Aprendamos a orar por nuestras familias
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· 46 viewsDejemos que la oración de Pablo nos inspire
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9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, 10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; 11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; 12 con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; 13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
9 Por eso, desde el día en que lo supimos no hemos dejado de orar por ustedes. Pedimos que Dios les haga conocer plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual, 10 para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios 11 y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder. Así perseverarán con paciencia en toda situación, 12 dando gracias con alegría al Padre. Él los ha facultado para participar de la herencia de los santos en el reino de la luz. 13 Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención, el perdón de pecados.
9 Así que, desde que supimos de ustedes, no dejamos de tenerlos presentes en nuestras oraciones. Le pedimos a Dios que les dé pleno conocimiento de su voluntad y que les conceda sabiduría y comprensión espiritual. 10 Entonces la forma en que vivan siempre honrará y agradará al Señor, y sus vidas producirán toda clase de buenos frutos. Mientras tanto, irán creciendo a medida que aprendan a conocer a Dios más y más.
11 También pedimos que se fortalezcan con todo el glorioso poder de Dios para que tengan toda la constancia y la paciencia que necesitan. Mi deseo es que estén llenos de alegría 12 y den siempre gracias al Padre. Él los hizo aptos para que participen de la herencia que pertenece a su pueblo, el cual vive en la luz. 13 Pues él nos rescató del reino de la oscuridad y nos trasladó al reino de su Hijo amado, 14 quien compró nuestra libertad y perdonó nuestros pecados.
9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual,
9 Por eso, desde el día en que lo supimos no hemos dejado de orar por ustedes. Pedimos que Dios les haga conocer plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión espiritual,
9 Así que, desde que supimos de ustedes, no dejamos de tenerlos presentes en nuestras oraciones. Le pedimos a Dios que les dé pleno conocimiento de su voluntad y que les conceda sabiduría y comprensión espiritual.
¿Qué haces cuando recibes información de otras personas? Porque, vamos a ser honestos: la vida de otros es uno de nuestros tópicos de conversación favoritos.
Todos vivimos a la vista de otras personas, y quienes viven más o menos cerca saben lo que hacemos, nos escuchan hablar, perciben nuestro humor o nuestras emociones, ven nuestras reacciones ante las diferentes circunstancias que enfrentamos. A ti te ven, y tú ves a otros vivir.
¿Qué hacemos cuando accedemos a esa imformación de otros? Pues, a veces hablamos de ellos. Eso puede incluir los hechos y nuestra opinión al respecto. Y es allí donde podríamos caer ante la tentación de la murmuración.
Pero, ¿podríamos hacer algo diferente? ¿Podríamos hacer algo diferente al saber o escuchar de otros?
Aquí tenemos un excelente ejemplo. Pablo recibió noticias de los cristianos que vivían en Colosas, y les informa que desde que supo de sus vidas no había parado de orar.
¿Te imaginas lo interesante que sería que transformáramos cada pieza de información acerca de otros en oraciones?
Todos los días nos enteramos de lo que sucede en las vidas de los demás. Las redes sociales nos han llevado al máximo caudal de información personal recibida. Hemos superado las distancias y hasta los idiomas.
Así que, ¿qué te parece si oras por tus semejantes? Háblale a Dios de ellos, dale gracias por sus victorias y pídele por sus necesidades.
Pablo pedía que aquellos cristianos fueran “llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría y conocimiento espiritual”.
Estoy apropiándome de este “motivo de oración” de Pablo para orar por ti, y por mis hermanos y hermanas.
Con frecuencia orapor por otros pidiendo salud, fortaleza, solución para sus problemas, provisión para sus necesidades. Pero sucede que a veces nos olvidamos de su vida espiritual y su relación con Dios.
Para empezar, reconozco que necesito que Dios haga esta obra en mí, que me llene del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría y conocimiento espiritual.
¿Reconoces tú también esta necesidad?
Los que hemos creído en Jesús somos conscientes de que hay mucho que no sabemos y más que no comprendemos bien. Al acercarnos a Dios hemos notado la inmensidad de su sabiduría. Su voluntad es el mejor camino.
No necesitamos solamente “un poco” del conocimiento de la voluntad de Dios: ¡necesitamos ser llenos de ese conocimiento! Así lo pedía Pablo, y creo que hay mucha sabiduría en esa petición.
La respuesta de Dios vendría en forma de sabiduría e inteligencia espiritual.
Tú necesitas esta obra del Señor en tu vida. La necesitan en tu familia, y tus amigos, tus hermanos y hermanas en la iglesia, tus conocidos…
¿Orarías por otros como Pablo lo hacía? Pídele a Dios que llene a las personas con el conocimiento de su voluntad. Creo que Dios tiene mucho para revelarnos, y quiere hacerlo. Que venga de Dios esa sabiduría, esa inteligencia espiritual.
¡Dios va a hacer algo especial!
10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;
10 para que vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios
10 Entonces la forma en que vivan siempre honrará y agradará al Señor, y sus vidas producirán toda clase de buenos frutos. Mientras tanto, irán creciendo a medida que aprendan a conocer a Dios más y más.
¿Para qué sirve la sabiduría? En el caso de que seas una persona sabia, ¿qué ventaja consideras que aporta la sabiduría?
¿Conoces personas a las que consideras sabias? ¿En qué sentido consideras que aventajan a los que no son sabios?
Una de las muchas ventajas a las que accedemos los discípulos de Jesús es el acceso a su incomparable sabiduría. Puede sonar hasta excesivo y exagerado para nosotros, pero eso es lo que recibimos.
¿Para qué es la sabiduría de Dios que recibimos los que creemos en Jesús?
Este versículo parece ilustrarlo muy bien.
La sabiduría e inteligencia espiritual que el apóstol Pablo pedía para los discípulos era, conforme a sus propias palabras, para que andéis como es digno del Señor.
Este es un claro llamado al que tenemos que responder. Dios nos ha revelado su amor al entregar a su Hijo para salvarnos. Ha abierto nuestros ojos para que comprendamos que sin Jesús no hay esperanza. Cuando creímos en Jesús nos ha perdonado nuestros pecados y nos ha dado vida eterna. Y eso es solamente el principio.
Ahora que hemos creído en Jesús y hemos recibido de Él el perdón y la gracia, tenemos que vivir dignamente, honrando esa obra que Él ha hecho en nosotros.
Tenemos que orar como Pablo, pidiendo ser llenos de sabiduría e inteligencia espiritual, y también tenemos que ser conscientes de que el propósito y el resultado de la respuesta de Dios a esa oración es que vivamos como es digno del Señor.
¿Has creído en Jesucristo como Salvador y Señor de tu vida? Entonces, ¿vives como es digno de Él?
Esta reflexión propone un desafío bien grande para los que creemos en Él. Definitivamente, ¡quiero vivir como es digno de Él! Pero… Sí, tal vez nos cueste decirlo, pero sabemos que no calificamos para ese nivel de vida. Es como que internamente clamamos diciendo algo así como: “¿Qué? ¿Vivir como es digno de Jesús? ¡Ojalá pudiera! Pero yo sé lo frágil e inestable que soy...”.
El detalle es justamente ese: no se trata de ti ni de mí, no depende de nuestras fuerzas ni de nuestra capacidad, sino de la obra que Dios hace en nosotros. Cuando Dios responde a la oración y nos llena del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, nos capacita para andar como es digno del Señor.
Entonces, ¿cómo se vive dignamente del Señor que entregó su vida por nosotros y nos salvó? Considera estos tres puntos, extraídos directamente de este versículo:
...agradándole en todo… Creo que es muy bueno reflexionar en cuanto a esto. ¿Te detienes durante el día para considerar si lo que estás haciendo, si tus actitudes, pensamientos, palabras y acciones son del agrado del Señor? ¡De eso se trata! No es cuestión de si fuiste a la iglesia o no. Se trata de agradarle en todo. Vivimos en la era de los “Me gusta” y la búsqueda de seguidores y su aprecio. Las personas se involucran en desafíos y propuestas con tal de complacer a otros. ¡El verdadero desafío y la verdadera motivación para nuestras acciones, actitudes y decisiones tiene que ser agradar al Señor en todo! La capacidad para hacerlo, la recibimos cuando Dios responde a nuestra oración llenándonos con el conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual.
...llevando fruto en toda buena obra… Cuando hablamos de fruto nos estamos refiriendo al producto, el resultado de nuestra vida y nuestras acciones. ¿Qué resultado están produciendo tu vida y tus acciones? Jesús habló del fruto, señalando que los que estén conectados permanentemente con Él darán fruto en abundancia (Juan 15:5). Ahora, en este versículo, se habla del fruto en toda buena obra, apuntando directamente a la forma en que vivimos, lo que hacemos. El discípulo de Jesús, conectado con Él, realizará buenas obras, buenas acciones, que serán el resultado de su relación con Él. Estas buenas acciones serán una expresión de una vida como es digno del Señor. Dios está en la vida de cada persona que cree en Jesús y se compromete sinceramente con Él, y obra para que participen de esas buenas obras, dignas de Jesús.
...creciendo en el conocimiento de Dios… Conocer a Dios no es algo que sucede en un abrir y cerrar de ojos. A veces te han preguntado si conoces a tal o cual persona, y has respondido que sí, porque en algún momento te la presentaron o intercambiaron un saludo. Pero a decir verdad, no le conoces. No conoces sus gustos y preferencias, ni sus virtudes y defectos. Considera esa misma realidad aplicándola a nuestra relación con Dios. ¡Lo conocemos tan poco! Él es quien interpeló al patriarca Job diciéndole algo así como: “¿Así que te sientes con autoridad para opinar con respecto a lo que hago y por qué lo hago? ¿Me conoces tan bien? ¿Dónde estabas tú cuando yo creaba las estrellas y las llamaba por su nombre?”. Y eso fue solamente el principio. Cuando Dios responde a nuestra oración y concede que seamos llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, nos permite ir creciendo en el conocimiento de su persona, lo cual es maravilloso. ¿Quieres conocer más de Dios? ¿Sientes como en lo profundo de tu ser tu alma clama por más y más conocimiento del que todo lo puede y todo lo sabe?
Entonces, cuando Dios concede que seamos llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, lo hace con el propósito de que vivamos como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.
Sobran las razones para orar como Pablo, y que Dios haga en nosotros esa poderosa obra.
11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad;
11 y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder. Así perseverarán con paciencia en toda situación,
11 También pedimos que se fortalezcan con todo el glorioso poder de Dios para que tengan toda la constancia y la paciencia que necesitan. Mi deseo es que estén llenos de alegría
¿Alguna vez te has tenido que enfrentar con una dificultad para la que has sentido que no te alcanzan las fuerzas?
Si has pasado por allí lo sabes; esas son situaciones difíciles, cuando uno se da cuenta de que sus recursos personales son insuficientes para superar los obstáculos o la oposición.
La vida es así. Sí, experimentamos momentos de felicidad compartida, victorias y alegrías que albergamos celosamente en el corazón. Pero no todo lo que nos toca enfrentar en la vida es fácil, y podemos llegar a pasar por esos momentos de desgaste que parecen acercarse a la desesperanza.
¿Los que confían en Jesús también? ¿También los discípulos del Maestro? Sí, especialmente ellos, que viven en un medio hostil, en un mundo que no los conoce y se les opone. A veces podríamos caer en el error de considerar que quien viene a Jesús ya no va a enfrentar problemas. En nuestro afán de acercar a otros a la salvación, podríamos cometern la equivocación de sugerirles que si vienen a Cristo ya nada saldrá mal. Jesús ofrece salvación, perdón de pecados y vida eterna, aunque a lo largo de nuestra vida en la carne tengamos que enfrentar diversas dificultades.
Sí, enfrentaremos problemas, pero el Señor está con nosotros, y eso hace toda la diferencia. Al mismo tiempo, la presencia del Señor en nuestras vidas y con nosotros produce efectos muy especiales para los que hemos creído en Él.
...fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad;... (Col 1:11).
Aquellos que siguen a Jesús son fortalecidos con todo poder. ¡Cuántas veces lo necesitamos! Lo que hace la diferencia en las vidas de los discípulos de Jesús no es la ausencia de dificultades sino el poder que los fortalece.
Este es un poder que va más allá de nuestros recursos humanos (hasta podríamos llamarle “sobrenatural”, en ese sentido). Sí, la palabra griega utilizada aquí es la misma de la que deriva nuestro término “dinamita”. Si has creído en Jesús y transitas sus caminos, andando en obediencia y buscando honrarle, experimentarás la inyección de su poder para enfrentar las diversas dificultades que se presentan en la vida.
Para que no quede duda, ese poder con el que Dios fortalece a los suyos es conforme a la potencia de su gloria.
¿Puedes reconocer lo que eso significa? Tú que creíste en Jesús eres fortalecido por Él con su poder, ese que es la potencia de su gloria, el que intervino en la creación y en la resurrección de nuestro Salvador. ¡Eso es maravilloso!
Y, ¿qué resultado provoca esto en nuestras vidas? ¿Cómo se manifiesta?
...para toda paciencia y longanimidad...
La Nueva Versión Internacional lo presenta como “perseverar con paciencia”. La respuesta de Dios a nuestra oración por crecimiento y para que los llene con el conocimiento de su voluntad resulta en este fortalecimiento que nos capacita para ser pacientes (lo que implica esperar sus respuestas) y perseverantes (lo que nos fortalece para que podamos seguir adelante, sin rendirnos en medio de las pruebas).
Tú conoces cuáles son tus pruebas, tus luchas, tus dificultades, y Dios también las conoce. Si Jesús está en tu vida, puedes contar con que Él responde a la oración pidiendo ser llenos del conocimiento de su voluntad, lo que trae como resultado ese fortalecimiento interior que nos permite atravesar los obstáculos y seguir en pie. Es la fortaleza que les permitió a Sadrac, Mesac y Abed-nego salir del horno de fuego sin siquiera olor a humo en sus ropas. Es la fortaleza que capacitó a Elías para orar aquella oración que hizo descender fuego del cielo, aún cuando todos estaban en su contra. Es la propia fortaleza que capacitó a Jesús, nuestro Salvador, para ir a la cruz y derramar su sangre para que los que creemos en Él fuéramos salvos.
Esa fortaleza te va a conceder el fruto espiritual de la paciencia, la capacidad de sobrellevar lo que haya que enfrentar, siempre de la mano de Jesús.
Dios está obrando en ti. ¡Confía!
12 con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
12 dando gracias con alegría al Padre. Él los ha facultado para participar de la herencia de los santos en el reino de la luz.
12 y den siempre gracias al Padre. Él los hizo aptos para que participen de la herencia que pertenece a su pueblo, el cual vive en la luz.
Si pudieras elegir cómo te vas a sentir mañana, seguramente escogerías estar alegre, feliz. Pero, ¿qué es lo que te provoca alegría?
Para responder a esta pregunta podríamos hacer una lista: buenas noticias, hermosos momentos compartidos, ausencia de problemas (ya sean económicos, de salud, relacionales y demás). Un aumento de salario te pondría alegre, ¿no crees? Una comida y una tarde con tu persona favorita te darían también esa sensación.
En resumen podríamos decir que nos alegramos por las cosas buenas que nos suceden y por los buenos momentos que experimentamos.
Pero, ¿se puede experimentar gozo en medio de la tormenta? ¿Podemos alegrarnos en medio (y a pesar) de los problemas?
Pablo oraba para que sus amigos, los discípulos de Jesús en la ciudad de Colosas, tuvieran alegría y se sintieran agradecidos. Pero, no es tan fácil sentirse así cuando las cosas no salen bien o cuando uno enfrenta la oposición o el peligro, ¿verdad? Sin embargo el apóstol no ora pidiendo que se les solucionen los problemas ni para que todo les salga bien. Ora para que tengan gozo y le den gracias a Dios.
Necesitamos entender esto: pase lo que pase, enfrentemos lo que enfrentemos, siempre vamos a tener motivos para agradecerle a Dios. ¡Y también para alegrarnos en Él!
Siempre es un buen momento para contar tus bendiciones. Tenemos la tendencia de enfatizar lo negativo, señalar lo que no nos gusta, nos duele o nos trae tristeza. Pero podemos decidir poner el filtro del Espíritu de Dios a nuestro sentir, recordando y reconociendo permanentemente su obra en nuestras vidas.
¿Qué hizo Dios por ti?
Los que creemos en Jesús participamos de la herencia de los santos en luz. Hay una gran riqueza a disposición de los discípulos del Salvador, una herencia que nos cubre ahora mismo y guarda también nuestro futuro.
Tú también, más allá de las circunstancias, puedes alegrarte y ser agradecido a Dios. Y harás bien si lo haces ahora mismo.
¡Gracias a Dios!
13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,
13 Él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo,
13 Pues él nos rescató del reino de la oscuridad y nos trasladó al reino de su Hijo amado,
¿Qué sucede en el mundo en que vivimos? Vivimos en un mundo perverso, en el que la maldad y el egoísmo se manifiestan evidentemente cada día. Ya sea que consideremos las noticias nacionales e internacionales o los eventos familiares y de nuestro círculo íntimo, una y otra vez nos vemos enfrentados con la maldad.
Bueno, pero nosotros tratamos de rodearnos de buenas personas, de gente que no hace cosas malas, que no es parte de esta ola mundial de maldad. Nosotros mismos, somos buenas personas, ¿verdad?
La verdad es que la maldad nos ha afectado a todos, y cada uno de nosotros es capaz de actos que evidencian la oscuridad que llevamos por dentro.
Solo hay un camino. Solamente hay una solución.
Jesús.
Los que hemos creído en Él hemos tenido que reconocer nuestras malas acciones, intenciones y actitudes, nos hemos arrepentido de lo que hemos hecho mal, y por medio de Él hemos iniciado un proceso de transformación en el que todavía estamos.
Pero algo esencial, en lo profundo de nuestro ser ya ha cambiado.
“[Dios] nos ha librado de la potestad de las tinieblas y trasladado al reino de su amado Hijo”.
Este es el motivo básico por el que los hijos de Dios, aquellos que han recibido a Jesús como Señor y Salvador de sus vidas, pueden llenarse de alegría y siempre tener motivos para agradecerle a Dios.
Cualquier persona que habita en este planeta, por tranquila que parezca y por buena que se vea, si no tiene a Cristo Jesús en su vida, está bajo la potestad de las tinieblas. Suena fuerte. Es impactante. Y es real.
Dios le había entregado al ser humano el dominio de la creación, pero en aquel triste evento en el Huerto del Edén en el que el hombre eligió prestarle oído a la serpiente en lugar de obedecer a Dios, ese dominio pasó de manos y fue aumido por el príncipe del poder del aire. Desde entonces hay enfermedad, muerte, mentira, dolor y tantas otras cosas que nos han alejado de la vida perfecta para la que fuimos creados.
Tú que creíste en Jesús, antes de hacerlo estabas bajo la potestad de las tinieblas. En tu familia, entre tus compañeros de trabajo, tus vecinos, tus amigos y conocidos, cualquiera que no haya recibido a Jesús como Señor y Salvador, hasta el día de hoy sigue bajo el dominio de la oscuridad. Sí, son buenas personas, y los amamos, pero sin Jesús obedecen esa oscura influencia espiritual que opera de manera invisible en todo lo que vivimos.
Los que creen en Jesús hacen una especie de viaje: son trasladados al reino de su amado Hijo, al reino de Jesús, al ámbito espiritual donde reina el Todopoderoso Hijo de Dios por la eternidad.
Este es un cambio real, una transformación auténtica, que paso a paso va dando resultados en nuestra vida. Y es un cambio radical, de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida.
Ser cristiano no se trata solamente de ir a la iglesia y conocer algunas canciones cristianas. Se trata de una nueva ciudadanía, una nueva lealtad al que nos creó y vive por siempre.
Por lo general nos mostramos agradecidos a quien nos hace un favor, nos comparte un poco de agua o nos da una información que necesitábamos. ¡Cuánto más tenemos que llenarnos de gozo y ser agradecidos con Dios por el cambio tan grande que ha hecho en nuestras vidas!
El que cree en Jesús puede afirmar, sin temor a equivocarse, que ya no sirve a la oscuridad, como antes lo hizo, sino que ahora vive en el reino de Jesús, donde todo es diferente.
Considera ese cambio en tu vida. ¿A quién sirves? ¿A quién obedeces con tus acciones de cada día, con tus palabras, con la manera en que tratas a quienes te rodean?
Asegúrate de dedicarle a Jesús el cien por ciento de tu lealtad, toda tu obediencia.
Dios ha hecho y está haciendo algo bien grande en ti. Que ese sea el motivo de tu alegría, el que llena tu corazón de gratitud a Dios.
14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
14 en quien tenemos redención, el perdón de pecados.
14 quien compró nuestra libertad y perdonó nuestros pecados.
¿Alguna vez fuiste secuestrado/a?
Gracias a Dios que solo un pequeño porcentaje de las personas que podrían acceder a leer estas palabras responderían afirmativamente. Pero, ¿te lo imaginas? Debe ser algo muy feo que alguien te tome por la fuerza, que te prive de la libertad, que disponga de ti y haga contigo a su antojo.
Pero, ¿sabes cuál es la realidad espiritual? Cada uno de nosotros, sin excepción, hemos sido víctimas de un poderoso y cruel secuestrador. Lo interesante de todo esto es que hemos sido sus esclavos aún cuando creímos ser libres y pensamos que estábamos tomando nuestras propias decisiones. Sí, fuímos engañados, fuimos sujetados a servidumbre y trabajos forzados.
Es por eso que hemos necesitado un Libertador, alguien más poderoso y sabio que nosotros, alguien que viera la realidad de nuestra situación y tuviera el poder para romper nuestro yugo de esclavitud, para que viniera a romper nuestras cadenas y hacernos libres de verdad.
Ese es Jesús.
En Él tenemos redención por su sangre.
El término redención significa “liberación por medio del pago de un rescate”.
Cada gota de la sangre de Jesús derramada en la cruz del Calvario fue parte del rescate pagado por tu liberación. El simple hecho de que alguien haya pagado un precio tan alto por nuestro bienestar tiene que producir un efecto poderoso en nuestras vidas. Reconócelo: has sido objeto del amor más grande y poderoso del universo.
Y el pago de ese precio implicó algo muy importante: cuando Jesús pagó con su sangre el precio por nosotros, recibimos el perdón de pecados.
Lo decimos siempre y lo repetiremos hasta el cansancio: Jesús murió por nosotros. El Hijo de Dios se puso entre tú y la condena que te era contraria, recibió en sí mismo el castigo que te correspondía, y obtuvo tu perdón y restauración.
Recuerda que:
He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. (Is 59:1–2).
Nuestros pecados, lo que nos separaba de Dios, fueron cargados por Jesús en aquella cruz.
Si has creído en Jesús y lo has recibido como tu Salvador, habla con Dios ahora mismo. Ya no hay distancia ni separación entre tú y Él. Ante Él estás limpio, sin culpa, sin condenación, porque todos tus pecados han sido perdonados, siendo que Jesús ya cargó con ellos al morir en la cruz. Has sido rescatado.
Eres libre, de verdad.
Alégrate en la salvación y el perdón que Jesús te ha concedido.