Juicio de Dios contra el pecado (Romanos 2: 1-16)
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“Tal vez crees que puedes condenar a tales individuos, pero tu maldad es igual que la de ellos, ¡y no tienes ninguna excusa! Cuando dices que son perversos y merecen ser castigados, te condenas a ti mismo porque tú, que juzgas a otros, también practicas las mismas cosas. Y sabemos que Dios, en su justicia, castigará a todos los que hacen tales cosas. Y tú, que juzgas a otros por hacer esas cosas, ¿cómo crees que podrás evitar el juicio de Dios cuando tú haces lo mismo? ¿No te das cuenta de lo bondadoso, tolerante y paciente que es Dios contigo? ¿Acaso eso no significa nada para ti? ¿No ves que la bondad de Dios es para guiarte a que te arrepientas y abandones tu pecado? Pero eres terco y te niegas a arrepentirte y abandonar tu pecado, por eso vas acumulando un castigo terrible para ti mismo. Pues se acerca el día de la ira, en el cual se manifestará el justo juicio de Dios. Él juzgará a cada uno según lo que haya hecho. Dará vida eterna a los que siguen haciendo el bien, pues de esa manera demuestran que buscan la gloria, el honor y la inmortalidad que Dios ofrece; pero derramará su ira y enojo sobre los que viven para sí mismos, los que se niegan a obedecer la verdad y, en cambio, viven entregados a la maldad. Hará aflicción y angustia para todos los que siguen haciendo lo malo, para los judíos primero y también para los gentiles; pero habrá gloria, honra y paz de parte de Dios para todos los que hacen lo bueno, para los judíos primero y también para los gentiles. Pues Dios no muestra favoritismo. Los gentiles serán destruidos por el hecho de pecar, aunque nunca tuvieron la ley escrita de Dios; y los judíos, quienes sí tienen la ley de Dios, serán juzgados por esa ley porque no la obedecen. Pues el simple acto de escuchar la ley no nos hace justos ante Dios. Es obedecer la ley lo que nos hace justos ante sus ojos. Aun los gentiles, quienes no cuentan con la ley escrita de Dios, muestran que conocen esa ley cuando, por instinto, la obedecen aunque nunca la hayan oído. Ellos demuestran que tienen la ley de Dios escrita en el corazón, porque su propia conciencia y sus propios pensamientos o los acusan o les indican que están haciendo lo correcto. Y el mensaje que proclamo es que se acerca el día en que Dios juzgará, por medio de Cristo Jesús, la vida secreta de cada uno.”
El juicio de Dios contra todos los pecadores es justo, equitativo y resultado de un intenso escrutinio.
Tanto los religiosos como los irreligiosos son acusados de atraer sobre si mismos la ira de Dios. Ambos comparten la misma situación legal y espiritual a la hora de enfrentarse al juicio santo de Dios. Una enseñanza clara y concisa de lo dicho aquí es que la persona que juzga a otras personas es igualmente culpable de pecado. Delante de Dios todos han pecado.
Por cuanto Dios es imparcial, mira internamente a todos los pecadores independientemente de que tan religiosos externamente sean. El juicio de Dios es según la verdad, es decir, aquello que concuerda con la realidad, lo único que es verdadero. Dios no juzga por apariencias, sino por la realidad íntima del hombre. La advertencia de 1 Corintios 4:5 nos debe hacer reflexionar en cuanto a ser apresurados al juzgar a otros porque Dios es el único que puede mirar internamente a todos. Allí dice: “Así que no juzguen a nadie antes de tiempo, es decir, antes de que el Señor vuelva. Pues él sacará a la luz nuestros secretos más oscuros y revelará nuestras intenciones más íntimas. Entonces Dios le dará a cada uno el reconocimiento que le corresponda.”
Todos han desobedecido la ley de Dios. Los unos, desobedecieron la ley escrita en la Biblia y, los otros, la obra de la ley escrita en sus corazones. Así, en el momento del juicio, la posesión de la ley ya escrita ya como influencia moral no hará mayor diferencia ya que no es la posesión de la ley sino la practica de la misma lo que evidencia quien ha dado gloria a Dios en su vida.
La practica de la ley evidencia que alguien glorifica y agradece a Dios por ser quien Es Señor y dador de todas las cosas. Por el contrario, los que envanecidos en sus razonamientos cambian la verdad de Dios por la mentira del hombre, siguiendo así su oscuro corazón evidencian en sus vidas que Dios no es ni Señor ni creador para ellos.
Por otro lado, no es cuestión importante si ambos grupos, religiosos e irreligiosos, gentiles y Judios, comenten los mismo pecados. La enseñanza principal es pues que ambos grupos han sido irresponsables con lo que Dios les dio y reveló acerca de su divinidad. Dios les mostró Su gloria y les dio su ley pero ellos no lo adoraron en la forma correcta. Ni el grupo religioso logro entender cómo adorar verdaderamente a Dios, pues no lo adoraron en espíritu y en verdad. Y el grupo irreligioso ni siquiera se acerco a una verdadera adoración. Todos deshonraron a Dios.
En base a su justicia (1-4)
En base a su justicia (1-4)
“Tal vez crees que puedes condenar a tales individuos, pero tu maldad es igual que la de ellos, ¡y no tienes ninguna excusa! Cuando dices que son perversos y merecen ser castigados, te condenas a ti mismo porque tú, que juzgas a otros, también practicas las mismas cosas. Y sabemos que Dios, en su justicia, castigará a todos los que hacen tales cosas. Y tú, que juzgas a otros por hacer esas cosas, ¿cómo crees que podrás evitar el juicio de Dios cuando tú haces lo mismo? ¿No te das cuenta de lo bondadoso, tolerante y paciente que es Dios contigo? ¿Acaso eso no significa nada para ti? ¿No ves que la bondad de Dios es para guiarte a que te arrepientas y abandones tu pecado?”
Hablando del contexto religioso de este pasaje, sucedía que los religiosos judíos por ser la religión oficial y reconocida por Dios se creían libres de la culpa del pecado y exentos de ser juzgados por Dios. Pero esto es un típico error del religioso que lo es externamente.
El religioso piensa que puede escapar del juicio de Dios por ser menos inmoral que el irreligioso o pagano. Piensan que pueden agradar a Dios por su herencia religiosa y su filosofía de vida altruista y moralmente correcta. Pero Dios juzga en base a su justicia y no en base a religión alguna.
Dios, en su justicia, castigara a todos los que desobedecen su ley. Su justicia es la regla y medida de la conducta humana. Tanto buenos como malos son juzgados por Dios en base a la justicia divina y sus altos estándares de santidad y perfección.
La mala noticia es que ni religiosos ni irreligiosos se salvaran de este juicio. Pero la buena noticia es que Dios a revelado por medio de Jesucristo cómo nos puede hacer justos antes sus ojos (Ro.1:17) y así ser justificados en el día del juicio. Dios justifica por medio de la fe en el Salvador a todo aquel que en él cree (Jn. 3:16). Pero también, por medio de este mismo evangelio, son condenados todos los que no obedecen al Hijo de Dios (Jn.3:36).
Tenemos en esta porción bíblica el juicio de Dios contra los pecadores y no el juicio del hombre contra el hombre pecador. Lo primero es perfecto en justicia pero lo segundo es imperfecto y parcial. Dios juzga a la luz de su propia naturaleza y perfecta ley pero el hombre juzga a la luz de su propio criterio e imperfectos razonamientos. El hombre tiene la tendencia de juzgar a otros antes que a sí mismo.
En el caso de los religiosos esta la tendencia de considerarse mejor que los evidentemente malos; pero, aunque en sus vidas no sea tan evidente algunos pecados, son igualmente transgresores de la ley y, por tanto, culpables del mismo pecado que condenan en otros.
La maldad, sin importar las formas como se exprese, sigue siendo maldad. El pecado, sin importar sus manifestaciones, sigue siendo pecado en cualquiera de sus manifestaciones. Así, un pecador que juzga a otro como pecador se auto acusa a sí mismo de ser culpable de la misma maldad que condena en otros por ser también el mismo un infractor de la ley.
No hay excusa para el pecador que condena a otro pecador porque también el mismo es un pecador, y así, no puede emitir un juicio contra aquellos que hacen lo mismo que él. Su juicio a quedado invalidado por no tener la autoridad moral para condenar el mal. La justicia no asiste a ningún juez injusto y reprobó. El ser alguien reprensible por la ley te deja sin excusa alguna para poder condenar con la misma ley a otra persona igual de pecadora que tú.
Por eso, solo alguien que tenga la excusa perfecta puede juzgar y condenar a los pecadores. La excusa para demostrar que uno no es culpable del pecado que va condenar en otros no puede ser otra más que aquella que demuestra que tal persona o juez nunca a pecado ni cometido ninguna de las faltas que juzga malvadas y dignas de condenación en los demás. Pero alguien con esa perfecta excusa jamas a existido. De ahí que no hay justo ni aún uno.
Pero Jesucristo, Dios hecho hombre, si puede presentar a su favor esa perfecta excusa, y así, tener la dignidad y autoridad moral para poder juzgar al mundo entero. “Y sabemos que Dios, en su justicia, castigará a todos los que hacen tales cosas”.
Por lo tanto, adviértase que todo juicio y condenación que uno haga contra otras personas será el mismo juicio y condenación que Dios sentenciará contra todo el juzga. Siendo esto verdad ¿Crees que podrás evitar el juicio de Dios condenando en otros lo que tu mismo practicas ya sea el mismo pecado u otro pecado distinto?
En ves de querer pretender ser juez de los demás date cuenta de que Dios es tu juez. Pero es un juez bondadoso, tolerante y paciente para contigo. Cualidades que tu no tienes para con tu prójimo en el momento de juzgarlos; pero Dios si las tiene para contigo.
¿No significa nada para ti que Dios sea bondadoso, tolerante y paciente contigo? ¿No ves que la bondad de Dios es para guiarte a que te arrepientas y abandones tu pecado? Ciertamente, su bondad no es para que continues en tu pecado sino, por el contrario, para que dejes tu pecado y no seas condenado por Dios en el día del juicio.
El propósito de la bondad de Dios para con el pecador no es disculpar el pecado sino estimular el arrepentimiento. Pero el pecador que no se arrepiente ante la bondad extendida de Dios acumulara mas condena para el día del juicio. La condescendencia de Dios ante los delitos humanos es solo para conducirlos al arrepentimiento. Dios aplaza su juicio contra el pecador para darle nueva oportunidad de arrepentimiento. La paciencia de Dios consiste en retener su ira momentáneamente sobre el pecador en el momento de pecar. La tolerancia de Dios pone de manifiesto el tiempo que espera ante el pecador como una expresión de su amor.
Para finalizar este punto quiero recordarte que Dios no esta llamándote a juzgar los pecados de los demás, de eso se encarga el Señor, sino que te esta llamando a que abandones tus propios pecados para que no seas condenado por Dios, juez justo y recto.
En base a su equidad (5-11)
En base a su equidad (5-11)
“Pero eres terco y te niegas a arrepentirte y abandonar tu pecado, por eso vas acumulando un castigo terrible para ti mismo. Pues se acerca el día de la ira, en el cual se manifestará el justo juicio de Dios. Él juzgará a cada uno según lo que haya hecho. Dará vida eterna a los que siguen haciendo el bien, pues de esa manera demuestran que buscan la gloria, el honor y la inmortalidad que Dios ofrece; pero derramará su ira y enojo sobre los que viven para sí mismos, los que se niegan a obedecer la verdad y, en cambio, viven entregados a la maldad. Habrá aflicción y angustia para todos los que siguen haciendo lo malo, para los judíos primero y también para los gentiles; pero habrá gloria, honra y paz de parte de Dios para todos los que hacen lo bueno, para los judíos primero y también para los gentiles. Pues Dios no muestra favoritismo.”
Aun cuando Dios se muestra bondadoso con todos los pecadores, estos se muestran tercos y reacios a arrepentirse de su pecado. No quieren abandonar lo que los esta condenando delante del Juez divino, lo mismo que esta acumulándoles un castigo terrible. Es como si no tuvieran miedo al juicio de Dios. Como si no supieran que se “acerca el día de la ira, en el cual se manifestará el justo juicio de Dios”.
No es Dios quien acumula castigo terrible para el pecador sino que es el pecador rebelde que acumula ira para el día de la ira. El pecador impenitente acumula la ira que durante su vida ha sido detenida por la paciencia de Dios. Pero luego esta ira será manifestada en el juicio final. Esta ira esta ya hoy presente sobre todo aquel que rechaza a Cristo. Pues dice Juan 3:36 “Los que creen en el Hijo de Dios tienen vida eterna. Los que no obedecen al Hijo nunca tendrán vida eterna, sino que permanecen bajo la ira del juicio de Dios.” Rechazar pues a Cristo es rechazar la única forma de evitar el juicio divino contra el pecador.
Ese día, en el que la ira de Dios se manifieste como resultado de su juicio contra la humanidad pecadora habrá perdida y destrucción. Todo lo que el pecador haya hecho quedará expuesto al juicio. Ninguno se librará de ser juzgado, ya para condenación ya para bendición o recompensa, pero todos serán juzgados equitativamente. Dios “juzgará a cada uno según lo que haya hecho”. Así, Dios no actúa solo al impulso de su ira, sino que unido a ella está también su perfecta justicia que demanda un juicio contra la humanidad.
Habra así un juicio para bendición: “Dará vida eterna a los que siguen haciendo el bien, pues de esa manera demuestran que buscan la gloria, el honor y la inmortalidad que Dios ofrece…gloria, honra y paz de parte de Dios para todos los que hacen lo bueno, para los judíos primero y también para los gentiles. Pues Dios no muestra favoritismos” (Vv. 7, 10-11).
El mejor veredicto que uno pueda escuchar es el derecho a tener vida eterna. Todos los que en vida estuvieron buscando gloria, honor e inmortalidad de parte de Dios, al final de sus vidas, lo conseguirán por la gracia de Dios. Estas son perfecciones que Dios otorgará a algunos que se han arrepentido de sus pecados y abandonado su maldad, se acercaron a Dios por medio de Jesucristo para encontrar salvación y vida eterna. Y es que para buscar gloria, honor e inmortalidad se debe haber encontrado primero a Cristo el Salvador por que es solo por medio de Cristo que se ofrece y entrega gloria, honor e inmortalidad a todo aquel que en Él cree. Estas son personas que demostraron su fe en Jesucristo al vivir haciendo lo bueno y buscando la promesa de la gloria, honra e inmortalidad.
Por otro lado, habrá un juicio para condenación, donde Dios: “derramará su ira y enojo sobre los que viven para sí mismos, los que se niegan a obedecer la verdad y, en cambio, viven entregados a la maldad. Habrá aflicción y angustia para todos los que siguen haciendo lo malo, para los judíos primero y también para los gentiles.” (Vv. 8-9).
El peor veredicto que una persona puede escuchar es el derecho a tener aflicción y angustia eterna. Todos los que en vida se negaron a obedecer la verdad de Dios escrita en la Biblia y se entregaron a las practicas pecaminosas son condenados al sufrimiento eterno. Estos, por haber negado a Jesucristo como el Salvador y Señor de la vida, demostrándolo al hacer lo malo y buscando la satisfacción de sus propios placeres al margen de Cristo, fueron juzgados terriblemente por Dios.
Estas personas receptoras de la ira divina son calificadas como contenciosa por ser personas que habiendo conocido a Dios, no solo lo ignoraron sino que además lo desafiaron, convirtiéndose en enemigos, rivales y rebeldes a la voluntad divina.
Entonces, continuando con la explicación de los versos 5 al 11, Dios, al hacer un juicio equitativo, dando a cada uno lo que merece en función a la condición espiritual en la que se encuentran, absuelve y condena respectivamente. A unos, por hallarse en la condición de redimidos por Cristo, los absolverá de condenación y recompensará según lo bueno que hayan hecho. Pero a otros, a los que encuentre en la condición espiritual de incrédulos respecto a Jesucristo como Salvador y, consecuentemente, los encuentre entregados a las practicas pecaminosas del mundo, los condenara al sufrimiento eterno. Dando así su merecido según su justa y santa ley a todos por igual. Solo que, a unos, la gracia y la obra de Cristo justificaron ante la ley. Y a otros, por rechazar la gracia de Dios en Cristo como Salvador, fueron hallados culpables ante la ley.
Tanto con unos como con otros Dios obro equitativamente al dar a cada uno lo que se merece en función a la condición espiritual en la que fueron encontrados en el momento del juicio final. Unos creyentes, bendición y otros incrédulos, maldición. Los entregados a la obediencia a Cristo que buscaron en Cristo gloria, honor e inmortalidad recibieron vida eterna y los entregados a la maldad que se negaron a obedecer la verdad y se entregaron a la maldad, recibieron aflicción y angustia en eterna condenación.
Antes de terminar este punto, hago notar una tensión doctrinal en la declaración del verso 7 “Dar vida eterna” a los que hagan el bien con el resto de la enseñanza del apóstol Pablo respecto a que la vida eterna no se gana sino se recibe por gracia, por medio de la fe (Ef. 2:8-9).
Pareciera que aquí se enseña que Dios juzga a las personas en base a sus buenas obras y les concede vida eterna como resultado de la sentencia. Pero, este no es el tema que se esta tratando aquí. El tema no es cómo ganarte la vida eterna en el día del juicio final. El tema en esta porción bíblica es el carácter del juicio en el día que todos rindamos cuenta ante Dios. En ese día Dios dará a cada uno lo que se merece en función a la condición espiritual en la que se encuentre. Los salvos, que habían evidenciado su salvación por medio del buen obrar, serán recompensados con gloria, honra y vida eterna celestial. Los no salvos, que habrán evidenciado su incredulidad por lo malo que hicieron, serán condenados al infierno. Estamos hablando en términos prácticos. Es como decir los buenos, que serían los cristianos, van al cielo; y los malos, que serían los no cristianos, van al infierno. Hay muchos detalles aquí, pero en términos prácticos esa es la realidad. O eres hijo de Dios o eres hijo del diablo. O haces el bien o haces el mal.
En esta porción bíblica vemos un un contexto de demostración del conocimiento de la ley de Dios y la adoración verdadera por medio de la practica consecuente en el diario vivir es lógico pensar en términos prácticos o hechos demostrables. Es en este sentido el contexto aquí. Es un contexto en el cual la culpabilidad o inocencia de alguien se debe demostrar por medio de buenas o malas obras que evidencian la real condición legal de una persona, es que se espera, lógicamente, que se hable en términos de si cumplió o no la ley de Dios. El que es verdadero hijo de Dios va a demostrar en vida que obedece los mandatos de Dios. Y el que no es verdadero hijo de Dios, aunque si religioso, va a demostrar en vida que no obedece los mandatos de Dios. Estamos hablando en términos prácticos.
Teniendo esto en cuenta, los versos 7-10 no tienen el propósito de establecer la condición para ser salvos aparte de la fe en Cristo. Su propósito es, por otro lado, establecer que Dios dará a cada uno lo que se merece, según la condición espiritual en la que se encuentre, en Cristo o sin Cristo. Esto habla de un juicio equitativo. Repito, el tema principal aquí o el contexto tiene como propósito destacar el carácter equitativo del juicio final antes que las condiciones para ira al cielo.
La vida eterna solo es por medio de Cristo. Así que, si Dios va a dar vida eterna a los que siguen haciendo el bien, no lo va a hacer porque hacen buenas obras sino porque Cristo a ganado para ellos la vida eterna y ellos, al ser regenerados, viven para buenas obras las cuales Dios prepara para ellos; evidenciando así su salvación y condición espiritual de hijos de Dios. Estos demuestran que tienen una esperanza viva al buscar la obtención final de la gloria, honra e inmortalidad prometidas por Cristo el día final.
Además, esta porción bíblica en cuestión, nos recuerda que todos los seres humanos, incluidos los cristianos, serán juzgados en un sentido por sus obras para determinar, en el caso de los cristianos, la cantidad de recompensas ganadas (1 Co 3:8; 4:5; 2 Co 5:10; Gá 6:7,8; Ap 2:23; 20:12; 22:12). Tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento se enseña que el juicio es por obras; pero en ninguna parte de la Biblia se enseña que la salvación es por obras sino por la sola fe. Igualmente cierto es que, según Romanos 3:19-26, toda persona solo puede salvarse si recibe la justicia de Dios por medio de la fe.
Poniéndolo en otros términos, la explicación del pasaje en cuestión podría verse como la enseñanza de que en el día del juicio para los pecadores la justicia impartida tendrá carácter retributivo; es decir que los que hacen el bien (no como independientes de Dios sino como hijos de Dios) al final de la vida recibirán la justa recompensa. Este juicio será también equitativo para todos. Al que hace el bien, demostrando así ser hijo de Dios, recompensa. Y al que hace el mal, demostrando así no ser hijo de Dios, castigo eterno.
Pero si hablamos del juicio final con carácter vindicativo, del cual no se esta hablando en este contexto particular, entonces la interpretación por necesidad es otra. Me explico, en un juicio retributivo se contempla la conducta, buena o mala, de la persona para determinar el tipo de sentencia: vida o ira. Pero en un juicio de carácter vindicativo (la defensa de una persona injustamente atacada), del cual no se esta hablando aquí, se contempla la ofensa causada contra Dios por cualquier pecado cometido por parte de cualquier persona. El resultado en un juicio vindicativo es que todos han ofendido a Dios y que no hay justo ni aún uno. Todos son enemigos de Dios y, por tanto, culpables y merecedores de muerte eterna.
El hecho mismo de que ambos grupos, “los buenos” y los malos, los religiosos y los irreligiosos, judios y gentiles, son todos imperfectos los acusa ante la perfecta justicia y santidad de Dios. Para ser Dios un juez justo y equitativo no solo tomara en cuenta las obras que se hacen en relación con el prójimo y la comunión de vida sino que, además, Dios tiene que tomar en cuenta las relaciones de la humanidad con El mismo, el Juez soberano. Es en este último sentido, el vindicativo, en el que todo el mundo es sentenciado a justa condenación y merecedor de muerte eterna. De ahí que Isaias 64: 6 puede interpretarse correctamente que aún “todas nuestras justicias” son vistas “como trapo de inmundicia” porque hacer buenas obras independientes de Dios no logran salvarnos del juicio final. Solo Cristo Salva.
Entiéndase que el mundo a ofendido a Dios en el mayor grado posible y esta en constante rechaza de aquel que a puesto como Juez del mundo, Jesucristo. Todo esto coloca a los seres humanos en la posición más terrible que jamas alguien pueda estar. Por eso, para ser salvos hay que arrepentirse de lo que piensan de Jesucristo y de los pecados cometidos contra Dios. Confiar en que la vida perfecta de Cristo puede ser tomada en cuenta como si fuera mi propia vida para salir aprobado ante las demandas de la ley. Confiar en que la muerte perfecta de Cristo puede ser tomada en cuenta como si fuera mi propia muerte por consecuencia del pecado y así salir justificado ante la sentencia de la justicia divina que demanda muerte al pecador. Confiar en que la resurrección perfecta de Cristo puede ser tomada en cuenta como si fuera mi propia resurrección para que el día que muera sea recibido en gloria y así, el día de la resurrección, resucitar sin temor de que las garras de la muerte demanden mi ser. En resumen, la vida, la muerte y la resurrección de Cristo son lo único que me da salvación y vida eterna. Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.
En base a su escrutinio (12-16)
En base a su escrutinio (12-16)
“Los gentiles serán destruidos por el hecho de pecar, aunque nunca tuvieron la ley escrita de Dios; y los judíos, quienes sí tienen la ley de Dios, serán juzgados por esa ley porque no la obedecen. Pues el simple acto de escuchar la ley no nos hace justos ante Dios. Es obedecer la ley lo que nos hace justos ante sus ojos. Aun los gentiles, quienes no cuentan con la ley escrita de Dios, muestran que conocen esa ley cuando, por instinto, la obedecen aunque nunca la hayan oído. Ellos demuestran que tienen la ley de Dios escrita en el corazón, porque su propia conciencia y sus propios pensamientos o los acusan o les indican que están haciendo lo correcto. Y el mensaje que proclamo es que se acerca el día en que Dios juzgará, por medio de Cristo Jesús, la vida secreta de cada uno.”
Dios examina con mucha atención y detalle a cada persona para así emitir un justo juicio. La vida secreta de cada uno es conocida al detalle por Dios. No hay secreto que uno pueda ocultarle. No hay pecado que uno pueda tapar ante los ojos de Dios.
Tanto los religiosos como los que no conocen de religión serán examinados por Dios bajo la misma ley. Es decir, tanto los que conocen la ley escrita o redactada en un libro físico como los que conocen la ley escrita o impregnada en la conciencia o el instinto moral dado por Dios serán examinados al detalle. El primero será juzgado por no obedecer la ley escrita que conocían muy bien; y el otro será juzgado por no obedecer la misma ley escrita en sus corazones para dirigir su conciencia y pensamientos al bien. En suma, ninguno obedeció la ley que conocían. Todos pecaron. Todos desobedecieron la ley de Dios. De nada sirvió que conozcan la ley ya por escrito ya por instinto al obrar, pues en ambos casos se violo la ley.
No obstante, habrá personas que no conociendo la ley de Dios escrita en un libro mostraran, para detrimento y vergüenza de los religiosos instruidos en la ley escrita, que son más obedientes a Dios que los teóricos de la ley. Pue ellos muestran que “conocen esa ley cuando, por instinto, la obedecen aunque nunca la hayan oído. Ellos demuestran que tienen la ley de Dios escrita en el corazón, porque su propia conciencia y sus propios pensamientos o los acusan o les indican que están haciendo lo correcto.” (Vv. 14-15).
¿Cómo es esto posible? Es posible ya que Dios mismo a puesto su ley escrita en los corazones de todas las personas para que la conciencia y pensamientos humanos no se vea tan desviado y perdido en el mundo que Dios ama y creo. Aunque los gentiles del contexto de este pasaje no tienen ley en la manera que les fue entregada a los judíos, no obstante no carecían de referentes que condicionen sus acciones. De la misma manera hoy.
Dios, por medio de la conciencia y pensamiento humano influenciado por la ley de Dios, a provisto cierto resguardo del bien en este mundo y así, preservar algo del orden moral y justo con el que diseño Su mundo. Aunque toda la esfera mundial y moral en el mundo fue afectada por el pecado de la raza humana, no obstante Dios preservo en el corazón humano y en su libro de la ley las directrices y valores morales que cuidarían que la humanidad se siga auto destruyendo por no saber mínimamente que es lo bueno y lo malo. Aunque esto no ganaría la salvación den nadie, no obstante si salvaría de la pronta extinción de la moralidad en el mundo que Dios creo como bueno en gran manera.
Son tres los elementos que dan testimonio al hombre sobre su modo de obrar: 1) la obra de la ley escrita en sus corazones; 2) la conciencia; 3) los pensamientos o razonamientos que acusan o excusan las acciones. Con todo, el ser humano puede resistir estos elementos y entregarse al puro placer del pecado.
Es pues inevitable el “día en que Dios juzgará, por medio de Cristo Jesús, la vida secreta de cada uno”. En ese día todos responderán por lo que conocen de la ley, sea mucho o poco. Más importante aún, ese día todos responderán por cómo vivieron a la luz del conocimiento innato, natural e intelectual que tuvieron de la ley. Algunos dirán: nunca leí la ley. A ellos Dios los juzgara según su conocimiento de la obra de la ley escrita en sus corazones y cómo vivieron según ese conocimiento. Si su conciencia y pensamiento les acusaba de que estaban haciendo lo incorrecto serán castigados; pero, por el contrario, si su conciencia y pensamiento les indicaba que estaban haciendo lo correcto, no serán acusados de infringir la ley.
De la misma manera, al que conoce la ley por escrito y en más detalle que el anterior, se le juzgara con la misma medida, es decir, que según lo que conocía de la ley es cómo debía vivir. Conocía bastante de la ley o en detalle la ley, entonces tenía bastante responsabilidad en su vida. Una persona que conoce en detalle la ley de Dios debe mostrar una vida de obediencia detallada a Dios.
Sin embargo, y por otro lado, el juicio determinante para salvación siempre es por medio de Cristo Jesús. En este caso, lo determinante en el juicio para que uno pueda ser absuelto de toda condenación y así le sea otorgada la vida eterna en gloria es si ha creído en Jesucristo como el Salvador. Los que, escuchando que Cristo es el salvador lo rechazan, serán condenados sin importar cuánto obedecieron o desobedecieron de la ley porque solo Cristo te hace perfecto ante las demandas de la ley. Por otro lado, los que, escuchando de Cristo como salvador, lo aceptaron como Señor serán absueltos de toda condenación sin importar cuánto desconocían de la ley.
De nuevo, como en la porción anterior, puede haber una mala interpretación aquí. Para evitarla debemos entender que los versos 12 al 15 están expresados en términos muy prácticos y empíricos. Se trata pues de saber quien realmente es obediente, no perfecto. Quien es realmente justo ante las demandas generales de la ley que aplican a toda persona en el marco de una conducta moral irreprensible. Podríamos preguntar si dentro de las limitaciones humanas y su inherente imperfección ¿pueden haber personas justas ante las demandas generales de la ley moral? Dentro de la esfera humana imperfecta ¿pueden haber gente buena? La respuestas son claramente que sí. “Es obedecer la ley lo que nos hace justos ante Sus ojos” (v.13). Y el punto es que quien verdaderamente obedece lo que conoce de la ley no es condenado como infractor de la ley. Aunque todos son culpables de pecado, no obstante, de lo que se trata aquí, es de demostrar una conducta proba y consecuente con lo que se conoce de la ley. En ese sentido puede llamarse a un hombre moralmente correcto, irreprensible y hacedor de la ley como alguien justo ante la ley. Aunque no perfecto. Y se necesita ser perfecto para entrar al cielo. Pero en la tierra, donde ya estas, tienes que vivir siendo justo.
El problema mayúsculo del hombre es que su relación con El dador de la ley, Dios, esta rota y enemistada por causa de su pecado y naturaleza corrompida. Es por eso que nadie puede ser perfecto en cumplir la ley y nadie es perfecto moral y espiritualmente hablando.
El problema espiritual, no factual, de los involucrados en esta porción bíblica es que son gente justa por hacer lo que saben de la ley pero que, con todo, serán condenadas en el juicio final, no por hacer el bien sino por estar mal con Dios en su relación personal, intima y espiritual. Y es que deben saber que se puede obedecer la ley y hacer el bien por muchas buenas y malas razones; pero solo se puede ser salvo de toda condenación por una sola razón: Por haber confiado en Jesucristo como Salvador. Justamente a esto apunta la enseñanza del verso 16 “Y el mensaje que proclamo es que se acerca el día en que Dios juzgará, por medio de Cristo Jesús, la vida secreta de cada uno.”
Según el verso 16 el juicio de Dios vendrá sobre toda la humanidad por medio de Jesucristo. Este juicio es parte importante del mensaje evangélico hoy. Debe advertirse al pecador de este juicio cuando se le evangeliza.
Por otro lado, en la actual dispensación, la luz del evangelio una nueva ley, más perfecta que la ley de Moisés, la ley de Cristo (1Co. 9:21), la cuál es la ley del amor. Por lo tanto, el rechazo del evangelio es algo horrible que merece la mayor condenación por ser el rechazo de la ley mas sublime, la del amor expresado por Dios en la entrega de su único hijo para salvación del pecador.
“Queridos amigos, si seguimos pecando a propósito después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda ningún sacrificio que cubra esos pecados. Sólo queda la terrible expectativa del juicio de Dios y el fuego violento que consumirá a sus enemigos. Pues todo el que rehusaba obedecer la ley de Moisés era ejecutado sin compasión por el testimonio de dos o tres testigos. Piensen, pues, cuánto mayor será el castigo para quienes han pisoteado al Hijo de Dios y han considerado la sangre del pacto —la cual nos hizo santos— como si fuera algo vulgar e inmundo, y han insultado y despreciado al Espíritu Santo que nos trae la misericordia de Dios. Pues conocemos al que dijo: «Yo tomaré venganza. Yo les pagaré lo que se merecen». También dijo: «El Señor juzgará a su propio pueblo». ¡Es algo aterrador caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 10: 26-31).
Cómo hemos visto pues, el juicio de Dios será justo, equitativo y de un intenso escrutinio contra toda la humanidad.