generalmente utilizamos el lenguaje para expresar tales conceptos y sentimientos. No es un medio de comunicación perfecto, pero sí suficientemente efectivo. Tanto el que habla como el que escucha (escritor y lector) se dan cuenta por regla general de las limitaciones del lenguaje y, donde se establece una buena comunicación, tanto el uno como el otro se esfuerzan por superar las limitaciones. Nuestros idiomas son complejos precisamente porque se hace necesario expresar toda una serie de complicados matices del modo más claro posible. La Gramática, la Sintaxis, y el sentido de las palabras nos sirven para transmitir a los demás lo que queremos comunicar. Para este propósito utilizamos también figuras retóricas, expresiones, citas directas, y muchos otros recursos literarios.
Los autores de la Biblia (tanto los humanos como el divino) han codificado, asimismo, el significado que querían comunicar mediante las convenciones normales del idioma que utilizaron. Así, se sirvieron de la Gramática, la Sintaxis, los significados de las palabras, el contexto literario, el contexto histórico, y muchos otros recursos literarios para comunicarnos el mensaje de Dios. Esta es la razón por la que hemos invertido tanto tiempo en la Sección 1 subrayando la importancia de aprender a leer cuidadosamente, y a observar, observar y observar. Si el significado de los textos está en nosotros —o sea, si somos nosotros quienes creamos el significado— puede entonces bastar con una lectura y estudio superficiales. No obstante, como hemos explicado antes, por lo que al texto bíblico se refiere, éste no es el caso. El significado se nos comunica a través del texto.
En otras palabras, Dios ha obrado a través de autores humanos para transmitirnos su mensaje por medio de las convenciones del lenguaje. En ocasiones, el significado es simple y claro; otras es complejo o sutil. Lo encontraremos cuando profundicemos en el texto en un espíritu de oración y busquemos con diligencia el significado que Dios le ha dado.
Conclusión
Nuestro acercamiento a la interpretación de la Biblia se centra en la intención del autor, no en la respuesta del lector. Dios se ha comunicado con nosotros mediante las Escrituras. Se ha expresado por medio de autores humanos a fin de transmitirnos su mensaje a través del texto bíblico. En tanto que lectores, no somos nosotros quienes creamos el significado; nuestro papel es más bien, procurar encontrar el significado que ya ha dado al texto el autor (tanto el divino como el humano). Esta es la razón por la que es tan importante leer cuidadosamente el texto y analizar el contexto, el trasfondo histórico, las palabras, las traducciones, y el género literario. Estos son los elementos con los que hemos de vérnoslas si queremos entender el sentido que el autor quería dar a sus palabras.