LÁZARO 7
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LAZARO 7
LAZARO 7
Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.
EXAMPLE: Los rudimentos de toda religión humana, bien sea judía o gentil, antigua o moderna, incluyen de forma inevitable la idea de obtener la aceptación divina por medio de los esfuerzos propios. En realidad son rudimentarios, porque solo son humanos y nunca se elevan por encima de lo mundano para aspirar a lo divino.
Juan Wesley se graduó con honores de la Universidad de Oxford como clérigo ordenado en la Iglesia de Inglaterra y teólogo ortodoxo. Era muy activo en la realización de obras buenas y prácticas, visitaba con regularidad a los presos y los obreros en Londres, ayudaba a distribuir ropa y comida entre los niños pobres y los huérfanos, etc. Estudiaba la Biblia con diligencia y asistía a numerosos servicios y otras reuniones religiosas todos los domingos y durante la semana. Daba ofrendas generosas a la iglesia y limosnas a los pobres. Oraba y ayunaba además de llevar una vida moral ejemplar. Además pasó varios años como misionero entre los indios americanos en lo que era entonces la colonia británica de Georgia. No obstante, al volver a Inglaterra hizo esta confesión en su diario: “Yo, que fui a Norteamérica para hacer convertir a otros, nunca me había convertido a Dios en toda mi vida”. Después al reflejar en su condición previa a la experiencia de su conversión genuina, dijo: “En aquel entonces tenía la fe de un siervo, pero no la de un hijo”.
Wesley fue incansable en sus intentos de vivir una vida aceptable a Dios, pero siempre supo que algo vital hacía falta. No fue sino hasta que fue “de muy mala gana a una reunión nocturna en la calle Aldersgate”, que descubrió e hizo suya la vida cristiana verdadera. “Tuve en mi corazón una cálida y extraña sensación”, escribió. “Sentí que ahora sí confiaba en Cristo y solo en Cristo para mi salvación. Además me fue dada la seguridad de que Él había perdonado todos mis pecados, sí, míos y de nadie más, y que me había salvado para siempre de la ley del pecado y la muerte”. Así desaparecieron los rudimentos en la vida de Wesley, y su fe renovada le permitió reclamar su ciudadanía celestial.