La Mortificación del Pecado 8º parte.

La mortificación del pecado.  •  Sermon  •  Submitted
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La segunda regla general de la mortificación.

Introducción/ Repaso:

Romanos 8:13 RVR60
13 porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.

¿Qué es la mortificación del pecado?

Hace una semanas atrás nuestro hermano Frank nos compartió la verdad que la mortificación del pecado:
Realiza un “debilitamiento de este deseo pecaminoso o malo, de tal modo que se vuelva cada vez menos violento en sus esfuerzos para provocarnos y tentarnos a pecar.

¿Cuál era la primera regla de la mortificación del pecado?

La semana anterior aprendimos la primera regla para mortificar el pecado:
Solamente un creyente, es decir, una persona que está verdaderamente unida con Cristo es capaz de mortificar el pecado.

Segunda regla:

¿Alguien recuerda cuál es la segunda regla?

El día de hoy veremos la segunda regla. La anterior regla enfatizaba con lo que la persona debe ser, es decir que para mortificar el pecado debe “ser una persona que se ha convertido a Cristo, que está unida a él. La segunda regla tiene que ver con la actitud que la persona creyente debe tener para poder mortificar el pecado. La segunda regla es la siguiente:
Usted no podrá mortificar ningún pecado, a menos que sincera y diligentemente intente tratar con todo pecado.
El creyente no tiene opción.
Si el creyente no está comprometido con tratar con todos sus pecados nunca tendrá éxito en la mortificación de ellos.
Todos los pecados deben ser tratados, tanto los pecados evidentes como los de omisión.
El creyente no debería esperar la liberación de aquel pecado que verdaderamente le inquieta, hasta que comience a tratar los demás pecados con la misma seriedad.
Hay dos razones para esto:

1. Si no se tiene un verdadero aborrecimiento del pecado (no solo de sus consecuencias) y un verdadero amor por Cristo no puede existir una verdadera mortificación espiritual del pecado.

Un pecado particular ha inquietado la paz y el bienestar de esta persona, entonces pelea contra este pecado sólo para recuperar su bienestar.
A tal persona, un pastor fiel tendría que decir:“Amigo, usted ha sido negligente en la oración y la lectura de la Biblia. Usted ha sido descuidado en cuanto a su testimonio hacia otros. Estos descuidos son igualmente pecado como el pecado que usted trata de vencer. Jesús murió por estos pecados también. ¿Porqué no ha hecho ningún esfuerzo para vencer también éstos? Si usted realmente odiara el pecado como pecado, sería tan cuidadoso contra todo aquello que apaga y entristece al Espíritu Santo, y no solo contra aquel pecado que inquieta y entristece su alma. ¿Acaso no puede ver usted, que su lucha con el pecado está centrada simplemente en su propia paz y bienestar? ¿Realmente piensa usted que el Espíritu Santo le ayudará a acabar con el pecado que le inquieta, cuando usted no manifiesta ninguna preocupación por tratar con los otros pecados que igualmente le contristan a El?”
2 Corintios 7:1 (RVR60)
1 Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
El temor a Dios y no solo nuestra tranquilidad debe ser la motivación para mortificar el pecado.

2. En ocaciones Dios utiliza un fuerte deseo pecaminoso no mortificado en un creyente como un medio para disciplinarlo.

Los Israelitas habían desobedecido a Dios cuando conquistaron la tierra prometida. Ellos debían expulsar a los habitantes de esos lugares (eran pueblos idólatras) y ellos no lo hicieron, desobedecieron a Dios, dejaron permanecer a esos pueblos paganos en su tierra y ademas hicieron tratos con ellos. Entonces Dios les dice las siguientes palabras:
Jueces 2:1–3 RVR60
1 El ángel de Jehová subió de Gilgal a Boquim, y dijo: Yo os saqué de Egipto, y os introduje en la tierra de la cual había jurado a vuestros padres, diciendo: No invalidaré jamás mi pacto con vosotros,2 con tal que vosotros no hagáis pacto con los moradores de esta tierra, cuyos altares habéis de derribar; mas vosotros no habéis atendido a mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto?3 Por tanto, yo también digo: No los echaré de delante de vosotros, sino que serán azotes para vuestros costados, y sus dioses os serán tropezadero.
Dios usa un deseo pecaminoso para que sea una molestia en nuestra vida y nos demos cuenta que debemos despertar de la pereza espiritual y entregarnos completamente al Señor.
Es necesario considerar los siguiente:
Nota 1: Cuando un creyente es tentado por algún deseo pecaminoso específico, tan fuerte que difícilmente sabe como controlarlo, esto es generalmente el resultado de haber caminado descuidadamente con Dios o por una falta de voluntad de tomar en serio las advertencias de la Escritura.
Nota 2: A veces Dios usa “la plaga” de algún deseo pecaminoso particular para prevenir o curar algún otro mal. Este fue el propósito de Dios en permitir que el mensajero de satanás inquietara a Pablo, “para que no se exaltara desmedidamente, por la grandeza de las revelaciones” que recibió.
2 Corintios 12:7 RVR60
7 Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera;
En forma semejante, pudiera ser que Pedro fue abandonado para que negara a su Señor, como un medio para corregir su vana confianza en sí mismo.

Conclusión:

¿Qué es lo que el Señor te ha enseñado hoy?

Quienquiera que desee mortificar verdadera y correctamente cualquier concupiscencia molesta en su vida, debería tener cuidado de ser igualmente diligente en la obediencia a todos los deberes a los cuales Dios le llama.
También, debería saber que cada deseo pecaminoso y cada omisión del deber son igualmente desagradables a Dios.
Mientras que haya un corazón traicionero que está dispuesto a descuidar la necesidad de luchar para obedecer en todas las cosas, habrá un alma débil que no está permitiendo que la fe haga toda su obra.
Cualquier alma que se encuentra en una condición tan débil, no tiene derecho de esperar tener éxito en la obra de la mortificación.
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