Cuando somos guiados por su propósito eterno.
Cuando somos guiados por su propósito eterno. En la pasada ocasión les hablábamos acerca de la identidad y decíamos que los conceptos identidad y propósito están estrechamente vinculados. Expresábamos que primeramente Dios te da identidad y luego te da propósito. Ahora definiremos propósito, Propósito, del latín “poner hacia adelante” (o propositum), es la firme determinación de alcanzar algún objetivo, en relación a la intención con la que se realiza una acción. Es un término que indica, por un lado, una finalidad o meta, y por otro implica un compromiso para conseguirla. La palabra propósito es una palabra muy ligada a la palabra identidad, de hecho, van de la mano. Cuando Dios te da identidad, también te da un propósito. Cuando Dios creó a Adán le dio primeramente identidad, pero no lo dejó sin propósito, sino que también le dió un motivo para vivir, esto es, un propósito o una meta que cumplir. Génesis 1:26–28 (RVR60): 26Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. 28Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. De manera que nuestra identidad dice quienes somos; pero nuestro propósito habla de la tarea o asignación que habremos de ejecutar o de lo que Dios nos ha designado que hagamos. Esa identidad que le fue dada al hombre en el Jardín del Edén, por causa del pecado, se perdió y, por tanto, el propósito fue dañado. Por esta razón se hizo necesario que viniera Cristo y, a través de su muerte y resurrección, restaurara la obra inicial que Dios había comenzado en el edén. Y gracias a esa restauración podemos disfrutar de mejores promesas y mejor pacto; donde no solamente nos fue restaurada la identidad que perdió Adán, sino que además hemos sido hechos participantes de su naturaleza divina. ¿No es esto glorioso? Que en el hecho de restaurar lo que se había perdido, se nos ha dado mucho más de lo que se había perdido originalmente. Cuando eres guiado por su propósito eterno, el orden de prioridades en tu vida es gobernado por ese propósito y las cosas que consideras verdaderamente necesarias son aquellas que te ayudarán a cumplir con aquello para lo que fuiste llamado. Tal es el caso de Salomón que en el momento en que se le ofreció la oportunidad de pedir lo que quisiera al Señor, no pidió cosas vanas, naturales o superfluas; sino sólo lo que entendía necesario para hacer con excelencia aquello que le había sido encomendado por Dios: reinar sobre Isrrael. 1º Reyes 3:5–13 (RVR60): 5Y se le apareció Jehová a Salomón en Gabaón una noche en sueños, y le dijo Dios: Pide lo que quieras que yo te dé. 6Y Salomón dijo: Tú hiciste gran misericordia a tu siervo David mi padre, porque él anduvo delante de ti en verdad, en justicia, y con rectitud de corazón para contigo; y tú le has reservado esta tu gran misericordia, en que le diste hijo que se sentase en su trono, como sucede en este día. 7Ahora pues, Jehová Dios mío, tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir. 8Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud. 9Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande? 10Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese esto. 11Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, 12he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. 13Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días. De manera que el enfoque de Salomón estuvo acentuado por su propósito, por la tarea que por Dios le había sido delegada; tarea que había recibido de Dios y que sabía que a Dios habría de entregársela nuevamente. Cuando eres guiado por su propósito eterno no temes ni por tu vida. Cuando el apóstol Pablo fue picado por una víbora venenosa, aunque los aldeanos quisieron conscientizarlo de que al ser picado por ésta en pocos minutos noriría, Pablo sabía que había aún propósito que cumplir de Dios y cosas que Dios le había mandado a hacer y, por tanto, pos esta causa, supo que no moriría.