¡No descuides la casa de Dios!

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Los creyentes deben tomar cuidado del lugar de adoración, la casa de Dios.

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Ciro el Grande, rey de Persia, reconoció que todo lo que tenía lo había recibido de Dios, el Dios de los judíos.
Dios había puesto en el corazón del rey, que reconstruyera un templo para que Dios fuera adorado.
Ezra 1:2–3 NBLA
«Así dice Ciro, rey de Persia: “El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y Él me ha designado para que le edifique una casa en Jerusalén, que está en Judá. ”El que de entre todos ustedes pertenezca a Su pueblo, sea su Dios con él. Que suba a Jerusalén, que está en Judá, y edifique la casa del Señor, Dios de Israel; Él es el Dios que está en Jerusalén.
Con su permiso, Zorobabel, acompañado de casi 50,000 personas, había regresado a Judá.
Ezra 2:64–65 NBLA
Toda la asamblea reunida era de 42,360, sin contar sus siervos y siervas, que eran 7,337; y tenían 200 cantores y cantoras.
Pero dieciocho años habían pasado desde su regreso y el templo no había sido reedificado.
El profeta Hageo había observado que al pueblo no le importaba el templo, por lo cual se dirige a los líderes del pueblo, el gobernador Zorobabel, y el sacerdote Josué, para denunciar la actitud del pueblo de Dios y las consecuencias de dicha actitud.
Leer Hageo 1

La actitud de menosprecio al Templo.

El ser humano, de por sí, es egoísta y solamente le importa su bienestar. Lo más triste es que es egoísta con aquel que le da todo: Dios.
Cuando Salomón construyó el Templo, el quizo edificar algo que honrara a Dios. Para ello, tanto David como él, dieron mucho se su tesoro, y el pueblo también contribuyó generosamente.
Ahora el templo estaba destruido y se necesitaba colaboración económica y mano de obra, pero la actitud del pueblo era de menosprecio y presentaba 2 excusas. La primera era...

No es el tiempo de hacerlo.

Haggai 1:2 NBLA
“Así dice el Señor de los ejércitos: ‘Este pueblo dice: “No ha llegado el tiempo, el tiempo de que la casa del Señor sea reedificada.” ’ ”
“No es el tiempo” o “No tengo tiempo” son las que presenta el pueblo cristiano de hoy cuando se trata de reparar, reconstruir, o mejorar el lugar donde adoran.
Lo que realmente indica “No tengo tiempo” es indiferencia.
¿Por qué? Porque para las cosas que nos importan, ¡hacemos tiempo!
Su actitud era un indicativo de su condición espiritual. No mucho interés en las cosas espirituales.
“No es que las cosas no sean interesantes, sino que a las personas no les interesa.” (Chesterton)
Ese pueblo era como la generación actual: tienen tiempo para la diversión, para ir de comprar, de paseo, TV, al juego de…, pero no para Dios.
Su menosprecio al Templo se mostraba en una segunda excusa, no dicha con palabras sino con hechos: su casa era más importante que el Templo.

Nuestra casa es más importante.

El profeta les dijo:
Haggai 1:4 NBLA
«¿Es acaso tiempo para que ustedes habiten en sus casas artesonadas mientras esta casa está desolada?».
“artesonada” significa “entablada, cubierta de madera” para que luzca bien y para protegerla de las inclemencias del tiempo: la lluvia y el sol.
Todo el que es dueño de una vivienda, se ocupa en “artesonar” la suya: hacer las reparaciones necesarias, en tenerla bonita, limpia, y presentable.
Para eso siempre hay tiempo y dinero; y si no lo hay, lo hace o lo consigue.
Esta casa de Dios necesita muchas reparaciones y mejorías, pero parece que no es importante para muchos de los miembros o los que disfrutan de sus servicios.

Consecuencias de descuidar la casa de Dios.

A muchos, algunas veces, les va mal en la vida, pero no se ponen a pensar por qué. ¿Por qué te estará yendo tan mal?
Toda acción tiene sus consecuencias. “Every choice is an act of war”, dice una conocida canción. El descuido de la casa de Dios es una acción contra Dios; y las consecuencias no son placenteras.
Tres eran las consecuencias que el pueblo estaban sufriendo. La primera era que se esforzaban mucho y obtenían pocos resultados.

Mucho esfuerzo y pocos resultados.

Haggai 1:5–6 NBLA
Ahora pues, así dice el Señor de los ejércitos: “¡Consideren bien sus caminos! »Siembran mucho, pero recogen poco; comen, pero no hay suficiente para que se sacien; beben, pero no hay suficiente para que se embriaguen; se visten, pero nadie se calienta; y el que recibe salario, recibe salario en bolsa rota».
Como dice mi cuñado. “¡mucho trabajo, poco dinero!”
¿Te has sentido así? ¡Trabajas mucho y recibes poco!
No importa si te matas trabajando, porque si la bendición de Dios no está presente, el esfuerzo no rinde.
Escasez e insatisfacción en la vida: nunca es suficiente.
Para el avaro, el que ama el dinero, nunca es suficiente lo que tiene.
La segunda consecuencia de descuidar el Templo es que...

Dios disipa el fruto de tu esfuerzo.

Como con soplo, Dios hace que desaparezca tu dinero.
Haggai 1:7 NBLA
Así dice el Señor de los ejércitos: “¡Consideren bien sus caminos!
Haggai 1:9 NBLA
«Esperan mucho, pero hay poco; y lo que traen a casa, Yo lo aviento. ¿Por qué?», declara el Señor de los ejércitos. “Por causa de Mi casa que está desolada, mientras cada uno de ustedes corre a su casa.
Si lo que ganas se hace agua que cae en tierra seca y desaparece, seguramente Dios lo está disipando, haciendo que desaparezca con un soplo.
La tercera consecuencia...

Dios detiene la bendición.

Haggai 1:10–11 NBLA
»Por tanto, por causa de ustedes, los cielos han retenido su rocío y la tierra ha retenido su fruto. »Llamé a la sequía sobre la tierra, sobre los montes, sobre el trigo, sobre el vino nuevo, sobre el aceite, sobre lo que produce la tierra, sobre los hombres, sobre el ganado y sobre todo el trabajo de sus manos»
Por su menosprecio al Templo, Dios había quitado Su bendición sobre el pueblo.
Para una sociedad agrícola, la sequía y la esterilidad de la tierra era una maldición.
La bendición consistía en lluvias a su tiempo y tierras fertiles. Eso nos ayuda a entender las palabras de Malaquías, el contemporáneo de Hageo, quien también denuncia al pueblo y los acusa de robarle a Dios:
Malachi 3:8–10 LBLA
¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me estáis robando. Pero decís: «¿En qué te hemos robado?». En los diezmos y en las ofrendas. Con maldición estáis malditos, porque vosotros, la nación entera, me estáis robando. Traed todo el diezmo al alfolí, para que haya alimento en mi casa; y ponedme ahora a prueba en esto—dice el Señor de los ejércitos—si no os abriré las ventanas del cielo, y derramaré para vosotros bendición hasta que sobreabunde.
El alfolí era el lugar donde se guardaban las provisiones para el Templo.
¿A qué se refiere “derramaré bendición hasta que sobrebunde”? (lluvia). En adición a la lluvia, Dios les prometió hacer fértil la tierra y detener las plagas.
Cuando Cristo ha transformado la vida de una persona, dicha persona no tiene problema para traer los diezmos al alfolí:

Mrs. Colleen Evans, wife of the pastor of National Presbyterian Church, Washington, D. C:, has a book called Give Us This Day Our Daily Bread. In it she shares the story of a friend in California called Bill, who was rather late affiliating with the church. He had been an alcoholic.

After identifying with Christ, he began studying the Bible in earnest. He recognized the tithe as a basic right of the Lord. Gradually he began to adjust his life-style, and eventually altered the accepted biblical standard of tithing, the giving of a tenth to God and operating on the 90 percent left, into operating on 10 percent and giving away 90 percent! Not everyone could do this, of course, but what a marvelous answer to Malachi’s query, “Will a man rob God?” (3:8); and to Paul’s declaration—“Thanks be to God for his inexpressible gift!” (2 Cor. 9:15).

Si estás pasando por problemas financieros, si hay insatisfacción en tu vida, quizás estés sufriendo las consecuencias de haber descuidado el Templo.
Dios honra a lso que le honran y maldice a los que le roban.
El Señor Jesucristo vino a erigir un nuevo templo para Dios, no uno hecho por mano de hombre ni de ladrillos o madera, sino de carne y hueso, el cuerpo de aquellos que le reciben y se convierten en morada del Espíritu Santo. Un templo para que Dios sea honrado con obediencia y agradecimiento por Su amor y Su provisión.
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