La Mortificación del Pecado 5º parte.

La mortificación del pecado.  •  Sermon  •  Submitted
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Introducción/ repaso:

Recordemos el texto de nuestro tema (leámoslo todos juntos):
Romanos 8:13 RVR60
13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
Hasta ahora podemos resumir todo lo que este libro (La mortificación del Pecado de John Owen) nos enseña en las siguientes declaraciones:
Es un deber de cada creyente mortificar el pecado.
Solo los creyentes verdaderos, quienes definitivamente son libres del poder condenatorio del pecado son los que pueden mortificar el pecado.
La promesa de Dios es que al mortificar el pecado viviremos.
La mortificación del pecado es algo de lo que el creyente tendrá que ocuparse toda su vida.
La mortificación del pecado es algo que solo se puede lograr por medio de la obra del Espíritu Santo en nosotros.
El espíritu no obrará para mortificar nuestro pecado sin la obediencia y cooperación del creyente.
La vida, fortaleza y el consuelo de nuestra vida espiritual depende en gran manera, de que mortifiquemos nuestros pecados.
A esto puedo añadir la siguiente cita del libro:

Si el corazón humano es comparado con un jardín, entonces, la mortificación puede ser comparada con la obra de quitar la maleza que pudiera impedir el crecimiento de las plantas de la gracia. Piense en un jardín en donde una hermosa planta ha sido plantada. Si el jardín es deshierbado regularmente, entonces la planta florecerá. Sin embargo, si la maleza es dejada, entonces la planta estará enferma, medio seca e inútil. En donde la mortificación no destruye la maleza del pecado, las plantas de la gracia de Dios están listas para morir (Apo. 3:2). Ellas estarán secas y decayendo. Tal corazón es como el campo del perezoso; está tan crecido con la maleza, que apenas se puede ver el maíz bueno. Cuando usted mira a tal corazón, las gracias de fe, amor y celo están presentes; sin embargo, están tan debilitadas y cubiertas con la maleza del pecado, que son de muy poca utilidad. Si tal corazón es limpio de la maleza del pecado (por la mortificación); entonces, estas plantas de la fe, el amor y el celo comenzarán a florecer y estarán preparadas para toda buena obra.

Una introducción a la práctica de la mortificación.

Supongamos que tenemos a un creyente verdadero que encuentra en sí mismo un pecado poderoso, que le lleva en repetidas ocasiones a un estado de cautiverio, que atribula su corazón, y que le impide su comunión con Dios, estorbando en forma general su paz. Este pecado que mora en él, inquieta su conciencia y aún le expone al peligro de ser endurecido, debido al engaño del pecado. La pregunta que surge es: ¿Qué debe hacer el creyente en este caso? ¿Cuál camino debería tomar para tratar con este deseo pecaminoso que repetidamente impide su vida espiritual y crecimiento? ¿Cómo puede el creyente matar este deseo pecaminoso de tal manera que aunque no sea destruido del todo, sin embargo sea capaz de triunfar en una forma general sobre él y pueda disfrutar su comunión con Dios?

¿Cómo se mortifica el pecado?
Para responder a esto primeramente explicaremos lo que no es la mortificación del pecado para en la próxima reunión explicar lo que si es la mortificación del pecado.

Cinco cosas que la mortificación del pecado no significa.

1. Mortificar un pecado no significa destruirlo completamente, ni erradicarlo definitivamente del corazón.

Aunque el creyente puede esperar obtener triunfos maravillosos sobre el pecado, en esta vida no debemos esperar erradicar totalmente el pecado en nuestra vida.
Esto quedó claramente expuesto en la experiencia del apóstol Pablo:
Filipenses 3:12–14 RVR60
12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Será solo en la venida de nuestro Señor, cuando él nos transforme a su semejanza que podremos experimentar el despojo total de nuestra maldad:
Filipenses 3:20–21 RVR60
20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
Esto Dios lo ha querido para que entendamos que solo en el Señor estamos completos:
Colosenses 2:10 RVR60
10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.

2. Mortificar un pecado no significa tratar de disfrazarlo.

Tristemente debemos reconocer que una persona puede dejar en forma externa la práctica de muchos pecados, mientras que sigue deseando hacerlos. Otras personas pueden pensar que esa persona ha sido cambiada, pero tal persona solamente ha añadido a sus pecados anteriores, el horrible pecado de la hipocresía y así ha encontrado el camino más seguro que le conduce al infierno.

3. La mortificación del pecado no significa el cultivo de una naturaleza tranquila y quieta.

Aquellos que logran tener un temperamento agradable, tranquilo, que no se enojan fácilmente, pueden caer en el peligro de no darse cuenta de su egoísmo, su incredulidad, su envidia o algún otro pecado espiritual.

4. Un pecado no ha sido mortificado cuando simplemente ha sido desviado hacia otra dirección.

A veces se sustituye el un pecado por otro y esto nos da la apariencia que lo hemos vencido.
Un ejemplo de esto es Simón, Hechos 8.9-24, quien supuestamente había dejado la practica de la magia pero por otra parte, estaba lleno de codicia y ambición.
Hechos de los Apóstoles 8:9–24 RVR60
9 Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. 10 A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. 11 Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. 12 Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. 13 También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito. 14 Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; 15 los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; 16 porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. 17 Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. 18 Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, 19 diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. 20 Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. 21 No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. 22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; 23 porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. 24 Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí.

5. La conquista ocasional del pecado tampoco significa la mortificación.

Un pecado brota y trae el terror a la conciencia del escándalo y el temor de la desaprobación divina. Esto puede tener el efecto de despertar a la persona de su sueño espiritual y por un tiempo llenarle con aborrecimiento hacia ese pecado y ponerle en guardia contra él. Sin embargo, el pecado permanece como no mortificado. Este pecado es como un enemigo que se ha introducido secretamente en el campamento y ha asesinado a uno de los capitanes. De inmediato los guardias se ponen en alerta y buscan en todo el campamento para encontrar al enemigo. Pero el enemigo se esconde a sí mismo mientras que los guardias le buscan por todas partes. Por un tiempo pudiera parecer que el enemigo ha desaparecido, pero el está a salvo y esperando otra oportunidad para hacer lo mismo nuevamente.

el pecado es engañoso y estará contento de permanecer quieto por algún tiempo y dar la apariencia de haber sido mortificado. Pero en realidad está muy lejos de haber sido mortificado y tarde o temprano saltará con vida otra vez

Muchas veces, cuando nos damos cuento que hemos ofendido a Dios o cuando experimentado su disciplina nos arrepentimos y buscamos a Dios con el deseo de abandonar el pecado, pero este está listo para aparecer en cualquier momento si de verdad no lo hemos mortificado.

Conclusión:

Por medio de estos y muchos otros caminos, las pobres almas pueden engañarse a sí mismas y pensar que han mortificado sus malos deseos, cuando en realidad sus pecados aún están vivos y están en espera de una ocasión oportuna para brotar y enturbiar su paz.

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