Dejando Los Privilegios Pasajeros Para Servir Mejor A Cristo, V. (11)
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Viviendo Como Ejemplo
Viviendo Como Ejemplo
PCS. Conoce a Cristo y sigue el ejemplo de hermanos maduros que imitan a Cristo, e identifica a los enemigos de la cruz de Cristo considerando que tu ciudadania no es terrenal.
I. Conocer a Cristo Implica Seguir el Ejemplo de Cristianos Maduros, Fil 3:17
II. Conocer a Cristo Implica Conocer a Los Enemigos De La Cruz, Fil 3:18-19.
III. Conocer a Cristo Implica Conocer Que Su Ciudadanía No Es Terrenal, Fil 3:20-21
Filipenses 3:17-4:1
III. Conocer a Cristo Implica Conocer Que Su Ciudadanía No Es Terrenal, Fil 3:20-21.
FILIPENSES 2:20-21
En este versículo se presenta el lado opuesto de los versículos anteriores. Antes habló de los “enemigos de la cruz”. Ahora Pablo presenta a los cristianos cuya ciudadanía está en los cielos. Los creyentes de Filipos tenían la ciudadanía romana, la cual les otorgaba muchos privilegios, pero además tenían la ciudadanía celestial que les hacía partícipes de privilegios aún superiores y eternos. Muchos romanos inconversos llamaban “salvador” al emperador César, pero para los cristianos el verdadero Salvador era el Señor Jesucristo, cuya segunda venida debían esperar con expectación.
1. Somos peregrinos y extranjeros en la tierra
El escritor de Hebreos hace énfasis en esta misma ciudadanía y reconoce a los creyentes como “extranjeros y peregrinos sobre la tierra”. La mira de estos grandes héroes de la fe estaba puesta en la ciudad celestial preparada por Dios mismo para ellos (He. 11:13–16).
El apóstol Pedro también llama así a los creyentes al exhortarles y recordarles que eran linaje escogido y pueblo adquirido por Dios. Por lo tanto, su manera de vivir debería ser digna de un “extranjero y peregrino” que no pertenece a este mundo (1 P. 2:11).
A) Debe estar basado en las promesas divinas.
El recordarles “esperamos en el Señor” es una aseveración de que el apóstol creía y predicaba la venida del Señor Jesús.
En Juan 14, el Señor dijo a sus discípulos: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros, Y si me fuere, y os preparare lugar, vendré otra vez …” (Juan 14:2–3). Nuestra confianza y esperanza están basadas en la promesa misma del Hijo de Dios.
El apóstol, al escribir a los corintios, les asegura que “… tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2 Co. 5:1).
Nuestra confianza descansa en las promesas divinas que han brotado de un Dios inmutable y veraz. Han pasado ya casi 2,000 años y podemos asegurar que “el Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza”, pero “vendrá como ladrón en la noche” a la hora que nadie lo espera (2 P. 3:9; Mt. 24:42, 44).
Aplicación.
Si el Señor Jesús, cumpliendo su promesa, viniera en este día, ¿está usted preparado para recibirle?
¿Tiene la seguridad de que su nombre está inscrito en el libro de la vida?
¿En qué basa su confianza?
¿Puede decir con el apóstol Pablo: “… yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día”? (2 Ti. 1:12)
2. Somos embajadores en nombre de Cristo.
El apóstol Pablo describe a los creyentes como embajadores de Cristo; representantes del cielo ante las potencias terrenales y huestes del mal. “Así que, somos embajadores en nombre de Cristo” (2 Co. 5:20).
El diccionario define a un embajador como un representante de una nación ante o dentro de una potencia extranjera. Vive en un país extraño, pero no pertenece a él (Jn. 17:15–18).
PRIVILEGIOS, CARACTERÍSTICAS Y RESPONSABILIDADES DE UN EMBAJADOR
1. Enviados especiales. El ser embajador es un privilegio, pues un gobierno asigna a este alto cargo sólo a personas que tienen experiencia, habilidades especiales y más que todo, una relación personal con la autoridad máxima de su país. Es un honor llevar cartas de presentación ante el gobierno de un país extranjero y ser recibido como un funcionario que gozará de privilegios especiales.
2. Características especiales. El embajador siempre tiene ciertas características que lo distinguen y no importa el tiempo ni la distancia, siempre es diferente a todos los ciudadanos del país en donde vive.
a) Conserva su propia ciudadanía. El embajador no puede adoptar una ciudadanía extranjera o perdería el cargo honroso que ha recibido.
b) No pierde su identidad. Aunque viva como los demás del país en donde habita, siempre habrá rasgos en su persona que lo identifican como ciudadano extranjero. Siempre se puede notar la diferencia por su acento al hablar, por su forma de vestir, etc.
De la misma manera, el cristiano está en este mundo, pero por no ser de él, su manera de hablar, vestir, de comportarse, y aun sus preferencias, son diferentes, y deben identificarlo como representante del país celestial y embajador de Cristo.
Es triste ver que hay creyentes que se han olvidado de este sagrado puesto que Cristo les ha dado y tratan de identificarse con modas, vocabulario, y conducta de aquellos que no conocen al Señor; quieren pasar como ciudadanos de un país al cual ya no pertenecen.
3. Responsabilidades especiales. Así como hay características que distinguen al que goza del cargo de embajador, ese puesto también tiene responsabilidades que no puede ignorar.
a) Debe conocer las leyes de su país. No puede representar a su nación y desconocer las leyes que le rigen. Su conocimiento hará que pueda ayudar y respaldar a sus compatriotas que viven en ese país extranjero en un momento de necesidad.
El apóstol Pablo sabía que era ilícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado. (Hch. 22:25). Estaba en un país extranjero, pero conocía sus leyes, derechos y privilegios.
El cristiano tiene la obligación de conocer la ley de Dios. El conocimiento de la Palabra de Dios, la Biblia:
ü Le podrá librar en momentos de tentación
ü Fortalecer en medio de la batalla,
ü Mantener su identidad espiritual e iluminar su sendero en su diario caminar (Sal. 119:9, 11, 32, 43, 105, 127, 174).
b) Debe obedecer las leyes de su país. Pero el conocimiento no es suficiente; la obediencia y sumisión a las leyes del país que representa son imperativas.
La obediencia es un factor muy importante en la vida del cristiano. El Señor Jesús dijo: “¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lc. 6:46) “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn. 14:23). “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5:29).
El embajador celebra los días festivos de su país, las celebraciones patrias siguen siendo su prioridad y se une a ellas, aunque esté lejos, y rinde los honores que sus héroes y próceres reciben en tiempos ya determinados.
El cristiano representa a Cristo Jesús en todo. Su luz debe brillar tanto en lo grande como en lo pequeño; en lo sobresaliente como en lo insignificante. Para él no hay diferencia entre lo secular y lo sacro, para él todo es sagrado.
Ahora que usted pertenece al Señor Jesús es ciudadano del cielo y embajador de Cristo. ¿Puede el mundo notar la diferencia? ¿Hay rasgos espirituales que lo identifican como una persona diferente? ¿Pueden sus amigos y familiares notar el cambio en su hablar, vestir o conducta diaria? Recuerde que es un embajador.
Después de la visita de los mensajeros del rey de Babilonia a Ezequías, el profeta Isaías llegó al palacio y preguntó: “¿Qué vieron en tu casa?” El rey respondió: “Vieron todo lo que había en mi casa” (2 R. 20:15). ¿Qué ven en su casa los que le visitan? ¿Pueden encontrar elementos que la distingan de todas las demás? ¿Pueden saber que ahí vive un embajador del Cristo?
II. Seremos Transformados Conforme A Su Gloria (Fil 3:21)
21El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
En este versículo Pablo hace alusión a la perfección que todo cristiano experimentará en el futuro. La que él consideraba como “no alcanzada”, será una realidad a la venida del Señor. Cristo “transformará el cuerpo de la humillación nuestra”.
1. Manifestación de su poder
El cuerpo de “humillación” será transformado por un acto de Dios; lo que nos indica la impotencia humana ante esa transformación inminente.
El hombre no puede ejecutar ese cambio con su propia fuerza.
El cuerpo tal como es, no puede ver ni entrar en el reino de los cielos; necesita ser transformado. “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción” (1 Co. 15:53).
El resultado será un cuerpo semejante al cuerpo de la gloria de Cristo, “por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:21).
El creyente ha venido experimentando una madurez o perfección progresiva, pero llegará a la perfección final y total. El libro de Proverbios ilustra este desarrollo diciendo: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Pr. 4:18). Lo mortal tiene que vestirse de inmortalidad. “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo …” (Ro. 8:29).
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Co. 3:18).
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2).
Como hijos de Dios debemos estar firmes El Dr. Gene Getz en su libro La medida de la iglesia, considera la esperanza como una de las 3 virtudes que manifiestan madurez en una congregación. Pablo, cuando felicitaba a las iglesias, hacía mención de su amor, fe y esperanza (Ef. 1:15, 16, 18; Col. 1:3–6; 1 Ts. 1:2, 3; 1 Co. 13:13). El Dr. Getz afirma que la esperanza:
1. Refleja la fe en una resurrección futura.
2. Refleja la seguridad en la salvación eterna.
3. Procede de una vida que espera la segunda venida de Cristo.
4. Manifiesta una estabilidad doctrinal.
5. Refleja la alegría (gozo) del cristiano.
6. Refleja valentía para acercarse a Dios.
Una iglesia local está formada por individuos y cada uno de nosotros debe examinarse a sí mismo y ver en qué está basando su esperanza. Una vida madura y firme podrá decir con el apóstol Juan: “Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Ap. 22:20).
Conclusión: la esperanza del cristiano es que llegará un día en que su humanidad se transformará para ser conformado a la imagen de Cristo de tal forma que lo mortal se vestirá de lo inmortal delante del inmortal, Él Único y sabio Dios donde su gloria será por los siglos de los siglos.