NUESTRO DIOS, EL ALFARERO

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NUESTRO DIOS, EL ALFARERO

Jeremías 18:1–6 LBLA
1 Palabra que vino a Jeremías de parte del Señor, diciendo: 2 Levántate y desciende a la casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. 3 Entonces descendí a casa del alfarero, y he aquí, estaba allí haciendo un trabajo sobre la rueda. 4 Y la vasija de barro que estaba haciendo se echó a perder en la mano del alfarero; así que volvió a hacer de ella otra vasija, según le pareció mejor al alfarero hacerla. 5 Entonces vino a mí la palabra del Señor, diciendo: 6 ¿No puedo yo hacer con vosotros, casa de Israel, lo mismo que hace este alfarero?—declara el Señor. He aquí, como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en mi mano, casa de Israel.

Dios envió a Jeremías a un alfarero que le dio una ilustración mediante su confección de la vasija. El profeta consiguió una vasija y la empleó para su propia ilustración (19:1ss). Jeremías observó con atención al alfarero que trabajaba sobre su rueda. El barro suave se estropeó pero el alfarero volvió a moldearlo para que se convirtiera en una vasija útil. Dios hará lo mismo con Judá si la nación se arrepiente.

El Señor dijo que el alfarero y el barro ilustraban su relación con su pueblo Israel, y les dijo: como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros. Dios tiene el derecho de arrancar …, derribar y destruir una nación como a él le place. Él prometió que lo bendeciría, pero puesto que seguía en su maldad, se arrepintió del bien que había determinado hacerle y en su lugar, traería el castigo sobre su pueblo. Sin embargo, si Judá se arrepentía y sus moradores se convertían de su maldad y de sus malos caminos, Dios revocaría la sentencia que había prometido enviar.

En un instante, Jeremías captó la esencia del espíritu perseverante que caracteriza a Dios, un Dios que no se da por vencido cuando las cosas se echan a perder. Al contrario, no desvía su intención eterna de hacer algo útil del barro. Comienza otra vez a trabajar hasta que consigue lo que quiere.
Nosotros, como el barro del alfarero, somos del Señor. Somos una vasija que Dios mismo ha hecho para su gloria y para sus propósitos. El Dios todopoderoso, el Omnipotente, es quien tiene el control de todas las cosas según su poder y su propósito, porque él es el creador de todas las cosas. Nada frenará ni limitará sus acciones; él es libre de hacer lo que le plazca. Como lo dice el salmista: “Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho” (Salmo 115:3).
El Señor no está sujeto a las estrellas ni a ninguna de las leyes de la naturaleza. Nadie, ninguna de sus criaturas, le puede dar a Dios algo que él no posea ya. Y como nada ni nadie lo puede limitar ni controlar, y como es omnipotente, cualquier cosa que hace, lo hace por su pura voluntad y para su propia gloria.
En este tiempo de gran incertidumbre, podemos sentir al gran artesano dando nueva forma a nuestras vidas. El alfarero divino simplemente está tomando su obra original y la está perfeccionando. Quizá para esto ha decretado este virus tan descarado que cuando parece que ya vamos saliendo, volvemos como al inicio para meternos al torno y darnos una nueva forma de vida.
¿Estamos dispuestos a dejarnos moldear por el Señor sin quejarnos? O, como dice el Señor:
“¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh hijos míos?”
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