¡Confía! (2)
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Los seres humanos generalmente aprendemos a través de las dificultades o por algún momento decisivo en nuestras vidas, algo que significó un parteaguas. ¿Recuerdas algún momento así? Quizá un primer trabajo del que te despidieron, una crisis, un milagro recibido.
Veremos una historia que considero, fue decisivo en la vida del apóstol Pedro.
“Cuando llegaron a Capernaúm, los cobradores del impuesto del templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: —¿Tu maestro no paga el impuesto del templo? —Sí, lo paga —contestó Pedro. Luego entró en la casa, pero antes de tener oportunidad de hablar, Jesús le preguntó: —¿Qué te parece, Pedro? Los reyes, ¿cobran impuestos a su propia gente o a la gente que han conquistado? —Se los cobran a los que han conquistado —contestó Pedro. —Muy bien —dijo Jesús—, entonces, ¡los ciudadanos quedan exentos! Sin embargo, no queremos que se ofendan, así que desciende al lago y echa el anzuelo. Abre la boca del primer pez que saques y allí encontrarás una gran moneda de plata. Tómala y paga mi impuesto y el tuyo.” (Mateo 17:24–27, NTV)
Para empezar vemos dos escenarios. La primera sucede en el pueblo de pescadores llamado Capernaúm, al norte del mar de Galilea, que en realidad era un gran lago. La segunda es en una casa, podría ser la casa de Pedro. National Geographic excavó en esa parte y han encontrado vestigios de casas.
Además de saber dónde sucedió, también sabemos ¡qué pasó! En primer lugar, los encargados del templo le preguntan a Pedro si Jesús ha pagado o no los impuestos.
El impuesto era de 2 dracmas. La dracma una moneda de plata que pesaba 4.3 gramos equivalía a un denario romano. Y era el pago por la labor de un obrero en un día. El impuesto era 2 dracmas. Ese impuesto fue establecido por los líderes religiosos judíos y estaban obligados a pagarlo los varones de 21 años hasta los 50 años. No era el diezmo. Tampoco eran impuestos federales, de Roma, sino que era algo totalmente religioso. Como si aquí tuviéramos una tarifa por membresía. Si no pagabas esos impuestos serías visto -por los líderes del templo-, como alguien irrespetuoso ante Dios.
Ahora bien, por la forma como la pregunta fue planteada, más bien era una acusación. Y en el momento que Pedro escucha, sabe que debe apresurarse a responder: ¿el impuesto? ¡sí claro que ha pagado! Más adelante en la historia vemos que Jesús no había pagado el impuesto.
Pedro seguro lo sabía, pero vemos al gran Pedro, la Roca, el temerario, haciendo lo que toda buena persona haría para cubrir a un amigo…mentir. ¡claro que lo ha pagado! De alguna forma Pedro sabe que el impuesto se usa para el cuidado del templo y descaradamente miente.
No es cierto que, cuando estás mal en tu vida, cuando no estás haciendo lo que sabes que debes hacer, o sabes que no estás actuando como hijo de Dios, en el momento que están a punto de caerte en la movida, lo primero que hacemos es justificarnos, aun por encima de lo que es justo.
Pedro está tratando de cubrir a Jesús, y pues, si es el libertador que ellos creen que es, lo podemos entender, tiene sentido. Los tiempos eran difíciles, había tensión. Un poco antes entendemos la razón de la tensión.
“Luego, cuando volvieron a reunirse en Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del Hombre será traicionado y entregado en manos de sus enemigos.” (Mateo 17:22, NTV)
Este es el momento decisivo para Pedro. Hay un complot para matar a Jesús, cada día es más evidente, hay más tensión. Jesús lo sabe, los discípulos lo saben, Pedro lo sabe. Así que, al llegar a esta parte de la historia, podemos entender que Pedro haya querido proteger a Jesús. Si él puede hacer algo para retrasar la muerte de su maestro, ¡él lo hará! Pedro pensó que, con tal de salvar a Jesús, bien valía la pena mentir.
Si has leído de Pedro sabes que era un hombre de acción. Si necesita hacerse algo, aunque sea arriesgado ¡Pedro es el hombre indicado! SI hay que aventarse al agua sin salvavidas, él lo hará. Si hay que matar alguien en el huerto, él lo hará. Así es Pedro. Pedro siempre estaba listo para hacer algo. Pedro siempre listo para defender. Al oír la acusación/pregunta, Pedro hace lo que es razonable hacer, aunque no sea lo correcto o lo justo.
Eso mismo hacemos, a veces en momentos que peligra el trabajo, la razón nos dice: defiéndete, protégete, pero la voz de la justicia dice: ¡espera en el Señor! La razón te dice: nadie se va a enterar ¡hazlo!, la voz de la justicia dice ¡no te puedes esconder de Dios! La voz de la razón dice: todo mundo lo hace; la voz de la justicia te dice ¡tú eres diferente, eres Real Sacerdocio!
Al leer el pasaje entendemos a Pedro, porque cuando estamos en la misma situación, la voz de la razón, de la lógica habla y te dice ¡tú tienes que hacer algo! Tienes que lograr que eso suceda. Y queremos hacer algo, estar siempre ocupados, la voz de la justicia dice: ¡Estate quieto y escucha a Dios!
La voz de la razón nos llama a la acción a nuestra manera, a querer hacer algo y la voz de Dios nos dice: ¡habla conmigo! Si no te detienes a escuchar la voz de Dios tarde o temprano te darás cuenta de que estás haciendo lo que crees que es razonable y no lo que es la dirección de Dios. Esto puede ser complicado, porque hay situaciones en que quieres hacer lo razonable, pero lo que debe predominar es la voluntad de Dios, no tu voluntad. Sören
Si no lo haces, es como decir: “Dios se lo que dices, lo que quieres de mí, lo entiendo, pero dada la situación actual de mi vida, matrimonio, deudas, lo que estás diciendo y la realidad que enfrento ¡no tiene sentido!”
Estoy casi seguro de que no había malicia en Pedro, él quiere algo bueno para su maestro, está defendiendo a Jesús. Y si Jesús es Dios, está protegiendo a Dios mismo, Creador del Universo. Quizá a Jesús en su parte humana ¡se olvidó de pagar el impuesto! ¿por qué tanto problema? ¿acaso ustedes no olvidan algo? Se olvidó de pagar impuestos, pero se acordó de cosas más importantes, que el sol siguiera su curso, la luna también, pero se olvidó el impuesto, lo bueno que Dios tiene a Pedro que le cubre las espaldas.
Toda esa presión, la que sea que tú enfrentas, sin importar si eres joven, adulto, mujer, hombre, todo se puede rastrear a la siguiente pregunta: ¿confiamos que Dios es Dios? Si sí lo creemos, sólo hay una alternativa y esa es ¡obedecer! Siempre será la respuesta correcta a todas las situaciones que enfrentes ¡aunque no parezca razonable! Eso es caminar por fe y no por vista. Porque al caminar por vista, aunque parezca lógico muchas veces nos equivocamos.
“¡Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti; a todos los que concentran en ti sus pensamientos!” (Isaías 26:3, NTV)
Cuando nosotros, cristianos, discípulos de Jesús, tenemos actitudes de desobediencia y actos no dignos de un discípulo, es porque queremos hacer lo que es razonable, aunque no sea lo que Dios dice. En esta historia vemos 3 respuestas de parte de Jesús, que hasta nuestros días nos dicen que podemos confiar en Dios.
Primero, Dios conoce mi necesidad. Pedro llega a la casa, y antes que hable, Jesús se le adelanta. Sabes que Pedro es la única persona registrada en la Biblia que es interrumpida por las 3 personas de la Trinidad. En el monte de la transfiguración es interrumpido por Dios Padre. Aquí por el Hijo y en Hechos 10, por el Espíritu Santo ¿Por qué? Porque siempre está hablando en lugar de escuchar.
¿Cómo sabe Jesús que Pedro habló con alguien en el templo? ¡por que es Dios! Jesús se le adelantó a Pedro, porque ÉL ya sabía la necesidad, aun antes que Pedro hablara.
Dios sabe tu necesidad, tus aspiraciones, tu dolor, alegría, tus anhelos.
Quizá tú escuchas esta palabra, porque esta Palabra es precisamente para ti. Con todo lo que hemos pasado en este año y medio, estas semanas, hay ocasiones que dudamos. Vemos la enfermedad, el sufrimiento que causa y empiezas a preguntarte ¿puedo confiar en Dios para sanar mis heridas? ¿puedo confiar en Dios para restaurar mi matrimonio? ¿puedo confiar en Dios para mejorar la relación con mi hijo? ¿puedo confiar en Dios para ordenar el caos de mi trabajo? ¿puedo confiar en Dios para que me de fuerzas si no hace un milagro en mi vida?
¡Dios conoce mi necesidad!
Segundo, Dios se preocupa por mi necesidad.
“…Luego entró en la casa, pero antes de tener oportunidad de hablar, Jesús le preguntó: —¿Qué te parece, Pedro? Los reyes, ¿cobran impuestos a su propia gente o a la gente que han conquistado? —Se los cobran a los que han conquistado —contestó Pedro. —Muy bien —dijo Jesús—, entonces, ¡los ciudadanos quedan exentos!” (Mateo 17:25–26, NTV)
La lógica que Jesús sigue es así: Pedro, los impuestos del tempo son para mantener el templo, el templo es la casa de Dios. YO SOY Hijo de Dios, por lo tanto. Yo no pago impuestos. Se le pide a los que no son miembros de la familia. Jesús de forma clara está diciendo ¡SOY el Mesías! Hijo de Dios, tengo una relación única con Dios, ÉL es mi Padre. Esta declaración no deja nada a la especulación.
No está diciendo que encontró la forma de estar en sintonía con el universo. No es un maestro diciendo: si eres bueno con la naturaleza llegas a la realización. Esto es claro, no hay dudas. Pero lo que está diciendo por implicación es súper importante.
Los hijos estamos exentos de pagar ese impuesto. Jesús le recuerda a Pedro y a ti y a mí que somos hijos de Dios y ÉL no impone impuestos, sino al contrario, nos ama tanto que ÉL pagó por nosotros. Lo que la religión impuso como formas de estar a cuentas, DIOS lo pagó en la vida, muerte y resurrección de Jesús.
Tercero, Dios puede suplir mi necesidad. Le dice a Pedro:
“Sin embargo, no queremos que se ofendan, así que desciende al lago y echa el anzuelo. Abre la boca del primer pez que saques y allí encontrarás una gran moneda de plata. Tómala y paga mi impuesto y el tuyo.” (Mateo 17:27, NTV)
Hay quienes interpretan esta parte, diciendo que la enseñanza es: Pedro eres pescador, a eso te dedicas, pues trabaja, obtén el dinero de tu trabajo, y es una bonita aplicación, pero el análisis no es completo.
En los registros bíblicos, se ve que los pescadores lo hacen con redes. Esta es la única vez que Jesús le dice que use un anzuelo, de forma clara. O sea, sólo Dios puede decir: hay un pez, uno solo en todo ese mar que tiene una moneda en su boca.
Para que esto sucediera debieron pasar 3 cosas: 1, alguien tuvo que tirar la moneda. Sería el primer milagro, la gente no tiraba la moneda al mar, no era de buena suerte, no era una práctica común, como el malecón de Veracruz; 2, que el pez trague la moneda, porque no era carnada, este pez come una moneda de 4 dracmas. 3, con la boca llena por la moneda, ve el anzuelo de alguna manera, es como tener la boca llena y seguir metiéndole comida. He visto, ¡conozco! Y el pez sigue vivo, esa es otra historia. La moneda en la boca, no la panza.
Y esto fue exactamente lo que sucedió. Y la mejor parte está en el verso 28. Si tienes la Biblia a la mano verás que ¡no hay verso 28! Todo está concluido, no hay nada más que agregar.
Dios conoce mi necesidad, se preocupa por mi necesidad y lo más importante ¡puede suplir mi necesidad!
Ahora bien, ¡esto no es un cheque en blanco! No es un genio de la botella, Dios no está para darnos todo lo que pidamos. Pedro tuvo la moneda, el dinero suficiente para pagar los impuestos, no para comprar su despensa, otras lanchas para el negocio de la pesca. Tampoco Pedro inició un ministerio de pesca con anzuelo y hazte millonario.
El punto principal es que Dios, conoce, se preocupa, puede y quiere suplir tus necesidades. Creer esto no es fácil, especialmente, porque queremos que supla nuestros caprichos o lo que creo que necesito. Creerlo no es fácil especialmente cuando tu anzuelo ha estado mucho tiempo en el agua y no pescas nada. No es fácil.
Pero Dios nos está dando una promesa; aun cuando parece que Dios se ha olvidado de nosotros, ÉL conoce, sabe cuáles son nuestras necesidades y puede suplir cada una de ellas.
Imagina la impresión que causo en un pescador. Creo que fue un momento decisivo en la vida de Pedro, tanto así que, años después escribe esto:
“Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque él cuida de ustedes.” (1 Pedro 5:7, NTV)
A veces preferiríamos un verso que diga: Al creer en ÉL no tendrás ansiedades ni preocupaciones, pero eso no es lo que ÉL prometió. PONER LA CANCIÓN QUE ENVIÉ.
Esta predicación fue difícil. Después de la vida que honra a Dios en el sufrimiento, mi corazón quedó cargado, mi mente clara, con convicción, pero emocionalmente cargado, por todo lo que hemos pasado. Platicando con la pastora, decía que, esta es la vida del cristiano, la vida real. Debemos saber que Dios es soberano, pero también debemos vivir con plena confianza en Su Amor y que hace lo que es mejor.
Palabra de Dios
Oremos