Ángeles y demonios

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Ángeles y demonios.

Cuando entré en la habitación pude ver ángeles por doquier. Parecía que cada espacio disponible tenía su propia representación angelical. No, no se trataba de una visión sobrenatural, sino de los elementos que decoraban la habitación. Era Navidad y, como es natural en esa época festiva, se había elegido a las figuras de los ángeles como elemento decorativo de dicha habitación.

No es poco común que en la temporada Navideña se vean esas decoraciones típicas. Es, por cierto, perfectamente apropiado que nosotros, los que hemos recibido tan maravillosa salvación, celebremos con gozo el nacimiento de nuestro Salvador. Más aún, es completamente aceptable que usemos los adornos de los que nos valemos para expresar de muchas maneras la historia de la Navidad: las escenas de la Natividad nos recuerdan el nacimiento de Cristo; las luces que adornan los edificios y las casas de familia nos recuerdan que la «Luz del mundo» ha llegado.

La belleza de su don irradia en la magnificencia de lo que nos rodea cuando celebramos su nacimiento. En medio de todo están los ángeles, de todo tipo, que ocupan su lugar alrededor nuestro en memoria de las huestes angélicas que fueron las primeras en proclamar a los pastores las buenas nuevas del nacimiento del Salvador, y que lo protegieron de Herodes cuando el adversario utilizó al monarca como instrumento de su ataque (Lc 2.8–14; Mt 2.13).

La Navidad es uno de esos momentos en que pensamos en los ángeles. Pero hay otras ocasiones en las que con frecuencia también se expresa la opinión popular acerca de ellos: «¡Qué niño tan angelical!», se dice frente a un pequeño dormido, cuyas facciones expresan profunda serenidad. Ante las rellenas mejillas del rostro de un pequeño, otros dirán que «parece un querubín», y del mejor alumno de la Escuela Dominical se dice que «se porta como un ángel».Estas son frases que la mayoría hemos escuchado o quizás hasta pronunciado. Pero, ¿sabe alguien en realidad qué aspecto tienen los ángeles o cómo actúan? ¿Hay, acaso, una determinada apariencia «angelical» que corresponda con veracidad a las huestes celestiales? ¿Será cierto que siempre están rodeados de un ambiente de serenidad?

A los ángeles se les ha caracterizado de las formas más diversas y han llegado a simbolizar diferentes cosas para distintas personas. Algunas de estas ideas están basadas en los relatos bíblicos y otras en creaciones artísticas o en meras fantasías. El resultado ha sido una mezcolanza de mitos y especulaciones que ha llegado a confundir a muchos cristianos respecto a la esfera de lo angelical.

Para empezar a investigar los datos bíblicos acerca de los ángeles lea los siguientes versículos y haga una lista de los distintos tipos de ángeles que se describen.[1]

Los ángeles se mencionan a lo largo de toda la Biblia. Llevan a cabo muy diversas tareas, aparecen de distintas formas y llegan de distintas maneras. Usando una concordancia o una Biblia con referencias temáticas, haga un informe comparativo de las actividades características de los ángeles. Ello le ayudará a comprender mejor el propósito y la obra de estos seres. Tal vez quiera incluir algunos, o todos, de los siguientes detalles que las Escrituras proveen respecto a los ángeles en cada caso.

Apariencia

Palabras que pronuncia

Modo de movimiento

Nombre

Tipo de ángel

Propósito del ángel

Acciones

Ropa

Presentación

Las Escrituras indican que hay una jerarquía definida entre las huestes angelicales, aunque en la mayoría de los casos no se describe con claridad. Estudiaremos los que se definen simplemente como ángeles, junto al más enaltecido de estos seres conocido como «arcángel». La Biblia no dice nada que sugiera que la apariencia y los deberes de los arcángeles difieran a los de ángeles de menor jerarquía, excepto que se reconoce su liderazgo entre ellos.

Con estas categorías en mente, analice las descripciones que encontramos en las Escrituras. No olvide anotar lo que se dice de su apariencia y de sus tareas específicas.

Tipos de ángeles que se describen.

Los ángeles caídos

Isaías 14.12–14 relata la historia de Lucifer (Lucero), que en algún momento fue un ángel del Señor, pero que fue expulsado del cielo a causa de su pecado. Ahora conocemos a este ángel caído como Satanás, puesto que ha perdido el derecho de llevar el nombre que Dios le dio originalmente, así como también el de ocupar su lugar en el cielo.

Cuando Satanás fue expulsado, también expulsaron con él muchos otros ángeles que lo habían acompañado en su rebelión. Se entiende, por lo general, que estos ángeles caídos son los que ahora se desempeñan como fuerzas demoníacas del infierno, contra las cuales combatimos. Esta línea de pensamiento se basa en el hecho de que Satanás es incapaz de crear y que, en consecuencia, los demonios son indudablemente la expresión degradada de los seres divinamente creados. Aunque no está expresada en forma directa, esta tesis tiene apoyo en las Escrituras (Ap 12.9).

La idea clave que se debe tener en cuenta al estudiar este tema es que los creyentes tenemos autoridad sobre ellos en el nombre de Jesús. Remitiéndose a las siguientes referencias bíblicas, observe qué se dice acerca de los ángeles caídos y su posición actual en relación a nosotros.

Isaías 14.12–15

Mateo 25.41Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.

Marcos 16.17, 18

Romanos 8.38, 39

Efesios 1.20–22

Apocalipsis 12.7–10

      Fe viva

Hablar acerca del reino demoníaco puede asustar a las personas que no han llegado a comprender la posición que tenemos en Cristo. Explique cuál es la autoridad que Jesús nos ha dado sobre los demonios.

Cuando los cristianos empiezan a comprender la autoridad que tenemos en el nombre de Jesús, llegan en ocasiones a excederse en su entusiasmo por ocuparse de lo demoníaco. ¿Qué piensa que le ayudará a mantener el equilibrio en este aspecto? (Véase Lc 10.17–20.)

Al estudiar esta lección, ¿ha aprendido cosas que antes no sabía? ¿Cuáles?

¿Qué pasos dará durante la próxima semana para afianzar esas verdades en su vida?

Al finalizar este estudio, dedique un tiempo para escribir una carta de gratitud al Señor por las cosas que le ha mostrado su majestad. También por los ángeles que ha asignado para ministrarle y por la autoridad de la que goza, por medio de Jesús, sobre las obras de las tinieblas.[2]


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[2]Editor General: Hayford, Jack; Autor: Hayford, Mark, La guerra del reino: La oración, la guerra espiritual y el ministerio de los ángeles, (Nashville, TN: Editorial Caribe) 1995.

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