ESCUELA DOMINICAL 27 junio

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JUNIO

GRUPO DE ORACIÓN---25

27 junio PAG 46

HAY UNA BATALLA POR DOMINAR SU CORAZÓN. ¿QUÉ TAN INFLUYENTE ES SATA?
Mateo 16:23 (RVR60)
23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
Sata influencia los corazones de los creyentes: “Sed llenos del Espíritu…de la palabra…oración:
Hechos de los Apóstoles 5:3 RVR60
3 Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?
“llenó Satanás tu corazón”. Ananías y Safira se dejaron influenciar por algún tipo de inspiración satánica, a diferencia de Bernabé cuyo gesto de generosidad estaba lleno del Espíritu:
Hechos de los Apóstoles 4:37 RVR60
37 como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.
1 Pedro 3:5-6Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos;6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.”
Pedro afirma que ellas así también se ataviaban(poner en orden), estando sujetas a sus maridos. Por tanto, su llamado a tal comportamiento tiene precedentes, y como ejemplo el apóstol cita específicamente a Sara, observando que ella obedecía a Abraham, llamándole señor (amo). Llamándole (kalousa) es un participio presente que indica la actitud continua de Sara de respeto hacia su esposo Abraham: lo trataba como su señor o amo.
“sujetas” Ser sujetas significa cooperar voluntariamente con alguien, por amor y respeto a Dios y por esa persona. Lo ideal es que la sumisión sea mutua («someteos unos a otros en el temor de Dios», Efesios 5.21). La actitud de sumisión, aun cuando fuera de un solo lado, puede ser una estrategia cristiana eficaz. Jesucristo se sometió a la muerte a fin de que pudiéramos ser salvos; quizás algunas veces debamos someternos a circunstancias desagradables con el propósito de que otros vean a Cristo en nosotros. (La sumisión cristiana nunca exige de nosotros la desobediencia a Dios ni que participemos de lo que nuestra conciencia nos prohíbe.) La sumisión requiere fortaleza. No podríamos lograrlo sin el poder del Espíritu Santo que obra en nosotros.

PAG 47

Efesios 5:25–27 (RVR60)
25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
“Maridos amad a vuestras mujeres” El amor del mundo siempre se orienta en los objetos. Una persona es amada a causa de su atractivo físico, su personalidad, su ingenio, su prestigio o alguna otra característica positiva. En otras palabras, el mundo ama a aquellos que estima dignos de ser amados. Es inevitable que esa clase de amor siempre sea inestable y endeble. Tan pronto una persona pierde alguna característica positiva o esa característica deja de ser llamativa, el amor basado en la característica también desaparece. Es debido a que tantos esposos y esposas solo tienen esa clase de amor voluble el uno hacia el otro, que sus matrimonios fracasan. Tan pronto uno de los cónyuges pierde su atractivo, el amor desaparece porque la base del tal amor se ha desvanecido.
“así como Cristo amó a su iglesia” Es obvio que ningún ser humano y pecaminoso tiene la capacidad para amar con la plenitud y perfección divinas con las que Cristo amó y amará por siempre a la iglesia. Sin embargo, gracias a que un cristiano tiene la naturaleza de Cristo mismo y el Espíritu Santo en su interior, Dios hace provisión a los esposos para que amen a sus esposas con una medida del amor de Cristo. El esposo que se somete al Señor siendo lleno de su Espíritu (v. 18 “antes bien sed llenos del Espíritu” ) está en capacidad de amar a su esposa con la misma clase de amor que Jesús tiene por su propia esposa, la iglesia. El patrón de amor del Señor por su iglesia es el patrón de amor del esposo por su esposa.En este pasaje Pablo menciona cuatro cualidades de ese amor divino cuyo ejemplo los esposos deben seguir en su relación con sus esposas.
1.AMOR QUE SE SACRIFICA
“y se entregó a sí mismo por ella” (5:25b)
2. AMOR QUE PURIFICA
“para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”. (5:26–27)
“purificado ....por la palabra” Un creyente es perdonado de todo pecado en el momento en que deposita su fe y confianza en Jesucristo como Señor y Salvador. Después de esa purificación inicial y plena del pecado, como Jesús explicó a Pedro mientras lavaba sus pies, la limpieza periódica sigue siendo necesaria:
Jn. 13:10 “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos”
A medida que continuamos confesando nuestros pecados, Cristo “es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9). La palabra es el agente de esta santificación:
Tito 3:5 RVR60
5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,
Por medio de predicar y vivir la Palabra los esposos santifican a su esposa.
3. AMOR QUE CUIDA
Efesios 5:28-30 “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.”
4. AMOR QUE NO SE ROMPE
v 31“Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”.
ALGUIEN ME HABÍA HECHO UNA PREGUNTA SOBRE LA RESPONSABILIDAD DE LOS PADRES, YA LUEGO DE CASADO.
Para que un esposo ame a su esposa como Cristo ama a su Hijo, es necesario que la ame con un amor inquebrantable. En esta cita directa de Génesis 2:24, Pablo hizo énfasis en la permanencia y en la unidad del matrimonio. El principio de Dios para el matrimonio no cambió desde el tiempo de Adán hasta el de Pablo, y tampoco ha cambiado hasta el día de hoy.
Una de las barreras más grandes para el éxito en el matrimonio es que uno o ambos cónyuges no dejen a su padre y a su madre. En el matrimonio, una nueva familia empieza y las relaciones de la familia anterior deben cortarse en lo concerniente a autoridad y responsabilidades. Los padres siempre deben ser amados, tenidos en cuenta y cuidados, pero ya no deben controlar las vidas de sus hijos una vez que se hayan casado.
Proskollaō (se unirá) tiene el significado literal de pegar o juntar con cemento u otra sustancia adhesiva. Los esposos y las esposas deben dejar a sus padres y unirse o adherirse el uno al otro de forma inseparable. Rompen unos vínculos para establecer otros, y los nuevos tienen un carácter más obligatorio y permanente que los primeros.
“Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio” (Mal. 2:16). Dios siempre ha aborrecido el divorcio y lo seguirá detestando porque destruye algo que Él ha ordenado para ser inquebrantable. Él aborrece el divorcio con base en cualesquiera términos y por cualquier razón. Está dispuesto a tolerarlo en ciertos casos especiales y a perdonarlo, tal como está dispuesto a perdonar cualquier otro pecado, pero nunca cambiará su aborrecimiento del mismo así como tampoco cambiará su aborrecimiento de cualquier otro pecado.
Tanto esposos como esposas no deben apresurarse a proceder a un divorcio a causa de las faltas cometidas por sus cónyuges, ni siquiera en caso de infidelidad. Así como Cristo no se separa de los creyentes que pecan contra Él, los esposos y las esposas no deben separarse de sus cónyuges cuando pecan contra ellos. Así como Cristo siempre es perdonador para con los creyentes, esposos y esposas por igual siempre deben estar dispuestos a perdonarse el uno al otro.
Mt. 19:7-9 “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera”
Jesús dejó en claro que Dios por medio de Moisés, tan solo “permitió” el divorcio; Él nunca “mandó” que se hiciera, como los líderes judíos habían afirmado por cientos de años. La carta de divorcio cumplía la función de proteger a la esposa ofendida, a quien se le permitía casarse de nuevo sin ser culpada de adulterio. Esa es la única provisión que tanto Moisés como Jesús tienen con respecto al divorcio.
Sin embargo, no es la voluntad de Dios que incluso el adulterio rompa la relación matrimonial, y ese es el mensaje del libro de Oseas. Gomer, la esposa de Oseas, fue infiel hasta el extremo porque no solo cometió adulterio sino que se convirtió en una prostituta. No obstante, la palabra de Dios para Oseas fue que la siguiera amando y perdonando. Cuanto más pecaba ella, más debía él perdonarla, con el propósito de reflejar el perdón y la gracia abundantes de Dios para con su pueblo pecador. Por último, Dios restauró el matrimonio de Oseas y Gomer, y dio a Israel la promesa: “Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos. Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio” (Os. 14:4–5). Esa es la manera como Dios siempre ha amado a su pueblo, la manera como Jesucristo siempre ha amado a su iglesia, y la manera como los esposos cristianos siempre deben amar a sus esposas. El Señor nunca nos abandona ni expulsa, porque “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9).
Cuando un esposo encuentra fallas e incorrecciones en su esposa, y aun si ella fuese tan infiel y traicionera como Gomer, él debería darse cuenta de que ella no le ha ofendido en nada comparado a lo que él mismo ha ofendido a Dios. Dios tiene inmensurablemente mucho más que perdonarnos de lo que nosotros jamás pudiéramos perdonar a otros.
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