Liderazgo - clase 6

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EL COSTO DEL LIDERAZGO

...¿Podéis beber el vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Marcos 10:38
Aspirar al liderazgo en el reino de Dios requiere que estemos dispuestos a pagar un precio más alto del que los otros están dispuestos a pagar. El costo del liderazgo es oneroso, y cuanto más eficaz sea el liderazgo, tanto más alto será el precio. ESTE PRECIO TIENE QUE VER EN PRIMER LUGAR CON:
LA ABNEGACIÓN
«... El [Jesucristo] puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos» (1 Jn. 3:16).
Si no hay cruz, no hay liderazgo.
«Y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mr. 10:44-45).
Cada uno de los héroes de la fe en Hebreos 11 fue llamado al sacrificio como parte de su servicio. Los que dirigen la iglesia deben manifestarse por la buena voluntad de abandonar las preferencias personales, de renunciar a los deseos legítimos y naturales por amor a Dios.
(Jn. 20:20). Las cicatrices son las marcas de autenticación del discipulado y el verdadero liderazgo espiritual. (Gá. 6:17; 2 Corintios 4:8-10).
LA SOLEDAD
2 Corintios 4:8-11
Debido a que el líder debe siempre estar adelante de sus seguidores, vive con la soledad. Aunque sea amistoso, muchas veces debe caminar solo.
Moisés estuvo solo en la montaña, solo en la llanura, incomprendido y criticado. Los profetas del Antiguo Testamento eran hombres solitarios. Enoc caminó solo cuando predicó acerca del juicio en un sociedad decadente. Su compensación era la presencia de Dios.
El predicador más solitario de hoy es la persona a quien se le ha confiado el mensaje del evangelio que confronta el pensamiento de cada época. El sociable Pablo era un hombre solitario, incomprendido por sus amigos, mal representado por sus enemigos, desertado por sus convertidos. Cuán punzantes son sus palabras a Timoteo (2 Ti. 1:15).
El líder debe ser una persona que, mientras acepta con mucho gusto la amistad Y el apoyo de todos los que la ofrecen, tiene suficientes recursos internos para quedarse solo, aun cuando enfrente la inflexible oposición de no tener a «nadie sino a Dios».
La FATIGA
Las exigencias del liderazgo agotan a la persona más robusta. Pero los cristianos saben dónde encontrar renovación. (2 Co. 4:16). Aun Jesús se cansó en el ministerio, y tuvo que descansar (Jn. 4:6). Jesús sintió el flujo de su poder y el drenaje de sus recursos interiores, cuando la mujer necesitada tocó sus vestidos (Mr. 5:30).
No se puede lograr un bien duradero sin este consumo de energía de nervios y fortaleza personal. El espíritu del estado de bienestar no produce líderes. Si un cristiano no está dispuesto a levantarse temprano y trabajar hasta tarde, dedicar mayor esfuerzo en el estudio diligente y trabajo fiel esa persona no va a cambiar a una generación. La fatiga es el precio del liderazgo. La mediocridad es el resultado de no cansarse nunca.
LA CRÍTICA
«No hay ninguna otra cosa que elimine de tal forma la eficiencia, capacidad e iniciativa de un líder que la crítica destructiva... Tiende a obstaculizar y socavar el proceso de la forma de pensar de un hombre. Corta como con cincel su dignidad y destruye insidiosamente su confianza en su capacidad de enfrentar sus responsabilidades.»
Ningún líder vive un solo día sin que lo critiquen, y la humildad nunca se pondrá a prueba con más intensidad que cuando llegue la crítica.
La critica hace que uno camine humildemente con Dios. La critica nos debe llevar a un sentido más profundo de dependencia total enJesús para la santidad de corazón, y a una comunión más dulce con Él. (Gá. 1:10; 1 Co. 4:3-4; Col. 3:22). CUIDADO: “el resultado de la indiferencia a la opinión humana unida a una vida espiritual débil será el desastre. Pablo no tenía miedo de los juicios humanos, porque era consciente de que estaba ante un tribunal superior (2 Co. 8:21).
El RECHAZO
El líder que sigue normas espirituales superiores quizás descubra que está siguiendo a su Maestro por la senda del rechazo, porque El «a lo suyo vino, y los suyos no le recibieron».
«A menudo la multitud no reconoce a un líder hasta que se ha ido, y luego le erigen un monumento con las piedras que le arrojaron cuando estaba en vida».
LA PRESIÓN Y PERPLEJIDAD
Ingenuamente pensamos que cuanto más crezcamos como cristianos, tanto más fácil nos será discernir la voluntad de Dios. Pero el caso a menudo es el contrario. Dios trata al líder maduro como a un adulto maduro, dejando cada vez más decisiones a su discernimiento espiritual y dando menos detalles de dirección tangible que en años anteriores. La perplejidad resultante inevitablemente aumenta la presión en un líder.
EL COSTO PARA LOS DEMÁS
La gente que está cerca de un líder también paga un precio, a veces un precio más gravoso.
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LAS RESPONSABILIDADES DEL LIDERAZGO

2 Corintios 11:28 RVR60
y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias.
Jesús definió el liderazgo como servicio, y eso se aplica aunque un líder trabaje en una organización secular o eclesiástica.
Recordemos como el Hijo de Dios se hizo el siervo de Dios a fin de llevar a cabo la misión de Dios. Esta imagen establece la norma para que las iglesias e individuos creyentes cumplan la misión que Dios les ha dado.
El verdadero líder se preocupa principalmente por el bienestar de otros, no de su propia comodidad y prestigio. Muestra compasión por los problemas de otros, pero su compasión fortifica y estimula; no ablanda y debilita. Un líder espiritual siempre dirige la confianza de los otros hacia el Señor.
Cuando Dios escogió un líder para suceder a Moisés, eligió a Josué, el hombre que había demostrado ser un siervo fiel (Ex. 33:11).
D. E. Hoste habló de Hudson Taylor, así: “El secreto de su influencia entre nosotros estaba en su gran compasión y atenta consideración por el bienestar y comodidad de los que le rodeaban. La alta norma de abnegación y asiduo trabajo que mantuvo constantemente, nunca hizo que él careciera de ternura y compasión hacia los que no podían alcanzarlo en estos aspectos. Manifestaba gran ternura y paciencia hacia los fracasos y debilidades de sus hermanos, y así podía, en muchos casos, ayudarles a alcanzar un nivel más alto de devoción.
La disciplina es otra responsabilidad más del líder, una obligación que a menudo no es bien recibida. Cualquier misión cristiana requiere una disciplina piadosa y amorosa para mantener normas divinas en la doctrina, moral y conducta.
Pablo describe el espíritu que se requiere de los líderes que ejercen disciplina: «Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado» (Gá. 6:1). El ingrediente fundamental en toda disciplina es el amor. «... Amonestadle como a hermano» (2 Ts. 3:15). «Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él» (2 Co. 2:8).
La persona que ha enfrentado sus propios problemas y debilidades está más capacitada para ayudar a otra de una manera cariñosa y firme. El espíritu de mansedumbre logrará mucho más que el espíritu de crítica.
Al enfocar una situación disciplinaria, el líder debe recordar cinco pautas:
primero lleve a cabo una investigación minuciosa e imparcial
luego considere el beneficio general a la obra y al individuo;
haga todo en un espíritu de amor y de la manera más considerada;
siempre tenga en cuenta la restauración espiritual del ofensor; y
ore constantemente por la conclusión exitosa de esta situación.
Proveer guía es un tercer campo de responsabilidad. El líder espiritual debe saber adónde va antes de suponer que va a guiar a otros. El líder debe ir adelante de su congregación. El Príncipe de los Pastores nos dio el ejemplo: «Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz» (Jn. 10:4).
Pablo presentó este desafío a los cristianos de Corinto: «Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo» (1 Co. 11:1). Pablo sabía a quien estaba siguiendo, y adónde iba, y podía desafiar a otros a que lo siguieran hacia la meta.
No es fácil guiar a la gente, aun a cristianos maduros, que tienen opiniones propias muy fuertes. El líder no puede imponer su voluntad precipitadamente.
D. E. Hoste dijo: En una misión como la nuestra, los que dirigen los asuntos deben estar preparados para tolerar desobediencia y oposición, y para poder desistir de cursos de acción que, aunque sean intrínsecamente sanos y beneficiosos, no sean aprobados por algunos de los afectados.
Hudson Taylor una y otra vez se vio obligado a modificar gran parte de sus proyectos, o a poner a un lado proyectos que eran acertados y beneficiosos, pero que enfrentaron oposición obcecada, y eran proclives a crear males más grandes que los que podrían haberse eliminado o mitigado por los cambios en cuestión. Más tarde, en respuesta a la oración continua y paciente, muchos de esos proyectos se hicieron”.
Un líder debe tomar la iniciativa. Algunos líderes poseen más talentos para conservar las ganancias que para iniciar nuevas empresas, para mantener el orden que para generar ardor. El verdadero líder debe ser emprendedor así como también visionario. Debe estar preparado para comenzar de un salto así como para mantener la velocidad. Pablo constantemente corría riesgos deliberados, siempre con cuidado y con mucha oración, pero siempre tratando de alcanzar lo que había más allá.
El líder debe iniciar planes para el progreso o reconocer los méritos de los planes de otros. Debe seguir al frente, impartiendo guía y dirección a los que están atrás. No espera que las cosas sucedan, sino que hace que sucedan. Es una persona llena de resolución e iniciativa, siempre alerta para encontrar métodos mejores, siempre ansioso por probar nuevas ideas.
Más fracaso viene de un exceso de precaución que de los experimentos intrépidos con nuevas ideas. Un director de misiones destacó que al examinar su vida, se daba cuenta de que la mayoría de sus fracasos se debieron a no haber tenido suficiente osadía. Un líder no puede darse el lujo de ignorar el consejo de personas cautelosas que puedan evitarle a una misión equivocaciones y pérdidas. Pero la precaución no debe estorbar la visión y la iniciativa, especialmente cuando el líder sabe que Dios tiene control.
La característica distintiva de un líder es asumir la responsabilidad voluntariamente. Josué era ese tipo de persona. Nunca titubeó en seguir a uno de los más grandes líderes de toda la historia, Moisés. Josué tenía más razón que Moisés para apelar a la falta de idoneidad, pero no repitió el pecado de Moisés. En cambio, aceptó inmediatamente la tarea que se le asignó y se puso a trabajar.
Cuando Elías fue llevado al cielo, Elíseo no vaciló en hacerse cargo. Aceptó la autoridad conferida por el manto que cayó sobre él y se volvió un líder por sus propios méritos.
En cada caso, estos líderes estaban seguros de su llamado divino. Una vez ese asunto se ha aclarado, nadie necesita titubear para hacer lo que Dios le ha encomendado.
Reglas de un lider:
Comience con afán el principal trabajo del día.
No murmure debido a la actividad o la falta de tiempo, sino acapare todo el tiempo que pueda.
Nunca murmure cuando le traigan la correspondencia.
Nunca exagere las obligaciones dando apariencias de que sufre bajo la carga, sino trate todas las responsabilidades como un privilegio de libertad y regocijo.
Nunca atraiga la atención al trabajo excesivo o las experiencias triviales.
Antes de una confrontación o censura, obtenga de Dios un verdadero amor por el que cometió la falta. Conozca los hechos; sea generoso en su juicio.
No crea todo lo que le digan; no desparrame chismes.
Ni busque la alabanza, gratitud, respeto ni consideración por servicios que haya prestado en el pasado.
Evite quejarse cuando no soliciten su consejo u opinión, o cuando lo consulten e ignoren su consejo
Nunca permita que lo pongan en contraste favorable con ningún otro.
No dirija la conversación hacia sus propias necesidades y preocupaciones.
No busque favores ni lástima; no pida delicadeza, sino reciba lo que venga.
Sufra la culpa; no la comparta ni la transfiera.
Dé gracias cuando el crédito de su propio trabajo o ideas se lo den a otro.
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LAS PRUEBAS DEL LIDERAZGO

Mateo 4:1 RVR60
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.
Génesis 22:1 RVR60
Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí.
A todos los que se les ha confiado autoridad espiritual, es inevitable que les vengan pruebas escrutadoras.
TRANSIGENCIA
¿Podernos renunciar a un principio para lograr un acuerdo? El disminuir las normas es siempre un paso hacia atrás, y la transigencia casi siempre lo requiere.
La contienda épica entre Moisés y Faraón es un ejemplo clásico de la tentación a transigir. Cuando Faraón se dio cuenta de que Moisés tenía la intención de guiar a los hebreos fuera de Egipto, usó astucia y amenazas para frustrarlo. La primera insinuación fue: «Yo os dejaré ir para que ofrezcáis sacrificios a Jehová vuestro Dios, con tal de que no vayáis más lejos [de Egipto].» Un equivalente moderno sería: «La religión está bien, pero no seáis intolerantes al respecto. No es necesario que la religión los separe del resto del mundo.»
Cuando ese enfoque fracasó, Faraón trató algo más: «Si deben salir de Egipto, no vayan lejos. La religión está bien, pero no hace falta que sean fanáticos. Quédense tan cerca del mundo como puedan.»
Un tercer intento más jugaba con las emociones: «Dejen que los hombres vayan y adoren, y que las mujeres y los niños se queden aquí. Si deben romper con el mundo, no impongan semejante estilo de vida estrecho sobre todos los demás en la familia .»
El último intento de Faraón fue una apelación a la avaricia: «Está bien, vayan. Pero los rebaños y las manadas se quedan. No dejen que sus raros compromisos religiosos interfieran en los negocios y la prosperidad.»
Moisés rechazó cada evasiva con un claro discernimiento espiritual, diciendo: «No quedará ni una pezuña» (Éx. 10:26). Por lo tanto, Moisés pasó con honores la gran prueba de su liderazgo del pueblo de Dios.
AMBICIÓN
Todos los grandes líderes incluso Moisés enfrentaron esta prueba. Durante la ausencia de Moisés en el monte Sinaí, el pueblo de Israel se tornó a la idolatría, y Dios se enojó mucho, y dijo: «Yo los heriré de mortandad y los destruiré, y a ti te pondré sobre gente más grande y más fuerte que ellos» (Nm. 14:12).
Moisés ya había oído más que suficiente de las quejas cons tantes del pueblo y el frecuente coqueteo con el paganismo. ¿Por qué no aceptar esta propuesta divina como manera de darle al pueblo su merecido, y empezar de nuevo con un grupo más pequeño que Moisés pudiera controlar sin dificultad?
¡Qué tremenda prueba, de la boca de Dios mismo! En vez de acceder a la ambición personal, Moisés mostró una nobleza abnegada, preocupación genuina por la gloria de Dios, y compasión por el pueblo mal aconsejado. Ni por un momento entró en su excelsa mente el pensamiento de exaltación propia. Se aferró a Dios audaz y tenazmente. Mediante la oración, Moisés salvó del juicio a la nación apóstata.
LA SITUACIÓN IMPOSIBLE
«¿Cómo enfrenta esta persona las situaciones imposibles?» solía inquirir John R. Mott como una forma de separar a líderes de los seguidores. Mott alentaba a que los líderes trataran con tareas imposibles en vez de fáciles, a fin de fomentar la competencia personal, el trabajo de equipo, y la fe. «Hace mucho que he dejado de ocuparme en las cosas de menor importancia que pueden hacer otros», dijo él. Un verdadero líder enfrenta las circunstancias desconcertantes y los problemas complejos.
El día actual le presenta a los líderes problemas difíciles que nunca se vieron antes. Si los líderes han de sobrevivir, deben ver lo difícil como cosa común, lo complejo como algo normal.
Moisés enfrentó una situación imposible cuando Israel llegó al mar Rojo. De un lado estaba el desierto y el ejército del Faraón; del otro estaba el agua, e Israel no tenía botes. Moisés se hallaba en un callejón sin salida, y el pueblo se estaba poniendo nervioso. Empezaron a oírse las quejas a medida que disminuía la moral: «¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto?»
Moisés, gran hombre de fe, permaneció con Dios. Su orden debe haber sonado como pura fantasía pero en realidad era un momento determinante en su liderazgo.
«No temáis», gritó, contra toda buena razón para temer.
«Estad firmeS», exclamó, a medida que Faraón corría hacia ellos.
«Ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros.»
Por lo tanto, en ese día extraño y maravilloso el pueblo de Israel vio a su Dios en acción, sus esperanzas afirmadas, sus enemigos aplastados. La fortaleciente lección es que a Dios le encanta guiar a la gente, y luego, en respuesta a su confianza, mostrarles el poder que necesitan para enfrentar cualquier situación imposible.
Hudson Taylor enfrentó muchas situaciones difíciles en su carrera para ganar a China para Cristo. Decía que en la mayoría de las grandes tareas que se emprendían para Dios, se podía contar con tres crisis: imposible, difícil, completada.
Un líder en estas situaciones difíciles espera en el Señor con serena confianza Hasta que la noche de su temor se haya ido.
FRACASO
Muchas personas que parecen estar en el pináculo de sus carreras ocultan una gran sensación de fracaso en su interior.
Alexander Maclaren, el gran predicador británico, predicó a una gran multitud, pero se alejó, abrumado por el fracaso. «No debo hablar de nuevo sobre esa ocasión», dijo, mientras la congregación se retiraba bendecida e inspirada. ¿Eran muy elevadas sus expectativas? ¿O es que Satanás le trajo pesar cuando tendría que haber sentido gran gozo?
La forma en que un líder trate con el fracaso establecerá la mayor parte de su agenda para el futuro. Pedro pareció quedar arruinado como líder después que negó al Señor, pero el arrepentimiento y el amor le abrieron de nuevo la puerta de la oportunidad, y el liderazgo de Pedro alcanzó a todo el resto de la cristiandad. «Mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia>> (Ro. 5:20).
La mayoría de los personajes de la Biblia enfrentaron el fracaso y sobrevivieron. Aun cuando el fracaso era inmenso, los que volvieron a encontrar el liderazgo rehusaron seguir tendidos en el polvo y lamentar su tragedia. En realidad, el fracaso y arrepentimiento los llevó a un concepto mucho mejor de la gracia de Dios. Llegaron a conocer al Dios de la segunda oportunidad, y a veces de la tercera y la cuarta.
Los líderes de éxito han aprendido que ningún fracaso tiene que ser final, ya sea el fracaso propio o el de algún otro. Nadie es perfecto, y no podemos estar en lo correcto todo el tiempo.
CELOS
La mayoría de los líderes en cierto momento enfrentan el problema de un rival celoso. Aun Moisés encontró esa prueba. Los celos son un arma común del diablo.
El primer desafío de esta clase contra Moisés vino desde dentro de su familia: de su hermana y su hermano. Aparentemente se habían olvidado que sin la respuesta abnegada de Moisés al llamado divino para que sacara ,al pueblo fuera de Egipto, ellos y todo el resto de Israel todavía estarán viviendo bajo el látigo de los capataces. . .
Para ese tiempo María ya era una mujer anciana, y la experiencia que tenía de Dios debería haberle enseñado en este caso el mal y la fealdad de los celos. Promovió chismes contra Moisés debido a que éste se había casado con una etíope. El odio racial no es un pecado del siglo veinte solamente. María resentía la intrusión de una extranjera y arrastro al débil Aarón a una rebelión.
No conformes con el segundo lugar, María y Aarón trataron de sacar a Moisés mediante un golpe político. Cubrieron su traición con piedad. «¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros?» (Nm. 12:2).
Moisés se sintió profundamente herido, pero no dijo nada para vindicarse a sí mismo. Su preocupación principal era }a gloria de Dios, no su propio cargo. «Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra» (Nm. 12:3). Sin embargo, aunque Moises mantuvo un silencio que denotaba dignidad, Dios no permitiría que semejante desafío a la autoridad de su siervo quedara sin responder. Debido a que esta era una ofensa publica, el JUICIO y el castigo también fue público. (Nm. 12:10). Un castigo tan drástico como éste destaca la gravedad del pecado de María, y una vez más brilla la grandeza de Moisés. Su única respuesta fue orar por su hermana, y Dios respondió en forma benigna y misericordiosa.
La lección para el líder es simple. La persona que ocupa un cargo designado por Dios no necesita preocuparse por vindicar su obra cuando los rivales se vuelven celosos o traicioneros. Dicho líder está a salvo en las manos del Protector celestial, Dios muestra cuán protegidos están con las ominosas palabras dirigidas a María: «¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?» (Nm. 12:8).
Moisés enfrentó un segundo desafío de parte de Coré y sus secuaces, famosos por tener celos de Moisés y Aarón. Coré se preguntaba por que estos dos lideres ocupaban estos cargos principales. ¿Acaso no habían otros entre el pueblo con igual mérito y capacidad?
Una vez mas Moises rehuso vindicarse a sí mismo contra las acusaciones y Dios intervino, ejecutó el juicio, y Moses se mantuvo mas firme que nunca mientras el pueblo tuvo más temor de Dios.
Dios defiende a los líderes que ha escogido. Los honra, protege y vindica. Los líderes no tienen que preocuparse por defender sus derechos ni sus cargos.

EL ARTE DE DELEGAR RESPONSABILIDAD

Éxodo 18:25–26 RVR60
Escogió Moisés varones de virtud de entre todo Israel, y los puso por jefes sobre el pueblo, sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta, y sobre diez. Y juzgaban al pueblo en todo tiempo; el asunto difícil lo traían a Moisés, y ellos juzgaban todo asunto pequeño.
Una faceta del liderazgo es la capacidad de de conocer las aptitudes y limitaciones de otros, combinada con la capacidad de ubicar a cada persona en el cargo que se desempeñe mejor.
Tener éxito en lograr que otros hagan las cosas es el tipo de liderazgo más elevado. Dwight L. Moody, un astuto conocedor de las personas, dijo cierta vez que preferiría poner mil hombres a trabajar que hacer el trabajo de mil hombres.
La delegación de responsabilidad a otros, Junto con la auto­ridad para hacer el trabajo, no siempre es de agrado especial para el que disfruta ejerciendo la autoridad personalmente. Le agrada dar la responsabilidad a otros pero es renuente a permitir que las riendas del poder se escapen de sus propias manos. Asimismo, algunos líderes se sienten amenazados por subordinados geniales y, por lo tanto, son renuentes a delegar autoridad. Cualquiera que sea la razón básica, no delegar autoridad es injusto para el subordinado y es improbable que sea satisfactorio o eficaz. Dicha actitud tiende a interpretarse como. falta de confianza, y eso no favorece la mejor cooperador, ni tampoco extraerá las mejores aptitudes de quien se está adiestrando p ara el liderazgo.
Es posible que el subordinado no haga la tarea tan bien como su superior, pero de ningún modo la experiencia demuestra que ese necesariamente sea caso. Dada la oportunidad, la persona mas jóvenes quizás lo haga mejor porque es mas capaz de sentir el pulso de la vida contemporánea. Pero en la mayoría de los casos, ¿cómo podría adquirir experiencia el líder joven a menos que le asignen la responsabilidad y le concedan la autoridad para realizar la tarea?
Al no delegar autoridad, el líder queda atrapado en una ciénaga de detalles secundarios que lo agobiarán y le desviaran de las tareas principales. Las personas que trabajen bajo su dirección no lograrán desarrollar su propio potencial.
Cuando un líder delega responsabilidad, debe mostrar una confianza total en las personas a quienes ha encargado el trabajo.
Una de las grandes ilustraciones bíblicas de este principio es la historia de Jetro, el suegro de Moisés, registrada en Éxodo 18.
Israel salió de Egipto como una horda desorganizada de ex -esclavos. Para el tiempo de Exodo 18, se estaba desarrollando un nuevo espíritu nacional. Jetro vio que Moisés enfrentaba cargas tan pesadas que no se podían tolerar; trataba con problemas desde la mañana hasta la noche. Moisés era el poder judicial, el poder legislativo y el poder ejecutivo de esta nueva nación. Sus decisiones eran aceptadas por el pueblo como la voluntad de Dios.
Jetro se dio cuenta de que Moisés no podía mantener ese nivel de actividad y presentó dos argumentos sólidos para delegar algo del trabajo.
Primero le dijo: (Ex. 18:18). Moisés había llegado al límite, quizás más allá del límite, de sus recursos físicos y emocionales.
En segundo lugar, el método de ese entonces para resolver los problemas era muy lento, y la gente estaba empezando a perder la paciencia. El compartir la autoridad, aceleraría la acción judicial, y la gente quedaría satisfecha (Ex. 18:23).
Luego Jetro propuso un plan de dos partes. Moisés continuaría enseñando los principios espirituales y ejercería el liderazgo legislativo. También decidiría los casos difíciles en la corte. Pero gran parte del trabajo se delegaría a subordinados competentes y dignos de confianza.
Jetro habló sabiamente, porque si Moisés hubiera sucumbido bajo la tensión habría dejado un caos detrás suyo sin ninguno adiestrado para dirigir, ninguno a cargo de nada. No hacer provisión para la sucesión del liderazgo ha significado la ruina para muchas misiones e iglesias.
Moisés siguió el consejo de Jetro y cosechó varios beneficios. Pudo concentrarse sólo en los problemas más grandes. Se descubrieron los talentos latentes de muchos a su alrededor. Esos hombres de talento, que se podrían haber vuelto sus críticos si Moisés hubiera continuado solo, ahora eran aliados que enfrentaban un desafío común. Los problemas del pueblo se resolvían con eficiencia. Y Moisés pudo colocar los fundamentos para un liderazgo eficaz después de su muerte. (Exodo 18:23).
Dios acepta toda la responsabilidad cuando permite que sus siervos hagan su trabajo. Otros pueden hacer mejor algunas tareas, y éstas deben delegarse a ellos. Pero aun si esas tareas secundarias no se hacen perfectamente bien, la delegación de la responsabilidad sigue siendo lo más.+ sabio. Moisés probablemente era mejor juez que cualquiera de los setenta jueces asociados que había designado, pero si hubiera persistido en seguir solo, su carrera se habría interrumpido antes de tiempo.
El discernimiento espiritual de Jetro se manifiesta en los requisitos que estableció para la selección de este conjunto de jefes: hombres de capacidad, porque el trabajo de ellos era formidable; hombres de piedad, porque el principio de la sabiduría es temer a Dios; hombres de honor, quienes evitarían el soborno y la avaricia.
Es un gran error asumir mas responsabilidades de las que podemos cumplir. No hay Virtud en hacer más que nuestra porción justa de la obra. Haríamos bien en reconocer nuestras limitaciones. Nuestros Jetros a menudo pueden discernir mejor que nosotros el impacto de todas nuestras obligaciones, y debemos escucharlos. Si quebrantamos las leyes naturales, -por ejemplo, los seres humanos tienen que dormir así como trabajar- no podemos evitar las repercusiones. Si sucumbimos a la persuasión humana y aceptamos más de lo que debemos, Dios no aceptará la responsabilidad del resultado.
El liderazgo misionero debe estar preparado para delegar responsabilidad a la gente local en el momento que den evidencia de madurez espiritual. Luego el misionero debe mantenerse al lado de ellos, listo para ayudar pero renuente a intervenir, guiando a la persona local mediante el método de tanteo para que pueda aprender liderazgo espiritual tal y como lo aprendió el misionero. El delegar autoridad de esta manera satisface la tarea esencial de descubrir, adiestrar y usar los talentos latentes de los colegas cristianos locales.
En las etapas iniciales, es necesaria la sabia vigilancia, pero el intervenir debería reservarse sólo para las necesidades más agudas. La sensación de que ser vigilado destruye la confianza.
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