LA CARRERA DE LA FE

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La vida de fe es una carrera que debe correrse con paciencia, despojándonos del peso y del pecado, y con los ojos en Jesús.

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INTRODUCCIÓN

Buenas tardes, amados hermanos y amigos que hoy nos visitan.
Es un gozo estar nuevamente juntos para seguir estudiando la Palabra de Dios. Seguimos estudiando el libro de Hebreos, y nos encontramos hoy en el capítulo 12.
Durante el mes de noviembre se lleva a cabo un evento en Madrid llamado de Spartan Race, en español “La Carrera Espartana”. Es una carrera de obstáculos extremadamente exigente. Dentro de los desafíos y obstáculos que hay en la carrera se encuentran cosas como:
Llevar piedras pesadas y cubos llenos de piedras pesadas.
Saltar sobre el fuego.
Subir cuerdas.
Tirar lanzas o jabalinas.
Usar una tirolina.
Arrastrarse bajo un alambre de espino.
Todo esto mientras se corren entre 15-20km en los que pasas la mayor parte del tiempo arrastrándote por el suelo, saltando, escalando, y tratando de no perder el equilibrio.
Este es un evento que pone al límite la capacidad física de muchos. Personas que usualmente hacen ejercicio comienzan a prepararse un mes antes de la competición haciendo entrenamientos específicos para competir en esta carrera. Es una carrera de alta intensidad, en la que se prueban la técnica, la fuerza, la resistencia y aún la lógica.
Si es la primera vez que compites, se recomienda comenzar a entrenar mínimo unas 8 semanas antes de participar en la carrera.
Con todo esto, la vida cristiana representa una carrera mucho más intensa que el Spartan Race. De hecho, la vida cristiana es un sinónimo para lo que el Nuevo Testamento llama la carrera de la fe.
El apóstol Pablo sabía que la vida cristiana era una carrera de fe. Al final de su vida dijo a Timoteo en 2 Timoteo 4:7 “He acabado la carrera, he guardado la fe”.
Asimismo, el libro de Hebreos nos anima a correr la carrera de la fe con paciencia, despojándonos de todo estorbo, dejando de lado el pecado y fijando nuestra mirada en Jesús.
La vida por fe es una vida en la que debemos correr.
Por esta razón, después de enseñarnos qué es la fe, la confianza en la promesas de Dios; cuál es su fundamento, la Biblia; quién es el objeto de nuestra fe, Cristo; y cuál es el galardón de la fe, la Ciudad de Dios; el autor de Hebreos nos enseñará cómo prepararnos para correr la carrera de la fe.
Después de todo, tal como dice el autor de Hebreos citando al profeta Habacuc el justo vivirá por fe”
La fe es una vida activa que nos lleva a correr. Pero ¿cómo hemos de correr esta carrera? ¿Qué se supone que debo hacer para correr la carrera de la fe? ¿Cómo se si estoy corriendo la carrera de la fe correctamente? ¿Cómo me preparo para la carrera? Éstas son las preguntas que el autor nos va a responder a continuación.
Así que abran sus Biblias en Hebreos 12:1-4
Oración
Lectura: Hebreos 12:1-4

I. EL ÁNIMO DE LOS TESTIGOS

La carta a los Hebreos podría resumirse en esta frase “mira a Cristo, mira a Cristo, Él es más grande que los ángeles, Él es más grande que cualquier otro. Su sacrificio es suficiente y es efectivo, y su sacerdocio es supremo y para siempre. Mira a Cristo, y persevera hasta el final por medio de la fe”.
Y el capítulo 12 comienza reforzando nuestra fe. En este caso, nos habla de “una tran grande nube de testigos” que están a nuestro alrededor y que sirven como ejemplo nuestro para que veamos que la vida de fe en Cristo es la mejor vida de todas. Ahora bien, éstos no son testigos en el sentido de ser espectadores.
El sentido que el autor está dando a la palabra “testigos”, es el de aquellos cuyas vidas testifican que las promesas son verdaderas y se alcanzan por fe. Son testigos cuyas vidas nos aseguran que vivir por fe vale la pena.
David Burt en su comentario sobre Hebreos 12 dice lo siguiente: “Ellos [hablando de los testigos] mantuvieron fielmente el testimonio de la fe, aún al precio de su propia vida. Ellos son un testimonio elocuente para nosotros de que la fe vale la pena. Por muy mal que lo pasemos vendrá el cumplimiento de las promesas de Dios”
¿Quiénes son estos testigos? Pues todos los hombres y mujeres que están en el capítulo 11. Hebreos nos anima a ver cómo la fe los llevo a vivir anhelando la ciudad de Dios, y el galardón de Dios más que las cosas de este mundo. El punto no es que seamos superhéroes, el punto es que la fe está más que probada que funciona, y la evidencia de ello es la vida de todos aquellos que han alcanzado las promesas por medio de la fe en Cristo.
Hebreos 11 es un testimonio acerca de la fe, más que acerca de la vida de las personas. Por eso se les llama testigos, porque no son ellos el centro del tema, sino que son un testimonio de lo que es el centro, esto es, la vida por fe.
Estos testigos nos animan con su testimonio para que corramos de la misma manera que ellos lo han hecho. Por eso la exhortación en Hebreos 6:12 a que no seamos “perezosos sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”.
Porque la carrera de la fe es una carrera que vale la pena. Es el mejor camino, pero no es el camino más fácil. Es una carrera llena de obstáculos y peligros, así como la “Spartan Race”. Una de las obras de la literatura cristiana que mejor ilustra la carrera de la fe y los obstáculos que en ella hay es la novela del escritor y predicador John Bunyan, “El Progreso del Peregrino”.
En ella se relata la historia de un hombre llamada Cristiano, que al leer el libro de la Ley se da cuenta de la carga tan pesada que hay sobre él, su pecado. Pero al escuchar a otro hombre llamado Evangelista, que le habla de lo que el Señor puede hacer por él y por su carga, se decide a emprender un peregrinaje desde la ciudad de la Destrucción, donde vive, hacia la Ciudad Celestial, aquella ciudad que Hebreos describe como la Ciudad de Dios.
En una de sus tantas conversaciones, Cristiano le dice a su vecino Flexible “¡Ay de mí! No puedo ir tan deprisa como quisiera, porque esta carga me abruma”
Y al igual que Cristiano, todos nosotros podríamos exclamar lo mismo. Por eso el autor de Hebreos nos instruye sobre cómo debemos correr esta carrera. Vamos a ver tres exhortaciones que debemos atender mientras corremos la carrera de la fe. En primer lugar, debemos correr despojándonos de todo peso y del pecado; en segundo lugar, debemos correr con paciencia; y por último debemos correr mirando a Jesús.

II. AL CORRER DEBEMOS DESPOJARNOS

En primer lugar, debemos correr despojándonos de todo peso y del pecado que nos asedia.
La palabra despojándonos también puede ser traducida como “desechando, dejando a un lado o quitando”.
Esto tiene mucho sentido, si usted va a correr una carrera debe estar lo más ligero posible. Mientras más peso usted tenga encima, más lento irá y menos avanzará hacia su meta. Por eso el autor usa una imagen deportiva al hablar de la carrera que tenemos por delante.
Esta exhortación no es única al libro de Hebreos sino que en todo el Nuevo Testamento encontramos esta misma idea. Solo por nombrar algunos ejemplos:
El apóstol Pablo en Colosenses 3:8 “Pero ahora dejad vosotros todas estas cosas...”.
Santiago 1:21 “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia...”.
1 Pedro 2:1 Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía...”.
Hay muchos otros pasajes que nos exhortan a lo mismo. La vida cristiana es una vida que se vive desechando constatemente. De hecho, spoiler alert, no hay otra manera de vivir la vida cristiana a menos que sea desechando todo aquello que nos estorba en la carrera de la fe. Si usted es verdaderamente creyente no tendrá nunca más un momento de relajación en su vida sino que constantemente tendrá que correr despojándose de todo pecado y de todo peso.
A eso nos llama el texto de hoy, a entender que para correr la carrera de la fe es necesario, en primer lugar, aligerar nuestro peso.
Todo peso
La palabra peso significa literalmente eso, un peso, una carga. Es la única vez que esta palabra aparece en el Nuevo Testamento. Muchos teólogos han comentado acerca del significado de esta palabra en su sentido teológico.
Algunos han dicho que el peso se refiere a la ley, ya que la ley pone un peso encima de toda persona del cual no es posible salir sino por medio de Cristo. Otros, se han referido a este peso como un estorbo, refiriéndose a la analogía deportiva a la que el escritor alude.
En cualquier caso, bien sea la ley, u otras cosas que nos estorban en la carrera, lo que es cierto es que Hebreos nos habla de algo que en sí mismo no necesariamente es malo, pero no es conveniente. Sabemos esto porque el escritor separa ambos términos, él habla de “todo peso y del pecado que nos asedia”.
Son dos cosas completamente distintas. Todo peso tiene que ver con aquello que no es moralmente incorrecto, pero que sí nos retrasa en la carrera. No es malo, pero tampoco es conveniente. Es como si usted intentará ganar una carrera de 100 metros planos vestido de una túnica. Esa ropa le estorbará en la carrera, tan pronto como usted de el primer paso, la túnica se enredará en sus pies y le hará tropezar. No está mal, usted puede correr con la ropa que quiera, pero el problema está en lo mucho que eso dificultará su avance.
A lo mejor, no es la indumentaria, sino la condición física que nos retrasa. Algunos de nosotros hace años atrás podíamos correr, y correr, y correr sin problema porque teníamos cuerpos delgados, pero ahora, con el paso de los años y de los vasos de refresco, hemos ganado unos buenos kilos demás que no nos permiten correr como antes.
Esto es lo que dice el autor de Hebreos. Debemos quitarnos de encima esos kilos demás que nos retrasan en la carrera, o aquella indumentaria que tengamos encima que nos dificulte avanzar.
Llevándolo a nuestra vida, les animo a pensar en el crecimiento y el fortalecimiento de su fe. Piense en lo que está haciendo ahora mismo para crecer en el conocimiento de Cristo, qué está haciendo para crecer en su amor por Cristo, qué está haciendo para disminuir en sus afectos por las cosas triviales de este mundo. Qué están haciendo para crecer en su servicio y amor por los demás. Lo que están haciendo para aumentar en su conocieminto de la verdad. Esa es la carrera de la fe.
Para hacer eso, como dije en mi último mensaje, debemos profundizar en nuestro conocimiento y amor por Cristo, quien es el objeto de nuestra fe.
¿Qué está estorbando tu crecimiento? ¿Qué cosas, que no sean pecaminosas, hay en tu vida que ahora te consumen más tiempo? ¿Qué actividades, aunque no sean pecaminosas, te distraen de la carrera que tienes por delante?
Como creyentes a veces no estamos tan conscientes de esto, pero mire lo que dice el Apóstol Pablo en:
1 Corintios 9:24-27 “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Asi que, yo de esta manera corro, no como a la aventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.
¿Cuántos de ustedes están comenzando su día sin venir delante del Señor en oración y lectura de su Palabra? ¿Cuántos pasan días o aún semanas sin leer la Biblia? ¿Cuántos están fuertes físicamente, pero espiritualmente están gordos, fuera de forma y débiles?
¿Cuántos pasan más tiempo pensando en cómo me voy a divertir que en cómo voy a crecer en mi estudio de la palabra?
Cuando comenzamos a estudiar el capítulo 11 de esta carta, mencioné que un entendimiento de la fe bíblica nos llevará a reorganizar las prioridades en nuestra vida. Y eso es completamente cierto.
¿Está tu vida organizada de tal manera que nada te estorbe en el crecimiento y fortalecimiento de la fe? Ahora bien, yo entiendo que hay situaciones en la vida en la que no tenemos todo el tiempo del mundo, el Señor nos lleva a situaciones que no son cómodas, pero no me estoy refiriendo a la comodidad, ni a las responsabilidades que tenemos e n la vida, sino al hecho de que son muchas las cosas aparte de las responsabilidades que nos estorban en la carrera.
Esta cosas que nos estorban nos llevarán a una vida de indisciplina. El creyente debería ser de el más disciplinado con el fin de mantenerse en forma espiritualmente. Hermanos, algunos de ustedes son sumamente disciplinados a la hora de comer cuidando cada cosa, otros a la hora de trabajar, a la hora de limpiar el hogar, a la hora de entrenar el cuerpo físico. Todas esas cosas están bien y son buenas, pero me pregunto si somos igual de disciplinados con el crecimiento de nuestra fe.
¿Sabe qué es una cosa muy triste que he notado en nosotros los cristianos? Que la mayoría de las veces el dinero es un mejor motivador para nosotros que Cristo.
Hacemos lo que sea para trabajar, nos levantamos temprano, no importa que quede lejos, recorremos distancias largas, pagamos pasajes para ir, aún si estamos enfermos, si estamos con dolor de cabeza, o si no dormí bien, si pasé mala noche, o si estoy muy cansado por una semana agotadora o si tengo pereza. Hermano, no quiero juzgar a nadie, yo digo esto con mucha humildad, pero aún sino tengo quien cuide de mi bebé, tengo que buscarme la vida porque igual tengo que ir a trabajar porque sino me echan del trabajo, y yo NECESITO EL DINERO.
Pero cuando pensamos en las cosas espirituales, cuando hablamos de venir a la iglesia el domingo, quiera Dios que no me pique un mosquito porque ya eso es razón suficiente para no venir. Somos disciplinados para todo lo que tiene que ver con los asuntos de este mundo, pero para crecer y fortalecer nuestra fe y nuestro anhelo por el mundo venidero, ahí no.
O cuando comenzamos en nuevo trabajo y nos da una inducción de 5 horas diarias para que conozcamos la empresa, y lo soportamos con buena gana, pero un sermón largo no, eso no que me aburro. Como si la lucha contra el pecado fuese motivo de aburrimiento en la vida cristiana. Como si saber cómo crecer en tu amor por Cristo no fuese más emocionante que comenzar en un nuevo trabajo.
O cuántos de nosotros podemos gastar dinero en cosas que no son malas, pero que con el tiempo se convertirán en un estorbo. Cuantos de nosotros no podemos despegarnos de nuestros móviles, pero nos pesa la mano para coger la Biblia.
Podemos hablar de cualquier tema apasionadamente, de fútbol, de política, de economía; pero cuando hablamos de Cristo, es como si no hubiese interés.
Hermano, no quiero ofender a nadie, no quiero ser duro con nadie, pero como pastor, los amor y me preocupo por ustedes. Como decía el apóstol Pablo en Colosenses 1:28 “a quien anunciamos [esto es, a Cristo], amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”.
Hermanos, no es mi intención ofender a nadie ni juzgar a nadie, sino amonestarlos, exhortarlos por medio de la Biblia a que pongan su mirada en las cosas correctas, y se despojen de todo aquel peso extra que solo los hará ir más lento. Deseo que corran la carrera de la fe que tenemos por delante y que la corran de una manera eficaz, y para eso, debemos despojarnos de todo peso, de toda distracción, de toda queja, de todo afán, de todo aquello que nos estorba en nuestro avance.
De nuevo, no son pecado, pero si añaden peso a nuestra vida que no nos permitirá avanzar. En este aspecto, E. K. Simpson comenta “la diferencia [entre el estorbo y algo que no lo es] está en el efecto… puede obrar para bien o para mal”, y agrega “es similar al de un cinturón o una cadena, respectivamente. El cinturón sostiene al que lo lleva, la cadena es un impedimento”.
Lo que para uno es un peso, para otro quizás no lo es. Cada uno de nosotros debe evaluar las cosas que permitimos en nuestra vida y discernir si es un peso que puede ralentizarnos en la carrera.
El pecado que nos asedia
En segundo lugar, además del peso, de lo otro que debemos despojarnos, es del “pecado que nos asedia”. Esta frase siempre me ha parecido interesante. Las personas tienden a pensar negativamente acerca de la palabra pecado, pero por razones distintas a las que dan la Biblia.
Cuando las personas piensan acerca del pecado, lo ven como negativo pero no porque se refieren al pecado en sí, sino porque se etiqueta lo que a ellos les gusta como pecaminoso. Es decir, no les molesta el pecado en sí, sino que se llame pecado a aquello que les trae placer.
Aún dentro de la iglesia, la mayoría de las veces los cristianos no mostramos la preocupación, ni el rechazo al pecado como deberíamos. Es como si no nos preocupara el pecado, sino que estamos distraídos con otras cosas en nuestra propia vida. Creo que esto se debe a que no entendemos qué es el pecado ni su naturaleza.
De hecho, aún para muchos cristianos, el pecado no parece ser una preocupación hasta que se enfrentan con las consecuencias de éste en su vida.
El cristiano no puede prosperar en la carrera de la fe a menos que esté consciente del pecado que lo asedia, no solo esto, sino que debe entender cómo el pecado lo asedia. El creyente no puede ser un corredor perezoso o ignorante de la carrera.
Brakken Kraker, uno de los preparadores físicos que entrena a personas que quieren participar en el Spartan Race enfatiza la importancia de conocer la carrera pero también de conocerte a ti mismo. Tienes que saber cuáles son tus condiciones físicas, cuáles son tus fortalezas, y por supuesto, cuáles son tus debilidades.
El apóstol Pablo en 2 Corintios 13:5 “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos… ?”
Lo mismo ocurre con la vida cristiana, si no conocemos los obstáculos que se nos presentan y cómo estos nos afectan en nuestra debilidad, entonces, no estaremos preparados. Como creyentes, si no estamos conscientes del pecado que nos asedia, entonces, no correremos como debemos.
Así que, con el propósito de conocer mejor cuáles son los obstáculos de la carrera, debemos conocer qué es el pecado. Usted se sorprenderá, los creyentes afirmamos que nuestro pecado ha sido perdonado, que hemos sido rescatados del dominio del pecado; pero si preguntamos qué es el pecado, probablemente las personas nombrarán una lista de malas conductas visibles, por ejemplo: matar, robar, adulterar, decir mentiras, etc.
Pero el pecado es mucho más que portarse mal. El pecado va mucho más allá de la conducta. De hecho, la conducta pecaminosa es producto del pecado que reside en el corazón humano, no somos mentirosos porque mentimos, sino que mentimos porque somos mentirosos. No somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores.
John Bunyan, en una de sus últimas frases acerca del pecado, se refirio a él en estos términos: “El pecado es el gran impedimento y la gran barrera para nuestra felicidad, el que le procura todas las miserias al hombre, tanto aquí como en el más allá. Eliminad el pecado y nada puede dañarnos, ya que la muerte, temporal, espiritual y eterna, es la paga del mismo”.
La manera en cómo la Biblia describe el pecado es diversa, de hecho, solo en el Nuevo Testmaneto se usan alrededor de 7 palabras para describir el pecado, en algunos casos es referido como impiedad o injusticia, en otras como ilegalidad, en otras partes como ignorancia, el pecado es descrito también como ignorancia, así como una violación a la ley moral de Dios. Y la palabra más comúnmente usada es “hamartía” que significa errar al blanco. Como aquel que dispara una flecha y no da en el punto.
El pecado es una fuerza que domina y esclaviza al hombre. El pecado desea la muerte del hombre, procura su miseria como decía Bunyan.
El pecado es un mal que contamina al hombre desde adentro. El corazón está anidado en el corazón del hombre de la misma manera en que lo están los vasos sanguíneos. No solo contamina al hombre sino que lo domina.
Es una fuerza que sale desde adentro del hombre, y domina al hombre, cautiva todas sus emociones, pensamientos, deseos, y por supuesto, se manifiesta en sus acciones.
Aún siendo creyentes, el pecado busca dominarnos, por eso Pablo nos manda en Romanos 6:12 “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias”
El autor de Hebreos describe al pecado como algo que nos asedia, asediar significa rodear, atosigar, acosar a alguien, así es el pecado, te acosa, te rodea, te asecha con el fin de hacerte caer. El pecado está alrededor buscando recuperar el dominio que tenía sobre ti antes de que Cristo lo venciera.
Mi esposa comenzó a ver una serie acerca de la esclavitud de las personas negras en Estados Unidos. Una cosa interesante es que algunos de los esclavos lograban escapar hacia la zona del país donde podían vivir como personas libres. Lo que ellos no sabían es que aún en esas regiones donde podían vivir con libertad habían personas que literalmente los cazaban, esperaban a que estuvieran solos, y los capturaban para llevarlos de vuelta a los campos de algodón y devolverlos a su esclavitud. Hacer conexión con los no creyentes aquí.
Así es el pecado en la vida del creyente. Está al asecho, está asediándote para llevarte nuevamente cautivo, todo esto con el objetivo de que dejes de vivir por fe y vivas en los deleites presentes.
Mez Mcconnel en su “Guerra” en el que habla acerca de la tentación dice precisamente esto. La tentación tiene el objetivo de hacer que una persona no viva más por fe sino que viva para el pecado.
Cuando el autor de Hebreos habla de pecado, hemos visto que habla de la incredulidad. El pecado al que él se refiere es la incredulidad de manera específica. Obviamente todo pecado busca esclavizarte, pero en el caso del autor de Hebreos él tiene en mente la incredulidad.
Porque la incredulidad es, en cierta forma, la puerta de entrada al pecado. Cuando se comienza a dudar de la palabra de Dios, y de las promesas de Dios, ya no anhelamos tanto el gozo y la alegría de la vida eterna, sino que comenzamos a pensar que es aquí y ahora que yo debo garantizar para mí el disfrute, y por eso debo hacer aquello que me satisfaga.
El pecado es completamente contrario a la fe, porque la fe es la que nos lleva a creer que lo que Dios tiene es mucho mejor, aunque no lo veamos, y nos dará mucho más gozo aunque tengamos que esperar. Mientras que el pecado busca nublar nuestra vista, poniendo delante de nosotros lo visible y lo palpable para que ya no veamos lo invisible sino que nos enredemos con lo visible de los placeres de la tierra.
Hay una gran conexión entre el ejemplo de Moisés descrito en Hebreo 11:24-27 y Hebreos 12:1-4.
Moisés tenía ante sus ojos el brillante oro de Egipto, tenía todo el reino para él, podía disfrutar de placeres, de manjares, de mujeres, de sirvientes, de todo lo que hubiera desedo, todo estaba delante de sus ojos, pero en cambio, por la fe, supo que había algo mucho mejor que lo que tenía delante de él.
El pecado intentan convencernos de lo contrario, el pecado te asedia porque quiere convencerte de que en Egipto se vive mucho mejor. No tienes porqué buscar ni anhelar la Ciudad de Dios, en Egipto se vive mejor.
Moisés prefirió el desierto, el aprobio, la sed, el hambre, la desnudez en este mundo que enredarse con el pecado. De hecho, Hebreos nos dice que Moisés se deleitó en Cristo porque lo tuvo por mayor riqueza que lo que sus ojos veían.
Ahora bien, ¿cómo podemos despojarnos del pecado?
1. En primer lugar, debemos conocer nuestro corazón a la luz de la Palabra de Dios, ¿cómo nos despojaremos de aquello que ignoramos existe? Si no sabes cómo el pecado intenta echar raíces en tu corazón, entonces tampoco podrás despojarte de Él.
Jerry Bridges en su libro “Pecados Respetables , confrontemos esos pecados que toleramos”, nos da una lista de pecados que no son visibles, y que son altamente tolerados en las iglesias. Si usted no ha leído ese libro, se lo recomiendo. En su libro él habla acerca de:
La impiedad.
La ansiedad y la frustración.
La falta de contentamiento o lo que es lo mismo, la insatisfacción.
La ingratitud.
El orgullo.
El egoísmo o el individualismo.
La falta de dominio propio.
La ira.
La envidia.
Los celos.
Los pecados de la lengua como la mentira, el chisme, aquellos famosos te lo cuentes para que ores, los insultos, las maledicencias. La crítica.
La mundanalidad.
La lista es increíble. Te pregunto, hermano, ¿cómo está tu corazón con estos pecados? ¿Te está asediando la ingratitud? ¿Está asechándote la envidia? ¿Acaso los celos están acampando en tu en las afueras de tu alma esperando que bajes la guardia? ¿Es la queja la mayor expresión de lo que hay en tu corazón? ¿Cómo estás con el contentamiento, acaso es Cristo suficiente para satisfacer la sed de tu alma o estás buscando el contentamiento en cisternas vacías?
¿Qué hay del espíritu crítico? Aquel que ve claramente lo que está mal, y le encanta corregir, le gusta señalar, en nombre de “hablar la verdad de la Biblia” critica pero no está dispuesto ni a correr una milla con quienes están liderando la iglesia, ¿está el pecado cultivando un espíritu crítico en ti que dará frutos de amargura, división y desánimo?
¿Cómo te está asediando el pecado? ¿Cuáles son las inclinaciones de tu corazón? Conocerlo es el primer paso si es que queremos despojarnos del pecado que nos asedia.
2. En segundo lugar, debemos poner la mirada en Cristo. Hablaremos más acerca de esto en la próxima predicación, pero es necesario que veamos y crezcamos en nuestro amor por Cristo.
El pecado es como un cáncer, y Cristo es el único remedio. Cuando aumentamos en nuestro deleite en el Señor, crecemos en nuestro desprecio por el pecado.
Amado hermano, si estás perdiendo la batalla contra el pecado es porque no estás deleitándonte en Cristo lo suficiente. Por eso yo hoy te animo a que recobres fuerzas, limpia tus heridas y levantes tus manos heridas como dice Hebreos 12:12 y deléitate en Cristo.
3. En tercer lugar, no corras solo. Nuestro texto dice corramos, y es completamente intencional por parte del autor de Hebreos. No es corre tú solo y arréglatelas como puedas. De hecho, en el capítulo 10 nos dijo que no nos dejáramos de congregar sino que nos animemos al amor y las buenas obras.
¿Cómo pensamos luchar contra el pecado que nos asedia de manera solitaria? Es en la congregación donde nuestra mente y nuestro corazón es expuesto a la Palabra de Dios, y donde podemos ser consolados y animados para seguir luchando.
Amados hermanos, tenemos una carrera por delante, una carrera de obstáculos muy difícil, una carrera que nos llevará al extremo, en la que el peso extra que tengamos no nos permitirá avanzar, pero también una carrera en la que el pecado nos asecha para desviarnos del camino. Mi oración por nosotros como iglesia es que pongamos la mirada en las cosas de arriba a fin de que corramos con paciencia despojándonos de todo aquellos que no nos conviene, especialmente del pecado, y que miremos, al igual que Moisés las riquezas de la gloria de Cristo, y las anhelemos cada vez más y más.
Oremos.
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