PARABOLA LA MONEDA PERDIDA
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Transcript
Lucas 15:8-10
Reina-Valera 1960
Parábola de la moneda perdida
8 ¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?
9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido.
10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
La parábola de la moneda perdida nos muestra la actitud verdadera que Dios tiene hacia los pecadores, ya que estos son comparados con una moneda de valor que se ha perdido. En primera instancia la mujer no tiene una actitud laxa con respecto al objeto perdido.
Primeramente prende la luz para poder observar claramente. Después emplea la escoba para barrer en los lugares inaccesibles para ella, y se dispone a buscar con sumo cuidado. No se muestra indiferente ante la situación y por el contrario, es muy diligente y desea encontrar la moneda con fervor.
Análisis de la parábola “la moneda perdida”
En este relato, Jesucristo enseña su deseo de que los líderes religiosos comprendieran sus sentimientos hacia aquellos que se encontraban perdidos, tal como la moneda. Por lo cual cuando nos encontramos perdidos y sin salida, sumidos en el pecado y lejos de Dios debemos saber que Dios dio a su hijo para que nosotros no nos perdiéramos y pudiéramos alcanzar la salvación y estar en la luz que es Cristo en nuestra vida. De esta manera, este sacrificio se hizo con el fin de limpiar al pecador del pecado y restaurarlo para sí mismo.
Sin embargo dentro de este claro significado existe un significado espiritual que debemos descifrar y que se aplica a todos nosotros. Así que en esta parábola de la moneda perdida se nos presenta la imagen de una mujer que está buscando un tesoro que tuvo alguna vez pero que lo ha perdido. Pero sabe que se encuentra en algún lugar de la casa, y también sabe que si lo busca diligentemente, lo podrá encontrar.
En este sentido, resulta muy frecuente que no nos agrade perder algo que tuvimos alguna vez, aún si es pequeña. Por lo cual si hubiéramos regalado esa moneda perdida, nos sentiríamos mejor, ya que alguien más le daría un uso y lo disfrutaría.
Por lo cual, como seres espirituales que somos, cuando perdemos algún atributo que en algún momento tuvimos, tenemos el deseo ferviente de recuperarlo. Dentro de la biblia, la plata simboliza las creencias o la verdad, y la creencia que existe un Dios bueno que nos protege y que existe la vida eterna después de la muerte es palpable cuando nos inculcan estos valores desde la infancia. Pero cuando el tiempo va pasando, las dudas pueden ser nuestro peor enemigo, ya que puede existir la sensación de que algo se ha perdido dentro de nosotros.
La misión de Jesucristo
Jesucristo vino para ser la luz del mundo; “La luz verdadera que ilumina a todo hombre” (Juan 1:9). El Hijo del hombre proporciona la luz para que los pecadores sean hallados por Dios, así como la mujer requería de la luz para buscar detalladamente su moneda perdida. Por lo cual cada pecador tiene un valor para Dios y hay júbilo en el cielo por aquellos que se arrepienten.
Analizando más allá la parábola de la moneda perdida, la mujer pudo haberse quedado con las nueve monedas que le quedaban, lo cual era una gran riqueza y estatus para ella. Pero en lugar de hacerlo, quiso buscar con detenimiento la moneda perdida para no dejarla al azar. Además quiso hacérselos saber a los amigos y vecinos para que también celebraran con ella el encuentro de su moneda.
De la misma manera, cuando un pecador es restaurado a la comunión con Dios, es motivo de celebración, ya que representa el plan de salvación de Dios por lo cual vino Cristo a la tierra a ofrecerse como el cordero. Lo cual resulta ser el acto más glorioso de la historia del universo.
De este modo, Dios busca a los pecadores y se alegra cuando son encontrados, ya que tal como lo dice su palabra “Él es paciente con nosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos se arrepientan” (2 Pedro 3:9).
En esta parábola podemos encontrar el modo para encontrar esa moneda. Primero debemos prender una vela y barrer la casa. La casa representa a nuestra mente o alma en la cual podemos hallar todos nuestros tesoros. Nuestra mente es el lugar en el cual logramos almacenar muchas cosas, pero también perder muchas cosas.
Por su parte, la vela que nos proporciona la iluminación, representa la verdad del Señor: “Lámpara es a mis pies tu palabra” (Salmo 119:105). De esta manera, debemos saber que de Dios proviene toda la verdad, y que Él representa la luz del mundo. Por lo cual todos los que reciben y comprenden algo de la verdad, está prendiendo una vela, y por la luz que ésta emana, es capaz de encaminarse a sí mismo durante toda su vida.
¿Qué lección nos enseña esta parábola?
Una de las lecciones que nos deja esta parábola de la moneda perdida es acerca de hacer un buen uso del objeto que hemos encontrado, ya que nos hemos esforzado para hallarlo. También nos exhorta a dedicarnos a buscar lo que hemos perdido en nuestra vida y que para ello necesitamos tener la luz que significa la palabra de Dios, donde se nos muestra el camino claro que debemos seguir.
Cuando tengamos conciencia de estas cosas podremos entender que solo teniendo la confianza plena en Dios, podemos hallar nuestros tesoros escondidos, los cuales estaban enterrados en el orgullo, las cosas banales del mundo y de nuestro propio egocentrismo.
Pero si reconocemos que somos pecadores y que necesitamos de Dios, podremos recuperar aquello que hemos perdido dentro de nosotros, en nuestra alma. Para ello debemos además tener la disposición de encontrarlo y despejar nuestra mente y alejarnos de ideas erróneas que nos han sucumbido durante mucho tiempo.
Así que debemos despojarnos del viejo hombre y comenzar una nueva vida en Cristo para así hallar lo más importante en nuestro mundo interior y crecimiento espiritual.
Una vez que encontremos nuestro tesoro anhelado, nos gozaremos, nos alegraremos y tendremos un deleite nuevo y vibrante en nuestra vida, y esto está representado en el relato por la mujer, quien se sintió tan agradecida y bendecida que llamó a sus vecinos y amigos para notificarles: “Alegraos conmigo, porque he hallado la pieza que había perdido”
En este sentido, la mujer en esta parábola representa el afecto, la voluntad y la iniciativa que debemos tener si queremos verdaderamente hallar nuestros tesoros, lo cual es el impulso que necesitamos, y los conocimientos intelectuales que tengamos nos pueden ser de mucha ayuda en nuestra vida, pero necesitamos la luz admirable de Dios para hallar el tesoro perdido, ya que en él está la verdad y el camino.
De esta manera debemos estar dispuestos a obtener el renacimiento, es decir, nacer de nuevo, y ser una nueva criatura en Cristo Jesús a través de su redención, y es allí donde hallaremos el tesoro perdido por las cosas banales del mundo que no nos han dejado ver dónde estaba la moneda.
Pero si volvemos a nuestro estado de felicidad que tuvimos durante la infancia, es debido a que hemos hecho nuestra voluntad, y hemos manifestado nuestro amor o afecto pleno a nuestro Padre Celestial, tal como lo ha recomendado en esta parábola de la moneda perdida.
¿Qué nos enseña esta parábola en el ámbito espiritual?
En el aspecto espiritual este relato se puede analizar desde diferentes puntos de vista, si la moneda estaba en el suelo, significa que estaba en los lugares más sucios de la casa, por lo cual era impura.
Así que si la mujer barre es porque efectivamente estaba sucio el suelo, y dicha profanación de la moneda revela aquello que el pecado le hace a una persona, donde lo contamina. Por lo cual la palabra de Dios dice lo siguiente: “El único agente de limpieza espiritual que limpiará la inmundicia es la sangre de Jesucristo” (1 Juan 1:7-9)
De este modo existen diferentes aspectos que están involucrados en la búsqueda de la mujer y en el hallazgo de la moneda. La mujer sintió motivación de encontrar la moneda perdida, debido al valor que ella le dio, y ella sufre esta perdida pero el objeto en cuestión no siente nada. Así que esta mujer representa la iglesia mediante la cual Dios actúa.
La moneda, según la perspectiva de Dios, representa al pecador, donde no solo es un ser que sufre, como las ovejas de las que siente misericordia, sino que además lo considera precioso, creado a imagen y semejanza de Dios y al que se le atribuye una parte en la ejecución de sus planes.
En el caso de la ilustración de las ovejas, la persona perdida es percibida desde el enfoque del hombre, ya que es alguien que está padeciendo y necesita salvación.
La ilustración de la moneda, nos muestra desde la visión de Dios, a la persona perdida, y es alguien que posee un gran valor, por eso Dios siente mucho esa pérdida. De esta manera podemos percibir el gran efecto del pecado sobre la gloria de Dios.
Por otro lado, la lámpara representa tanto la Palabra como el Espíritu de Dios, tal como lo podemos apreciar en el salmo 119:105 "Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino". Tanto la Palabra como el Espíritu nos proporcionan luz ante las situaciones de los pecadores y nos muestran las soluciones a las adversidades.
La iluminación espiritual le muestra a la iglesia cómo puede ayudar a los pecadores que no logran ver sus iniquidades. Por lo cual del mismo modo que la mujer tuvo que barrer para encontrar la moneda perdida, la iglesia debe igualmente barrer toda inmundicia.
Esta parábola es menos significativa en cristología que la de la oveja perdida porque no tiene resonancias con las promesas del Antiguo Testamento al igual que la figura del Pastor; pero, resalta la ilustración de Dios que busca con diligencia, Dios busca con diligencia. Si ese es el carácter de Dios, también debe ser el nuestro. Estas parábolas no cuentan cómo buscar al perdido, pero implica que debemos hacerlo.
Lamentablemente tenemos ideas extrañas de lo que significa buscar al perdido. Posiblemente tenemos más imágenes de acoso a personas que de la gracia ilimitada en la recepción de Jesús de los pecadores. Los cristianos se preocupan porque los pecadores no cambian rápidamente o, peor incluso, que la asociación con ellos traerá al Cristiano mala reputación o mala influencia. La necesidad de separarse del pecado es una realidad, sin embargo también es una obligación buscar al perdido.
¿Qué sabiduría suficiente para guiar ambas necesidades?
Jesús no condenó el pecado, ni dejó a las personas en sus pecados, tampoco manifestó desprecio por los pecadores. El reflejó la imagen de su padre y los invitó a recibir el perdón de Dios y que participarán del Reino. En cualquier cosa que digamos, la gracia iniciadora y aceptación de Dios que manifestó Jesús se debe evidenciar en todo lo que nosotros hacemos.
Es decir, el hombre sin Cristo ya está perdido; su destino es el de vivir eternamente sin Dios y sin esperanza. El hombre nace en el pecado, y esta por lo tanto alejado de la presencia de Dios. Cuando al perdido se le predica el Evangelio, hay la oportunidad de aceptar o rechazar tal mensaje de salvación. Si la opción es a favor del Evangelio, el pecador es convertido y salvo.
Cada vez que esto ocurre, la alegría en el cielo es como la alegría de la mujer que encontró el dinero que se había perdido.
Por el contexto de la parábola, es claro que esta es la enseñanza diáfana de ella. Jesús quería dejar bien clara la idea de que el deseo más grande de Dios es que lo perdido se halle.
Jesús mismo había dicho en otra ocasión, “el hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Aunque la conversación del pecador involucra su propia decisión favorable en pro del Evangelio de Cristo, esto nunca viene a ser la causa de su redención.
Esta es provista por Dios en la muerte expiatoria de Jesús. La salvación desde su comienzo hasta su fin es obra de Dios. Por esto, es Dios mismo quien se regocija cuando cada pecador perdido se apropia de esa redención en Cristo por la fe. Su regocijo es grande cuando el perdido es hallado.