Cómo estar a cuentas con Dios

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Cómo estar a cuentas con Dios

Romanos 3:21–25 RVR60
21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas;22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia,23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,
Job formuló la pregunta más importante que se puede hacer:
Job 9:2 RVR60
2 Ciertamente yo sé que es así; ¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?
y dijo a continuación: Puesto que Dios es la clase de Dios que es, Job se preguntaba cómo era posible que una persona pudiera guardar la esperanza más remota de acercarse a Él, mucho menos de ser justo y aceptable delante de Él. ¿Acaso un simple ser humano puede establecer una relación correcta con un Dios que es perfectamente santo, infinito y poderoso? Bildad hizo eco de la pregunta de Job diciendo: “Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios?”
Job 25:4 RVR60
4 ¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer?
Tras escuchar las temibles advertencias de Juan el Bautista acerca del juicio de Dios: “10Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos?” (Lc. 3:10).
La multitud a la que Jesús había alimentado milagrosamente el día anterior también le preguntó: “¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?” (Jn. 6:27-28).
A lo largo de la historia, los hombres han hecho preguntas similares a las de Job y los otros. La razón misma de que la religión sea algo tan común y universal para la humanidad refleja los intentos realizados por el ser humano para responder esas preguntas.
Las personas no pueden escapar de los sentimientos de culpa, no solamente por hacer cosas que saben que son malas, sino por ser como son.
Las Escrituras enseñan claramente que existe sin duda alguna un camino que lleva a Dios, pero no es algo que se base en cosas que los hombres puedan hacer por sí mismos para alcanzarlo o merecerlo.
El hombre puede estar a cuentas con Dios, pero no en sus propios términos o en sus propias fuerzas. En ese aspecto básico el cristianismo se distingue de todas las demás religiones.
Todos los hombres son igualmente incapaces de acercarse a Dios por su propia justicia. Únicamente pueden ser salvos por la provisión de la gracia de Dios. Desde que Adán y Eva cayeron, la fe en respuesta a la oferta de la gracia de Dios siempre ha sido el único medio de salvación, de proveer una relación correcta con Dios.
El hombre no puede salvarse ni siquiera por la ley divina de Dios mismo que fue dada a través de Moisés. Esa ley nunca fue, bajo ningún pacto o dispensación, un medio para alcanzar la salvación. Su propósito era mostrar cuán imposible es para el hombre vivir a la altura de los estándares de Dios con sus propios esfuerzos. Los estándares morales expresados en forma de mandamientos y las ceremonias prescritas en el pacto mosaico nunca se establecieron con la intención de salvar a alguna persona, simplemente porque no tienen la capacidad de hacerlo.
Uno de los temas principales y más reiterados en la carta a los romanos es la justicia.
La única justicia que el hombre posee o alcanza por sí mismo es injusticia, puesto que ese es el carácter y la substancia de su naturaleza caída. Todas las “justicias” del hombre, declara Isaías, son como “6Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”.
La tragedia humana es el pecado del hombre, y únicamente el Dios verdadero la puede resolver. Solo el Dios perfectamente justo puede proveer la justicia que los hombres necesitan para ser aceptables ante Él. La justicia de Dios es diferente en muchos sentidos frente a todos los demás tipos de justicia. Primero que todo, es diferente debido a su fuente, que es Dios mismo. “Rociad, cielos, de arriba, y las nubes destilen la justicia; ábrase la tierra, y prodúzcanse la salvación y la justicia; háganse brotar juntamente. Yo Jehová lo he creado” (Is. 45:8). En segundo lugar, la justicia de Dios es diferente en esencia. Es una justicia comprensiva que satisface tanto el precepto como el castigo establecidos por la ley de Dios, bajo la cual ha quedado todo el mundo. El precepto de la ley de Dios es el cumplimiento perfecto de ella, en otras palabras una perfección sin pecado que únicamente ha sido alcanzada por Jesucristo hombre. Él cumplió todos los requisitos de la ley de Dios sin la más mínima desviación o desperfecto. Aunque fue sometido a todas las tentaciones de los hombres, Él nunca cometió pecado (He. 4:15). No obstante, a fin de pagar completamente el castigo de la ley que le corresponde recibir a la humanidad pecadora, Dios
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