Ideas Sugerente para Deut 6.5-9
Señor de la experiencia personal, 5–6; (2) Señor en la familia, 7–9; (3) Señor de abundante provisión para cielos y tierra, 10–11; cf. 11:21 (G. B. Williamson).
Lo que aquí se nos enseña referente a la conducta que Dios requiere del hombre, está compendiado en el versículo 5: Amarás a Jehová tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Ningún rey demandó de sus súbditos amor. Más aún, en ninguna otra religión se había jamás demandado el amor a sus dioses. Pero la condescendencia de la gracia divina es tal que ha hecho del primer mandamiento (el l.o en orden e importancia) un mandamiento de amor, para que todos nuestros deberes para con Dios se cumplan por amor. El códice alejandrino de la versión de los LXX sustituye kardías = corazón, por dianoias = mente, por lo que el Señor Jesucristo, al citar de los LXX, añadió mente a los tres vocablos de Deuteronomio 6:5. El corazón indica el centro de la personalidad y, por tanto, de la conducta; el alma es el centro de los deseos e inclinaciones; las fuerzas representan las energías operativas del ser humano y, con mucha probabilidad, las posesiones o bienes de fortuna. La mente es el centro del discernimiento (1 Co. 2:14–16). p 182
Tu corazón. El cristianismo exige todo lo que el hombre es y tiene: su mente, sus afectos y su capacidad de acción (1 Tes. 5:23). La palabra que aquí se traduce “corazón” se refiere en general a los motivos, los afectos, los sentimientos, los deseos y la voluntad. Es la fuente de acción y el centro del pensamiento y de los sentimientos (ver Exo. 31:6; 36:2; 2 Crón. 9:23; Ecl. 2:23). La palabra traducida “alma” indica el principio animador del hombre, o la vida, pero también incluye los apetitos y los deseos del cuerpo (Núm. 21:5). En Prov. 23:2, se traduce “apetito” y en Ecl. 6:7, “deseo”.
La palabra traducida “fuerzas” proviene de un verbo que significa “aumentar”. El sustantivo, como aquí, significa “abundancia”, y puede referirse a lo que un hombre pueda acumular durante esta vida.
6:6. Metáforas anatómicas. Como en los idiomas modernos, el hebreo usaba metafóricamente partes del cuerpo para referirse a distintos aspectos de la persona. La “mano” podía referirse al poder o la autoridad; el “brazo” a la fortaleza; la “cabeza” al liderazgo y así susesivamente
El gran mandamiento, expresado en los versículos 4–5, debía ocupar el lugar central de la vida de toda israelita. “Estas palabras” (las de vv. 4–5) habían de ser memorizadas (v. 6b), enseñadas a los hijos (v. 7a), proclamadas en toda situación y a toda hora (v. 7b) y recordadas concretamente (vv. 8–9). Todos los medios se usarían para asegurar que el pueblo no se olvidara del hecho de la exclusividad de Jehová y el deber de amarlo sobre todas las cosas.
El contenido de los versículos 4–9 se conocen como el shema. En él se encierra la médula de la fe de Israel. A diario, en las oraciones matutinas, los judíos rezan esta porción y le han agregado otros trozos selectos. No pueden escaparse de la verdad que sólo existe un Dios y que ese es el suyo.
También se prescriben aquí los medios para conservar y observar la verdadera religión en el corazón y en el hogar, para que no se marchite ni decaiga. Estos medios son principalmente dos: 1. La meditación de la Palabra de Dios: Estas palabras que yo te mando estarán sobre tu corazón (v. 6).
La educación religiosa de los hijos: Las repetirás a tus hijos (v. 7). Además, al repetirlas, crece el conocimiento de ellas. Esto nos enseña a aprovechar todas las oportunidades para conversar con quienes nos rodean, no de materias intrincadas ni de opiniones discutibles, sino de las verdades llanas y sencillas de Dios, que constituyen el «saber de salvación» (2 Ti. 3:15). Cuanto más nos familiaricemos con las Santas Escrituras, más las amaremos, las admiraremos, nos alimentaremos de ellas y estaremos deseosos de comunicarlas a otros, comenzando por nuestros familiares.
Aquí (vv. 8–9) se dan instrucciones a los hijos de Israel, con el objeto de que tuviesen siempre bien presentes las enseñanzas de Dios. Las filacterias eran precisamente las cintas que se ataban a la frente, y en las que se inscribía lo más importante del shemá, para tener Deuteronomio 6:4–5 como un recordatorio ante tus ojos (v. 8). El Señor Jesucristo censuró a los fariseos (Mt. 23:5), no por llevarlas, sino por la orgullosa ostentación (mera fachada) que hacían de ellas, al llevarlas más anchas que los demás. Con todo, es una costumbre digna de encomio el tener sobre las paredes de los lugares de culto, lo mismo que sobre las paredes de nuestras casas algunas porciones escogidas de la Palabra de Dios, que nos recuerden constantemente la bondad del Señor y nuestro deber de serle agradecidos.
. En tus puertas. En algunos países orientales se acostumbra hoy día inscribir palabras de bendición y promesa por encima de las entradas de las casas. Los musulmanes y los hindúes hacen esto, como también los chinos, sobre todo en ocasión del año nuevo.