3 clase de Juan
2:1-17 ANDAD EN LA LUZ
INTRODUCCIÓN:
V.1 “QUERIDOS HIJOS MIOS, OS ESCRIBO ESTO PARA QUE NO PEQUEIS”
V.2 “El es el sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino también por los pecados de todo el mundo."
Consideraciones prácticas acerca de 2:1–2
El domingo durante el culto tú cantas las palabras de los himnos y de los salmos, y en compañía de tus hermanos de la iglesia recitas las palabras del Credo Apostólico. Pero durante la semana caes en pecado.
¿Cómo sabes entonces que eres un cristiano? En tus momentos de mayor debilidad la duda y la incertidumbre entran en tu mente y te preguntas si realmente eres miembro de la familia de los creyentes. Cuando has pecado, oyes la voz de Satanás acusándote ante Dios y diciéndole a él que de ninguna manera puedes ser uno de sus hijos. Además, la comunidad cristiana se entristece por tu pecado, y el mundo se cuestiona tu sinceridad cristiana. A causa de tu pecado, aunque oigas las palabras del himno: “En Jesucristo, el Rey de paz …”, las mismas carecen de significado para ti. Te falta la certidumbre de la salvación.
A los cristianos a quienes les falta certeza, Juan les escribe el siguiente mensaje de consuelo y confianza: “Si alguno peca, tenemos a uno que habla ante el Padre en defensa nuestra—Jesucristo, el Justo” (2:1). Jesús es su ayudador. El murió por los pecadores y los representa como abogado defensor ante el estrado judicial de Dios. Y en base a su muerte él reclama un veredicto de inocencia.
Jesús ha cumplido las demandas de Dios. Ha derrotado a Satanás y silenciado sus acusaciones. Cuando los creyentes vienen a él en oración y piden perdón, Jesús les ofrece una salvación gratuita y plena. El escritor de Hebreos da el siguiente testimonio: “Porque, ciertamente, no es a ángeles a quienes él ayuda, sino a los descendientes [espirituales] de Abraham. A causa de esto, él tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo, para poder llegar a ser un misericordioso y fiel sacerdote al servicio de Dios, y para poder expiar los pecados del pueblo” (2:16–17).
¿Cómo sé que soy cristiano? Cuando acepto el testimonio de Jesús de que él ha muerto por mí y me ha limpiado de todos mis pecados, entonces “conozco a aquel en quien he creído” (2 Ti. 1:12). Y entonces movido por el agradecimiento, estoy listo y dispuesto a obedecer sus mandamientos y a hacer su voluntad.
V.3 “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos”
V.5 El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él.
V.5a. Pero si alguno obedece su palabra, el amor de Dios ciertamente ha llegado en él a su plenitud.
V.5b Y V.6 por esto sabemos que estamos en él, cuando andamos como el lo hizo
James H. Sammis elocuentemente expresa esta enseñanza en las palabras de su bien conocido himno:
Para andar con Jesús no hay sendero mejor
Que guardar sus mandatos de amor,
Obedientes a él siempre habremos de ser,
Y tendremos de Cristo el poder.
Cuando vamos así, ¡cómo brilla la luz
En la senda al andar con Jesús!
Su promesa de estar con los suyos es fiel,
Si obedecen y esperan en él.