Miriam, profeta de Yahvé, hermana de Aarón (y de Moisés)

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Miriam-María, la hermana de Aarón (y de Moisés)
En la historia del nacimiento de Moisés habla de una hermana (2.4), pero no se dice su nombre. Pues bien, unos textos posteriores de Éxodo y Números presentan a María, hermana de Aarón (e indirectamente de Moisés), que realiza a su lado un papel significativo. Ella aparece en primer lugar como heroína de Israel, entonando con Moisés el canto de la liberación de los hebreos. Después la vemos, al lado de Aarón, como opositora de Moisés, protestando en contra de su exclusivismo. Quizá más que como hermana de carne de Moisés ella aparece aquí como su compañera y antagonista.
No tenemos mucha información en el libro del Éxodo sobre la persona de Miriam con lo que vamos a tener que ampliarla con otros textos de la Biblia especialmente Números 12. Aparte de su liderazgo ritual sobre las mujeres el pasaje nos habla de que es profetisa y hermana de Aarón. El significado de su nombre plantea problemas. Si proviene de la raíz marar significa amargada; otros sugieren su origen en mar con el sentido de estar gordo o de maram, desear hijos. La más acertada hace provenir el nombre del egipcio mer lo que nos daría el significado de ser amada. En ningún texto aparece como madre lo que nos revela que la tradición conserva la memoria de la mujer como persona independiente.
Podemos ver similitudes con la vida de Débora en cuanto que ambas aparecen liderando grupos de mujeres en acciones litúrgicas. Clarence Vos llega a la conclusión de que: “En lo que respecta a Miriam es posible que el término profeta tenga un sentido amplio que indica su liderazgo (como líder o maestra de mujeres como Ex 15.20 sugiere) en Israel sin que la palabra lleve una función específica asignada”.
¿Tenía relación Miriam con algún santuario? La respuesta puede estar en la relación de su muerte. “Toda la congregación de los hijos de Israel llegó al desierto de Zin el mes primero, y acampó en Cades. Allí murió María, y allí fue sepultada” (Nm 20.1). Que el AT conserve la memoria de la muerte de esta mujer demuestra que era una persona importante.
Por último, tenemos a Miqueas 6.4: “Es un hecho que yo te saqué de la tierra de Egipto; que te libré de la casa de servidumbre, y que delante de ti envié a Moisés, a Aarón y a María”. Este es un texto que nos demuestra que en toda la tradición del Pentateuco Miriam era líder junto a Moisés y Aarón. Que Miqueas lo relacione deja claro que la memoria de esta mujer siguió viva muchos siglos después de los hechos que guardaron su recuerdo.
Todas las puntadas que nos van suministrando las diversas citas bíblicas nos proporcionan la figura difusa de una mujer que aparece con dos profesiones conectadas: como líder cultual en el Canto del paso del Mar Rojo y como profeta (aunque sea de menor condición que Moisés).

a) Compañera de Moisés, heroína de Israel

Estamos en el momento más solemne del Éxodo: los hebreos han cruzado a salvo las aguas del Mar Rojo, descubriendo así la mano magnífica de Dios. Desde el otro lado del mar, “Moisés y los israelitas” entonaron este canto:
151 Cantaré al Señor,
que se ha engrandecido:
¡Ha echado en el mar jinetes y caballos!
2 El Señor es mi fortaleza y mi cántico;
¡el Señor es mi salvación!
Él es mi Dios, y lo alabaré;
es el Dios de mi padre, y lo enalteceré.
3 El Señor es un valiente guerrero,
y su nombre es el Señor.
4 El Señor arrojó al mar
los carros y el ejército del faraón;
¡sus capitanes más aguerridos
se hundieron en el fondo del Mar Rojo!
5 ¡Como piedras cayeron al abismo,
y el mar profundo los cubrió!
6 Señor, Señor,
¡el poder de tu diestra se ha magnificado!
¡El poder de tu diestra quebrantó al enemigo!
7 ¡Tu gran poder derribó a tus adversarios!
¡Tu ira los consumió como a hojarasca!
19 Ciertamente el faraón entró en el mar, cabalgando con sus carros de guerra y su gente de a caballo, pero el Señor hizo que las aguas del mar se volvieran contra ellos, y los hijos de Israel cruzaron el mar en seco. 20 Entonces la profetisa María, que era hermana de Aarón, tomó un pandero, y todas las mujeres salieron danzando tras ella y tocando sus panderos. 21 Y María cantaba:
Canten en honor del Señor,
porque se ha engrandecido en gran manera:
¡ha echado en el mar al caballo y al jinete!
(Ex 15.1-21).
Conforme a la introducción actual del texto, los que cantan ese himno son Moisés y los israelitas (Ex 15.1), que aclaman juntos la grandeza de su Dios. En ese sentido, se suele hablar de “el canto de Moisés”, que habría expuesto aquí un compendio de la historia israelita. Pero, dicho eso, debemos añadir que éste es un canto femenino, de fuerte colorido materno, como indica el hecho de que al fin se diga que fue María, profetisa, la que tomó un pandero y entonó el canto y lo repitió con otras mujeres, en danza agradecida:
Entonces la profetisa María, que era hermana de Aarón, tomó un pandero, y todas las mujeres salieron danzando tras ella y tocando sus panderos. 21 Y María cantaba:
Canten en honor del Señor,
porque se ha engrandecido en gran manera:
¡ha echado en el mar al caballo y al jinete!
(Ex 15, 20-21).
Por eso, en principio, más que de Moisés, éste es un canto de María, que aparece como profetisa, hermana de Aarón, compartiendo con él una autoridad que la tradición posterior atribuye sólo a Moisés, y canta la gloria de Dios y la liberación del pueblo. Ella, una mujer, es la que sabe proclamar las grandezas de Dios, siendo iniciadora de una liturgia de liberación, que se expresa con panderos y danzas, una liturgia de mujeres que le siguen y cantan y bailan. Estamos ante la más honda liturgia de Israel, centrada en un canto que es básicamente de mujeres gozosas, liberadas, que entonan la alabanza de Dios, proclamando y bailando su himno. Ciertamente, Moisés y los restantes israelitas pueden y deben asumir ese canto (Ex 15.1), pero han de hacerlo siguiendo a la profetisa María y a las mujeres, que llevan el ritmo y repiten el estribillo.
Está probado que las mujeres judías componían canciones para recibir a los guerreros vencedores en los que se alababa a Yahvé, verdadero artífice de la victoria, a la par que se burlaban de los enemigos. Tenemos un par de ejemplos en la Biblia que nos sirven de fundamento: el Canto de Débora (Jueces 5.29-30), y el poema que cantan las mujeres a raíz de la victoria sobre los filisteos en 1 Samuel Samuel 18.7 y 21.12. Esta tradición es la que nos sirve para pensar que Miriam, a la vez que lideraba el canto de las mujeres, lo había compuesto. Una labor que hacían las mujeres en muchos países del entorno.
María es aquí hermana de Aarón (no de Moisés), como indicando que la profecía (propia de ella) y el sacerdocio (que es de Aarón) han de estar unidos. Sólo en un momento posterior la tradición ha puesto este canto en labios de Moisés (cf. Ex 15.1), a quien presenta como mediador de la obra de Dios y representante de todo el pueblo. Pero en principio el himno ha sido de María, la primera profetisa y “teóloga” de la acción liberadora de Dios, que acompañada por otras mujeres, cantó la grandeza de Dios que “ha echado en el mar al caballo y al jinete” (= a los egipcios, Ex 15.1).
Como intérprete privilegiada de la obra de Dios, María dirige la liturgia y fiesta de aquellos que celebran el triunfo del Dios guerrero (Ex 15.3), al que presenta, al mismo tiempo, con rasgos de madre: Dios hace que se salven (= nazcan, sean) los antes oprimidos, saliendo del horno de muerte de Egipto. Ella, la hermana del sacerdote (su parentesco con Moisés, queda velado) entona, inicia y dirige la liturgia de Dios, con un protagonismo que la tradición posterior ha ignorado o velado.
Ex 15.1-17 constituye un himno complejo, que vincula los motivos del Éxodo y la guerra santa con los nuevos temas del templo y la realeza de Yahvé (cf. Ex 15.17). Visto en su unidad, este canto supone que la tierra de Canaán ya ha sido conquistada: los descendientes de los viejos hebreos liberados se reúnen para celebrar la fiesta de Yahvé, en alguno de los santuarios de la tierra de Canaán, en la zona montañosa (“Tú, Señor, los llevarás al monte donde habitas, al lugar que has preparado, y allí los plantarás,” Ex 15, 17, que pueden ser Betel, Siquem o Silo), aunque para el redactor final judío es evidente que el templo y monte santo donde han llegado los hebreos liberados de Egipto y donde canta María es Sión/Jerusalén.
Reunidos en su santuario, celebrando la fiesta de entronización de Yahvé, que les ha sacado de Egipto a través del Mar Rojo, los nuevos israelitas recuerdan y cantan al Dios de su victoria, dirigidos y coreados por una mujer que repite el estribillo, en la línea de los grandes cantos de vida y liberación de otras mujeres (Débora y Ana). María aparece, según eso, como profetisa del templo de Jerusalén y como directora de su culto, al lado de Aarón (como su hermana).
Éste es el himno de una mujer que sabe que Dios destruye los poderes del ejército más grande de este mundo (Egipto), sin necesidad de soldados ni de guerra. En el comienzo de la historia del Israel liberado encontramos la liturgia de una mujer (¡hermana de Aarón!), profetisa y cantora, que dirige la alabanza del pueblo.

b) Antagonista de Moisés

Esta misma María aparece de nuevo unida con Aarón en el momento clave de la historia israelita, allí donde se recuerda, desde la perspectiva del redactor final de la Biblia, las tentaciones del pueblo que, de diversas maneras, se eleva contra el liderazgo de Moisés (Nm 10–20). María aparece así como tentadora y perdedora frente a Moisés, como profetisa y como mujer; pero es evidente que ella ha representado algo muy importante y positivo en esa historia:
12 1 Moisés tomó por mujer a una cusita, y por causa de ella María y Aarón murmuraron en contra de Moisés. 2 Dijeron: “¿Acaso el Señor ha hablado sólo por medio de Moisés? ¿Acaso no ha hablado también por medio de nosotros?” Y el Señor lo oyó.
3 Moisés era un hombre muy humilde. En toda la tierra no había nadie más humilde que él. 4 El Señor llamó a Moisés, Aarón y María, y a los tres les ordenó ir al tabernáculo de reunión.
5 Allí el Señor descendió en la columna de nube, se detuvo a la entrada del tabernáculo, y llamó a Aarón y a María. Los dos acudieron, 6 y el Señor les dijo: “Escúchenme bien. Cuando haya entre ustedes profeta del Señor, yo me apareceré a él en una visión, y le hablaré en sueños. 7 Pero con mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa, no lo hago así, 8 sino que con él hablo cara a cara, claramente y sin misterios. Él puede ver mi apariencia. ¿Por qué se atreven a hablar mal de mi siervo Moisés?”
9 Entonces el Señor se encendió en ira contra ellos, y se fue de allí. 10 Y cuando la nube se apartó del tabernáculo, sucedió que María estaba tan blanca de lepra como la nieve. Al ver Aarón que María estaba leprosa, 11 le dijo a Moisés: “¡Ay, señor mío! ¡No hagas caer sobre nosotros este pecado! ¡Lo que hemos hecho es una locura! ¡Hemos pecado! 12 ¡Pero no permitas que ella se quede ahora como los abortivos, que al nacer tienen ya medio consumida su carne!”
13 Entonces Moisés clamó al Señor, y le dijo: “Dios mío, ¡te ruego que la sanes!”
14 Y el Señor le respondió: “Si su padre le hubiera escupido el rostro, ¿acaso no se quedaría avergonzada durante siete días? ¡Pues déjenla siete días fuera del campamento, y después de eso podrá volver a la congregación!”
15 Y así María fue expulsada del campamento durante siete días, y el pueblo no siguió su marcha hasta que ella se reunió con ellos. 16 Después de eso, el pueblo partió de Jaserot para acampar en el desierto de Parán.
(Nm 12.1-16).
Además de criticarle por haber tomado “por mujer a una cusita” (porque no cumple la ley que exige casarse con una mujer israelita), María y Aarón, formando un mismo frente, se oponen también a Moisés por su exclusivismo, porque quiere actuar como único representante de Dios: “¿Acaso el Señor ha hablado sólo por medio de Moisés? ¿Acaso no ha hablado también por medio de nosotros?”. Contra Moisés, que es la Ley, representada en concreto por el Pentateuco (como única autoridad real del judaísmo posterior), se elevan por tanto las otras dos grandes instancias sagradas de Israel: la “profecía”, representada por María, y el sacerdocio, representado por Aarón.
Éste es quizá el momento más claro en que, dentro de la Biblia, una mujer (María) se eleva y protesta contra el dominio absoluto de un hombre, Moisés, que ha terminado siendo el triunfador. Significativamente, ella aparece de nuevo vinculada con Aarón, el sacerdote (como en Ex 15.20).
Ciertamente, este pasaje se sitúa en el contexto de las disputas sobre los matrimonios mixtos (Moisés ha tomado como esposa a una cusita), de manera que, desde el punto de vista de la tradición posterior, ratificada por Esdras-Nehemías (cf. cap. 6), María y Aarón tendrían razón al criticar a Moisés. Pero en el fondo late un problema aún más importante, relacionado con la autoridad de María, pues de ella trata el conjunto del relato, y también con las disputas entre Moisés y Aarón (la Ley y el Sacerdocio), tema bien documentado en otros pasajes del Pentateuco, empezando por el texto del Becerro de Oro (Ex 32) y terminando en la “rebelión” de Coré, Datán y Abirán, que protestaron contra el liderazgo-sacerdocio de Moisés y Aarón y fueron aniquilados por el fuego y tragados por la tierra (Nm 16–17).
Éste es el único lugar donde (en la tradición actual de la Biblia judía) hay una mujer que protesta contra el liderazgo exclusivista de Moisés, diciendo que también ella ha escuchado la palabra del Señor. De esa manera, la misma María que en Ex 15 aparecía cantando un himno asumido después por Moisés, se enfrenta aquí con él. No parece que haya en el fondo una disputa sacerdotal, una pretensión de autoridad sacramental, como la de Aarón, el sacerdote (y la de otros sacerdotes), enfrentados otras veces con Moisés. Estamos más bien ante una disputa profética, vinculada a la condición de María como mujer, que quiere tener una palabra frente a Moisés (o con Moisés), a quien ella (con Aarón) acusa de no cumplir una norma de la misma Ley que él representa (se ha casado con la cusita). La reacción de Dios frente a Aarón y su hermana resulta sorprendente, pero marca con toda precisión la diferencia judía entre el hombre y la mujer, según la tradición final de la Biblia judía.
1. Moisés aparece como triunfador, avalado por el mismo Dios, que habla a su favor desde la Nube, diciendo que él (Moisés) es el único que ha “visto” a Dios cara a cara y ha hablado con él boca a boca. Éste es el “dogma” del judaísmo canónico posterior, que se funda en la revelación principal (casi exclusiva) de Dios a Moisés.
2. Aarón conserva su autoridad, como sacerdote, aunque tiene que estar sometido a Moisés (cumplir su ley). Por eso él no recibe ningún castigo, a pesar de haber murmurado lo mismo que María; más aún, él sigue conservando su capacidad de intercesión sacerdotal y la ejerce a favor de su hermana (pidiendo a Moisés por ella). Para cumplir su función, un sacerdote no puede quedar impuro, a pesar de haber “pecado” lo mismo que María.
3. María es la perdedora: queda leprosa y por un tiempo debe quedar fuera del campamento. El texto parece destacar así la mayor capacidad de impureza de la mujer, que tiene que quedar excluida de la comunidad durante siete días (que aluden, probablemente a los siete días de exclusión de la mujer en la menstruación, según Lv 15.19). Por su misma condición femenina, que se expresa en su “lepra”, la mujer queda inhabilitada para ejercer funciones en la línea de la Ley de Moisés.
Desde este fondo se entiende la ambivalencia de María y de las mujeres de la Biblia hebrea.
1. Por un lado, ellas son compañeras de Moisés (cantoras de libertad).
2. Por otro lado, ellas no pueden elevarse y obtener una autoridad especial frente a Moisés o con Moisés, por su misma condición de mujeres, por más que puedan decir y digan (con Aarón) que Dios también les ha hablado.
3. Aquí no se niega que Dios haya hablado a María, pero se pone de relieve el valor “inferior” de esa palabra, que no puede competir con la de Moisés, que así aparece como único mediador oficial de Dios para los israelitas.
Entendido así, este pasaje resulta significativo, pues parece fundar la “inferioridad” de María en su mayor riesgo de impureza. Al final del camino, aunque aparezca y actúe como profetisa, ella no puede competir con Moisés, ni siquiera con Aarón (que ruega a Moisés por ella: ¡para que pueda ser liberada de su impureza a los siete días!).
Ciertamente, es un pasaje extraño, pero sigue resultando muy significativo, pues conserva la palabra de protesta de una mujer (hermana de Aarón) en contra del exclusivismo de Moisés. Además, el “castigo” de María es muy pequeño (¡un simple riesgo de impureza!), frente al de Córaj, Datán y Abirón, que son aniquilados.
Hay además otro elemento muy significativo en la historia de María: “Toda la congregación de los hijos de Israel llegó al desierto de Zin el mes primero, y acampó en Cades. Allí murió María, y allí fue sepultada” (Nm 20.1). Esta sepultura de María, que debemos vincular a la de otras mujeres (Sara, Raquel, Débora la nodriza de Rebeca), puede servirnos para poner de relieve la misma autoridad de María. De Aarón se dice que murió en el monte Hor, pero no se recuerda su sepulcro (Nm 33.38); de Moisés se dice que murió y fue sepultado en la tierra de Moab, pero que nadie conoce el lugar de su sepultura (Dt 4.5-6). En contra de eso, el sepulcro de María, la primera gran profetisa y cantora de Israel, era recordado (y venerado) en el oasis de Cadés, en el camino de entrada a la tierra prometida.

Desafíos pastorales a las Iglesias

1. La liturgia de celebración como un espacio de construcción de teología. Por mucho tiempo se ha pensado que solamente la reflexión sistemática, fundamentada en una filosofía positivista y siguiendo los parámetros de la escolástica reformada, es la única válida la única forma válida de hacer teología. A esta altura de la historia de fe y reflexión de las iglesias latinoamericanas, esa por esa posición teológica ese método teológico evidentemente queda superado. En el canto de María, entonado por ella y las mujeres de Israel luego del cruce del Mar Rojo, sirve de muestra de una reflexión teológica basada en la celebración de los hechos de Dios, y expresada en forma poética. Esta es una teología que no sólo se aprende sino que se vive y se celebra.
2. Las mujeres como sujetos de la vida de la iglesia. Los textos de éxodo 15, números 12, números 20 y Miqueas seis nos muestran por un lado, el reconocimiento de los dones recibidos por las mujeres (representadas en Miriam o María, según sea el nombre que se prefiera para identificarla), y, por otro lado, las tensiones vividas a partir de el ejercicio de sus dones en un liderazgo efectivo en la historia. Miriam es un ejemplo de las tensiones que deben enfrentar las mujeres en el ejercicio de sus dones como teólogas y profetas, y lideresas del pueblo de Dios en igualdad de condiciones con los varones (en este caso sus hermanos Aarón y Moisés, representantes del ministerio sacerdotal y la autoridad legislativa).
3. La neecesidad de balance ministerial. Miriam es calificada como profeta, y ejerce su rol como teólogo y lideresa de la liturgia, estando con la base del pueblo representada por las mujeres que la acompañan en la celebración. Aarón es el representante de la autoridad sacerdotal, hijo de levita y encargado de la intermediación del pueblo ante Dios. Moisés es el gran liberador y legislador, el origen de lo que luego será el entramado legal que le dará identidad y sentido a la convivencia del pueblo de Israel. Cuándo llegamos a los tiempos de Jesús, veremos como la ley y el sacerdocio son los únicos elementos del ministerio sagrado que permanecen; el profetismo ha quedado sepultado. Para que las iglesias puedan disfrutar de la fuerza dinámica de la palabra de Dios, se hace cada vez más necesario recordar el balance de los tres elementos representados en la historia de Miriam:
a. la profecía, como como acción del espíritu de Dios que emerge libremente en el discurso de la historia;
b. la intercesión sacerdotal, que tanta falta nos hace porque los dolores del pueblo y de los pueblos cada día son más grandes;
c. y la aplicación de la ley, que nos permite construir comunidades alternativas a la sociedad dominante, comunidades basadas en la ley del amor a Dios y al prójimo como a nosotros mismos. En palabras del apóstol Pablo en Gl 5.14, “toda la ley se cumple en esta sola palabra: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Toda ley debe ser analizada desde la práctica del amor que se exprese sentidamente en la intercesión ante Dios por un pueblo sufriente,y de las voces éticas que el espíritu levanta en medio de la iglesia para marcar nuevos rumbos en el devenir histórico de una iglesia que todavía debe seguir siendo relevante.
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