Antes que sea tarde (2)

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Transcript
INTRODUCCIÓN
Saludos
Contar mi experiencia “Cuando maté a alguien”
Objetivos:
Meditar en mi proceder como cristiano en cuanto a aquellos que se han ido de mi iglesia.
Motivarnos para ir a rescatar a aquellos que se han ido
Amar a mi prójimo como Cristo me amó a mí e ir a rescatarlos como Jesús me rescató a mi.
EL CUIDADO DEL PASTOR (Lucas 15:4-7)
No apreciamos a aquellos que están perdidos hasta que nosotros llegamos a ser uno. No sé cuantos de ustedes en algún momento se han perdido, pero para los que ya lo hemos experimentado podemos saber que no se tiene un buen sentimiento al querer volver a un lugar seguro que conozcamos y no encontrar esa seguridad que nos ofrece un lugar conocido y mucho más el lugar más seguro para muchos que es su hogar. Recuerdo que cuando estaba estudiando me tocó tener a un compañero periodista guatemalteco que había elegido estudiar teología y durante su desarrollo en la carrera con nosotros nos acostumbramos a servirle de guía durante todos los años de estudio y recuerdo muy bien como en una ocasión siempre los sábados íbamos a visitar otras iglesias de La Habana y en esa ocasión íbamos para un congreso juvenil, íbamos en esa ocasión alrededor de unos 12 muchachos y dentro de ellos iba nuestro compañero ciego y uno de nosotros le estaba sirviendo de guía para su recorrido. En Cuba los buses de la capital son estilo metro bus pero más largos y por lo general se montan muchas personas, calculo que en ocasiones pueden llegar hasta 70 u 80 dentro del autobús y todos íbamos pendientes del recorrido porque aún no conocíamos muy bien el lugar a donde íbamos ni cual era la parada y dentro de todo ese ajetreo pedimos la parada y nos bajamos y cuando había pasado cierto tiempo nos percatamos que nuestro compañero ciego no estaba con nosotros y resulta ser que todos pensamos que alguien más se iba a encargar del cuidado de nuestro compañero y mientras todos pensamos de esa forma resulta que dejamos al menos indicado solo y sin tener una guía en un lugar desconocido. No pudimos disfrutar del viaje porque por supuesto habíamos dejado a uno de nosotros atrás sin saber que hacer. Algunos compañeros fueron hasta la siguiente parada para buscarle y no lo pudimos encontrar hasta que llegó la noche y alguien lo llevó al seminario. Todos estábamos muy preocupados y creo que esta sería una buena referencia con relación a lo que deseo hablarles.
En Lucas capítulo 15 encontramos las muy conocidas parábolas que hablan del rescate y quiero basarme en dos de ellas en esta ocasión. Parece que, por lo menos, las dos primeras parábolas del cap. 15, y posiblemente también la tercera, fueron pronunciadas en una misma ocasión (PVGM 151), en los campos de pastoreo de Perea (PVGM 145). En este momento sólo faltaban unos dos meses para la crucifixión. Jesús expuso en estas parábolas el significado de este acontecimiento. Iniciando los primeros versículos vemos como Jesús casi siempre se encontraba entre las personas más necesitadas y dentro de los necesitados siempre habían personas imperfectas, personas pecadoras (como todos), personas que eran considerados de lo más bajo de la sociedad y esto llamaba la atención de los fariseos y escribas que criticaban a Jesús porque según ellos si Jesús era quien decía ser o sea el Mesías era algo inexplicable que él se relacionara con ese tipo de personas y la primera referencia que deseo hacer en esta parte es que se puede comparar esta sección del relato con la iglesia y usted se preguntará ¿Cómo así? pues, si lo analizamos desde este punto de vista ¿quienes somos las personas que estamos en la iglesia? existen de todo tipo de personas: Es probable que entre los “pecadores” estuvieran los que no pretendían buscar la justicia de acuerdo a la forma prescrita por la tradición rabínica, junto con las rameras, los adúlteros y otros cuyas vidas violaban abiertamente la ley y por otro lado estaban los fariseos que también consideraban que el pueblo común, el ʻam haʼárets, “gente de la tierra”, que no había tenido el privilegio de recibir una educación rabínica eran pecadores y estaban excluidos de ser considerados como respetables. El nombre fariseo significa que los miembros de ese partido se consideraban superiores al pueblo común, y se daba por sentado que eran más justos que la gente común. Si lo vemos desde el punto de vista de la iglesia vemos que la iglesia es un hospital, donde encontramos personas enfermas de carácter, personas que se sienten solas, personas que lloran, personas que se equivocan y de todo tipo y características que reflejan nuestra pecaminosidad, por otro lado es posible que estén aquellos que por alguna razón consideran que son mejores que otros (esto sin ofender a nadie) y no se ven preocupados en lo más mínimo en el rescate de aquellos que están en el camino de la perdición o que se han alejado del camino de la verdad. Es en este entorno en el cual se desarrolla la primera parábola en donde se dice: 4¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; 6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. La cría de ovejas era común en los collados de Perea, y en esta ocasión es indudable que muchos de los que escuchaban recordaron experiencias cuando habían ido a buscar ovejas perdidas. Aquí se habla de 100 ovejitas que se consideraba como un rebaño bastante grande y la pérdida de una oveja podría parecer algo relativamente pequeño, pero para el dueño del rebaño la pérdida de sólo una oveja era motivo de seria preocupación (cf. Juan 10:11). Los pastores de Palestina solían conocer a cada oveja y las cuidaban una por una y no en conjunto; no sólo esto, sino que la pérdida de una sola oveja equivalía a una diferencia apreciable en sus ingresos. Es evidente que la oveja de la parábola se perdió debido a su propia ignorancia y necedad, y ya perdida era completamente impotente para regresar al redil. Se daba cuenta que estaba perdida, pero no sabía qué hacer. La oveja perdida representa al pecador individualmente y al mundo en general (PVGM 149). Esta parábola enseña que Jesús habría muerto aun cuando hubiera existido tan sólo un pecador, así como murió por el único mundo que pecó. La parábola comienza con una pregunta (cf. 14,28.31). El que la oye juzgará por su propia experiencia. El pastor obra como dice Jesús. Toma sobre sí toda solicitud y fatiga por cada animal descarriado de su rebaño, como si no tuviera otro, como si no contaran los otros noventa y nueve. Ninguno le es indiferente, no quiere perder ni uno solo. Que le queden noventa y nueve no le resarce de la pérdida de uno. El pastor pone sobre sus hombros la oveja hallada. Esto está observado de la vida misma. Cuando la oveja se extravía del rebaño, va corriendo sin meta de una parte a otra, se echa al suelo sin fuerzas y es preciso cargar con ella. El pastor la trata con más delicadeza que a las otras. Sin embargo, la búsqueda por un terreno montañoso y pedregoso le impone esfuerzos y fatigas. Pero todo lo olvida cuando recobra la oveja perdida. Su alegría es tan grande que no puede guardarla para sí. La anuncia a los amigos y vecinos. Una y otra vez tiene que repetir: Ya encontré la oveja que se me había perdido. Como se alegra el pastor por una única oveja que se había perdido y se ha vuelto a encontrar, así se alegra Dios por uno solo que era pecador y se convierte. Así es Dios. Ni un solo pecador le es indiferente. No se consuela con los muchos justos. Busca al pecador, también éste es suyo; nunca lo abandona. Le causa preocupación y dolor, aun cuando va por caminos extraviados. Cuando el pecador extraviado se convierte y se deja encontrar, no le aguardan reproches, recelos ni duras prescripciones. Dios salva, perdona, recibe en casa con alegría y con toda clase de demostraciones de amor. «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que el que cree en él no perezca, sino que tenga la vida eterna» (Joh_3:16).
ENCONTRANDO EL CAMINO (Lucas 15:11-32)

Esta es quizá la más famosa de todas las parábolas de Jesús. Consta de dos partes: la primera (vers. 11–24) pone de relieve las emociones del padre del hijo pródigo, su amor por el joven y su gozo cuando éste regresó. La segunda parte (vers. 25–32) es una reprensión para los que, como el hermano mayor, estaban ofendidos por el amor y el gozo del padre. Es probable que la segunda parte fuera la respuesta de Cristo a la murmuración de los escribas y los fariseos (vers. 2). Las parábolas de la oveja perdida y de la moneda perdida dan realce a la parte de Dios en la obra de la redención, mientras que la parábola del hijo pródigo destaca la parte que tiene el ser humano en responder al amor de Dios y actuar en armonía con él. Los judíos tenían una comprensión completamente equivocada de la naturaleza del amor divino (ver com. vers. 7). El hijo menor representa en la parábola a los publicanos y los pecadores; y el mayor, a los escribas y los fariseos.

La situación en el relato es la de que la propiedad podría ser legada o entregada como un regalo aun en vida. El hijo menor demandó que se le dieran inmediatamente todos los derechos de posesión sobre su parte (alrededor de un tercio) de la propiedad de su padre, que él esperaba heredar cuando aquel muriera. El hijo mayor permaneció en casa y el padre retuvo sus derechos sobre el producto de la porción de la propiedad de él. El hijo menor, por su parte, convirtió en efectivo lo suyo y partió para disfrutar lo obtenido lejos de su casa y del control paterno. La vida extravagante y disoluta lo llevó a la extrema pobreza y los amigos que le ayudaron a gastar el dinero desaparecieron. Sólo pudo encontrar trabajo en algo humilde y desagradable en especial para un judío, para quien los cerdos eran animales impuros. Con gusto hubiera mejorado su pobre paga compartiendo las algarrobas que comían los cerdos, pero (así queda implícito) le repugnaban demasiado para hacerlo. Su desesperada situación le llevó al arrepentimiento. Se dio cuenta, no sólo de que había estropeado su vida, sino también de que era indigno de ser llamado hijo de su padre; era digno sólo de ser un siervo y estaba preparado para humillarse y buscar ser restituido en ese nivel. Antes de llegar a su casa, sin embargo, su padre ya estaba esperándolo y antes que pudiera presentar toda la confesión que había preparado su padre le había dado la bienvenida al círculo familiar, le había tratado con gran honor y había dado órdenes para celebrar el regreso de aquel que había considerado muerto. Pero otra persona, el hermano mayor, se negó a unirse en la celebración y rezongó por la generosa recepción. Acusó al padre de no haberlo tratado de la misma manera generosa y alegre, sólo para que se le recordara que los bienes que tenían eran de ambos. Uno puede estar perdido aun dentro de la casa.
La cuestión vital quedó sin respuesta: ¿El hijo mayor se unió en la bienvenida a su hermano? La omisión de una respuesta es seguramente algo deliberado, pues el hermano mayor representa a los fariseos y a todos los que son como ellos, y la parábola es una apelación al cambio de mente hacia los desposeídos.
Aunque la parábola llega a su clímax con la pregunta no expresada, el centro de atención sigue siendo el amor perdonador de Dios que avergonzaría a los fariseos y les llevaría a dar una respuesta positiva. El relato no dice nada sobre la búsqueda de los perdidos, como en 15:3-10, o sobre la necesidad de la expiación del pecado, pero eso se debe a que la historia es una parábola y no una alegoría detallada, y otros aspectos del amor de Dios que busca hasta el sacrificio se enseñan claramente en otros lugares.
RESCATANDO COMO FUI RESCATADO
Todos nosotros en algún punto de nuestra vida estuvimos perdidos y gracias a Dios alguien se hizo cargo del llamado recibido de parte de Dios para ir en busca de ti y de mí y hoy estamos nosotros con esta misma oportunidad delante nuestro para que nos unamos todos como un pueblo y podamos tener la misma actitud de rescate que tuvo Jesús conmigo así yo hacerlo con mi hermano que se ha ido del redil y no ha regresado. Es interesante que posiblemente este joven que se había ido lejos en esta última parábola haya tenido una actitud indiferente con relación a los que le rodeaban; su padre, su hermano y mayormente con los trabajadores de su casa, quizás en algún punto de su vida se creyó mejor que los demás y ahora él se encontraba en una situación desesperada más no sin esperanzas. Tu y yo fuimos rescatados de las garras del enemigo y hoy estamos aquí por la gracia de Dios y el Señor me llama hoy para que haga mi parte y vaya a buscar a aquellos compañeros de batalla que hoy no están con nosotros.
CONCLUSIÓN
Sumario
500 ilustraciones 235. Amigos En La Adversidad y En La Victoria

AMIGOS EN LA ADVERSIDAD

Y EN LA VICTORIA

1 Sam. 18:1–4; 19:1–7; 20:24–42; 23:15–18.

Es célebre la amistad que ligaba a los dos guerreros griegos Pelópidas y Epaminondas. Tanta era, que en la batalla de Mantinea unieron sus escudos para poder pelear juntos y ayudarse mutuamente. Lucharon así durante algún tiempo y estuvieron derrotando a sus enemigos, hasta que Pelópidas cayó herido y, derramando mucha sangre por las heridas, estaba a punto de morir. Entonces Epaminondas decidió seguir peleando al lado del cuerpo de Pelópidas, aunque él mismo tuviera que morir junto a su amigo, de quien creyó que moriría en ese lugar. Epaminondas, también herido gravemente, permaneció luchando allí hasta que llegaron otros compatriotas que rescataron a los dos amigos moribundos. Desde aquel día esa amistad llegó a ser proverbial. Después fueron ascendidos a generales del ejército Tebano,con igual autoridad, y nunca existió ninguna rivalidad ni envidia entre ellos.—Adaptado.

3. Llamado
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