El Conocimiento BiblicoTomo4Hebreos
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CB
EL CONOCIMIENTO
BÍBLICO
UN COMENTARIO EXPOSITIVO
NUEVO TESTAMENTO
TOMO 4
HEBREOS–APOCALIPSIS
Editores en inglés
John F. Walvoord
Roy B. Zuck
Responsables de la edición en castellano:
Julián Lloret
Jack Matlick
John F. Walvoord y Roy B. Zuck, El conocimiento bíblico, un comentario expositivo:
Nuevo Testamento, tomo 4: Hebreos-Apocalipsis (Puebla, México: Ediciones Las
Américas, A.C., 2006).
Página 1. Exportado de Software Bíblico Logos, 04:32 p.m. 02 de enero de 2015.
Ediciones Las Américas, A.C.
Apartado 78, 72000 Puebla, Pue., México
Publicado en castellano por
EDICIONES LAS AMÉRICAS A. C.
PROL. REFORMA 5514 COL. LA LIBERTAD
72130 PUEBLA, PUE., MÉXICO
DIRECCIÓN POSTAL: APARTADO 78, 72000 PUEBLA
TELS. 248-3923, 248-2323, FAX: 249-5984
ela@edicioneslasamericas.com
www.edicioneslasamericas.com
Todos los derechos reservados
Prohibida la reproducción parcial o total.
Segunda edición, 2006
©1996 by CAM International; originally published in English under the title of THE
BIBLE KNOWLEDGE COMMENTARY (New Testament)
©1983 by Scripture Press Publications, Inc.
4050 Lee Vance View Dr., Colorado Springs, CO 80918
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas están tomadas de la
Versión Reina Valera Revisión 1960.
La Santa Biblia Antiguo y Nuevo Testamento Antigua Versión de Casiodoro de Reina
(1569).
Revisada por Cipriano de Valera (1602).
Otras revisiones: 1862, 1909 y 1960.
© Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960.
ISBN
ISBN
de la versión inglesa 0-88207-812-7
968-6529-47-0 (obra completa, Nuevo Testamento)
968-6529-67-5 (Tomo 4)
Se dio término a la impresión de este libro el l de mayo de 2006 en los talleres de
Ediciones Las Américas, A.C.
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Contenido
Dedicatoria de la edición en castellano
Introducción
Editores, autores y traductores de las ediciones en inglés y castellano
Prefacio
Proyecto de publicación del Comentario
Organización de los libros del Nuevo Testamento
Lista de abreviaturas
Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas
Comentario de Hebreos
Comentario de Santiago
Comentario de 1 Pedro
Comentario de 2 Pedro
Comentario de 1 Juan
Comentario de 2 Juan
Comentario de 3 Juan
Comentario de Judas
Comentario de Apocalipsis
Apéndice de mapas, gráficas y tablas
Dedicatoria
El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo se dedica al creciente número
de lectores y estudiosos de la Biblia de habla hispana. Los distintivos de este
Comentario son muchos, pero uno de los más sobresalientes es que comunica en
forma concisa y clara el sentido del texto bíblico. Será muy útil para quienes aman la
palabra de Dios, las Sagradas Escrituras, que nos hacen sabios para conocer “la
salvación por la fe que es en Cristo Jesús”.
Agradecemos por este medio a los numerosos amigos que nos han ayudado a
comenzar y perseverar en la publicación de esta edición en castellano:
▪ A los traductores, hombres y mujeres bien entrenados en el conocimiento de la
Biblia y capacitados para traducir fielmente el texto del Comentario.
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▪ Al personal de la casa publicadora, Ediciones Las Américas, A.C., Puebla, México.
▪ A la Junta Directiva y la Administración de CAM Internacional que aprobaron este
gran proyecto con entusiasmo.
▪ A los fieles amigos de CAM Internacional que ofrendaron para realizar la
publicación de los primeros tomos.
▪ A los colegas en el ministerio cristiano que nos animaron con sus palabras de
estímulo; en especial a los editores generales de la edición original en inglés.
Julián Lloret
Jack Matlick
Introducción
La publicación de El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo es fruto de
un largo e histórico enlace fraternal entre el personal de varias instituciones: el
Seminario Teológico de Dallas, Tex., cuyo personal docente escribió el comentario
original en inglés. Por otro lado, los editores, traductores y personal técnico de esta
publicación en castellano provienen de CAM Internacional (antes llamada Misión
Centroamericana), de las iglesias evangélicas centroamericanas, de las iglesias
bíblicas de México, del Seminario Teológico Centroamericano de Guatemala (SETECA),
de Ediciones Las Américas, A.C., y del Seminario Bíblico de Puebla, México. El espíritu
de cooperación entusiasta entre todos para esta obra es motivo de alabanza a Dios.
Editores generales de la edición en inglés
John F. Walvoord B.A., M.A., Th. M., Th.D., D.D., Litt.D. Canciller, Ministro
Representante y Profesor Emérito de Teología Sistemática del Seminario Teológico de
Dallas.
Roy B. Zuck B.A., Th.M., Th.D. Profesor titular emérito de Exposición Bíblica, Editor
de Bibliotheca Sacra, Seminario Teológico de Dallas.
Editor de consulta, Nuevo Testamento
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Stanley D. Toussaint, B.A., Th.M., Th.D. Profesor Titular Emérito de Exposición
Bíblica, Seminario Teológico de Dallas.
Responsables de la edición en castellano
Julián Lloret, B.A. Th.M., Th.D., Consultor de Educación Teológica, CAM Internacional,
Dallas, Tex.
Jack D. Matlick, B.A., Director, Medios de Comunicación, AM Internacional, Dallas,
Tex.
Editores de la edición en castellano
Roberto Lloyd G., B.A., M.A., Editor, Ediciones Las Américas, A.C., CAM
Internacional.
Elizabeth Cantú de Márquez, Jefe del Departamento Editorial, Ediciones Las
Américas, A.C.
Gonzalo Sandoval L.,
Director General, Ediciones Las Américas, A.C., Puebla, Méx.
Autores del cuarto tomo
Hebreos, 1, 2 y 3 Juan
Zane C. Hodges, A.B., Th.M., Pastor de Victory Street Bible Chapel, Dallas, Tex. Antes
profesor de Estudios Novotestamentarios, 1959–1989, SeminarioTeológico de Dallas.
Santiago
J. Ronald Blue, A.B., Th.M., Ph.D., Presidente de CAM INTERNACIONAL, Dallas, Tex.
1 Pedro
Roger M. Raymer, A.B., Th.M., Pastor de Spring Branch Community Church,
Houston, Tex. Antes Director de Alumnos y Relaciones Eclesiásticas, Director de
Estudios Continuos y Prof. Asistente de Estudios Pastorales, 1980–82, 1985–91,
Seminario Teológico de Dallas.
2 Pedro
Kenneth O. Gangel, A.B., Th. M., Ph.D. (Candidato), Director y Prof. Titular de
Educación Cristiana, Seminario Teológico de Dallas.
Judas
Edward C. Pentecost, A.B., M.A., Th.M., D., en Misionología, Profesor Emérito
Asociado de Misiones Mundiales del Seminario Teológico de Dallas (retirado en 1987).
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Apocalipsis
John F. Walvoord B.A., M.A., Th. M., Th.D., D.D., Litt.D., Canciller, Ministro
Representante y Profesor Emérito de Teología Sistemática del Seminario Teológico de
Dallas.
Traductores del Tomo 4
Hebreos, 3 Juan y Judas
Lic. Bernardino Vázquez, Prof. en Pedagogía, Univ. Marroquín, Prof. y Lic. en Biblia,
SETECA, Director de Perfeccionando a los Santos, México, Asist. Editorial, Ediciones
Las Américas, A.C.
Santiago, 1 Pedro
Lic. Alberto Peláez Irissón, Prof. en Teología, SETECA, Guatemala, Lic. en Sistemas
Computacionales, UDLA, Puebla, México
2 Pedro, 1 y 2 Juan
Licda. Angélica Jiménez de Gardner, Prof. en Teología, SETECA, Guatemala, C.A.
Apocalipsis
Elizabeth Cantú de Márquez, Jefe del Departamento Editorial, Ediciones Las
Américas, A.C.
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Prefacio
El Conocimiento Bíblico, Un Comentario Expositivo, es una serie de estudios
detallados de las Sagradas Escrituras escritos y editados exclusivamente por
catedráticos del Seminario Teológico de Dallas. La serie ha sido preparada para el uso
de pastores, laicos, maestros de Biblia, y para quienes desean estudiar un comentario
comprensible, breve y confiable de la Biblia completa.
¿Por qué publicar otro comentario bíblico cuando ya existen tantos? Hay varios
distintivos que hacen de El Conocimiento Bíblico un libro con matices propios.
Primero, fue escrito por la facultad de un solo seminario, el Teológico de Dallas,
Texas, E.U.A. Este hecho asegura una interpretación consistente de las Escrituras en
el aspecto gramatical e histórico así como en la perspectiva pretribulacionista y
premilenarista. Sin embargo, en las ocasiones en que existen diferencias de opinión
entre los eruditos evangélicos, los autores presentan varias interpretaciones del
pasaje.
Segundo, esta serie de comentarios se basa en la muy popular versión ReinaValera Revisión 1960 que todos conocemos. Así que es una herramienta útil y fácil de
usar junto con su Biblia de estudio personal.
Tercero, este Comentario tiene otros distintivos que no contienen otros: (a) Al
comentar el texto bíblico, los autores señalan cómo se desarrolla el propósito de cada
libro y la manera en que cada pasaje forma parte del contexto en que se encuentra.
Esto ayuda al lector a ver la forma en que el Espíritu Santo guió a los autores bíblicos
a escoger su material y sus palabras. (b) Se consideran y discuten con cuidado los
pasajes problemáticos, costumbres bíblicas desconocidas, y las así llamadas
“contradicciones”. (c) Se incorpora a este Comentario la opinión de los eruditos
bíblicos modernos. (d) Se discuten muchas palabras hebreas, arameas, y griegas que
son importantes para la comprensión de algunos pasajes. Se ha hecho una
transliteración de ellas para los que no conocen los idiomas bíblicos. Pero, aun los que
conocen bien esos idiomas, hallarán muy útiles los comentarios. (e) Para facilitar el
estudio y comprensión del texto se incluyen diagramas, gráficas y listas que aparecen
en el apéndice al final del tomo. (f) Se hacen numerosas referencias cruzadas que
ayudan al lector a encontrar pasajes relativos o paralelos que amplían el tema que se
trata.
El material de cada libro de la Biblia incluye una Introducción donde se estudia al
autor, la fecha, el propósito, el estilo, y sus características únicas; un Bosquejo, el
Comentario, y una Bibliografía. En la sección llamada Comentario se da el resumen
de pasajes enteros así como la explicación detallada de cada versículo y, muchas
veces, de cada frase. Todas las palabras de la versión Reina-Valera Revisión 1960 que
se citan textualmente aparecen en letra negrilla, así como el número de los versículos
con que comienza cada párrafo. En la sección de Bibliografía se sugieren otros libros
y comentarios para estudio personal que sin embargo, no han sido aprobados en
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forma total por los autores y editores de este Comentario.
Los tomos que constituyen la serie de El Conocimiento Bíblico presentan
exposiciones y explicaciones basadas en una esmerada exégesis de las Escrituras,
pero no es primordialmente un comentario devocional ni una obra exegética con
detalles de lexicografía, gramática y sintaxis, ni hace un análisis de la crítica textual
de los libros. Esperamos que este Comentario le ayude a profundizar su comprensión
de las Sagradas Escrituras a medida que los ojos de su entendimiento sean
alumbrados por el ministerio del Espíritu Santo (Efesios 1:18).
Se ha diseñado este Comentario para enriquecer su comprensión y aprecio de las
Escrituras, la palabra de Dios inspirada e inerrante, para motivarle a no ser un
“oidor”, sino “hacedor” de lo que la Biblia enseña (Santiago 1:22), y para capacitarlo
para que pueda “enseñar también a otros” (2 Timoteo 2:2).
Adaptado para la edición en español por Jack D. Matlick
John F. Walvoord
Roy B. Zuck
PROYECTO DE PUBLICACIÓN DEL COMENTARIO
Nuevo Testamento
Tomo 1: San Mateo, San Marcos y San Lucas 1996
Tomo 2: San Juan, Hechos y Romanos 1997
Tomo 3: 1 Corintios a Filemón
1997
Tomo 4: Hebreos a Apocalipsis 1998
Antiguo Testamento
Se proyecta publicar en siete tomos, comenzando con Génesis–Números
Este es un ministerio de CAM Internacional de Dallas, Tex. con la colaboración de
Ediciones las Américas, A.C., Puebla, México
ORGANIZACIÓN DE LOS LIBROS DEL NUEVO TESTAMENTO
1. HISTORIA
Los cuatro evangelios
Los Hechos
2. EPÍSTOLAS
Epístolas del apóstol Pablo
Escritas durante los viajes misioneros
Gálatas
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1 y 2 Tesalonicenses
1 y 2 Corintios
Romanos
Escritas desde la prisión
Efesios
Filipenses
Colosenses
Filemón
Epístolas pastorales
1 Timoteo
Tito
2 Timoteo
Epístolas generales
A cristianos hebreos
Hebreos
Santiago
A otras personas
1 y 2 Pedro
1, 2 y 3 Juan
Judas
3. VISIONES PROFÉTICAS
Apocalipsis
LISTA DE ABREVIATURAS
1. General
act.
a.C.
a.m.
ar.
A.T.
ca.
cap., (s)
cf.
cm., (s)
d.C.
ed.
activo (a)
antes de Cristo
antes meridiano
arameo
Antiguo Testamento
cerca de
capítulo (s)
compare
centímetro (s)
después de Cristo
edición, editado
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eds.
editores
e.g.
por ejemplo
et al
y otros
etc.
y otras (cosas)
fem.
femenino
gr.
griego
hebr.
hebreo
íbid
en el mismo lugar
i.e.
esto es
imper.
imperativo
imperf. imperfecto
ing.
inglés
kg., (s) kilogramo (s)
km., (s) kilómetro (s)
lit.
literalmente
m.
murió, muerto
mar.
margen, lectura marginal
masc.
masculino
ms., mss. manuscrito, manuscritos
mt., (s) metro (s)
n., ns.
nota, notas
neut.
neutro
n.p.
no se sabe quién lo publicó
N.T.
Nuevo Testamento
núm., (s) número, números
pág.,(s) página, páginas
párr., (s) párrafo, párrafos
part.
participio
pas.
pasivo
perf.
perfecto
pl.
plural
p.m.
pasado meridiano
pres.
presente
pron., (s) pronombre (s)
s.
siglo
sem.
semítico
s.f.
sin fecha
sing.
singular
TDNT
Theological Dictionary of the New Testament
TM
texto masorético
trad.
traducción, traductor
V.
véase
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v., vv.
vb., (s)
vol., (s).
vs.
versículo, versículos
verbo, (s)
volumen, volúmenes
versus
2. Libros de La Biblia
Antiguo Testamento
Gn.
Éx.
Lv.
Nm.
Dt.
Jos.
Jue.
Rt.
1,2 S.
1,2 R.
1,2 Cr.
Esd.
Neh.
Est.
Job
Sal.
Pr.
Ec.
Cnt.
Is.
Jer.
Lm.
Ez.
Dn.
Os.
Jl.
Am.
Abd.
Jon.
Mi.
Nah.
Hab.
Sof.
Hag.
Génesis
Éxodo
Levítico
Números
Deuteronomio
Josué
Jueces
Rut
1,2 Samuel
1,2 Reyes
1,2 Crónicas
Esdras
Nehemías
Ester
Job
Salmos
Proverbios
Eclesiastés
Cantares
Isaías
Jeremías
Lamentaciones
Ezequiel
Daniel
Oseas
Joel
Amós
Abdías
Jonás
Miqueas
Nahum
Habacuc
Sofonías
Hageo
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Zac.
Mal.
Zacarías
Malaquías
Nuevo Testamento
Mt.
Mr.
Lc.
Jn.
Hch.
Ro.
1,2 Co.
Gá.
Ef.
Fil.
Col.
1,2 Ts.
1,2 Ti.
Tit.
Flm.
He.
Stg.
1,2 P.
1,2,3 Jn.
Jud.
Ap.
Mateo
Marcos
Lucas
Juan
Hechos
Romanos
1,2 Corintios
Gálatas
Efesios
Filipenses
Colosenses
1,2 Tesalonicenses
1,2 Timoteo
Tito
Filemón
Hebreos
Santiago
1,2 Pedro
1,2,3 Juan
Judas
Apocalipsis
3. Versiones de La Biblia
BD
BC
BLA
BJ
HA
LA
LXX
NC
NVI95
RVA
RVR09
RVR60
RVR77
RVR95
Biblia al Día
Bover Cantera
Biblia de las Américas
Biblia de Jerusalén
Hispanoamericana (N.T.)
Latinoamericana
Septuaginta
Nácar Colunga
Nueva Versión Internacional, 1995
Reina Valera Actualizada
Reina-Valera Revisión 1909
Reina-Valera Revisión 1960
Reina-Valera Revisión 1977
Reina-Valera Revisión 1995
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TA
Taizé
VM
VP
Vul.
Torres Amat
Versión Ecuménica
Versión Moderna
Versión Popular (Dios Habla Hoy)
Vulgata Latina
Gráfica de transliteraciones hebreas y griegas
Hebreo
Consonantes
א
ּב
ב
ּג
ג
ּד
ד
ה
ו
ז
ח
ט
י
ּכ
כ
ל
מ
נ
ם
ע
פ
ּ
פ
צ
’
b
ḇ
g
g̱
d
ḏ
h
w
z
ḥ
ṭ
y
k
ḵ
l
m
n
s
‘
p
p̱
ṣ
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ק
ר
ׂ
ש
ׁ
ש
ת
ּ
ת
q
r
ś
š
t
ṯ
Dagesh forte se representa por la duplicación de la letra.
Vocalización
בָּה
ֹבּו
ּ ב ּו
בֵּי
בֶּי
בִּי
ָּב
ֹּב
ֻּב
ֵּב
ִּב
ַּב
ָּב
ֻּב
ֶּב
ִּב
ֲּב
ֳּב
ֱּב
ְּב
ּבָּה
בָּא
בֵּה
בֶּה
bâh
bô
bû
bê
bè
bî
bā
bō
bū
bē
bī
ba
bo11
bu1
be
bi1
bă
bŏ
bĕ
b
bāh
bā’
bēh
beh
11 En sílabas cerradas
1 En sílabas cerradas
1 En sílabas cerradas
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Griego
α, ᾳ
β
γ
δ
ε
ζ
η, ῃ
θ
ι
κ
λ
μ
ν
ξ
ο
π
ρ
σ, ς
τ
υ
φ
χ
ψ
ω, ῳ
̔
ρ
̔
γγ
γκ
γξ
γχ
αἰ
αὐ
εἰ
εὐ
ηὐ
οἰ
οὐ
υἱ
a
b
g
d
e
z
ē
th
i
k
l
m
n
x
o
p
r
s
t
y
f
j̱
ps
ō
rh
j
ng
nk
nx
nj̱
ai
au
ei
eu
ēu
oi
ou
jui
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HEBREOS
Zane C. Hodges
Traducción: Bernardino Vázquez
INTRODUCCIÓN
La epístola a los Hebreos es una rica porción del canon novotestamentario. Exalta,
de manera singular, la persona y obra del Señor Jesucristo. Al hacer esto, realiza
contribuciones de valor inmenso a las doctrinas de la encarnación de Cristo, de su
muerte vicaria y de su sacerdocio. Entre otras verdades a las que contribuye este
libro de manera efectiva están las que se refieren a la relación entre el nuevo y el
antiguo pacto, la interpretación del A.T. y la vida de fe. Sin la enseñanza de este libro
inspirado, la iglesia en verdad sería incalculablemente más pobre.
Sin embargo, a pesar de su incuestionable valor, poco se sabe con certidumbre
acerca de su ocasión, trasfondo y paternidad literaria. No obstante, la ignorancia de
estos asuntos no afecta en forma significativa la comprensión del mensaje de la
epístola. Éste permanece vigente y pertinente cualesquiera que hayan sido las
circunstancias de las cuales surgió.
Fecha. Al considerar el trasfondo de este libro, es razonable empezar por la cuestión
de su fecha de redacción. Ésta puede fijarse dentro de límites bastante precisos. Es
difícil dar a la epístola una fecha posterior a 95 d.C., debido a que fue conocida por
Clemente de Roma y citada por él en 1 Clemente. Asimismo, es improbable que se
pueda fechar después del 70 d.C. puesto que no hay en ella ninguna referencia a la
destrucción del templo en Jerusalén. Si ya hubiera ocurrido ese evento, hubiera dado
al autor un argumento definitivo para afirmar la suspensión del sistema sacrificial
veterotestamentario. Pero en lugar de eso, parece que da por sentado que tal sistema
seguía en operación (cf. 8:4, 13; 9:6–9; 10:1–3).
No es necesario considerar a 2:3 como una referencia a una segunda generación
de cristianos. La epístola fue obviamente escrita durante el tiempo que vivió Timoteo,
a quien el autor conocía (13:23). Si el autor no es Pablo (y al fin y al cabo parece que
no lo es; V.e la discusión al respecto en Paternidad literaria), entonces 13:23 puede
sugerir la posibilidad de que ya hubiera muerto porque de otro modo, podía
esperarse que Timoteo se uniera a Pablo al ser liberado de la prisión. Al evaluar esta
evidencia, es muy probable una fecha de composición entre los años 68–69 d.C.
Paternidad literaria. Se ha especulado con muchos nombres para descifrar la
autoría de Hebreos. Sin embargo, la interrogante permanece sin resolverse. La
tradición que la adjudica a Pablo es muy antigua, y jamás se ha descartado en forma
eV. véase
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decisiva. Desde el tiempo de Panteno (m.2 ca.3 de 190 d.C.), se afirmaba en Alejandría
que en algún sentido la epístola era paulina. Clemente de Alejandría pensaba que
Pablo la había escrito originalmente en hebr. y que Lucas la había trad.4 al gr.
Tomando como base su estilo, Orígenes puso en duda la autoría paulina, pero no
descartó totalmente la tradición al respecto. En una famosa declaración admitió que
sólo Dios sabía quién había escrito el libro.
Durante cierto tiempo, la creencia en la autoría paulina de Hebreos perteneció
principalmente a la iglesia de oriente. Jerónimo y Agustín de Hipona parecen haber
sido los responsables de popularizar este punto de vista en occidente. En tiempos
modernos, se ha considerado que el estilo y características internas de Hebreos
excluye al apóstol Pablo como su autor. Sin embargo, los argumentos edificados sobre
tales consideraciones son a todas luces subjetivos, y también han sido usados para
probar proposiciones insostenibles. Con todo, debe admitirse que cuando se lee
Hebreos en el texto gr. y luego se compara con las cartas paulinas conocidas, la
impresión global que se obtiene es que uno se encuentra con una mente espiritual
que está bien sintonizada con Pablo, pero que a la vez, y en forma sutil, es muy
diferente. Sin embargo, esa impresión subjetiva no hubiera prevalecido si la tradición
de la iglesia primitiva sólo hubiera mencionado a Pablo.
De hecho, el otro nombre mencionado y que tiene apoyo temprano es el de
Bernabé, el excolaborador de Pablo en la obra misionera. Esta tradición surgió por vez
primera en occidente con Tertuliano (ca.5 160/170–215/220 d.C.). Este autor, en un
pasaje polémico, citó el libro de Hebreos adjudicando la cita a una epístola de
Bernabé. Además, no hablaba como si fuera su opinión, sino simplemente asumía que
era un hecho bien conocido por sus lectores. Tiempo después, Jerónimo hizo
referencia al punto de vista de que Bernabé escribió Hebreos y esa idea reapareció en
la obra de Gregorio de Elvira y Filastrio, ambos escritores del s.6 IV. Hay razón para
creer que en el antiguo catálogo de libros canónicos que se encuentra en el ms.7
occidental llamado Códice Claromontano, el libro de Hebreos aparecía bajo el nombre
de la Epístola de Bernabé.
La evidencia no es muy extensa, pero el hecho de que provino de occidente es
quizá significativa. La única referencia geográfica que se halla en Hebreos es de Italia
(13:24), y si la tradición que la adjudica a Bernabé es verdadera, no sorprende que
provenga de esa parte del mundo. En otros aspectos, Bernabé llena los requisitos
para ser el autor de esta epístola. Puesto que era levita (Hch. 4:36), sería algo natural
que mostrara interés en el sistema levítico, como deja ver el autor de Hebreos.
También debido a que tenía estrecha relación con Pablo, las expresiones semejantes
2m. murió, muerto
3ca. cerca de
4trad. traducción, traductor
5ca. cerca de
6s. siglo
7ms. manuscrito, manuscritos
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al pensamiento de Pablo se podrían explicar de manera muy natural. Timoteo se
convirtió al cristianismo en el primer viaje misionero de Pablo (Hch. 16:1–3) y por lo
tanto, era con toda probabilidad conocido de Bernabé. Si Pablo ya había muerto en el
tiempo en que se escribió Hebreos, no sería sorprendente que Timoteo se hubiera
unido al excompañero de Pablo (He. 13:23). La desavenencia entre Pablo y Bernabé
(Hch. 15:37–39) había sido resuelta tiempo atrás y poco después Pablo había hablado
bien de Marcos, el sobrino de Bernabé (cf. Col. 4:10; 2 Ti. 4:11).
Por supuesto, no se puede probar que Bernabé sea el autor de Hebreos, ni que
Pablo no lo sea. Pero que Bernabé es el autor tiene más mérito que las otras opciones
sugeridas. Entre estas debe mencionarse que en un tiempo u otro, han sido
postulados como posibles autores Clemente de Roma, Lucas, Silvano, Felipe el
evangelista, Priscila y Apolos. En particular, el nombre de Apolos ha encontrado
simpatizantes entre algunos escritores modernos. Quienes apoyan este punto de
vista lo remontan con frecuencia hasta Martín Lutero. Sin embargo, la evidencia es
débil y no incluye el apoyo de la tradición temprana como el que tiene la propuesta
de que Bernabé es el escritor. Al estudiar las distintas opciones, esta parece ser la
mejor conjetura. Si Bernabé es en verdad el autor de Hebreos, el libro puede afirmar
su origen apostólico debido a que Bernabé fue llamado apóstol (Hch. 14:4, 14). En
todo caso, es muy evidente la autoridad divina que tiene.
Trasfondo y ocasión. Se desconoce la identidad de los primeros lectores de
Hebreos, así como la de su autor. No obstante, los lectores evidentemente formaban
parte de una comunidad particular. Esto se deriva de varias consideraciones. Los
lectores tenían una historia muy definida y el escritor se refiere a sus “días pasados”
(He. 10:32–34). Él conocía algo de su pasado y su actual generosidad hacia otros
cristianos (6:10); y pudo ser muy específico al hablar acerca de la condición espiritual
de ellos (5:11–14). Además, el autor tenía vínculos bastante definidos con ellos y
expresó su intención de visitarlos, quizá junto con Timoteo (13:19, 23). También les
pidió que oraran por él (13:18).
Con toda probabilidad, los lectores eran principalmente de trasfondo judío.
Aunque esto ha sido cuestionado en varias ocasiones, el contenido de la epístola lo
sostiene. Claro que el antiguo título “a los Hebreos” puede ser sólo una conjetura,
pero le acomoda de manera natural. Cuando se acabe de decir todo lo que se puede
expresar en apoyo de la teoría de una audiencia gentil, todavía quedará en pie el
hecho de que el autor hace fuerte hincapié en los prototipos judíos, y su honesta
polémica contra la permanencia del sistema levítico se puede explicar mejor si la
audiencia es judía en su mayoría y por lo mismo, propensa a regresar a su antigua fe.
El marcado y extenso énfasis que se pone en la autoridad de las Escrituras del A.T.
era más idóneo para lectores que habían sido formados en ellas.
Nada puede afirmarse en forma definitiva con respecto a la localidad de la cual
formaban parte los lectores. El punto de vista de que Apolos escribió la carta a las
iglesias del valle del Lico (donde se localizaba Colosas) o a Corinto, no es
independiente de este punto de vista acerca de la paternidad literaria. La tesis de que
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los lectores eran un grupo de cristianos judíos que estaban dentro de la iglesia de
Roma también cuenta con adherentes. Pero, aparte de la referencia a “los de Italia”
(13:24), no hay mucha más evidencia para proponer que su destino fuera Roma.
Junto con el punto de vista de que Bernabé es el autor, se ha propuesto a Chipre
como su destino, esto debido a que Bernabé era chipriota. Pero ninguna de estas
propuestas es convincente.
La opinión de que la epístola tuvo un destino palestinense se ha fortalecido
recientemente por la observación de que la polémica presentada por el autor se
puede explicar mejor si se considera como dirigida contra una forma sectaria del
judaísmo, como la que se encontraba en Qumrán. Muchos de los pretendidos
paralelos entre ambos textos (Hebreos y los textos de Qumrán) son interesantes e
impresionantes y se mencionarán en el comentario de este libro. Destaca en
particular el interés del autor en mostrar que la experiencia en el desierto del antiguo
Israel fue un tiempo de incredulidad y fracaso y esto puede verse como
especialmente agudo si se dirige a sectarios como los de Qumrán, que idealizaban el
recorrido por el desierto. Aunque no todos se han visto igualmente impresionados por
la información que pretende vincular a Hebreos con el pensamiento sectario, ésta
proporciona apoyo, hasta donde tal relación es verosímil, a una locación de Palestina
como el lugar donde fue leída por sus destinatarios.
Pero también hay problemas con este punto de vista. En primer lugar, la
referencia a los lectores que recibieron el conocimiento del Señor de aquellos que lo
oyeron originalmente (2:3), suena más natural para lectores que se encontraban en
el campo misionero. En Palestina, y especialmente en Jerusalén, muchos de los
lectores pudieron haber escuchado personalmente a Cristo. Además, la referencia a la
generosidad de los lectores hacia los pobres (6:10), no suena en ninguna manera
como proveniente de Jerusalén, debido a que la pobreza prevaleció allí en un tiempo
posterior (cf. Hch. 11:27–29; Gá. 2:10). Si la declaración de Hebreos 12:4 significa que
no había ocurrido ningún martirio en la comunidad a la cual se dirige el autor,
entonces debe excluirse una localidad palestinense o al menos del área de Jerusalén.
Pero el escritor pudo haber dado a entender solamente que la gente de su audiencia
todavía no había sido sometida a tal sacrificio.
Si Bernabé es el autor de la epístola, una localidad que pudo haber llenado todos
los requisitos es la antigua ciudad libia de Cirene en África del Norte. Cirene se fundó
como colonia griega ca.8 de 630 a.C., pero en el período romano tuvo una
considerable e influyente comunidad judía. Los orígenes del cristianismo allí parecen
haberse dado muy temprano, porque la iglesia de Antioquía de Siria fue fundada por
misioneros de Chipre y Cirene (Hch. 11:20). La conexión entre Chipre y Cirene en ese
relato es de gran interés debido al trasfondo chipriota de Bernabé. Dos de los
hombres con quienes Bernabé posteriormente ministró en la iglesia de Antioquía
fueron “Simón el que se llamaba Niger” y “Lucio de Cirene” (Hch. 13:1). Puesto que el
otro nombre de Simón, Niger, significa “negro”, pudo haber sido oriundo de África del
8ca. cerca de
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Norte, como lo era su compañero Lucio. No se sabe con certeza si este Simón, quien
también era de Cirene, es el mismo individuo que cargó la cruz de Jesús (Lc. 23:26).
Este último Simón tuvo dos hijos, Alejandro y Rufo (Mr. 15:21), que pudieron haber
sido conocidos en la iglesia de Roma si es que fue allí donde el evangelio de Marcos
fue publicado por primera vez. En todo caso, lo más probable es que hubiera contacto
entre cristianos de la ciudad libia de Cirene y los de Roma. Esto explicaría la
referencia a los de Italia en Hebreos 13:24.
Si se concede importancia a los paralelismos con algún tipo de sectarismo judaico
del desierto, entonces puede ser importante el hecho de que Cirene estaba en los
límites de un desierto donde el nomadismo era una forma de vida. Las referencias del
autor a la palabra gr. oikoumenē, (trad.9 “mundo” en 1:6 y 2:5) tendrían especial
significancia en Cirene. Esta palabra era comúnmente usada para referirse al imperio
romano. Y los límites del mundo (oikoumenē) romano hacia el sur no estaban muy
lejos de Cirene. Puesto que es improbable que sólo en Palestina existiera el impulso
de retirarse de la vida urbana y la corrupta sociedad judía, no sería sorprendente que
los grupos de sectarios del desierto existieran también en el desierto de Cirenaica. Se
sabe por Filón que una secta judía ascética estableció su residencia en las orillas de
un lago cerca de Alejandría en Egipto.
En resumidas cuentas, la destinataria más plausible de la epístola a los Hebreos
pudo haber sido una iglesia cristiana, de membresía judía en su mayoría, y localizada
en una ciudad como Cirene. Al encontrarse bajo la reiterada presión de sus
compatriotas incrédulos, estos creyentes estaban tentados a renunciar a su fe
cristiana y regresar a su fe ancestral. Si la forma de esta fe que los fascinaba de
manera particular provenía de un sectarismo similar al que se conocía en Qumrán,
entonces muchas de las exhortaciones del autor debieron haber sido especialmente
pertinentes, como este comentario pretende demostrar. La tentación de retirarse de
la vida civilizada para vivir un tipo de experiencia en el desierto, es precisamente el
tipo de tentación que la epístola a los Hebreos contesta muy bien.
El destino manifiesto del Señor Jesús es precisamente gobernar la oikoumenē
(2:5) y todos los que se adhieran fielmente a él participarán de su reinado (cf. 12:28).
Por lo tanto, deben retener su profesión cristiana.
En el análisis final, el destino exacto de la epístola, así como la identidad del
autor, son aspectos de escasa importancia. Independientemente de quien la escribió,
o a dónde fue enviada por primera vez, a través de los siglos, la iglesia cristiana la ha
considerado correctamente como un mensaje relevante y poderoso proveniente de
Dios, quien ha hablado de manera definitiva a través de su Hijo.
BOSQUEJO
I. Prólogo (1:1–4)
II. Primera parte: El Hijo-Rey de Dios (1:5–4:16)
9trad. traducción, traductor
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A. El Hijo-Rey exaltado (1:5–14)
B. Primera advertencia (2:1–4)
C. El Hijo-Rey como el capitán perfeccionado (2:5–18)
1. El destino del capitán (2:5–9)
2. El vínculo del capitán con sus seguidores (2:10–18)
D. Segunda advertencia (caps. 3–4)
1. Llamamiento a la fidelidad (3:1–6)
2. Amonestación basada en el fracaso de Israel (3:7–4:11)
3. La palabra de Dios y el trono de la gracia (4:12–16)
III. Segunda parte: El Hijo-Sacerdote de Dios (caps. 5–10)
A. Introducción: el sacerdote calificado (5:1–10)
1. Requisitos generales para ser sumo sacerdote (5:1–4)
2. El llamamiento del Hijo al sacerdocio (5:5–10)
B. Tercera advertencia (5:11–6:20)
1. El problema de la inmadurez (5:11–14)
2. La solución al problema (6:1–3)
3. La alternativa para progresar (6:4–8)
4. Exhortación conclusiva (6:9–20)
C. El sacerdote superior y su ministerio superior (7:1–10:18)
1. El sacerdote superior (cap. 7)
a. La grandeza de Melquisedec (7:1–10)
b. El nuevo sacerdocio supera al antiguo (7:11–19)
c. La superioridad del nuevo sacerdote (7:20–28)
2. El ministerio superior (8:1–10:18)
a. Introducción al ministerio superior (8:1–6)
b. El pacto superior (8:7–9:15)
c. El sacrificio superior (9:16–28)
d. El efecto superior del nuevo sacerdocio (10:1–18)
D. Cuarta advertencia (10:19–39)
1. Amonestación básica (10:19–25)
2. Advertencia renovada (10:26–31)
3. Exhortación renovada (10:32–39)
IV. Tercera parte: La respuesta de fe (caps. 11–12)
A. La vida de fe (cap. 11)
1. Introducción (11:1–3)
2. Aceptación divina de la fe (11:4–16)
3. Diversas experiencias de fe (11:17–40)
B. Advertencia final (cap. 12)
1. Amonestación introductoria (12:1–2)
2. Recordatorio de que las cosas no son tan malas como parecen (12:3–11)
3. Llamado a tener una renovada vitalidad espiritual (12:12–17)
4. La advertencia final en sí (12:18–29)
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V. Epílogo (cap. 13)
COMENTARIO
I. Prólogo (1:1–4)
En un majestuoso párrafo introductorio, el escritor presenta a sus lectores la
excelsa grandeza del Señor Jesucristo. El Hijo, afirma el autor, es el agente por
excelencia de la revelación divina. Al afirmar esto, implícitamente lo contrasta con los
profetas de la antigüedad y explícitamente, con los ángeles.
1:1–2a. Aquí se expresa la declaración central del prólogo. Aunque Dios se reveló
de varias formas (polymerēs kai polytropēs; de muchas maneras) en otro tiempo,
la revelación profética del A.T. llegó a su culminación escatológica a través del Hijo
de Dios. Cualquiera que fuera la estima que los lectores tuvieran por esa revelación
anterior, el escritor da a entender que ahora debían escuchar con mayor atención al
Hijo.
1:2b–4. En una serie de enunciados subordinados, que son parte de un sola
oración en gr., el autor expone la grandeza del Hijo. Para empezar (v. 2b), el Hijo es
designado heredero de todo. Esto obviamente debe ser así, porque también es
hacedor de todo—por quien … hizo el universo (tous aiōnas, lit.10, “las edades” cf.
11:3). La referencia a que el Hijo es heredero prevé el tema de su reino futuro, del
cual el autor hablará mucho.
Sin embargo, aquél que es Creador y heredero, es también un perfecto reflejo de
Dios el Padre, que ha hablado por medio de él. Además, su palabra tiene tal poder,
que todo lo que ha hecho es sustentado por ella. Y es esta persona la que ha provisto
la purificación de nuestros pecados y se ha sentado a la diestra de la
Majestad en las alturas (cf. 8:1; 10:12; 12:2). Es obvio que ha hecho esto porque
ha obtenido una posición preeminente, mucho más de la que los ángeles pueden
pretender alcanzar.
Como es de esperarse, el escritor plantea en su prólogo los conceptos que serán
cruciales en el desenvolvimiento del argumento del cuerpo de la epístola. Sugiere
que la revelación dada por medio del Hijo tiene una calidad definitiva de la que
carecía la revelación anterior. Además, el sacrificio por los pecados que tal persona
hizo debe necesariamente ser más grande que los otros tipos de sacrificios.
Finalmente, la grandeza del Hijo hace totalmente innecesario el interés (o
preocupación) por las potestades angélicas. Aunque el prólogo no contiene
advertencia alguna—el autor las estaba reservando para después—sí lleva consigo
una amonestación implícita: Este es el Hijo supremo de Dios; ¡óiganlo! (cf. 12:25–27)
II. Primera parte: El Hijo-Rey de Dios (1:5–4:16)
La primera sección principal del cuerpo de la epístola comienza aquí y se extiende
10lit. literalmente
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hasta el dramático llamado de 4:14–16 para que los lectores aprovecharan los
recursos disponibles para ellos ante el “trono de la gracia” (4:16). El énfasis de toda
la sección está en la filiación del Hijo, Jesucristo, la que el escritor de Hebreos ve
como una regia relación de Hijo de conformidad con el pacto davídico.
A. El Hijo-Rey exaltado (1:5–14)
Para demostrar la singularidad del Hijo, el autor obtiene muchas de sus evidencias
del testimonio del A.T. El título de Hijo, y las prerrogativas que conlleva, lo elevan por
encima de cualquier comparación con los ángeles. Los que ven en Hebreos vínculos
con el judaísmo sectario, argumentan la altamente desarrollada angelología que
había en la secta del mar Muerto. Estos vv. presentan una excelente refutación contra
cualquier tendencia a dar excesiva importancia a los ángeles.
1:5. Las dos preguntas de este v. muestran que el título Hijo pertenece al Mesías
en un sentido en el que jamás ha pertenecido a los ángeles. Obviamente Hijo es el
nombre más excelente que “heredó” Jesús (v. 4). Pero es claro que lo que
básicamente interesa al escritor es el significado especial de ese nombre y sus
ramificaciones con respecto al reino.
La cita del v. 5a está extraída de Salmos 2:7, mientras que la de Hebreos 1:5b
proviene ya sea de 2 Samuel 7:14 o de 1 Crónicas 17:13. El salmo 2 habla de la
entronización, en la cual Dios “adopta” al rey davídico como su “hijo”. Que esto es lo
que el escritor de Hebreos entendió, se confirma en Hebreos 1:5a por la cita del pacto
davídico. Sin duda, el “hoy” de la expresión yo te he engendrado hoy era
entendida por el autor de Hebreos como referencia al hecho de que el Mesías se
sentó a la diestra del Padre (cf. v. 3).
Por supuesto que el Señor Jesucristo siempre ha sido el eterno Hijo de Dios. En un
sentido colectivo, los ángeles son llamados en el A.T. “hijos de Dios” (Job 38:7), pero
el escritor estaba considerando el título Hijo en el sentido del heredero davídico que
recibe el derecho de pedir a Dios el dominio sobre toda la tierra (cf. Sal. 2:8). En este
sentido, el título pertenece de manera única a Jesús y no a los ángeles.
1:6. Comenzando en este v. se presentan los privilegios de Aquél que lleva este
excelso título. En lugar de la trad.11 de la RVR6012 y otra vez, cuando introduce al
Primogénito en el mundo sería preferible trad.13 “cuando él introduce de nuevo al
Primogénito en el mundo”. La referencia que contiene es a la segunda venida del
Señor, en que las prerrogativas reales del Hijo serán reconocidas con una abierta
adoración de los ángeles (cf. Sal. 97:7 donde la expresión ángeles de la LXX14 trad.15
correctamente el texto).
11trad. traducción, traductor
12RVR60 Reina-Valera Revisión 1960
13trad. traducción, traductor
14LXX Septuaginta
15trad. traducción, traductor
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1:7–9. El autor presenta, en un par de citas contrastantes, la servidumbre de los
ángeles (v. 7) y el dominio eterno del Hijo (vv. 8–9). Es posible que, en conformidad
con una ramificación del pensamiento judaico acerca de los ángeles (cf. 2 Esdras
8:21–22 [apócrifo]), el escritor interpretara la declaración de Salmos 104:4 (citado en
He. 1:7) como una indicación de que los ángeles con frecuencia transforman su
naturaleza en “vientos” (NVI9516) o en llama de fuego al llevar a cabo las tareas que
Dios les encomienda. Pero, en contraste con esa mutabilidad, el trono del Hijo es
eterno e inmutable (v. 8).
La cita de los vv. 8–9 se deriva de Salmos 45:6–7, donde se describe el triunfo final
del Rey mesiánico. El escritor explica esta cita más ampliamente que las anteriores,
sin duda porque las declaraciones del salmista sirven bien al propósito de destacar
las verdades que el escritor de Hebreos quería detallar. El salmista describe que el
Rey ha amado la justicia, y aborrecido la maldad. Lo anterior señala la santidad
y obediencia de Cristo mientras estuvo en la tierra, tema al que después se hará
referencia en repetidas ocasiones (cf. He. 3:1–2; 5:7–8; 7:26; 9:14). Y aunque este Rey
merecidamente experimenta una superlativa alegría, él además tiene compañeros
en ese regocijo. La referencia a los “compañeros” es asimismo un tema significativo
para el escritor. La misma palabra metojoi
̱ (“copartícipes”) se emplea con referencia a
los cristianos en 3:1, 14 (también se usa en 12:8). Debido a que el Rey ha alcanzado
su gozo y dominio a través de una vida de constante justicia, puede concluirse que
sus compañeros compartirán su experiencia por ese mismo medio. Más adelante,
esta inferencia será muy clara (cf. 12:28).
1:10–12. La inmutabilidad del Hijo-Rey se acentúa aún más por las afirmaciones
extraídas esta vez de Salmos 102:25–27. Un simple “y” une la cita de estos vv. con la
de Hebreos 1:8–9. No hay razón para objetar que el autor dio a entender que las
palabras del salmo 102 se refieren también al Hijo. Éste, entonces, es Señor y él creó
la tierra y los cielos (cf. He. 1:2). Pero aun cuando la presente creación se desgasta
como una vieja vestidura y es cambiada por una nueva, el Hijo permanece
inmutable. La referencia aquí es, por supuesto, a la transformación de los cielos y la
tierra que ocurrirá después del milenio y que introducirá el estado eterno (2 P. 3:10–
13). Y aun así, después de que ocurran todos esos acontecimientos cataclísmicos, los
años del Hijo no acabarán. Esto de cierto señala a la eternidad del Hijo, pero es
probable que la palabra “años” abarque todo lo que ese tiempo representa para el
Hijo: el trono eterno, el cetro, así como un gozo sin fin con sus compañeros. El escritor
definitivamente enseñaba que el reino del Mesías sobreviviría al “estertor” final de la
creación (cf. He. 12:26–28).
1:13–14. El escritor lleva esta sección a su clímax haciendo una última cita del
A.T., la cual es crucial para todo el argumento de la epístola. Esta cita está extraída
del salmo 110, que el autor usa después en su explicación del sacerdocio de Jesús
según el orden de Melquisedec. Aquí cita el v. 1 del salmo para destacar la victoria
final del Hijo sobre sus enemigos. Si el Hijo debe recibir un trono eterno (He. 1:8), es
16NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
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obvio que tal victoria le espera. Esta es suya y no de los ángeles. En contraste, la
función de éstos es prestar servicio a favor de los que serán herederos de la
salvación.
No debe darse por sentado de manera automática que la “salvación” se refiere
aquí a la pasada experiencia de regeneración de los creyentes. Por el contrario, se
trata de algo futuro como lo implican el contexto y las palabras “serán herederos”.
Como siempre, debe entenderse que el escritor de Hebreos expresa el ethos
(“idiosincracia”) del pensamiento del A.T., especialmente aquí, donde una cadena de
citas veterotestamentarias forman el núcleo de su argumento. Y es particularmente
en Salmos—de donde mayormente saca sus citas de este cap.—donde el término
“salvación” tiene un significado bien definido. En Salmos, ese término aparece
repetidamente para describir la liberación del pueblo de Dios de la opresión de sus
enemigos y el resultante goce de las bendiciones divinas. En la LXX17, el A.T. gr. que
era muy familiar para el escritor, la palabra “salvación” (sōtēria) se emplea con este
significado en Salmos 3:2, 8; 18:2, 35, 46, 50; 35:3; 37:39; 71:15; 118:14–15, 21;
132:16; y en otros lugares. Este significado es especialmente adecuado aquí, donde
recién se mencionó el triunfo del Hijo sobre sus enemigos.
Es indudable que los lectores se encontraban entonces bajo presiones externas.
Habían resistido persecuciones en el pasado y se les exhorta a no rendirse en el
presente (He. 10:32–36). Aquí el escritor les recuerda que la victoria final sobre todos
los enemigos pertenece al rey que Dios pondrá. Y que los ángeles sirven en el
presente a aquellos que están destinados a compartir esa victoria, i.e., a “heredar la
salvación”.
B. Primera advertencia (2:1–4)
El escritor hace una pausa en su exposición para dirigir a sus lectores la primera
de una serie de cinco advertencias urgentes. (Las otras están en caps. 3–4; 5:11–
6:20; 10:19–39; 12.) Esta primera es la más breve y discreta de todas, no obstante,
es bastante seria.
2:1. La verdad que el escritor acaba de enunciar tiene importantes implicaciones.
La expresión por tanto, muestra que la amonestación surge directamente de la
exposición anterior. Debido a que el Hijo es excelsamente grande y está destinado a
obtener el triunfo sobre sus enemigos, los lectores harían bien en atender con más
diligencia a estas realidades. El peligro consistía en que, si no lo hacían, podían irse
a la deriva (pararyōmen, palabra que aparece sólo aquí en el N.T.). Los lectores se
caracterizaban por la inmadurez y pereza espiritual (cf. 5:11–12), y si estas
características no eran suprimidas, cabía el peligro de que se apartaran de lo que
habían oído. El autor pudo haber tenido en mente Proverbios 3:21 de la LXX18 en la
17LXX Septuaginta
18LXX Septuaginta
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que los trad.19 griegos usaron la misma expresión “apartarse” que se encuentra aquí:
“Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la ley y el consejo”.
2:2–4. Al igual que con el antiguo pacto, que fue instituido por la ministración de
los ángeles (Gá. 3:19), y el cual contemplaba severos castigos por violar sus
exigencias, los lectores no debían suponer que no habría castigo para las
transgresiones del nuevo pacto. Por el contrario, con tentadora vaguedad, el autor
pregunta: ¿cómo escaparemos (cf. He. 12:25) nosotros, si descuidamos una
salvación tan grande? Los lectores podían esperar el castigo si perdían de vista la
victoria y liberación que les fue prometida en conexión con la victoria final del Hijo. El
escritor no detalló de qué naturaleza sería esa retribución, pero sería improbable
pensar que estaba hablando del infierno. El “nosotros” que permea el pasaje muestra
que el autor se incluía a sí mismo entre los que necesitaban poner cuidadosa
atención a estas verdades.
La “salvación”, por supuesto es la misma que se acaba de mencionar en 1:14 (V.20
el comentario de ese pasaje) y alude a la participación potencial de los lectores en el
triunfante dominio del Hijo, en el cual él tiene “compañeros” (cf. 1:9). El Señor Jesús
mismo, mientras estuvo en la tierra, habló mucho de su futuro reino y la participación
de sus fieles seguidores en ese gobierno (cf., e.g., Lc. 12:31–32; 22:29–30). Pero esta
experiencia de salvación, que fue anunciada primeramente por el Señor, fue
confirmada a través de varios milagros y manifestaciones del Espíritu que sus
seguidores originales, los que oyeron, estaban capacitados para realizar. Al hablar
así, el escritor de Hebreos consideraba esos milagros como los poderes del siglo
venidero (cf. He. 6:5) y en armonía con los primeros cristianos del libro de Hechos, los
vio como expresiones de la soberanía de Aquél que se había ido para sentarse a la
diestra de Dios (cf. “señales”, “prodigios” y/o “milagros” en Hch. 2:43; 4:30; 5:12;
6:8; 8:6, 13; 14:3; 15:12; también cf. 2 Co. 12:12). En Hebreos 2:5 es evidente que
durante todo el pasaje, el autor en verdad estaba pensando en el “mundo venidero”.
C. El Hijo-Rey como el capitán perfeccionado (2:5–18)
Aquí el autor retorna a su principal hilo de pensamiento, el destino de Jesús en el
mundo venidero. Pero ahora saca a relucir el íntimo involucramiento de Cristo a
través de su encarnación con aquellos que compartirán su destino.
1.
EL DESTINO DEL CAPITÁN
(2:5–9)
2:5. Se ha afirmado que los rollos del mar Muerto muestran que los sectarios de
Qumrán creían que el siglo venidero se caracterizaría por el dominio de Miguel y sus
ángeles subalternos. La declaración que el escritor hace aquí refuta fuertemente este
punto de vista. No los ángeles, sino personas, serán las recompensadas con ese
19trad. traducción, traductor
20V. véase
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dominio en el mundo venidero. Queda claro, por las palabras acerca del cual
estamos hablando, que el autor no estaba iniciando el tema en este v. También es
obvio que el primer cap., con su manifiesto hincapié en la posición de Rey y el futuro
gobierno del Hijo, trata ese tema.
2:6–8a. Aquí se cita una porción de Salmos 8. Mientras que el salmo como un
todo con frecuencia se le considera como una declaración general acerca de la
función del hombre en la creación, a la luz de Hebreos 2:5 y la aplicación que sigue
en los vv. 8b–9, es claro que el autor de Hebreos lo entendió principalmente como
una declaración mesiánica y escatológica. Al hacer esto, se mantuvo dentro de la
perspectiva novotestamentaria del A.T., que se puede trazar directamente a Jesús (cf.
Lc. 24:25–27, 44–45).
2:8b–9. Cualquiera que sea la pertinencia general de Salmos 8 a la situación
presente del hombre en el mundo, en la perspectiva del autor esas palabras no
describen el actual estado de cosas. En lugar de eso, afirma: todavía no vemos que
todas las cosas le sean sujetas. Él estaba pensando principalmente en Jesús, el
que fue hecho un poco menor que los ángeles (He. 2:9). Sin duda, la conocida
designación mesiánica “Hijo del Hombre” (v. 6), contribuye a esta interpretación. Por
tanto, afirma que aunque todavía no es suyo el total dominio sobre la creación, Jesús
al final se contempla como coronado de gloria y de honra, a causa del
padecimiento de la muerte, habiendo sido coronado con el solo propósito de
morir, i.e., para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Esta
última declaración se puede entender mejor si se considera como el propósito por el
que el Señor fue hecho menor que los ángeles en su encarnación. Las palabras que
comienzan con la expresión “coronado” y terminan con “gustase la muerte” son un
paréntesis, lo cual se percibe mejor al leer el texto gr. El enfoque de la declaración, a
pesar de su referencia a la presente gloria de Jesús, recae en el hecho de que él tuvo
que llegar a ser hombre para poder morir.
2.
EL VÍNCULO DEL CAPITÁN CON SUS SEGUIDORES
(2:10–18)
En esta sección, el escritor de Hebreos usó por vez primera la palabra gr. arjēgos
̱
con referencia a Jesús (el otro uso de la palabra aparece en 12:2). El término sugiere
los conceptos de “líder”, “originador” y “fundador” y es casi equivalente en cierto
sentido a la palabra “pionero”. El concepto “capitán” parece preferible a “autor”
(2:10). El escritor trata de mostrar que el Señor Jesús es el capitán del fiel grupo de
personas que Dios está preparando para la gloria.
2:10. El autor aquí continúa meditando en el salmo 8, como lo revela su
referencia a la expresión todas las cosas (cf. He. 2:8). La expresión muchos hijos
está inspirada por la mención que el salmista hace de “el hijo del hombre” y sugiere
que para el escritor de Hebreos el título mesiánico Hijo del Hombre probablemente
tenía un aspecto corporativo. La gloria que menciona en este pasaje es la misma a la
que se hace referencia en el salmo; i.e., la gloria del dominio sobre el orden de la
creación (cf. He. 2:7–8). Jesús es el Hijo del Hombre y sus hermanos y hermanas son
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las muchas personas que están unidas a él tanto en sus aflicciones como en su
gloria futura. Ellos serán los “compañeros” del Rey, los que compartirán su alegría en
el mundo venidero (cf. 1:9).
En 2:9 el escritor mencionó por primera vez la muerte de Jesús. Aquí afirma que
tal sufrimiento era apropiado para quien debía servir como el capitán de muchos
hijos. Antes de que pudiera conducirlos adecuadamente a la experiencia de salvación
que Dios tenía planeada para ellos (i.e. “para la gloria”), él debía ser perfeccionado
para cumplir esa función “por [medio de las] aflicciones”. Puesto que sus hermanos
tenían que sufrir, él también debía hacerlo si es que iba a ser el tipo de capitán que
ellos necesitaban. Por haber sufrido, él puede darles la ayuda que requieren (cf. v.
18).
2:11–13. Por consiguiente, existe una fuerte unidad entre el Hijo y los muchos
hijos. Por su muerte los santificó y los que son así santificados, de uno son todos.
Resulta claro por 10:10, 14 (V.21 el comentario allí) que el escritor consideraba el
sacrificio de Cristo como que había santificado a los muchos hijos de manera
definitiva y final. De esta forma, como lo predice Salmos 22:22 (citado en He. 2:12),
Jesús puede llamarlos hermanos. También puede hablarles de su confianza en Dios
(v. 13a, cita de Is. 8:17) y puede considerarlos los hijos que Dios me dio (He.
2:13b, citando Is. 8:18). Como un hermano mayor en medio del círculo de hijos
menores, el capitán de su salvación puede enseñarles las lecciones de fe a lo largo de
la senda del sufrimiento.
2:14–15. No obstante, estos hijos estuvieron un tiempo en esclavitud, en manos
de su enemigo, Satanás. Debido a que eran humanos, su capitán debía llegar a serlo
también y morir por ellos para rescatarlos. Al hacer esto, fue capaz de destruir … al
diablo. El autor no quiso dar a entender que Satanás había dejado de existir o de
estar activo. Más bien, la palabra que usó para “destruir” (katargēsē) indica la
anulación de su poder sobre los que Cristo redimió. Al hablar del diablo como que
ejerce el imperio de la muerte, el escritor quiso decir que Satanás se vale del
temor de la muerte de la gente para esclavizarla a su voluntad. Frecuentemente las
personas toman decisiones morales erróneas provocadas por su fuerte instinto de
conservación. Se recuerda a los lectores que ya no estaban sujetos a esa
servidumbre y que pueden enfrentar la muerte con la misma confianza en Dios que
tuvo su capitán.
2:16–18. Cualesquiera que sean sus necesidades o pruebas, su capitán es idóneo
para ayudarlos, debido a que él ministra a la descendencia de Abraham, no a los
ángeles. La expresión “descendencia de Abraham” (lit.22, “simiente de Abraham”)
puede señalar al trasfondo judaico de los lectores, pero en sentido espiritual, incluso
los gentiles podrían considerarse “linaje de Abraham” (Gá. 3:29). La ayuda que el
capitán da a sus seguidores, de nuevo está fundamentada en el hecho de que era en
todo semejante a sus hermanos (He. 2:17), i.e. tanto en términos de su
21V. véase
22lit. literalmente
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encarnación como en virtud de su sufrimiento. Aquí, por vez primera, el autor
presenta el tema del sacerdocio de Cristo que detallará más adelante. Por ahora se
muestra satisfecho con afirmar que esta identificación con “sus hermanos” había
hecho posible un sacerdocio caracterizado tanto por la misericordia y fidelidad en lo
que (el servicio) a Dios se refiere. Esto incluyó, como su base, la expiación por los
pecados del pueblo. De estos dos temas el autor también hablará más adelante,
pero aquí decidió concluir la sección con el esperanzador pensamiento de que el
capitán, en su función de sacerdote, es capaz de ayudar a sus lectores que son
tentados (v. 18) debido a la experiencia de tentación que involucró su propio
sufrimiento. Aunque la discusión de estos temas dista mucho de estar concluida, el
autor ya ha sugerido que el capitán ha sido en verdad perfeccionado para su función
de conducir a los creyentes a la participación de su gloria futura.
D. Segunda advertencia (caps. 3–4)
El autor nuevamente hace una pausa para introducir la segunda sección de
advertencia. Esta es mucho más larga y detallada que la breve exposición de 2:1–4.
Aquí se clarifica la verdadera naturaleza de su preocupación por sus lectores y la
incalculable pérdida que tendrían de no atender a su exhortación. El texto base para
esta sección es Salmos 95:7–11 (He. 3:7–11), que expone detalladamente en el resto
del cap. 3 y en 4:1–11. La sección culmina con un recordatorio del poder para juzgar
que tiene la palabra de Dios (4:12–13) y con un llamado a buscar la ayuda que
tenemos disponible a través del gran sumo sacerdote (4:14–16).
1.
LLAMAMIENTO A LA FIDELIDAD
(3:1–6)
3:1. El autor se dirige a los lectores llamándolos hermanos santos,
participantes del llamamiento celestial. Esta forma de dirigirse a los
destinatarios recoge los aspectos con los que el autor trató en el cap. 2. En verdad
eran “hermanos” (cf. 3:12; 10:19), no sólo entre ellos mismos sino también con su
capitán (2:11–12), y eran “santos” porque él los había hecho así (2:11). Además,
compartían el llamamiento celestial, porque Dios los estaba llevando a “la gloria”
(2:10). La palabra “participantes” es la misma expresión “compañeros” de 1:9
(metojoi;
̱ esta palabra gr. también se usa en esta carta en 3:14; 6:4; 12:8). El autor
estaba considerando de manera especial el alto privilegio de ser invitados a participar
en el futuro dominio y alegría del Hijo-Rey de Dios.
Por ser tales personas, debían enfocar su pensamiento en Aquél que es apóstol y
sumo sacerdote de su profesión cristiana. El primero de estos títulos probablemente
señala al Señor Jesús enviado por Dios como su supremo revelador (cf. 1:1–2),
mientras que el segundo describe su función recién mencionada en 2:17–18.
3:2. La NVI9523 separa este v. del anterior presentándolo como un enunciado
23NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
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separado. Pero si se le vincula como en el texto gr. y la RVR6024, con el v. 1, la oración
puede quedar así: “Considerad a Jesús … que fue fiel al que le constituyó”. Entendido
de esta manera, se exhorta a los lectores a fijar sus ojos en la persona de Cristo,
quien sigue siendo fiel a Dios. De esta manera, ellos descubrirían un modelo para ser
fieles. Adicionalmente, la fidelidad de Cristo tiene un prototipo veterotestamentario
en la persona de Moisés.
La referencia a Moisés que fue fiel en toda la casa de Dios está tomada de
Números 12:7 en la que el tabernáculo provee la imagen que sirve de trasfondo a
esta idea. La “casa” de Dios en el contexto del A.T., era el tabernáculo mismo que
Moisés construyó en estricta obediencia a las instrucciones divinas. Esto era un
testimonio profético “de lo que se iba a decir” (He. 3:5).
3:3–6a. Sin embargo, Jesús, como constructor de la casa, sobrepasa a Moisés en
honra, debido a que Moisés sólo era un siervo que cumplía las instrucciones de otro.
Pero lo que Jesús ha construido es, de hecho, todo, porque el que hizo todas las
cosas es Dios. Aquí está implícito el papel del Hijo en la creación (cf. 1:2, 10) y
además, su identificación como Dios (cf. 1:8). Pero más allá de esto, está la idea de
que Moisés … fue fiel en toda la casa de Dios, la cual era una representación en
miniatura de “todas las cosas”, i.e., de la casa más grande sobre la que el Hijo
preside a la diestra de Dios en los cielos (cf. 1:3 con 4:14). El “lugar santísimo”, que
estaba en su casa terrenal, no era sino una sombra del cielo, donde Cristo ha ido a
“presentarse ahora por nosotros ante Dios” (He. 9:24). La fidelidad de Moisés
consistió en erigir esa casa, el tabernáculo, que era sombra de la realidad celestial,
de modo que pudiera prefigurar el orden futuro de la actividad sacerdotal, la cual
ahora tiene por esfera al universo entero. Esta es la esfera en la que Cristo exaltado
está sentado y desde donde ejerce fielmente su ministerio actual, así como hizo en el
pasado, fungiendo como hijo sobre su casa (3:6a).
3:6b. Por medio de un giro semántico natural para el que espontáneamente se
presta la palabra gr. casa, el escritor pasa de la idea de ver a ésta como la esfera en
la que se realizaban las actividades sacerdotales, a la de que la casa consiste de
personas comprometidas en esas actividades. Sus lectores, afirma, forman el
personal de su casa (del Hijo), pero sólo si retienen firme hasta el fin la confianza
(parrēsian, palabra que se usa cuatro veces en He., aquí y en 4:16; 10:19, 35) y el
gloriarse en la esperanza. Al igual que en el pasaje anterior de advertencia (2:1–4),
el escritor usa el pron.25 pl.26 “nosotros” y se incluye dentro del ámbito de esta
amonestación. Como afirmará poco después (3:12), estaba preocupado de que
pudiera haber en algunos de sus “hermanos” cristianos un “corazón malo de
incredulidad para apartarse del Dios vivo”. De suceder que algunos de sus lectores
hicieran esto, estarían abandonando sus funciones en la casa sacerdotal del Hijo, las
cuales podrían mantener sólo si retenían firmemente su profesión cristiana (cf.
24RVR60 Reina-Valera Revisión 1960
25pron. pronombre (s)
26pl. plural
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también v. 14 y 10:23–25, 35–36). El autor no quiso decir, por supuesto, que los
lectores podían perder su salvación eterna; es un error identificar a la “casa” con el
cuerpo de Cristo, la verdadera iglesia universal. Como lo muestran el contexto de
este pasaje y el trasfondo del A.T., el autor estaba pensando en términos que
pertenecen al sacerdocio. Además, estaba pensando operacionalmente. El Hijo
exaltado preside sobre una estructura sacerdotal que es una realidad en pleno
funcionamiento. En la medida en que los lectores retuvieran con firmeza su
compromiso cristiano, así funcionarían dentro de ese sistema sacerdotal. Pero así
como un verdadero levita por nacimiento podía abandonar su participación en el
tabernáculo en tiempos de Moisés, de la misma manera, el que es verdadero
creyente por el nuevo nacimiento, puede abandonar su función sacerdotal dentro de
la activa casa del Hijo. Este era precisamente el peligro que preocupaba al escritor,
tanto en esta advertencia como en las que siguen.
2.
LA AMONESTACIÓN BASADA EN EL FRACASO DE ISRAEL
(3:7–4:11)
3:7–11. Para remarcar su llamado a la fidelidad y advertir acerca de las
consecuencias de la infidelidad, el autor se refirió al clásico fracaso de Israel en
Cades-barnea, el cual provocó que anduvieran errantes por cuarenta años en el
desierto. Lejos de ser un período ideal de la historia de Israel, como parece que
algunos sectarios afirmaban, fue una era marcada por una trágica pérdida y derrota.
Los lectores no debían repetir tal experiencia en sus vidas.
El pasaje escogido por el escritor para reforzar la enseñanza que tenía en mente,
fue extraído del salmo 95. Aquí se citan los vv. 7–11 de ese salmo. El haber escogido
ese salmo es muy apropiado para este contexto que tiene que ver con la adoración y
la actividad sacerdotal, porque el salmo 95, de hecho, es un llamado a la adoración
(cf. Sal. 95:1–7). La invitación del salmista: “Venid, adoremos y postrémonos;
arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. Porque él es nuestro Dios;
nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano …” (Sal. 95:6–7), refleja
idealmente la perspectiva del autor con respecto a sus lectores. El texto citado en
Hebreos sigue inmediatamente a la porción anterior, y debe entenderse dentro de
ese trasfondo.
3:12–13. La expresión mirad, hermanos introduce la aplicación del autor de ese
pasaje a sus lectores cristianos. Ni aquí ni en ningún otro lugar de la carta, provoca la
más ligera sospecha de que su audiencia pudiera contar con personas que no fueran
cristianos verdaderos. En lugar de eso, se les considera “hermanos” (como aquí) o
como “hermanos santos, participantes del llamamiento celestial” (v. 1). En el texto no
se encuentra el difundido punto de vista de que el escritor estaba preocupado por los
simples profesantes y no por los verdaderos creyentes.
Por tanto, cada cristiano debe procurar cuidarse de no tener el corazón malo de
incredulidad que exhibió el rebaño de Dios en el desierto, el tipo de corazón que
hace apartarse del Dios vivo. Una manera de prevenir tal tendencia podría ser que
en la congregación cristiana hubiera la actitud de preocuparse y amonestarse unos a
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otros. En conformidad con esto, ellos debían exhortarse los unos a los otros cada
día. La expresión entre tanto que se dice: Hoy, hace alusión al “hoy” de Salmos
95:7 y significa algo así como “mientras tengan oportunidad”. El objetivo de esto es
para que ninguno … se endurezca por el engaño del pecado (v. 13). Esta
exhortación todavía es absolutamente pertinente para cualquier congregación local
del día de hoy, en que los efectos perniciosos del pecado pueden con frecuencia ser
contrarrestados por creyentes verdaderamente interesados en los demás.
3:14. La declaración porque somos hechos participantes de Cristo debe
trad.27 más exactamente “somos participantes con el Cristo”. La palabra “el” que se
encuentra en el original, probablemente atribuye a Cristo el significado de “el
Mesías”. En el término “participantes” el escritor emplea de nuevo la expresión gr.
metojoi,
̱ que aparece en 1:9 y 3:1 y que se usa con respecto a “los compañeros” del
rey mesiánico. Otra vez, el escritor vuelve a considerar el supremo privilegio de estar
entre los “muchos hijos” que Dios está conduciendo al privilegio de compartir el
dominio sobre la creación que Cristo está destinado a gobernar. Pero, de nuevo, al
igual que el privilegio de servir en la casa sacerdotal (v. 6), esta función depende de
una constante fidelidad: con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra
confianza del principio. En concordancia con esto, el pasaje de Apocalipsis 2:26–27
viene con facilidad a la mente: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo
le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro”.
3:15. La cita que repite una parte de Salmos 95 está vinculada con la advertencia
que se acaba de mencionar en He. 3:6. Los lectores deben retener su confianza hasta
el final y no endurecer sus corazones, como hicieron los israelitas de antaño en la
provocación.
3:16–19. Habiendo aludido de nuevo al pasaje que quería exponer, el autor
empieza a hacerlo. Parece más natural entender las preguntas del v. 16 como
declaraciones: “Porque algunos, habiendo oído, le provocaron; aunque no todos los
que salieron de Egipto por mano de Moisés”. El escritor está consciente de las
notorias excepciones de Josué y Caleb, quienes no tuvieron nada que ver con el
fracaso general de Israel. No obstante, a continuación el autor pregunta: ¿y con
quiénes estuvo Dios disgustado durante cuarenta años? La respuesta es que
estuvo enojado con los que pecaron de la congregación del desierto y que
murieron allí. Su desobediencia quedó demostrada al rehusarse a entrar en la tierra
prometida. Esto provocó que Dios jurara que no entrarían en su reposo. Por
supuesto, esto significa que la generación pecadora del desierto quedó
permanentemente privada de la posibilidad de tomar posesión de su herencia en
Canaán. Naturalmente que este hecho nada tiene que ver con la cuestión de que
podrían ir al infierno, de manera que sería erróneo afirmar que toda la generación del
éxodo estaba conformada por personas no regeneradas. Pero su no admisión en la
tierra de Canaán fue una consecuencia de su falta de fe en el poder de Dios para
darles la victoria sobre sus enemigos. Esta podría ser en principio la falla que los
27trad. traducción, traductor
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lectores de Hebreos podían repetir si olvidaban el triunfo definitivo del Mesías sobre
sus enemigos y también de ellos (cf. 1:13–14). El escritor quería que sus lectores
tomaran en serio el hecho de que la incredulidad, o la falta de confianza en el
Señor, fue la razón por la que el pueblo de Dios no entró en la tierra prometida.
4:1. Por el trágico ejemplo de Israel, se colige que los cristianos deben tener sumo
cuidado. Por eso les dice: temamos pues. Esto se debe a que aunque todavía
permanece la promesa de entrar en su reposo, no sea que alguno de vosotros
parezca no haberlo alcanzado. El vb.28 “parezca” puede trad.29 “parecer” o
“suponer”. Algunos escritores modernos (Montefiore, Héring) prefieren la trad.30
“tengamos cuidado de que ninguno de ustedes suponga que no lo ha alcanzado”. Es
probable que esta sea la mejor trad.31, porque el contexto que sigue parece dedicarse
a la tarea de demostrar que todavía es posible entrar en el reposo.
El concepto de “reposo” que maneja el autor no debe separarse de sus raíces
veterotestamentarias. En la LXX32 hay pasajes notables en que, al referirse a la
posesión de la tierra por Israel, la palabra reposo (katapausis), se asocia claramente
con la palabra herencia (klēronomia). Moisés demostró (Dt. 3:18–20; 12:9–11) que
para Israel su reposo era su herencia. De la misma manera, es normal suponer que
para el escritor de Hebreos el término “reposo” sea un equivalente funcional de la
herencia del cristiano. El autor ya ha afirmado que los cristianos son “herederos” (He.
1:14) y lo repetirá poco después (6:12, 17; cf. 9:15). El autor desarrollará, a medida
que su argumento avance, cómo fue que entendió exactamente la relación que los
creyentes tienen con esa herencia. Pero el asunto de la herencia misma difícilmente
puede separarse de la explicación del tema del reino del Mesías y la participación de
sus “compañeros” en él. Si esto requiere una confirmación explícita, se puede
encontrar en 12:28.
Si, como se acaba de sugerir, el escritor estaba preocupado de que ninguno de
sus lectores pensara que había perdido su “herencia-reposo”, es posible concebir que
estaba confrontando el problema de la demora de la segunda venida de Cristo, el que
Pablo también había encontrado en Tesalónica. El posterior llamado del escritor de
Hebreos a sus lectores a tener paciencia, de modo que pudieran recibir “la promesa”,
es seguido por la garantía: “porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no
tardará” (10:36–37). Si este era el interés de Dios, era urgente mostrar que el reposo
prometido estaba todavía disponible.
4:2. Aquí el escritor afirma que: a nosotros se nos ha anunciado la buena
nueva (lit.33 “fuimos evangelizados”). Pero esta buena nueva no siempre se refiere al
plan de salvación. En algunos círculos, la palabra “evangelio” ha adquirido un sentido
28vb. verbo, (s)
29trad. traducción, traductor
30trad. traducción, traductor
31trad. traducción, traductor
32LXX Septuaginta
33lit. literalmente
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muy técnico y limitado como para hacer una justa descripción de las ideas que el
escritor presenta aquí. Resulta muy claro que lo que se predicó a los israelitas de la
antigüedad, fue el ofrecimiento del reposo de Dios. Esto, por supuesto fue la “buena
nueva” para los israelitas, como también para la gente de hoy, pero no es
exactamente lo que en la actualidad se entiende por “evangelio”. El vb.34 gr.
euangelizomai, que usa el autor, en el N.T. perfectamente podía tener un significado
no técnico (cf. el uso de la palabra en Lc. 1:19; 1 Ts. 3:6), pero como es comprensible,
en este pasaje el escritor no hizo una distinción tajante entre la “buena nueva”
acerca del reposo, que sus lectores habían oído, de la “buena nueva” a la que se
aplica más comúnmente el término “evangelio” (cf. 1 Co. 15:1–4). Pero, como lo
muestra el contexto de toda la sección, el interés del escritor estaba en la buena
nueva acerca del futuro reposo del pueblo de Dios (cf. He. 4:10), no en los hechos
fundamentales del evangelio de los que Pablo habló en 1 Corintios 15.
Como ya se señaló anteriormente en relación con los israelitas, no les
aprovechó … la palabra que oyeron (acerca del reposo) debido a su falta de fe (cf.
He. 3:19). Es decir, a causa de su incredulidad, fallaron en no aprovechar el
ofrecimiento de Dios de entrar en su reposo. De aquí se colige que los lectores deben
tener fe para beneficiarse de la invitación a disfrutar del reposo.
4:3. Lo anterior es precisamente lo que el autor afirma enseguida. Las palabras joi
pisteusantes deben trad.35 “los que creemos” en lugar de los que hemos creído. La
preocupación del escritor no recaía en la fe de los lectores en el pasado, sino en la fe
perseverante (cf. 3:6, 14). La fe sigue siendo el requisito para entrar al reposo, debido
a que Dios juró que no entrarían en su reposo a los que fallaron en ejercer su fe. Esta
exclusión del reposo fue definitiva, a pesar del hecho de que la creación del mismo
fue establecida desde la fundación del mundo.
4:4–5. Exhibiendo una gran riqueza de pensamiento, el autor enseguida vinculó el
reposo sabático de Dios durante el tiempo de la creación con el reposo que los
israelitas perdieron en el desierto. Dios reposó cuando terminó su actividad creadora
y, desde entonces, ese tipo de experiencia queda abierta para las personas que
también completan la obra que se les ha encomendado (cf. v. 10). Cuando la obra se
deja inconclusa, como lo hizo la nación que estuvo en el desierto, de tales debe
decirse: no entrarán en mi reposo.
4:6–7. Sin embargo, la falla de los israelitas no canceló la verdad de que algunos
entrarían en ese reposo, y en conformidad con lo anterior, Dios renovó su
ofrecimiento (en Sal. 95) aún hasta el tiempo de David. En ese tiempo, otra vez
determinó un día llamándolo Hoy. De esta manera, presentó esta oportunidad a
todos los lectores del salmo, para quienes ese “hoy” llegó a ser su propio “hoy”. El
escritor, de manera similar, ya había aplicado el “hoy” a sus propios lectores (cf. He.
3:14–15).
4:8–10. No obstante, los lectores no debían suponer que la promesa de un reposo
34vb. verbo, (s)
35trad. traducción, traductor
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fue cumplida en el tiempo de Josué. Aquí el autor se muestra perfectamente
percatado de que el A.T. se pudo haber citado para mostrar que el descanso se había
alcanzado por medio de la conquista de la tierra en el tiempo de Josué (cf. Jos. 22:4;
23:1). Probablemente así había sido citado por alguien a los lectores. Pero la
refutación del autor fue simple y suficiente: si esto fuera así, Dios no hablaría
después de otro día. El salmo que conforma su pasaje, descarta la noción de que el
reposo se había alcanzado y que no estaba disponible ya más.
Detrás de este último argumento subyace el innegable hecho de que la conquista
del tiempo de Josué no produjo la posesión permanente de la tierra. La posesión
permanente de su herencia prometida se había convertido para el judaísmo en una
expectativa que sólo sería cumplida en el reino mesiánico. Esta interpretación, al
menos en el judaísmo ortodoxo, era considerada cierta, independientemente de
cualquiera otra concepción proveniente de algún grupo dentro del judaísmo sectario.
Se puede suponer que el autor confrontaba algún tipo de “escatología cumplida”,
misma que negaba el carácter futurista de tal esperanza. (Cf. el punto de vista similar
de la resurrección de los creyentes que Pablo resistió, 2 Ti. 2:17–18.) Si es así, el autor
de Hebreos consideraba al salmo 95 como una refutación de esa perspectiva
distorsionada. El reposo—la participación en el reino mesiánico—en verdad es algo
que queda en el porvenir: Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.
Pero ahora se debe decir con toda claridad que entrar en el reposo de Dios
significa que el creyente ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.
Esta declaración es tanto una expresión de seguridad como una amonestación. Por
una parte, confirma la conclusión del escritor (He. 4:9) de que existe un reposo al que
hay que entrar. Pero por otra, recuerda a los lectores que entrar al reposo sólo se
logra al completar la tarea, precisamente como lo hizo Dios en su actividad creadora.
En la frase “ha reposado de sus obras” el autor empleó un juego de palabras debido a
que el vb.36 “reposar” también tiene el sentido de “cesar”, significado que, ante el
trasfondo de la obra divina, sugiere claramente una exitosa realización. Este punto es
el que el autor tenía en mente desde el principio de la sección. Los lectores
necesitaban amoldar sus vidas a Jesucristo, quien fue “fiel al que le constituyó” (3:2)
y debían tener cuidado de retener “firme hasta el fin … (la) confianza del principio”
(3:14; cf. 3:6). Sólo así serían capaces de reposar de sus obras en su gozosa posesión
de su herencia en el reino mesiánico.
4:11. Se deduce lógicamente de lo anterior que los lectores debían, junto con el
autor (nótese el procuremos), poner todo su esfuerzo para entrar en aquel
reposo. A diferencia de la seguridad que todos los cristianos tienen de que poseen la
vida eterna y que serán resucitados para disfrutarla en la presencia de Dios (cf. Jn.
6:39–40), la participación de los compañeros del Mesías en su dominio sobre la
creación sólo se puede alcanzar por hacer la voluntad del Señor hasta el fin (Ap.
2:26–27). Por lo tanto, los lectores debían estar advertidos por el fracaso de Israel en
el desierto y cuidarse de no imitar su ejemplo de desobediencia.
36vb. verbo, (s)
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3.
LA PALABRA DE
DIOS Y EL TRONO DE LA GRACIA (4:12–16)
Habiendo completado su exposición acerca del salmo 95 y del fracaso de Israel
para entrar al reposo, el escritor llevó esta sección de advertencia a una conclusión
que es a la vez formal y consoladora. La palabra de Dios es un instrumento de juicio
divino solemne, pero su trono es fuente de gracia y misericordia.
4:12. La lección derivada del A.T. que el autor recién había comentado, no era
sólo un relato histórico, sino una enseñanza de enorme relevancia para su audiencia,
como queda en claro por lo mucho que dijo al respecto. Porque la palabra de Dios
es viva (zōn) y eficaz (energēs). Y no sólo eso, su poder es más cortante que
toda espada de dos filos; y penetra a la parte más íntima de la persona, hasta
partir el alma y el espíritu. Al hacer esto, es capaz de separar eficazmente lo
espiritual del hombre de aquello que es “carnal” o natural, y realiza esto incluso
cuando esos elementos internos, que comúnmente se oponen uno al otro, están
entrelazados tan estrechamente como las coyunturas y los tuétanos. Es por eso
que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. La vida interior
del cristiano es con frecuencia una extraña mezcla de motivaciones tanto
genuinamente espirituales como totalmente humanas. Se requiere de un agente
sobrenatural capaz de discernirlo todo, como la palabra de Dios, para distinguir esos
elementos y exponer lo que es de la carne. Los lectores podrían pensar que daban
ciertos pasos basados en motivaciones puramente espirituales, cuando en realidad,
como la palabra de Dios podría mostrarles, estaban actuando de manera infiel, como
lo hizo el Israel de la antigüedad.
4:13. No debían suponer, por tanto, que sus motivaciones no serían detectadas,
porque no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia. Más bien,
todas las cosas están desnudas y abiertas ante Dios. Al decir esto, el autor
recuerda a los lectores que ellos, como todos los cristianos, estarían algún día ante el
tribunal de Cristo donde tendrían que dar cuenta a Dios de sus vidas (cf. Ro. 14:10–
12; 2 Co. 5:10). Si cuando llegara ese día sus vidas estaban marcadas por el tipo de
faltas por las que habían sido advertidos, el escritor insinúa que sufrirían la pérdida
de su recompensa (cf. 1 Co. 3:11–15). En este contexto, la pérdida que sufrirían sería
de su herencia-reposo.
4:14. Pero esto no tenía por qué ser así. Por el contrario, había muchas razones
por las que debían retener su profesión cristiana, en especial por el hecho de que el
gran sumo sacerdote de los creyentes traspasó los cielos. El autor sólo había
hecho una mención específica antes (2:1–3:6) del sacerdocio de Jesús, aunque una
referencia se encuentra en forma implícita en 1:3. Aquí se prepara para desarrollar
esa verdad de manera extensa. Pero antes de hacerlo, quería señalar la importancia
práctica de dicho tema para sus lectores, a quienes exhortó a retener “su profesión”.
Ellos debían saber que el sacerdocio del Señor ofrecía todos los recursos que
necesitaban.
4:15. La persona que ministra como sumo sacerdote en favor de los creyentes
había pasado por lo mismo que ellos y había sido tentado en todo, así como ellos.
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Pero, a diferencia de ellos, fue sin pecado (cf. 7:26; 2 Co. 5:21; 1 Jn. 3:5) y nunca
reaccionó equivocadamente a ninguna tentación (tampoco podía, por ser Dios). Pero
como hombre pudo percibir la realidad de ella (así como una peña inamovible puede
soportar la acometida de un mar agitado). Por eso, él puede compadecerse
(sympathēsai, lit.37, “sentir o sufrir con”) de las debilidades, tanto de aquellos
creyentes como de las nuestras. De cierto debe argumentarse, y así ha sido, que sólo
el que ha resistido de manera perfecta la tentación puede conocer la magnitud de su
fuerza. De esta manera, el que fue sin pecado tiene una mayor capacidad de
compasión que la que cualquier ser humano pecador puede sentir por otro pecador.
4:16. Con tan gran sumo sacerdote, se deduce que los creyentes deben acercarse
confiadamente (parrēsias; cf. 3:6; 10:19, 35) al trono de la gracia. En este libro,
tan lleno de tiernos y cautivadores giros de lenguaje, pocas expresiones superan a la
memorable frase “el trono de la gracia”. Este concepto de la presencia de Dios a la
que los cristianos que están acosados de muchas tentaciones pueden acercarse en
cualquier momento, sugiere tanto la soberanía de la persona a la cual se acercan
(puesto que se trata de un “trono”), así como su benevolencia. En un contacto con
Dios como éste, los cristianos pueden esperar confiadamente que alcanzarán
misericordia y … gracia para el oportuno socorro.
III. Segunda parte: El Hijo-Sacerdote de Dios (caps. 5–10)
En la primera sección principal de la epístola (1:5–4:16), el autor presentó dos
verdades prominentes: (1) La posición y destino exaltados de Aquél que es de
manera singular el Hijo-Rey de Dios, y (2) la salvación-herencia de quienes se
mantienen unidos a él por medio de la fe. En la consideración de esos temas se
incluyeron solemnes advertencias para no descuidar o perder la herencia que la
exaltada posición del Señor les permitiría alcanzar. El tema central de toda esta
discusión ha sido la futura condición de Rey que tendrá el Hijo.
Al mismo tiempo, se ha dejado en claro que el Hijo-Rey es además el sumo
sacerdote. La importancia de esta realidad ha sido ya brevemente señalada. Sin
embargo, a continuación se considerará detalladamente la función sacerdotal del
Hijo. Al hacer esto, el escritor, como es su costumbre, intercala secciones de su
exposición con pasajes de exhortación y advertencia.
A. Introducción: el sacerdote calificado (5:1–10)
Antes de entrar en detalle en las implicaciones del sacerdocio de Cristo, el escritor
tomó la decisión lógica de mostrar primero las credenciales que tiene el Señor para
cumplir esa función. Aunque el sacerdocio de Jesús es algo que ya se ha dado por
sentado, su validez debe probarse para que tengan fuerza las amonestaciones que se
basan en ese hecho.
37lit. literalmente
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1.
REQUISITOS GENERALES PARA SER SUMO SACERDOTE
(5:1–4)
5:1. Si alguien se preguntara lo que realmente es un sumo sacerdote, la
respuesta se podría extraer fácilmente de la institución del A.T. con la que los lectores
estaban familiarizados. Tal persona era un miembro de la especie humana, tomado
de entre los hombres y además era su representante en todos los asuntos que a
Dios se referían. Estos “asuntos” incluyen la presentación de ofrendas (dōra) y
sacrificios (thysias) por los pecados (cf. 8:3; 9:9).
5:2–3. El sumo sacerdote debía mostrarse compasivo, como lo sugiere la palabra
metriopathein, que subyace en la frase que se muestre paciente. Esta es la
capacidad de controlar los sentimientos personales para evitar los extremos de la fría
indiferencia o la tristeza incontrolable. Para un sumo sacerdote ordinario del A.T., esta
paciencia provenía del hecho de que estaba consciente de que él mismo estaba
rodeado de debilidad, y era propenso a equivocarse. Por tanto, en sus actividades
sacerdotales tenía que presentar las ofrendas necesarias por sus propios pecados y
por los del pueblo. Sólo en este aspecto, como lo mostrará el autor después (cf.
7:27), Cristo no correspondía exactamente a las características descritas aquí, debido
a que él fue “sin pecado” (4:15). Pero también es posible que el escritor considerara
la compasión del Hijo-Sacerdote como siendo mucho más rica que la moderada
bondad que adjudicaba a otros sumos sacerdotes.
5:4. Pero una cosa es cierta. El oficio de sumo sacerdote era conferido por Dios y
no se podía ejercer simplemente porque la persona aspirara a tal honra. El sumo
sacerdote debía ser llamado por Dios, como lo fue Aarón.
2.
EL LLAMAMIENTO DEL HIJO AL SACERDOCIO
(5:5–10)
5:5–6. El autor insistió en que nadie debía suponer que Cristo inició sus funciones
sacerdotales sin el correspondiente llamado de Dios. Por el contrario, la misma
persona que declaró a Cristo como Rey-Hijo, también lo constituyó sacerdote para
siempre, según el orden de Melquisedec. Al combinar (como lo hizo aquí) el
texto de Salmos 2:7 que había citado antes (He. 1:5), y el de Salmos 110:4, el autor
vinculó hábilmente las dos grandes verdades acerca del Mesías que subyacen en el
corazón de esta epístola. La declaración del salmo 2 lo proclamó heredero davídico,
cuyo destino es gobernar a las naciones (cf. Sal. 2:8). Pero el salmo 110 había sido
citado antes para producir en buena medida el mismo efecto (cf. He. 1:13). No
obstante, aquí fue citado un enunciado adicional de ese último salmo para mostrar
que el futuro conquistador es también sacerdote de un orden especial. De esta forma,
el autor unió en la persona de Cristo el doble oficio de sacerdote y Rey. Al hacer esto,
quizá estaba consciente de que refutaba una postura sectaria como la que
evidentemente existía en Qumrán, donde parece que se había previsto la llegada
tanto de un Mesías rey o laico como de uno sacerdotal. En todo caso, las dos citas
presentadas aquí de Salmos 2:7 y 110:4 suministran la esencia concentrada del
pensamiento del autor acerca del Señor Jesucristo. Es muy evidente que el escritor
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atribuye las proclamaciones de ambos salmos al momento en que el Hijo “se sentó a
la diestra de la Majestad en las alturas” (He. 1:3).
5:7. Pero también en otros aspectos Jesús está calificado para su sacerdocio. Si se
trata del tema de las ofrendas (cf. v. 1), puede señalarse que cuando Jesús estuvo en
la tierra ofreció ruegos y súplicas. En la expresión ofreciendo el escritor empleó el
mismo vb.38 (prosferō) que había usado en el v. 1 (“para que presente”). La
descripción que añade: con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la
muerte, se ha considerado con frecuencia como referencia a la experiencia de
Getsemaní. Pero en gr., este pasaje parece reflejar la trad.39 de la LXX40 de Salmos
22:24. Debido a que para este autor dicho salmo es mesiánico (cf. He. 2:12), es
probable que realmente tuviera en mente los sufrimientos de Cristo en la cruz, como
lo refleja el salmo. Esto sería muy apropiado, debido a que los clamores del Salvador
estarían, por ende, vinculados con su obra sacrificial.
Que estos “ruegos y súplicas” fueron aceptados por Dios está evidenciado por la
expresión fue oído a causa de su temor reverente (eulabeias). A esto hace
referencia el salmo 22 cuando en su segunda parte presenta las palabras de alguien
que ha salido triunfante del sufrimiento y alaba a Dios por ello (cf. Sal. 22:22–31). De
hecho, la primera nota triunfal del salmo ya había sido citada (i.e., Sal. 22:22 en He.
2:12). De este modo, el Hijo “reverente” y sufriente fue de verdad librado de la
muerte por medio de la resurrección y de igual manera, la resurrección suministra la
prueba decisiva de que Dios aceptó la obra sacrificial de Jesús.
5:8–10. La experiencia que se acaba de mencionar fue una forma de preparación
para Jesús antes de ministrar a su pueblo sufriente. A pesar de su singular relación
con Dios (era Hijo), tuvo que experimentar el verdadero significado de la
obediencia en términos del sufrimiento que ésta conlleva. (El gr. hace un interesante
juego de palabras entre los vbs.41 aprendió [emathen] y padeció [epathen].)
Habiéndolo hecho, fue por ello perfeccionado para la función que realizaría como
capitán y sumo sacerdote de su pueblo. No se puede negar que hay un elemento de
misterio en esto, pero no es mayor que el que se encuentra en las palabras de Lucas:
“y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”
(Lc. 2:52). En un sentido muy concreto, pero no del todo comprensible, la encarnación
dio al ya de por sí infinitamente perfecto y sabio Hijo de Dios la experiencia de
conocer todo lo relacionado con la condición humana. De esta manera, el sufrimiento
llegó a ser una realidad que el Señor probó y en virtud de ella, puede compadecerse
profundamente de sus seguidores.
Lo anterior es lo que el escritor tenía en mente cuando afirmó que Jesús vino a
ser autor (aitios) de eterna salvación para todos los que le obedecen. La
salvación referida aquí no se debe diferenciar de la que se define con el término
38vb. verbo, (s)
39trad. traducción, traductor
40LXX Septuaginta
41vbs. verbo, (s)
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herencia (He. 1:14). También debe identificarse con la “herencia eterna” que se
menciona en 9:15. No debe confundirse con la obtención de la vida eterna que está
condicionada, no por la obediencia, sino por la fe (cf. Jn. 3:16, etc.). Una vez más, el
escritor tiene en mente que quedarían libres de todos sus enemigos y triunfarían
sobre ellos, con el consecuente disfrute de la “gloria”, de los muchos hijos e hijas.
Este tipo de salvación depende exclusivamente de la obediencia y ciertamente de la
obediencia inspirada en el ejemplo de Jesús, que también padeció. De esta manera,
lo anterior está estrechamente relacionado con el dicho del Señor cuando afirmó: “Si
alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por
causa de mí y del evangelio, la salvará” (Mr. 8:34–35).
Jesús, el sumo sacerdote, ha llegado a ser la “fuente” de este tipo de experiencia
de salvación para aquellos que están dispuestos a vivir en obediencia. Al describir al
Señor de esta manera, el autor estaba pensando principalmente en todos los recursos
que fluyen de la actividad sacerdotal de Cristo y que hacen posible la vida de
obediencia del cristiano. Cualquiera que sea el sufrimiento que la persona padezca, el
sumo sacerdote lo entiende, se compadece, y pone a su disposición la “misericordia”
y la “gracia” que se requieren para soportar dicho sufrimiento de manera exitosa.
Como dirá más adelante el escritor: “por lo cual puede también salvar
perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder
por ellos” (He. 7:25). Precisamente con este fin a la vista, Cristo fue declarado por
Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.
B. Tercera advertencia (5:11–6:20)
El autor apenas había comenzado a considerar el tópico del sacerdocio de Cristo
según el orden de Melquisedec. Pero se sintió compelido a hacer una pausa para
presentar otra sección de advertencia antes de avanzar en su exposición. Esto se
debió a la inmadurez y apatía de sus lectores, misma que le hizo preguntarse qué
tanta enseñanza podían digerir. Sin duda que esperaba despertarlos para que
pusieran más atención a la verdad que él quería desarrollar. Pero, al mismo tiempo,
deseaba que sus lectores confrontaran abiertamente el peligro de quedarse tal y
como estaban, debido a que esto los podía llevar a un trágico retroceso.
1.
EL PROBLEMA DE LA INMADUREZ
(5:11–14)
5:11–12. El autor comenzó diciendo: acerca de esto tenemos mucho que
decir, para referirse luego al tema del sacerdocio de Jesús según el orden de
Melquisedec. En efecto, el desarrollo de su subsecuente discusión fue realmente largo
(7:1–10:18) así como profundo. De conformidad con esto, previó que lo que seguía
era difícil de explicar debido a que sus lectores eran tardos para oir. Les recordó
que habían sido cristianos un largo período, por lo que debían ser ya maestros,
después de tanto tiempo. Otros, que habían estado en la fe menos tiempo que
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aquellos lectores, deberían estarse beneficiando de la instrucción que les podían
impartir. Pero en lugar de eso, necesitaban que alguien les instruyera de nuevo en las
enseñanzas básicas.
Al aludir a los primeros rudimentos, el escritor emplea una expresión que se
podría referir a las letras del alfabeto que necesita aprender un niño en edad escolar.
Aunque con su amonestación insinúa: “parece que necesitan repasar el ABC”, no
pensaba dedicarse a esa tarea (6:1). Es evidente que lo que principalmente tenía en
perspectiva era el fluctuante pensar de ellos en relación con el error que trataba de
desviarlos de la fe. Si estaban siendo exhortados, ya fuera por sectarios o por otras
personas, a abandonar su profesión cristiana, entonces quería decir que se estaban
cuestionando las verdades fundamentales en las que ya debían estar firmes. El
resultado de esto era, a todas luces, ¡que tenían necesidad de leche, y no de
alimento sólido! Sin embargo, lo que él les ofrecería dentro de poco era en verdad
alimento sólido, por el cual, el escritor esperaba, se verían impulsados
dramáticamente hacia adelante en su experiencia cristiana.
5:13–14. Es inaceptable seguir siendo un bebé en los asuntos espirituales. Esto es
verdad porque el que es niño espiritual, y participa de la leche, es inexperto
(apeiros) en la palabra de justicia. El problema no es tanto que al niño espiritual le
falte conocimiento—aunque de entrada sea obvio que sí—sino que más bien no ha
aprendido todavía a usar con efectividad “la palabra de justicia”; le falta la capacidad
que acompaña a la madurez y que produce la habilidad de tomar decisiones morales
correctas. Los que pueden aprovechar el alimento sólido son los que han
alcanzado madurez, que pueden tomar decisiones correctas, porque han sido
ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
Una vez más, el escritor manifiesta su preocupación acerca de la capacidad que
tenían los lectores para rechazar las falsas ideas que los confrontaban. Si tan sólo
fueran suficientemente maduros, serían capaces de distinguir esas ideas como
“malas”, porque se oponían a las verdades que sabían que eran “buenas”. Pero él
temía que sus lectores no poseyeran aún esta capacidad, aunque él haría cualquier
esfuerzo para promoverla entre ellos.
2.
LA SOLUCIÓN AL PROBLEMA
(6:1–3)
6:1–2. De manera sorprendente, y a pesar de su consideración de la situación
espiritual en que se encontraban sus lectores, el autor prefirió no aludir a viejos
temas. Más bien los exhorta a superar los rudimentos de la doctrina de Cristo e
ir adelante a la perfección. Volver a revisar los fundamentos, sólo hubiera
provocado que se quedaran donde estaban. El autor prefirió hacer una “cirugía
mayor” y lit.42 empujarlos a ir adelante tan rápido como fuera posible. Ciertamente
esta era la solución a su problema. Si progresaban de manera aceptable, evitarían el
peligro de echar otra vez el fundamento del arrepentimiento. Pero si recaían,
42lit. literalmente
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como les advierte en los vv. 4–6, entonces estarían poniendo un fundamento para un
nuevo arrepentimiento, pero tal cosa era imposible (cf. vv. 4, 6). De modo que no les
quedaba más remedio que avanzar.
La expresión obras muertas surge de nuevo en un contexto donde parece
referirse a un ritual levítico (9:14). Aquí resulta muy apropiada en el mismo sentido,
ya que muchos de los lectores se habían convertido del judaísmo al cristianismo. Los
rituales que habían dejado eran actos estériles, incapaces de impartir las
experiencias de vida que ellos habían encontrado en Cristo. El autor indica que no
debían regresar de ninguna manera a esas obras muertas, porque hacerlo equivaldría
a poner de nuevo un fundamento para arrepentirse de ellas—aunque no se podría
alcanzar con facilidad dicho arrepentimiento, no importando lo conveniente que éste
pudiera ser.
Pero el cimiento que ellos pondrían en caso de que se diera la nada agradable
situación de una recaída, involucraba otras verdades fundamentales. Éstas se
enumeran con las palabras: la fe en Dios … la doctrina de bautismos … la
imposición de manos … la resurrección de los muertos y el juicio eterno. El
autor claramente indica que todos esos temas pertenecen a los “primeros
rudimentos” (5:12) en los que los lectores se encontraban fluctuando. Parece que de
una u otra forma, cada uno de esos rudimentos era un punto en discusión que los
lectores tenían con personas de otras creencias. El regresar a la observancia de esas
ordenanzas, ya fuera en el judaísmo ortodoxo o en el sectario, solamente constituiría
un retorno a las “obras muertas”. Quien retrocediera así, necesitaba aprender de
nueva cuenta que obtuvo la salvación “por la fe en Dios”, no por los ritos.
Además, la significancia de los varios “bautismos” que se conocen en el
cristianismo (el bautismo de Juan, el bautismo cristiano, o incluso el bautismo del
Espíritu) debía ser aprendida de nuevo, así como los hechos básicos acerca de “la
imposición de manos”. Al hacer alusión a asuntos de esta clase, tal vez el escritor
estaba refutando conscientemente las enseñanzas de los sectarios que bien pudieron
haber estado ofreciendo a los lectores la ceremonia de iniciación en su propio ritual
de “bautismo” e “imposición de manos”. Si los sectarios u otras personas, además de
ofrecer la aplicación de sus propios ritos de iniciación, negaban las expectativas
escatológicas normales del cristiano (cf. el comentario de 4:1, 8–10), entonces quería
decir que los rudimentos o doctrinas fundamentales “de la resurrección de los
muertos y del juicio eterno”, podían estar bajo discusión. Abandonar su profesión
cristiana y “recaer” (6:6), implicaría dejar de lado todas esas doctrinas. Los lectores
estarían renunciando a cualquier cosa que hubieran aprendido previamente. En este
sentido, se pondría la base para que tuviera que enseñarles todo de nuevo, aunque el
escritor tenía poca esperanza—por sus subsecuentes declaraciones—de que se
llevara a cabo este proceso.
6:3. Lo que el autor quería que sus lectores hicieran era avanzar. Pero estaba
perfectamente consciente de que esto requería mucho más que su esfuerzo de
desafiar a los lectores a realizar progresos. Dios tenía que ayudarles (sólo él podía
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hacerlo), para que alcanzaran estos objetivos. El escritor había afirmado antes:
“vamos adelante a la perfección” (v. 1), pero en una actitud de dependencia en la
providencia divina añadió: y esto haremos, si Dios … lo permite.
3.
LA ALTERNATIVA PARA PROGRESAR
(6:4–8)
En una declaración especialmente solemne, el autor presenta enseguida la trágica
alternativa al progreso que él quería que sus lectores alcanzaran. Si no avanzaban,
entonces retrocederían. Quien así lo hiciera, estaría en una situación en verdad
desastrosa.
6:4–6. Este pasaje ha sido interpretado de cuatro maneras: (1) que aquí se
describe el peligro de perder la salvación, punto de vista que se puede rechazar por
los pasajes bíblicos que aseguran que la salvación es una obra irreversible de Dios;
(2) que es una advertencia contra el peligro de ser un simple profesante, no
realmente salvo, o de quien “quiere probar”, pero que no participa en verdad de la
salvación (Biblia Anotada de Scofield, pág. 1251); (3) que si teóricamente el cristiano
pudiera perder su salvación, no existe otra provisión para el arrepentimiento; y (4)
que la advertencia es contra el peligro de que el cristiano se aparte de su fe genuina
y vida cristiana hasta el punto de que quede descalificado para seguir sirviendo (1
Co. 9:27) y heredar la gloria milenial. Esta última es la interpretación que se adopta
en este comentario. Los vv. 4–6 constituyen una sola oración en gr. como en la
RVR6043. La declaración central de esta cláusula es: porque es imposible que los
que una vez fueron iluminados … sean otra vez renovados para
arrepentimiento. Después de las palabras “los que” hay una descripción de las
personas que, el escritor afirma, no pueden ser renovadas para arrepentimiento. La
descripción que presenta muestra que él tenía en mente a los cristianos.
Para empezar, los describe como individuos “que una vez fueron iluminados”. Esta
es una manera muy normal de referirse a la experiencia de regeneración (cf. 2 Co.
4:3–6). El único otro uso del autor de la palabra “iluminados” se encuentra en
Hebreos 10:32, donde difícilmente se puede poner en duda que se refiere a
verdaderos cristianos. Además, al denominarlos como personas que gustaron del
don celestial, empleó los conocidos conceptos relacionados con la conversión (cf. Jn.
4:10; Ro. 6:23; Stg. 1:17–18). El esfuerzo por evadir esta conclusión tratando de ver
en la palabra “gustaron” algo menos que un completo involucramiento en la
salvación, falla a la luz del uso que el autor le da a la palabra (He. 2:9) cuando
describe la experiencia de Jesús en su muerte. También se puede comparar el uso de
este término en 1 Pedro 2:3 citando Salmos 34:8.
La descripción prosigue con las palabras y fueron hechos partícipes del
Espíritu Santo. La expresión gr. que subyace aquí emplea de nuevo la palabra
metojoi,
̱ usada en Hebreos 1:9 para referirse a los “compañeros” del rey mesiánico y
en 3:1, 14 para hablar de los lectores cristianos (también se usa en 12:8). Es evidente
43RVR60 Reina-Valera Revisión 1960
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que la anterior expresión dirigió al autor a considerar a los que habían recibido el don
del Espíritu como resultado de su conversión. Finalmente, también están los que
gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero. Aquí
la idea naturalmente se aplica a los convertidos cuya instrucción en “la palabra de
Dios” les había proporcionado la genuina experiencia de conocer su “bondad” y que
también habían conocido la realidad de los milagros. La palabra trad.44 “poderes”
(dynameis) es la que normalmente se usa para “milagros” en la RVR6045 y es una
aparente evocación de la experiencia mencionada en 2:4. En todo sentido, el
lenguaje de este pasaje corresponde bien, y con notoria facilidad, a los cristianos
verdaderos. El esfuerzo por ver aquí a simples profesantes en contraposición de
genuinos convertidos resulta ser una interpretación algo forzada.
Sin embargo, de aquí se colige la lúgubre expresión y recayeron. La palabra gr.
parapesontas es de hecho parte de la construcción gramatical a la que pertenecen
las frases descriptivas precedentes. De aquí que, una trad.46 más lit.47 podría ser: “es
imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron … y fueron hechos
partícipes … y asimismo gustaron … y recayeron, sean otra vez renovados para
arrepentimiento”. Lejos de tratar esta cuestión de manera hipotética, el lenguaje del
escritor suena como si conociera tales casos.
Naturalmente, las palabras “y recayeron” no pueden referirse a la pérdida de la
vida eterna, la cual, como lo aclara perfectamente el evangelio de Juan, es la
posesión inalienable de aquellos que confían en Cristo. Sin embargo, el escritor
evidentemente tenía en mente la defección de algunos de la fe, i.e., la apostasía, o el
abandono de su profesión cristiana (cf. He. 3:6, 14; 10:23–25, 35–39). La afirmación
de que es imposible que tal falla la cometa una persona regenerada es una
proposición teológica que no tiene apoyo en el N.T. Pablo también conocía los peligros
de la falsa doctrina para la fe del cristiano y habló de algunos como Himeneo y Fileto
que afirmaban “que la resurrección ya se había efectuado y trastornaban la fe de
algunos” (2 Ti. 2:17–18). El autor de Hebreos era una persona realista y confronta los
ataques contra la fe de sus lectores de una manera muy seria. Y les advierte que los
que sucumbieran, i.e., recayeran después de haber experimentado todos los
privilegios espirituales recibidos, no podían ser “renovados para arrepentimiento”.
La razón de lo anterior se expresa en las palabras crucificando de nuevo para
sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Los que renuncian a su fe
están tomando una decisión—en relación con su conducta y actitud—que contribuye
a hacer un nuevo rechazo público del Salvador. Cuando primero confiaron en Cristo,
reconocieron que su crucifixión había sido injusta y producto del pecaminoso rechazo
del Salvador por parte del hombre. Pero al renunciar a esa creencia, estaban
apoyando el punto de vista de los enemigos de Jesús de que merecía morir en la cruz.
44trad. traducción, traductor
45RVR60 Reina-Valera Revisión 1960
46trad. traducción, traductor
47lit. literalmente
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En este sentido, ellos estaban “crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios”.
Debido a que el hecho original de la crucifixión fue un acto cometido especialmente
por la nación judía, y si los lectores judíos estaban siendo fascinados para regresar a
una cierta forma de su religión ancestral, entonces las palabras del autor cobran
particular importancia. Su apostasía sería como dar un paso atrás en el camino
correcto y, otra vez, una expresión de solidaridad con sus compatriotas que querían
crucificar a Jesús. Que esto era algo muy serio, es el punto que hace notar el autor.
Tales personas no podían ser ganadas otra vez para regresar a su estado de
arrepentimiento que caracterizó su conversión original al cristianismo. Al afirmar esto,
las palabras del autor sugieren que había un gran endurecimiento de sus corazones
contra todo esfuerzo por volver a producir en ellos, no la conversión, sino un
compromiso cristiano.
6:7–8. Una ilustración extraída de la naturaleza permite al autor reforzar su
argumento. Siempre que el suelo que bebe la lluvia da su producto, recibe la
bendición de Dios. Aquí el escritor compara los privilegios espirituales que recién
enumeró (vv. 4–5) con una lluvia celestial que desciende sobre la vida del cristiano.
Su efecto debe producir hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada
—una referencia quizá a la manera en que otros cristianos se benefician de las vidas
de los creyentes fructíferos (cf. v. 10). Tal productividad atrae las bendiciones divinas
en las vidas de los que fructifican.
Pero, ¿qué si la tierra que bebe “la lluvia” es improductiva? Cuando una parcela
que ha recibido la lluvia produce, Dios la bendice. Pero si solamente produce
espinos y abrojos, es inútil (adokimos, reprobada; cf. 1 Co. 9:27), está próxima a
ser maldecida, y su fin es el ser quemada. La metáfora empleada evoca la
maldición original de Dios sobre la tierra (Gn. 3:17–19) y sugiere que la vida
improductiva de un cristiano al fin y al cabo (“su fin”) cae bajo una severa
condenación divina y está expuesta a sufrir la fulminante ira y juicio de Dios (cf. He.
10:27).
Naturalmente, la expresión “ser quemada” ha provocado que muchos piensen que
es una referencia al infierno, pero no hay nada en el pasaje que sugiera esto. La ira
de Dios contra su pueblo infiel en el A.T. se compara frecuentemente con el fuego que
destruye (cf., e.g., Is. 9:18–19; 10:17). Incluso este escritor pudo decir, con una fuerte
carga metafórica “nuestro Dios es fuego consumidor” (He. 12:29). De hecho, pensar
que se habla del infierno en este pasaje, delata la falta de atención al rico lenguaje
empleado por el autor. Era una práctica bien conocida en la antigüedad quemar un
campo para destruir la mala hierba. Su propósito no era destruir el campo (lo cual,
por supuesto, el fuego no puede hacer), sino la destrucción del producto no deseado
del suelo. Después de esto, el campo podía usarse para cultivo.
Al escoger este tipo de metáfora, el autor muestra que no estaba totalmente
decepcionado de los que habían retrocedido por lo que les había advertido. De hecho,
al menos inmediatamente antes de que reciban el severo juicio divino, todos los
esfuerzos humanos por restaurar a tales personas a la fe cristiana son inútiles (6:4–
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6). Pero no se puede decir que sea imposible para Dios. Lo que el autor
probablemente quiso dar a entender, es que nada puede librar a los apóstatas de
sufrir el terrible castigo hacia el que se dirigen, pero una vez que su “tierra” es
quemada, ya es otra cosa. Pablo creía que aquellos que “naufragaron en cuanto a la
fe” podían sacar algo bueno de la experiencia de disciplina a la que quedaron
expuestos (1 Ti. 1:19–20). Pero por supuesto que el escritor de Hebreos muestra
reservas al hablar acerca de la restauración subsecuente. Quizá pensaba que algunos
no responderían ni con el castigo, pero su preocupación principal era advertirles
contra el curso de acción que conduce a un desastroso juicio divino. Sin embargo, su
hábil selección de esta imagen agrícola tiene el propósito de mostrar que “quemar”
es algo a la vez temporal como esencialmente esperanzador.
4.
EXHORTACIÓN CONCLUSIVA
(6:9–20)
El autor sabía que sus palabras eran fuertes y solemnes a la vez, pero no al mismo
grado en que las exposiciones subsecuentes las han presentado. Sentía que a esas
alturas era necesario darles una palabra de ánimo. Este patrón—una severa
advertencia seguida de una cálida exhortación—había aparecido en la anterior
sección de advertencia (3:1–4:16), la cual concluyó de manera notablemente positiva
(4:14–16). De forma similar, aquí el escritor encauzó su sección de advertencia hacia
una conclusión llena de esperanza.
6:9. El autor no quería que sus lectores creyeran que estaba decepcionado de
ellos. Más bien, estaba persuadido de que vendrían cosas mejores para ellos. Las
palabras expresadas aquí son como las de un pastor que después de advertir a su
congregación contra un peligroso curso de acción, pudiera decir: “¡pero estoy seguro
que ustedes jamás lo harán!” Esas palabras no son una proposición teológica, como
erróneamente se entienden a veces, sino una expresión de esperanza. Las “cosas
mejores” acerca de las que el autor se mostraba confiado pertenecen a la
salvación. La “salvación” referida aquí debe entenderse en congruencia con su
significado explicado en 1:14. Es la experiencia de victoria y gloria que heredarán los
compañeros perseverantes del Rey. Es también la herencia-reposo que se permitirá
alcanzar a los fieles que perseveren. El escritor insistió aquí en que tenía la
expectativa de que sus lectores perseverarían hasta el fin y adquirirían estas
bendiciones. No obstante, se vio compelido a advertirles contra la idea de seguir un
rumbo diferente.
6:10. El autor sabía que Dios no es injusto. Sus lectores no serían abandonados.
Dios recordaría su obra y el trabajo de amor que habían mostrado hacia su
nombre al ayudar a otros creyentes. Las palabras del autor tocaron hábilmente el
corazón de sus hermanos. Al hablar de ellos, les recordó lo que habían estado y
seguían haciendo por sus compañeros cristianos. De esa manera, los animaba a
continuar esa obra mientras les aseguraba que Dios estaba consciente de toda su
ayuda hacia otros y que estaba disponible para auxiliarlos en cualquier forma que lo
necesitaran.
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6:11–12. Si tan sólo se mantuvieran diligentemente en el buen rumbo que ya
estaban siguiendo—y al cual Dios prestaba toda su atención—quedaría garantizada la
esperanza de la herencia, que será debidamente concedida a los que así
perseveran. El escritor añadió: a fin de que no os hagáis perezosos. La palabra
“perezosos” (nōthroi) es la misma que se trad.48 “tardos” en 5:11 en la frase “tardos
para oir”. Debían sacudir la pereza que caracterizaba su inmadurez. (En gr., este v.
puede significar: “no queremos que seáis perezosos” en lugar de “os hagáis
perezosos”.) Su verdadero objetivo debía ser alcanzar la herencia que estaba puesta
delante de ellos. Debían ser imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia
heredan las promesas de Dios.
6:13–15. Si los lectores estaban buscando modelos qué imitar, uno de ellos era
Abraham, a quien Dios dio la promesa por medio de un juramento que aseguraba
la multiplicación de su descendencia. A su debido tiempo, su paciencia fue
recompensada porque (lit.49) “recibió la promesa”. Puesto que la referencia es a la
promesa dada en Génesis 22:17 después de que ofrendó a Isaac, el autor pudo haber
estado pensando que la recepción de la promesa fue la recompensa misma. En ese
caso, la idea es que Abraham recibió la promesa después de haber superado la
prueba (relacionada con Isaac) con paciencia. La expresión habiendo esperado con
paciencia trad.50 el part.51 makrothymēsas, término relacionado con el sustantivo
“paciencia” makrothymias de Hebreos 6:12. Esta palabra, común en el N.T., se refiere
a la habilidad de la persona para controlar sus sentimientos cuando está bajo ataque
sin tratar de tomar represalias contra otros (cf., e.g., Col. 1:11; 3:12; Stg. 5:7–8, 10).
Su sinónimo, jypomonē, “perseverancia, aguante”, significa la habilidad de
permanecer firme y constante ante las circunstancias desagradables (cf. Col. 1:11;
He. 12:1–3, 7; Stg. 5:11).
6:16–18. En este punto se deja de lado el modelo de Abraham y se trata ahora el
juramento que se le hizo para beneficio de los cristianos en general. Resulta claro que
la promesa de Génesis 22:18 tenía aspectos mesiánicos por las siguientes palabras:
“en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra”. Luego el autor de
Hebreos afirmó que la esperanza mesiánica que conlleva la promesa es segura, no
sólo para Abraham, sino también para los herederos cristianos de la promesa. Como
sucede en los asuntos humanos, un juramento pone fin a toda controversia. Así
también no debe haber ninguna discusión acerca de esta expectativa, debido a que
Dios la confirmó con un juramento. Si cualquiera, como un sectario, negaba esta
expectativa escatológica, estaba ignorando la garantía divina más fuerte que se haya
hecho jamás. No sólo es imposible que Dios mienta, sino que además, su palabra
siempre veraz es apoyada, en este caso, por su juramento. Estas son las dos cosas
inmutables, que sirven para animar a quienes han acudido para asirse de la
48trad. traducción, traductor
49lit. literalmente
50trad. traducción, traductor
51part. participio
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esperanza.
6:19–20. La imagen que sugieren las palabras del v. 18 “los que hemos acudido
para asirnos” de la esperanza, es la de un refugio fortificado. En un rápido cambio de
figura, el escritor sugirió enseguida la idea de un puerto donde el alma puede echar
el ancla con seguridad, y penetrar hasta dentro del velo. Esa ancla ha sido llevada
por Jesús, quien entró por nosotros como precursor (prodromos) al lugar más
seguro de todos—“hasta dentro del velo” del santuario. Si la imagen de un puerto
sigue presente en el pasaje, entonces aquí se evoca la función de los marineros que
dejan la nave, y en una lancha más pequeña, llevan el ancla a un lugar donde puede
asegurarse firmemente. Así también el Señor Jesús, al entrar en el santuario celestial
donde él ministra como sumo sacerdote para siempre, le dio a la esperanza
cristiana un lugar firme para anclarse, de donde no puede ser removida. Por lo tanto,
debido a que la esperanza del cristiano es segura, puede asirse tenazmente a ella
hasta el final.
C. El sumo sacerdote superior y su ministerio superior (7:1–10:18)
Aquí comienza el pasaje expositivo más largo de la epístola. Su extensión
demuestra la importancia que tiene. Su tema es el asunto central de Hebreos. El
auténtico recurso con el que cuentan los lectores, en medio de las presiones que
viven, es el sumo sacerdocio de Cristo. Deben darse cuenta de la grandeza de ese
sacerdocio, su superioridad sobre las instituciones levíticas, y el perfecto acceso que
tienen a éste en virtud de la muerte de Cristo.
1.
EL SACERDOTE SUPERIOR (CAP.
7)
El escritor retoma el tema que había presentado en 5:1–10, pero que dudó que
comprendieran sus lectores (cf. 5:11). En la conclusión de su más reciente
advertencia (5:11–6:20) reanudó el tema del sacerdocio de Melquisedec (6:19–20).
Aquí se presenta la exposición detallada de ese tema.
a. La grandeza de Melquisedec (7:1–10)
7:1–3. Para empezar, el autor expone la grandeza personal de la figura
veterotestamentaria de Melquisedec. Como un prototipo adecuado de Cristo mismo,
fue rey y sacerdote. Bendijo a Abraham y recibió sus diezmos. El nombre y título
de Melquisedec sugieren los atributos mesiánicos de justicia y paz. Hasta donde se
ocupan de él los registros del A.T., era sin padre, sin madre, sin genealogía; que
ni tiene principio de días, ni fin de vida. Decir esto ha causado que muchos
entiendan que el silencio del texto inspirado presenta a Melquisedec tipológicamente
como el Hijo de Dios. Pero, aunque esto es posible, los enunciados de este pasaje no
parecen confirmarlo, particularmente el que asevera que Melquisedec permanece
sacerdote para siempre. Las palabras “para siempre” trad.52 la frase (eis to
52trad. traducción, traductor
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diēnekes) que aparece sólo en Hebreos (aquí y en 10:12, 14) y significa
“continuamente” o “ininterrumpidamente”.
Parece más natural que el autor quisiera decir que Melquisedec pertenecía a un
orden en el cual no tenía fin el sacerdocio de quienes estaban comprometidos en él.
(Más adelante dijo en 7:8 que en cuanto a Melquisedec, “se da testimonio de que
vive”.) Si eso es correcto, Melquisedec pudo haber sido un ser angélico que reinó por
un tiempo en Salem (i.e. Jerusalén). De ser así, la declaración que dice que “ni tiene
principio de días” no significaría que es eterno, sino simplemente que era
preexistente. Tampoco este concepto de Melquisedec como un ser angélico, lo
elevaría al mismo nivel del Hijo de Dios, debido a que el autor afirmó, con extremo
cuidado, la superioridad del Hijo sobre los ángeles (1:5–14). Ciertamente éxiste
evidencia de que, en Qumrán, Melquisedec era considerado como un personaje
angélico. Si este era el caso en Hebreos, entonces el Hijo de Dios es el sumo
sacerdote en un orden donde Melquisedec es simplemente un sacerdote.
7:4–10. La superioridad personal de Melquisedec sobre el patriarca Abraham se
confirma por el hecho de que Abraham le dio los diezmos del botín. Y aunque
Melquisedec no tenía relación alguna con el sistema levítico, aun así recibió esos
diezmos de Abraham y lo bendijo. Este acto de bendecir refuerza la idea de que era
superior al patriarca. Además, era evidentemente superior a los levitas también, que
recogían los diezmos, pero que eran mortales. En contraste, el diezmo recibido de
Abraham, fue colectado por uno de quien se da testimonio de que vive. Además,
en cierto sentido, Leví pagó el diezmo a través de Abraham … porque aún estaba
en los lomos de su padre. La expresión por decirlo así (v. 9) de la RVR6053 es una
mejor trad.54 que “hasta podría decirse” que aparece en la NVI9555. El escritor sabía
que Leví no pagó lit.56 los diezmos a Melquisedec, pero basado en el principio de que
un ancestro es mayor que sus descendientes, el acto de Abraham confirmó la
superioridad de Melquisedec incluso sobre los mismos sacerdotes levíticos. De esta
manera, Melquisedec posee una grandeza que claramente se atestigua en el A.T.
b. El nuevo sacerdocio supera al antiguo (7:11–19)
El escritor estaba preparado para exponer otro tema, habiendo establecido la
grandeza de Melquisedec tanto en su persona como en comparación con Abraham y
Leví. Esta superioridad era necesaria debido a que la ley fue sustituida. Debido a que
eran inadecuados, el sistema legal y el levítico fueron reemplazados por algo mejor.
7:11–12. En la forma más simple, el autor expone la imperfección del sacerdocio
levítico con base en la promesa de Dios (registrada en Sal. 110:4) de que surgiría un
nuevo sacerdote perteneciente a un orden diferente al de Aarón. Debido a que hubo
un cambio de sacerdocio, se deduce que debía transformarse todo el sistema legal
53RVR60 Reina-Valera Revisión 1960
54trad. traducción, traductor
55NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
56lit. literalmente
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en el cual se basaban todas las instituciones levíticas. Aquí el escritor prácticamente
afirmó la verdad paulina de que ya “no estáis bajo la ley” (Ro. 6:14), aunque se
enfocó en ella desde otro ángulo.
7:13–14. El sacerdocio levítico fue reemplazado debido al hecho de que nuestro
Señor vino de la tribu de Judá. Esa tribu no tenía ninguna función en las
instituciones levíticas, y sin embargo, lo que Dios había dicho acerca del nuevo
sacerdote se aplica a alguien de la tribu de Judá, hecho que prueba que había
ocurrido un cambio.
7:15–19. Una prueba adicional (y esto es aun más manifiesto) de lo anterior
se encuentra en la consideración de que el nuevo sacerdote tiene una vida
indestructible (akatalytou). El pasaje de Salmos 110:4 se cita de nuevo aquí para
mostrar que tal vida imperecedera es una parte inherente del orden de Melquisedec.
(Probablemente el autor tenía este texto en mente cuando se refirió a Melquisedec en
He. 7:8.) Por lo tanto, el nuevo sacerdote no ostenta este oficio conforme a la ley
del mandamiento acerca de la descendencia. Esta expresión trad.57 en forma
algo libre el texto original que dice: “no según la ley de un mandamiento carnal”. El
escritor parece dar a entender que la ley, que regulaba la institución y sucesión
sacerdotal era “carnal”, pero no en el sentido de que era mala, sino porque tenía
relación con personas mortales (de carne). Pero el mandamiento anterior había
sido abrogado debido a su inherente debilidad y obsolescencia. Lo que reemplazó a
dicho mandamiento fue el nuevo sacerdocio que establece una mejor esperanza,
por la cual nos acercamos a Dios. De esta manera, el escritor estableció el punto
de que nada perfeccionó la ley, sino que se sustituyó por una institución sacerdotal
que puede cumplir sus objetivos en los que se acercan a Dios por ella.
c. La superioridad del nuevo sacerdote (7:20–28)
Si, como el autor lo ha mostrado, Melquisedec fue mayor que Leví (vv. 4–10) y el
nuevo sacerdocio necesariamente abrogó al viejo sacerdocio (vv. 11–19), entonces el
nuevo sacerdote tiene que ser superior a sus contrapartes levíticos.
7:20–22. El sacerdocio de Cristo difiere dramáticamente del levítico en que fue
instituido por medio de un juramento. En contraste, los descendientes de Aarón
ingresaban a su trabajo sin juramento. El escritor enseguida citó de nuevo la
promesa divina de Salmos 110:4 cuya solemnidad habla en favor de la superioridad
del nuevo sacerdote, que fue majestuosamente instalado en su puesto. Además, por
ese juramento, Jesús llegó a ser fiador (engyos, usada sólo aquí en el N.T.) de un
mejor pacto. En su persona, el Señor garantizó la superioridad del nuevo orden
sobre el antiguo debido a que su promesa aseguró su instalación permanente en el
oficio sacerdotal.
7:23–25. Ningún sacerdote del A.T. funcionó de manera permanente como Cristo,
debido a que todos estaban sujetos a la muerte. Pero el sacerdocio de Jesús que
permanece para siempre, le da la capacidad de completar su obra de salvación.
57trad. traducción, traductor
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Cuando el escritor afirmó que puede también salvar perpetuamente, continuó
con la idea de la salvación-herencia que mencionó por primera vez en 1:14. Los
lectores debían retener su profesión de fe y continuar entre los que por él se
acercan a Dios, sabiendo que el Señor puede verlos, a través de toda prueba y
dificultad, hasta el final del camino, debido a que él vive siempre para interceder
por ellos. Al decir esto, el autor retoma una verdad que ya había expresado (4:14–
16). En ese pasaje invitó a los lectores a aprovechar ampliamente la misericordia y
gracia disponibles por medio del sacerdocio de Jesús. Al hacerlo, descubrirían ¡que su
capitán y sumo sacerdote podría terminar su obra! Y él los podría llevar
victoriosamente a la gloria de sus muchos hijos. En esta forma, él los salvaría
“completamente”.
7:26–28. Después de todo, Jesús es el tipo de sumo sacerdote que nos
convenía. Su carácter es totalmente sin mancha y ha sido hecho más sublime que
los cielos. Consecuentemente, no tiene necesidad, como los sacerdotes levíticos, de
ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del
pueblo. A primera vista, los vv. 27–28 parecen referirse al ritual del día de la
expiación (Lv. 16), pero esa celebración era anual, no de “cada día”. Probablemente
estos vv. abarcan ese ritual en la rutina sacrificial diaria. Parece ser que hay alguna
evidencia proveniente de la tradición judía en el sentido de que se pensaba que un
sumo sacerdote ofrecía sacrificios a diario, y las instrucciones de Levítico 6:12–13
pueden referirse a esto.
En cualquier caso, el nuevo sacerdote no tiene necesidad ni de presentar
sacrificios por sí mismo ni de hacer repetidos sacrificios por otros. Su singular acto de
ofrecerse a sí mismo en sacrificio fue definitivo y suficiente. De este tema se
abundará en Hebreos 9–10. Aquí el autor se siente satisfecho de concluir diciendo
que, en contraste con los sacerdotes levíticos, el Hijo es un sumo sacerdote
perfeccionado. La referencia al hecho de que él fue hecho perfecto para siempre
evoca el pasaje de 5:8–10. Los sufrimientos del Hijo, aquí designados como su
ofrenda sacrificial de sí mismo, presentados una vez para siempre (efapax, cf. 9:12;
10:10; también cf. japax, “una vez”, “una sola vez” en 9:26, 28), son los que lo han
hecho “perfecto” para su ministerio en la presencia de Dios, donde intercede por sus
seguidores. De esta manera, la ley constituía como sumos sacerdotes a personas
débiles, pero la palabra del juramento, posterior a la ley, constituyó al Hijo
como el sacerdote perfecto para siempre. En conformidad con lo anterior, los
lectores podían acudir a él en todo tiempo, plenamente confiados en la capacidad del
Señor de ministrar a cada una de sus necesidades.
2.
EL MINISTERIO SUPERIOR
(8:1–10:18)
En el cap. 7, el escritor consideró la superioridad del nuevo sacerdocio. De ello se
deduce que tal sacerdocio debe tener también un ministerio superior. En esta sección
de la epístola se desarrolla esa verdad. En el proceso, la carta revela que en ese
nuevo ministerio sacerdotal se requiere de un nuevo pacto.
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a. Introducción al ministerio superior (8:1–6)
8:1–2. El autor de Hebreos inició este pasaje con una clara frase transicional: el
punto principal de lo que venimos diciendo es … El escritor quería resumir lo
que había venido enseñando y proseguir su exposición con ideas nuevas. Al referirse
a Jesús como el sumo sacerdote que se sentó a la diestra … de la Majestad en
los cielos, retomó la expresión de 1:3 (cf. 10:12; 12:2). Lo que quiso decir con esa
verdad es razonablemente claro, pero se explica con más detalle en lo que sigue. En
la expresión ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo, el
escritor menciona brevemente ideas ya implícitas en su instrucción previa, si bien usó
nuevos términos para describirlas. La idea del ministerio (leitourgos, “ministro” en
sentido sacerdotal) es en realidad el tema nuevo. El “verdadero tabernáculo” es la
esfera celestial donde tiene lugar ese servicio.
8:3–6. Aquí se presenta una explicación inicial y preliminar del nuevo tema a
tratar. Debido a que la función de un sacerdote incluía la presentación de ofrendas
(dōra) y sacrificios (thysias; cf. 5:1; 9:9), se deduce que el nuevo sumo sacerdote
debía tener algo que ofrecer. No obstante, su ministerio no podía ser terrenal,
debido a que seguía en operación el ritual levítico de los sacrificios. (Estas palabras
sugieren que el templo judío seguía en pie.) Pero el tabernáculo usado por los
sacerdotes israelitas era una simple copia (jypodeigmati; figura cf. 9:23–24) y
sombra (skia; cf. 10:1) del santuario celestial en el que ministra el nuevo sacerdote.
Su condición de simple copia y sombra se confirmó cuando Moisés erigió el
tabernáculo (prototipo del templo) bajo estrictas instrucciones divinas (8:5). Pero el
ministerio de Jesús supera al de los sacerdotes levíticos así como el pacto del que es
mediador sustituye al de ellos. (La palabra mediador se usa con respecto a Jesús
tres veces 8:6; 9:15; 12:24.) La palabra ministerio (leitourgia, cf. “ministro”, 8:2)
vuelve a tocar el punto medular de la enseñanza, pero ahora se añade la idea de que
la superioridad del nuevo ministerio sacerdotal se asocia con un nuevo pacto, que a
su vez está establecido sobre mejores promesas. Tanto el pacto como sus
promesas se considerarán a continuación.
b. El pacto superior (8:7–9:15)
8:7. Al citar Jeremías 31:31–34, el autor probará a continuación que existe la
promesa de un nuevo pacto. Al hacerlo, propone que esa promesa demuestra que el
antiguo pacto era inadecuado.
8:8–12. El escritor indica que la promesa del nuevo pacto fue hecha dentro de un
pasaje donde Dios reprende a su pueblo. El antiguo pacto falló debido a la
pecaminosidad de la nación, para la cual no había remedio. Sin embargo, el nuevo
pacto sí tenía tal remedio.
En el pasaje citado, primero aparece la predicción de que se establecería el nuevo
pacto (v. 8), seguida de una fuerte declaración de que éste sería diferente del
anterior (v. 9). Luego sigue (vv. 10–12) una descripción de los más grandes logros, o
potencialidades, del pacto prometido. Estos son: (1) una predisposición interna a
obedecer (Dios pondrá sus leyes en la mente de ellos, y las escribirá sobre su
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corazón), (2) una relación estable con Dios (y seré a ellos por Dios, y ellos me
serán a mí por pueblo), (3) el conocimiento de Dios (todos me conocerán), y (4)
el perdón de pecados (seré propicio a sus injusticias, y nunca más me
acordaré de sus pecados). Estas son “las mejores promesas” que menciona el v. 6.
Resulta claro que todos esos beneficios pertenecen, de hecho, a todos los
regenerados de todas las épocas de la historia a partir de la cruz. Aunque el nuevo
pacto se enfoca específicamente en Israel (cf. “casa de Israel” y “casa de Judá” en Jer.
31:31), es claro que los cristianos del tiempo presente también disfrutan de sus
bendiciones (cf. Lc. 22:20; 1 Co. 11:25; 2 Co. 3:6). Esta noción no debe dar pie a la
inapropiada confusión de que Israel y la iglesia son lo mismo. El nuevo pacto es el
medio establecido por Dios para cumplir las bendiciones abrahámicas en Israel. Pero
ese pacto también prometía una bendición universal, de manera que el nuevo pacto
llega a ser también el medio divino de salvación para todos los creyentes después de
la muerte de Cristo en la cruz. Decir esto no es añadir a las palabras del Señor
cuando afirmó: “la salvación viene de los judíos” (Jn. 4:22). Esto de ninguna manera
se opone a la idea de que la iglesia cristiana es un cuerpo singular que existe entre
los dos advenimientos de Cristo, que está estrechamente unida a Cristo como su
novia, y que es significativamente distinta a la nación de Israel. Pero así como toda
salvación es por la cruz de Cristo, también lo es por la sangre del nuevo pacto.
8:13. De la profecía del A.T. que recién citó, enseguida el autor extrajo la
justificada conclusión de que el antiguo pacto era obsoleto (palaioumenon) y viejo y
que estaba próximo a desaparecer. Las ceremonias que aún seguían celebrándose
bajo éste (cf. vv. 4–5), eran espiritualmente anacrónicas, y las palabras del autor
sugieren que tenía en mente la profecía de Jesús en el sentido de que el templo de
Jerusalén sería destruido (Mt. 24:1–2). Probablemente esta profecía se cumplió poco
después de que se escribió la carta a los Hebreos. Si esto es así, fue una dramática
confirmación de la tesis del autor acerca de la desaparición del antiguo pacto.
9:1–5. Con respecto al “viejo” pacto, el escritor quiso discutir sus ordenanzas de
culto y su santuario terrenal. Esos temas debían destacarse para contrastarlos con
los elementos superiores del ministerio del nuevo pacto. Al revisar los objetos
materiales asociados con él, se muestra cuán “terrenal” (kosmikon, v. 1) o mundano
era el primer santuario. Todos sus objetos tenían un valor tipológico, pero el autor no
podía discutir en detalle tales cosas por el momento (v. 5). Por eso, se limitó a
considerar los principales elementos de la comparación que deseaba hacer.
9:6–10. Las “ordenanzas de culto” mencionadas en el v. 1 se tratan ahora para
remarcar la insuficiencia del ministerio del antiguo pacto. Mientras que en la
primera parte del tabernáculo podían entrar los sacerdotes oficiantes
continuamente, en la segunda parte (“el Lugar Santísimo”), sólo el sumo
sacerdote podía hacerlo en el día de la expiación (cf. Lv. 16) y únicamente llevando
la sangre de los sacrificios, la cual ofrecía por sí mismo y por los pecados de
ignorancia del pueblo. El mensaje que el Espíritu Santo quería comunicar,
considerando la anterior disposición de las cosas del tabernáculo, era que aún no se
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había manifestado un acceso directo al Padre, demostrando claramente que no
había una franca entrada a la presencia de la divinidad (simbolizada por el Lugar
Santísimo). Los ritos del sistema levítico fueron diseñados para comunicar la idea de
que en ellos no se podía encontrar una entrada directa a Dios. Lo que esto indica
para el tiempo presente, es que el sistema sacrificial del antiguo pacto no
satisfacía las necesidades del hombre a su nivel más profundo, ni podían hacer
perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practicaba ese culto. De allí que los
reglamentos que formaban parte de la entrega del adorador a ese sistema, tenían
que ver principalmente con asuntos externos, que sólo se esperaba que funcionaran
hasta que llegara el tiempo de reformar las cosas.
Las palabras de Hebreos 9:10 probablemente hacen referencia a los sectarios,
quienes daban una gran importancia a las leyes acerca de las comidas y abluciones
(lavamientos) ceremoniales. Los lectores debían recordar la naturaleza transitoria de
esas cosas del “viejo” pacto y no retornar a ellas.
9:11–12. A continuación, el autor reanudó la discusión que inició en 8:7 para darle
una conclusión adecuada. Él había mostrado que el A.T. preveía un pacto nuevo y
superior (8:7–13) y que el ritual del antiguo pacto, llevado a cabo en un “santuario
terrenal”, señalaba por sí mismo que era inadecuado (9:1–10). Ahora el autor expone
la superioridad del ministerio de Cristo como mediador del nuevo pacto (vv. 11–15).
No es probable que el autor quisiera decir que Cristo pasó por el más amplio y más
perfecto tabernáculo porque éste no se puede diferenciar del “lugar Santísimo”, en
el cual entró en efecto según el v. 12. Probablemente es mejor conectar “por” (dia)
con ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros. “Por” puede
trad.58 “en relación con” y toda la declaración expresa la idea de que el sumo
sacerdocio de Cristo está unido con el “más amplio y más perfecto tabernáculo” en
vez de con el “tabernáculo terrenal” que se describió antes (vv. 1–5).
Cuando Cristo, por su propia sangre, entró una vez para siempre en el
Lugar Santísimo (v. 12; cf. la sangre de Cristo en v. 14; 10:19, 29; 13:20) en lugar
de hacerlo por la sangre de los animales, demostró la superioridad de su ministerio,
debido a que su sangre obtuvo eterna redención. De esta manera, el valor de su
sacrificio es infinitamente mayor que las ofrendas animales del sistema levítico. Ha
sido pagado un perfecto rescate por la redención del ser humano, y debido a que no
es necesario volver a pagarlo (esta obra sacrificial fue hecha “una vez para siempre”
efapax; cf. 7:27; 10:10), esa redención es eterna.
9:13–14. La “eterna redención” por la cual las bendiciones del nuevo pacto (cf.
8:10–12) han alcanzado a todos los creyentes, debe determinar la manera en que los
creyentes sirven a Dios. Los rituales del antiguo pacto beneficiaban a los que eran
ceremonialmente inmundos y solamente los purificaban externamente. Pero la
sangre de Cristo puede hacer mucho más que eso. El suyo, fue un sacrificio de
valor infinito debido a que mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin
mancha a Dios. Con esa tierna declaración, el escritor de Hebreos involucró a las
58trad. traducción, traductor
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tres personas de la Trinidad en el sacrificio de Cristo, lo cual acentúa la grandeza de
su ofrenda redentora. El término “sin mancha” (amōmon) describe adecuadamente la
perfección de Cristo (cf. 4:15; 7:26) porque se usa también para describir a los
animales sin defecto que se entregaban para el sacrificio.
Tan grande logro debe limpiar las conciencias de obras muertas. Esta
expresión parece referirse en este contexto a los rituales levíticos que, en contraste
con la obra de Cristo, jamás podían impartir vida espiritual. Como hizo en 6:1 donde
se refirió a las “obras muertas”, el escritor quería que los lectores renunciaran a todas
las ideas de retornar a la observancia de los rituales del antiguo pacto. Sus
conciencias tenían que estar perfectamente limpias de cualquier necesidad de
comprometerse en tales cosas y debían mantener su confianza en la perfecta eficacia
de la cruz. Debían retener su profesión cristiana y servir al Dios vivo conformándose
a las disposiciones del nuevo pacto.
9:15. Hacerlo significa retener la esperanza de la herencia eterna (cf. “eterna
redención” en el v. 12 y “Espíritu eterno” en el v. 14) que ha sido prometida a los que
reciben la nueva vida provista en el nuevo pacto. Cristo es el mediador (cf. 8:6;
12:24) de ese pacto, y los llamados, debido a que han sido librados de las
transgresiones que había bajo el primer pacto por la muerte de ese mediador,
tienen a su disposición la herencia eterna.
El autor estaba aquí quizá refutando el esfuerzo de los sectarios u otros, de
provocar sentimientos de culpabilidad en aquellos cristianos judíos que
frecuentemente estaban recibiendo ataques por haber abandonado su fe ancestral.
Pero la sangre de Cristo debía tranquilizar sus conciencias permanentemente y
dirigirlos a procurar la “herencia eterna” que les trajo su relación con el nuevo pacto.
Por supuesto que el escritor quiere decir aquí, como en otros lugares, que solamente
a través “de la fe y la paciencia” sus lectores podían heredar “las promesas” (6:12);
pero si ellos descansaban sus conciencias en la cruz, podrían alcanzar los privilegios
de su herencia sin distracción.
c. El sacrificio superior (9:16–28)
El autor ha dejado en claro que la muerte de Cristo estableció un pacto superior
(vv. 11–15) que es mejor que las ofrendas de animales (vv. 12–14). Pero la necesidad
de tal sacrificio todavía debía ser explorada. De manera que una palabra clave en
esta subsección es “necesario” (anankē, vv. 16, 23). En el proceso exploratorio de
este tema, el autor claramente destaca la inmensurable superioridad de la muerte
sacrificial de Cristo.
9:16–17. Al iniciar esta nueva sección, el escritor empleó un rápido giro
semántico en el cual usó la palabra gr. “pacto” (diathēkē) en el sentido de un
testamento. Si bien los pactos y testamentos no son conceptos idénticos en todos
los sentidos, el autor dio a entender que al fin y al cabo el nuevo pacto es en realidad
una disposición testamentaria. Como los testamentos hechos por el hombre, todos
sus términos son garantizados por el testador y sus beneficiarios sólo tienen que
aceptarlos.
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El autor argumentó que, al tratar el nuevo pacto de esta manera, su validez, como
la de todos los testamentos humanos, depende de la muerte del testador. Es
entonces cuando surte efecto.
9:18–21. El antiguo pacto también fue instituido con sangre. Valiéndose de
material que pudo haber provenido en parte de tradiciones conocidas por el escritor,
pero no especificadas en el A.T., el autor describe la inauguración del antiguo pacto
mediante ceremonias que incluían la aspersión de sangre.
9:22. Este v. se relaciona con las instituciones del antiguo pacto, y las palabras
casi todo dejan lugar para la ofrenda de flor de harina que un israelita pobre podía
presentar por su pecado (Lv. 5:11–13). Pero el escritor estaba considerando al
sistema como un todo, junto con el ritual del día de la expiación que se relacionaba
con la totalidad de los pecados de la nación, el cual mostraba que sin
derramamiento de sangre no se hace remisión. Estas palabras constituyen un
principio que sigue siendo válido en el nuevo pacto.
9:23. El escritor enunció el principio básico en conexión con el nuevo pacto
diciendo que la muerte de Cristo era necesaria. Aunque era posible que las simples
figuras (jypodeigmata; cf. 8:5; 9:24) de las cosas celestiales fuesen purificadas
por los sacrificios de animales, sin embargo, las cosas celestiales requerían de algo
más que eso. La expresión “cosas celestiales” se refiere de manera muy general a las
nuevas disposiciones sacerdotales que tienen como punto focal el cielo mismo. Esas
disposiciones incluían el tratamiento de los pecados del pueblo y de esa manera,
tenían que inaugurarse con un sacrificio adecuado “para quitar de en medio” ese
pecado (cf. v. 26). La muerte de Cristo satisfizo ese requerimiento.
9:24–26. Cristo fue constituido como sumo sacerdote del nuevo pacto para
representar a los pecadores en el cielo mismo, i.e. en la presencia de Dios. De
manera que su sacrificio debía ser mayor que el que permitía la entrada al santuario
hecho de mano, figura (antitypa) del verdadero. Tampoco podía Cristo ofrecer
repetidos sacrificios como en el sistema levítico, porque eso le hubiera exigido
padecer muchas veces desde el principio del mundo. En lugar de eso, como es
obvio, el ministerio celestial de Cristo requería de un solo sacrificio todo suficiente y
único. Precisamente fue por eso que en la consumación de los siglos, Cristo se
presentó una vez para siempre (japax, cf. v. 28; también cf. efapax en 7:27; 9:12;
10:10) … para quitar de en medio el pecado, cosa que no pudieron hacer los
sacerdotes del antiguo sistema. Es obvio que el escritor quería, mediante la frase
“consumación de los siglos”, comunicar que ya había llegado el clímax de la era del
A.T. y el inminente desenlace de todas las cosas. Dentro de poco se referiría a la
segunda venida de Cristo.
9:27–28. Con esta acotación, se enfocan las realidades escatológicas. Los seres
humanos son criaturas pecadoras destinadas a morir una sola vez, y después de
esto el juicio. Pero ese peligro se hace a un lado por el hecho de que Cristo fue
ofrecido una sola vez (japax, cf. v. 26) para llevar los pecados de muchos. La
aparición recurrente de las palabras “una vez” (9:26, 28) y “una vez para siempre”
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(7:27; 9:12; 10:10) remarca el carácter final y singularidad de la obra sacrificial de
Cristo en contraste con la repetitiva ministración levítica. Además, el sacrificio único
de Cristo (vv. 26, 28) encuentra punto de comparación con el hecho de que cada
persona muere una única vez (v. 27). Entonces, los que le esperan (apekdejomenois;
̱
palabra que se usa siete veces en el N.T. en relación con el retorno de Cristo: Ro.
8:19, 23, 25; 1 Co. 1:7; Gá. 5:5; Fil. 3:20; He. 9:28), pueden estar expectantes de su
venida, no temiendo al juicio, sino previendo su futura salvación.
La primera venida de Cristo sirvió para quitar de en medio el pecado, pero no así
la segunda, la cual será sin relación con el pecado.
Hábilmente, el autor sugiere que los que le esperan, constituyen un círculo más
reducido que aquellos que se han beneficiado de su muerte. Esas personas son, como
todas las exhortaciones previas indican, las que retienen hasta el fin la confianza del
principio (3:14). La “salvación” que obtendrán de Cristo en su segunda venida será la
“herencia eterna” de la cual serán participantes (cf. 9:15; 1:14).
d. El efecto superior del nuevo sacerdocio (10:1–18)
Esta es la última parte de la sección expositiva que comenzó en 7:1. En el cap. 7,
el autor argumentó a favor de la superioridad de Cristo sobre los sacerdotes levíticos,
porque él lo es según el orden Melquisedec. En 8:1–10:18, discute la superioridad del
ministerio de Cristo que está basado en un pacto superior (8:7–9:15) por lo que
constituye un mejor sacrificio (9:16–28). Ahora discute que en el nuevo pacto, el
mejor sacrificio perfecciona al adorador.
10:1. En virtud de su carácter provisional, la ley nunca puede … hacer
perfectos a los que se acercan. Con la expresión “hacer perfectos”, el autor no
quiso referirse a una absoluta perfección sin pecado. Más bien le interesaba, como lo
muestra la siguiente discusión, que se quitara definitivamente la culpabilidad, hecho
que permite el libre acceso a Dios para los adoradores que confían en la suficiencia
de la obra en la cruz.
10:2–4. Los sacrificios del viejo orden que “se ofrecían continuamente cada año”
(v. 1) eran evidencia de que la ley era incapaz de “perfeccionar” a sus adoradores.
Lejos de capacitarlos para alcanzar una posición ante Dios por la cual ya no tuvieran
más conciencia de pecado, los rituales anuales (del día de expiación) servían como
una forma de hacer memoria de los pecados, debido a que la sangre de los
animales no tiene poder para quitar los pecados.
10:5–7. Fue precisamente por esa razón que una profecía del A.T. (Sal. 40:6–8)
registró las palabras de Aquél que haría lo que Dios deseaba realmente. Ese salmo
previó proféticamente algunas de las palabras que Cristo dijo en su primera venida.
La frase me preparaste cuerpo es la trad.59 que hace la LXX60 de la expresión hebr.
“destapaste mis oídos”. La trad.61 gr. que usó el escritor de Hebreos (obviamente con
59trad. traducción, traductor
60LXX Septuaginta
61trad. traducción, traductor
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la ayuda del Espíritu Santo), dio forma al texto hebr. como figura de lenguaje
(técnicamente llamada sinécdoque) en que una de las partes representa al todo. Si
Dios “ha destapado los oídos”, debe “preparar un cuerpo”. Esta interpretación es
válida y correcta como lo prueba que se haya citado en Hebreos. En el “cuerpo” que
Cristo asumió durante su encarnación, él podía decir que venía a llevar a cabo lo que
los sacrificios del A.T. nunca pudieron lograr, i.e., hacer perfectos a los adoradores en
el nuevo pacto. En este sentido, Jesús hizo la voluntad de Dios.
10:8–10. A continuación, el escritor expone detalladamente el texto que acaba de
citar. Con las palabras quita lo primero, para establecer esto último (v. 9), se
refiere a la remoción de los sacrificios del antiguo pacto que a fin de cuentas no
pudieron satisfacer a Dios. Lo que sí se estableció fue la voluntad, y en esa
voluntad es que somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de
Jesucristo hecha una vez para siempre (efapax; cf. 7:27; 9:12).
La palabra trad.62 “santificados” es el testimonio gr. jēgiasmenoi (cf. 10:14, 29).
Aquí aparece en un tiempo verbal que hace muy claro, junto con el resto de la
oración, que la santificación es un hecho consumado. En ningún lugar de Hebreos se
refiere el autor a la “santificación progresiva” del creyente. Más bien, la santificación
es para él un equivalente operativo del concepto paulino de la justificación. Por la
santificación que es llevada a cabo a través de la muerte de Cristo, los adoradores en
el nuevo pacto son perfeccionados para prestar un servicio a Dios que está libre de
culpabilidad (cf. 2:11).
10:11–14. La verdad recién declarada se refuerza haciendo un contraste con el
sacerdocio levítico. Los sacerdotes jamás podían sentarse durante su trabajo debido a
que nunca terminaba su servicio sacrificial. Pero el hecho de que Cristo se ha
sentado a la diestra de Dios (cf. 1:3; 8:1; 12:2) es una señal tanto de que su
sacrificio fue ofrecido para siempre (eis to diēnekes, v. 14, V.63 el comentario de 7:3)
y también de que ahora puede esperar confiadamente la victoria final sobre sus
enemigos. De esta manera, por un solo sacrificio (una sola ofrenda, 10:12, 14)—en
contraste con los muchos sacrificios ofrecidos por los sacerdotes día tras día y
muchas veces—hizo perfectos para siempre a los santificados. La trad.64
“santificados” concuerda perfectamente con la misma expresión del v. 10. Una mejor
trad.65 sería “los que son santificados” (tous jagiazomenous; cf. v. 29). “Los
santificados” tienen una posición “perfecta” en la presencia de Dios (cf. 11:40;
12:23), en el sentido de que se acercan a él con la total aceptación alcanzada por la
muerte de Cristo (cf. 10:19–22).
10:15–18. Regresando al texto básico que trata de los beneficios del nuevo pacto
(cf. 8:8–12) y para afianzar su punto, el autor vuelve a citar una porción de éste (en
10:16 citó Jer. 31:33; y en He. 10:17, Jer. 31:34). El texto es un testimonio dado por el
62trad. traducción, traductor
63V. véase
64trad. traducción, traductor
65trad. traducción, traductor
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Espíritu Santo y muestra que el perdón final, como lo promete el nuevo pacto,
implica que ya no hay más necesidad de ninguna ofrenda por el pecado. Como el
escritor lo mostrará en breve, una persona que deja el sacrificio suficiente de Cristo,
en realidad no tiene un sacrificio al cual pueda volver (cf. He. 10:26).
D. Cuarta advertencia (10:19–39)
En varias maneras, esta sección de advertencia es la más aguda y severa de
todas, así como la más sobresaliente. Sigue a la culminación de la exposición acerca
de la función de sumo sacerdote y ministerio de Cristo. De modo que reúne las
implicaciones de esas verdades y las establece con toda su fuerza. Pero, como de
costumbre, el autor combinó una solemne advertencia con palabras de consuelo y
ánimo.
1.
AMONESTACIÓN BÁSICA
(10:19–25)
10:19–22. La afirmación central de estos vv. se encuentra en las palabras así
que, hermanos (cf. 3:1, 12) … acerquémonos a Dios. El material intermedio,
comienza con la frase teniendo libertad (parrēsian; cf. 3:6; 4:16; 10:35), que es la
que proporciona la base para el llamamiento del autor de acercarse a Dios. Los
lectores eran gente perteneciente al nuevo pacto (“hermanos”), que debían sentirse
libres para llegar ante la misma presencia de Dios. Esta idea se enriquece con el uso
de figuras del antiguo pacto como la presencia de Dios en el Lugar Santísimo y el
velo, que habiendo sido en un tiempo impedimento para el hombre, ha desaparecido.
Ese velo simboliza la carne (“su cuerpo”, NVI9566) de Cristo, de manera que el escritor
pudo haber tenido en mente el desgarramiento del velo del templo que ocurrió al
momento de la muerte del Señor (Mt. 27:51). De todos modos, su muerte dio a los
creyentes el tan necesitado acceso y ruta para llegar a Dios, que se describe muy
bien como el camino nuevo (prosfaton, “reciente”, término que sólo aparece aquí
en el N.T.) y vivo, i.e., participante de las frescas y revitalizantes realidades del
nuevo pacto.
Pero además, el llamamiento de acercarse es apropiado debido a que los
creyentes tienen un gran sacerdote sobre la casa de Dios con todo lo que eso
conlleva a la luz de la discusión previa del autor. De modo que puede decir:
“acerquémonos”. El acercamiento de los creyentes debe ser con corazón sincero
(alēthinēs, “verdadero”, confiable” de aletheia, “verdad”), en plena certidumbre de
fe. No debería haber ninguna clase de fluctuación por parte de los creyentes con
respecto a esas extraordinarias realidades. Más bien, cada adorador en el nuevo
pacto debe acercarse a Dios con el gozo consciente de que está libre de culpa
(purificados los corazones de mala conciencia) y con una noción de la santidad
personal que el sacrificio de Cristo hizo posible (lavados los cuerpos con agua
66NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
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pura). Las palabras del escritor son probablemente una exhortación para acogerse
conscientemente a los beneficios limpiadores de la cruz de Cristo y acercarse a Dios
para gozar de ellos, quitando el sentimiento interno de culpabilidad y la impureza
externa. Estos vv. son muy semejantes a 1 Juan 1:9.
10:23–25. Esta clase de confiado acceso a Dios necesariamente implica que los
creyentes deben mantener firme, sin fluctuar su profesión cristiana, con total
confianza en la fiabilidad de la promesas de Dios. El escritor reveló en estos vv. que
su preocupación de que siguieran fieles en la fe no era algo abstracto, sino una
confrontación con un peligro real. Había una urgente necesidad de que los creyentes
se preocuparan y exhortaran mutuamente (al amor y a las buenas obras) dentro
de la iglesia a la que el autor escribe. Los lectores no debían dejar de congregarse,
como algunos tienen por costumbre, les dice. Parece que ya había habido
algunos desertores de sus filas, aunque sus palabras pudieron haberse aplicado a
otras iglesias en las que habían ocurrido tales deserciones. En cualquier caso, sus
esfuerzos conjuntos para motivarse unos a otros debían incrementarse al ver que se
acercaba aquel día (cf. v. 37; en estos vv. se incluye una bien conocida trilogía del
N.T.: fe, v. 22; esperanza, v. 23; amor, v. 24).
Al referirse de nuevo a la segunda venida de Cristo, el escritor dejó la impresión
de que estaba preocupado de que los creyentes genuinos pudieran caer en el error
de dejar de esperar la venida del Señor y se vieran tentados a hacer a un lado su
profesión de fe en Cristo (cf. el comentario de 1:13–2:4; 6:9). Debían tratar sus
expectativas futuras como cosas ciertas (porque fiel es el que prometió, v. 23). Si
ellos tan sólo levantaran sus ojos espirituales, podrían ver que aquel día se acerca.
2.
ADVERTENCIA RENOVADA
(10:26–31)
10:26–27. La trad.67 de la RVR6068 si pecáremos voluntariamente es mejor
que la de la NVI9569 “pecamos obstinadamente”, porque la palabra “obstinadamente”
exagera el tiempo gr. del vb. Como lo muestra el contexto (cf. v. 23), el autor estaba
preocupado aquí, como a través de toda la epístola, por el peligro de que algunos
abandonaran su fe. Casi todo pecado es deliberado, pero aquí el escritor estaba
siendo influenciado por la enseñanza del A.T. acerca de los pecados cometidos con
soberbia (cf. Nm. 15:29–31) que quedaban fuera de las provisiones sacrificiales de la
ley. Apostatar de la fe sería uno de tales actos “deliberados” y para quienes la
cometieran, no quedaba más sacrificio por los pecados (cf. He. 10:18). Si se
renuncia al sacrificio eficaz de Cristo, ya no existe otro sacrificio disponible que pueda
proteger al apóstata del juicio de Dios, que vendrá con hervor de fuego. Un
cristiano que abandona “la confianza (que tuvo al) … principio” (3:14) se pone del
lado de los enemigos de Dios y, como el escritor ya lo dijo, está en efecto
67trad. traducción, traductor
68RVR60 Reina-Valera Revisión 1960
69NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
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“crucificando de nuevo para sí mismo al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”
(6:6). Esa conducta reprensible puede difícilmente ser digna de algo, excepto de la
ardiente indignación y retribución divinas. No obstante, como se dijo antes (cf. el
comentario de 6:8), esta no es una referencia al infierno (cf. el comentario de 10:29).
10:28–29. Si alguien, bajo el antiguo pacto, violaba la ley mosaica y al menos
dos o … tres testigos verificaban sus acciones, era condenado a morir. Siendo esto
verdad, entonces el autor presenta su argumento yendo en forma progresiva hacia lo
más importante. Si la transgresión de un pacto inferior podía acarrear tal retribución,
¿qué pasaría si se transgrediera el nuevo pacto, el cual, como ya se aclaró, es muy
superior? La única respuesta posible es que en tal caso, el castigo sería
sustancialmente mayor.
Con el propósito de probar que esto es así, el escritor enseguida planteó el asunto
de la defección de la fe en la forma más áspera posible. Un apóstata del nuevo pacto
ha pisoteado al Hijo de Dios y tenido por inmunda la sangre del pacto (cf. la
“sangre del pacto eterno”, 13:20) en la cual fue santificado. La palabra
“santificado” se refiere a los verdaderos cristianos. El escritor de Hebreos ya los había
descrito como “santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una
vez para siempre” (10:10) y como “(hechos) perfectos para siempre” a través de su
obra santificadora (v. 14). Algunos buscan evadir esta conclusión al sugerir que Cristo
es la persona a quien se refiere aquí como “santificada” o que la persona sólo
pretende ser santificada. Pero esos esfuerzos son ajenos al pensamiento del escritor y
son tan forzados, que llevan en sí mismos su propia refutación. El punto principal de
lo que expone el autor se enfoca en la seriedad del acto. Tratar “la sangre del pacto”
(la cual realmente santifica a los creyentes) como si fuera una cosa “inmunda”
(koinon “común”) y renunciar a su eficacia, es cometer un pecado tan atroz, que hace
parecer como mínimas las trágicas infracciones del antiguo pacto que se castigaban
con la muerte. El apóstata añade a esto la ofensa de afrentar al Espíritu de gracia
que originalmente lo atrajo a la fe en Cristo. Este tipo de rebelión espiritual
claramente amerita un castigo mucho peor que la pena capital que era infligida bajo
el orden mosaico.
Pero de nuevo el escritor no estaba pensando en el infierno. Hay muchas formas
de castigo divino que pueden venir a la vida de la persona que son peores que la
muerte inmediata. De hecho, Jeremías presentó precisamente tal queja acerca del
castigo que vino sobre Jerusalén (Lam. 4:6, 9). Uno podría pensar además en el caso
del rey Saúl, cuyos últimos días pasaron en tal estado de perturbación mental y
emocional, que la misma muerte fue una forma de liberación para él.
10:30–31. Nadie debe considerar esta advertencia como una amenaza ociosa.
Dios mismo se ha arrogado el derecho de vengarse y juzgar a su pueblo. Al decir
esto, el autor citó dos veces Deuteronomio (32:35–36), el cap. que más vívidamente
evoca la imagen del pueblo que recibe los juicios retributivos de Dios (cf.
especialmente Dt. 32:19–27). Los que están familiarizados con ese texto, así como
otras descripciones de la ira de Dios contra su pueblo, están de acuerdo con la frase
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¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!
3.
EXHORTACIÓN RENOVADA
(10:32–39)
Sin embargo, como era su costumbre después de exponer sus más severas
amonestaciones, el escritor escogió concluir su advertencia con una nota de ánimo.
10:32–34. Una manera efectiva de fortalecer a la gente ante las pruebas futuras
es recordarles el valor que exhibieron en pruebas pasadas. Esto es precisamente lo
que hace el escritor. Lo que fuera que estuvieren confrontando—y el escritor sugiere
que era algo similar—les serviría de mucho si trajeran a la memoria los días
pasados, después de que fueron iluminados (cf. “haber recibido el conocimiento” v.
26, e “iluminados” en 6:4). Sus lectores sabían lo que significaba sostener gran
combate de padecimientos. (La palabra “sostuvisteis” [jypemeinate] es el vb.70
que comúnmente se trad.71 “perseverasteis”; e.g., v. 36 NVI9572.) Ellos sabían lo que
era ser públicamente avergonzados y perseguidos, y también lo que era apoyar a
otros que pasaban por tales experiencias (v. 33). Habían mostrado simpatía hacia los
hermanos que habían quedado presos y también habían sido despojados de sus
bienes con gozo porque estaban seguros de poseer la riqueza celestial (v. 34). Ellos
harían bien en recordar su constancia del pasado.
10:35–36. No era el tiempo apropiado para que perdieran su confianza (parrēsia,
cf. 3:6; 4:16; 10:19). Tal como procuró mostrar la exposición del autor acerca de la
herencia eterna—la gloria de los muchos hijos—si retuvieran esa confianza tendrían
grande galardón. Por tanto, lo que los lectores necesitaban era precisamente lo que
el escritor había dicho y sugerido con frecuencia: la paciencia (“ustedes necesitan
perseverar” [NVI9573], jypomonēs ejete
jreian)
de manera que, haciendo la voluntad
̱
̱
de Dios (cf. v. 9), recibieran lo que Dios había prometido (obtengáis la promesa).
Estas palabras forman la expresión más fuerte de la exhortación central del libro de
Hebreos.
10:37–38. Si su preocupación era acerca de la tardanza de la segunda venida de
Cristo, debían vivir tranquilos porque aún un poquito, y el que ha de venir
vendrá, y no tardará. Estas palabras y las que siguen, fueron adaptadas por el
autor de Hebreos del texto de Isaías 26:21 y Habacuc 2:3–4 de la LXX74. Pero fueron
empleadas con cierta libertad y no tenían el propósito de ser una cita precisa, debido
a que no aparece la frase “él dice” para introducirlas. En la frase el (o “mi” NVI9575;
sólo un reducido número de mss.76 dicen “mi”) justo, el autor empleó la descripción
70vb. verbo, (s)
71trad. traducción, traductor
72NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
73NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
74LXX Septuaginta
75NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
76mss. manuscrito, manuscritos
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paulina de alguien que es justificado por la fe, ya que es probable que lo haya
entendido de manera similar. Una persona justificada debe vivir por fe, que era lo
que el escritor exhorta a los lectores a hacer. Pero, si retrocediere, i.e., si “el justo”
comete apostasía, dejando así su profesión cristiana, no puede venir a su vida el
favor de Dios. El escritor suavizó sus palabras, minimizando las serias consecuencias,
para no distraerse de su nota de ánimo predominante.
10:39. Luego el autor afirmó no somos de los que retroceden para
perdición. Aquí el texto original tiene un enfático “nosotros”, que el escritor pudo
haber querido emplear como uno de los términos editoriales que era tan adepto a
usar (cf. 2:5; 5:11; 8:1; etc.). Luego, él pudo haber dado a entender: “Por lo que a mi
respecta, estoy determinado a no retroceder y experimentar la ruina que acarrearía la
retribución divina”. La palabra “perdición” refleja el término gr. apōleia, que se puede
referir tanto a la ruina temporal como a la eterna. En este contexto, el primer sentido
es el correcto. En lugar de caer en la ruina a la que la apostasía invita, el escritor
quería estar entre los que tienen fe para la preservación del alma. Esta
expresión no se debe malentender como una referencia a la conversión. Aunque la
palabra normalmente empleada para salvación por el autor no aparece aquí, la
expresión “para preservación del alma” trad.77 de manera algo libre eis peripoiēsin
psyjēs.
Una forma viable de expresar la última mitad del v. 39 sería “pero [nosotros
̱
somos] de los que tienen fe para la preservación del alma” (cf. el comentario de 1 P.
2:9). Pero “alma” debe entenderse aquí en el sentido hebr. de la persona completa, o
su vida, y se refiere en este contexto a la manera en que la fe preserva a un individuo
de las calamidades que vienen a los que “retroceden”. Incluso si el escritor estaba
hablando principalmente de su propósito del corazón, claramente quería que sus
lectores lo compartieran. De esta manera, el enunciado que concluye este pasaje de
advertencia (10:19–39) contribuye al llamamiento del autor a permanecer en la
determinación y perseverancia.
IV. Tercera parte: La respuesta de fe (caps. 11–12)
Esta sección—la última porción principal de la epístola—constituye un llamamiento
a responder en la única manera apropiada, i.e. por fe, a las realidades que el escritor
ha venido discutiendo. Aunque la importancia de la fe ha sido exhibida, el
pensamiento del escritor no está completo sino hasta que su valor y utilidad se
comprendan perfectamente. Como ha ocurrido antes, hay una exposición (cap. 11)
seguida de una advertencia y exhortación (cap. 12).
A. La vida de fe (cap. 11)
Al concluir la advertencia previa, el escritor tocó el tema de vivir por fe (10:37–
39). Lo que esto en verdad significa luego lo expone detalladamente en términos que
77trad. traducción, traductor
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sus lectores pudieran apreciarlo en toda su extensión debido a que la fe es lo que
subyace en la experiencia de los héroes de la historia del A.T. Debido a que esas
personas experimentaron la fe, también podrían hacerlo los lectores.
1.
INTRODUCCIÓN
(11:1–3)
11:1–3. En una breve introducción, el autor presentó tres consideraciones
fundamentales acerca de la fe: su naturaleza básica, el honor que va asociado con
ella, y la manera de ver las cosas a través de la fe. En esencia, la fe es la certeza
(jypostasis, que en 1:3 se trad.78 “siendo” con referencia a Dios) y la convicción
(elenjos,
del vb.79 elenjō,
̱
̱ “probar o convencer”) de las esperanzas y realidades que
no se ven. Que esto es algo honroso se ve en el hecho de que los personajes ilustres
del A.T. alcanzaron buen testimonio por ella. La fe es también una forma de ver
cualquier experiencia, ya que es la manera en que los creyentes ven (entienden) el
universo (tous aiōnas, lit.80, “las edades”, también trad.81 “el universo” en 1:2) como
lo que es, una creación de Dios.
2.
ACEPTACIÓN DIVINA DE LA FE
(11:4–16)
En el primer movimiento principal de su exposición, el autor remarcó el tema
sugerido en el v. 2. La fe gana la aceptación y recompensa de Dios.
11:4. Abel representa al hombre justo a que se refiere en 10:38, cuya aceptación
por Dios se basó en un sacrificio superior. Como Abel, los lectores logran la
aceptación divina sobre la base del mejor sacrificio del nuevo pacto. Pero los
incrédulos, como Caín, no consiguen tal aceptación divina. Además, incluso la muerte
no puede extinguir el testimonio de un hombre como Abel.
11:5–6. Enoc, por otra parte, refleja el tipo de vida que agrada a Dios debido a
que caminó con él por fe (como los lectores debían hacerlo). Si Cristo hubiera llegado
en el tiempo que los lectores vivieron (cf. 10:37), ellos tampoco hubieran
experimentado la muerte. En cualquier caso, ellos sólo serían capaces de agradar a
Dios si mantenían la confianza de que existe y es galardonador de los que le
buscan.
11:7. Que Dios recompensa a los que le buscan se demuestra en la vida de Noé,
quien llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Lo que él heredó fue, de
hecho, un nuevo mundo después del diluvio, así como los lectores podían recibir “el
mundo venidero” (cf. 2:5). La referencia aquí a Noé como quien salva a su casa evoca
el énfasis del escritor en la salvación-herencia del cristiano. Además, sugiere que la fe
personal puede dar fruto en la familia, al compartirla juntos.
78trad. traducción, traductor
79vb. verbo, (s)
80lit. literalmente
81trad. traducción, traductor
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11:8–10. Que los lectores deben mirar hacia adelante “al mundo venidero” y
considerar su experiencia presente como un peregrinaje, es una lección que se
refuerza con el ejemplo de la vida de Abraham. Ese gran patriarca vivió como
extraño en la tierra que habría de recibir como herencia. De igual manera, los
lectores heredarían lo prometido a ellos si, como su antecesor, se mantenían
buscando la ciudad que tiene fundamentos, que es una referencia a la Jerusalén
celestial y eterna (cf. Ap. 21:2, 9–27).
11:11–12. Por la fe … la misma Sara … recibió fuerza para concebir …
fuera del tiempo de la edad. El escritor aquí escogió presentar su primera heroína
de la fe, la que pudo pasar por alto la limitación física de su esterilidad para llegar a
ser una madre fructífera. La NVI9582 incluye al principio de estos vv. la palabra
“Abraham”, pero es preferible tomar la lectura marginal (igual a la RVR6083). La
interpretación de la NVI9584 está influenciada por la opinión de que la frase “para
concebir” (eis katabolēn spermatos) puede referirse únicamente al padre, pero esto
no es necesariamente cierto. Puesto que Sara creyó que era fiel quien lo había
prometido, también los lectores debían imitarla (cf. 10:23). Su fe, de hecho,
contribuyó a la sorprendente multiplicación de la descendencia de su esposo, aunque
el anciano Abraham estaba ya casi muerto.
11:13–16. En una impresionante recapitulación de lo que había venido diciendo,
el escritor destacó el hecho de que las personas pueden seguir viviendo conforme a
la fe hasta que mueren, incluso si para entonces no han recibido lo prometido. Por
la fe, los santos del A.T. vieron las realidades prometidas de lejos y mantuvieron su
carácter de extranjeros y peregrinos, buscando una patria mejor y rehusándose
a regresar a la tierra que habían dejado. De la misma manera, los lectores debían
renunciar a la “oportunidad” (NVI9585; tiempo, RVR6086) de volver a su religión
ancestral y anhelar una mejor, esto es, celestial. Si lo hicieran, ellos, al igual que
los patriarcas, serían personas con las que Dios no se avergüenza de estar
relacionado.
3.
DIVERSAS EXPERIENCIAS DE FE
(11:17–40)
Aquí comienza una nueva etapa en la exposición acerca de la vida de fe. En una
multiplicidad de variadas experiencias, la fe permanece como el factor constante por
el que se pueden enfrentar o comprender esas experiencias. La fe constituye la
verdadera “cosmovisión” del cristiano (cf. v. 3).
11:17–19. El tema de las pruebas emerge aquí cuando el autor regresa a su
ejemplo de Abraham. Los lectores podían aprender de la suprema prueba en la que
82NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
83RVR60 Reina-Valera Revisión 1960
84NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
85NVI95 Nueva Versión Internacional, 1995
86RVR60 Reina-Valera Revisión 1960
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se ordenó al patriarca sacrificar a su hijo unigénito. A pesar de que esto parecía
contradecir la promesa divina, el patriarca fue capaz de sobreponerse a la prueba y
confiar en el poder resucitador de Dios. De igual manera, los lectores cristianos deben
a veces mirar más allá de las experiencias de la vida, en las que las promesas de Dios
parecen no cumplirse, y darse cuenta de que cuando resuciten, esas promesas darán
su fruto.
11:20–22. De la misma manera, los patriarcas mencionados aquí miraron hacia el
futuro en fe. Isaac, confiando en que Dios cumpliría sus promesas a Abraham y a sus
descendientes, pronunció bendiciones sobre sus dos hijos Jacob y Esaú respecto a
cosas venideras para ellos. Jacob hizo lo mismo con respecto a los hijos de José,
lo cual fue para él un acto de fe, considerando su avanzada edad. Los lectores
también debían mantener su adoración al Señor hasta el término de sus vidas,
perseverando con fe en el futuro que Dios les había predicho. José también, cuando
se encontraba próximo a morir, expresó su confianza de que en el futuro Dios
liberaría a los israelitas de Egipto. De manera similar, todos los creyentes deben, con
fe genuina, tener confianza en el futuro del pueblo de Dios.
11:23. Haciendo una transición a la vida de Moisés, el autor empezó a enfocar la
forma en que la fe confronta la oposición y hostilidad, tema por demás conocido de
los lectores. Fue por … fe que Moisés fue escondido por sus padres y de esa
manera su vida fue preservada. En la frase que se trad.87 como porque le vieron
niño hermoso, la palabra “hermoso” es el término gr. asteion, que aparece en el N.T.
sólo aquí y en Hechos 7:20, donde se refiere también a Moisés. Complacidos del
precioso regalo de un hijo que Dios les había dado, evidentemente creían que el
Señor tenía preparado algo mejor que la muerte para ese tierno niño. Sin temer el
decreto del faraón, mantuvieron al niño vivo, y Dios recompensó su fe dando una
ilustre carrera a su hijo.
11:24–26. En esta presentación clásica de la manera en que quienes tienen fe
desechan los atractivos deleites temporales … del pecado y escogen el vituperio
de Cristo, el escritor muestra que Moisés fue un auténtico héroe de la fe que con
inteligencia apreció correctamente las expectativas escatológicas de la nación de
Israel. Los lectores debían aceptar el “vituperio” y rechazar “los deleites del pecado”,
y lo harían si ellos, como Moisés, preveían su galardón.
11:27–28. Es más, durante el éxodo, a Moisés no lo detuvo el temor a la ira del
rey. Al observar la pascua, que incluía la aspersión de la sangre, la nación evitó
el juicio divino. De la misma manera, los lectores no debían temer a la ira humana,
sino mantenerse separados del mundo que les rodeaba; debían perseverar en la
experiencia de adoración hecha posible por la sangre del nuevo pacto. Si lo hicieran,
no serían víctimas de la retribución divina (cf. 10:19–31).
11:29–31. Los lectores también debían ver hacia adelante, a la obtención de la
victoria sobre sus enemigos (cf. 1:13–14). Podían aprender qué clase de triunfos
puede obtener la fe sobre los adversarios al observar la destrucción de los egipcios
87trad. traducción, traductor
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y el colapso de los muros de Jericó. Si, como parece probable, había algunos
gentiles en la iglesia que recibió esta carta, ellos podían ser consolados por la
experiencia de Rahab la ramera, una gentil que fue preservada cuando fue
conquistada la ciudad de Jericó.
11:32–35a. Hubo muchos más héroes de la fe acerca de los que podía tratar el
autor con detalle. Así que, rápidamente mencionó los varios logros de algunos de
ellos. En el punto culminante de esta lista se encuentran las mujeres que recibieron
sus muertos mediante resurrección, una victoria verdaderamente importante de
la fe, que no permite que la muerte la derrote (cf. 1 R. 17:17–24; 2 R. 4:17–37).
11:35b–38. En una rápida transición de pensamiento, el escritor pasó de los
obvios triunfos de la fe, a lo que parecen sus derrotas. Pero éstas fueron sólo
aparentes, no reales. Los que fueron atormentados, no aceptando el rescate, lo
hicieron porque sabían que sus sufrimientos les conducirían a una experiencia de
mejor resurrección más enriquecedora. De manera que los lectores podían resistir
el sufrimiento firmemente y esperar su recompensa en el mundo venidero.
Ciertamente, toda forma de sufrimiento físico (los vv. 36–37, 38b citan cerca de una
docena de formas de persecución) ha sido superado por gente de fe, así como el
exilio de sus hogares y naciones, algo que tal vez los lectores también tendrían que
soportar. Pero, con un tierno gesto, el escritor comenta que el mundo no era digno
de los individuos que rechazó.
11:39–40. En un resumen concluyente, el escritor hizo notar que los grandes
héroes de la fe, de los cuales había venido hablando, no vieron cumplidas sus
expectativas escatológicas. Este hecho muestra que Dios proveyó alguna cosa
mejor para ellos y nosotros. Para nosotros, ciertamente fue mejor que se
postergaran las esperanzas futuras que ellos tenían, puesto que sólo así podemos
disfrutar de la actual experiencia de ser compañeros del Mesías, quien nos conduce a
la gloria. Como resultado de lo anterior, el proceso de perfeccionamiento (cf. 10:14;
12:23) de los personajes ilustres del A.T.,—i.e., la realización de sus expectativas—
está esperando al de todos los creyentes.
B. Advertencia final (cap. 12)
El autor concluyó el argumento básico de la epístola con una última amonestación
y advertencia. Como de costumbre, su sección de exhortación surge directamente de
la enseñanza que la precede. Su discusión de la vida de fe ahora conduce a otro
llamamiento a la perseverancia.
1.
AMONESTACIÓN INTRODUCTORIA
(12:1–2)
12:1–2. La vida de fe ha sido ampliamente atestiguada por una grande nube de
testigos del A.T. (Esto no significa que ellos estén mirando a los creyentes de hoy.) Por
tanto, los creyentes, dejando de lado todo peso y el pecado que los asedia
(euperistaton; “emboscadas o asechanzas”), deben correr con paciencia
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(jypomonēs; cf. 10:32, 36; 12:2–3, 7) la carrera que tienen por delante en su vida
cristiana. Sin importar cuán admirable sea cualquier personaje del A.T., el supremo
modelo de los lectores sigue siendo Jesús. Él es tanto el autor como el
consumador de la fe. La palabra “autor” (arjēgon)
se emplea en 2:10 (V.88 el
̱
comentario allí) y sugiere que Jesús fue precursor del camino de fe que deben seguir
los cristianos. También fue el “consumador” de la fe debido a que alcanzó su finalidad
exitosamente; mantuvo su mirada en el gozo puesto delante de él, la misma
“alegría” a que alude el 1:9, donde se dice que obtuvo un trono eterno. La
participación de los creyentes en ese gozo también debe mantenerse en perspectiva.
Después de sufrir (jypemeinen, vb.89 relacionado con el sustantivo jypomonē en 12:1;
cf. vv. 3, 7) la cruz y menospreciar el oprobio, Jesús asumió una posición triunfal a
la diestra del trono de Dios (cf. 1:3; 8:1; 10:12) que presagia su victoria final y la
de los creyentes (cf. 1:13–14).
2.
RECORDATORIO DE QUE LAS COSAS NO SON TAN MALAS COMO PARECEN
(12:3–11)
Nada es más natural para una persona que exagerar la severidad de sus pruebas.
El escritor no quería que su audiencia hiciera esto.
12:3–4. Si ellos consideraban la oposición de los pecadores que confrontó y
sufrió (jypomemenēkota; cf. vv. 1–2, 7) Jesús, cobrarían ánimo. Después de todo, a
diferencia de él, ellos todavía no habían resistido hasta la sangre, combatiendo
contra el pecado. Por “pecado” el autor probablemente quiso dar a entender
principalmente las faltas de los “pecadores” que se oponían a los lectores, pero sin
duda también tenía en mente el pecado de ellos, el cual tenían que resistir para
mantenerse constantes en su profesión cristiana.
12:5–8. Parece que los lectores habían olvidado la exhortación que se
encuentra en Proverbios 3:11–12, que presenta la disciplina del Señor como una
evidencia del amor divino. Por lo tanto, ellos no debían desmayar (cf. He. 12:3), sino
soportar (jypomenete; lit.90, “perseverar”; cf. vv. 1–3) la disciplina y considerarla
como evidencia de su filiación de hijos, i.e., de los que están siendo entrenados para
la gloria de los muchos hijos (cf. 2:10 y el comentario allí). Todos los hijos de Dios
están sujetos a su disciplina y en la frase “de la cual todos han sido participantes”, el
escritor empleó por última vez el gr. metojoi
̱ (“compañeros, participantes”) que
también se usa en 1:9; 3:1, 14; 6:4. (Lit. en gr., “disciplina, de la cual todos hemos
sido participantes”.) Al hablar de los que se dejan sin disciplina, de los que no han
sido participantes de ella, el autor dice que son bastardos. Probablemente, el
escritor estaba pensando en los cristianos cuya deslealtad hacia la fe resultó en que
perdieron la herencia (i.e., “recompensa”) que es alcanzada por los muchos hijos e
hijas. (En el mundo romano, un “bastardo” no tenía derechos sobre la herencia.) El
88V. véase
89vb. verbo, (s)
90lit. literalmente
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autor ha mostrado que, lo que tales cristianos experimentan, es un severo juicio. Por
otra parte, los creyentes que se someten a la disciplina de Dios están siendo
preparados por medio de ese proceso educativo (paideia, “disciplina”, lit.91,
“entrenamiento de niños”; cf. Ef. 6:4) para recibir un galardón milenial.
12:9–11. Valiéndose de la analogía de la disciplina de los padres terrenales, el
autor promovió un espíritu de sumisión a la disciplina del Padre de los espíritus, el
cual preserva la vida (y viviremos) y a la vez produce la experiencia de participar de
su santidad, la cual involucra la cosecha de un rico fruto apacible de justicia. Sin
embargo, los cristianos deben permitir que la disciplina surta su pleno efecto y ser
ejercitados por ella.
3.
LLAMADO A TENER UNA RENOVADA VITALIDAD ESPIRITUAL
(12:12–17)
12:12–13. El autor percibía en sus lectores una propensión a la debilidad
espiritual. A la luz de las verdades que expuso detalladamente, los anima a renovar
las fuerzas. Si ellos hicieran esto y siguieran las sendas derechas que la auténtica
justicia conlleva, el más débil entre ellos (cojo) ya no sería un discapacitado, sino …
sanado. Su propia fuerza podría beneficiar a los cristianos más débiles.
12:14. Debían procurar la paz con todos los hombres, así como la santidad
personal debido a que sin santidad (jagiasmos) … nadie verá al Señor. Puesto que
ningún pecado puede estar en presencia de Dios, los cristianos deben estar—y lo
estarán—sin pecado cuando vean al Señor (cf. 1 Jn. 3:2). Ese cumplimiento ofrece la
motivación para procurar alcanzar la santidad aquí y ahora. Pero el autor pudo haber
tenido en mente la idea de que la percepción que uno tiene de Dios, incluso ahora,
está condicionada por su medida real de santidad (cf. Mt. 5:8).
12:15–17. Como un terrible recordatorio de lo que puede suceder entre los
creyentes, el escritor advirtió que el que deje de alcanzar la gracia de Dios puede
llegar a ser como una raíz de amargura cuya infidelidad a Dios afecta a otros. Aquí
el autor tiene en mente Deuteronomio 29:18, donde un apóstata del antiguo pacto
fue llamado “raíz que produzca hiel y ajenjo”. Tal persona sería profano (bebēlos,
“inmundo, desacralizado”), como Esaú, el hermano de Jacob, cuyo carácter libertino
y profano lo llevó, por experimentar el deleite temporal de una sola comida, a
vender su primogenitura. El autor advirtió a sus lectores que no se dejaran llevar
por las presiones transitorias y dejaran de alcanzar su herencia. Si algunos lo
hicieran, a fin de cuentas sentirían remordimiento de esa tonta decisión y podrían
descubrir que habían perdido de manera irrevocable los privilegios de su herencia, tal
como ocurrió con Esaú. Por supuesto que esto sería cierto en alguien que terminara
su experiencia cristiana en un estado de apostasía, condición contra la cual el escritor
les había estado advirtiendo de manera continua.
4.
LA ADVERTENCIA EN SÍ
(12:18–29)
91lit. literalmente
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12:18–21. De manera muy vívida, el escritor describió la situación prevaleciente
en el monte Sinaí, donde fue dado el antiguo pacto y se describe su pasmosa y
aterradora naturaleza (cf. Éx. 19:9–23; Dt. 9:8–19).
12:22–24. Las realidades que se relacionan con la gente del nuevo pacto, a las
cuales se han acercado, son aún más impresionantes porque son de naturaleza
celestial. No sólo existe la ciudad … celestial, sino también los seres relacionados
con ella, tanto ángeles como personas. La frase la congregación de los
primogénitos puede significar la asamblea de aquéllos que han ganado el derecho a
su herencia (debido a que bajo la ley del A.T. el “primogénito” era el heredero
primordial; cf. v. 16). Ellos ya se han ido a las regiones celestes donde están los
ángeles. Pero sobre todo, es a Dios el Juez de todos, a quien han ido—y hay
algunos que en verdad pueden superar el escrutinio de sus vidas—(los espíritus de
los justos hechos perfectos; cf. 10:14; 11:40) y a Jesús el Mediador (cf. 8:6;
9:15) del nuevo pacto, cuya sangre expiatoria no clama por que se haga juicio
como la de Abel, sino que asegura la aceptación de todas las personas relacionadas
con el nuevo pacto.
Si los lectores hubieran apreciado esas cosas correctamente, se habrían
asombrado y procurarían cumplir su llamamiento para obtener los grandes privilegios
que el nuevo pacto puede proporcionar.
12:25. El contraste entre los dos pactos se presenta aquí como la diferencia que
hay entre una advertencia dada en la tierra y la que se dio desde los mismos
cielos. Puesto que no escaparon quienes rechazaron el antiguo pacto, ¿cómo
podrían esperar hacerlo los que pertenecían al nuevo pacto y lo desechaban? (cf. 2:3)
Aquí sin duda el autor consideraba que “el que amonesta” no era otro que el
originador del nuevo pacto, el mismo que ahora está sentado “a la diestra de la
Majestad en las alturas” (1:3).
12:26–27. Esta es la voz divina que una vez conmovió a la tierra, pero que
finalmente conmoverá no solamente la tierra, sino también el cielo. La
referencia a Hageo 2:6 es interpretada por el autor como una alusión a la nueva
creación de los cielos y la tierra que seguirá al reino milenial (cf. He. 1:10–12). Lo que
quede después de ese evento cataclísmico será eterno.
12:28–29. Así es el carácter del reino inconmovible que estamos recibiendo
nosotros. Las palabras tengamos gratitud pueden trad.92 como “tengamos [u
obtengamos] gracia” (ejēmen
jarin)
y son probablemente una referencia final acerca
̱
̱
de los recursos de gracia que tenemos disponibles a través del gran sumo sacerdote
(cf. 4:14–16). Esto se confirma por las palabras mediante ella (di’ ēs) que recuerdan
a los lectores que esta gracia es requerida para servir (latreuōmen, también se
emplea en 8:5; 9:9; 10:2; 13:10) a Dios en forma aceptable dentro de la comunidad
del nuevo pacto. La posibilidad de fallar en hacer esto debe ser impedida por la
concluyente y solemne idea de que nuestro Dios es fuego consumidor (cf. 10:26–
27). Un creyente que se aparta de sus magníficos privilegios está invitando la
92trad. traducción, traductor
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retribución de Dios.
V. Epílogo (cap. 13)
El epílogo puede distinguirse del cuerpo de la epístola en que el cuerpo contiene
sólo amonestaciones amplias y generales, mientras que en el epílogo son específicas.
En algunas maneras, estas instrucciones específicas sugieren formas aceptables de
servir a Dios (cf. 12:28). El epílogo también contiene los comentarios personales del
escritor y la despedida de sus lectores.
13:1–6. La primera sección del epílogo contiene instrucciones morales.
Obedecerlas comunicará una bondad personal a los hermanos (v. 1), a los extraños
(v. 2), y a los presos (v. 3). El escritor luego hizo un llamado a la pureza sexual en la
que el matrimonio es considerado en alta estima (v. 4). Los lectores tenían que
evitar la avaricia y estar contentos con lo que tenían (v. 5; cf. Lc. 12:15; Fil. 4:11; 1
Ti. 6:6–10). Aunque tuvieran pocas cosas materiales, tenían al Señor (He. 13:5) y su
ayuda (v. 6).
13:7–8. Las instrucciones religiosas siguen a las de tipo moral y este segmento
del epílogo se extiende hasta el v. 17. El llamado acordaos de vuestros pastores
(lit.93 “dirigentes”), quizá se refiere a los líderes anteriores que habían muerto. El
resultado de su conducta podría ser contemplado con buen efecto y los lectores
debían imitar su fe. Esos líderes ya se habían ido, pero Jesucristo, de quien les
hablaron, seguía siendo el mismo continuamente.
13:9. Esta es la razón por la que debían ser rechazadas las nuevas doctrinas que
estaban en conflicto con el inmutable mensaje acerca de Jesucristo. La referencia que
el autor hace aquí a doctrinas diversas y extrañas no suena al fin y al cabo como
una alusión al judaísmo ortodoxo, sino como si los lectores estuvieran confrontando
una variedad sectaria y peculiar de esa religión (cf. el comentario bajo “Trasfondo y
ocasión” en la Introducción de He.).
13:10–14. Si aquellos que pregonaban “doctrinas diversas y extrañas” tendían a
idealizar la experiencia del desierto y el tabernáculo, ahora las palabras del escritor
destacan un punto especial. El cristiano tiene un altar (probablemente una figura de
lenguaje denotando el sacrificio de Cristo) especial del cual deriva su sustento
espiritual. Los que sirven en el tabernáculo se refiere a los que no se les permitía
participar de ese tipo de comida espiritual. Si algunos preferían el estilo de vida del
desierto y se consideraban a sí mismos “siervos” del antiguo tabernáculo, entonces
quedarían excluidos, asevera el escritor, de los privilegios cristianos. Bajo la
institución del A.T., la sangre de los sacrificios del día de la expiación era
introducida en el santuario, pero los cuerpos eran quemados fuera del
campamento (v. 11), lugar considerado inmundo durante los años de la estancia en
el desierto. Pero Jesús también, para santificar al pueblo …, padeció fuera de la
puerta (i.e. fuera de Jerusalén). Lejos de ser inmundo asociarse con el Señor, como
93lit. literalmente
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consideraban algunos incrédulos judíos, los lectores debían salir del campamento
del judaísmo e identificarse con él. De hecho, eran “santos” (o santificados; cf. 2:11;
10:10, 14); además, no debían vacilar en compartir su vituperio (cf. 12:2). Si los
lectores en realidad tenían conocimiento de que hubiera asentamientos de sectarios
en su región, entonces esta exhortación tuvo una fuerza especial. El verdadero hogar
de los lectores no era un campamento o ciudad que existiera entonces, sino la ciudad
por venir (cf. 11:10, 16; 12:22).
13:15–16. No eran necesarios los sacrificios de sangre a la luz de la muerte de
Jesús, sino ofrecer alabanza, hacer bien y prestarse ayuda mutua, que en verdad
son los sacrificios que Dios quiere (cf. 10:25).
13:17. Si debían recordar a los anteriores pastores (lit.94, “dirigentes”) y
conservar sus enseñanzas, los líderes actuales debían ser obedecidos. Su
responsabilidad ante Dios debía ser reconocida y sus tareas pastorales no debían ser
obstaculizadas por la desobediencia. (Para que lo hagan con alegría posiblemente
debía ser “para que su acto de rendir cuentas [a Dios por ustedes] pueda ser con
gozo”.)
13:18–19. Con el mismo sentido de humildad espiritual que lo guió a usar el
pron.95 “nosotros” en la mayoría de las secciones de advertencia, el escritor solicita
las oraciones de sus lectores, y particularmente que pudiera ser restituido a ellos
más pronto. Su interés en ellos era personal, y estaba muy deseoso de verlos.
13:20–21. En una encantadora bendición que captura muchos de los principales
temas de la epístola (e.g. paz, resurrección, pastor, sangre, pacto, haga aptos), el
autor expresa su confianza en nuestro Señor Jesucristo que es el gran pastor del
pueblo del nuevo pacto, a través del cual Dios fue capaz de llevar a cabo su voluntad
(“haga aptos” es katartisai, “preparar, tenerlo listo para usarlo”; cf. Ef. 4:12) en los
lectores y en el mismo autor. Por eso, en verdad oraba por sus lectores.
13:22–25. Conminando de nuevo a sus lectores a que soportaran la palabra de
exhortación, el autor expresó la esperanza de que él y Timoteo los verían pronto.
Después de expresar sus saludos, los encomienda a la gracia de Dios.
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